Capítulo 24
Mi mente divaga en las palabras que salieron de la boca de mi madre, lágrimas salen de mis ojos sin control y estoy en una fase de negación. ¿Por qué a él? Mi padre es un hombre bueno, honesto y se ha encargado de darnos una buena vida. Nunca le ha hecho daño a nadie, al contrario, le encanta ayudar al más necesitado.
La vida es injusta, hace que te encariñes con cosas que son efímeras, seres que en algún momento dado desaparecerán para siempre. No estoy lista para perderlo. Ahora soy consciente que he sido tan egoísta, quizás nunca debí irme de casa, puede que por eso ellos no querían que me marchara.
El dolor en el pecho se va profundizando al paso de las horas, pero la realidad es que no sé cuánto tiempo llevo aquí. Luego que mi madre me pusiera al tanto de lo que está pasando, vine a mi cuarto y no he podido levantarme de la cama.
No quiso darme ninguna explicación ni me dijo qué es lo que está padeciendo papá. Según ella, son cosas que no me harán bien. Sin embargo, quiero saber todo, creo que sería más fácil para poder ayudarlo.
—Amelia. —Escucho como camina hacia mí y se queda paralizada a cierta distancia de mi cama—. Vamos a almorzar, cariño, la comida está lista. —Mis ojos se posan en ella y niego haciéndole entender que no quiero.
La angustia con la que me observa me da escalofríos, me hace entender que esto es real y no una pesadilla. Lloro más fuerte, con rabia e impotencia. Sus brazos me acorralan, dice algunas cosas que no logro descifrar y me aferro a ella.
Se separa de mí, escanea mi rostro y puedo notar que llora también.
—Perdóname. —Su voz se entrecorta por el llanto—. Nunca quise hacerte daño. —Asiento y trato de calmarme, por el bien de las dos.
—No, mamá, perdóname tú a mí. Nunca debí abandonarlos, yo solo quería hacer mi vida. —Trato de justificarme porque siento que he hecho todo mal.
—No hay nada que disculpar, mi vida, los errores que cometemos se pueden enmendar. Deberías venir a vivir con nosotros de nuevo, Aníbal te puede llevar a la universidad si quieres seguir asistiendo a esa misma. —Asiento con pesar, no es lo que quiero, pero no puedo dejarlos solos en un momento así.
Me exalto al sentir una mano fría en mi cara, abro los ojos de repente y chillo al ver a Irina sentada en mi cama.
—¿Qué haces aquí? —Me siento frotándome los ojos, mi estómago gruñe por la falta de alimentos y la cabeza me duele.
Sus orbes marrones lucen opacos, me mira fijamente y su semblante está serio. No entiendo qué hace aquí, quizás se enteró de lo que está pasando mi padre y por eso vino.
—¿Dónde está Matías? —Recorre la habitación y luego vuelve a posar su mirada en mí.
Ahora comprendo todo, vino por él. Claro, estoy segura que ya lo extraña. ¿Cómo Matías puede saltar de una relación a otra tan rápido? Aún no sé con certeza qué fue lo que pasó entre ellos o qué está pasando ahora, pero al parecer sí hubo química inmediata.
—No lo sé, me trajo y fue a verse con unos amigos —repito lo mismo que él me dijo en la mañana. Suspira aliviada, pero sin apartar su mirada profunda de mí.
—¿Cuándo vas a regresar a la ciudad? —Se sienta a mi lado y toma una de mis manos entre las suyas.
—N-No lo sé —balbuceo pensando que debo ir a buscar mis pertenencias.
—Hay cosas que debes saber, Amelia. No entiendo cómo pudieron mantenerte al margen de lo que pasa. —Su mirada se suaviza y habla despacio.
¿Se refiere a la enfermedad de mi padre? ¿Acaso ella sabía antes que yo? Este hecho me hace sentir mal, no puede ser que sea la única que no estaba enterada. Quizás hasta Matías lo sepa, cuando lo vea lo cuestionaré al respecto.
—Ya lo sé, enterarme de la enfermedad de mi padre me ha pegado duro. —Niega varias veces.
—No me refiero a eso, hay muchas cosas que te han ocultado y no me parece justo. —Retiro mi mano de su toque, estaba pasando sus uñas largas por mi piel y ya me estaba haciendo daño. Una sensación de ardor me hace frotar el área.
—¿De qué estás hablando? —Un atisbo de sonrisa se instala en su boca y luce satisfecha por la atención que le estoy brindado.
—Sé que hay veces que te sientes fuera de lugar, incluso no recuerdas cuando venía a jugar contigo y como siempre te protegía. —Asiento despacio porque es la realidad, las cosas raras que me suceden me hacen pensar que estoy loca.
Sopeso sus palabras, tantas pesadillas que he tenido y que se sienten tan reales, además del vacío de que algo falta. ¿Será que en realidad mi vida está incompleta?
—Es cierto, me pasan cosas extrañas —concuerdo ida.
—Sí, eso se debe a que sufres de amnesia disociativa¹. —Abro la boca en sorpresa, sin poder creer lo que dice—. No me mires así, según tengo entendido pasó cuando tenías doce años.
—¿Pero por qué? —susurro perdida en mis pensamientos, buscando algún indicio de lo que ella me dice es real.
—Esa información aún no la tengo clara, pero estoy casi segura que fue por culpa de Matías. —Encoge los hombros como restándole importancia.
No le creo, si en realidad perdí la memoria, él no es el culpable. Mi cabeza se vuelve un revoltijo, escucho voces y veo cosas que nunca había presenciado antes.
La voz de Irina se escucha lejana, no logro entender lo que grita y cubro mis orejas con las manos. El dolor de cabeza se torna insoportable, me siento desorientada y la oscuridad me arropa por completo.
Los murmullos me hacen abrir los ojos, miro alrededor percatándome que sigo en mi antigua habitación. Mis padres y Matías se giran hacia mí y se me acercan en un santiamén.
—Al fin despertaste, Amelia. —Mamá me verifica toda, tocando mi frente con la palma de su mano—. ¿Cómo te sientes? —Parpadeo buscando las palabras correctas para responderle.
—Estoy bien —es lo único que puede salir de mi boca. Mis ojos no dejan los de Matías que me observa desde el otro extremo de mi cuarto con preocupación.
—Vine a verte y te encontré desmayada. —Mi mirada se desvía y se posa sobre mi padre. Luce cansado, está más delgado y es notable la pérdida de pelo. A mi mente viene todo lo que me dijo mamá y me es imposible no llorar.
Lo abrazo fuertemente, mis sollozos aumentando con cada segundo que pasa. No puedo creer que sea verdad, él no nos puede dejar solas y desamparadas.
Entonces recuerdo a Irina y lo que comentó de mi pérdida de memoria. Observo de nuevo a Matías y me pregunto por qué ella lo acusa de lo que me sucedió. Estoy consciente que no ha sido sincero, quizás por eso se comporta tan raro conmigo.
—¿Dónde está Irina? —Quiero terminar de charlar con ella y así me pueda explicar mejor las cosas.
—Amelia. —Matías se acerca, la angustia en sus ojos es evidente—. Irina no vino con nosotros, de hecho, hablé con ella hace unas horas y me dijo que estaba en un casting de una marca publicitaria.
Niego varias veces, estoy segura que ella estuvo aquí, yo no lo soñé.
—Ella vino, estuvo hablando conmigo y... —Hago silencio al perder el hilo de mis pensamientos.
—¿Pueden dejarme a solas con ella? —La voz de mi amigo sale dura y sin una pizca de titubeo.
Mis padres se miran y luego asienten. Es mi mamá que sale primero de la habitación, mientras mi papá se queda un momento observando a Matías. La tensión densa es palpable, ellos deben tener algún problema porque se miran como si quisieran matarse.
—Cuidado con lo que haces o dices —le advierte mi papá y luego se retira.
Mi amigo resopla con hastío, revuelve sus rizos y se sienta a mi lado.
—Vamos al techo, Amelia. Quiero que hablemos. —Asiento, me levanto y tambaleo por la falta de fuerzas—. Te ves mal, será mejor que comas algo. —Me toma del brazo y me pega a su cuerpo.
—D-Debo ducharme —balbuceo nerviosa al sentir su cercanía, sus ojos cristalinos me observan de una manera que me es imposible explicar. Tantas cosas en esa mirada: anhelo, deseo, ¿amor?
—Hazlo, linda, luego iremos a comer algo porque hoy es el día en que te enteres de todo.
—No te entiendo. —Un escalofrío me recorre al notar su mirada decidida.
—Ya no más mentiras, Amelia. Te voy a explicar el porqué te sientes incompleta. —Suspira resignado sin apartar sus ojos de mí—. Es hora de que sepas lo que en realidad pasó entre nosotros.
🙋♀️¹La amnesia disociativa es la amnesia (pérdida de memoria) originada por un acontecimiento traumático o estresante, que produce una incapacidad para recordar información personal importante. Las personas tienen lagunas en su memoria, que pueden abarcar desde minutos hasta décadas de su vida.
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