Capítulo 3
Matías me observa desconcertado cuando le extiendo el casco púrpura de brillos, niega varias veces y ruedo los ojos por lo infantil que luce.
Agacha la cabeza, noto que está desanimado y algo le preocupa.
—No usaré eso, Amelia, y tampoco me subiré en esa cosa. —Frunzo el ceño ofendida, ¿cómo se atreve a hablar así de Violeta?
—No digas eso delante de mi bebé, mejor agradece que puedo llevarte. —Acaricio mi medio de transporte mientras él me mira como si estoy loca.
Resopla, se acomoda detrás de mí y aprieta mi cintura cuando empiezo a conducir. Sus brazos alrededor de mi cuerpo me ponen mal, siento calor y mi corazón late desbocado.
Es gracioso porque él es muy grande, haciendo lucir a la motoneta pequeñita. Me siento arropada por su aroma, percibo su aliento y su cuerpo duro contra el mío me hace pensar cosas.
¿Cómo se sentirá hacer el amor con Matías? ¿Será apasionado, dulce o salvaje? Las imágenes de él sobre mí inundan mi mente, parpadeo tratando de componerme porque estoy manejando y podría ocasionar un accidente.
Aparco frente al gimnasio y Matías casi se tira de la moto. Lo miro de mala manera porque está exagerando, toca su cuerpo verificando que está completo. Idiota.
—Eres un dramático de lo peor. —Retiro el casco de mi cabeza y acomodo mi pelo para que se vea presentable. O eso trato.
—¡Tú estás loca! —señala y me exalto por su arrebato—. Eres un peligro al volante, casi nos matas. —Ruedo lo ojos y camino a la entrada.
—Estoy acostumbrada, no es una cosa del otro mundo. —Me agarra un brazo, esto provoca que choque contra su pecho.
—Te saltas las señales, vas muy rápido y te distraes mucho. —Levanto la cabeza, sus ojos lucen angustiados. Rayos, está preocupado por mí de verdad.
—Tendré más cuidado la próxima vez —susurro sin apartar la mirada de la suya. Mis ojos bajan a sus hermosos labios, el deseo de probarlos me embarga y me acerco más a él.
Siento su respiración en mi rostro, sus ojos claros están dilatados y muerde su labio inferior con lentitud. Mi cuerpo tiembla, un nudo en la garganta me asfixia y siento que me puedo desmayar en cualquier momento. Hazlo, bésame.
Sus manos se posan sobre mis brazos, desvía la mirada y me aleja. Camina hacia la puerta y entra al gimnasio. Me quedo aquí, quieta, desorientada y con un dolor en el pecho.
***
Kevin, el jefe de Matías, me explica todo lo que voy a hacer. Mis funciones van desde recibir a los clientes, servir de cajera y asistir a los entrenadores en lo que necesiten. Asiento a todo desganada, el "momento fallido" me ha dejado un malestar estomacal que me está volviendo loca.
¿Por qué siempre tengo que enamorarme de las personas incorrectas? He tenido tres relaciones en mis veintiún años y todos me han hecho sufrir.
El primero era un patán que solo me quería llevar a la cama, no lo consiguió y se encargó de regar en toda la escuela que era una puta.
El segundo lo conocí en unas vacaciones donde mis padres, duramos varios meses hablando y nos hicimos novios. El hecho es que, no quería nada serio y omitió esa parte. No fue tan grave, pero me dolió cuando usó el pretexto de que yo nunca iba a ser lo suficientemente bonita para su altura. Hasta me dijo que era gorda, creída y loca.
Y bueno, el tercero tenía una familia y la estaba agrandando.
Por mi bien es mejor que deje esos sentimientos por Matías enterrados. Dicen que amar es una decisión, así que desde hoy seré firme y no dejaré que sus encantos me distraigan.
—¿Qué te parece? —Agacho la mirada y asiento esperando que se vaya. Lo menos que necesito ahora que he decidido superarlo es tener que mirarlo con su ropa deportiva.
A Matías todo le queda bien, pero esos pantalones ceñidos a sus tonificadas piernas y esa camiseta sin mangas me ponen mal. Sus brazos al descubierto son una tentación, te incitan a abrazarlo y nunca dejarlo ir. Rayos, esto será más difícil de lo que creía.
—Bueno, tengo que ir a trabajar, nos vemos en la salida. —Escucho como se aleja y me permito respirar en paz.
***
Camino hacia mi motoneta con el cuerpo adolorido, nunca imaginé que trabajar en este lugar podría ser tan duro. Estoy agotada, las caminatas de aquí para allá eran eternas. Matías se ha burlado de mí diciendo que soy una perezosa y por eso me siento así.
Escucho su voz detrás de mí, al parecer habla con otra persona mientras se acerca. No le hago caso y me subo a la moto, estoy ansiosa por llegar a casa y descansar.
—¡Amelia, espérame! —Lo miro desconcertada, pensé que no se iba a ir conmigo luego de lo que vivió cuando lo traje.
—Toma un taxi, Matías, adiós. —Hago ademán de encender el vehículo, pero su mano me toma el brazo impidiendo que lo haga.
—No te dejaré sola. —Toma el casco de mi mano, se lo coloca y se sube pegando su cuerpo al mío otra vez. Resoplo con sonoridad, espero que pueda llegar pronto.
Miro por los espejos de la motoneta a un hombre, vestido de negro por completo, en una motocicleta que nos sigue. Sacudo la cabeza, quizás los dedos de Matías enterrados en mi cintura me han puesto a alucinar.
Me detengo porque quedamos en que íbamos a comer algo. Él no ha dejado de mirar por todos lados con recelo, algo lo está preocupando y no se atreve a decirme.
—¿Sucede algo? —Niega y me guía hacia la mesa más alejada. Tomo el menú y mi boca se hace agua al pensar en una jugosa hamburguesa con papas fritas.
Es justo después de un día tan estresante y agotador.
Comemos en silencio, sin atrevernos a mirarnos a los ojos y perdidos en nuestros pensamientos. No entiendo a Matías, es muy raro que actúe de esta manera.
—Gracias por hablar por mí, me has sacado de un apuro. —Me mira directo a los ojos, sonriendo de lado.
—No es nad... —Deja caer el cubierto, se queda paralizado y con la vista puesta a un punto fijo detrás de mí.
Lo observo confundida por su comportamiento sintiéndome una tonta. Sigo su mirada y logro vislumbrar lo que lo tiene así.
El hombre de negro, que nos perseguía, está parado en la entrada del lugar. Mantiene su casco en la cabeza y tiene una mano extendida hacia Matías con un bolso en la mano.
Se levanta, sus manos tiemblan y sus ojos se posan en mí por un segundo.
—Debemos irnos —no replico y lo imito, confundida.
—¿Quién es ese tipo? —Salimos de ahí sin ver rastros del hombre que le extendía el bolso.
—Te contaré todo, pero debemos salir de aquí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top