Capítulo 19
Sonrío emocionada al ver la playa por la ventanilla del vehículo. Es un día brillante y con una temperatura adecuada para un chapuzón.
Cuando Ruddy me llamó para invitarme a salir, no pensé que sería en este lugar, pero estoy muy feliz que me haya traído. La playa es un lugar maravilloso, me encanta sentir la arena debajo de mis pies y escuchar las olas chocar una contra otra.
Me ayuda a salir y observo todo con detenimiento. Hay algunas personas dispersas, niños juegan con pelotas y haciendo figuras en la arena. Ruddy saca una sombrilla y dos sillas plegables del baúl de la camioneta. Sí, esta vez está manejando una, al parecer la colección no solo es de motocicletas.
Siento curiosidad por su vida, cómo es que tiene tanto dinero si no trabaja o al menos nunca lo he escuchado mencionarlo. Él luce como todo un chico rico, de buena familia, quitándole el hecho de que se hizo amigo de unos vándalos.
—Espera aquí, Amelia, voy a comprar algo para comer. —Asiento y lo veo alejarse hacia uno de los puestos de comida.
Mi boca se hace agua al pensar en los manjares que venden en este sitio, puedo percibir el olor a pescado y frituras. Miro mi barriguita por encima de mi vestido y me dan remordimientos ahora mis pensamientos.
Suspiro resignada, solo es por hoy, es un día libre y voy a disfrutarlo al máximo. Aunque me hubiese gustado pasarlo con cierto moreno de ojos miel. Otra vez pensando en el innombrable, estoy segura que entre nosotros pasó algo y no se quiere sincerar conmigo. ¿Es tan difícil decirme la verdad?
Si mis sospechas son reales, entonces sucedió algo grave para que él esté así. Su comportamiento es tan raro que me confunde, es como si quisiera tenerme cerca, pero a la vez lejos. No pienso ser juguete de nadie.
Él tendrá sus razones para mantenerme al margen de lo que pasó y lo que siente, es su decisión y la voy a respetar. Por ahora buscaré la manera de salir adelante con la universidad y quizás sopesar la idea de estar con Ruddy.
Él se acerca con una bandeja llena de mariscos y pescados fritos. Mi boca se abre porque es mucha comida, pero tampoco me quejo. Almorzamos entre charlas amenas y miradas cómplices. No ha tocado el tema que me interesa, pero lo estoy dejando pasar por ahora.
Nos acostamos en la arena sobre dos toallas enormes que trajo y siento como toma mi mano entre la suya. Es raro estar así con él, pero de una buena forma, hace tiempo que no salgo con alguien y debo decir que es gratificante sentirte querida.
Mis pasadas relaciones han sido un asco, lo sé, pero puede que esta sea mi oportunidad. Debo hacerme esa idea, no es con quién hubiese querido, pero se siente bien su compañía. Ruddy es muy apuesto, un caballero y me trata como una princesa. Ahora bien, ¿está mal que salga con él si amo a otro chico?
—Vamos a bañarnos. —Se levanta y extiende sus manos.
Lo miro horrorizada, no vine con traje de baño y no pienso mojar mi ropa.
—No voy a entrar al agua, lo siento. Además, no tengo traje de baño. —Se carcajea como un loco, colocando sus manos en la cintura.
—Eso es lo de menos, Amelia, quítate el vestido y ya está. —Mis ojos se abren horrorizados por las tonterías que está diciendo.
—¡Eres un pervertido! —Me levanto en un santiamén y me cruzo de brazos molesta.
—Un bikini y tu ropa interior es lo mismo, nunca entenderé la lógica de las mujeres. —Se retira la camiseta y el pantalón, quedando en bóxer.
Ruddy no es un chico musculoso, pero tampoco muy delgado. Su complexión es promedio al igual que su altura. Su piel es lechosa y limpia, pero puedo notar el tatuaje que tiene en su costado derecho.
—¿Qué es? —Me acerco, pero él retrocede—. Déjame verlo.
—Ven. —Levanta su brazo y me permite observar las letras negras en cursiva: Helen.
—Es hermoso. —Asiente y se aleja un poco—. ¿Quién es ella? —Sus ojos se vuelven cristalinos y me arrepiento por haber preguntado—. Discúlpame, no debí...
—No, está bien. —Se sienta en la toalla y lo imito, quedando frente a él—. Era mi madre, se suicidó cuando tenía trece años. —Abro la boca en sorpresa y la cubro con una mano.
—Ruddy... —Me mira con pesar y trata de disimularlo con una sonrisa distorsionada.
—No pasa nada, Amelia, es tema superado. —Sé que miente, sus ojos gritan todo lo que su boca no se atreve—. Al poco tiempo asesinaron a mi padre también, fue un pago por todo lo que hizo. Por él mi mamá se quitó la vida —habla con tanto rencor y odio que me hace temblar.
—Eso es horrible. —Asiente varias veces.
—Me mudé con mi hermana, ella hacía de todo para que me sintiera bien, pero no funcionaba. Estaba cansado de su hostigamiento, sé que solo quería ayudarme, pero era asfixiante. —Asiento en acuerdo.
—Te comprendo, mis padres son muy sobreprotectores y por eso decidí irme a vivir sola. —Frunce el ceño pensativo.
—Entonces algo debió pasar para que sean así. —Pienso en lo que me ha dicho, pero no recuerdo nada fuera de lo común.
—No lo sé, Ruddy, hay muchas cosas que no entiendo de mi vida. —Hago silencio, incapaz de decirle cómo me siento, pensará que estoy loca.
—Me puedes llamar Ro, así me dicen las personas cercanas. —Sonríe abiertamente, se acerca más a mí y junta su frente con la mía—. Eres tan hermosa. —Acaricia mi mejilla y deposita un beso en mis labios.
Estoy consciente que ha cambiado de tema a propósito y eso está bien para mí. Pero sí quiero saber acerca de los hombres peligrosos y el lío de la chica asesinada.
—Ro. —Se aleja un poco y puedo notar lo confundido que está—. Quiero saber qué pasó esa noche, por favor. —No tengo necesidad de darle más detalles porque él sabe perfectamente de qué estoy hablando.
Se acomoda en la toalla, sus manos van a su pelo que vuela libre con la brisa y lo recoge con una liga que tenía en la muñeca izquierda. Carraspea varias veces, fingiendo aclarar su garganta y sé que solo está ganando tiempo.
—Conocí a Joseph una noche en un bar, Amelia, había terminado de hacer una presentación con mis amigos y él estaba entre el público. Me sentía muy mal porque era el aniversario de la muerte de mi madre y le pregunté al seguridad si tenía algo fuerte que me hiciera olvidar. —Escucho atenta todo lo que está diciendo y mi corazón late salvajemente al imaginar las cosas horribles que me va a contar.
—Sigue —aliento porque se ha quedado en silencio por unos minutos.
—Él me vendió las porquerías que me metía, así fue como todo empezó. Lo busqué varias veces y me cobraba mucho dinero por ellas. —Suspira resignado—. Luego de eso, dejé de consumir, me sentía horrible porque estaba tirando por la borda mi vida. Joseph me buscaba, se aparecía donde quiera que estaba y me quitaba dinero. Esa noche, salí del bar y ellos me siguieron. Solo eran dos hasta que uno de ellos se unió con la chica que abusaron.
—Por Dios —interrumpo horrorizada, él mira para todos lados y hago lo mismo, percatándome de que no hay nadie cerca.
—No sé como pasó, pero me encontraba en ese callejón con ellos y la chica. Ella andaba con Rick, un amigo de Joseph, es tan hijo de puta que la llevó para compartirla con los demás. Ella se negó y la abusaron vilmente. Traté de ayudarla, te lo juro. —Me toma de los brazos con fuerza, sus mejillas están húmedas y sus ojos desorbitados.
—Estabas ahí, pudiste hacer algo más. —Me levanto, conmocionada por toda la información que he recibido. Un dolor se instala en mi pecho al ser consciente que esto es muy raro.
—Amelia, debes creerme. Soy inocente y ahora esos tipos me están chantajeando contigo. —Me quedo paralizada, presa del miedo. Matías tenía razón, debo alejarme por mi bien.
—Llévame a mi casa, por favor. —Sus ojos lucen angustiados y deja caer sus hombros. Desvío la mirada porque me duele verlo así, tan roto y vulnerable.
—Confía en mí, hermosa, por favor. —Toma mi rostro y me pega a su cuerpo—. Voy a protegerte con mi vida, te quiero.
Niego varias veces, camino hacia la camioneta y me acomodo en el asiento del copiloto. Observo por la ventanilla como se viste, toma todo lo que ha llevado y lo guarda en el baúl.
Conduce en silencio, escucho como su respiración se torna irregular y mueve sus dedos constantemente sobre el volante.
—Ruddy, este no es el camino. —Niega y ríe de lado de una manera escalofriante.
—Lo sé, quiero mostrarte algo. Te llevaré a tu casa luego...
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