Capítulo 19
—¿Ya tenéis todo listo? —les pregunté a los chicos una vez llegamos con Hermione a su habitación.
—Sí, vamos —respondió Potter.
Llegamos al despacho de Dumbledore y él nos estaba esperando para darnos las instrucciones y decirnos puntualmente lo que necesitábamos saber antes de irnos, irnos... ¿Cómo no ir? No podría explicar el porqué de querer quedarme, no podía decir la verdad. Además así me enteraría de lo que pasa, quizá no era mala idea después de todo.
—No se sabe cómo es el horrocrux —nos dijo el director—, pero lo que es seguro es que hará todo lo posible para no ser destruido. Jugará con vuestras mentes, conoce muy bien vuestras debilidades y las usará en vuestra contra, pero debéis resistir los impactos que pueda causaros, no siempre es cierto...
—¿No siempre es cierto? ¿Qué quiere decir? —Hermione fue quien pronunció la pregunta que todos nos hacíamos.
—Que hay cosas verdaderas que pueden salir del interior de estos horrocruxes, solo que hay que saberlas identificar.
—¿Algo más? —pregunté impaciente.
—Sí, no sé exactamente dónde encontraréis el horrocrux...
—Pero Londres es muy grande —lo interrumpió Ron.
—Es cierto, hay mucho por donde buscar; empezaréis en un pueblo llamado Virginia, es donde mi rastreador ha llegado más cerca, no sé si está escondido o si alguien lo tiene, si es así es parte de vuestra misión descubrir quién y porqué.
—De acuerdo, a ver si entendí —dije, recapitulando sus palabras—. ¿Nos está enviando a la misión de destruir un horrocrux que ni siquiera usted está seguro de donde está?... Además, ¿cómo se rastrea un horrocrux?
—Bueno, debéis encontrarlo; tal vez podáis usar mi método de rastreo que, respondiendo a tu pregunta, es por la cantidad de mala energía y magia negra.
—¿Magia negra? ¿No toda la magia es la misma? —insistí.
—Evidentemente —me respondió—, pero sabes identificar cuando los hechizos provienen de un mago que sirve al bien o al mal.
Escuché como Ronald le susurraba a Potter "Creo que Dumbledore ha estado leyendo muchos libros" y ello me causó gracia, pero no lo demostré.
—¿Ya nos vamos?
—Desde luego. —El director salió de detrás de su escritorio para dirigirse al espejo que nosotros estuvimos examinando momentos atrás—. Podéis utilizar el portal del espejo. —Se lo entregó a Hermione y ella, nuevamente, lo puso de modo que nos reflejaramos todos. La imagen cambió al fondo azul por unos segundos antes de que la castaña dijera "Londres, pueblo Virginia" y en su interior se mostró la imagen de una parte de aquel susodicho pueblo—. Buen viaje. —Escuché decir a Dumbledore para después sentir que todo a mi alrededor cambiaba, de pronto ya no estábamos en su despacho y ninguno de nosotros llevaba las cosas que habíamos empacado, todo se había quedado, pero no le dimos importancia.
—Eso fue genial —dijo Ron con emoción.
—Bueno, ya estamos aquí... ¿Cómo empezamos? ¿Tenéis algún plan? —pregunté.
—Vamos a separarnos, así será más fácil encontrarlo —propuso Hermione.
—¿Pero cómo vamos a encontrar algo que no hemos visto y que no sabemos como es? —preguntó ahora Potter.
—No lo sé, buscad algún objeto no muy común y con la más mínima sospecha empezáis a investigar.
—Entendido.
—Yo iré con Ron —dijo—. Tracy y Harry iréis juntos, a ver si así por fin comenzáis a llevaros bien.
El azabache y yo nos miramos por unos segundos para luego mirar de nuevo a la castaña.
—Imposible —le dijimos al mismo tiempo.
—Tendréis que intentarlo. Ron, tú y yo buscaremos en los escondites más probables y vosotros os encargaréis de averiguar si alguien lo tiene.
—Está bien —le dije mientras suspiraba.
Ya nos habíamos separado, junto con Potter llevaba caminando sin ningún rumbo por un largo rato, hora y media tal vez, y no encontrábamos nada.
Cuando pasábamos por el lado de dos muchachas escuché a una de ellas decirle a la otra:
—Era Pablo, dice que acaba de comprar el regalo de Roso, un broche algo extraño pero que sin duda destaca y que cree que le encantará. —Detuve a Potter y nos detuvimos cerca de ellas, pero sin levantar sospechas—. Parece que el señor que se lo vendió tenía un interés particular en que se lo llevara y que se lo dejó bastante barato. —Extrañada por sus palabras miré a mi compañero, él tampoco pasaba desapercibido lo extraño de la situación—. Se lo entregará ahora mismo, en el bar de Guillermo, tenemos que ir.
—Tenemos que ir —repetí en tono bajo.
Hermione pov:
El primer lugar que visitamos fue una casa de empeño; había muchos objetos antiguos, pero nada desprendía mala energía.
Fuimos a una joyería y especialmente me llamó la atención un broche, asocié la figura a una varita, tiene demasiado color y definitivamente destaca entre el resto de objetos exhibidos en la vitrina.
—Disculpe, señor, ¿podría mostrarme este broche, por favor? —El hombre lo sacó de la vitrina y me lo enseñó.
Tenerlo en mis manos me produjo una sensación que no sabría describir, pero que no había experimentado antes y que me confundió por unos segundos.
—Hermione, no es momento para compras, vinimos por otra cosa. —La voz de Ron me sacó de mis cavilaciones, lo miré y luego de nuevo al broche—. ¿Eso es una varita? —preguntó, observándolo mejor.
—¿Sientes eso?
—¿Qué?
—La mala energía. Ron, puede que esto sea lo que estamos buscando —le susurré.
—Es perfecto. —Escuché a alguien decir a mis espaldas, me giré y era un joven de no más de dieciséis años—. ¿Puedo verlo?
—Uh, sí, claro —respondí y se lo entregué, en el fondo sabía que anhelaba deshacerme del contacto vibrante al que sometía mis manos con el broche.
—Es ideal para Roso, ¿podría darme el precio? Oh, disculpa, —me miró rápidamente cuando recordó mi existencia—, ¿ibas a llevarlo?
—No, está bien, llévalo —le respondí con una sonrisa, que me regresó para luego acercarse al mostrador y pagar la joya con la que salió feliz del almacén.
—¿Hermione, por qué lo hiciste? —Ron se acercó a mí y me zarandeó por los hombros—, si es el horrocrux ahora seguro lo perdimos.
—No lo sé —respondí escandalizada—. Tranquilízate, vamos a seguirlo.
Harry pov:
—Disculpe, ¿podría indicarme por dónde llegar al bar de Guillermo? No somos de por aquí —le pregunté a una señora que pasaba por nuestro lado.
—Ah, no está lejos —me respondió con amabilidad—. Seguid por esta calle derecho, en el primer semáforo giráis a la derecha, derecho y llegáis.
—Muchas gracias.
Seguimos las instrucciones y llegamos sin problema, era un edificio grande adornado con luces neón en las que se anunciaba "bar de Guillermo" por lo que no teníamos dudas de que era el lugar correcto y nos adentramos con los ojos bien abiertos escaneando nuestro alrededor. Comprobamos que era un restaurante bar donde no denegaba la entrada a los menores de edad y en las mesas se veían mayormente adolescentes que compartían entre sí.
No teníamos pistas, buscábamos algo que no sabíamos cómo lucía; los únicos indicios eran un broche curioso, para nada común, en manos de algún joven de los tantos que ahora nos rodeaban. Como era de esperarse, no encontramos nada.
—Sería más fácil con un hechizo —musitó Evans.
—Olvídalo, no estamos en Hogwarts y son todos muggles.
—Solo decía. —Se encogió de hombros—. Oye, mira hacia allá. —Señaló con la cabeza a una chica de nuestra edad, llevaba un broche con forma de varita que destellaba en su cabello castaño. Noté que se dirigía a la parte trasera del bar, donde no había más personas.
—Vamos.
Ron pov:
Lo seguimos a una distancia prudente para no llamar su atención y no levantar sospechas, se encontró con una chica, Roso, a quien le entregó el broche. Le susurró algo al oído que no pudimos escuchar y ella asintió sonriente, luego se separaron; él entró por la parte trasera del restaurante bar, donde seguro se encontraba la bodega, mientras que ella se adentró por la puerta principal. Hermione y yo nos miramos durante unos segundos y decidimos seguir al muchacho.
Él no se percató de nuestra presencia y corrimos a escondernos detrás de unas cajas apiladas en una esquina, luego de unos segundos otra puerta ubicada en la esquina contraria se abrió y Roso se unió a su novio.
Tracy pov:
La seguimos hasta la parte trasera del bar y nos mantuvimos escondidos, ella hablaba con un muchacho y le agradecía de forma muy cariñosa por el regalo. La mala energía que desprendía el broche era tan fuerte que hasta debilitaba, pero al parecer los muggles ni siquiera la sentían. Comencé a entender más eso que Dumbledore decía sobre la magia negra.
—Hay que hacer algo para conseguirlo —le susurré a Potter.
—¿Tienes alguna idea?
—Pedirlo.
—¿Qué? No, Tracy...
—Hey, vosotros —dije, dejándome ver y llamando la atención de ambos muchachos, acabando con la escenita que estaban manteniendo. Potter también salió del escondite y del otro lado Ron y Hermione aparecieron de detrás de unas cajas. Qué curioso, estuvieron ahí todo este tiempo.
—¿Quiénes sois? —preguntó la muchacha, entre confundida y exaltada.
—Eso no es lo importante, ¿cuánto quieres por el broche?
—No está a la venta —me respondió.
—No lo entiendes, lo necesito.
—No te lo daré.
—Mira, no te daré razones, todo lo que necesitas saber es que no puedes tenerlo.
—No es bueno para ti —le dijo Hermione con gentileza.
—¿Por qué?
—Por su mala energía —respondió Ronald.
—¿Acaso estáis locos? Mi padre es el dueño de este lugar, puedo decirle que os saque de aquí —dijo ahora el muchacho—. Me dijiste que no lo querías —agregó, mirando a Hermione.
—Escuchad, lo que debéis saber es que ese broche le pertenecía a mi madre —dije con calma—. Ella era una bruja, de esas que leen el tarot. Hechizó el broche para que solo los de su linaje lo tuviesen. Todo aquel que lo use sin ser de su sangre será maldecido.
—No os creo nada, sois unos dementes, tened el broche y dejadnos en paz —nos dijo la chica mientras se lo quitaba y lo depositaba en mis manos con brusquedad, agarró la mano del muchacho y salieron rápido, como si nunca hubiesen estado.
—Eres buena actriz —escuché decir a Ronald, pero estaba ocupada intentando comprender a qué se debían los pinchazos repentinos en mi cabeza. Sentía algo extraño, como si las energías del horrocrux se desprendieran del objeto para unirse con las mías, haciendo estragos en mi ser. Sentí la inmensa necesidad de hablar, de decirles la verdad, de demostrarles que soy superior, de recordarles su inferioridad; pero no quería hacerlo y no entendía la batalla que se estaba librando dentro de mí, solo quería detenerla.
—Tracy, ¿estás bien? —Mis pensamientos se revolvían y sabía que si hablaba las palabras se escogerían por sí solas y formarían frases que no estaban en mis planes pronunciar.
—Oye, Tracy —insistió Ron—. Estás más pálida de lo normal, si no te sientes bien dinos qué podemos hacer.
—Cállate —solté de forma inconsciente, solo pensando en que quería dejar de escuchar su voz por un momento, quería silencio para reponerme—. Ahórrate la vergüenza cada vez que hablas. —¿Pero por qué lo dije? Mal, Tracy, mal.
—¿Qué le pasa? —La voz firme y seria de Potter también me escandalizó y tuve que morderme la lengua para no liberar todo mi veneno oculto contra él.
—Tracy. —Hermione pronunció mi nombre con parsimonia y yo la miré de inmediato—. Entrégame el horrocrux.
Era yo, el mal está en mí, las malas energías de ese objeto solo se estaban juntando con las mías; despertando cosas, sentimientos, emociones que intentaba mantener encerradas. Estaba cansada.
Sentí un arrebato, algo que golpeó mis manos, Hermione me había quitado el broche y éste terminó en el suelo, donde todos lo miramos. No sentí que desperté, no sentí como si hubiese estado durmiendo con los ojos abiertos ni me sentí libre como si hubiese estado oprimida o siendo obligada a algo. No, solo sentí que perdí fuerzas, que me desprendí de una energía brutal que, a pesar de todo, me gustaba.
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