Capítulo 44

Matías

Acaricio su mejilla enrojecida despacio, sus labios se encuentran entreabiertos y me incitan a que los bese. No lo hago porque no quiero lastimarla; paso mis dedos por cada uno de ellos con cuidado, están magullados y un poco resecos.

Amelia está hospitalizada desde hace dos semanas, ya se encuentra mucho mejor, pero sus piernas sufrieron demasiado y tendrá que tomar terapia para que vuelva a caminar con normalidad.

Ha sido duro para ella estos días, casi no habla, no quiere comer y está de mal humor la mayor parte del tiempo. Me choca tanto verla así, ella siempre ha sido una chica alegre, con una personalidad única y divertida. De eso solo quedan los recuerdos, espero que pueda lograr salir de esto pronto.

Cuando llegamos a la vieja casa de Irina, todo estaba hecho un caos. Amelia estaba herida, inestable y tuve que sostenerla porque perdió el conocimiento. Los paramédicos la intervinieron de inmediato, estaba en un estado crítico y está aquí porque es una chica fuerte.

La policía detuvo a Joseph, estaba mal herido y recibió atención médica también. Ahora está preso, esperando para ser juzgado al igual que Irina. El que no pudo salir con bien fue Andy, lo encontraron sin vida en medio de la habitación donde tenían a Amelia con varias punzadas de arma blanca.

Me dio mucho pesar enterarme de eso, a él le estaré eternamente agradecido por poner en alerta a la policía y llevarnos hacia Amelia.

—¿Sigue igual? —Asiento a la pregunta de Ruddy sin siquiera mirarlo—. Yo vine a despedirme, Matías, me voy por un tiempo de la ciudad. —Mi ojos se posan sobre él y puedo notar que le cuesta decir esas palabras.

—No te sientas culpable, Amelia estará bien y entenderá. —Asiente no muy convencido.

Se puede decir que en estos días le he tomado cariño al rubio idiota, él ha estado indeciso porque desea marcharse para sanar algunas heridas del pasado y a la vez no. Siente que fue su culpa, Irina reaccionó de acuerdo a su rechazo y decidió vengarse de mi chica.

Es claro que está equivocado, ella tenía eso pensado hace muchísimo tiempo, el odio y el rencor que le tenía a Amelia no era de un día para otro y eso ella lo había dejado más que claro. Pero Ruddy tiene problemas, debe dejar de culparse por las decisiones que toman las demás personas y por cosas que él no puede controlar.

—Quiero darte las gracias por todo lo que has hecho, sé que nunca nos conocimos lo suficiente y te pido perdón por lo que te hice pasar. —Asiento y hago un ademán con la mano restándole importancia—. Quisiera hablar con Amelia y pedirle perdón.

—No te preocupes por eso, la conozco y no tiene nada que perdonarte.

Sus ojos muestran alivio, suspira y se acerca a nosotros.

—¿Puedes dejarme solo con ella? No será por mucho tiempo. —Mi lado protector se activa queriendo decirle que no. Pero no lo hago, me levanto y camino hacia la salida.

Meses después...

Caminamos tomados de las manos por la playa desierta, Amelia parlotea sobre algo y solo asiento, ido en mis pensamientos. Me importa lo que ella está diciendo, pero mi mente está ocupada tratando de buscar las palabras correctas de lo que tanto he querido decirle y no me he atrevido.

Estoy consciente que soy un cobarde, el miedo al rechazo me ha hecho detenerme las tantas veces que lo he intentado. Eso y el estado de mi novia.

Luego del secuestro, en Amelia se ha desencadenado una serie de trastornos que han agudizado su problema de memoria. Los recuerdos se le van por momentos, olvida cosas importantes, triviales y hasta por largo y corto plazo.

Su inestabilidad ha hecho que sea imposible seguir la universidad por ahora, está tomando terapias y el doctor ha dicho que puede mejorar como empeorar.

También le afectó enterarse de lo que pasó con Irina. Ella fue encontrada sin vida en una de las celdas, así Amelia se quedó sin familia cercana. A pesar de lo que pasó, ella había perdonado a su prima y su muerte le hizo mucho daño.

Siento tanta impotencia al verla desorientada la mayor parte del tiempo, hay cosas que hace varias veces porque las olvida y sus emociones son muy cambiantes. Es duro, pero aun así, estoy aquí para ella.

—No me estás escuchando. —Se detiene haciendo que haga lo mismo, hace un puchero que se le ve de lo más tierno y cruza los brazos con molestia.

—Claro que sí —replico divertido y me le acerco para abrazarla—. Discúlpame, amor, es que tengo muchas cosas en la cabeza últimamente. —Sus ojos se suavizan y deja caer sus brazos.

—Soy una carga, ¿no es así? —Cubre su rostro con las manos y escucho como llora.

Mi pecho se encoge al verla así, una sensación de angustia me embarga y esta es de las muchas veces que deseo llevarme todo lo que le aqueja.

—No, amor, es el trabajo. —Retiro sus manos y descubro sus ojos verdes que me miran con inocencia.

Retiro parte de su pelo de la cara y lo coloco detrás de las orejas, acaricio sus mejillas y beso sus labios suavemente. Se mueven frenéticamente, es necesitado, apasionado y tan dulce a la vez. Junto su frente con la mía, sonrió aún con los ojos cerrados y le doy un besito en la nariz.

—Hay algo que quiero pedirte, amor. —Mis manos tiemblan, la respiración se me entrecorta y siento que mi corazón saldrá de mi pecho en cualquier momento.

Abro los ojos, encontrándome con los de ella, están cristalinos y puedo notar lo curiosa que se encuentra.

—¿Qué es? —Me da risa como trata de fingir normalidad.

—Y-Yo —balbuceo, temblando como una hoja. Me alejo de ella, saco el pequeño anillo de mi pantalón y me quedo en silencio sin saber qué más decir.

Sus ojos cristalinos miran el aro sin poder creerlo y luego empiezan a derramar lágrimas.

—Matías... —Le hago señas para que espere y corro hacia la roca enorme donde están nuestras cosas.

Saco con prisa la caja delicada de mi mochila, la abro y retiro la flor de su interior con cuidado. Camino rápidamente hacia ella, que se ha quedado en el mismo lugar llorando.

—Amelia, eres el amor de mi vida. —Suspiro, cerrando los ojos y dispuesto a seguir con esto—. Sé que no es el mejor momento para esto, pero no puedo esperar más. Cásate conmigo. —Me pongo de rodillas, con la gardenia y el anillo en las manos.

Mi mente viaja a cuando le pedí que sea mi novia, tenía esta misma flor y nervios. Pero ahora es tan diferente, soy un hombre que sabe lo que quiere y que está dispuesto a todo por la chica que he amado desde que era niño.

—Matías... —Llora desconsolada, la mirada que me da me desarma. Veo algo nuevo en sus ojos, algo ha cambiado en ella—. Lo recuerdo, Matías, tú... —Se abalanza sobre mí y la estrecho entre mis brazos.

—¿Qué recuerdas, amor? —Se separa un poco de mí, limpia su nariz y toma la gardenia.

—El día que me pediste ser tu novia, cuando tenía quince años. —Sonrío al ver como huele la flor, complacida—. Sí, me quiero casar contigo. —Sus palabras hacen que derrame lágrimas de felicidad. Tantas veces pensando lo peor, creyendo que me iba a rechazar.

Le coloco el anillo que le queda a la perfección, ante este hecho, mi pecho se llena de una paz y un alivio inexplicables.

—Te amo tanto, gracias por hacerme feliz. —Mi voz sale aguda por todos los sentimientos encontrados.

Se acerca, toma mi rostro y me besa. Esta vez es diferente, hay algo que nos ha unido y no hablo de la pieza de oro que está en su dedo. No, hoy se ha marcado un antes y un después en nuestras vidas.

—Matías. —Junta su frente con la mía, nuestras manos entrelazadas—. ¿Sientes lo mismo que yo? —Asiento, aún anonadado por el remolino de emociones.

—Eres tú, Amelia. Siempre has sido tú.





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