XX. Algo que he querido hacer hace mucho tiempo

Alejandra y Rafael, están sentados en la mesa con Julieta y Leonor. Por supuesto Jaimito no puede estar ausente porque es uno más de la familia.
Alejandra: ¡Estuvo riquísimo el almuerzo, doña Leonor!
Leonor: ¡Ay, mijita, es que ha sido preparado todo con mucho cariño para ustedes!
Julieta: ¡Bueno, pero ya! ¡¿Cuál es la sorpresa, Rafael?!
Rafael toma la mano de Alejandra: Diles, mi amor. Fue tu idea.
Alejandra: No, mi amor. Diles tú. Fue tu promesa.
Rafael: Bien, es que tienen que prepararse para el mes que viene. ¡Nos vamos al mar!
Julieta y Leonor dan un grito, se levantan de la mesa y se abrazan. Leonor empieza a llorar. Se acerca a Rafael y lo besa en la frente. Julieta abraza a Jaime. Jaime está inamovible, serio como siempre. No corresponde a la efusión de Julieta, y pretende de calmar la agitación tratando de decir algo.
Leonor se acerca con los ojos húmedos a Alejandra y la toma de las manos: Mijita, usted es un alma de Dios. Usted llevó a conocer al mar a mi hijo, y pues ahora nos va a cumplir ese sueño a nosotras
Alejandra: No, doña Leonor. Ese sueño se los va a cumplir Rafael. Él trabajó duro por eso, y yo fui testigo de la promesa que les hiciera frente al mar, cuando les puso el celular cerquita de los pececitos de colores, y les hizo escuchar los sonidos de las olas.
Leonor se vuelve a acercar a su hijo y le rodea con sus brazos la cabeza. A Rafael también se le quieren humedecer los ojos, pero se ataja. De pronto Jaime les corta la inspiración. Levanta el índice derecho, cierra los ojos bajo sus gafas de marco grueso, comprime los labios y con voz grave habla.
Jaime: ¡Momento, momento!
A Alejandra le provoca risa la actitud de Jaime y contesta: ¡No se preocupe, Jaime! ¡Usted también está invitado!
Julieta da un saltito, abre grande los ojos y ríe tapándose la boca tratando de reprimir su alegría frente a los celos de su hermano. Rafael también abre grande los ojos mirando a Alejandra, como culpándola de un crimen. ¡¿Llevarse a Jaime al mar con Julieta y dejar a ese ratón que cuide el queso?! ¡¿Qué acaso la doctora no recordaba lo que casi pasó entre ellos en Cartagena con unos tragos demás?! Rafael la mira como horrorizado a Alejandra.
Ella, que nota la inconformidad de su esposo, le contesta: ¡Méndez! ¡No sea anticuado!
La tercera persona que abre grande los ojos ahora es Leonor, escandalizada por ese liberalismo.
A Alejandra le da pena esa reacción y trata de arreglar lo que iba diciendo: ¡Quiero decir, que estaremos todos para cuidarlos!
En ese momento todos se aplacan nuevamente. Pero Jaime continúa con su seriedad.
Jaime: ¡Momento! ¡Yo agradezco su gentileza pero el mes que viene hay un problemita!
Rafael: Jaime, no me asuste. No me asuste. Hable, hermano. ¿Qué está pasando?
Jaime: En dos meses Julieta empieza a dar los últimos exámenes del año, y pues... (Julieta hace gestos a Jaime como queriéndolo callar)debería estar estudiando todo el mes que viene.
Todos dirigen sus miradas hacia Julieta, que cambia su expresión a una de niña inocente, sonriendo forzadamente sin decir nada.
Alejandra, después de hacer una pausa para pensar, dice: Bueno, podríamos ir en dos meses, o aún mejor, en tres y sería la temporada perfecta.
Rafael: Eso me parece lo mejor.
Julieta, que se pone impaciente, disiente: Pero serían sólo unos días, eso no interferiría en
Alejandra: No, no, no Julieta. Su novio tiene razón. Es un muy buen hombre al interesarse de esa manera por usted y sus estudios. Además debe poner toda su concentración a fin de su año.
Jaime: Yo también debo aprobar los últimos exámenes. Además, después de esas fechas llega mi graduación y recibo mi título de abogado. Quisiera que me acompañaran en esas fechas.
Alejandra: ¡Jaime! ¡Rafael! ¡Es imposible no estar aquí para la entrega de título del abogado de la familia!
Rafael se acerca a Jaime y le da un abrazo: ¡Hermano! ¡Lo ha logrado, amigo! (Se queda como absorto) Ha logrado lo que tan pocos en el barrio pudieron. (Se entusiasma) ¡Y gracias por cuidar también a mi hermanita! (Luego se dirige a Julieta) Mi doctora tiene razón. No podemos faltar y ustedes deben estudiar. Julietica, juiciosa, niña. Juiciosa, que yo te puedo asegurar por propia experiencia que el mar no se puede mudar de domicilio y estará esperándolos.
La familia se queda comentando sobre su nueva vida en la hacienda, sobre los éxitos económicos del mes y los proyectos de los meses que vienen, sobre el matrimonio de la tía de la doctora que se acerca, y siguen con alegría en la mesa hasta que Rafael se percata de la hora y recuerda que deben ir a hacer un negocio con los directivos de una cooperativa que comprará gran parte de su producción de la hacienda.
Rafael: Mamita, debemos subirnos un momento al cuarto para bañarnos y arreglarnos un poco, y luego debemos salir para un negocio.
Leonor: El cuarto es todo suyo. Está todo arreglado como para ustedes, mijito. No hace falta ni preguntar. Pero, ¿no piensan descansar un momento?
Rafael: No, mamita. Tenemos afán. Usted sabe, son negocios, ¡bussines! ¡Este es otro gran león! (Rafael gira su mirada hacia Alejandra y le guiña el ojo.)
Alejandra recuerda la cacería de leones y sonríe. Cuántas cosas la enamoraron de Rafael y cuánto ama a ese hombre cada día más, y todos los días vuelve a conquistarla con esos pequeños gestos y los simpáticos comentarios que ella admira. Rafael va hasta el coche a traer una valijita y luego suben juntos para el cuarto y se alistan con prisa. Rafael se pone, después de muchas semanas, un vestido negro que lo deja elegante, y que de paso disimula un poquito ese contraste jocoso entre el pálido del cuello y el bronce del rostro, pero de todos modos queda muy atractivo para los ojos de Alejandra, aún más con ese perfume que a ella la hechiza. No tarda mucho en estar listo. Alejandra, que se demora más, se pone una blusa con breteles finos, blanca, elegante, bastante escotada, y un pantalón negro elegante. Los esposos combinan perfectamente entre sí, como si estuviesen uniformados. Ella se peina el cabello de costado y pone una hebillita pequeña en sus rulos a cada costado de la cabeza, se maquilla frente al espejo del baño, se pone una cadenita y unos pendientes pequeños de plata y sale hasta el cuarto donde Rafael la espera sentado en la cama. Al verla lista, Rafael se levanta para tomarla de la mano y llevársela ya al auto para ir a negociar con las personas de esa cooperativa. Pero cuando Rafael la toma de la mano y la estira para salir, ella lo estira a él atrayéndolo hacia sí y lo abraza. Se quedan frente a frente. Alejandra, con una leve sonrisa en sus labios rosa brillantes, lo acaricia suavemente con el dorso de su mano derecha y con su mano izquierda rodea el cuello de Rafael. Lo mira fijamente a los ojos, demostrándole toda la admiración que siente por él en silencio. Él también sonríe esperando que ella le diga algo. Percibe perfectamente la atracción que provoca en su esposa, y se siente halagado. Alejandra lo acaricia suavemente bajando con sus dedos hacia el cuello de Rafael sin desviar la mirada fija puesta en los ojos de su esposo, y él deja caer lentamente sus párpados poniendo en evidencia en esa expresión el placer que siente en respuesta al cariño de ella. Luego vuelve a abrir los ojos y a mirarla fijamente, esperando algo que él siente que ella quiere decir. Alejandra también parpadea y finalmente rompe el silencio hablando despacio, en voz muy baja y con mucha dulzura.
Alejandra: Voy a hacer algo que he querido hacer hace mucho tiempo.
Alejandra junta sus manos detrás en la nuca de Rafael y acerca su rostro a él lentamente. Le da un suave besito en el cuello con mucha delicadeza. Rafael vuelve a cerrar los ojos disfrutando eso. Luego ella vuelve a darle otro besito sutil en otra parte del cuello, y otro, y otro, lentamente, deleitándose. Él, que también sigue sintiendo ese hermosísimo encanto, aprisiona con ímpetu a Alejandra contra su cuerpo para apreciar mejor su apasionamiento. Alejandra sigue recorriendo lentamente con sus besos todo el cuello de Rafael, y mientras disfruta de la piel en sus labios y del perfume en su nariz, también disfruta de las manos de Rafael que recorren su afortunado dorso desde la cintura hacia la espalda, y también disfruta de sentir en su vientre y en su pecho el cuerpo varonil de Rafael que no deja ningún área más que para sentir, en la presión de sus cuerpos, esa atracción en abundancia. Rafael también goza con esos besos menudos tan tentadores, y con la espalda escultórica y la cintura sucinta de la mujer que ama entre sus manos. Alejandra sube lentamente hasta el mentón de Rafael, dejando unas huellas dulces en toda la piel que abarcó hasta llegar por fin a los labios deseosos de un beso. Ahí, asentada por fin la boca de ella en la de él, empiezan a empapar sus sentimientos en un beso que sin palabras dice a gritos te amo. Cuando ya no pueden más de ganas de seguir derecho el camino del beso hacia la cama, ambos saben que hay que interrumpirlo, víctimas de las obligaciones. Pero ambos disimulan su afán esperando que el otro sea el primero en interrumpir, y tratando de estirar lo más posible ese momento de pasión. En un momento, Rafael se detiene. Alejandra trata de contenerse y también se detiene. Se miran fijamente sonriéndose con sentimientos de anhelo de más, mezclados con placer, combinados con gratitud, con orgullo y con mucha dicha.
Rafael es quien rompe el silencio, hablando en voz bajita sin desviar la mirada de los lindos ojos verdes que lo deslumbran como dos amaneceres: ¿Vamos?
Alejandra trata de responder, pero luego de unos segundos de mirarlos va creciendo una sonrisa en sus labios, hasta que en un momento ya no aguanta y rompe en carcajadas: ¡Amor, tienes todo el cuello rosa!
Rafael va velozmente hasta el espejo del baño, y Alejandra camina detrás. Empiezan a reír juntos. El cuello y el mentón de Rafael tienen huellas del rosa del lápiz labial de Alejandra, autenticando los besos que ella dejó impregnados en la piel y en el corazón de su esposo.

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