Capítulo único
Advertencia: este capítulo contiene contenido adulto. Si no te gusta este tipo de contenido, es mejor que no sigas leyendo.
En el universo 6 siempre había un criminal que rondaba al acecho. Un enemigo que se burlaba de la gente pobre y se aprovechaba para obtener mucho poder. No obstante, en las sombras, había un hombre justiciero que acataba órdenes de asesinar a esas personas. Era un buen dinero que no podía rechazar. Era su trabajo. La comida no era para nada gratis. Hit se encontraba observando en un edificio a su próxima víctima que entraba en su rincón seguro. Nada lo era ante la presencia del asesino legendario. Gracias a su habilidad, nadie se le escapaba. Nadie había sobrevivido a sus ataques. Su raza estaba orgullosa de tener un ejemplo claro de un mercenario.
Se le agotaba el tiempo. Era hora de acabar con ese rufián. No tuvo problemas en colarse en el edificio. Su salto del tiempo era una de las habilidades grandiosas que obtuvo a lo largo de los años. Una criatura sigilosa con un temperamento tranquilo y sereno. No le hacía falta utilizar un arma. Sus dedos eran las armas. Afilados como cuchillos capaces de atravesar el corazón gracias a su Ki. Ya en frente de su enemigo utilizó nuevamente su habilidad congelando el tiempo al instante. No le dejó ni hablar porque no era necesario. Iba a obtener una buena recompensa por asesinarlo. Y como entró, salió sin ningún problema. Sin llamar la atención a los guardias.
Ese era el último del día. Mañana habrá más en su lista. Pero ahora debería volver a su casa a tomar un descanso. Necesitaba recuperar fuerzas para el día de mañana. Su hogar estaba lejos de aquella ciudad futurista. No le agradaba la idea de vivir en una ciudad triste. Y cuando eran tiempos lluviosos, más triste era. Hit tenía una resistencia increíble ante las enfermedades, incluso bajo la lluvia no se enfermaba. Más de mil años viviendo en ese universo lo convertían en un ser casi inmortal. Entró a su casa donde el calor emanaba en ella.
—¡Bienvenido, Hit-san!
Y una voz femenina lo recibió con toda la alegría del mundo. Un dulce sonido agradable para los oídos de Hit. Una mujer que se consideraba su esposa. Su mujer. ¿Quién diría que Hit el Infalible se hubiera casado con una humana? Sí, era de las pocas que sobrevivieron ante la extinción de su planeta. El alienígena encontró una criatura interesante en este mundo horrible. La pobre ___ estaba sucia cuando la encontró. No le quedó más remedio que acogerla en su casa. Su presencia no le disgustaba para nada. Era dulce, obediente, callada, respetuosa… Eran buenas combinaciones.
Sus pies se movieron, adentrándose aún más en la casa en silencio. Pasó al lado de su esposa con intención de dirigirse a la cocina. A esa hora era la hora de comer para Hit. Ya la joven ___ cenó porque se lo pidió él. No quería que la muchacha pasara hambre. ¿Y cómo era que se casaron? No era una boda común lo que realizaron, sino con palabras se comprometieron a estar juntos de por vida. No obstante, la chica tenía problemas en ese aspecto porque no era como Hit. Ni un anillo de por medio. No le hacían falta.
Silencio. Era una palabra que le gustaba muchísimo a Hit. Una experiencia exquisita para sus oídos. No sin ignorar los pasos de ___. Ella se movía de un lado para otro llevando la ropa al secador. No era buena idea tenderlas afuera. Sus ojos rojos no dejaban de seguirla, intentando predecir sus siguientes movimientos, mientras comía con mucha tranquilidad. ___ se había convertido en una ama de casa formidable. Nunca la menospreció por ello. La admiraba demasiado. Sus ojos (c/c) le llamaban tanto su atención que le gustaría verlos todos los días. Pero su trabajo se lo impedía.
No tardó mucho en terminar de cenar y se levantó con el pensamiento de darse un baño, y acostarse temprano. Era su día a día. Trabajar, comer, dormir y levantarse. Así sucesivamente. Ese era el estilo de un asesino como él.
—Te puse unos pantalones limpios en la cama.
Ella siempre atenta a sus necesidades. ¿Qué haría sin ella? No dijo nada al respecto. ___ consideraba ya un hábito por parte de Hit. El silencio le demostraba que estaba satisfecho. Subió las escaleras con mucha tranquilidad, mientras se iba quitando la ropa durante el camino. Pero no los tiraba al suelo. Al llegar al baño las colocó en la cesta y ya se encargaría de llevarla a la cocina, aunque la humana se le adelantase. Con más de mil años de vida y que su cuerpo haya experimentado cosas que ni una criatura pudo, como perfeccionar su técnica o llevar al límite su cuerpo.
Dentro de la ducha abrió el grifo dejando que las gotas de agua chocaran en su piel morada. Sus músculos se relajaban poco a poco. Su cabeza comenzó a idear sus siguientes objetivos. Debía reclutar mucha información para averiguar al destino. No será para nada complicado. Ningún objetivo se le escapó de sus manos. Luego sus recuerdos divagaron al recordar la pelea con Son Goku. Ese personaje era muy interesante, incluso que descubrió su salto temporal. No pudo evitar sonreír un poco ante la idea de enfrentarse a él de nuevo. Pero eso sería en otra ocasión cuando haya otra pelea o alguien le encomiende en asesinarle.
Al terminar la ducha cogió una toalla cubriendo su cintura y salió directamente al baño, mientras escuchaba a alguien acercarse. Era ___ quién se dirigía al cuarto de baño.
—Yo me encargo de llevar la cesta —dijo Hit. Era una de las pocas veces que hablaba.
—Tranquilo, lo llevo después —comentó, mientras le enseñó su camisón y, oculto en él, había unas bragas. Le daba un poco de vergüenza mostrarlas—. Me voy a bañar.
La característica más destacada en ___ era su timidez. Hit no comprendía porque aún tenía ese comportamiento con él. No era un extraño. Era su esposo. Aunque no se quejaba. Le gustaba demasiado. La perdió de vista cuando entró al baño, a lo que decidió ir a la habitación a ponerse las mudas que le preparó la humana. Ella le comentó que su planeta había sido restaurado, pero le era raro ir al lugar donde nacieron sus padres. Hit lo entendía perfectamente y no había necesidad de ir allí si no sentía afección, aunque estuviera siempre la curiosidad.
Se acostó en la cama ya agotado, pero antes de dormir, decidió echar un último vistazo a sus próximas víctimas y su cuenta bancaria. Debía asegurarse que todo estaba correcto y que no le hayan estafado. Los clientes desconocían lo que podía hacer si descubriese tal falsedad. Estaba tan entretenido que ni se daba cuenta la hora o cuando ___ entró a la habitación. Ya la chica estaba tan acostumbrada verle así que no le molestaba. Era lo único que hacía Hit. Por eso lo amaba tanto. Ojalá pasar la vida eterna con él porque su raza no envejecía. No como ella. Era joven, pero era poco probable que viviese más de cien años.
Se acostó al lado de su esposo dispuesta a leer un libro interesante que compró esta misma mañana. Ambos estaban entretenidos con la lectura. Ninguno había hablado en ese momento. La vista de Hit comenzó a nublarse debido al cansancio por lo que decidió apagar el aparato y poder dormir perfectamente. Mañana iba a ser un día largo. No obstante, sus ojos rojos se entretuvieron viendo a ___ concentrada en la lectura. Ese rostro tan fino y lindo llamaba su atención. Y no solo eso, sino también su figura. Ella era hermosa. El trabajo le quitaba el tiempo suficiente como para no fijarse en esos mínimos detalles.
___ era una raza distinta a la suya y no viviría tantos años como a él le gustaría. Él se mantendría igual y ella envejecería. El ciclo vital era así en la raza humana. Y Hit no se daba cuenta que los años volaban y, en cualquier momento, ella moriría. Él también, pero ¿cuándo? Con solo pensar en la muerte dudas surgían en su cabeza. No pudo evitar rozar sus dedos en la mejilla de la joven a lo que ella respondió con una leve y calmada sonrisa. Tan cálido para sus yemas. Ese pequeño rubor rosado le sentaba bien. Poco a poca la iba atrayendo a su cuerpo para que su espalda tocase su pecho. Sentirla cerca era agradable para su alma ya no solitaria.
—¿Frío? —preguntó ___, sin despegar la vista en el libro—. En estos días lo hubo. La próxima vez deberíamos poner la calefacción para dormir a gusto.
«Inocente», lo más puro que había visto a lo largo de las décadas. Era cierto que tuvieron encuentros sexuales, pero no muchas debido a su trabajo. Se deleitaba por cada sonido que realizaba en sus cuerdas vocales. Unos ecos que eran una maravilla para sus oídos de alienígena. Echaba de menos ese momento íntimo entre ambos. Su rostro estaba muy cerca de sus cabellos pudiendo inhalar con vehemencia su perfume, su esencia. Lo había olvidado completamente. Ser un sicario no le rentaba porque no disfrutaba de la pequeña vida que le dio el destino.
Sus dedos acariciaban con sutileza los brazos de su esposa. Una forma de llamar su atención, a lo mejor. Ella no paraba de sonreír, incluso estaba riendo por lo bajo. ___ se movía de un lado para otro un tanto incómoda. Hasta que encaró al responsable que se mostraba tranquilo en su sitio. Ella lo conocía perfectamente que era muy extraño que se comportase de esa manera tan cariñosa. Hit no era de esas criaturas que mostrasen ese comportamiento.
—¿Hay algún problema, Hit-san? —preguntó, con educación como siempre.
Otro silencio recibió. Pero lo intercambió con un simple beso en sus labios que sorprendió a la joven. Hit era un alienígena que le era difícil abrirse. Obviamente, le correspondió porque no quería desaprovechar esa oportunidad. Era ella quien lo buscaba para que lo abrazase o que algún día sea él quien le implantara un beso. Pero estaba preocupada por todo esto. Algo pasaba en él porque no era habitual. Se separaron del beso, pero no lo suficiente para mirarla a los ojos. Esos (c/o) le gustaban demasiado a Hit. Tan diferentes a los suyos. Llenos de vida, y los de él de pura muerte.
—Me estuve planteando muchas cosas sobre nuestra relación. —Al escuchar eso, no evitó encogerse en su sitio pensando en lo peor—. Y me estoy dando cuenta que los humanos no tenéis una vida larga como otra especie. Llevo mil años viviendo en este universo, y tú solo tienes veintisiete. ¿Cuánto tiempo podrás durar?
—Hit-san, me estás asustando.
—Y yo estoy perdiendo esta oportunidad de estar contigo por mi trabajo. ¿Qué pasaría si ya te quedase el último aliento? No podría dormir tranquilo con ese malestar. —Cogió el libro, quitándoselo de sus manos y lo colocó en la pequeña mesa—. Creo que deberíamos romper el hábito de estar en la cama, leer un libro o revisar mis siguientes objetivos, y estar con otra cosa más importante —añadió. Si ya su voz era sexy y varonil, aún lo era más con ese ronquido con toque sensual.
—¿Hit-san? —Desconcierto había en sus ojos. Su rostro se tornaba rojo, como los ojos de aquella criatura.
—¿No te parece buena idea? —preguntó, con una pequeña sonrisa. La timidez ya estaba apareciendo en la joven.
—M-Me parece buena idea —tartamudeó.
Tomó las caderas de ___ para sentarla sobre su regazo. Definitivamente, los humanos eran seres espectaculares que se diferencian entre ellos por su forma física. Flacos, gordos, rubios, morenos… Tan diferentes al propio suyo. Su relación interracial era aceptada. ___ era hermosa en todos los sentidos. Le encantaba su rostro fino y sus ojos cuando brillaban con emoción o deseo.
—Sé mía, ___.
—Ya soy tuya, Hit-san —respondió. Empezó a recordar esa vez cuando compartieron cama y él demostró lo capaz que podría hacer.
—No —le corrigió—. No eres mía definitivamente. Eres mi esposa, pero no estás marcada por mí. —Sus dedos rozaron con suavidad la zona de su yugular
—Pero en tu raza, al acostarte con alguien una semana, significa que ya estás casado.
—Hay una diferencia entre acostarte y marcarte. Sí, eres mi esposa, pero uno puede llegar y marcarte, y yo con eso no puedo luchar.
—Es un poco lioso —confesó, poniendo una cara de confusión—. ¿Acaso te preocupa que alguien de tu raza me marque? ¿O quieres marcarme por algo más?
—Sentir que estés a mi lado y que estés bien —dijo, agarrando su mano y llevándolo al pecho de él, cerca de su corazón—. Y que tú también lo sientas.
—¿Eso significa que tengo que marcarte también?
—Las hembras de mi raza no muerden, solo los machos.
—¿Y cómo sé que no vendrá una a seducirte? —preguntó. Infló sus mejillas a modo de desagrado absoluto. «Adorable», pensó, guiando su mano a su rostro para desinflarlas.
—Por tu aroma —susurró—. Al morderte, tu olor se queda fijo en mí.
—¿Tú lo puedes notar?
—Si lo noto ahora, imagínate las veinticuatro horas del día. Es como un recordatorio que ya tienes a tu hembra, y no hay necesidad de buscar a otra.
—¿Y si uno de los dos muere? ¿La marca y el aroma desaparecerán? —Hit asintió.
—Es liberar a la pareja y encontrar a una nueva.
Esto a ___ no le agradaba la idea de morir en unos cuantos años y que Hit siguiera viviendo como si nada. Y que encontrase a alguien mejor que ella. Eso le entristecía mucho. No obstante, dejó de lado los recuerdos porque la mano se centró en su mejilla.
—Si tú en cualquier momento mueres, yo no sería capaz de fijarme en otra persona.
—Ni yo tampoco.
Confesiones que eran la pura verdad. Y no dijeron nada más. Simplemente volvieron a besarse para compartir ese momento juntos que mencionó con anterioridad Hit. Nada amoroso con sus compañeros, pero si lo era con su pareja. Las caricias nunca cesaron para ellos dos. Era un momento íntimo para ambos. Después de ese beso dulce, llegó uno fogoso donde Hit se convirtió en el dominante. La pobre ___ estaba temblando porque aún no se había acostumbrado a esos ataques tan repentinos de su esposo. Y chilló por lo bajo al notar sus manos apretar su trasero con fuerza. Esta criatura podía sacar de ella más suspiros con un solo toque de sus dedos.
Ella ladeó la cabeza dejando expuesto su cuello e Hit iba mordiendo esa piel exquisita de la humana. Era un cazador experto que investigó con profundidad los puntos débiles y fuertes de cada criatura de este universo. Un sicario nunca debía bajar la guardia. Siempre había que investigar. Ella se aferraba en su cuerpo con las manos apoyadas en sus hombros. Su lengua no dejaba de recorrer esos músculos que le incitaban a morderlos. ___ temblaba de puro placer y lo demostraba con pequeños gemidos muy cerca del oído de Hit.
Ese camisón le sentaba bien porque apreciaba mejor su figura humana. Aunque admitía que preferiría tenerla desnuda y admirarla cuántas veces quisiera. Deshizo el lazo lentamente sin dejar de mirar su rostro tímido y que intentaba calmar sus jadeos. Un dedo colocó en su esternón para que inclinase hacia atrás despacio, pero con una mano apoyada en su espalda para no hacerse daño. Le fascinaba que los humanos llegasen a ser tan flexibles. Con ese mismo dedo iba descendiendo sin ninguna prisa, mientras escuchaba esos sonidos deleitosos para sus oídos. Llegó al filo del camisón y comenzó a levantarlo, dejándolo a la altura de sus pechos.
Criatura maravillosa que tenía en frente. Sus pezones lo llamaban para que los torturase. Ella era la tentadora. ¿Quién se negaba a que esos botones eran lo más extraordinaria que había visto en su vida? Aparte de la zona de abajo que ese era su preferido. Acercó su boca con intenciones de lamerlos, pero lo que hizo estremeció a la chica. Su respiración era tan caliente que la estaba volviendo loca.
—Que dulce reacción —susurró, con una sonrisa un poco socarrona.
—Hit —gimió su nombre.
Oh, otra cosa que había olvidado. Ante ese dulce gesto dedicó una pequeña, pero tortuosa lamida alrededor de su aureola. No atreviéndose a tocar su pezón. Cómo odiaba esos momentos a ___, pero al mismo tiempo le encantaba. Hit sabía jugar muy bien su papel. Y una presión ahí abajo notó que suspiró por lo bajo. Un dedo del alienígena estaba colocado por encima de sus bragas presionando su clítoris sensible. En esa posición no podía hacer nada. Él tomaba el control de todo. Gimió cuando, por fin, Hit decidió morder y lamer ese botón duro como diamante en bruto. Por cada gemido o quejido de la joven, más presión hacía, pero esta vez en su entrada.
La acostó completamente para que estuviese más cómoda en la cama y poder seguir jugando con ella. Se dedicaba en succionar su pezón hasta dejarlo lo más sensible posible. No sin antes apartar un poco las bragas y tener mayor accesibilidad a su sexo. Oh, como le gustaba que estuviera caliente ahí abajo. Sin esperar, metió dos dedos en su interior porque ya ella estaba lo suficiente lubricada. Normal, esa criatura derretía a cualquier mujer con su mirada imponente. A veces, ___ se ponía celosa las veces que quedaban cuando esas chicas no paraban de comentar por lo bajo lo apuesto que era Hit.
El alienígena dejó de lado su labor en sus pechos para centrarse en la mirada lujuriosa de su esposa. Lo disfrutaba más así que ver a sus víctimas morir al instante. Sus gemidos eran tiernos y como si exigiera que parase por falta de aire, y al mismo tiempo no. Su cuerpo lo correspondía cada vez más. ___ intentaba por todas las maneras no centrarse en los ojos rojos de Hit porque imponían demasiado. Pero él siempre la buscaba o tomaba su barbilla para que no lo apartase. La joven humana no se quedó atrás. No le gustaba la idea de que ella recibiría placer y él no. Guio su mano hacia su entrepierna para estimular esa hombría que estaba completamente despierta.
Un gruñido gutural emitió en su garganta y lo hizo muy cerca del oído de su mujer. Hasta él comenzó a temblar por lo sensible que estaba ahí abajo. Pero no era suficiente para desconcentrar en su tarea. La deseaba tanto que haría el amor con ella todos los días hasta que la muerte los separe. Sus dedos comenzaron a ser apretados por las paredes avisándole de que estaba a punto de venirse. No le importaba. Quería ver esa expresión lujuriosa que lo incendiaba. Y llegó, abrazándolo con fuerza sintiendo esos músculos fuertes de su marido. Tan entrenados y capacitados para salvarle de cualquier situación.
___ no dejó de seguir estimulando ese miembro aún escondido de esas mudas. Eran las pocas veces que podía escuchar a Hit jadear por lo bajo. Él era un tipo silencioso. Sus frentes se chocaron simultáneamente. Ese color en sus ojos atraía tanto que no los dejaría de mirar. Los ojos de un asesino en serie. Capaces de desintegrar la ropa interior de una mujer, si tuviera ese poder. Al pensar en ello, la criatura empezó a quitarla las bragas y el camisón para tenerla completamente desnuda. Y él también. Para ___, Hit era una criatura hermosa con esos músculos bien marcados que los acariciaba sin miedo. Cualquiera diría que estaría soñando.
Él la atrajo para sentarla nuevamente en su regazo. Sus sexos se rozaron, provocando que ambos gimieran al mismo tiempo. Los besos volvieron y ___ iba bajando lentamente para llenarse por completo de esa hombría. Dio inicio al vaivén con movimientos lentos con los brazos alrededor del cuello firme de su esposo. Y él simplemente se dedicaba a acariciar con sutileza su cuerpo o dejaba las manos en sus caderas para ayudarla. Era el sicario más afortunado del mundo. Aunque haya matado a mucha gente por vivir en este mundo, el destino le dio la oportunidad de amar en una criatura maravillosa e inocente. Apoyó la espalda en el cabezal de la cama para estar más cómodo, sin apartar la mirada en ella.
Cada vez el vaivén se intensificaba más, donde la joven ya estaba perdiendo el control. ¿Y a quién no? Hit agarró su trasero para ser él en moverse con más agilidad que antes. Y los gemidos de ___ eran más altos, casi gritando al séptimo cielo de ese universo. Sus uñas se clavaron en la piel morada de su marido, donde él chasqueó la lengua aguantando el dolor. No fue fuerte, pero esas uñas eran como garras de cualquier criatura felina. Azotaba una y otra vez una de sus nalgas dejándolas rojas. No le dolía. Era una mezcla de placer y ardor que no sabría explicar. Y esa sensación exquisita estaba a punto de acabar porque pronto llegarán al orgasmo.
Y antes de llegar, Hit mordió con fuerza el cuello de ___ marcándola suya de por vida. Con ese gesto, fue más que suficiente para que ambos llegasen al clímax al mismo tiempo. Con su lengua iba retirando la sangre porque le hizo mucho daño y ella solo se quejaba por lo bajo por la molestia. Y como dijo él, el olor de su esposa estaba invadiendo todo su cuerpo. Tan agradable para su olfato que la abrazó, queriendo más de esa esencia. ___ estaba frágil en ese momento. Su cabeza estaba apoyada en el pecho del alienígena escuchando los latidos de su corazón.
—Hasta que la muerte nos separe —murmuró Hit.
—Hasta que la muerte nos separe —le copió.
Y la muerte será la única que decidirá quién morirá primero. Pero ahora debían aprovechar todo el tiempo posible.
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