Chapter 22
—¿A qué te refieres con guardianas, hombre misterioso? —inquirió Rapunzel con algo de ironía.
Entre tanto, Elsa sentía que su corazón golpeaba muy fuerte contra su pecho al ver el tierno rostro de su hermana después de muchísimos años, no podía creerlo, su querida Anna seguía con vida, aunque no supiera si ella la recordaba ya que aún no había brincado a abrazarla, se había mantenido en un discreto segundo plano.
Tuvo el impulso de correr hacia ella y estrecharla en sus brazos, pero el Hombre de la Luna habló.
—Viven en un mundo colmado de peligros, los espíritus de corazón oscuro los acecha y ante esto —observó a las chicas —he decidido otorgarles una importante misión que definirá el destino de su mundo, serán mis guardianas y protegerán a la humanidad de la malicia de los seres oscuros —sentenció con solemnidad.
Rapunzel dio un paso hacia adelante dejando atrás la vacilación que sentía al estar presente frente a una deidad muy poderosa. Levantó la cabeza y encaró al dios de la luna con algo de valentía, necesitaba respuestas concretas no simples frases que parecían sacadas de un libreto de una película de ciencia ficción.
Se dispuso ha dejar brotar de sus labios su respectiva pregunta, sin embargo, la otra chica pelirroja decidió interrumpir y unirse a la conversación.
—Ahora si podrías decirme ¿por qué nosotras?
El Hombre de la Luna se le quedó viendo fijamente, luego desvió su mirada hacia las otras chicas que esperaban con ansias su respectiva respuesta.
—Solo les diré que no son las únicas guardianas y que las escogí porque dentro de ustedes habitan sentimientos puros y el deseo de mejorar su mundo —afirmó sin ningún ápice de duda.
A Elsa no le resultó la mejor respuestas de todas, pero entendía que él aún no quería que supieran la verdad completa, ya la tenía acostumbrada al misterio que siempre utilizaba cada vez que hacía acto de presencia frente a ella.
—¿Eso es todo? —inquirió con una mueca de absoluto desagrado —¿No piensas revelarnos algo más concreto?
—No seas osada, reina Elsa —le recriminó —Esto es todo lo que tengo por decirles, pronto se reunirán con los demás guardianes, por ahora aguarden pacientemente.
El hombre de la Luna se giró en sus talones no sin antes dedicarles una fugaz mirada a las chicas, luego desapareció dejando una estela de luz tras de él.
Cuando la luz se disipó, las tres mujeres se quedaron viendo allí detenidas hasta que Anna resolvió correr hacia su hermana y acogerla entre sus brazos, Elsa recibió el abrazo con mucho gusto, lágrimas saladas descendieron por ambos rostros mientras sus corazones se regocijaban ante el esperado reencuentro.
Rapunzel se mantuvo en un discreto segundo plano mientras las hermanas Arendelle compartían un hermoso momento de hermanas.
No querían separarse, pero tenían mucho que decirse.
—L... Lo siento mucho, hermana, arruiné tu boda y tu vida —dijo Elsa entre lloriqueos.
Anna sostuvo el rostro de su hermana mayor y le sonrió con tanto ahinco, para que Elsa no se sintiera más culpable de algo que fue solo un terrible accidente.
—Elsa, ya no importa. Lo que pasó en Arendelle hace parte de un amargo y tormentoso pasado del cual no quiero hablar —afirmó sin tapujos —Ambas hemos sufrido mucho pero Manny ha decidido que es momento de volver a estar juntas y reforzar nuestro lazo de amor entre hermanas.
La platinada dejó escapar un sollozo. Su hermana era el ser más bondadoso del mundo al perdonarla y olvidar lo sucedido, aunque fuese algo que merecía que la despreciera por toda la eternidad, sin embargo, Anna no era capaz de sentir algo tan horrible como odio por su hermana.
Limpió las lágrimas de sus mejillas y tomó a la antigua princesa de nuevo entre sus brazos. Seguía siendo la misma pequeña niña que siempre quiso proteger, pero que no pudo, sin embargo, tienen una nueva oportunidad y una nueva misión.
—Así que somos "guardianas del mundo" —habló Rapunzel mas para ella que para las otras chicas.
—Es increíble darnos cuenta de todo esto, podremos salvar al mundo todas juntas —comentó la pelinaranja con una tenue sonrisa después de separarse de su adorada hermana.
Una parte de ella sentía que luego de tanto tiempo por fin haría algo bueno para todos, salvarlos. No sabía muy bien de quién, pero sería capaz de vencer al peor monstruo para evitar una catástrofe, además ahora contaba con su hermana y prima.
Rapunzel posó su mirada de color verde en los rostros de las otras chicas, que eran parte de su antigua familia. Sin embargo, aún no podía sentirse cómoda al lado de ellas, debía recordar por completo su pasado para poder entablar una amena conversación con ellas. Hace poco se había enterado de su extraña realidad, pero necesitaba tiempo para digerirlo.
Suspiró y pasó sus manos tras su nuca, luego dejó escapar una corta risa.
—Bien, este día no puede ser más extraño, así que... Pues solo me queda decir que debo irme y tratar de comprender paso a paso lo que soy ahora —afirmó con una sonrisa boba —Adiós "primas". Si ven a los demás guardianes no dejen de avisarme estaré por ahí.
Se retiró del lugar con tranquilidad, dejando a las hermanas Arendelle allí detenidas en medio del jardín.
Rapunzel estaba segura que las volvería a ver muy pronto y que algún día volverían a ser tan unidas como antes, por ahora marcharse era la mejor opción.
Elsa dejó escapar un suspiro, luego le indicó a su hermana que pasaran dentro de la casa y conversar en un lugar más privado. Se detuvieron en la sala y cada una tomó lugar en una silla diferente.
—Anna, ¿qué fue de ti mientras estabas... Muerta? ¿En dónde estuviste? —preguntó con curiosidad.
La pelirroja se dejó caer sobre el sofá y se estiró por completo. La comodidad del sillón la hizo sentir aliviada, aunque su mente estaba perdida en un cúmulo de recuerdos entre amargos y agradables.
Cerró sus ojos y dejó escapar todo el aire que retenía en sus pulmones, luego comenzó a relatar.
—En un principio, cuando perdí la vida, me mantuve vagando por los alrededores de Arendelle —hizo una prolongada pausa —Pasaron unos años, te busqué, pero jamás pude encontrarte, ni a ti, ni a Kristoft, me dolió mucho, pero no podía hacer nada más que resignarme.
—Yo también anhelaba verte, sin embargo, tuve que escapar de nuestro reino. Una solidaria mujer me acogió y me dio de su amor, hasta que la vi morir —recordó a Isabelle, su querida amiga.
Isabelle había muerto en su casa, frente a Elsa, por causa de una enfermedad respiratoria que la joven reina no pudo curar, lo intentó, pero no tenía el poder para curar. Sin embargo, Isa le había prometido que la acompañaría por siempre.
Luego de su triste fallecimiento, Elsa decidió marcharse de aquella cabaña con sus pocas pertenencias y buscar un lugar donde poder trabajar y sobrevivir, no obstante, cada un par de años tenía que trasladarse de un pueblo a otro para no levantar sospechas ante su eterna juventud y belleza o la llamarían bruja y perdería la vida en las brasas de una ardiente fogata.
—Yo vi caer nuestro reino, Elsa, vi como todos morían ante una mortal peste que acabó con muchas vidas inocentes. Pero, Manny decidió que no debía seguir viendo esa clase de sucesos y me trasladó al reino de los cielos, donde allí residía —le explicó mientras retomaba su postura anterior —Era precioso y tranquilo, estuve allí hasta que Descendí a la tierra hace un par de días y te visité en el parque.
Elsa elevó sus cejas ante el reconocimiento. No había sido un sueño, de verdad sus miradas se habían cruzado aquel día, pero entonces ¿por qué se había desmayado?
—No entiendo ¿por qué no te quedaste a mi lado, hermana? —sus ojos se cristalizaron.
Anna mordió su labio inferior y desvió la mirada, apenada.
—Es que... Me dio miedo que me vieras de nuevo tan de prisa, no estabas preparada para nuestro encuentro —se defendió —Además, temí que te sorprendieras ante mi evidente cambio.
—¿Qué quieres decir con cambio? —inquirió con el ceño fruncido.
Anna tomó aire por la nariz y miró a Elsa a los ojos, luego dibujó una sonrisa en sus rosados labios.
—Pues que ahora te entiendo, entiendo lo que sentías al enfrentarte al poder de tu magia —Elsa enarcó una ceja, desconcertada —Yo también poseo un habilidad mágica como tú, claro que no tan poderosa —especificó.
Los ojos de la platinada se abrieron como platos al escuchar la revelación de su hermana y la alegría que despedía de ella por el hecho de ser mágica.
Asumir que poseía magia fue muy complejo para Elsa, pero Anna lo tomaba como algo maravilloso, no comprendía el significado de los poderes sobrenaturales, eran peligrosos muy peligrosos.
—¿Qué puedes hacer? —preguntó con premura, luego se levantó y tomó a la chica por los hombros —¿Qué tan letales son tus poderes?
Anna hizo una mueca de confusión y apartó a la rubia con cuidado.
—Hey, tranquila. No tienes por qué ponerte de esa forma, mi habilidad no es peligrosa, es mas, nos beneficiará para poder salvar al mundo —afirmó muy segura de lo que decía.
Sin embargo, Elsa no creía lo mismo, cualquier poder por más benévolo que fuese tenía un lado peligroso, un límite que rebasar.
—Elsa, puedo ver parte de nuestro futuro y de nuestro pasado, El Hombre de la Luna me lo ha obsequiado para saber a qué atenernos.
La platinada comenzó a caminar por toda la sala tratando de aminorar la ansiedad que la estaba carcomiendo. Saber el futuro nunca sería bueno para el mundo, traería más problemas de los que la princesa Anna podía imaginar, su habilidad en manos de su enemigo sería fatal.
—Entiendes lo peligroso que puede ser esta habilidad tuya ¿verdad? ¿Puedes siquiera controlarla? —espetó con enojo.
—¡Pero claro que puedo! —contestó ofendida —Puedo de mostrártelo ahora mismo si lo deseas.
Elsa se detuvo para encarar a su hermana, quien se había levantado del sofá para observarla con el ceño fruncido, lo que menos quería era discutir con su hermana, sin embargo no podía omitir la charla sobre su nuevo poder.
—De acuerdo —asintió con la cabeza —Hazlo...
Anna caminó hasta la rubia y tocó su frente con dos de sus dedos, Elsa se quedó estática mientras su hermana dejaba aflorar su poder con ella. Luego de unos minutos sintió que su hermana estaba tomando posesión de sus recuerdos con solo rosar su piel y que ella no podía hacer nada más que cerrar los ojos.
Anna conectó su mente con la de Elsa para sumergirse en sus pensamientos y recuerdos, unos más remotos que otros. La vio de niña, de joven y de adulta, vio entre sus recuerdos el reino de Arendelle celebrando el regreso del verano después de la tormenta helada que ella había producido cuando pensó que había muerto congelada.
También vislumbró a la anciana que la había ayudado después de ser perseguida por su enfurecido pueblo y cómo había caído desmayada sobre la fría nieve. En otro recuerdo más cercano, pudo notar a una renovada Elsa, con vestiduras modernas sirviendo en una cafetería como mesera, con una sonrisa amable en sus labios.
Retiró sus dedos de la frente de Elsa y se alejó unos centímetros de ella, luego sintió que algo irrumpía en su mente. Se quedó congelada en el suelo mientras que imágenes borrosas de un futuro lejano surcaban frente a ella.
En esta visión observó a una perdida Elsa recorriendo el sombrío bosque con un vestido azul cielo como el que había usado en Arendelle, seguida por un joven peliblanco; juntos estaban buscando algo o quizás a alguien. Sin embargo, su hermana tenía una gesto de zozobra muy desolador y el otro muchacho también luchaba por no echarse a gritar como loco un nombre muy particular: Eira.
Un fuerte dolor de cabeza la sacudió por completo cuando la visión culminó. Acarició sus sienes con las yemas de sus dedos, para después observar a Elsa con la boca abierta.
—¿Qué encontraste? Y ¿Por qué tus ojos se tornaron de color plateado? —preguntó asustada.
Anna parpadeó varias veces para salir de su estupor.
—¿Ah? —dijo desconcertada, incluso las luces de la sala la estaban aturdiendo.
Elsa notó desde donde estaba, que los ojos de Anna habían recobrado su color natural con solo parpadear. Sin embargo, muchas preguntas se amontonaron en su mente ante la manifestación sobrenatural del poder de la pelinaranja.
—¿Qué viste? —le instó, un poca más tranquila que antes.
—Tus recuerdos, tu vida. Vi a Isabelle, fue una mujer muy amable contigo —sonrió por un instante para después borrarla y añadir: —Nuestro pueblo no debió arremeter contra ti de esa forma tan salvaje, tú no tuviste la culpa de mi muerte. Huir no debió haber sido una opción.
Elsa quedó estupefacta, era cierto, su hermana podía ver el pasado, pero ¿el futuro también?
—¿Ves algo bueno en mi futuro? —inquirió, desesperada.
Anna negó con la cabeza, Elsa dejó escapar un respingo.
—No he podido ver nada de tu futuro —mintió con soltura después de haberla visto tan desesperada —suele ser difícil averiguarlo, mi habilidad es muy confusa, pero he visto lo necesario para descubrir que tu vida no fue tan buena como creí, sufriste mucho —desvió el tema.
—Juntas hemos sufrido.
—Lo bueno de todo es que volvemos a estar juntas —chilló de emoción restándole importancia al tema de leer el futuro y el pasado.
—Quiero que me digas más sobre... —Elsa no pudo terminar de hablar porque alguien había gritado cerca de donde estaba.
Olaf miraba a su creadora y a la otra chica con la boca abierta, no era posible estar viéndola de nuevo.
—¡Anna! —gritó de nuevo y corrió abrazarla.
La pelinaranja correspondió el gesto con ternura, y acarició al muñeco de nieve que no quería soltar sus piernas.
Elsa dibujó una sonrisa en sus labios al ver lo tierno que se veían Anna y Olaf.
—Lo creé de nuevo para que me hiciera compañía. Te extrañó mucho —señaló con una sonrisa.
—Y yo a él —lo levantó para estrecharlo como a un oso de peluche.
Olaf la rió aunque gracias a la fuerza que estaba usando Anna sus brazos se le habían despegado del cuerpo de nieve y ahora caminaban por si solas sobre la alfombra.
Anna dejó caer al muñeco sobre el suelo y le dedicó un gesto de disculpa, sin embargo Olaf no dijo nada, solo siguió riendo junto a una discreta Elsa.
—Me gusta verte reír, hermana —comentó.
—Y me verás así de feliz si decides quedarte a mi lado —se acercó y tomó sus manos entre las suyas.
—¿Puedo quedarme?
—Claro que puedes, eres mi hermana.
***
Han pasado un par de semanas después de que las hermanas Arendelle se reunieran de nuevo. Todo en el mundo humano parecía estar en calma, la motonia había regresado a la vida de Elsa, aunque ahora tuviese a Anna junto a ella. Regresó a la escuela e invitó a su hermana para que pudiera estar más cerca de aquellas personas, ella aceptó con gusto y conoció la forma de aprender de los jóvenes del siglo XXI, fácil y sin tener que devorar tantos libros de historia.
No habían tocado de nuevo el tema de sus poderes y de su misión como guardianas, decidieron guardar eso en sus memorias mientras esperaban la siguiente orden de Manny, vivir como dos chicas comunes y corrientes.
En el instituto Elsa había contado con la fortuna de no tener que entablar conversación alguna con Hans o con Jack, de verdad no deseaba ver a ninguno de esos dos hombres por un buen tiempo, no la tenían nada contenta. Sin embargo, intuía que aquel peliblanco la estaría acechando desde las sombras hasta decidirse a pedirle perdón por su falta.
Por otro lado, el dinero estaba escaseando en su hogar, la renta de la casa y el costo de los servicios resultaban ser muy altos, sus ahorros no alcanzarían por mucho tiempo, ante esto había decidido buscar un nuevo trabajo para poder solveltar los gastos de la casa y de su hermana.
En el periódico había visto un anuncio publicitario de un restaurante que requería servicio de mesera con urgencia, ese era el la labor que más se le daba, por tanto era su mejor opción, además de que no pedían muchos dados íntimos de su vida y su pasado.
En la mañana se levantó muy temprano, se arregló y se movió de prima para llegar a tiempo al restaurante, si contaba con suerte la contratarían en el mismo día y podría trabajar los sábados y estudiar entre semana para no levantar sospechas.
A las ocho de la mañana arribó al lugar de trabajo y fue recibida por una amable mujer que aceptó que trabajara con ella un par de días y que después vería si era lo suficiente para obtener el puesto. Le pagarían en un principio, poco pero lo suficiente.
Se esforzó muchísimo en su primer día para dejar una buena primera impresión en sus compañeros y lo logró porque varios le felicitaron por su disciplina. Como mesera del restaurante tenía que atender a muchas más personas que en la cafetería pero de algo necesitaba vivir.
En la noche por fin pudo ser libre de su agetreado día, recogió sus cosas y salió del establecimiento con una corta sonrisa. Dejó escapar un bostezo y caminó por las desoladas calles de la ciudad, distraída con los tonos oscuros del cielo y con la protección del dios de la luna.
Sin embargo, sintió algo extraño moverse tras de ella, pensó que alguien la seguía, pero cuando se volteó a mirar no había nadie. Rió de solo pensar que estaba tan cansada que hasta escuchaba ruidos.
Continuó con su camino, pero alguien la retuvo por el brazo, después sintió algo delgado y frío posándose sobre su cuello y un cuerpo tras del suyo. Quedó sorprendida ante el contacto, intentó moverse pero la otra persona apretó más su arma contra su garganta, lastimándola.
—Quieta, mi reina —susurraron en su oído. Un escalofrío bajó por su espalda al notar el tono venenoso que estaba usando esa voz que resultó ser de mujer.
—Suéltame ahora mismo —dijo entrecortado mientras dejaba que el hielo cubriera sus manos dispuesta a golpear a la mujer.
La desconocida rió con sarcasmo y la sujetó con más fuerza, tratando de estrangularla.
—No, no. No quiero hacerlo, mereces esto y más, bruja —espetó entre dientes.
Elsa no pudo aguantar más sus insultos y como pudo le lanzó un codazo en el abdomen a la odiosa mujer.
Giró y la observó hacer un gesto de dolor mientras sostenía su abdomen con sus manos, su arma había caído; era una flecha con la que había querido lastimarla, detrás de su espalda cargaba muchas de ellas junto con un arco.
En cuanto a su físico, la mujer era de tez blanca, ojos celestes y un exorbitante cabello rizado de color rojo sujetado en una coleta alta.
—¿Quién eres? —le preguntó con el ceño fruncido y le apuntó con su mano por si decidía atarcarla de nuevo.
La chica dejó escapar una risotada sin importarle el dolor punzante de su estómago. Observó a la platinada con una mirada peligrosa y llena de resentimiento.
—Mi nombre es Mérida y he estado buscándote por mucho tiempo, reina Elsa...
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