17. ¿Ves? Si podemos ser civilizados

Zedd & Kehlani - Good Thing (0:30 – 1:28)

Nos acomodamos en las sillas de mimbre que hay en el balcón, disfrutando de la brisa helada con olor a sal y los suaves y relajantes sonidos del mar.

Veo con mucha atención como el agua llega a la orilla, la espuma y como regresa para volver a realizar el mismo proceso.

—Tenía cinco años la primera vez que me llevaron a conocer el mar —comento, sin ninguna razón en particular—. No conocía mucho de nada de lo que había en el mundo y cuando vi el mar, pensé que era lo más hermoso que había visto en mi vida. Me saqué los zapatos y metí mis pies en la arena. Obviamente mi papá me regañó por hacerlo, pero no me importó. Era una vista hermosa y ahí, viendo el mar por primera vez, también fue la primera vez que me reí, pero reír en serio, de esas risas que te provocan dolor de barriga y una sensación de calidez y plenitud.

Ese día también fue la última vez que me reí de esa manera.

Tal vez, ese es uno de los únicos buenos recuerdos que tengo. Fuimos a la playa porque era mi cumpleaños número cinco y el asistente de mi padre sugirió ese lugar porque podrían sacar buenas fotos. No me importó. Ni siquiera entendía que pasaba, en mi pequeña mente infantil, mi familia me estaba dando el mejor cumpleaños de mi vida. Con pastel, regalos y ellos.

No volví a celebrar mi cumpleaños, al menos no de manera real, solo como una farsa para fotos que ayuden a la campaña de mi padre y a su imagen de padre abnegado y bueno.

—¿Recuerdas mucho el tiempo que pasaste en el sistema? —me pregunta.

Levanto una ceja y tomo la copa de vino que él me ofrece. Se supone que nos sentamos aquí para hablar sobre las reglas y acuerdos a los que debemos llegar ahora que aceptamos casarnos, no vinimos aquí hablar de temas personales.

Doy un sorbo al vino.

—No, es algo vago. Recuerdo la razón de mi nombre porque es una historia que me repetían mucho antes de irme a dormir. Me pusieron Leone porque me encontraron el 27 de Julio, y por ese motivo esa también es mi fecha de nacimiento, aunque no se sabe exactamente cuándo nací.

Cuando crecí e intenté averiguar sobre el tema, dijeron que era muy común poner la fecha del día en que los encuentran.

—Por mis rasgos, supongo que al menos uno de mis padres debió ser coreano, a veces me gustaría saber si realmente lo eran. Todo lo que tengo son suposiciones.

Me abandonaron afuera de una iglesia, sin nota o un nombre. Algunas personas me dijeron que tenía fiebre cuando me encontraron y que había sido una niña muy fuerte, aferrándome a vivir. Me decían que me dejaron ahí porque seguro no podían cuidar de mí y esperaban que tenga una mejor vida, pero, si era así, ¿por qué ni siquiera dejaron una nota? ¿Por qué no me dieron un nombre?

Solo me dejaron y se fueron, como si yo no valiera nada y a lo mejor es así, yo no valía nada para ellos.

—¿Y tú? ¿Cuánto tiempo pasaste en el sistema?

Hay un ambiente extraño crepitando entre nosotros. Algo nostálgico, pero al mismo tiempo pacífico.

—Solo unos meses —responde y unos largos segundos de silencio después, agrega—. ¿Sabías que tengo una hermana? Se llama Sage, era solo un bebé cuando ocurrió el accidente. Ahora debe tener veintiuno. Fue adoptada por una buena familia, sé que es feliz y que estudia arte en la universidad de aquí de San Francisco.

—¿No tienes contacto con ella?

Niega con la cabeza.

—Nos separaron cuando ocurrió el accidente, pero ella al ser una bebé encontró una familia que la quiso adoptar. Los Walker lograron averiguar sobre ella y dónde estaba, vi que estaba bien y la dejé así. Creo que fue lo mejor para los dos. Ella está bien y es feliz, eso es todo lo que importa.

Dejo caer mi cabeza hacia atrás, recostando mi cuerpo en la silla mientras lo observo de manera atenta.

—¿Quieres saber porque no me agradas, Emrys? Porque tú si tienes una familia. Porque tu mamá y tu papá si se preocupan por ti, te aman. Mientras que yo para los míos solo fui una decepción y jamás me llegaron amar, ni siquiera un poco.

—Nada de eso es mi culpa, no tiene sentido que me odies por algo que no está en mis manos.

Sonrío y doy un pequeño sorbo al vino antes de responder.

—¿Y desde cuándo el odio es algo racional? Ninguna emoción lo es. Especialmente el odio o el amor.

Nos sostenemos la mirada por largos segundos hasta que él la aparta y mira hacia el mar.

—A veces también te entiendo —murmuro—, el cómo eres y actúas. El estar aquí lejos de todos porque te da miedo volver a perder a quienes amas como sucedió con tus padres. Por eso mantienes a tu hermana lejos. ¿Verdad? Tienes miedo a repetir ese dolor.

—¿Cómo es que podemos psicoanalizar al otro con mucha facilidad?

Me encojo de hombros tratando de reprimir una sonrisa ante su pregunta.

—Tal vez porque ambos estamos igual de jodidos.

—Tú, un poco más que yo, mascota.

—Puede ser.

Mi mirada cae en el anillo de compromiso en mi dedo, y pienso en la forma en que aún me estoy acostumbrando a esto, en cómo estaba segura de que jamás me llegaría a casar. Sin importar los motivos o circunstancias, una boda no estaba en mis planes.

Pero como no es real, no me importa mucho.

—¿Por qué miras tanto ese anillo? Es bonito, pero no lo miras por ese motivo. Espera, no me digas, ¿ya estas adorando la idea de ser mi esposa? Tendría sentido ya que fue tu idea esto de casarnos, tal vez en el fondo es lo que realmente querías, mascota.

—En tus sueños, aunque incluso ahí, te estaría diciendo lo mismo. Jamás pasará.

Se ríe.

A pesar de la discusión y la conversación en la galería, ahora parece estar de buen humor. Su estado de ánimo cambió cuando le comenté lo de Garrett y que lo había elegido a él.

—¿En serio? ¿Ahora quieres estar en mis sueños? No me sorprende.

—Hoy estas más insoportable que otros días, ¿es acaso un reto tuyo el ver que tan insoportable puedes llegar a ser? —le pregunto— Pero, ¿sabes que pienso? Que eres tú quien está deseando por ser mi esposo.

Ladea la cabeza sin dejar de sonreír, casi divertido por mi comentario.

—Bien me descubriste, estoy irradiando de felicidad cada día que paso comprometido contigo, las búsquedas que he hecho recientemente en Google de como esconder un cuerpo o que veneno me mataría más rápido, han sido por pura diversión. Porque aquí donde me ves, soy el hombre más feliz en la faz de la tierra.

Es bastante interesante y creo que motivo de análisis la forma que tenemos de estar bien en un momento, hablando de cosas personales y luego, al segundo siguiente, tratando de fastidiar al otro.

—Estoy tratando de tener una conversación civilizada contigo, pero olvidé que intentar aquello es como querer hacer razonar a un avestruz.

—No grites. No hay necesidad, los vecinos podrían pensar que estamos teniendo sexo.

Pongo los ojos en blanco.

Hago un gesto con la mano y él vuelve a mencionar a los vecinos, que, aunque quisieran, no podrían escucharnos por lo distante que está casa se encuentra de las demás.

—Mira, que interesante que justamente hayas pensando eso. ¿No será que en el fondo deseas tanto tener sexo conmigo?

—No me provoques nauseas, mascota.

Le lanzo un almohadón que él atrapa en el aire con una risa.

—¡Pon a trabajar tu cerebro de pájaro!

—¿Herí tus sentimientos, mascota?

—Cállate o te mataré.

Termino de beber el contenido de mi copa y Emrys hace una seña preguntando si la vuelve a llenar, pero niego con la cabeza.

Una copa es suficiente —me recuerdo.

—Creo que debemos establecer un contrato —empiezo—, para que no haya malos entendidos después. Cómo ya hemos acordado, el matrimonio durará un año. Al finalizar el mismo, tus bienes seguirán siendo tuyos y los míos, míos.

—No más mentiras, Leone. Si tienes algo que decir, dilo ahora, cualquier motivo oculto o lo que sea, solo dilo. No te cuestionaré, solo que no puedo pasar un año de mi vida lleno de mentiras.

Me tenso.

Ni por un segundo ha cruzado por mi mente la idea de contarle, ¿por qué lo haría? Emrys no confía en mí más de lo que yo confío en él.

—No tengo nada que decir.

—Bien. ¿Qué más deberíamos acordar? Tus sesiones serían un punto importante.

—Sí, ya que voy a vivir aquí por un año y un poco más, creo que lo más apropiado sería modificar una de las habitaciones como mi habitación especial. ¿No te parece?

En mi mente empiezo hacer las modificaciones incluso sin que él responda.

—¿Y qué haré con esa habitación cuando todo esto termine?

Me encojo de hombros.

—Usarla —respondo—, después de todo, eso te gusta tanto como a mí. Te gusta ser quien castiga, ser el único que me puede dar lo que quiero en ese momento. ¿Verdad? Lo sé, es excitante y atrayente esa clase de poder. Pero dime, ¿es un sí a la habitación especial?

—Sí, haz lo que quieres, de todas formas, siempre lo haces.

Habla como si lleváramos toda la vida haciendo esto, conociéndonos, en lugar de solo unos meses.

—¿Y qué te parece ser tu quien realice las sesiones de ahora en adelante?

Levanta una ceja y mueve su mirada hacia mí.

—El apartamento en el que vivo es mío, lo seguiré manteniendo, pero a veces, espero llegar ahí para colapsar, como has podido ver y otras veces simplemente colapso por algún mal sueño, lo que me haría llamar para una sección especial, pero no me sentiría cómoda pidiendo que vengan aquí. Tampoco me gustan los cambios de no saber con quién tendré la sesión. Me gusta el confort y la seguridad de saber quién será.

—¿Y confías en mí para eso?

Si no nos hubiéramos conocido de la forma en que lo hicimos, no lo haría, pero la forma en que me castigó aquella vez, la disciplina que ejerció y el cuidado en cada movimiento, hacen que la parte jodida de mí que necesita aquello, se sienta bien.

—Sí.

—¿Por qué? Eres alguien desconfiada por naturaleza, por qué, entre todas las personas, confiarías en mi con esa parte de tu vida que cuidas tanto.

No es tan difícil, como él podría creer, el responder esa pregunta.

—Emrys, ya me viste, varias veces, en mi peor momento y, ¿qué más podría ocultar? Te lo dije antes, es cansado usar una máscara y fingir todo el tiempo, si puedo evitar hacerlo, lo hago. Y tú ya me viste, no veo la necesidad de fingir que soy algo que no soy a tu alrededor. Además, no me importas, por ende, no me importa tu opinión.

—¿No te preocupa que le vaya a contar a alguien?

Es interesante lo desconfiado que es y cómo las preguntas que hace, son las mismas que yo haría si estuviera en su situación.

—Al principio sí, pero no lo hiciste.

—Aún podría hacerlo, mascota.

—Lo sé, no soy estúpida, si te sugerí que seas quien realice las sesiones es porque lo pondría en el contrato, dónde no podrías divulgar nada al respecto o de lo contrario, tendrías que pagar una fuerte suma de dinero por hacerlo.

¿Acaso pensó que yo saltaría sin antes asegurarme de tener un paracaídas? ¿Con quién piensa él que está hablando?

—Bien.

—Si tienes algo más que quieras poner en el contrato, házmelo saber.

—Bien —repite.

Me pongo de pie y le deseo buenas noches, más por mera cortesía que por otra cosa y me encierro en la habitación.

Miro el techo por horas sin poder dormir.

El resto de la semana pasa en una rutina tranquila, me comunico con el padre de Emrys y le digo que acepto, firmamos el acuerdo y sonrío. También llamo a Lana para coordinar la cena que tendremos las dos para su cumpleaños, aun fata mucho, pero me gusta planificar con tiempo. También le prometo cuidar a Nora para que ella pueda relajarse en su día libre.

—Me has estado evitando —no es una pregunta.

Ambos sabemos que sí, que es justo lo que he estado haciendo y no voy a negarlo, no veo por qué debería.

Si quiero ignorarlo lo haré.

—Al menos me dirás por qué.

Suelto una risa entre dientes y giro mi rostro hacia él.

—¿Sabías que tu padre vino a visitarme? Quiere mi apoyo en su campaña.

—No lo sabía.

—Bueno, él vino.

Maldigo al imbécil de Emrys por aún no devolverme mi auto y hacerme ir en Uber o taxi a dónde quiera.

Por eso sigo robando su café.

—Leone no puedes condenarme por los pecados de mi padre, de nuestra familia.

—Tu familia. Tuya. No mía. Jamás fueron mi familia y lo sabes —espeto, sin levantar la voz—. Y no te estoy condenado por aquello, sino porque con el tiempo aprendí que es tan culpable el que dice y hace, como el que escucha y no hace nada.

No espero que él lo entienda, hace mucho que dejé de esperar que otros entiendan mi pesar y lo que yo pasé. La forma en que me siento y como tengo que evitar estremecerme cada vez que alguien dice la palabra "familia".

—¿Qué quieres que haga? Ellos son mi familia tanto como tú. ¿Acaso quieres que elija?

Niego con la cabeza.

—¿Por qué realmente estás haciendo esto? Mira no sé lo que te dijo mi padre o lo que quiere, pero eso no cambia nada, para mí sigues siendo mi familia. Y no creo que todo ese resentimiento que cargas sea bueno para ti, tal vez solo necesitas dejarlo ir.

Solo debería superarlo. ¿No? Olvidar todo lo que me hicieron y seguir. ¡Que fácil suena! No lo había pensado, años sufriendo y todo lo que tenía que hacer era dejarlo ir.

Porque obviamente soy de piedra y no me duele o molesta que las personas que me han herido y lastimado, estén viviendo como si nada mientras yo voy a terapia para sanar el daño que me han hecho. Pero, ¿qué importa aquello? Solo debo dejarlo ir.

—Sí, yo soy tu "familia", pero sin importar nada, ellos siempre irán primero. Jamás seré tu familia como ellos. Jamás irías en su contra por defenderme aun escuchando y sabiendo lo injustos que son conmigo. Soy tu familia y aun así te quedas ahí escuchando las cosas que tienen que decir de mí, viendo cómo me tratan como si yo solo fuera un peón en su juego el cual pueden mover a su antojo y, sinceramente, todo eso me hizo dar cuenta la razón de porque no quiero ser parte de ninguna familia.

Mi Uber llega en ese momento y Owen me detiene cuando abro la puerta.

—Leo...

—Déjame en paz, Owen. Ve con tu familia, ahora que empieza la campaña de tu padre, te van a necesitar más que nunca y no quiero tenerte cerca cuando eso suceda. Porque sé cómo terminan las cosas. Ya he estado ahí. ¿Recuerdas? Y no pienso volver.

Me subo al auto y lamentablemente, el viaje no me resulta tan largo y no termino de despejar mi mente de la conversación que tuve con Owen.

Una vez en la casa procedo a revisar la ropa que tengo aquí para ver qué puedo utilizar para la cena de esta noche en casa de Miranda. Me hago una nota mental de traer más ropa o ir de compras lo que me resulte mejor.

Dejo la ropa que elegí en la cama y salgo hacia la sala con un libro para leer disfrutando de la calidez del aire y el aroma salado al que me estoy acostumbrado.

—Mírate, te ves tan inocente durmiendo así. Quien podría decir que eso es solo una fachada para ocultar tu locura.

No sé en qué momento me quedé dormida con el libro dejado a un lado y mis brazos alrededor de uno de los almohadones.

—Te escuché, idiota.

—Lo sé, mascota.

Abro los ojos y lo primero que, lamentablemente veo, es a Emrys con un vaso de café en su mano. No entiendo porque le gusta tanto el café. Lo probé una vez, no es tan bueno.

—¿No puedes ir a babear y ocupar otro espacio? La casa es enorme. ¿O tanto deseabas verme? ¿Ahora también eres voyerista?

Sería bastante interesante si lo fuera.

—Casi me ahogo, no me digas esas cosas cuando bebo.

—Claro, podría creerte si no me siguieras a donde voy. Pero te entiendo, soy hermosa, es un deleite verme.

Miro la hora en el reloj en mi muñeca notando que aún tengo tiempo suficiente para arreglarme.

—Si lo admito, ¿te iras de inmediato para dejarme beber mi café en paz?

—¿Y tú dejaras de seguirme?

—Esta es mi casa, puedo ir a dónde quiera.

Levanto una ceja.

—¿Y justamente quieres ir a dónde yo estoy? Mira de lo que uno se entera.

—Eso no es lo que quise decir.

Levanto las manos en señal de rendición y muerdo mi labio inferior tratando de contener una sonrisa ante su expresión.

—Mi consuelo es que esto solo será un mal sabor de boca cuando firmemos el divorcio.

—¿Sabes? Creo que si podría pasar casada contigo el resto de mi vida solo para verte sufrir.

—¡Oh, vamos Leone! No seas tan cruel. Te prometo que no te molestaré más. Mira, me voy a mi estudio y te dejaré aquí para que sigas babeando mi sofá.

Le lanzo el almohadón.

—¡Yo no babeo!

Idiota.

Paso a su lado y me dirijo a la habitación para empezar a arreglarme.

Cuando ya estoy lista, salgo a la sala dónde Emrys ya me está esperando.

—Creo que está noche sería buen momento para anunciar que ya tenemos fecha para la boda — digo.

—¿La tenemos?

Asiento con la cabeza.

—El siete de agosto.

—Eso es en tres meses.

Me encojo de hombros.

—¿Y? Me gusta la fecha. Mi número favorito es el siete y agosto es el octavo mes, es decir un número par. Ocho mas siete da quince y uno mas cinco es seis. Es una escalera de seis, siete y ocho. Es una buena fecha.

Abre sus labios para decir algo, pero veo que se detiene y da un paso más cerca de mí.

—No tienes perforaciones en las orejas.

—No —respondo, aunque en sí, él no estaba haciendo una pregunta—. Uso estos aretes para orejas no perforadas. En el orfanato no lo hicieron y mis padres tampoco. Después, simplemente me dio igual.

No entiendo porque eso llamaría su atención, pero me he dado cuenta que Emrys es muy observador y me recuerdo que no debo bajar la guardia.

Me coloco mi abrigo y tomo mi cartera.

—¿Nos vamos?

—Sí.

Abre la puerta de la casa y la del auto, yo pongo los ojos en blanco y murmuro algo sobre su caballerosidad.

En el camino hasta la casa de Miranda, ninguno de los dos dice nada. Cada uno sumido en sus propios pensamientos.

—Ese color te queda bien —murmuro cuando llegamos—, el gris resalta el color de tus ojos.

—¿Qué quieres?

—¿Por qué piensas que quiero algo?

Nos detenemos en la puerta y le hago una seña para que responda.

—No eres amable a menos que quieras algo.

Algo llama mi atención por mi visión periférica y sonrío, dando un paso más hacia Emrys, quien estudia mi comportamiento y se tensa cuando paso una mano por sus hombros hasta llevarla a su cuello.

Mi otra mano viaja por su pecho y él la detiene.

—¿Qué estás haciendo?

Mi sonrisa se hace aún más amplia.

Nunca fue del todo fácil el contacto con otra persona a menos que tuviera un propósito detrás.

Por eso, esto, no me resulta tan difícil como lo haría si las circunstancias fueran otras.

—Te voy a besar —tarareo cerca de sus labios.

Abre los ojos y su expresión me hace reír entre dientes.

Lo sujeto para evitar que se aleje y lo miro a los ojos.

—Me lo agradecerás después, Emrys.

Entonces, sonrío y acerco mis labios a los suyos.

Nota mental: el 17 de mayo Emrys y yo nos dimos nuestro primer beso.

"Nota de Leone: De todos los que me conocen, tú eres el único que ha visto a través de mi mascara y disfraz. No puedes negarlo ahora. Mis secretos más profundos, mis emociones más íntimas, ¿ya olvidaste cómo los compartí contigo?"

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