Capítulo 30

Matías

Trato de concentrarme en la morena que estoy ayudando a posicionarse bien en la caminadora, pero mis ojos se desvían solos hacia Amelia que ha estado ignorándome desde hace días. No lo entiendo, íbamos tan bien y por estar pensando con mi pene lo he arruinado.

Ella no lo recuerda, pero el hecho de que haya sido casi abusada está en su subconsciente y es algo que reprime. Por eso me recrimino tanto haberla llevado a esa situación y comprendo totalmente su reacción. Soy un tonto, debo ayudarla y hago todo lo contrario.

-No me estás prestando atención. -La chica se queja y muevo mi cabeza tratando de alejar mis pensamientos.

-Lo siento. -Asiente complacida.

Sé que Amelia no me ha quitado los ojos de encima, hasta puedo jurar que se siente celosa y debe ser por eso que está de mal humor. Yo lo siento por ella, pero este es mi trabajo y trato de ser profesional.

-Muchas gracias, guapo. -La morena se me acerca y me da un beso en la mejilla para luego caminar hacia la salida.

Resoplo resignado y me dirijo hacia mi novia, ya le he dado su espacio y es tiempo de que hable con ella.

-Vamos a comer juntos, cariño. -Sus ojos se posan sobre mí y me espanto al notar la ira en su mirada.

-No puedo. -Sigue tecleando algo en el computador de manera exagerada, haciendo que se escuche muy fuerte.

-Quiero pedirte perdón, Amelia. Sé que no debí insinuar...

-No te preocupes -me interrumpe y camina hacia los baños.

La sigo, sé que hace eso cuando se siente mal y quiere llorar en privado. Me detengo cuando se introduce al baño de mujeres, no lo pienso mucho y entro. Vislumbro sus pies en uno de los cubículos y puedo escuchar sus sollozos. Mi corazón se hace pedazos al ser consciente que ella ha estado mal todos estos días y yo de idiota dizque dándole tiempo. Lo que necesita es mi apoyo.

-Amelia. -Poso mi mano sobre la puerta y la toco levemente-. Sal de ahí, mi amor, vamos a hablar.

Sus sollozos se intensifican al igual que mis deseos de tirar la barrera que nos separa.

-Déjame sola, eres un mentiroso. -Mis ojos se abren al escucharla.

-¿De qué estás hablando? Sal de ahí para que hablemos, no quiero que alguien entre y me encuentre aquí. -Mi corazón late salvaje, algo no anda bien y estoy seguro que no se debe a lo que pasó la otra noche.

-No has sido sincero conmigo. -Abre la puerta y sale.

Se acerca a uno de los lavamanos y se moja la cara. Sigo cada uno de sus movimientos, preso del pánico sin saber qué decirle. Es cierto, no he sido sincero del todo con ella, pero es porque no quiero presionarla. Mi miedo siempre ha sido que un día se despierte recordando todo su pasado y me odie por eso.

Sale del baño y la sigo en silencio, busco las palabras adecuadas en mi cabeza para poder abordar el tema. Ella cruza la calle, sé hacia donde se dirige y me alegra que haya decidido comer algo. Estos últimos días Amelia ha comido poco, lo sé porque aunque ha estado ignorándome, he seguido de cerca su día a día.

Ella entra al comedor y se posiciona de una vez en la fila para pedir el almuerzo. Me coloco detrás, esperando que no se moleste por mi atrevimiento.

Nos sentamos uno frente al otro en una de las mesas para dos personas. Degusta sus alimentos en silencio, yo solo revuelvo mi arroz porque el nudo en la garganta no me permite tragar.

-¿Alguna vez has sentido que tu vida es una mentira? -La miro directo a los ojos y niego-. Pues así es como me siento, Matías. No sé en quién creer, ni quién me dice la verdad. -Parpadea varias veces, evitando que las lágrimas se derramen.

-No sé a qué te refieres, pero puedo ayudarte a comprender algunas cosas. -Trago saliva ante la mirada acusatoria que me está dando. Pero es la realidad, le diré lo que sea para aclarar su mente, aun si eso implica que me odie luego.

-Tanto que admiraba a mi padre... -Suelta el tenedor y cubre su rostro con las manos.

Es oficial, estoy sumamente nervioso y horrorizado. Puedo imaginar a qué se refiere y temo que no pueda hacer mucho con la poca información que tengo. Aun así, retiro las manos de su cara y las tomo entre las mías apretando con suavidad.

-Dime lo que sea, cariño. Sabes que estoy aquí para ti. -Ella no las retira, solo se queda mirándome profundamente.

-Mi padre era un asesino. -Una lágrima cae por su mejilla al decir esto-. Él mató a su hermano. -La cabeza me empieza a doler al escuchar todo lo que está saliendo de su boca.

-No, las cosas no son así -refuto inseguro. Sé que Susane me había contado que Aníbal asesinó al agresor de Amelia, pero nunca mencionó que era su hermano.

-Sí, Matías. Mi papá asesinó a mi tío porque él iba a abusar de mí. -Mi boca se abre en sorpresa y mi cara debe parecer un poema. No puedo creer que ella haya recordado todo esto.

-Cálmate, Amelia, no te presiones. Estoy seguro que esto tiene una explicación.

-Lo sabías y no me dijiste nada, ¿por qué no me contaste que mi padre era un asesino? -solloza con fuerza y noto como los ojos de intrusos se posan sobre nosotros.

-No manejo mucho el tema, Amelia. Cuando me enteré fue sin esos detalles, además no sabía que era tu tío...

-Por eso Irina me odia -susurra y algo dentro de mí se enciende.

-Fue ella quién te dijo, ¿cierto? -Asiente despacio.

Lo sabía, no sé qué gana ella haciendo esto pero se la verá conmigo. Estoy consciente que Amelia de alguna u otra manera se iba a enterar de todo, pero le advertí que no la presionara. No confío en ella y esto solo está reafirmando mis sospechas.

-Me duele tanto. -Me levanto, la tomo del brazo y salgo del lugar con ella.

Caminamos por las calles a pequeños pasos, uno junto al otro. La tomo de la mano, quiero transmitirle todo lo que siento y que puede contar conmigo. Aún no logro entender qué fue lo que pasó realmente, solo sé que Aníbal encontró al hombre -que ahora sé que era su hermano- intentando abusar de su hija y él reaccionó de esa forma.

No lo juzgo, quizás hubiese hecho lo mismo. ¿Por qué la madre de Amelia me ocultó la identidad de ese hombre? Puedo lograr entender ese hecho, es una situación difícil porque Anibal está muerto y él era la única persona que podía decirnos la verdad de lo que realmente pasó.

-¿Recuerdas lo que sucedió ese día? -Niega despacio, ida en sus pensamientos.

-He tenido sueños donde veo a un hombre con una marca en la cara haciéndome daño. -Hace silencio y su ojos miran a un punto fijo.

Esto no es bueno, ella se está forzando demasiado, sé que está tratando de recordar y se está presionando.

-No sigas, Amelia. Los recuerdos vendrán poco a poco, haremos la cita con el doctor para que tomes terapias. -Suspira resignada y asiente.

-No sé como mirar a Irina a los ojos, ella ha sufrido mucho y siento que es mi culpa. -La tomo del brazo, detengo nuestro andar y nos sentamos en una banca.

-No tienes la culpa de nada, yo voy a hablar con ella.

-Ella me odia, por eso se comporta así conmigo. Pero tiene razón...

-No -la interrumpo-. No eres responsable del asco de padre que tenía, las dos son víctimas. Es duro enterarse que tu padre es un enfermo. -Asiente y limpia sus mejillas.

La atrapo en un abrazo y coloco su cabeza en mi pecho. Ella se aferra a mí como si de su ancla se tratara, beso su frente y la muevo de un lado a otro. Mi mente está trabajando rápidamente, buscando la solución a cada problema. ¿Qué voy a hacer con Amelia y toda la información que tengo ahora? Soy consciente que no es suficiente y debo esforzarme por buscar la verdad a todo esto.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top