Capítulo 6
Me muevo de un lado a otro con el teléfono pegado a la oreja y lo sostengo con el hombro derecho, mientras verifico que esté vestida decente.
—Te hablo en serio, Amelia. No quiero que andes por ahí sola, espero que estés en tu cama lista para dormir. —Ruedo los ojos y me espanto al pensar que quizás se dio cuenta. Mi madre odia ese gesto.
—Es viernes por la noche, mamá, me invitaron a un recital y voy a ir. —Me encojo esperando el grito dramático de su parte, pero solo la escucho resoplar con resignación.
—Cuídate mucho, mi niña, ve con Matías y no te despegues de él. —Asiento sabiendo que no me puede ver—. No bailes con otro chico y si se te acercan mucho usa el gas pimienta. Lo tienes, ¿cierto? —Ruedo los ojos nuevamente ante su exageración.
—Sí, mamá, siempre ando con Troy a todas partes. —Se carcajea al escuchar el nombre que elegí para el gas.
Digamos que me gusta ponerle nombres a algunos objetos, tengo un peluche que duerme conmigo llamado Matías. Él me lo regaló, es mi favorito y por eso lo llamé de esa manera.
Luego de escuchar el sermón de siempre y de hablar con mi papá, cuelgo la llamada. No sé si todos los padres sean así, pero me parece muy incómodo que sean tan exagerados. Es cierto que soy un desastre, pero no soy una niña.
Trabajo, vivo solita y estoy haciendo mi vida de a poco. Sí, lo mejor que hice fue salir de la casa de mis padres, debo cometer mis propios errores para madurar.
Miro la hora en el reloj, Matías dijo que me iba a acompañar, pero hoy no ha dado señales de vida y no fue a trabajar. Muy extraño si me lo preguntas, él es muy responsable.
Marco su número y sale el buzón de voz. Otro intento y otro.
Toman la llamada.
—¿Qué quieres? —La voz horrorosa de Claire se escucha fuerte y clara.
—Déjame hablar con Matías, por favor. —Escucho como ríe.
—Deja en paz a mi novio, arrastrada. —Cuelga la llamada.
Mi corazón decae al ser consciente de que él olvidó mi invitación o quizás lo recuerda y no le importa. Claro, es mejor pasar tiempo con su novia que conmigo, ella le da cosas que yo no.
Tomo mi bolso y camino desganada hacia la salida, mi noche se ha arruinado.
El bar está abarrotado de gente, me muevo entre ellos, tratando de pasar adelante para tener una mejor vista hacia la tarima improvisada. Lo veo, Ruddy está tocando su guitarra y cantando. Hay tres chicos más que tocan la batería, el bajo y el piano.
La música es preciosa, te lleva a otro lugar con su melodía. Sus ojos azules se cruzan con los míos, sonríe y canta sin apartarlos de mí.
Él es un chico hermoso, su pelo se encuentra dentro del gorro de lana, está vestido de negro y sus jeans están rasgados en las rodillas. Sus amigos están vestidos casi igual, pero al parecer él es el cabecilla.
Los aplausos y silbidos se hacen presentes cuando acaban de tocar, hago lo mismo, maravillada por el gran espectáculo que han armado. Fue bueno venir aquí, pude distraer mi mente y dejar de pensar en cierto moreno de ojos miel.
—Me alegra tanto que hayas venido. —Me da un beso en la mejilla en forma de saludo.
—Yo también, Ruddy, son muy buenos y cantas tan lindo. —Sus mejillas pecosas se tornan rojas luciendo más adorable aún.
Nos movemos a la barra, pide algunas bebidas y me tomo una cerveza para no pasar por tonta. No me gusta el alcohol, pero un poco de vez en cuando no me hará mal.
—¿Cuántos años tienes, Amelia? —Se acerca para que podamos hablar sin que nos moleste la música.
—Veintiuno, ¿y tú? —Sonríe y bebe de la copa.
—Igual. —Asiento satisfecha.
—Estudio contabilidad, sé que es un poco tarde, pero ahí vamos. —Juego con mis dedos tímida, no sé para qué le dije ese dato. Soy tan tonta.
—No te preocupes, estamos en las mismas. A mí me pasó que iba a estudiar otra carrera, pero luego cambié de opinión. —Asiento ida al notar como cambia de relajado a tenso.
—¿Qué ibas a estudiar? —Sus ojos se muestran cristalinos y sé que no debí preguntar eso.
—Medicina, cuando era niño amaba esa profesión, pero ahora la aborrezco. —Desvía su mirada y frota sus muñecas llenas de pulseras.
—Ro, ya nos vamos. —Sus amigos se nos acercan y me miran curiosos.
Nos presenta: Marcus es el que toca el piano. Es un chico asiático, bajo de estatura y con el pelo negro cortito. Esteban es el que toca el bajo, es castaño, ojos marrones y cuerpo musculoso. Por último Jean, el baterista. Un chico rubio, de ojos miel y mirada tierna.
—Está bien, me quedaré un rato más conversando con Amelia. —Ellos asienten, se despiden y se marchan.
Siento mi celular vibrar en mi bolso, lo miro disimulada y noto que hay diez llamadas perdidas de Matías. Lo ignoro, guardando el aparato nuevamente.
—¿Es tu novio? Quizás deberías responderle. —Niego varias veces.
—No tengo novio, es el odioso de mi amigo. —Asiente no muy convencido—. ¿Vives con tus padres? —Cambio de tema rápidamente.
—No, Amelia, soy huérfano. Vivía con mi hermana, pero salí corriendo de ese campo en cuanto pude. —Abro los ojos en sorpresa al escucharlo.
—Discúlpame no debí preguntarte eso. —Agacho la cabeza apenada, siempre arruino todo.
—No te preocupes, es tema superado. No vale la pena sufrir por personas que no lo merecen —habla con reproche, me muero de ganas por saber el porqué dice esas cosas, pero freno mi lengua.
—Me hubiese gustado tener un hermano o hermana, quizás mis padres no fueran tan sobreprotectores conmigo. —Su mirada se posa sobre mí con tristeza.
Me permito recorrer su rostro, Ruddy es un chico muy lindo, pero sus ojos lucen tristes y angustiados. Mi celular vuelve a vibrar, lo ignoro y me levanto.
—Debo irme ya, gracias por invitarme. —Él me imita y salimos uno junto al otro.
—Gracias a ti por venir. —Me acerco a mi motoneta y le quito el seguro.
—Es linda. —La señala y asiento satisfecha.
—Se llama Violeta. —Se carcajea y me uno a él.
—Ruddy. —Nos giramos, tres tipos con cara de pocos amigos se nos acercan y me miran de arriba abajo—. Linda chica la de hoy. —Mi cuerpo tiembla al notar las miradas que me están dando. Uno de ellos muerde sus labios y saca la lengua sin pudor.
—¿Qué hacen aquí? Les dije que hoy no podía ir a verlos. —Los tipos se nos acercan aún más sin quitar sus ojos de mí.
—Por eso precisamente vinimos a verte, Ro, ¿no quieres mercancía? —Él se tensa y me mira asustado.
No entiendo qué es lo que está pasando, pero estoy segura que algo malo debe ser. Agacho la cabeza al sentir como uno de ellos se me acerca, tanto que percibo su respiración.
—¿Es tu nueva novia? —pregunta y toca parte de mi pelo que cae de mi frente.
Mi corazón late desbocado al ver como Ruddy lo empuja lejos de mí. Al parecer les causa gracia su comportamiento porque se ríen como unos desquiciados.
—Largo de aquí, Joseph, luego los busco. —Me toma del brazo y me aleja de ellos caminando hacia el otro extremo.
—No, mi motoneta. —Me suelto de su agarre y vislumbro como el tal Joseph la toma y camina con ella—. ¡No! —Intento correr, pero Ruddy me lo impide apretando mi cintura.
—Tranquila, hermosa, la voy a recuperar por ti. —Mi mirada no se aparta de los hombres que se marchan con Violeta, mientras las lágrimas bajan por mis mejillas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top