Cuando sea grande me quiero casar con alguien como tú

Penny

El aroma suave a incienso y flores inundaba la iglesia mientras observaba a mi pequeña prima Chaewon, vestida de blanco, recibiendo por vez primera la hostia consagrada. Un nudo de nostalgia se formó en mi garganta al recordar mi primera comunión. 

Un flashback me transportó a ese día de primavera, hace muchos años, yo apenas tenía 8 años y mi corazón se llenaba de emoción.  Ese día recuerdo que vestía con un vestido elegante color blanco y un velo de tul, haciéndome sentir como una princesa de cuento. 

A mi lado estaba Seungmin, quien estaba vestido como un pequeño caballero de traje gris; observaba que sus ojos brillaban con una alegría contagiosa y su sonrisa era enorme que parecía iluminar toda la iglesia. 

Después de la ceremonia, nos fuimos al jardín de mi casa para celebrar la fiesta; entre juegos, risas y comer deliciosos dulces, Seungmin me tomó de la mano y nos alejamos del bullicio de la fiesta. 

- Penny, hay algo que tengo que decirte.- dijo con voz dulce y seria, mirándome directamente a los ojos.  

Mi corazón estaba empezando a latir fuertemente y un presentimiento recorrió mi cuerpo. 

- Penny.- continuó.-  sabes que te quiero mucho, eres mi mejor amiga y la persona más especial que conozco.

No supe qué responder, mis mejillas se sonrosaron y una tímida sonrisa se fue dibujando en mis labios. 

 - Y cuando sea grande, quiero casarme contigo. Quiero que seas mi esposa y la madre de mis hijos.- prosiguió Seungmin, tomando mi mano con firmeza. 

Mis ojos se abrieron de par en par, no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Seungmin, mi amigo de toda la vida quería casarse conmigo?  

Un remolino de emociones me invadió: sorpresa, felicidad y un poco de miedo, pero en el fondo de mi corazón, una pequeña voz me susurraba que yo también lo quería con todo mi corazón. 

- Seungmin, yo también  te quiero mucho y me encantaría casarme contigo algun dia cuando seamos grandes.- le susurré.

Nos miramos directamente a los ojos durante un largo rato, un silencio cómplice que solo interrumpía el canto de los pájaros y el murmullo suave de la fuente del jardín.  En ese momento, supe que nuestro destino estaba entrelazado.   

   

    

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