23.

CHARLIE

Jace se detiene frente a mi casa después de pasar toda la noche con él cuando terminamos de cenar con sus padres. Nos hemos quedado dormidos y se me ha olvidado avisar a mi madre de que llegaría tarde.

—Si quieres le explico por qué llegas a la una de la madrugada, no creo que quedarnos dormidos juntos sea algo malo.

—No, es mejor que entre ya. Probablemente esté dormida y no recuerde que me ha mandado un mensaje preguntando por mi hora de llegada.

—¿Segura? No tengo ningún problema en entrar.

Asiento con una pequeña sonrisa.

—Es tarde, es mejor que te vayas a casa lo antes posible, mañana hay escuela.

—¿Y?

—Vamos Jace, vete a casa. Hasta mañana. —Abro la puerta del auto y saco solo la mitad del cuerpo para bajar porque él me hace regresar jalando mi mano.

—¿Ni un besito? —pregunta frunciendo el ceño.

—Nop.

—Yo sé que quieres uno —susurra acercándose.

La verdad es que sí, cómo negarme a un beso de Jace si cuando me besa me hace volar y sentir mariposas en el estómago. Me besa y pasa su mano por mi mejilla. Es indescriptible lo que siento en el pecho cada vez que compartimos un beso, con tan solo pensarlo me emociono cada vez más.

—Hasta mañana —susurro.

—Antes de que entres te quiero recordar que no importa lo que ha sucedido hoy, yo no te voy a dejar de querer —me da un casto beso— jamás.

—Te quiero —digo en voz baja con una ligera sonrisa. Salgo del auto y camino a través del jardín hasta llegar a la puerta, entro en silencio rezando a los mil dioses que mi madre ya esté dormida. Por un momento creo que me salgo con la mía, pero la luz del pasillo del segundo piso se enciende.

—Es la una de la madrugada, dijiste que ibas a cenar —grita mientras baja envuelta en su bata. No me habla, me grita.

—Perdimos la noción del tiempo

—¿Haciendo qué? —Llega y se para frente a mí. Puedo ver en su rostro el enojo.

—Nos quedamos dormidos.

—¿Dormidos?

—Sí Jace y yo

—¿Acaso eres tonta? ¿Es que no sabes lo que puede pasar?

—Pero

—Conozco a la perfección como son los adolescentes, justamente así nos arruinamos la vida tu padre y yo —grita sin dejar de mirarme. Bajo la cabeza al escuchar su grito, pero la vuelvo a subir cuando proceso lo que acaba de decir.

Yo les arruiné la vida.

—¿No está Julian?

—¿Para qué quieres a Julian?

Que mala suerte.

—Tú no me quieres, jamás me has querido —murmuro mirándola, herida.

—Solo he dicho que

—Que les arruiné la vida, porque te quedaste embarazada de mí a mi edad. Tú siempre has fingido que me quieres, siempre para quedar bien, primero frente a mi padre y ahora frente a Julian.

—Eres tan exagerada

—¡No lo soy! Ustedes dos son los peores padres del mundo, y tú eres todavía peor que mi padre.

—Tu padre no es un santo.

—Él me quiere, siempre me lo dice, y tiene sus errores, pero porque yo le provoco

—Tu padre lo único bueno que hace es manipular, se hace el bueno para que todos estén de su lado.

—No, no, él no es así. Tú sí, tú eres quien me quiere meter todas esas ideas en la cabeza; además de que me acabas de decir que te arruiné la vida. Ojalá pierdas el juicio porque no te quiero ver nunca.

—Eres una mala hija porque no te pones en mis zapatos.

—Y tú tampoco te pones en los míos, no ves las cosas desde mi perspectiva, que todo lo que me dices me puede afectar.

—Siempre haciéndote la maldita víctima, tienes casi dieciocho años, madura de una buena vez. Mientras estés bajo mi techo, acatarás mis órdenes; no me importa lo que creas de tu padre, yo sé con certeza que es un maldito manipulador de primera, y al paso que vas terminarás igual que yo. Y de una vez te digo que no me cansaré hasta dejar por los suelos a tu padre, y sí, sí voy a ganar ese juicio. —Se da la vuelta y comienza a subir las escaleras para luego encerrarse en su habitación.

Esto solo era un regaño por llegar tarde y se ha convertido en algo más grande. Estoy muy cansada de mi madre y todos estos problemas, odio como intenta hacer quedar mal a mi papá diciendo que es un manipulador, él ya me dijo que ella es así y sin duda le creo a él.

Subo hasta mi habitación y cierro la puerta con fuerza. Voy al baño y me mojo el rostro para tranquilizarme. Sin esperar mucho, abro uno de los cajones del escritorio de mi habitación y saco un pequeño cúter, lo pongo sobre mi antebrazo y cierro los ojos con fuerza para no sentir tanto dolor. Pero lo veo a él, a Jace, sonriendo y acariciando mis heridas sin hacer malas caras. No puedo defraudarlo y seguir lastimándolo de esta manera, no después de todo lo que ha hecho por mí, pero es que mi madre me tienta tanto

Tomo una bocanada de aire y dejo el cúter sobre la mesita de noche y me recuesto en la cama, siento presión en el pecho y unas incontrolables ganas de querer lastimarme para cambiar el dolor de mi enfado por el dolor de mi brazo, pero me obligo a dejar mi mente en blanco.

Tengo que cambiar esa parte de mí por muy difícil que me resulte.

Salgo del salón de clases despidiéndome de Daphne, quien va a pasar el receso con su novio, cuando una escurridiza mano se entrelaza con la mía.

—¿Te ibas sin mí? —Jace me sonríe como un auténtico niño.

—He creído que ibas a pasar el descanso con Leo y Ken.

Ambos comenzamos a caminar de la mano por el pasillo sin rumbo alguno, algunas personas nos miran de reojo y secretean, pero eso no me importa en lo más mínimo.

—Sí, iba a ir con ellos, pero he escuchado que Daphne va a pasar el descanso con Karl y he decidió que yo lo pasaría contigo.

—No tenías que hacer eso.

—Sí tenía, ahora somos como una pa —se detiene de golpe.

—¿Como una pareja? —pregunto sonriendo.

—Mmm —murmura, nervioso.

—¿Y por qué no te atreves a decirlo?

—Pues porque a penas te he confesado mis sentimientos, no quiero que vayamos taaan rápido, o formalizar algo sin hacerlo de la manera correcta, ni mucho menos que, si no te sientes cómoda, te veas obligada a continuar porque nos hayamos puesto una etiqueta antes de tiempo.

Los señores Grey han educado a Jace de una manera magnífica. Compré el boleto ganador.

—¿A dónde vamos?

—Vayamos al salón de Arte.

—Solo podemos entrar ahí cuando hay clase de extracurriculares.

—Será nuestro secreto. —Camina rápido y yo le sigo hasta llegar a la puerta con el nombre de «Arte». Mira a ambos lados esperando que ningún maestro o alguna persona chismosa nos vea. Cuando se asegura de que estamos a salvo, abre la puerta, me jala dentro y cierra.

—No debemos estar aquí, la señorita Rose Mary

—No lo sabrá. —Me toma de la mano y recorre el salón como si no lo conociera.

—¿Y qué hacemos?

—Hablemos, es lo que más nos gusta hacer. —Nos detenemos frente a una mesa de madera larga y nos sentamos sobre ella—. Por ejemplo, yo quiero saber por qué has estado tan triste durante las primeras clases del día.

—¿Ahora eres psicólogo? —trato de bromear para cambiar de tema, pero, al ver que no le hace ni una gracia, me pongo seria. Junto las manos entre mis piernas y bajo la cabeza.

—No te estoy regañando tanto como para que bajes la mirada. Si no quieres, no tienes que contármelo.

—Pues ya que has sacado el tema

Nos quedamos en silencio escuchando a las personas que van por el pasillo hablar y reír.

—¿Te regañó?

—Fue más que eso, me gritó y dijo cosas que me hirieron. No voy a mentir diciendo que me quedé callada, porque cada vez me queda menos paciencia, pero ella ganó.

—¿Qué te dijo?

—Que era una tonta por dormir contigo, porque los adolescentes solo piensan en una cosa.

—Sabes que yo jamás te faltaría al respeto.

—Yo lo sé, pero ella no. Me dijo eso y además que así se habían arruinado la vida mi papá y ella. O sea, que yo fui ese desastre de sus vidas. Le dije que ella jamás me había querido. Porque estoy segura de que así es. Ella no me quiere como mi papá. Me dijo que era una inmadura y que debería ponerme en sus zapatos, además de que ganaría el juicio como fuera para dejar por los suelos a mi padre. Me llamó mala hija —termino en un susurro. Aunque no me llevo de maravilla con mi madre, sus palabras siguen resonando muy fuerte en mi cabeza.

—Eres la persona más maravillosa que he conocido y conoceré, no dejes que sus palabras te afecten

—Es que no hay manera de ignorarlas porque lo que me ha dicho parecía honesto. Lo que más me duele es que solo finge quererme cuando su novio está con ella, y me veo como una tonta al sentirme tan bien cuando me demuestra ese falso amor.

Su mano entrelaza una de las mías y siento su calidez.

—Solo quisiera que ella fuera como mi papá. Él se enojó conmigo el día del baile, pero, cuando regresé, me pidió perdón, dijo que por su propio enojo había decidido ignorarme, que me tenía que quedar muy claro que él me quiere y yo a él —Volteo a verlo cuando finalizo. Tiene el ceño fruncido mientras me mira a los ojos—. ¿Qué?

—Tu papá insiste en que él es el bueno de la historia y tu madre la mala, y luego ella te dice que eres una mala hija por no ponerte en sus zapatos.

—Ajá

—No quiero que te enfades por mi suposición, pero ¿No crees que tus padres te manipulan a su favor?

Suelto una ligera risa y niego.

Tal vez mi madre trate de hacerlo, pero mi papá no.

—¿No te parece raro que insista en que sepas que es el bueno a pesar de todo?

—Solo trata de que no me confunda. Él es el bueno.

—Pero

—¿Tienes hambre? Yo sí, y mucha. —Bajo de la mesa de un brinco y le tomo la mano sin darle opción a que se oponga o diga nada. No muy convencido me sigue hasta que salimos del salón de Arte. No quiero que Jace haga suposiciones sobre mi padre, creo que está muy equivocado al pensar eso y no quiero escucharlo decir esas cosas, así de simple.

Al terminar el descanso hemos vuelto a clase. Yo he asistido a las restantes menos a la última, me he escabullido hasta el despacho de la señorita Ámbar porque tengo que hablar con ella y desahogarme sobre todo lo que me ha sucedido en este tiempo.

—¿Puedo pasar? —pregunto asomado la cabeza y la veo sentada escribiendo algo en su computadora.

—Claro, pasa Charlie. —Deja lo que está haciendo y me presta toda su atención. Me siento en la silla, frente su escritorio, y la miro.

—Me siento rara —digo sin dejarla preguntar—. Siento muchas cosas en mi pecho y no sé cómo manejarlas porque todas son diferentes, pero se mueven al mismo tiempo. A veces estoy arriba y generalmente es cuando Jace me acompaña, él me hace sentir segura y que puedo ser un poco más libre al hablar y expresarme. Pero también a veces estoy abajo, y siempre es cuando estoy con mis padres. Cuando estoy con ellos, siento que no puedo hablar mucho y debo encerrarme en una burbuja. Con mi padre no me pasaba eso, pero ha comenzado a enojarse conmigo o a ignorarme en algunas ocasiones. Y siento que debo dejar de molestarlo para no alejarlo de mí. Con mi madre las cosas empeoran. No sé qué hacer, de verdad que a veces me quiero morir para dejar de sentir esa opresión en el pecho —termino de hablar y tomo una bocanada de aire cuando noto que el pecho me sube y me baja sin control.

—Respira

Inspiro y exhalo varias veces hasta que mi respiración se normaliza. La verdad es que, si no lo sacaba todo, iba a llorar.

—Sabes que puedes venir a hablar las veces que tú quieras y yo no me molestaría. Pero insisto, Charlie, necesitas ver a un psicólogo especializado en lo familiar, yo estoy especializada en lo escolar, y claro que no me molesta ayudarte con lo poco que sé sobre estos temas, pero insisto, llama a tus padres y cuéntales qué pasa.

—No, no, con su ayuda basta.

Suelta un suspiro y me mira.

—¿Qué te parece si me explicas con más tranquilidad todo?

Asiento.

—¿Me va a ayudar, pero sin contárselo a mis padres? Ellos no lo entenderían, tengo un adulto que me quiere llevar al psicólogo, pero estoy segura de que se lo contaría a mi papá aunque prometió hacerlo a escondidas. No me puedo arriesgar porque solo me regañarían otra vez, o me llamarían exagerada inmadura; no quiero que nadie lo sepa, no quiero que me griten, odio que me griten. Luego me dirían cosas y Jace creería que me están manipulando y no quiero que piense eso, y menos que lo hace mi padre, porque él podría odiarlo y obviamente no quiero que eso suceda

—Respira —Pone su mano sobre la mía—. Todo está bien.

—No, no lo está porque el juicio es ya y eso solo quiere decir que habrá más gritos; no quiero que me griten más.

—¿Tienes que regresar pronto a casa? Creo que nos iría bien quedarnos un rato extra, ya sabes, para hablar con calma.

Asiento respirando de forma irregular de nuevo. Estoy muy alterada por todo, no sé cómo manejar mis emociones y van a explotar de solo pensar en los gritos, en Jace haciéndose ideas erróneas. El juicio de custodia está a la vuelta de la esquina y ya siento los gritos a mi espalda, y no quiero eso. No quiero que me regañen ni me griten más, quiero huir antes de que todo explote.

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