Capítulo 35
Sus brazos me acorralan contra la pared, sus labios adictivos me besan con pasión y me derrito por el calor que emana de su cuerpo. Acabamos de llegar de nuestro viaje y no ha querido soltarme.
—Quédate conmigo esta noche. —Se separa un poco y me mira directo a los ojos.
—No puedo, tengo tareas pendientes. —Hago puchero, recordando el montón de trabajo atrasado.
Paso mis dedos por la marca de mordida que le di en el cuello, apenada y arrepentida. Se la hice cuando nos acostamos, no supe como reaccionar ante el dolor que sentí y lo ataqué.
Había leído y visto muchas series donde pintan la primera vez como algo bonito y placentero, pero debo decir que mi experiencia fue todo lo contrario. No sabía qué hacer, mis padres nunca me hablaron de sexualidad —hasta el día que me iba de la casa— y tenían esa tema como tabú.
Así qué no reaccioné de buena manera y el pobre Matías salió agredido. El cuerpo me dolía como el infierno y pasamos el domingo acurrucados en nuestra casita de campaña, tomando chocolate a orillas del agua cristalina.
Hablamos de todo un poco, de nuestros planes y las cosas que nos gustaría hacer juntos. Recordé esas tardes y noches que pasábamos juntos en el techo de mi casa cuando éramos niños, jugábamos a ser novios y decíamos que nos íbamos a casar.
Siento una sensación extraña en el estómago al imaginarnos como marido y mujer, en una casa grande con perros y unos niños correteando por doquier. Sonrío como boba, eso sería maravilloso.
—Te dejo entonces, cariño. —Me carcajeo porque sus brazos aún siguen alrededor de mí.
—Nos vemos mañana. —Lo beso y me suelto de su agarre.
Entro a la casa aún en las nubes, con una sonrisa en la cara y una sensación de bienestar inquebrantable. Abro la puerta de mi cuarto y diviso a Irina echando cosas en una maleta encima de mi cama.
—Hasta que te dignas a venir. —Trago saliva al notar la mirada de odio que me da.
—¿Te vas a ir? —pregunto ignorando lo que dijo y ella arruga la cara en desaprobación.
—Sí, tú me echaste. No me queda de otra que largarme de este maldito lugar. Total, es un asco. —Su mirada recorre mi habitación con desagrado.
Me siento ofendida, es cierto que no soy tan ordenada, pero tampoco es para que ella hable así. Es una exagerada.
—Me alegra que hayas encontrado un lugar donde quedarte, deseo que te vaya bien. —Mis palabras son sinceras, no le deseo ningún mal.
—Mejor que aquí estaré, eso es seguro. —Camina por todo el cuarto recogiendo sus cosas—. Ruddy me pidió que viva con él. —Mis ojos se abren en sorpresa al escuchar lo que dice, al parecer van en serio.
—Vaya, me alegro por ustedes. Supongo...
—¿Quién lo diría? —Se acerca a mí y me mira de arriba abajo—. Te revolcaste ya con Matías, eres una cualquiera, Amelia, y tanto que tu padre luchó por tu virginidad. Hasta mató a su hermano. —Sus palabras me hieren de una manera que no puedo explicar.
—Yo no tengo la culpa de lo que pasó, deja de recordarme a mi padre de esa manera. —Mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en él—. Por favor.
—Quiero advertirte algo, querida prima, ya Matías consiguió lo que quería, no te sorprendas si termina contigo de un momento a otro —cambia de tema, hablando con ironía.
—Él no es así, me ama y me lo ha demostrado. —Se carcajea como una psicópata y camina hacia mi armario.
—Eres tan ingenua, pero no soy quién para meterme en eso. Ya quiero ver la cara de Ruddy cuando le cuente. —La alegría que muestra al decir esto me hace fruncir el entrecejo en confusión.
—¿Qué tiene que ver Ruddy?
—Quiero hacerle entender que no eres la chica inocente que cree y abrirle los ojos respecto de ti. —Toma su bolso, su maleta, un montón de cosas más y camina hacia la salida—. Hasta luego, prima.
Me quedo paralizada, observando el desastre que ha dejado, resoplo resignada y me dispongo a organizar un poco para luego hacer mis tareas.
Matías
Abre la puerta y me mira de arriba abajo confundida. Sé que es raro que haya venido, pero necesito hablar con ella y que me aclare algunas cosas.
—¿Matías? —Asiento y ella se echa a un lado para que pase—. Es raro verte por aquí. —Recorro la casita, las paredes están en mal estado al igual que los muebles que hay en la sala.
Puedo percibir el olor a alcohol y algo más que me hacen arrugar la nariz en desagrado. Mirian se queda paralizada, mirándome de una manera muy extraña.
—Vine hasta aquí porque quiero preguntarle algunas cosas sobre su hija.
—¿Irina? ¿Qué le pasó? —Noto preocupación en sus facciones, camina hacia la cocina y la sigo despacio.
Este lugar también está en descuido, hay botellas de alcohol vacías amontonadas en un rincón y trastes sucios en el fregadero. El olor rancio y a cigarros es potente, ¿por qué Mirian vive en estas condiciones?
—Ella está bien, pero ha mostrado un comportamiento extraño con Amelia. —Se sirve un vaso de Whisky y se sienta en una de las sillas del comedor. Hago lo mismo, quedando frente a ella.
—Ya le está dando problemas a esa niña —habla como si esperaba que eso sucediera.
—Más o menos, tengo entendido que se fue de la casa ya. Disculpe mi atrevimiento, ¿ella le dijo algo sobre Amelia? —Se queda pensativa por unos minutos, bebiendo de su vaso y moviendo los dedos sobre la mesa.
—Ella me dijo muchas cosas, Irina no está bien de la cabeza —habla con pesar y me da lástima que se encuentre en estas condiciones—. A ella le afectó mucho la muerte de Tony, más que a mí.
—Sí, lo sé. Es una pena lo que sucedió, perder a un padre de un momento a otro...
—Ella me robó —habla de repente y hago silencio—. Tenía unos ahorros guardados en mi habitación y se lo llevó, todo el dinero que poseía para sobrevivir. —Lágrimas escapan de sus ojos sin control.
No sé qué hacer ni qué decir, esto es muy extraño.
—Lamento todo esto, Mirian, si hay algo que pueda hacer por usted...
—Ella me odia —me interrumpe de nuevo, sus sollozos aumentando por cada segundo que pasa—. Yo no tuve la culpa de lo que pasó, no sabía —se lamenta y cubre sus ojos con las manos.
—No la entiendo. —Niega varias veces, sus manos tiemblan y sus ojos rojos me miran fijamente.
—Irina ha sufrido mucho, yo también. —Hipa y luego tose de manera exagerada.
Espero paciente que se componga, esto no era lo que quería saber, pero ahora entiendo un poco por qué actúa como lo hace. Me levanto, busco un vaso y lo lleno de agua. Me acerco y se lo extiendo para que ella lo tome.
—¿Se siente mejor? —Asiente y limpia su rostro con las manos.
—Discúlpame, a veces no controlo la tos. —Niego encogiendo los hombros, restándole importancia.
—No se preocupe, debe ir a un médico. —Sus ojos grises lucen angustiados, siento que quiere decirme algo más, pero no se atreve.
—Irina no es la misma de antes, ella cambió mucho cuando se enteró de la verdad. —Toma el vaso de nuevo y se toma lo que quedaba.
—¿Cuál verdad? —Sus ojos se llenan de lágrimas nuevamente.
—Tony no era su verdadero papá —habla con tanto pesar que me da lástima—. Él...
—¿Sí? —Agacha la cabeza—. Dígame, Mirian, ¿qué fue lo que pasó? —Su mirada grisácea me da escalofríos.
—La lastimaba —susurra y mi corazón se encoge al entender sus palabras. Me asquea pensar siquiera lo que ese hombre hacía con ella, lo que quiso hacer con Amelia. Era un monstruo.
—Siento tanto todo esto. —Me levanto, retiro dinero de mi bolsillo y se lo dejo sobre la mesa—. Debo irme. —Saco una tarjeta también y la pongo junto a los billetes—. Ahí tiene mi número, no dude en llamarme si necesita cualquier cosa.
Asiente, ida en sus pensamientos sin mirarme. Resoplo angustiado, aún sin creer en la manera que vive y camino hacia la salida.
—Matías. —Me detengo y ella viene de prisa a mi encuentro—. Hay algo más, Amelia debe saberlo. —Asiento sin tener idea de a qué se refiere—. Aníbal no es un asesino, él no acabó con la vida de su hermano, todo es una mentira.
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