Chapter 25
Jack, furibundo, empujó el cuerpo de la pelirroja para después salir a toda prisa por la puerta. Su rostro se había tornado rojo gracias a la ira que le embargaba y sus mandíbulas se habían apretado con fuerza.
De camino a la planta más baja, se llevó por delante a varios estudiantes que habían osado en interponerse frente a él, muchos de ellos se enojaron y maldijeron al peliblanco, pero él hizo oídos sordos y continuó con su marcha.
Cuando llegó a su destino, se encontró con el sujeto que tanto anhelaba encontrar, recostado sobre los casilleros charlando amenamente con una chica rubia, sin siquiera pensarlo, se acercó a él y lo sujetó por el cuello de su camiseta, luego lo estrelló con rabia contra la superficie de metal de los casilleros.
El pelinegro mostró un gesto de completo desconcierto al ver los ojos azules del peliblanco que le trasmitían un sincero odio.
—Dime que no es verdad —escupió entre dientes —¡Dímelo, ahora!
Apretó con más fuerza su camiseta, levantándolo unos centímetros del suelo.
—¿De qué hablas, Jack? —preguntó con la voz ahogada.
—Hablo de que le arruinaste la vida a mi hermana —confesó —Te aprovechaste de su inocencia para manchar su honra, imbécil —empujó su cuerpo contra los casilleros.
El muchacho apretó los dientes y sujetó las muñecas del peliblanco que estaban sujetando su cuerpo.
—No, te equivocas, yo no le destrocé la vida, por el contrario, yo le enseñé lo divertido de la vida y los placeres que tiene para nosotros —sonrió con saña —Yo la hice mujer.
Jack no pudo contener su resentimiento hacia el pelinegro y de un puñetazo borró su sonrisa socarrona, luego lo soltó para que cayera contra el suelo, estruendosamente.
Logan rozó con las yemas de sus dedos su labio inferior, sintiendo un escozor allí junto con un poco de sangre deslizándose por su rostro. Sin embargo, no se iba a quedar detenido mientras que Jack lo golpeaba, él también tenía mucho que dar.
Se reincorporó de un salto y le atestó un fuerte golpe en el pómulo que lo desestabilizó al instante, sonrió cuando vio que el peliblanco acariciaba su mejilla herida con el ceño fruncido.
De un momento a otro, algunos chicos y chicas se reunieron alrededor de ambos hombres siendo testigos de su enfrentamiento, muchos gustosos por ver acción en el pasillo de la escuela y otros, solo estaban por curiosidad, entre ellos estaba Mérida burlándose a carcajadas de Jack.
Los estudiantes comenzaron a entonar una porra a todo pulmón.
—¡Pelea! ¡Pelea! —gritaban, emocionados.
Jack ignoró a los espectadores para enfocar su mirada en los ojos dorados de Logan que le devolvía la mirada con resentimiento.
Sin más preámbulos iniciaron su disputa repartiendo golpes a diestra y siniestra, animando a los estudiantes hacer sus apuestas para saber quién ganaba, sin embargo, sus fuerzas estaban muy parejas y su odio se incrementaba con cada movimiento brusco.
Por un instante todos creyeron que no pararían de golpearse hasta que alguno de los dos quedara inconsciente, en parte era cierto, pero Jack no dejaría que Logan le ganara, no utilizó su magia porque no quería agrandar el problema, Longan era humano, podría matarlo, aunque ganas no le faltaban.
En un descuido por parte de él, le propinó un certero puñetazo en su abdomen y de un empujón lo tiró contra el suelo. Logan quedó casi sin oxígeno, pero Jack no iba a ser tan misericordioso con él, por lo que se situó encima suyo y lo inmovilizó por completo.
El pelinegro trató de soltarse, pero en su momento no podía, cosa que aprovechó el peliblanco para pegarle con fuerza en el rostro sin que él pudiera siquiera defenderse. El objetivo de Jack era dejarlo casi irreconocible y que pagara por haberse aprovechado de Emma.
Se detuvo hasta que observó que a Logan no le cabía otro golpe más en el rostro, estaba lleno de moretones y sangre.
—Espero, no, te exijo que le respondas a mi hermana como es debido —espetó con el entrecejo fruncido.
Logan le escupió un poco de sangre en el rostro para después responder:
—No lo haré —sonrió, mostrando sus dientes manchados por el color carmesí de su propia sangre —Yo no amo a esa niña ni a ese bebé que está esperando. Además, Emma me buscó, se ofreció a mí como una... —no pudo terminar porque Jack había enroscado sus dedos en su cuello y lo apretó con fiereza.
—¡No te atrevas a llamar así a mi hermana! —vociferó presionando aún más su garganta.
Logan comenzó a patalear como pez fuera del agua ya que el aire se le estaba haciendo escaso. Sin embargo, no se iba a dejar ganar así de fácil, él se consideraba más fuerte que cualquier otro hombre, por lo que le envió una ráfaga de oscuridad al peliblanco, y de esa forma logró sacárselo de encima y estrellarlo contra el muro de en frente.
Tosió varias veces mientras masajeaba su garganta.
Jack, aturdido, se reincorporó del suelo con un dolor punzante en su espalda baja gracias al abrupto impacto con la pared, le sorprendió el hecho de que Logan también tuviera poderes, aunque un tanto salvajes.
No obstante, todavía no acaba con él, su cobardía y egoísmo merecían un castigo.
—¡Acábalo, Frost! —le instó uno de los chicos que estaban atentos a la pelea.
Jack se acercó a paso lento hacia el pelinegro con la clara intensión de propinarle aún más golpes.
—¡¿Sabes una cosa, Frost?! —gritó a todo pulmón desde el suelo —¡Disfruté mucho de tu hermana, de su inocencia y de todo su ser!
—¡Eres un hijo de puta, infeliz! —vociferó.
Su sangre se calentó de ira y sus manos se empuñaron a sus costados dispuesto a no dejarlo vivo. Había tocado fondo su rencor, tanto que ahora quería verlo muerto, tenía la capacidad para asesinarlo sin piedad, pero alguien lo detuvo por el brazo, ese alguien no se llevó un buen saludo de su parte.
Sin detenerse a observar a la otra persona y optando por dejarse llevar por su momento de descontrol le atestó un tremendo golpe en la boca del joven. Sin embargo, había errado al golpear ese bello y pálido rostro femenino.
Su boca se abrió por completo al ver el cuerpo de la chica platinada caer de espaldas contra el suelo. Ella limpió su rostro para fulminar a Jack con su mirada.
—¡¿Cómo te atreves?! —gritó, encolerizada.
—Elsa, D... De verdad lo siento, yo... yo no quería... —tartamudeó con nerviosismo, jamás había golpeado a una chica en su vida, se desconocía ahora mismo.
La platinada se levantó del suelo con el labio hinchado y sin darle oportunidad de remediar las cosas, chocó la palma de su mano contra el rostro del muchacho devolviéndole el golpe.
Tal contacto produjo que Jack girara el rostro y que los dedos de Elsa quedaran marcados en su dolorida piel.
—Yo solo quería detenerte de cometer una locura, pero me he dado cuenta que eres un completo animal con las mujeres —espetó llena de coraje.
No pudo soportar más verle su magullado rostro, que decidió dar media vuelta y volver por donde venía.
—Uh, lo arruinaste, amigo, ahora esa chica no querrá volverte a verte nunca —pronunció Hiccup a su lado.
Jack acarició su mejilla con su mano recordando el error tan grande que había cometido por dejarse llevar por su ira.
—No, ella merece una disculpa —dijo para después salir corriendo tras ella.
Sin embargo una muy enfadada pelinaranja se interpuso en su camino con un gesto cargado de cólera. Jack no supo reconocer su rostro, pero lo que sí pudo hacer fue recibir el impacto de su mano en el mismo lugar donde Elsa había colocado su mano. Nuevamente, giró el rostro.
—¡¿Cómo te atreves a tocar a mi hermana, idiota?! —le gritó sin importarle que todos la estuvieran viendo.
—Yo...
—¡Tú nada! ¡Te prohíbo que te le acerques o de lo contrario te haré pedazos! —lo amenazó con su dedo.
Anna lo empujó por el pecho, luego se fue corriendo para alcanzar a su hermana y apaciguar su temperamento.
Jack se quedó allí parado acariciando su rostro abofeteado por dos lindas mujeres hasta que escuchó una tierna voz que lo llamaba.
—Jack —dijo casi como un susurro temeroso.
Él giró en sus talones para encarar a su hermana, quien tenía los ojos empañados en lágrimas. Odiaba ver a una chica llorar, era casi como su debilidad y ahora más cuando aquella niña era su pequeña Emma.
Caminó hasta donde se hallaba detenida y sin pensarlo la envolvió en su brazos y acarició su cabello mientras ella dejaba que las lágrimas cayeran por su rostro.
—L... Lo siento tanto, t... te he fallado, hermano —sollozó en su pecho.
Jack la apretó con más fuerza a su cuerpo para darle la fuerza que tanto necesitaba para no perderse en su dolor.
—Si tan solo te hubiera hecho caso... Esto nunca pasaría —afirmó con la voz desgarrada.
—No sigas, Emma —le suplicó —Ya lo hecho está, solo nos queda salir adelante juntos.
—¿No estás enojado conmigo? —se separó de su pecho para observar su rostro lleno de moretones —Peleaste con él ¿verdad? —intentó tocar su cara pero él se alejó.
Jack soltó a Emma con cuidado.
—Primero, no estoy enojado contigo, solo decepcionado —sus ojos perdieron brillo al pronunciar eso, pero era verdad —Y segundo, lo hubiera matado con mis propias manos, pero no pude, aunque él merecía la muerte por engañarte.
Emma agachó la cabeza, avergonzada.
—¿Qué voy hacer con él? —mencionó acariciando su abdomen plano.
—Cuidarlo y darle todo tu amor como nuestra madre lo hizo con nosotros —le aseguró —Yo estaré contigo, no te abandonaré nunca.
Tomó la mano derecha de su hermana entre la suya y la estrechó con suavidad.
—G... Gracias por estar ahí, Jack —dibujó una sonrisa melancólica en su rostro, luego abrazó a su hermano con fuerza.
Jack besó su mejilla y acarició su cabello con cariño.
A lo lejos, una pequeña mujer caminaba hacia ellos con un gesto de completo enojo y exasperación, cargaba su bastón en su mano como si fuera su arma más preciada.
—¡Jack Frost, ya me enteré de lo que hiciste, niño. Ven aquí! —gritó.
Cuando llegó hasta él lo golpeó con su bastón en repetidas ocasiones. Emma se mantuvo a un lado.
—¡Aush! —se quejó el peliblanco.
—¡Muchacho insensato, te quiero ya en mi oficina! —sentenció —y a ti también, niña —señaló a Emma.
Los dos hermanos se miraron sin entender muy bien por qué Edna los quería a los dos en su ofecina. Emma no tenía nada qué hacer allí, pero cuando quiso comunicárselo ella ya se había marchado.
—Será mejor no hacerla esperar —dijo Emma en voz baja.
—De acuerdo —sujetó su mano y juntos se encaminaron a la dirección.
***
—Jack Frost, acabas de hacer el espectáculo más estúpido que alguno de mis alumnos haya hecho jamás. Estoy decepcionada de ti —dijo con el ceño fruncido.
Jack lo único que hizo fue encogerse en su lugar y desviar su mirada hacia el suelo. Emma se encontraba sentada en una silla a su lado manteniéndose en silencio.
—Ya te había llamado la atención antes y creo que no captaste el mensaje porque vuelves a meterte en problemas —continuó con su regaño —Traté de dar con el paradero del otro muchacho con el que te enfrentaste, pero no han dado con él, por tanto tú tendrás que dar explicaciones.
El peliblanco levantó la mirada para toparse con el gesto indignado de la directora. Dejó escapar un suspiro y después contestó:
—Ese sujeto se aprovechó de Emma, no podía dejar las cosas así, ¡debía recibir un castigo por ello! — se levantó y golpeó con su puño el escritorio de Edna.
—¡Jack! —exclamó su hermana luego sostuvo su hombro con fuerza para que se controlara.
El albino se disculpó entre dientes y retomó su posición.
—Con este comportamiento no lograrás llegar lejos —aseguró con una mueca de disgusto —Por tal razón he decido suspenderte una semana de mi instituto por indisciplina.
—Espere señora directora, mi hermano cometió un error pero no es para que lo tome de ese modo —objetó Emma —Una semana es demasiado.
—Basta Emma, no te exaltes, eso no es bueno en tu estado —aconsejó el peliblanco a su hermana y colocó su mano sobre la suya.
Emma asintió con la cabeza.
Sin embargo, Edna estaba desconcertada gracias a la revelación del chico.
—¿Qué dijiste, niño? —preguntó, pero ninguno de los dos hermanos respondió —Exijo una explicación.
—Directora, estoy esperando un bebé —confesó Emma con tristeza.
Edna casi se cae de espaldas al escuchar a su alumna. En su instituto estaban prohibidas las relaciones amorosas entre los alumnos ¿en qué había fallado?
—Lo lamento, niña, pero yo no puedo permitir que continúes en mi institución.
—¿Disculpe? —pronunció Jack con el ceño fruncido —Y ¿por qué no puede?
Edna abrió el cajón de su escritorio y de allí sacó un libro de grandes medidas que tenía por título Reglamento, luego lo abrió y comenzó a pasar páginas y páginas.
—En el reglamento se estipuló hace años que una niña embarazada no podía ser recibida en este instituto por cuestiones de ética y buen nombre —le pasó el libro.
Jack observó a detalle el documento y en efecto, Emma no podía seguir estudiando. Los motivos le parecieron muy injustos y denigrantes.
Su hermana pasó los dedos por su cabello castaño en un gesto de desesperación, la habían expulsado de su escuela favorita, ansiaba poder continuar con sus estudios, pero ya no era posible por causa de su embarazo. Maldijo en voz baja su inmadurez e ingenuidad.
—Pues no me queda mas que marcharme —pronunció con la voz entrecortada, luego se levantó de la silla con cuidado y se dirigió a la puerta a paso lento.
Jack fulminó a la directora Edna con su mirada.
—Esto es una injusticia —le reclamó.
—Yo no hago las reglas —se justificó.
El muchacho decidió marcharse tras su hermana para dejar de escuchar las palabras infundadas de la pelinegra. La alcanzó en el pasillo con las manos cubriendo su rostro.
Se acercó a ella y la acogió entre sus brazos para tranquilizarla, sin embargo, Emma se sentía devastada y sin una salida a la cual recurrir. Su hermano era un gran apoyo, pero lo que se le venía encima requería de algo más que solo apoyo emocional. Ahora debía cuidar de un niño, cuando ella tan solo era una chica sin experiencia en esos casos.
—Vamos a casa, tenemos que hablar con Norte y los demás —susurró en su oído.
Emma lo apretó con más ahinco, sintiendo el miedo de enfrentarse a su dolorosa realidad, ser mamá tan joven.
Decidieron recoger sus cosas y marcharse cuanto antes del instituto, no querían escuchar los malintencionados chismes que se estaban formando gracias a la pelea que involucraban el embarazo de Emma y el odio que demostró Jack frente a Logan, sin olvidar que había golpeado a una mujer sin intención aparente.
***
Jack acarició con ternura el rostro de su querida hermana Emma mientras que ella descansaba recostada en la cama. Hace unos minutos habían hablado con los antiguos guardianes sobre la condición de la chica. Descontentos regañaron a Emma, ensanchando su dolor, sin embargo, Jack siempre estuvo allí a la vanguardia frente a ellos, por su hermana lo daba todo y si era necesario ponerse en contra de sus amigos, lo haría.
Tres de los guardianes habían aceptado ayudarla a salir adelante, pero uno de ellos fue renuente con ella y se apartó del problema. Jack estaba convencido que jamás contaría con Aster para nada, él no comprendía a su hermana, ni le colaboraría, pero era mejor que se mantuviera al margen.
Y si tenía que desvivirse por su hermana y por su pequeño sobrino lo haría, era el llamado de la sangre, jamás huiría de su responsabilidad de hermano mayor, de proteger y amar a su pequeña.
—No te preocupes por nada, Emma, yo todo te lo daré —le prometió.
—Pero... —susurró acongojada.
—Pero nada, tú descansa —le dedicó una media sonrisa y pasó las cobijas por su cuerpo y besó su frente con dulzura.
Se levantó del extremo de la cama dispuesto a marcharse, pero su hermana lo detuvo por el brazo.
—Debería limpiar tus heridas, Jack. Te has preocupado tanto por mí que no te has fijado en ti mismo —afirmó.
Jack chasqueó la lengua, restándole importancia.
—Pierde cuidado, yo estaré bien. Descansa.
Emma asintió y se acomodó en la cama, luego cerró los ojos no sin antes hacerle una última pregunta a su hermano.
—¿A dónde irás esta noche? —dijo sin abrir los ojos.
—Tengo un asunto qué atender —respondió con solemnidad.
Cuando observó a su hermana profundamente dormida se pudo marchar sin preocupaciones. Cerró la puerta con cuidado, pidiéndole al cielo que su querida Emma pudiera dormir bien y aliviar su roto corazón.
Por otro lado, era cierto lo que le había dicho, un asunto importante debía atender con urgencia, no podía irse a dormir sin antes haber solucionado su problema.
***
En el baño de su habitación, Elsa disfrutaba de una deliciosa ducha con agua helada, necesaria para relajar sus músculos y su mente. Todo lo sucedido en el transcurso del día la mantenía perdida en su mente, se bañaba por inercia porque se sentía más en su mundo que en la verdadera realidad.
Después de un par de minutos salió de la ducha y secó su cuerpo con una toalla, luego se colocó su pijama de color turquesa. Cepilló su cabello rubio y sus dientes frente al lavado donde se encontraba su amplio espejo, allí pudo observar su pálido rostro y la abertura que surcaba su labio inferior.
No quería ni recordar cómo era que tenía esa herida, no deseaba evocar aquel horrible momento cuando recibió ese doloroso puñetazo en la boca.
Negó con la cabeza y salió del baño para dirigirse a su cama, descansar y olvidar todo lo sucedido. Su habitación estaba en penumbras, no se molestó siquiera en encender las luces, solo se tiró en la cama.
Sin embargo, algo había quedado debajo de su cuerpo.
—¿Qué es esto? —susurró para si misma mientras se levantaba y tomaba el ramillete de rosas que había aplastado con su cuerpo.
Lo que le llamó la atención no fue el hecho de encontrar rosas sobre su cama, sino el material del que estaban hechas, eran de cristal.
Las acarició con sus dedos sintiendo la frialdad de una poderosa magia que cosquilleaba con la suya. Eran muy hermosas, al igual que frágiles, de milagro no las había dañado, porque no merecían ser destrozadas flores tan bellas.
Sin embargo, en medio del ramillete encontró un papel doblado a la mitad, lo arrancó con cuidado y leyó su contenido.
"De verdad lo siento mucho"
No reconocía la caligrafía del escritor, ni tampoco tenía firma o sello, pero sabía muy bien a quién pertenecía esa frase y esa magia.
Elsa rodó los ojos con fastidio, aplastó la carta, luego se levantó de la cama y tiró la hoja de papel al bote de basura junto a las rosas de cristal.
—Me costó mucho hacerlas ¿sabías? —escuchó una voz masculina a su espalda.
Volteó con lentitud para fijarse en aquel chico recostado contra la pared con el rostro cubierto por la capucha de su sudadera y con una sonrisa ladeada pintada en sus finos labios.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con los ojos bien abiertos.
—Tenemos algo que platicar...
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