Chapter 28

—¿Segura que es por aquí? —preguntó la platinada a su hermana menor.

—Obvio sí, hermana. Nunca fallo en la ubicación de una persona —respondió Anna alardeando de su habilidad —Sé que está muy cerca de aquí, lo he visto.

Ambas mujeres se habían sumergido en un exhaustiva búsqueda por las montañas. Hace muy poco Anna había tenido una visión muy importante que no pasar desapercibida.

En ella, aparece la imagen de otro guardián de la Luna, sin embargo, no había conseguido reconocer su rostro, pero lo único que sabía a ciencia cierta era que ese sujeto vivía en ese lugar tan apartado de la civilización, rodeado por árboles y nieve.

El frío de aquella montaña era inclemente con Anna, tuvo que usar varias prendas de ropa para no congelarse en un santiamén. Sin embargo, Elsa no tuvo que pasar por esa adversidad puesto que contaba con la fortuna de no sentir frío, ella usó prendas más livianas que las que traía consigo su hermana.

—Hemos caminado por horas buscando al guardián, pero de verdad no creo que lo encontremos hoy —aportó con un gesto de cansancio.

—Oh, vamos Els, en Arendelle caminaste mucho más para llegar al lugar donde construiste tu castillo, unos tramos más no te harán daño. Además, la que está que muere de frío soy yo —respondió cruzándose de brazos frente a su hermana.

Elsa giró sus ojos y continuó con su caminata dejando atrás a su indignada hermana. Si era cierto que estaban cerca de ese guardián, lo hallaría a como diera lugar, hablaría con él y después regresarían a casa antes de que la noche cayera.

No podía negar que amaba caminar sobre la nieve, pero ya estaba cansada de hacerlo por horas, incluso llegó a creer que estaban andando en círculos, sin embargo, Anna seguía insistiendo, y ante eso no pudo hacer más que seguirla o de lo contrario se enfrascarían en una nueva discusión porque Anna pretende reunir a todos los guardianes por si sola.

Sin embargo, Elsa estaba segura que el único encargado de reunirlos a todos era el dios de la Luna, Manny, no Anna. Además, pensaba que la corazonada que sentía ella no las llevaría muy lejos, solo darían vueltas como idiotas.

Anna caminó deprisa y alcanzó a Elsa, luego le dijo:

—Te aseguro que encontraremos a este sujeto. Ya lo he visto —reiteró con seguridad.

—No comprendo tu deseo por conocer a todos los guardianes, deberías dejar que todo suceda a su tiempo. El Hombre de la Luna nos llamará a todos algún día y podremos conocernos —la tomó por los hombros con cuidado —¿Entiendes?

Anna apartó las manos de la platinada con sutileza.

—Elsa, han transcurrido un año y medio, no hemos sabido nada hasta ahora de nuestros compañeros y del enemigo que debemos enfrentar —aseguró con el ceño fruncido —Lo único que sabemos es que tú, Rapunzel y yo hacemos parte de ese gremio, pero ¿y los demás cuando los veremos? Me impacienta esta situación y el mutismo que mantiene El Hombre de la Luna para con nosotras.

Elsa soltó un suspiro y pasó una mano por su sedoso cabello rubio.

—Sé que te enoja todo esto, pero no podemos hacer nada —opuso.

—Claro que podemos hacer algo, confiar en mis predicciones, seguir nuestro instinto y reunir a todos los guardianes y... Espera —se detuvo y cerró los ojos para concentrarse —Hay alguien allí arriba —señaló con su dedo el lugar.

Elsa posó su mirada azul en el punto que señalaba su hermana, ella también sentía una magia fluyendo de ese lugar. Quizás ella tenía razón y encontrarían al nuevo guardián.

—De acuerdo, vamos —le indicó.

Emprendieron camino a toda prisa, y con la ayuda de Elsa pudieron despejar el camino de nieve para poder correr sin ningún problema.

***

—¡Vamos, amigo, golpea con más fuerza —emitió el peliblanco alentando a su acompañante.

Jack se encontraba en un punto alejado de la ciudad, para precisar, las montañas del Norte, entrenando con sus amigos los yetis que habían tomado la decisión de vivir en un lugar tan frío como ese. Además, contaba con la ayuda de los huevos de piedra que vivían en la madriguera de Conejo que aceptaron acompañarle.

En sus días libres y por las noches salía de su casa a practicar con su magia en un lugar donde no le hiciera daño a nadie y donde dejara fluir su poder sin límites.

Entrenar no solo lo hacía para divertirse un rato y hacerse más fuerte, sino para defender a su familia de la amenaza que pretendía ser Pitch Black, hombre que decidió presentarse en sus pesadillas por todo este año y medio. Ya no podía dormir tranquilo, así que optó por crear una rutina de entrenamiento diario, cada vez más exigente.

Los yetis trataban de golpearlo con unas varas de madera, pero él lograba esquivar sus ataques con su cayado, le resultaba fácil puesto que cada vez era más ágil con su herramienta de trabajo. Incluso, intentó muchas veces no utilizar su bastón para crear hielo, pero hasta la fecha no había conseguido nada.

Las criaturas de invierno refunfuñaron y tiraron los palos al suelo cubierto por nieve. Los cinco yetis se cruzaron de brazos y se alejaron de Jack, enojados.

—De acuerdo —soltó un bufido —No usaré mi cayado para que les resulte más fácil golpearme ¿sí?

Los yetis se miraron entre sí, asintieron con la cabeza, tomaron de nuevo las varas y arremetieron con furia contra el albino, tomándolo por sorpresa.

Jack esquivó uno que otro golpe, sin embargo, recibió algunos en su costado y rostro, el cual se tornó rojo en la zona más afectada que fue su mejilla.

—Vaya, así que jugarán sucio ¿eh? —enarcó una ceja —Pues yo también puedo hacerlo.

Estiró sus brazos y piernas y comenzó a lanzarle puñetazos a las criaturas que metían dos metros cada uno. Ellos se defendieron con sus armas, pero Jack se las arrancó de las manos con gran destreza y después los empujó con una pequeña ráfaga de viento, que era lo único que había aprendido hacer sin su cayado.

Sus contrincantes cayeron sobre la nieve, derrotados y cansados. Jack les tendió la mano, pero ellos lo ignoraron y se marcharon sin despedirse.

—¡Hey! ¡No se vayan! —gritó, los yetis no quisieron responder, solo se apartaron.

Jack tenía que lidiar con su mal genio por horas, pero ellos resultaban ser las mejores criaturas del mundo cuando se lo proponían.

—Tienes que ofrecerle una disculpa, Jack —escuchó una voz femenina que se hallaba cerca suyo.

—Mmm, me puedes recordar ¿por qué te dejé acompañarme? —respondió con una sonrisa ladeada, sin girarse a verla.

—Pues porque no puedes decirme que no nunca —dijo ella.

Jack giró en sus talones y caminó hasta la chica que cargaba una pequeña niña en sus brazos, cubierta por cálidas mantas que no dejaban ver su rostro.

—No debiste haber venido con ella, Emma —afirmó, acariciando con cuidado la tersa piel del rostro de su sobrina —Es muy frágil.

La bebé abrió los ojos y observó al peliblanco, luego tomó con su diminuta mano su dedo. Los iris dorados que poseía resplandecieron al ver la sonrisa que dibujaba el muchacho cuando la miraba. Aunque, ella tuviera el característico color de los ojos de su padre no dejaba de verse hermosa y tierna.

—Pues, ella está muy feliz de verte jugar con la nieve —aportó la castaña con una gran sonrisa pintada en sus labios —¿Verdad, Ámbar?

La chiquilla rió afirmando lo que había dicho su madre. Aún no tenía dientes, pero su sonrisa era muy especial para Jack. Esa niña era su vida, se había desvivido todo este tiempo para que ella tuviera todo antes de nacer, tuvo que abandonar todo lo relaciado con vagar por las calles y no hacer nada para trabajar y conseguirle lo necesario.

Aprendió mucho sobre ella; los cuidados que debía tener, cómo cambiarla de ropa, cómo bañarla, qué hacer cuando llora y demás cosas. Junto a su hermana vivieron esa primera experiencia con alegría, aunque traerla al mundo significó un dolor muy grande para Emma, pero al ver a su hijita en sus brazos olvidó cualquier atisbo de lamento.

En cuanto al poder oscuro que poseía Ámbar aún no se había presentado en su ser, pero Jack temía por ella, porque se convirtiera en una mala persona como su padre, pero de alguna forma era su deber evitar eso a toda costa. Ámbar no sería como Pitch, eso se lo repetía todos los días y todas las noches.

Sin embargo, continuaba con ese molesto sentimiento de culpa por no confesarle a su hermana sobre los poderes de su hija. Emma vivía en la ignorancia, ella pensaba ciegamente que Ámbar era una niña común y corriente, pero Jack conocía muy bien la verdad, podía percibir la magia oscura que transcurría por sus venas, tenía sangre de demonio, aunque le costara aceptarlo.

—Este clima no es adecuado para ella —insistió con seriedad, borrando la sonrisa de sus labios.

Emma giró los ojos.

—La he traído buen abrigada, no hay problema. Ah, y otra cosa, los médicos dicen que es bueno que los bebés pasen tiempo al aire libre —apuntó con un giño de ojo —Soy una mamá bien informada ¿no lo crees, hermanito? —pellizcó su mejilla.

—Sí, ya veo —respondió vacilante —Pero reitero, no es bueno que Amb esté cerca de un ambiente tan gélido podría enfermar.

—Entonces... Acaba con la nieve y con el frío de este lugar, así mi pequeña no correrá peligro alguno —comentó meciendo a la bebé en sus brazos para que pudiera dormir.

Jack pasó las manos por el rostro y buscó su cayado entre la nieve, cuando lo encontró, miró a su hermana y le pidió que se apartara, luego levantó su cayado y concentró toda su energía en él. El bastón comenzó a brillar con fuerza, Jack cerró los ojos e hizo que la nieve comenzara a desprenderse del suelo para levitar en el aire, después la atrajo hacia él y en un santiamén hizo que se disipara en el cielo.

Los árboles retomaron el color verde de sus hojas al igual que el suelo. El clima en esa área de la montaña había cambiado drásticamente de frío a cálido todo por obra y gracia del Espíritu del invierno y su poderosa magia.

—Listo ¿te gusta? —preguntó después de bajar su cayado —Solo será por unos minutos, después la nieve volverá a caer.

Emma levantó la mirada hacia el cielo notando que ahora estaba despejado, iluminando el bosque y el rostro de su niña sin causarle molestia. Incluso, las aves habían regresado y los animales del bosque, desconcertados salieron de sus hogares para disfrutar del calor del sol. Los huevos de piedra habían cambiado su gesto enojado a uno de felicidad, el invierno no era su clima favorito, pero Jack los había obligado a venir.

—Es precioso. No me refiero a que el invierno no lo sea —explicó —Solo que los colores del panorama son más vivos.

—Entiendo —fue lo único que dijo.

Emma se sentó sobre la hierba con niña en brazos y del bolso que cargaba a su costado sacó una manta y la extendió para luego recostar a Ámbar sobre ella.

Jack se acercó a ellas y se acostó a su lado para ver como la bebé observaba las nubes con sus brillantes ojos dorados, los cuales habían sido el motivo para colocarle su nombre: Ámbar.

—Falta poco para tu graduación ¿verdad? —Inició hablar Emma mientras se sacaba la chaqueta que tenía de encima.

—Sí, la verdad no puedo creer que haya llegado tan lejos —colocó sus brazos bajo su cabeza —Va a ser algo nuevo para mí recibir un diploma por estudiar la mayoría de mi tiempo en un instituto. Cuando era guardián, el estudio nunca estuvo en mis planes, yo era libre y despreocupado, ahora soy otra persona muy diferente a la de hace años.

—¿A quién vas invitar al baile? Sé habrá uno después de la ceremonia.

El peliblanco dibujó una sonrisa pícara en sus labios y desvió su mirada hacia la nada.

—Mmm, quizás le pida a Elsa que vaya conmigo o quizás no, puede que ya tenga pareja —afirmó.

Sinceramente había olvidado lo del baile, no le resultaba muy interesante pensar en ello, incluso había decidido no ir, pero él mismo se acababa de proponer una idea, invitar a su amiga Elsa. Sin embargo, le daba algo de vergüenza hacerlo ¿y si le dice que no? Sería un golpe anímico tremendo.

A lo lejos, Jack percibió un gruñido perteneciente a uno de los yetis que seguían rondando por ahí. De un salto se levantó y observó los gestos que hacía la criatura, cuando él vio al peliblanco señaló hacia abajo.

—¿Qué sucede? —inquirió la chica protegiendo a su bebé en sus brazos.

—Alguien se acerca —respondió con sequedad.

Luego tomó su cayado entre sus dedos e hizo que emanara luz de color azul. Avanzó a paso lento, precavido y dispuesto a defender a las chicas que estaban tras él, de cualquier persona, sin importar su precedencia. Ahora su mayor prioridad era su familia.

Se detuvo en seco cuando escuchó murmullos que provenían de entre los árboles. Pudo captar que aquellas voces agudas pertenecían a mujeres y le fue confirmado al ver a las dos chicas que se acercaban a donde se hallaban.

Jack aflojó el agarre de su bastón y dejó escapar un suspiro. Después sonrió como un niño al ver a la linda platinada que le observaba con esos divinos ojos claros que tanto amaba.

—Elsa, hola —levantó su mano y la sacudió como saludo.

La platina dibujó una sincera sonrisa en sus labios rojizos. Dio un par de pasos y alcanzó al peliblanco mientras que Anna dislumbraba el paisaje con estupefacción.

—Hola, Jack —dijo sin perder su sonrisa y depositó un corto beso en la mejilla del muchacho como saludo —¿Qué haces aquí?

—Mmm —rascó su nuca —Disfruto de mi día libre con Emma.

Elsa miró tras el cuerpo de Jack a la chica castaña con su pequeña niña en brazos. Decidió ir junto a ellas y saludarlas como era debido.

—Emma, qué gusto verte —comentó alegre. Se agachó y besó la frente de la bebé —¿Cómo estás, hermosa?

—Hola, ¿qué te trae por acá? —respondió la castaña.

Jack se sentó junto a ellas y tomó a la bebé en brazos mientras Emma y Elsa conversaban. Ámbar lloró al principio, pero luego se calmó cuando el peliblanco comenzó a jugar con ella.

Elsa guardó silencio por unos segundos pensando una respuesta para Emma, sin embargo no podía decirle que estaba buscando a un guardián que vive en las montañas, ella no entendería, ni Jack tampoco, por tanto, debía formular una buena mentira.

Abrió su boca, pero de ella no alcanzó a salir nada.

—Buscamos a un... —dijo Anna, tomando la palabra, sin embargo no completó la frase porque su hermana había negado con la cabeza varias veces —Bueno, en realidad solo estábamos dando un paseo —corrigió, junto con una sonrisa forzada.

Todas las miradas se posaron en Anna como si fuese algún animal asustado, pero ella lo único hizo fue desviar la mirada hacia un punto del bosque, y cambiar de tema.

—¿Por qué este es el único lugar que no tiene nieve en toda la montaña? —preguntó observando el ver del campo.

—Petición de mi querida hermana —contestó Jack mientras le hacía caras graciosas a la bebé para hacerla reír.

Anna había visto en los recuerdos de su hermana la magia que poseía el peliblanco, solo que no la había visto en acción, puesto que ellos dos todavía no lograban llevarse del todo bien, sin embargo, al menos se hablaban de vez en cuando. Al final la pelinaranja había comprendido que Jack no era una persona tan mala y que le hacía buen a su hermana Elsa.

Ambos chicos habían afianzado su amistad en todo este tiempo. Elsa no paraba de hablarle de lo maravilloso que era su mejor amigo y Anna solo asentía con la cabeza, a veces solía ser muy insistente con ese tema, incluso, en una ocasión pensó que su hermana estaba enamorada de él, se lo preguntó, pero la platinada lo negó una y otra vez.

—Vaya, es muy agradable este clima —afirmó para luego sentarse en el suelo y disfrutar del radiante sol.

—Pues para mí no lo es del todo, prefiero el frío y la nieve —comentó Elsa, sentándose al lado de su amigo.

—Concuerdo contigo, Els —dijo él viéndola a los ojos —Y te quiero porque piensas igual que yo —guiñó un ojo.

Elsa soltó una leve carcajada y empujó el hombro del muchacho de forma juguetona.

Ámbar observaba al par de chicos con sus lindos ojos dorados sin entender muy bien por qué se miraban de esa forma por lo que solo se echó a reír junto al par de pícaros amigos.

Sin embargo, un carraspeo los sacó de esa conexión de miradas. Anna se había acercado hacia ellos con las manos colocadas a sus costados.

—Elsa, debemos marcharnos ¿recuerdas? —mencionó impaciente —Si no vamos ahora, no podremos disfrutar de las luces que se presentan en lo más alto de las montañas —mintió.

—Oh, es cierto —contestó la platinada —Tenemos que marcharnos, pero en otra ocasión podremos disfrutar de un lindo paseo todos juntos.

—¿Y por qué no ahora? —sugirió el peliblanco con una sonrisa radiante.

Elsa se acercó al oído de su amigo y le susurró.

—Es una petición de Anna, ya sabes lo caprichosa que es —rió y miró a su hermana.

—Bien, entonces será otro día —aceptó sin borrar su tenue sonrisa —Además, allí arriba hace mucho frío, podría hacerle daño a esta chiquilla —meció a la bebé en sus brazos.

La platinada se levantó de su lugar, besó la frente de Ámbar y la mejilla de Jack como despedida. Se dirigió a Emma y sostuvo su mano entre la suya, le sonrió y se alejó hacia donde la esperaba su hermana Anna. Ella se despidió con un leve movimiento de mano y partieron juntas en busca del guardián.

Cuando estuvieron bien lejos de aquella linda familia, Elsa sostuvo el brazo de su hermana con cuidado.

—Hey, no tenías que ser tan grosera con ellos, Anna. No tenemos tanto apuro por encontrar al guardián —frunció levemente el ceño.

Anna se zafó de su agarre y la encaró.

—Els, me urge hallarlo, siento su aura muy cerca de aquí, al norte de donde estamos —se defendió —Perdón si no me despedí como era debido, pero ya te dije encuentro porque encuentro a ese ser hoy mismo.

Giró en sus talones, dejando a la platinada con la palabra en la boca, sin embargo, ella sabía que cuando su hermana se le metía algo en la cabeza, no había nada que la detuviera de llevarlo a cabo, por lo que optó por seguirla en silencio montaña arriba. En algún momento debería aparecer el supuesto guardián.

Continuaron caminando sin par por varios minutos hasta que en lo alto Anna se detuvo y miró a su alrededor con una sonrisa de oreja a oreja. A lo lejos alcanzó a vislumbrar humo que despedía de entre los árboles.

Elsa se detuvo a su lado.

—¿Ves eso? —señaló el humo —Te dije que estábamos cerca de él o ella —chilló emocionada.

—Sinceramente, no creo que sea... —no pudo terminar de hablar porque sin percibirlo antes su hermana había emprendió camino a toda velocidad —¡Anna!

Soltó un suspiro cansado y comenzó a correr tras ella, aunque la había perdido de vista, solo se daba cuenta por dónde iba gracias a las huellas que dejaba en la nieve. Aquella pequeña mujer tenía una gran habilidad para ir cada vez más rápido.

La respiración se le tornó forzosa por lo que tuvo que detenerse y tomar una gran bocanada sin embargo, algo la hizo paralizar. Un grito proveniente de su hermana sacudió todo el bosque helado.

—¡Anna! —gritó, asustada.

Siguió con su marcha hasta encontrarla en medio de una manada de lobos blancos que trataban de atacarla.

—Oh, por Dios...



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