Chapter 2
En otro lugar del mundo, en un tiempo diferente al actual. En un reino hermoso, alegre y mágico, se desarrolla esta historia.
Arendelle, el reino de las nieves, gobernado por la espléndida reina de las nieves, se despierta hoy con alegría. El sol está saliendo, el día pinta a ser el mejor de todos para los dichosos habitantes de este reino. Hoy no tiene cabida la tristeza porque es el comienzo de algo increíble.
En una habitación grande y bien ordenada se encontraba una bella mujer, rubia, de tez blanca y de hermosos ojos azules. Reposaba sobre su cómoda cama, había tenido que sobrellevar un ajetreado día y ahora solo quería descansar, sin embargo, el insistente golpeteo en la puerta hizo que su sueño se viese interrumpido.
—¡Elsa! ¡Elsa! —dijo de manera efusiva la persona que estaba tras la puerta de madera —¿Estás despierta? — pregunta.
—Mmm, sí. Desde hace un buen tiempo — contesta una somnolienta platinada con su mirada perdida en un punto en el techo de su recámara.
Bostezo, estiró sus brazos y sacudió su cabello para después levantarse de la cama y caminar hacia la puerta. Cuando lo hizo se topó con la fastuosa sonrisa que le exponía una chica de cabello rojizo, recogido en dos trenzas que caían por sus hombros. Poseía unos ojos celestes hermosos, y sus mejillas estaban salpicadas con algunas pecas.
La recién levantada reina envolvió a su hermana en un fervoroso abrazo. La chica aceptó su contacto con mucho gusto, recordando que ahora podía recibir su cariño, ya que antes la relación entre las hermanas Arendelle no era muy alentadora.
—Elsa, estoy tan emocionada —chilló de alegría la menor de ellas después de deshacer el abrazo — Hoy será el gran día. No puedo esperar hasta la noche para casarme con Kristoff. Ya quiero unir mi vida a la del hombre que amo. Poder disfrutar de momentos hermosos al lado de mi rubio querido — suspira una enamorada Anna.
Elsa hace una mueca de confusión y frunce el ceño sintiéndose fuera de lugar.
—¿Boda? —preguntó —¿Cuál boda? ¿Kristoff? —
Anna suspira y acaricia el hombro de su hermana mayor.
—Ay hermana querida, andas tan ocupada con los tratados de paz con los demás reinos que haz olvidado que me voy a casar con Kristoft esta noche —soltó una suave carcajada.
Elsa abrió los ojos como platos y cubrió su boca con una de sus manos.
—Annabeth, perdóname linda por haberlo olvidado, pero, ya te has dado cuenta que los deberes de una reina son muy importantes. Y no estoy diciendo que tu boda no lo sea —aseguró —Solo que... Necesito un descanso.
La princesa sostuvo las manos de su reina entre las suyas y las apretó con fuerza para mostrarle que estaba con ella, además, le sonrió para que ella no se preocupara.
—Te entiendo, Els —dijo tranquila —Ahora, es el momento para llevar a cabo lo que desde niña he querido hacer.
—Hermana, ¡todo va a salir perfecto! Te lo aseguro —exclamó la dulce reina —Te verás hermosa con ese vestido blanco y tu novio estará brincando de felicidad al verte.
—Sí, ya todo está preparado. Acabas de olvidarlo, pero en la mañana del lunes preparaste todo los bocadillos para el banquete, organizaste las flores, el salón de baile, todo —se encogió de brazos —Por ti es que todo saldrá como esperamos.
—Oh, es cierto —contestó un poco avergonzada —Pero bueno, te tengo un regalo ahora que me recuerdas esta fecha tan especial. Ven conmigo.
—¿Un regalo? —Anna parecía sorprendida.
—Sí, tu hermana mayor te tiene una gran sorpresa, y sé que te encantará — la platinada se acercó a su closet y de allí sacó un hermoso vestido blanco de novia. Sin tirantes, con borde de corazon, decorado con estampados de flores y algunos copos de nieve.
Acarició la tela del vestido y lo presentó ante su hermana, esta mantenía la boca abierta mientras observaba la majestuosa prenda digna de la realeza.
—¡Wow! Elsa —susurró —Está... ¡Precioso! ¡No puedo creer lo hermoso que está!, ¡Elsa!¡Elsa! —revolotiaba por todo el lugar, como una niña pequeña. Chillaba de felicidad, la princesa estaba dichosa con su regalo.
—Te lo mereces hermana. Esto y mucho más, porque tú me salvaste, y no solo a mí, sino a tu reino —sonrió —Eres una persona bondadosa que debe ser feliz y yo me encargaré de que siempre tengas pintada esa sonrisa en tus labios.
—Oww, Elsa.Te quiero mucho —la envuelve en sus brazos y besa su mejilla con cariño.
—Yo tambien te quiero, más que a mi vida —dijo la reina muy convencida.
Luego de ello, se sumergieron en una amena charla de hermanas donde debatian cuáles serían los nombres de los hijos de Anna, además reían juntas con los comentarios jocosos que hacia Anna sobre cómo se vería ella anciana. Elsa solo reía y asentía con la cabeza, su hermana era todo un caos, pero así la amaba.
(...)
Han pasado un par de horas, el reino ha estado en constante actividad. Todos estaban llenos de emoción, desde hace muchos años que no se habían sentido de tal manera. Ya han pasado veintidós años desde ese día tan alegre. El día más feliz del reino, fue en el momento en que los reyes presentaron a su primogenita y heredera al trono, Elisabeth Arendelle, o como le dicen ahora, Elsa.
Fue un día tan lindo, el reino entero estaba dichoso con la gran noticia. Comieron, bailaron y bebieron, fue un día de gozo. Nada podia quitar la sonrisa del rostro de Adgar e Idunn Arendelle, reyes de Arendelle. Tener una hija fue el motivo que lleno de júbilo su vida, el solo mirar a sus hermosos ojos llenaba de amor su corazón.
Sin embargo, vinieron más celebraciones, no tan grandes, pero que tuvieron un espacio en los recuerdos de cada habitante, como el nacimiento de Annabeth Arendelle, sengunda hija de los reyes, quién fue acogida en el seno de una amorosa familia. Dos padres espectaculares. Un reino entero que la amaba y una hermana, la cual al verla recién nacida prometió quererla, aconsejarla y ... Protegerla.
Proteger es una palabra con mucho poder. Elsa no pudo proteger a Anna hace tiempo atrás. La lastimó de pequeña y de grande igual, estuvo a punto de congelar su bondadoso corazón, por un instante creyó que la perdería, pero el afecto de hermanas las salvó.
Aquellos tortuosos recuerdos se han quedado sepultados en el pasado, este día no puede mancharse con el color oscuro del dolor y las tristeza. Se casaba la princesa, así que todos debían tener la mejor disposición.
Por otro lado, al joven vendedor de hielo, no le resultó muy fácil pedir la mano de la carismática princesa de Arendelle.
—¿Estás listo? —susurró atenta la joven pelirroja a su pareja.
—No —respondió kristoff con una mueca de miedo y nervios.
Sin embargo, Anna hizo caso omiso a la constante negativa del rubio.
—¡Qué bueno! —se burló.
Anna empujó a su novio kristoff, un hombre simpático y en ocasiones infantil. Lo amaba, amaba su cabello rubio, que cuida celosamente, y sus ojos color miel que la hipnotizaba cada vez que la veía a los ojos.
El joven rubio oponía resistencia, no quería presentarse ante la reina en este momento, sin embargo, Anna era una chica muy insistente que nunca se rendía, por lo que tuvo que ceder.
Anna pensaba que su querido amor se estaba ahogando en un vaso de agua, solo tenía que invitar a su hermana a degustar de una deliciosa cena, en la cual pediría su mano formalmente.
Cuando llegan a la habitación donde se encontraba la monarca, Kristoff estiró su brazo y con su puño cerrado tocó la puerta dos veces.
No reciben respuesta al principio, pero poco después una dulce voz les dice:
—Adelante. No tiene seguro, puedes pasar.
El hombre de ojos miel abrió la puerta con lentitud hasta que pudo toparse con su reina, quien se encontraba sentada en una silla frente a un escritorio repleto de documentos por firmar.
El despacho era una habitación grande, con un ventanal tras el escritorio de la reina. Muchos libros hacían parte del lugar, a Elsa le encantaba leer en sus ratos libres.
—H... Hola Elsa, es... Es decir, alteza —se inclinó. kristoff estaba muerto del miedo y eso que aún no le había pedido la mano de Anna.
—No me trates con formalismos, tú haces parte de mi familia —comentó Elisabeth con una sincera sonrisa —¿Qué deseas kristoff?
El susodicho tragó saliva.
—Yo... solo quería invitarte..a —tartamudeó.
—Una cena muy especial que hemos preparado para ti, hermana — completó Anna ante notable nerviosismo del rubio.
—Mmm. ¿sabes? No me caería nada mal. Necesito pasar más tiempo al lado de los que quiero.
Kristoff volteó a ver a su novia, esta solo sonrió y lo tomó por el brazo.
—¡Genial! — dijo la pelirroja con emoción.
Se despidieron de la platinada y, posteriormente, salieron del cuarto. El rubio pudo respirar aliviado.
Anna entrelazó sus dedos y lo llevó hasta otra habitación en donde los esperaban algunas mucamas.
—Bien. Ahora kristoff, quiero que te vistas conforme a la ocasión —Anna le muestra a el joven un traje muy elegante que una de ellas le entrega.
Él no se mostró muy convencido con el hecho de utilizar algo tan formal.
—Pero —trató de negarse.
—Pero nada —lo silenció la atrevida pelirroja.
(...)
A las siete de la noche se reunieron para la cena. Se disponen a cenar tres personas, una reina muy bien arreglada con un vestido color turquesa de flores estampadas, con mangas cortas, una larga capa y su habitual trenza de lado. También estaba Anna con un vestido azul oscuro con tirantes y su cabello recogido en un moño. Y por último un muy asustado kristoff con su traje de príncipe.
En ese instante, el joven, estaba en un debate mental consigo mismo de cómo lo iba a matar la reina, decir que estaba asustado es muy poco. De solo pensar en los poderes de Elsa, que con solo un toque lo puede enfriar por completo, hizo que los pelos se le pusiesen de punta.
Elsa Ya había congelado todo un reino cuando un hombre le había pedido la mano de Anna para ser su esposa... ¿Por qué no hacerlo de nuevo?
Esos pensamientos se esfumaron cuando la reina habló.
—¿Cuál es el motivo de esta cena tan esquisita ? —pregunta con curiosidad
—Pues kristoff tiene algo que decirte —El nombrado palidece
—Mmm. Pues... yo —se sentía tan nervioso que ni podía hablar. Entonces decidió que lo más adecuado era expresarse con el corazón.
—Te escucho —Elsa cruzó sus manos sobre la mesa.
Kristoff tomó un respiro y continuó.
—Elsa. Quiero pedirte la mano de Anna y antes de que me congeles, quiero decirte que la amo y que ella es mi todo, es quien siempre hace que me sienta feliz y desee cuidarla y protegerla — tomó la mano de su novia —queremos tu bendición para nuestra boda.
—¡Pero claro que sí! —afirmó con euforia —tú has demostrado amarla y la conoces de verdad. Tienen mi bendición.
—Gracias Elsa, por poco y creo que me congelarías.
—Lo haré si lastimas a mi hermana, si ella derrama una sola lágrima. Me las pagarás —amenazó la rubia extendiendo un utensilio de cocina frente a él.
—Eso nunca pasará —respondió decidido el de ojos color miel...
Kristoff supo como expresar sus sentimientos de la mejor forma posible y consiguió conquistar a la reina del hielo con sus motivadoras palabras, ahora podría unirse a Anna, su chica, sin ningún inconveniente.
Volviendo a la fiesta.
Elsa estaba yendo de aquí para allá supervisando que todo saliera bien, era su deber como reina y como hermana velar para que todo resulte perfecto.
Sin embargo, algo la mantenía retenida a sus pensamientos. Tendría que preparar el rito para la ceremonia de Anna, esto es una costumbre de Arendelle en la realeza, el padre de la novia debe encender una, por así decirlo "antorcha" con cuatro fechas que representaban el amor,la confianza, fuerza, y entendimiento. Estos valores formarán a la pareja y les definirá su futuro.
En esta boda quien va a ejecutar este rito es Elsa. Pero será diferente ya que ella posee poderes de hielo, será con esto con lo que llevará a cabo este proceso.
Elsa teme que las cosas salgan mal y que resulte alguien lastimado con sus poderes, sin embargo, no podía fallarle a Anna, simplemente, no podía...
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