15. Me cortan estos secretos y mentiras
Ruelle – Madness (0:20 – 1:24)
Cuando conocí a Garrett y empecé a salir con él, una de las primeras cosas que hice fue buscar información sobre su familia, no encontré nada concreto o que me resultara relevante, entendí que eran personas que atesoran su privacidad y mantenerse fuera del ojo público. Solo encontré datos sobre sus actos benéficos o sus tratos comerciales. Buenas reseñas en particular sobre sus hoteles, pero nada más. Nada que realmente me interesara.
Lo cual me hizo sospechar.
Porque hay dos clases de familias o personas de las cuales uno debe tener cuidado y sospechar: Las que se muestran perfectas en todo momento y parecen ser la familia ideal, y, por supuesto, las familias de las cuales solo sabes lo que ellos quieren que sepas.
En ambos casos ocultan algo.
—Bueno, lo escucho.
Peter Walker es un hombre que jamás tuvo que luchar por tener lo que tiene, nació en ese mundo y se desenvuelve muy bien en él. Su familia es de dinero viejo. Sabe del negocio y quiere mantenerse donde está.
Silencioso y aparentemente calmado, la hierba que oculta a la serpiente para que pueda atacar.
—¿Sabías que no estaba de acuerdo con tu boda con Emrys? Tu familia materna no está a la altura de mi familia, los restaurantes de tu madre son una buena inversión, no te equivoques, pero no valían la pena, es algo que podíamos conseguir con alguien más. Pero mi esposa quiso ayudar a su amiga y no solo eso, también ayudar a nuestro hijo. Nuestro solitario y ermitaño hijo, quien quedó devastado después del accidente de sus padres.
No entiendo a dónde quiere llegar con todo eso, pero lo escucho con atención, sé que solo me está contando el preludio del asunto. Está sentando las bases de su petición.
—El padre de Emrys era un viejo amigo mío, fue mi idea acogerlo y mi esposa aceptó, por eso yo acepté cuando ella sugirió la fusión entre los restaurantes de tu mamá y los hoteles. Pero no estaba de acuerdo, Lauren tampoco, porque, repito tu familia materna no está a la altura y, sobre todo, tu hermano es un problema.
—Entonces, ¿por qué aceptó?
Se su respuesta incluso antes de hacer mi pregunta.
—Tu apellido tiene peso, al igual que quién era tu padre.
—¿Y por qué exactamente está aquí?
Sonríe y saca su billetera, la abre de forma lenta y coloca un cheque sobre la mesa.
—Garrett vino a mi está mañana, me contó tu historia con él. Me dijo que no te quieres casar con Emrys, que quieres a Garrett y él te quiere a ti.
Por supuesto que Garrett hizo algo tan impulsivo como aquello. Por eso es su hermana quien está al frente de los negocios familiares y no él.
—Pero no puedo permitirlo. ¿Cómo crees que se vería si después del anuncio de tu compromiso con Emrys cancelas todo para irte con su hermano? Sería terrible, mostraría grietas y problemas familiares que el resto del mundo no debería saber. Las personas se sentirán con el derecho de juzgarnos.
—¿Y quiere que me quede con Emrys?
Peter asiente con la cabeza y sus dedos golpetean el cheque en la mesa.
—Te ofrezco dos millones, si sigues adelante con la boda y te quedes mínimo un año, casada con mi hijo. Debes saber que, si aceptas, tu palabra no será suficiente y necesito que firmes un par de acuerdos, parte del trato es que te daré la mitad después de la boda y la otra mitad cuando cumplan el año de casados. Yo me encargaré que nadie se enteré de tu relación pasada con Garret y que la fusión siga como hasta ahora.
Por un momento pienso que esto es una especie de prueba para saber si soy interesada y estoy aceptando esto solo por el dinero —cosa que es cierta—, pero mis ojos estudian a Peter con mucha atención. Me fijo incluso en sus micro expresiones y veo que no miente.
De verdad me están ofreciendo dinero por casarme con alguien. Cómo en esas novelas que Owen suele ver.
—No espero que tomes una decisión ahora, entiendo que necesites pensar. Pero recuerda que, incluso sí escoges a Garrett, eso no funcionará, él te quiere de regreso solo porque te vas a casar con su hermano. Lo suyo tiene los días contados.
Vuelve a golpetear el cheque con sus dedos y se levanta para irse, tomando dicho cheque y guardándolo en el bolsillo interno de su saco.
Vaya.
Paso casi todo el día pensando en aquello, encerrada en la habitación hasta que Emrys me avisa que han dejado un paquete para mí. Lo deja en la mesa de café frente al sofá y se va de nuevo a encerrarse en su estudio de arte, dónde ha estado todo el día desde que llegó.
—¿Quien hace entregas a esta hora de la noche?
La caja es grande y solo tiene una nota en la tapa con mi nombre, nada más.
Tal vez sea una bomba —me digo con una sonrisa antes de quitar la tapa y toda sonrisa abandona mi cara al ver su contenido.
Mis manos tiemblan y suelto un leve jadeo.
—Maldito y mil veces maldito.
Dejo caer la tapa, puedo sentir el ardor de las lágrimas, pero no lloro y ninguna se derrama de mis ojos.
Lo primero que veo es la foto de mi padre y yo, que tenía junto a mi cama en la casa donde viví con él. La casa familiar. La que heredó mi padre tras la muerte del suyo, la que estaba estipulada que heredaría su primera hija o hijo, y que, después de su muerte, en lugar de dármela a mi cómo correspondía, se la dieron al hijo de mi padre porque él si era un verdadero Allen.
Jamás me dejaron regresar ahí, no es que quisiera, pero había cosas de la que había sido mi habitación, que quería recuperar.
—¿Qué sentido tiene darme esto ahora? Solo para torturarme porque no he aceptado ayudarte en tu jodida campaña política.
Pero tardo solo un poco en notar que no solo hay cosas mías, también cosas que eran de mi padre. Como su reloj de bolsillo, ese que amaba porque era de su abuelo y mi papá decía que le daba buena suerte. Ese mismo reloj que un día toqué y, en consecuencia, mi padre golpeó mis manos para que aprenda a no tocar lo que no es mío.
Nada en esta casa es tuyo —espetó en mi cara—. Nada. No tienes nada.
Hay una nota encima del reloj.
—Tu padre quería que tengas estás cosas. Después de todo, eras su favorita —leo lo que dice la nota y la arrugo entre mis dedos, apretándola con fuerza en mi mano, como si de esa manera, pudiera hacerla desaparecer, y de paso, borrar todo este momento.
Cierro los ojos y al volverlos abrir, todo sigue aquí.
Me obligo a no llorar, no voy a derramar ni una sola lágrima más por él. Después de su funeral me prometí que no volvería a llorar por él o nadie más de mi familia.
Mi pecho sube y baja de forma acelerada y aprieto mis dientes con fuerza ante la fuerza de todas las emociones que me golpean.
—Yo no era su favorita, ni siquiera me quería. Nadie me ha querido nunca. Empezando por ellos.
Ellos debieron quererme, se supone que por eso me adoptaron. Dijeron que serían mi familia, que me amarían y que yo sería muy feliz con ellos.
—Mentira. Mentira. Todo fue mentira.
Me hicieron tantas promesas y no cumplieron ninguna y ahora él está muerto y jamás se disculpó por todo el daño que me causó. Jamás me pidió perdón por el dolor que puso en mi cuerpo y el cual he tenido que cargar como una cruz todos estos años. ¡Y yo no lo merecía! No fue mi culpa no ser lo que él esperaba y quería de una hija. No fue mi culpa.
Juro que no fue mi culpa, que yo lo intenté, que traté y seguí tratando ser la hija que él esperaba que sea.
—Yo solo quería que me amarás, aunque sea un poco.
Y ya jamás lo hará porque murió.
Murió y con él, se fueron todas mis esperanzas de conseguir el perdón con el cual estuve soñando por años. La disculpa que merecía.
—No era tu hija favorita, era solo tu publicidad favorita para tu campaña política. Nunca me viste como nada más que eso.
En la caja también han puesto su esfero negro de oro que utilizaba para firmar cualquier documento, atesoraba aquel esfero. Lo llevaba a todos lados. También está su vaso de whisky, su estuche de cigarros.
Está el peluche de panda que tanto amaba y que es del porte de mi mano, el único peluche que he tenido.
Hay muchas cosas en la caja, pero, sobre todo, hay malos recuerdos. Amargos y secos.
—¿Estás trayendo más cosas a la casa? Te recuerdo que está es mi casa, no puedes llenarla con tus cosas.
Coloco la tapa sobre la caja y me levanto del sofá para mirar a Emrys que está de pie, con las manos en su bolsillo y mirándome.
—Haré lo que quiera.
—Esta es mi casa. ¿Acaso ya lo olvidaste?
Hay demasiadas emociones hirviendo en mi interior, ninguna es buena, ninguna sirve para tener esta conversación porque solo me harán estallar en acciones de las cuales me arrepentiré después.
Intento respirar hondo para controlarme.
—¿Cómo podría olvidarlo si me lo recuerdas a cada instante?
—Bueno, mascota...
—¡No me digas así! ¡¿Es tan difícil para ti recordar mi nombre?! Me llamo Leone. ¡Leone! No soy ni esa, ni niña... Tengo un nombre, igual que todos los demás. Deja de llamarme cómo quieres.
Aprieto mis manos en puño y muerdo mi labio inferior con fuerza para evitar seguir hablando.
¿Qué tiene él que siempre me hace perder los estribos de esa manera? ¿Por qué tiene que estar cerca cuando estoy por tener un colapso? Lo odio. Lo odio. Lo odio.
—¿También vas a destruir mi mesa de café? ¿Debería de preocuparme por alguna otra decoración de la casa?
—Cállate.
—Puedes alterarte y destruir todo lo que quieres de la casa, solo mantente alejada de mi estudio de arte y recuerda que, si destruyes algo, tendrás que pagarlo.
Se gira y empieza a caminar por el pasillo y en la neblina de mi enfado y solo queriendo hacer algo para sacar estos sentimientos amargos que me están consumiendo, tomo la lámpara en la mesita junto al sofá y la lanzo cerca de donde él está.
No sé sobresalta por el estallido.
—No te preocupes, pagaré por la lámpara.
Tomo un pequeño florero y también lo lanzo cerca de él.
—Y también pagaré por eso.
—Por muy terapéutico que esto pueda ser para ti y poder liberar la ira que has venido acumulando por años, no es justo para mí casa.
—Y que, ¿me vas a decir que busque ayuda? ¿Qué esto no es sano para mí? ¿Qué tengo problemas? ¡Ya lo sé!
Esa es la razón por la cual no me gusta vivir con nadie. Para que no puedan ver cuando ya no puedo sostenerme y mantener todos mis demonios dentro. Para que no vean mis colapsos.
—Además, te dije que recuerdo muy bien que está es tu casa. ¿Cómo crees que lo voy a olvidar? —una risa áspera se escapa de mis labios— Jamás podría. Te lo aseguro. Se muy bien que está no es mi casa.
Lo sé porque yo jamás he tenido una casa y mucho menos un hogar.
—¿Por qué siempre tienes que hacer todo tan difícil, Leone? Vamos, dime. ¿Por qué? ¿Por qué viniste a complicarlo todo? Estaba bien antes de saber de tu existencia. Estaba jodidamente bien sin ti en mi vida.
—Hablas y actúas como si yo quisiera esto.
—¡Entonces dime lo que quieres! Por una vez, dime la verdad de algo. Te escucho. ¿Qué quieres? Porque esperas que sepa y actúe sobre cosas que no tengo conocimiento y, es más, tampoco tengo la obligación. Porque incluso aunque no lo puedas ver, yo lo estoy intentado aquí.
Levanto las cejas al escucharlo decir todo aquello, no levanta en si la voz, sigue hablando en el mismo tono de siempre, pero sin ocultar su molestia y enfado.
No está hablando solo de esta situación.
—Vamos. Te escucho.
Se acerca a mi quedándose a varios pasos de distancia.
—¿Qué quieres que te diga?
—¡Lo que realmente quieres, Leone! No es tan difícil. Solo abre la boca y dime qué quieres. ¿Te quieres quedar o te vas? Es fácil.
Oh, de eso de trata todo esto.
Si mi detonante es mi relación pasada —y a veces presente— con mi familia, el detonante de Emrys es su hermano y la rivalidad que tienen.
—Estas así por lo sucedido con tu hermano.
—¿Por qué ambos me mintieron y pretendieron verme la cara de estúpido? Sí, puede ser.
Me cruzo de brazos y levanto de forma leve mi mentón.
—¿Sabes? Tengo la leve sospecha que algo así ya sucedió antes y que esa persona prefirió quedarse con Garrett. ¿Verdad? Lo cual no me sorprende. ¿Porque alguien te elegirá pudiendo elegir a Garrett? ¿Por qué querrían estar contigo pudiendo estar con él?
Eso es lo que suelo hacer, voy directo a la yugular.
—Si yo pudiera también me iría con él, jamás te elegiría. Porque si yo estoy jodida y soy la reina del reino de los rotos, tú estás reinando a mi lado. Lo sabes. ¿Cierto? Vamos, dime, ¿en quién piensas cuando me castigas? ¿A quién quieres realmente castigar? Y no finjas que no sabes de lo que hablo. ¿Recuerdas lo que me dijiste? Yo también reconozco a una persona jodida cuando la veo.
Levanto una ceja ante su mirada atenta, viendo como sus ojos azules se han oscurecido por el enojo, como las venas en su cuello y brazos se vuelven visibles y observando como su pecho sube ante la fuerte inhalación que toma como una manera de calmarse.
—Creo que incluso tus padres biológicos hubieran preferido a Garrett.
Ese es, después de todo, el golpe de gracia.
—¡Fuera de mi casa! Toma todas tus cosas y sal de aquí y de mi vida. Vete con Garrett si es lo es que tanto quieres. Has lo que te dé la jodida gana. Solo vete y llévate todos tus jodidos problemas contigo. Porque, créeme, tampoco quiero lidiar contigo y todos tus malditos problemas.
—¡Vete al infierno, Emrys!
—¡Ya estoy en él desde que vivo contigo!
Es lo último que dice antes de dirigirse hacia su estudio y encerrarse ahí.
Lo odio. Lo odio. Lo odio.
Mi mente sigue pensando en formas de como lastimarlo. Cierro los ojos con fuerza y al abrirlos, me dirijo hacia la cocina y tomo todos los granos de café que encuentro y tomo un Post it azul para anotar: Ya no hay café. Y pegarlo en la cafetera.
En la quietud y silencio de la habitación, intento dejar de pensar en él y la discusión, en Garrett y que ahora su padre quiere pagarme para que escoja al imbécil de Emrys.
—¡Maldita sea! ¿Por qué mi vida de un momento a otro se parece al guion de una novela turca?
Tomo una larga ducha caliente, una vez que salgo me pongo mi pijama y me acuesto a leer algo. Incluso aunque me cuesta concentrarme por todo lo que hay en mi mente.
En algún punto entre contemplar la nada y pensar en formas de torturar a Emrys, me quedo dormida y me despierto con el sonido de la alarma en mi teléfono.
Cuando salgo de la habitación, ya ha arreglada y lista para irme al trabajo, hay un Post it gris con letras negras en la puerta: Remolcaron tu auto.
Maldito hijo de...
Arrugo el papel en mi mano y camino hasta la sala, dónde lo veo sentado y desayunando como si nada y le lanzo el papel, que no lo logra alcanzar y cae al piso.
—¿Cómo que remolcaron mi auto? ¿Dónde se lo llevaron?
Se encoge de hombros sin mirarme.
—No lo sé, tal vez al mismo lugar donde te llevaste mi café.
—¡El café se terminó!
—Y tu auto fue remolcado, ¿por qué nos estamos diciendo cosas que ya sabemos?
—Te juro que no asesinarte justo ahora, está tomando mucho autocontrol de mi parte.
Él se vuelve a encoger de hombros.
—No te contengas. Al menos en la muerte estaré libre de ti.
Intento no molestarme y controlar mis impulsos homicidas, pero me resulta muy difícil al pensar cuánto me costará el taxi o Uber de aquí hasta mi trabajo.
—Dame más llaves de tu auto.
—Me temo que no puedo hacer eso.
Pellizco el puente de mi nariz.
—Y se puede saber, ¿por qué?
—No quiero hacerlo —responde.
En este punto de la conversación estoy bastante segura que en una vida pasada debí haber hecho algo realmente malo. Tal vez yo era Judas o Enrique VIII, alguien de ese tipo. Porque un mal karma es la única explicación a la mala suerte cósmica que he tenido desde que Emrys entró a mi vida.
¡Empezando por la noche dónde vino a mi apartamento y lo confundí con otra persona!
Seguramente estoy siendo castigada por algo, de lo contrario no estaría aquí, viviendo con él.
—Emrys, dame las malditas llaves de tu auto. Tengo una reunión de trabajo a las diez y no puedo llegar tarde.
—Si no quieres llegar tarde, será mejor que te vayas ahora. Ten un buen día, mascota.
—Tú realmente tienes deseos de morir. ¿Verdad?
Sonríe de forma ladeada y se quita los lentes y los limpias con ese pequeño trapo negro que casi siempre lleva en su bolsillo.
—Desde que nací, es más, ni siquiera quería nacer. ¿Sabías que nací por cesaría? Incluso bebi un poco de líquido amniótico, pero lamentablemente un médico me salvó. Y ahora estamos aquí.
Suelto una maldición y llamo a un Uber porque tengo un día demasiado estresante como para gastar mis energías en esta discusión.
Una vez en el trabajo, reviso mis apuntes para la reunión que tengo y me sumerjo todo el día en papeles, acuerdos, contratos y personas que creen que saben más que yo solo porque vieron cinco segundos de un vídeo sobre derecho en las redes sociales. Ya saben, lo típico.
—¿Por qué tienes esa expresión de querer matar a alguien? —me pregunta Rhea Nolan, una compañera de trabajo del departamento de delitos de cuello blanco.
Ella es letal en su trabajo. Excelente en lo que hace y no le importa a quien deba destrozar para ganar.
—Eso se debe a que es justamente lo que quiero hacer —le explico—. Estaba pensando si poner veneno en el café o la comida de mi prometido.
Se ríe.
—Oh, no. Te tengo algo mejor, ponle laxante.
Me dice que la espere dónde estoy y camina hacia su oficina, regresando unos pocos minutos después con una botella blanca que me entrega con una sonrisa.
—Confía en mí, esto es efectivo, ya lo he utilizado en alguien que no me agrada.
—Gracias, Rhea.
Guardo el frasco en mi cartera y me despido de ella.
—Avísame como te va.
Voy pensando en la comida que puedo preparar para que él no sienta el sabor y a mi mente vienen las galletas que hice y le gustaron.
Maldigo en mi mente cuando estoy a mitad de camino hacia mí auto, y recuerdo que hoy vine en Uber.
Y es mientras estoy esperando que mi Uber llegue, que Garrett se para a mi lado.
—Cualquier cosa que vayas a decir, no lo digas. Justo ahora, no estoy de humor y la respuesta que te daré será con toda la intención de lastimarte. Y no te quiero escuchar. En este momento, no me interesa lo que sea que quieras decirme.
—Elígeme.
Giro mi cabeza hacia él con las manos en mis bolsillos de mi abrigo largo gris.
—¿Qué?
—Elígeme —repite—. Me dijiste que hace años no fui por ti, que querías que te busque. Bueno, eso es lo que estoy haciendo ahora.
—Ahora son cinco años tarde. Ahora ya no es lo que quiero.
Hago mucho énfasis en la palabra ahora, para que él entienda el mensaje.
—Leone, te amo. Te amo como no he amado a nadie antes, te amo incluso aunque te fuiste de mi lado sin ninguna explicación. Te amo, aunque hemos estado separados por cinco años.
—Garrett...
—Por favor, elígeme.
"Nota de Leone: Dices que realmente no te elegí porque toda mi "elección" empezó como una mentira. Que ya no puedes confiar en mí, porque construí lo nuestro en los cimientos de un gran engaño. ¿Hay algo que pueda decir o hacerte ver que ahora es diferente? Ahora es real, incluso si ya no estas".
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