Capítulo 26
Nada fue real, estoy segura. Otro sueño más, un reflejo de lo que he anhelado toda mi vida. Se sintió tan bien, tan verídico, el calor de su cuerpo aún quema el mío. Puedo percibir el sabor de su boca, el cosquilleo de sus labios y el golpeteo de su corazón. Aún huelo a él.
Las palabras hacen eco en mi mente, me torturan y no dejo de pensarlas. Te amo. Cómo quisiera que en realidad hubiesen salido de su boca, que me haya mirado de la forma en que soñé.
—Amelia. —Abro los ojos al escucharlo. Miro a mi alrededor aterrada al percatarme de que no estoy en mi cuarto—. Tranquila, cariño, estás en mi habitación de la cabaña de mis padres. —Mi corazón deja de latir por un instante y mis manos empiezan a temblar incontrolables. Entonces fue real...
—Matías —susurro presa del miedo, me da pánico que no haya pasado—. ¿Qué sientes por mí? —Me atrevo a preguntarle, directamente y sin rodeos.
—Te amo, Amelia. —Sonríe y toma mis manos, acariciando suavemente—. No fue un sueño ni imaginaste lo que pasó, yo te amo, cariño. —Lloro con fuerza, sin saber de qué otra forma reaccionar.
—Yo te amo también. —Asiente complacido y me da un beso casto en los labios.
—Hay algunas cosas que quiero aclararte, sé que estás confundida y te prometo que te voy a ayudar a salir de esto. —No entiendo a qué se refiere, pero asiento de todos modos.
Observo la luna llena desde la ventana y me exalto al pensar en mis padres, salí temprano y no he llegado a casa. Deben estar muy preocupados.
—Debo irme. —Me levanto y camino de prisa hacia la puerta con mis zapatos en manos.
Salgo y la brisa fría me golpea haciendo volar mi pelo. Me paro en seco, me giro y veo a Matías recargado de la puerta riendo como loco. Idiota.
—¿Cómo te vas a ir, Amelia? ¿Volando? —Estalla nuevamente en carcajadas.
Camino de regreso a la cabaña, molesta y cuando paso por su lado lo empujo bruscamente.
—No te burles de mí. —Me cruzo de brazos indignada.
—No me burlo. —Se acerca y besa mis mejillas—. Quédate esta noche conmigo, Amelia —susurra en mi oído.
Sus palabras me hacen temblar de arriba abajo, ¿acaso él me está insinuando algo? De solo pensarlo se me sube la temperatura, tantas veces imaginando como sería entregarme a él y ahora puede hacerse realidad.
Pero es muy pronto para tener relaciones sexuales, ¿será que solo me ha dicho esto para que me acueste con él?
—No me voy a acostar contigo, Matías —le advierto seria. Se aleja un poco de mí, me observa entre sorprendido y divertido.
—¿Quién está diciendo eso? Solo te estoy pidiendo que te quedes aquí porque es tarde y quiero que hablemos. Eres una pervertida. —Agacho la cabeza apenada, rayos, se me nota la desesperación.
Aprovecho que él está haciendo la cena para llamar a mis padres, ninguno de los dos contestan y me parece extraño que no me hayan dejado ni un mensaje. Les envío una nota de voz explicando donde estoy y dejándoles saber que me quedaré con Matías.
Camino hacia la cocina, me quedo embobada al escuchar la dulce voz de mi amigo cantando una melodía que me relaja. Tengo la sensación de haberla escuchado antes, pero no sé donde. Me detengo y detallo el pantalón de pijama ajustado que tiene puesto, se le marca bien el trasero y piernas tonificadas. Rayos, él tiene razón, soy una pervertida. Sacudo mi cabeza tratando de alejar esos pensamientos y me acerco dispuesta a ayudarlo.
Cenamos en un silencio cómodo, con miradas cómplices y escuchando una música lenta de fondo. Es inexplicable lo bien que me siento así con él, sé que es pronto y no hemos definido nada aún, pero esto se siente tan correcto.
Nos tumbamos en la alfombra de piel frente a la chimenea, su cuerpo junto al mío y acaricia mi brazo dulcemente.
—Háblame de mi pasado, Matías —rompo el silencio y él asiente levemente.
—Voy a contarte algunas cosas, pero si te sientes mal me dices, no quiero presionarte. —Asiento y él suspira—. A los doce años perdiste parte de tu memoria. —Sus ojos me observan con preocupación al decir esto.
—Eso me dijo Irina. —Abre la boca para hablar, pero no lo dejo—. Sé que ustedes piensan que estoy loca, pero ella vino, no lo soñé. —Mis ojos se llenan de lágrimas al notar la manera en que me mira.
—Te creo, tranquila. —Asiento y muevo la mano indicando que continúe—. No sé con certeza qué pasó, pero el hecho es que fue algo fuerte. —Desvía la mirada y soy consciente que me oculta algo.
—¿Qué sucedió? —El corazón late salvajemente en mi pecho y siento que me asfixio. No entiendo por qué este tema me descoloca tanto.
—Amelia, déjame seguir por favor. —Asiento resignada—. A los quince años te pedí que fueras mi novia. —Abro la boca en sorpresa y el sonríe ido—. Estoy seguro que parecía un tonto, de rodillas y una flor en mano. —Me imagino la escena y sonrío enternecida. ¿Por qué no recuerdo esto?
—¿Qué pasó? —pregunto interesada y su semblante cambia de repente a uno serio.
Frunce el entrecejo y mira fijamente a la nada. Está perdido en sus pensamientos y daría lo que fuera para saber qué está pasando por su cabeza ahora mismo.
—Tuve que irme —susurra desviando la mirada—, no me despedí de ti y te enteraste de mala manera. —Niega cabizbajo.
—Entiendo, eso hizo que olvidara lo nuestro. —Asiente con pesar y una lágrima escapa de su ojo.
Me le acerco, seco su mejilla y me siento a horcajadas sobre él. El calor que emana de su cuerpo me arropa, puedo percibir su olor mezclado al aroma de las velas de canela y manzana. Es una sensación exquisita, mis emociones están a flor de piel y se lo dejo saber besando su boca apasionadamente.
Me corresponde de inmediato, sus grandes manos me toman las mejillas y profundiza el beso jugando con mi lengua. Me pierdo en su olor y sabor, me aprieta más y puedo notar lo excitado que se encuentra. Un escalofrío me recorre al ser consciente que quiero esto, no me importa lo que haya pasado entre nosotros, estoy dispuesta a todo con tal de estar con él.
—Hazme tuya —susurro al separarme un poco sin pudor alguno. Mi juicio está nublado, siento sus manos recorrer mi cuerpo y el deseo incrementa.
—¿Estás segura? —Asiento desesperada subiendo su camiseta y acariciando la piel que voy descubriendo.
Nos miramos fijamente, sus labios están hinchados de tanto morderlos y sus ojos dilatados. Me recuesta en la alfombra con suavidad y se posiciona sobre mí apoyando su peso en sus brazos.
Me besa con desesperación ahora, sus manos inquietas recorren mis piernas descubiertas y siento como va subiendo mi vestido. Estoy nerviosa, nunca he hecho esto y no sé como debo actuar.
Se separa un poco de mí al escuchar mi teléfono timbrar en el sofá.
—No le hagas caso, sigue. —Me aferro a él, evitando que se levante.
—No lo pienso hacer. —Ríe complacido y vuelve a besarme como antes.
Mi teléfono sigue timbrando, se cae la llamada y empieza otra vez. Matías se separa de mí y maldice entre dientes.
—Voy a contestar, puede que sean mis padres. —Asiente y me ayuda a levantar.
Tomo el aparato y me percato que es el número de mi papá.
—Hola. —Cierro los ojos esperando una reprimenda de él, pero no se escucha nada—. ¿Papá?
—Señorita Díaz. —Es la voz grave de un hombre que no conozco y mi corazón late sin control—. Es el oficial Méndez. —Mi mente se queda en blanco y Matías me quita el teléfono.
—Buenas. —Sus orbes se abren y me mira con preocupación—. Estaremos allá en un rato. —Cuelga y se queda paralizado observándome con ojos cristalinos—. Debemos ir a la casa de tus padres, Amelia, es urgente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top