12. Negociaciones y fracasos emocionales

Taylor Swift – exile feat. Bon Iver (1:33 - 3:00)

Hubo una corriente entre nosotros desde el momento que nos vimos de nuevo después de cinco años, pero esto, la forma en que estamos ahora, se siente como una descarga eléctrica real.

Nos separamos y me mira, y puedo observar la forma en que sus pupilas están tan dilatadas que apenas y hay color a su alrededor. Las exhalaciones que calientan el corto y casi inexistente espacio entre nosotros, son lentas, casi uniformes y en definitiva controladas.

—Mírame y dime qué me amas o que me amabas y haré lo que me pidas. Lo que quieras que haga —dice cerca de mis labios—. Vamos. Dilo y haré lo que quieras. Necesito y quiero que lo digas.

¿Debería preocuparme que está aura de agresión apenas contenida me resulte tan atractiva? Eso es algo en lo que pensaré más adelante. En este momento necesito mantener mi mente despejada para decir algo que nos permita, con algo de suerte, finalmente hablar. Incluso sí no es lo que realmente quiero.

Pero no consigo decir nada porque él vuelve atrapar mis labios entre los suyos.

No es un beso tierno, ni suave. Es caliente, pesado, hambriento y demandante. Y me encuentro hundiéndome en este beso antes de siquiera darme cuenta de lo que está sucediendo porque me he perdido esto. Lo tenía y lo dejé atrás por mis miedos, y, aunque la persona que me está besando lo haga ahora de manera dura y exigente, casi castigándome por mis decisiones del pasado, sigue siendo cálido, pero sobre todo mío.

Él era mío —pienso—, y me amaba.

Y eso es lo que extraño, tener alguien que me pertenezca y me ame. Porque jamás tuve amor antes, no uno genuino y cuando finalmente lo obtuve, seguí pidiendo más de aquel amor, lo pedía en grandes dosis porque pensaba que pronto lo perdería. No es que me importara perder a Garrett, lo que no quería es perder a alguien más en mi vida y perder el amor que me daba. Quería, más que nada, el seguir siendo amada.

—Nunca pudiste decirme que me amas, pero sé que amabas, porque ni siquiera tú eres tan buena actriz. ¿Verdad? Me amabas, lo sé, pero también sé que más que nada, amabas el sentirte amada por mí. Te gustaba finalmente tener a alguien que te ame como yo te amaba. Sobre todas las cosas y sin importar nada.

Solo me doy cuenta que mis brazos han sido liberados cuando siento sus dedos enroscándose en mi cabello, en la base de mi cráneo y tirando de él, y después de eso, pierdo la capacidad de notar cualquier cosa que no sea el cuerpo cálido y dolorosamente familiar que ahora me presiona con más fuerza contra él y la pared detrás de mí.

Una rodilla es empujada entre las mías mientras mi cabeza cae hacia atrás, golpeando la pared y los labios de Garrett bajan hasta mi cuello. Mi boca suelta un gemido bajo mientras mis manos buscan agarrar su saco, camisa o algo de él

Y yo quiero esto. De verdad que lo quiero, lo quiero tanto que duele, pero un pensamiento lucido baña mi mente y se abre paso por la bruma de la lujuria.

Así no. No de esta manera; con ira y rencor.

—Espera —logro decir, pero luego mi cuerpo se arquea cuando siento una mano empujando hacia arriba por la abertura de mi vestido, hasta enroscarse en mi muslo y tirar con fuerza—. Oh, dioses, espera —sus dientes se clavan en mi hombro y casi hacen que mis rodillas cedan—. ¡Espera!

Funciona.

Garrett aún permanece completamente contra mí, y por un largo y casi doloroso momento, el único movimiento entre los dos es el de nuestra respiración acelerada y la leve flexión de sus dedos contra mi muslo. Luego tras el suspiro que sale de mis labios, se mueve. Empuja su cuerpo hacia atrás, tanto como este pequeño espacio le permite, lo suficiente como para quedar cara a cara.

—¿Qué? —es la pregunta que sale de sus labios en voz baja, que suena más a un gruñido que otra cosa.

—Deberíamos hablar.

Se burla.

—Eso es rico viniendo de la mujer que me dejó sin ninguna explicación. Años de relación y un día simplemente te fuiste, me dejaste como si yo no valiera nada. Como si todo lo que pasamos juntos no hubiera significado nada para ti. ¿Alguna vez te detuviste lo que eso me hizo sentir? ¿Lo que significó para mí?

Paso una mano por mi cabello porque esa es una pregunta complicada de responder y no creo que él esté listo para la respuesta.

—Sí, lo hice, pero...

—¿Pero? Por supuesto que hay un, pero, estamos hablando de ti. ¿Qué más podía esperar de la Reina del reino de los egoístas?

—No hagas preguntas si no estás dispuesto a lidiar con la verdad en las respuestas —espeto.

Mi voz es suave, apenas un susurro, sin embargo, Garrett deja caer su cabeza hacia atrás como si lo hubiera abofeteado.

—Bien. Habla —me dice con su pecho agitado y sus dedos moviéndose por su corbata torcida—. Quieres hablar. Entonces hazlo.

Asiento con la cabeza e intento ordenar mis ideas, quedándome en silencio el tiempo suficiente para que él deje escapar una risa áspera que contiene más que un matiz de amargura y burla.

—Aunque, ¿qué demonios me hace pensar que tenemos algo de que hablar?

—No sé, ¿tal vez la forma en que me has estado mirando como si no supieras si follarme o estrangularme?

Mis palabras hacen que Garrett se enderece y sus ojos brillan con furia mal disimulada. Echa sus hombros hacia atrás y sus labios se mueven en una media sonrisa.

—Creo que deberías alegrarte de que haya elegido la primera opción.

—Lo soy.

Muerdo mi labio y veo como él se pellizca el puente de su nariz y noto que lo último que quiere es perder la poca calma que le queda.

—Solo estoy tratando de entender —murmura, haciendo un gesto en el aire con su mano, señalándonos a ambos—. Solo quiero entender, ¿por qué? Además, no actúes como la víctima aquí, ¿de verdad piensas que no recuerdo cómo se ve la seducción en ti? Me hiciste seguirte aquí, sabías que lo haría y no porque quisieras hablar conmigo porque estoy seguro que no es así, lo hiciste porque quieres conseguir algo.

Podría parecer que él me conoce muy bien, pero en realidad, jamás lo hizo. No del todo. No fue su culpa, él quería, pero yo no. Tenía miedo de mostrarle todas las partes de mí, de dejarle ver lo jodida y rota que estoy y verlo dejarme porque se dio cuenta, que al final, yo no era lo que él quería.

Porque Garrett me puso en un hermoso pedestal, uno muy alto, y aquello estaba bien, era algo que podía manejar mientras éramos solo los dos. El problema es que nunca fuimos solo nosotros, siempre nos acompañaron mis miedos.

Miedos, demonios e inseguridades a las que me tuve que enfrentar después de la muerte de mi padre. Y los cuales también se hicieron mucho más fuertes después de aquello.

—No me voy a disculpar por utilizar los métodos más seguros que pude pensar para que podamos hablar.

—No quieres que hablemos, quieres conseguir algo.

—Entonces, ¿me estás diciendo que no te importa que me case con tu hermano?

Abre de forma ligera sus labios con la, aparentemente, intención de dar una respuesta, pero los vuelve a cerrar y aprieta la mandíbula con fuerza.

—¿Y desde cuándo a ti te importa lo que pienso?

—Garrett, eso se está volviendo viejo.

Se ríe y es un sonido amargo y seco. Muy diferente a la risa de él que tengo en mis recuerdos.

—Ni siquiera te has disculpado por irte.

—Bien. Lo siento.

—Excepto que no, en realidad no lo lamentas, no por las razones que deberías.

Me rodeo con los brazos de manera firme, como si estuviera colocando otro escudo y pongo los ojos en blanco.

—Solo te fuiste y...

—Y jamás fuiste por mí. Me dejaste ir. No me buscaste y quería que lo hagas, quería que, por una vez en mi jodida vida, alguien me busque y demuestre que me quiere a su lado. Si, puede parecer absurdo y egoísta, pero vamos, si hay algo de mí que sabías, es que soy egoísta.

Es un poco complicado explicar el cómo la muerte de mi padre trajo a flote todo aquello que yo intentaba mantener enterrado en mi mente. Cada miedo, inseguridad y malos sentimientos, regresaron a mí con fuerza. No los pude controlar, me sentía perdida y pensé que quería ir a casa, y me di cuenta que no tenía una casa a la que regresar.

Porque no quería regresar con Garrett y dejar que me vea en ese estado, ¿qué pensaría él? Me pregunté, tal vez lo mismo que han pensado todos los demás. Me dije que la única razón de que él se hubiera quedado conmigo y me amara, es porque realmente no me conocía.

Me puse a pensar que jamás podría ser la persona de la que él se enamoró, porque esa persona no era del todo real. Qué no podría alcanzar o sobrevivir en el pedestal en el cual me puso.

Y me asusté.

—Leone, no sabes amar. Y yo estoy internado saber cómo dejar de amarte.

—Te amaba.

—¿De verdad? Entonces, ¿por qué te costaba tanto decirlo?

No sé equivoca, la realidad es esa, no sé amar, vivo con la sensación de que aquello que sucedió, podría volver a pasar en cualquier momento.

Me muevo, respiro y vivo con la creencia de que todos me van abandonar y eso me impide confiar en las personas y, por ende, dejarme amarlas. Y es por eso, según mi nueva terapeuta, que, al conocer a Garrett, empecé a tener conductas desadaptativas y crisis emocionales, porque a pesar de estar tan deseosa de que me aman, no creo ser merecedora de ese amor y por eso autosaboteaba aquella relación de manera constante.

Bastante jodido. ¿Verdad?

No sabía cómo explicarle a alguien como Garrett cuya vida fue casi perfecta, con padres amorosos y sin carencias, como me sentía.

—Yo realmente te amaba.

Se ríe.

—¿Amar? Oh, querida mía, no tienes idea del asco que me da ahora tu amor. Por supuesto, si es que alguna vez en realidad lo sentiste.

Si mi corazón no estuviera roto, seguro se rompería ante sus palabras y la forma que las escupe en mi cara, con toda la intención de lastimarme.

Y debería dejarlo pasar, dejar que se vaya, pero simplemente no puedo. Me acaba de herir y yo siento necesidad de herirlo de la misma manera.

—¿Qué culpa tengo yo que ese sea el único amor que despertaste en mí? Tan patético y desesperado por mi amor y atención.

Como si yo fuera mejor que en él en aquel asunto —pienso con burla.

Parece que va a decir algo, refutar mis palabras y apuñalarme de nuevo, y no digo que no lo merezco. Se que lo hago. Pero no dice nada y simplemente se marcha dejándome sola en aquel armario.

Intento recobrar la compostura antes de salir, y una vez que salgo y mis ojos se han adaptado a la luz, me encuentro con la mirada furiosa de Joseph.

Me toma del brazo y me jala hasta el baño de damas, que por suerte está vacío, aunque claro, eso es algo que él ya debió saber.

—¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! —me grita.

Nunca me ha gustado que me griten, pero después de aquel año y medio que viví con mi padre y abuelo, aquello se volvió aún peor.

Mi mente me advierte que tenga cuidado, porque los gritos llevan a los golpes.

Puedes quitar a la chica del lugar donde estaba viviendo un trauma —o en mi caso varios—, pero no puedes quitar el trauma de la chica.

Los gritos, especialmente los que son como estos, tienen a desencadenar mis traumas pasados y me llevan hacia un pozo muy oscuro y frio.

—¡Vamos! ¡Responde, maldita sea! ¿Por qué estás empeñada en joder a esta familia? ¿Encuentras diversión en dañar las cosas por las que hemos trabajado?

Sus manos, como casi siempre, van hacia mí cuello y me empuja hacia atrás, hasta que mi cuerpo choca contra el lavado y mis manos se adhieren ahí para intentar sostenerme.

—No voy a permitir que andes de puta abriendo las piernas y destruyendo las cosas que hemos conseguido. ¿Entiendes? Tus días de ir a ese bar, emborracharte y acostarte con alguien diferente todos los días, se terminaron.

Me suelta de forma brusca y mi cabeza cae hacia atrás.

Llevo mi mano hacia mi cuello y evito mirar mi reflejo en el espejo.

—Lo que yo haga no es asunto tuyo.

Se burla y da dos largas zancadas hacia mí, con su dedo apuntando en mi dirección.

—No juegues ese juego conmigo, Leone. No voy a permitir que, dado que la única manera que encuentras de tener a alguien a tu lado es abriendo las piernas, jodas las cosas. ¿Qué culpa tenemos los demás de que haya algo en ti que evita que te puedan amar? Vamos. Dime.

Me sostiene la mirada esperando una respuesta, pero no digo nada porque he aprendido que eso le molesta más, que cualquier cosa que pueda decir o hacer.

Odia que lo ignoren.

—¡Habla maldita puta!

Levanta la mano con la intención de golpearme, pero se detiene a mitad de camino. De todas formas, mi cuerpo reacciona y se encoge al mismo tiempo que mis brazos suben hasta mi rostro.

—Me pregunto si tu verdadera madre era eso, una puta y por eso tú no puedes evitar ser como eres.

—Cállate.

—Escúchame bien, puta mal agradecida... ¡Harás lo que yo diga! Y solo lo que yo diga. ¿Entiendes?

La puerta del baño se abre y tanto Joseph como yo nos sobresaltamos al ver a Emrys de pie, sosteniendo la puerta con una mano y dejando que sus ojos estudien la escena.

Entra y camina hacia mí, Interponiéndose entre Joseph y mi persona.

—¿Interrumpo?

Veo a Joseph mover la cabeza lejos de la mirada de Emrys para recobrar la compostura y sonríe.

—Por supuesto que no, solo estaba hablando con mi hermana y, ¿te importaría darnos un minuto más? Aún hay algo que me gustaría decirle en privado.

Emrys no se mueve.

—De hecho, me importa y mucho —responde—. Lo que sea que hayas estado hablando con mi prometida, terminó. Y ahora, vete, hay algo que necesito hablar con ella.

Lo despide con la mano como si Joseph no fuera nada y me deleito al ver la reacción de mi hermano, la furia contenida al no poder hacer nada.

Pero la diversión dura hasta que recuerdo que lo más probable es que busque la manera de desquitarse conmigo por esto.

—No me escuchaste. Vete.

Joseph mira en mi dirección como esperando a que yo diga algo, y cuando no lo hago, maldice por lo bajo y gira para irse.

—Una cosa más —le dice Emrys cuando Joseph pone su mano en la manija—, no quiero que te vuelvas acercar a Leone.

—¡Es mi hermana!

—Y pronto será mi esposa, y a mí no me gusta que nadie, especialmente alguien como tú, le falte el respeto. ¿Qué clase de esposo sería si veo y escucho como le faltan el respeto de esa vil manera a mi esposa y no hago nada? Así que no, no quiero que te vuelvas acercar a ella. Estoy siendo claro. Porque odiaría que este tipo de inconvenientes afectaran la fusión que tanto deseas.

Jamás he visto el rostro de Joseph contorsionarse de esa manera ante su enojo. Sus manos están apretadas fuertemente en puños y su rostro rojo por la ira.

—Sí —es todo lo que dice antes de salir del baño.

Suelto un suspiro y me giro hacia el espejo, con la mirada en mis manos sobre el lavado, que sirven para sostener mi cuerpo.

No me atrevo a mirar mi reflejo en el espejo.

—No necesitaba que vengas como un caballero blanco a mi rescate.

—No lo hice por ti, lo hice por mi familia y para evitar un escándalo. Te recuerdo que estamos en uno de los hoteles de mi familia, ¿y si no hubiera sido yo el que escuchara esto? ¿Cómo crees que se vería para mí familia? Por eso y otras razones estoy en contra de esta fusión.

Mi cuerpo aún está ligeramente tembloroso y mi mente corre a mil millas por horas.

Vamos, Leone, tranquilízate —me regaño.

—¿No quieres está fusión?

—No y no soy el único, Lauren tampoco quiere, y no me mal entiendas, sé que es una buena oportunidad de inversión tanto para los restaurantes de tu familia como para los hoteles. Sería un buen negocio si tu "hermano" no estuviera involucrado.

No me sorprende, si fuera ellos, yo tampoco haría negocios con alguien como Joseph. Emrys menciona que Lauren investigó a Joseph y que no le gustó lo que encontró, pero que al final del día es su mamá quien toma las decisiones.

—Arréglate para regresar a la fiesta.

Levanto mi mirada hacia mi reflejo y contengo una mueca de desagrado al verme. Los dedos de Joseph no han dejado mayor marca en mi piel, pero mi cabello está revuelto y por suerte, una parte cubre la ligera marca que dejó Garrett en mi hombro.

No hay nada por fuera que no pueda arreglar, el problema es mi interior. Por dentro... No puedo hacerlo.

—No puedo.

—¿Qué?

—No puedo salir. No puedo ir ahí. Yo... No estoy mentalmente estable ahora. Necesito un momento para procesar esto. Un largo momento.

Entre la conversación con Garrett y mi discusión con Joseph, no tengo la fuerza suficiente para ir ahí y enfrentarme a una reunión. Sobre todo, porque ya estaba emocionalmente cansada por tener que lidiar con las consecuencias de mi ausencia a la ceremonia en memoria de mi padre.

Tomo aire e intento controlar mis emociones, pero mi mente se rehúsa a colaborar.

—No hay tiempo. Ya llevas casi una hora fuera de la fiesta, por eso te vine a buscar, las personas están empezando a hablar.

Dejo caer mi cabeza entre mis brazos.

—Por favor, no me obligues a ir ahí.

Sueno pequeña y rota, y tal vez después, con mi mente ya despejada me pueda arrepentir de mostrarme de esta manera ante Emrys, aunque, ¿cuál es la diferencia entre ahora y antes?

Él ya me ha visto mal así que da igual.

—¿Qué necesitas?

Lo miro confundida por su pregunta.

—¿Qué?

—Para regresar a esa fiesta, necesito que lo hagas, aunque no lo parezca amo a mi madre y ella está muy ilusionada con esto, así que dime, ¿qué necesitas para regresar a esa fiesta?

Busco su mirada y me doy cuenta de que habla muy en serio.

—Necesito... Una sesión especial.

—¿Y estarás lista para ir a esa fiesta?

—Sí. Lo prometo.

Asiente con la cabeza y me hace una seña con la mano.

—Entonces llama y ten esa sección.

—Tardaría mucho.

—Leone...

—No es como si no lo hubieras hecho antes.

Cierra los ojos con fuerza y cuando los vuelve abrir hay algo electrizante en su mirada y estira su mano hacia mí y yo dudo unos segundos antes de tomarla, y dejar que él me conduzca fuera de los baños hasta los ascensores.

Veo que aplasta el último botón y no dice nada, pero tampoco suelta mi mano.

Entramos en una elegante suite y me quito las zapatillas.

—Tu cinturón servirá —murmuro.

Me quito el vestido y lo dejo sobre el respaldo de una silla antes de caminar hacia donde Emrys está de pie.

Tomo posición sobre una mullida alfombra gris y lo veo aflojarse la corbata antes de quitarse el cinturón.

—Voy a tener que cuidar el no marcar nada de tu piel que sea visible y tampoco podemos llevarte a tu límite porque necesito que puedas moverte sin dolor. ¿Entiendes, mascota?

—Sí.

—Pero si eres buena y te portas bien, podemos continuar con esto en casa.

Hace sonar el cinturón y el sonido me corta el aliento, provocando que mi respiración se acelere por la anticipación.

Da un paso hacia mí y deja que el cinturón roce mi piel de forma muy suave.

—¿Estás de acuerdo con que continuemos esto en casa después, mascota? Porque a mí realmente me gustaría escucharte rogar, ver esa bonita y tersa piel adquirir un delicioso color rojo y dejar que la fusta golpee tu cuerpo hasta que ya no puedas más. Hasta que los demonios en tu cabeza se silencien.

Sus dedos están acariciando el cinturón mientras habla y, mi garganta se seca al ver la forma que sus yemas tocan aquella prenda y sus dedos se enroscan alrededor de la misma.

—No tienes idea lo hermosa que te ves así. De rodillas ante mí.

Hay una regla que jamás he roto en ninguna sección y esa la de no permitir que me toquen, porque no hay nada sexual en esto. Tiene que ver con la disciplina y el castigo, para recuperar el control. Eso es todo, me digo. Aunque justamente ahora, me encantaría romper esa regla y dejar que él me toque... Y me termine de romper.

—Sí.

—Bien, mascota. Empecemos.

"Nota de Emrys: Cuando te veo, sé que estás destinada a ser mi advertencia viviente, una lección sobre lo que puede pasar cuando las líneas se cruzan y las reglas se rompen".

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