Cosas Sencillas.

No había manera en que lo que estaba viviendo fuese verdad, tal vez ya estaba muerto y ese era una especie de paraíso… Aunque demasiado lejos de lo que podría ser ya que él era un genocida, pero no encontraba explicaciones decente para haber estado muriéndose en una fábrica y ahora estuviera en un bonito campo con flores y todo.

Dio otro bocado amargo al puré de patatas, no era lo que usualmente comería alguien de su estatus social.. pero estaba bien hecho y tenía demasiada hambre por lo que no tenía de otra, sin contar que tenía justo en frente a la humana.. era tan extraño que hiciera tareas comunes con tanta facilidad estando probablemente ciega.

Entrecerró los ojos y la miró con atención por si acaso estaba fingiendo y era alguna espía, tal vez si sobrevivió a la explosión y ahora esperaban a torturarlo psicológicamente hasta matarlo de estrés. Por lo que en una rápida prueba tomó su propia cuchara y la lanzó rápidamente sobre la cabeza contraria, la joven solo parpadeó y giró extrañada cuando el ruido metálico tintineó contra el suelo tras ella.

—¿Un ave?... –Murmuró intentando distinguir algo que se moviera pero no había nada, tal vez solo había dejado algo mal puesto y acabó por resbalarse en ese momento– Hm… Si ya terminó, puede lavar su plato en la cubeta grande afuera junto al pozo.

—¿Cómo que lavar? No voy a mojar mis manos para hacer la tarea de un sirviente. –El rubio totalmente ofendido por sus palabras frunció el ceño y se inclinó sobre la mesa como un acto reflejo de ser atendido—.

—No sé si lo notó, pero aquí no hay ningún “Sirviente” –Manteniendo su tono neutro pero tranquilo la de pálida piel señaló a dónde notaba el plato ajeno, dejando ver sus delicadas manos con algunas cicatrices y quemaduras pequeñas– Así que lave lo que ensucie o lo dejaré en su cama, además de que no le serviré más de mi comida hasta que ayude en algo para ganársela.

—¡Pero… que grosera! –No pudo procesar tal falta de respeto hasta que ya la humana había salido a lavar su propio plato, ni siquiera dejó que el mismísimo Adolf se atreviera a ordenarle algo mientras aún estaban en la cima del mundo– ¡Me largo, no pienso aguantar esto!

—Adiós entonces –La más baja alzó los hombros restándole importancia mientras lavaba, después de todo estaba en paz con su conciencia de no haber dejado morir al muy desagradecido– No durará ni quince minutos de caminata…

Dijo en un murmullo para si misma cuando lo sintió a suficiente distancia, por la forma tan déspota en la que actuaba seguro venía de Berlín o Dresden, ciudades llenas de opulencia y modernidad a diferencia de su humilde pueblo tranquilo.

• • •

—Maldita sea, putas montañas, puta pradera, puta tierra y puta existencia.. –Caminó refunfuñando el de ojo esmeralda, había tenido que dar la vuelta de regreso cuando notó que no sabía hacia dónde carajos iba pues además de no tener una brújula, no encontraba ningún jodido letrero que le indicara dónde estaba–.

Menos aún sabía la hora pero ya estaba oscureciendo y en el campo todo se tornaba mucho más oscuro por lo que de mala gana se apresuró a acercarse a la pequeña cabaña iluminada externamente con una antorcha que permitía a la de larga trenza hacer que sus queridas ovejas entrasen a dormir en su corral hasta la mañana siguiente.

—No hay cena si no lava su plato –Habló ella primero sacudiendo tranquilamente un poco las manos en su delantal floreado y convirtió en una ligera mueca el amago de reír burlona cuando el otro gruñó desganado—.

Nunca había tenido compañía en casa así que se le hacía particularmente interesante ese desconocido de extraña piel y altura fuera de lo promedio, por suerte no sentía ninguna vibra de peligro así que podría dormir sin estarse preocupando tanto aunque igual había atado un cascabel a la manija de la puerta para oír si era abierta durante la madrugada.

De mala gana el de esvástica hizo un trabajo decente ya que era perfeccionista a pesar de odiar mojarse las manos, pero se limitó a suspirar con los labios fruncidos y entró a la cabaña en donde un olor a guiso le abrió inmediatamente el apetito, dejando un poco de lado su capricho para acercarse a la pequeña cocina donde la olla con comida caliente se llevó toda su atención. Casi gruñe cuando la menor le quitó el plato de las manos pero omitió la protesta al ver la porción generosa que esta le sirvió, entonces con su plato floreado de vuelta fue a la mesa y ni siquiera la esperó antes de llevarse un gran bocado con la nueva cuchara que recibió.

Ya no supo si era aún el enorme hambre que tenía al despertar o si esa mujer tenía algún contrato con el diablo, pero la comida otra vez estaba malditamente buena aunque nunca lo admitiría.

—Mañana deberá ayudarme con un par de cosas temprano antes del desayuno –Comunicó la humana mientras cuidadosa dejaba su plato sobre la mesa antes de sentarse, era lo último que hacer en el día antes de prepararse para dormir—.

—¿Acaso esperas que haga tu maldito trabajo? –Él levantó la vista de su comida para observarla frunciendo el ceño nuevamente, no sólo lo hacía lavar cosas sino también quería tratarlo como a un sirviente, que ridículo—.

—Una cama cómoda y comida caliente a cambio de algo de ayuda, es mi trato y es simple –Sus ojos claros pestañearon como si de verdad lo estuviese mirando ligeramente desafiante, pero tampoco lo iba a mantener de a gratis como si se conocieran de algo y menos con ese mal carácter—.

—Hm. –El rubio desvío sus esmeraldas frunciendo otra vez los labios en una mueca de estarlo pensando con mala gana, supuso que era algo ciertamente equitativo pero odiaba recibir ordenes sobre todo de una mocosa—.

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