Chapter 11

—¡Jack, despierta! —gritó Emma mientras sacudía a su hermano mayor.

El peliblanco permanecía sumido en un profundo sueño, sin embargo, su hermana no pensaba dejarlo en paz.

Abrió sus ojos lentamente.

—¿Qué quieres? —murmuró. Su voz sonó ronca.

Emma se acercó a la ventana y abrió las persianas por completo. Los rayos del sol cegaron al joven Jack, quien optó por cubrir sus ojos con sus brazos.

—Es hora de irnos —la castaña colocó sus manos sobre sus caderas —No seas testarudo y levántate.

Jack soltó un profundo suspiro.

—Bien, ¿hacia dónde nos dirigimos? —inquirió.

—Al instituto —respondió con una sonrisa.

El chico observó la vestimenta de su hermana, consistía en un vestido celeste corto, el cual combinó con un par de zapatillas doradas. Jack tomó una almohada y se la puso en la cara.

—No quiero ir a ese desagradable lugar.

—¿Qué? —Emma frunció el ceño.

Jack retiró la almohada de su rostro y la miró detenidamente.

—Dije que no deseo ir al... Instituto. No me parece indispensable estudiar, sabes muy bien que nunca se me dio eso, así que, me quedo — Emma negó con la cabeza.

—De acuerdo, entonces ¿qué harás? ¿Trabajar? —se burló —Jack, creo que para ti es mejor estudiar que trabajar, además conocerás alguna chica linda que te conquiste —guiñó un ojo.

Jack enarcó una de sus cejas.

—Ese argumento no te ayudará para convencerme de asistir al instituto, las relaciones amorosas no entran dentro de mi diario vivir —se encogió de brazos.

Emma pasó sus manos por su cuello, su hermano si que era un sujeto insufrible.

Se estaba quedando sin opciones, hasta que se le ocurrió una idea que seguro haría que Jack se levantara de la comodidad de su cama.

—Bien, siendo así, ¿dejarás que tu única hermana tenga que ser devorada por aquellas arpías que abundan en ese lugar? —se hizo la sufrida.

Jack rió a carcajadas.

—Tu función teatral no me está convenciendo, tendrás que ser más astuta.

Emma frunció el ceño, enojada. Se cruzó de brazos y desvió la mirada.

—¿No vas a levantarte? —insistió.

—Lamento decirte que no.

—Entonces te considero como un cobarde —escupió la chica de ojos marrones.

Jack se reincorporó rápidamente, su hermana jamás había utilizado ese tono tan seco para hablarle.

—¿Por qué? —preguntó, desconcertado.

—Porque te da miedo enfrentarte a nuevos retos que la vida te impone —lo señaló con su dedo —Si no quieres ir, no vayas, aquí la valiente y decidida soy yo.

Dio media vuelta, descruzó sus brazos, abrió la puerta y sin despedirse salió por ella.

Jack suspiró, se levantó de la cama, caminó hasta su guardarropa y sacó un par de prendas para después meterse al baño.

Minutos después, ya vestido, salió corriendo por las escaleras. Sin embargo, justo cuando iba a salir por la puerta de la entrada, Tooth se interpuso en su camino.

—Jack, ¿Qué haces con eso en tu mano?

El peliblanco hizo una mueca de confusión.

—Es mi cayado, siempre viene conmigo —respondió, señalando la vara de madera que sujetaba entre sus dedos.

—Al instituto no puedes llevar eso —negó con la cabeza.

—¿Por qué?

—Porque a ese lugar solo asisten jóvenes normales que no poseen ningún poder, por ende, tú no debes presentarte con esto en mano, pensarán que estás demente —le explicó, aunque Jack no estaba de acuerdo.

Tooth observó en los ojos azules de Jack algo de rabia, sin embargo, no podía determinar que sentía su amigo en ese momento, lo estaban apartando de lo que más le gustaba hacer, juguetear con sus poderes.

—Pues me tendrán que aceptar tal y como soy —refutó.

Ella tomó su mano con cuidado, luego le sonrió, pero Jack no borraba ese gesto contraído.

—Jack, recuerda lo que dijo la luna, debemos vivir como seres humanos. Ellos no vuelan, ni crean nieve.

—¿Pretendes que tenga una vida tan aburrida como esta? —apretó sus puños hasta que sus nudillos se tornaron más blancos.

—Pretendo que no llames la atención —trató de tranquilizarlo, pero él simplemente no podía aceptarlo.

Optó por ignorar el consejo de su compañera, e iba a moverla de la puerta hasta que escuchó la voz de Norte a su espalda.

—Jack, te propongo un beneficioso trato.

El chico peliblanco giró su cuerpo para encarar al fortachón hombre de barba larga.

—¿A qué te refieres? —preguntó, interesado.

—Pues, solo debes utilizar tu poder dentro de esta casa, en otros lugares te mantendrás alejado del hielo y la nieve, por nuestro bien.

—No le encuentro lo beneficioso a tu trato —escupió.

Norte rodó los ojos, Jack resultó ser lo que Conejo siempre decía, un mocoso rebelde y malcriado.

—Jack, dame el cayado —le ordenó, luego extendió su mano delante de él.

—¿Para qué lo quieres? —dijo a la defensiva.

—Yo me aseguraré de guardarlo en un lugar seguro. Podrás usarlo solo cuando sea requerido, por ahora, puedes vivir sin él, así evitaremos desastres.

Jack negó varias veces con la cabeza.

—Creo que no. El cayado hace parte de mí, por lo tanto, solo yo puedo tenerlo en mis manos —la vara de madera brilló ante su toque —Pierden su tiempo al intentar quitármelo.

Norte gruñó enfadado, mientras que Tooth suspiraba, abatida.

—Solo te estamos pidiendo discreción, nada más —afirmó.

—Lo seré, se los aseguro —dijo y sin más salió corriendo por la puerta con cayado en mano.

En pocos minutos alcanzó a su hermana en la parada de autobús. Ella se mantenía de pie en la acera, con la mirada perdida en el horizonte, sujetaba su muchila con fuerza.

Jack se hizo tras de de ella y colocó su mano en el hombro de la chica, esta al instante pegó un respingo.

—¡Hey! Soy yo, no tienes qué temer, hermana —sonrió.

Emma lo golpeó en el hombro.

—¡Tonto! —frunció el ceño y le dio la espalda —¿No que no ibas a venir?

—Pues, decidí hacerte compañía —colocó su cayado en su hombro —y combatir contra aquellas arpías a tu lado.

Emma giró en sus talones y miró a su hermano con detenimiento, había decidido asistir al instituto, solo porque ella le dijo, sin embargo, no lo veía muy convencido de hacerlo.

—¿De verdad quieres ir? —le preguntó.

—No, pero no podía dejarte sola, Emma.

La chica sonrió y lo rodeó con sus brazos, Jack aceptó el contacto y acarició su corto cabello castaño.

—Me alegra saberlo, sin embargo, espero que puedas comportarte y... ¿Para qué traes esa cosa? —tocó el cayado.

Jack la apartó. Luego, giró varias veces su cayado, de él se desprendieron algunos copos de nieve que cubrieron toda la vara, cuando estos copos se derritieron mostraron una pequeña vara de veinte centímetros que cabía perfectamente en el bolsillo de su sudadera azul.

—¿Cómo hiciste eso, hermano? —susurró sorprendida.

—Tuve una discusión con Tooth y Norte sobre este cayado, así que decidí convertirlo en uno más pequeño para no llamar la atención —sacudió la pequeña vara —Cuando lo desee puede retomar su forma original.

Emma observó el cayado, su textura y forma se le hicieron muy familiares, sin embargo, no pudo preguntarle nada más a Jack porque el autobús se detuvo frente a ellos.

—¿Subirán? —preguntó el conductor.

Jack y Emma se montaron al automóvil. Un par de personas se le quedaron viendo, los demás, solo ignoraron su presencia. El auto retomó su marcha. Una chica quedó embobada al ver a Jack, él solo le sonrió y caminó hasta los asientos de atrás.

Jack se ubicó al lado de la ventana y Emma a su lado. Él se sentía extraño siendo llevado en un autobús, si lo hubiera querido volaba por los cielos hasta llegar al instituto, resultaría más rápido, sin embargo, debía acoplarse a un nuevo diario vivir.

Miró por la ventana, pequeñas gotas de agua comenzaron a caer. Las nubes grises se posaron en lo más alto, cubriendo al radiante sol de esa mañana.

Emma se quedó viendo a una chica que estaba a su lado, era la misma rubia que había visto en el centro comercial. La platinada tenía puestos unos audífonos blancos en sus oídos, observaba por la ventana y jugueteaba con sus dedos. Emma quiso hablarle, pero se arrepintió en el último momento.

El autobús se detuvo por un momento, la chica rubia se levantó de su silla, tomó sus cosas y salió del automóvil.

Jack seguía sumergido entre sus pensamientos hasta que sintió un jalón en su hombro, volteó y miró a su hermana.

—Hemos llegado —dijo con una sonrisa radiante.

—¿Estás emocionada? —preguntó él al ver ese brillo tan especial en sus ojos marrones.

—Mmm, no puedo negar que siento algo de nervios, pero suena fantástico conocer a nuevas personas, con costumbres diferentes a las nuestras. Podré aprender de ellos. ¿No te parece fascinante, Jack?

—Si tú lo dices —respondió vacilante.

Los dos jóvenes bajaron del auto. Emma emocionada por comenzar su primer día de clases y Jack un tanto aburrido con su nueva vida.

Emma le sonreía a todos los chicos y chicas que pasaban por su lado, algunos le saludaban con la mano, otros ni la miraban. Por otro lado, el peliblanco observaba la estructura del instituto, un edificio gigante se mostró ante ellos.

—Lindo cabello —una chica rubia se acercó a él con la intensión de ser amable —¿lo tinturas con frecuencia?

Jack hizo una mueca de confusión.

—¿Que si lo qué?

—Olvídalo, igual es lindo —la chica le sonrió, sin embargo, Jack solo le mostró una mueca.

Emma reía disimuladamente, su hermano era un tonto al charlar con una chica.

La rubia notó a Emma al lado de Jack, la miró de arriba abajo de forma despectiva, luego, se despidió de Jack y entró al edificio.

—Bien, eso fue extraño —dijo el peliblanco en voz baja.

—Fue divertido —mencionó Emma con una burlona sonrisa. Jack la fulminó con la mirada —Mejor entremos, la directora nos está esperando en su oficina.

Emma tomó a su hermano de la mano y lo encaminó hacia el gran edificio. Al entrar, se toparon con mucho movimiento, jóvenes yendo y viniendo.

Subieron por las escaleras, habían muchos salones en los extremos del pasillo, los profesores organizaban todo para un año más de enseñanzas. El timbre de inicio de clases sonó y todos los estudiantes se dirigieron a las aulas.

Un chico corría de prisa hacia su salón, sin ningún cuidado empujó a Emma para abrirse paso. La chica cayó al suelo, raspándose las rodillas.

—¡Oye! Cuidado —le gritó Jack al sujeto, luego, ayudó a su hermana a levantarse.

El descuidado tipo miró por un momento a los hermanos, luego, se encogió de hombros y siguió corriendo por el pasillo.

Jack, furioso, sacó su pequeño cayado de su sudadera, le dio vueltas hasta convertirlo en lo que era antes, una vara de casi dos metros, después, creó una capa de hielo en el suelo por donde corría el sujeto, que minutos después resbaló por ella y cayó de bruses contra los casilleros del instituto.

Jack sonrió, victorioso, sin embargo, no había notado que muchos estudiantes se le habían quedado viendo.

—¿Cómo lo hizo? —murmuró un chico pelinegro.

Todos estaban sorprendidos ante la demostración de Jack.

—Hermano, ¿qué hiciste? —Emma lo miró enojada.

—Él te lastimó, no podía dejarlo ir así no más —se defendió.

—Pero, ahora todos nos observan —dijo en voz baja.

Jack transformó su cayado en uno más pequeño, luego lo guardó.

—Jóvenes, a sus salones —ordenó una mujer de baja estatura, cabello negro corto y ojos grandes —ustedes dos —señaló a Jack y a Emma —vengan conmigo, de inmediato.

Los dos hermanos se miraron a los ojos por unos minutos, después siguieron a la pequeña mujer hasta llegar a una oficina que en la puerta tenía puesto un letrero que decía dirección.

La pelinegra tomó asiento cerca del gran ventanal que estaba tras de ella. Señaló un par de sillas frente a su escritorio para que los jóvenes se ubicaron. Emma obedeció, mientras que Jack se mantuvo de pie cerca de su hermana.

—Disculpe directora por lo que sucedió allí en los pasillos —se excusó la chica castaña.

La mujer adulta hizo un gesto desdeñoso. Luego, posó su mirada en el peliblanco.

—Quiero verlos —le indicó.

—¿Ver qué? —respondió él, un poco tajante.

—¡Tus poderes, niño! —exclamó la directora alzando sus manos al cielo.

Jack contrajo su rostro en una mueca de incomprensión. ¿Habría escuchado mal?

—¿Qué ha dicho? —repitió.

—Que quiero ver tus poderes, ¿acaso no me escuchaste cuando te lo dije?

—No comprendo. ¿Por qué quiere observarlos? Se supone que usted desconoce todo sobre nosotros. Y, ni siquiera sé su nombre.

La directora rodó los ojos y se recostó en su silla.

—Bueno, en primer lugar, mi nombre es Edna, y en segundo lugar, quiero conocer tus poderes para saber si eres súper —acomodó sus lentes.

Emma observó a la mujer, le sorprendió muchísimo la naturalidad con la que hablaba sobre los poderes.

—¿Súper? —inquirió con el ceño fruncido.

Edna pasó la mano por su propio cabello corto y miró nuevamente a Jack, este aún no podía comprender todo.

—Te vi utilizar magia, cariño. Quiero verlo de nuevo. No temas, solo muéstrame tu poder.

Emma volteó a verlo, luego, asintió con mirada. Jack sacó de su sudadera su cayado lo agitó y retomó su forma, después, comenzó a crear pequeños copos de nieve que flotaban cerca de la directora.

La mujer estaba fascinada con aquel acto tan hermoso y a la vez extraño, tocó uno de los copos y este se deshizo en sus dedos.

—Esplendido —murmuró con una sonrisa —¿Cuál es tu nombre, muchacho?

—Me llamo Jack —respondió el aludido.

—Jack, bienvenido a mi escuela, cariño. Tienes unos poderes deslumbrantes —dijo mientras lo miraba fijamente a los ojos —sin embargo, te pediría que fueras discreto, muchos súper estudian aquí y tienen que ocultar sus habilidades, ya sabes, por la orden del gobierno.

—¿Existen personas con poderes extraordinarios en este lugar? —mencionó emocionado, tenía la esperanza de encontrar alguien parecido a él.

Edna asintió con la cabeza. Jack no podía creerlo, y Emma, estaba más que confundida.

—Disculpe directora, ¿no le sorprende todo esto? —quiso saber.

—Para nada linda, ya he tratado con sujetos como el que tengo al frente, sin embargo, sabía que vendrían —observó sus uñas como si fueran algo más importante que esa conversación.

—¿Es bruja o algo parecido? —preguntó Jack.

Edna lo fulminó con la mirada.

—Claro que no, niño insolente. Sus tíos hablaron conmigo —contestó exasperada.

—¿Nuestros tíos? —dijeron al unísono.

Edna sacó de su escritorio una carpeta con documentos adentro.

—Sí, Toothina y Aster, me llamaron para inscribirlos a la escuela, Emma y Jack. Sin embargo, no pensé que uno de ustedes tuviera poderes.

Jack se acomodó en la silla que estaba junto a su hermana, posteriormente, encogió su cayado para guardarlo en un lugar seguro.

—Bien, entonces ¿cuándo podemos comenzar clases? —preguntó ilusionada la chica castaña.

—Hoy mismo, pero espero que no me generes inconvenientes, Jack —el susodicho desvió la mirada —Manten al margen el uso de tus poderes.

—De acuerdo —aceptó a regañadientes.

La directora Edna les dio sus horarios, restricciones y pautas para estudiar en su instituto, reiterándoles el uso de las habilidades especiales de Jack.

Se despidieron de la chaparra pelinegra y salirieron de la oficina.

—Bien, tendremos que separarnos, nuestras clases no coinciden por lo que solo nos veremos en el descanso —dijo Emma.

—No hay problema, podrás sobrevivir sin mí —bromeó el peliblanco.

—Claro, vamos a ver quién sobrevive mejor que quién —lo retó con la mirada.

Jack entre cerró los ojos para después sonreír como un niño.
Emma le contestó con una tenue sonrisa dulce.

Sin embargo, de camino a sus respectivos salones, se toparon con un extraño muchacho que lucía tranquilo. Emma observó que el sujeto era un tanto atractivo, pero Jack solo se fijó en el color dorado de sus ojos y su sonrisa burlona, le resultaban familiares esos gestos.

El muchacho siguió de largo, no sin antes guiñarle un ojo a la chica, eso no le gustó para nada a su hermano mayor. Ese sujeto no le resultó para nada agradable...

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