9. El Viudo


Capítulo 9: El Viudo

― ¡Aparta, pajarraco aparta! ¡Vete! ¡Aquí no! ¡Esto no es vuestro Caldero Chorreante! ¡Fuera!¡Fuera!―La lechuza picoteaba tranquilamente aquí y allá por los comederos ignorando los gritos; cuando de repente, los ojos casi se le saltan y el dulce con forma de ratoncito (sabor a poción energética de naranja) cayó de su pico abierto por la sorpresa. Excrementos de sus congéneres volaban hacia ella a toda velocidad, y el ave salió por la ventana justo a tiempo. Tenía que marcharse antes de que el encargado de la lechucería lanzara otro hechizo.―¡Sii!¡Sí! ¡Huye! ¡!Huye pajarraco gorrón! ¡Y no vuelvas!―El mago agitaba el puño desde la ventana observando como el ave se perdía entre los tejados del Callejón Diagón.

Al dueño de la Oficina de Correos, al igual que el del Emporio de la Lechuza, no le gustaba que las aves del Ministerio bebieran y se alimentaran de la comida de sus pájaros. Y desde el cierre del Emporio, la lechucería de Correos se había convertido en el lugar oficial del gorroneo para las mensajeras aladas.

El ulular divertido del ave parda sonó entrecortado con el aire rompiendo contra su pico. Sabía que la echarían del comedero, pero es que necesitaba descansar; pues los cuatro sobres atados a su pata, aunque solo tuvieran dos destinatarios, pesaban bastante por el grueso pergamino oficial. Desvió la trayectoria hasta el alféizar de Ollivanders. Ese humano de olor a resina y madera siempre les daba algo de comer.

Eran poco más de las diez de la mañana del 2 de Agosto y, a la espera de la generosidad del fabricante de varitas, la mensajera dirigió sus ojos ambarinos al Callejón Diagon buscando al receptor de las cartas.

Nada rompía la quietud en la zona mágica de comercio. De vez en cuando unas pocas pisadas repiqueteaban apresuradas y temerosas sobre los adoquines, entraban en alguno de los pocos establecimientos abiertos  y salían aún más rápido de lo que llegaron.

No había niños, ni carteles parlantes de ofertas, ni escobas mágicas barriendo las entradas. El polvo acumulado, la madera vieja de los tablones que tapiaban puertas y ventanas, olían amargos, y  densos también. Quizás por los sortilegios protectores de las pocas tiendas que se mantenian abiertas. Ollivanders se encontaba en el punto medio, ya no abría al público, pero seguía vendiendo varitas a puerta cerrada. Siempre con cita previa.

El silbido de la brisa sonaba a lamento entre cristales mal ajustados. El grito de las bisagras de las ventanas y el golpeteo de alguna puerta mal cerrada eran ya lo único que ofrecían los locales abandonados. Silbidos, gritos y golpes daban una sensación aún más tétrica a los viejos periódicos que se arrastraban entre los adoquines. Y a pesar de todo, esos pocos elementos eran los únicos que avivaban la calma, aún formando parte de ella.

Y allí, deslizándose por el suelo entre muchos otros; bailando de lado a lado, de arriba abajo, por la calle mágica, uno de los papeles que lo habían precipitado todo, se contorsionaba a merced de la brisa.

La portada del periódico voló y voló hasta estamparse contra la cara de Remus Lupin.  El licántropo recién aparecido, hacía aspavientos luchando contra la hoja que se abrazaba a su cabeza y, cuando por fin pudo despegársela vio como Harry le devolvía una mirada  de ojos muertos.

El pulso se le aceleró de rabia. Arrugó el papel entre sus manos, una y otra y otra vez hasta formar una bola,  Sosteníendola ante él, con la boca fruncida de amargura, la fulminó con la varita. Las cenizas se arremolinaron con la brisa, volando de su mano hasta que el gris pálido se fundió con el gris del callejón.

Lupin contuvo el escalofrío que le provocó la calle vacía.

Desde que se publicó la vuelta de El-que-no-debe-ser-nombrado la Comunidad Mágica no era la misma. Esa tranquilidad no era la propia de una mañana soleada de fresca brisa veraniega. La tranquilidad que se respiraba era espesa, la típica que oxigenaba los pulmones de tensión. Aquello no era calma. Lupin lo sabía muy bien. Aquello era incertidumbre... y miedo.

Los magos y brujas apenas salían de casa y cuando lo hacían nunca iban solos. Las tabernas y cafeterías estaban vacías. Las risas entre conversaciones se habían convertido en susurros y las miradas, que antes se dirigían a los escaparates, ahora escudriñaban los alrededores en busca de mortífagos.

El deja vú le cayó de súbito. Así empezó la primera guerra. Con una única diferencia: que ahora, no había ataques ni desapariciones extrañas. Aún.

La lechuza de la ventana de Ollivander's planeó en su dirección hasta posarse sobre su hombro y acariciándole la cabeza, al licántropo las plumas se le hicieron suaves al tacto mientras cogía las cartas y el ave mensajera ya se perdía en el cielo ante el Lupin que la observaba guardandose los sobres. 

El Ministerio había adelantado los resultados de los T.I.M.O. con la intención de distraer a la población de la desaparición de Harry y fomentar las compras mágicas propias del año escolar; así disuadirían a los comerciantes de cerrar de sus negocios y evitarían una emigración masiva. La estrategia era absurda. Las notas y los negocios no importaban ante la posibilidad de morir en una guerra.

Y allí estaba Lupin, el encargado de recoger las notas y la carta de Hogwarts para Ron y Hermione. Ambos se encontraban a salvo, ajenos y protegidos del clima de incertidumbre en el número 12 de Grimmauld Place. Donde no llegaban las lechuzas.

Era otro día cualquiera en el Cuartel General de la Orden del Fénix, y como todas las mañanas se sentaron soñolientos en la mesa de la cocina dispuestos a desayunar. Dirigidos más por el olfato que por la vista, Ginny, Ron y Hermione arrastraron sus pantuflas tras el aroma a tostadas, beicon, huevos, café, croissants y zumo de calabaza. Ni si quiera alzaron la mirada cuando las conversaciones y el ruido de las sillas arrastradas invadieron la cocina.

Algunos miembros de la Orden, recién llegados de los turnos de guardia, aprovechaban para realizar el informe de su turno desayunando, y mientras la señora Weasley se movía de un lado a otro rezumando energía por la cocina sirviendo más comida o bebida allí donde faltara.

― ¿Alguna novedad?―preguntó mientras le servía café a Tonks.

Esa pregunta, tan rutinaria como el sol en cada mañana, era la única que conseguía que los tres estudiantes de Gryffindor alzaran la cabeza de sus platos.

―Ninguna, Molly. Todo ha estado como siempre. Bueno, quitando lo del artículo del Profeta sobre la desaparición de Harry. La gente no habla de otra cosa.

Kingsley a su lado asintió tragando su café.

―En el Ministerio es igual, se forman corrillos en los ascensores para hablar del tema. Unos dicen que ha huido porque Voldemort irá a por él, otros que está escondido en un lugar secreto, protegido por el Ministerio, y los más pesimistas dicen que si no está muerto lo tiene el Innombrable para torturarlo hasta la muerte.― dio un gran bocado a un croissant― El ministro recibe cartas todos los días pidiendo respuestas sobre el paradero de Potter y ya no sabe qué hacer. Está tan desesperado que el ochenta porciento de los aurores están destinados a su búsqueda .― Tonks cabeceó concordando con su compañero. Tenía la boca tan llena de beicon que no podía hablar.

Desde el otro lado de la mesa Ron y Hermione compartieron una mirada culpable. Desde la última reunión de la Orden, en la que les grabaron la Marca del Fénix, ambos se prometieron dar todo lo que pudieran para ayudar en la guerra. Se esforzarían al máximo para ser imprescindibles y dignos de confianza, pero su fracaso en la comunicación con Harry no los estaba dejando en buen lugar.

Mientras se llevaba un generoso trozo de tortita a la boca Ron no contuvo el bostezo. Estirándose sobre la silla cuan largo era, ataviado en su rabicorto pijama de los Chudley Canons y tenedor en mano, el gryffindor buscaba otra cosa que comer.

Harry llevaba desaparecido todo el verano, pero no le parecía para tanto. Ya era mayorcito, sabía arreglárselas solo, pero claro ... como era Harry Potter, el niño-que-vivió había que hacer un drama. 

Casi parte la tarta de melaza en dos cuando la pinchó para llevarse un trozo al plato. Nunca había estado de acuerdo con Snape en nada, pero en algo tenía razón: no sabía cómo lo hacía Harry para buscar más atención. Él volvería. No tenía ningún sitio a donde ir, solo Hogwarts y la Madriguera, porque no sería capaz de aparecer por Grimmauld Place tras la muerte de Sirius, de eso estaba seguro. 

Se limpió el zumo de la barbilla con el dorso de la mano. El mundo parecía idiota preocupándose tanto solo por un mago pero, ahora que no estaba, a todos le importaba Harry más que nunca. Y no solo al resto del mundo, también a Hermione. Mirándola de soslayo vio como su amiga untaba más y más mermelada en una tostada ya a rebosar. Con esa mirada perdida, Ron supo lo que le pasaba: reflexionaba sobre las noticias de Kinsgsley.

Esa era una de las cosas buenas de la desaparición de Harry. Los lazos con Hermione se habían hecho mucho más fuertes sin el Elegido de por medio. El grado de confianza había crecido entre ambos casi sin proponérselo y ahora se comprendían mucho más el uno al otro. Gracias a ese verano conocía a su amiga mucho mejor. Habían tenido tiempo de hablar del futuro, de las aspiraciones de ambos, de sus sueños, de sus infancias, habían bromeado y reído juntos, jugado al ajedrez, buscado hechizos hasta el cansancio,... y a cada día que pasaba, en cada minuto junto a ella, la culpabilidad crecía más y más en Ron. No quería que Harry volviera. Tenía miedo a que el vínculo tan fuerte con Hermione se deteriorara por su presencia. No quería compartir su amistad con otro, deseaba estar con ella en todo momento, verla sonreír con sus bromas, observar durante horas su rostro concentrado tras un libro, oir el sonido de su voz cuando lo reprendía por comer muy rápido y sentir los abrazos que le daba cuando necesitaba apoyo.

―¡Pero entonces la protección de la comunidad mágica será mínima!―replicó Hermione soltando la tostada de repente. El pan tan impregnado en mermelada siguió la ley de Murphy cayendo bocabajo sobre el plato y Ginny rió por el respingo de su hermano.

―Eso todos lo sabemos y él también lo sabe. Pero le da prioridad a lo que cree que es más importante.―contestó Lupin desde el marco de la puerta―Perdonad la intromisión, acabo de llegar y no he podido evitar escuchar la conversación.― acompañado de su siempre sonrisa cansada se sentó junto a Kingsley.― Todo huele delicioso Molly, gracias.

―Sabes que no es nada Remus, tenéis que estar muy cansados de las guardias nocturnas. Sobre todo tu querido, que se acerca la luna llena.

―Tranquila Molly no es para tanto.-repuso sirviéndose un chocolate caliente.

―Profesor, pues yo no lo entiendo. Quiero decir, ... ¡Por Merlín! A todos nos preocupa Harry pero... muchas vidas son más que una.― ante las palabras de Ron, Lupin y Kingsley cruzaron miradas

El licántropo asintió levemente al brillo de advertencia en los ojos del auror. Ron y Hermione no lo sabían, y no era competencia suya decirles lo que pensaban. Que según pudieron entrever de las palabras de Dumbledore, quizás Harry era el destinado a acabar con Voldemort.

―En eso, quizás tengas razón―Desde el otro lado de la mesa Ron sonrió encongiendose de hombros mientras el exprofesor le dedicaba una sonrisa triste―. Vosotros quizás no lo comprendáis del todo. Sois sus amigos, habéis crecido con él, estudiáis, practicáis transformaciones, redactáis trabajos de herbología juntos, habéis vivido sus aventuras, conocéis sus logros, sus miedos y sus fracasos, ... por eso no veis en él lo que ve desde fuera el resto de la Comunidad Mágica.― Ambos gryffindors se removieron incómodos en su asiento―. Para los magos es un ejemplo. La prueba viviente de que es posible enfrentarse a Voldemort y vivir para contarlo. Y no una, sino tres veces, que son las que los magos conocen. Eso lo convierte en un símbolo de esperanza y esa es la razón de que su desaparición haya sembrado el caos. El ministro lo sabe y por ello arriesga todo lo necesario para encontrarlo, porque sin Harry se acaba todo. – Le dio un buen trago al chocolate mientras Kingsley y Tonks asentían resignados―. Y sinceramente ... me alegra que Harry tenga prioridad,... me siento un egoísta despreciable por ello, pero ... ―Sus ojos estaban humedecidos cuando se los resfregó con la mano temblorosa― pero ... es que necesito volver a verlo. Saber que está bien, protegerlo ...― Aferrando a la taza, las palabras de Lupin se perdieron como en susurros ahogados mientras sorbía por la nariz. Kingsley le sacudió el pelo y Tonks le daba golpecitos en la espalda cuando el licántropo sacó cuatro sobres del bolsillo de su túnica.― Perdonad chicos, yo...casi se me olvida ― Con un movimiento de varita las cartas volaron a Ron y Hermione. Dos para cada uno―. Aquí tenéis los T.I.M.O y la carta de Hogwarts.

― ¡Por Merlín! ¡Oh no! Las ... las...―Hermione acercó las manos temblorosas al sobre y las apartó como si quemara―¡No sé si quiero verlas! Creo que tuve un error en la traducción de Runas Antiguas, ... el práctico de Defensa tampoco fue muy bien... ¡Seguro que lo he suspendido todo! ―exclamó con las manos en la cara.

―Hermione ¿Quieres tranquilizarte? Yo,...no eres la única que está nerviosa. Total, cuando veas tus diez extraordinarios...―comentó Ron con los ojos tan abiertos que parecía haber visto un howler

―¡No, no! ¡Ron he suspendido!― gritó zarandeándolo por el brazo―¡Aquí está nuestro futuro! ¡De esto depende nuestra vida! ¡Oh Merlín! ¡Debí haber estudiado más!― Ron era sacudido como un muñeco por su amiga que le estiraba la manga de la camisa con tanto vaivén. Lupin al otro lado les sonrió divertido, ya más relajado por haber cambiado la conversación.

―Por las medias de McGonagall...sois unos exgerados. Queréis abrirlas yaaaaa. No pueden ser peores que las de Fred y George.― magulló Ginny aburrida mascando un panecillo.― ¿O las abro yo?―propuso con una sonrisa maliciosa.

―¡Ni se te ocurra!― advirtió la chica abrazando la carta contra su pecho.

Entre el ruidito de los sorbos; con los dedos temblando Hermione, y con Ron a punto de vomitar, ambos Gryffindors abrieron los sobres. En la cocina por un instante todos adquirieron un complejo de estatuas, mientras los chicos rasgaban la cera negra.

Señorita Granger:

Le enviamos esta carta con el motivo de informarle de los resultados obtenidos en sus TIMO's (Título Indispensable para la Magia Ordinaria). Le recordamos que dependiendo de las notas obtenidas en cada una de las materias podrá usted escoger las asignaturas necesarias para presentarse a los EXTASIS (Exámentes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas) que requiera el trabajo que desee. Adjunta a esta carta se encuentran sus calificaciones.

Le desea suerte.

Griselda Marchbanks.

Jefa de Tribunal de Exámenes Mágicos

TÍTULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA

APROBADOS: Extraordinario (E)

Supera las Expectativas (S)

Aceptable (A)

SUSPENSOS: Insatisfactorio (I)

Desastroso (D)

Troll (T)

RESULTADOS DE HERMIONE JANE GRANGER

Artimancia: E

Astronomía: E

Cuidado de Criaturas Mágicas: E

Encantamientos: E

Defensa Contra las Artes Oscuras: S

Herbología: E

Historia de la Magia: E

Pociones: E

Runas Antiguas: E

Transformaciones: E

Hermione no se lo podía creer ¡Había sacado un Supera las Expectativas en defensa! Estaba decepcionada consigo misma y releyó sus notas una y otra vez por si había algún error. Pero a la quinta vez, esa pequeña "s" seguía siendo una "ese". Suspiró. Sus notas eran casi perfectas, pero ese "casi" pesaba mucho más que el resto de Excelentes. De hecho, casi volcaba la balanza. Este año se aplicaría más. Quería un Excelente en ese ÉXTASIS.

A su lado Ron no daba señales sobre su estado de ánimo, solo miraba el pergamino como si fuera el certificado de su muerte.

―Ron, Ron ― le dio unos toquecitos en el brazo―¿Cómo ha ido?

El pelirrojo aún pálido no dijo nada. Sólo le extendió el pergamino para que viera sus notas por sí misma.

RESULTADOS DE RONALD BILIUS WEASLEY

Astronomía: A

Cuidado de Criaturas Mágicas: A

Encantamientos: A

Defensa Contra las Artes Oscuras: S

Adivinación: D

Herbología: S

Historia de la Magia: D

Pociones: S

Transformaciones: S

―No está mal Ron ¡Tienes 6 TIMOs!

―No te rías de mi Hermione, tú tienes todo Excelentes― contestó tras arrebatarle la hoja

La señora Weasley se acercó corriendo y envolvió los dos chicos en su abrazo del oso mientras los demás miembros de la Orden los felicitaban.

―¡Ronnie estoy tan orgullosa de ti! ¡Has sacado los mismos TIMOs que Fred y George juntos! Ahora mismo le enviaré a tu padre una lechuza

―Gracias mamá― contestó el pelirrojo algo avergonzado.

―Por cierto, Kingsley hay novedades en el Ministerio.―Anunció Tonks mientras alzaba un plato Black a modo de espejo. El único de plata que quedaba―. En el último turno he oído que tendremos nuevo Jefe de Aurores ahora que Sgrimeur le ha dado por el parloteo de político.―El pelo de la aurora se volvió naranja calabaza.

―Ya me lo temía― suspiró el auror― ¿Y quién es el besaveelas que ha obtenido el puesto?

―Pues por lo que he oído fue alguien que Dumbledore convenció para que volviera de Francia ...ehh No me acuerdo de cómo se llamaba: ¿Tedders?, ... ¿Tudders?... ¿Ruders?... ¿Ruber? ¿Rober?... ¡Roger! ¡Roger ... Mat...!

―¡Mattews! ¡¿Roger Mattews?!― exclamó Kingsley tirando la silla de un salto.

―¡Sí! Roger Mattews― corroboró la metamórfaga probando el turquesa en un mechón― ¿Lo conoces? ―preguntó con cara de asco frente al plato

― Esperad, me estáis diciendo que... ¿Dumbledore se ha traído a "El viudo" del Cuartel General de Aurores de Francia?―los ojos dorados de Lupin brillaron entusiasmados por la sonrisa de felicidad de kinsgsley, que no paraba de asentir.

― "El Viudo"... su esposa murió... pobrecillo.― Hermione asintió a las palabras de Ginny sin apartar el entrecejo frundido de sus calificaciones.

― Bueno,...ejem... según dicen las malos howlers,... en realidad fueron dos esposas. Y no murieron. Las asesinaron.― aclaró Tonks devolviendo a su pelo negro Black natural. Resopló, se había dado por vencida.

― ¡Tonks! ¡No les cuentes esas cosas! ― la aurora agachó la cabeza por la señora Wealey que sacudia la varita en su dirección.

― ¡Por Merlín! ―exclamó Ron llevando más tarta a la boca―. No me extraña que lo llamen así.

―Sí, pero procura que él no te escuche. ―replicó Kingsley con una risita misteriosa― No se le conoce precisamente por su buen sentido del humor, aunque es el mejor auror que hubo tras la jubilación (forzosa) de OjoLoco. Era muy conocido durante la primera guerra y tuve la suerte de coincidir con él. Fue mi instructor durante un tiempo ...

― Y según tengo entendido era un OjoLoco pero en guapo... y menos loco― comentó Tonks giñandole un ojo a Ginny. La joven Weasley casi se atraganta con los cereales intentando no reír.

―Ayy, si que era guapo sí....― Sus hijos miraron estupefactos a Molly Weasley. Cuyos ojoscastaños brillaban soñadores a pesar de la cacerola llena de agua goteándole en los pies.

―Sobre eso...ejem... no hay mucho que yo pueda opinar. ― carraspeó Kinsgley sonriendole a Molly―. Lo que sí puedo decir es que fue el mejor instructor que hubo hasta que se marchó a Francia tras el asesinato de su esposa en la primera guerra. Ella era muggle, ya tenía una hija de una relación anterior ... y Roger...bueno, nunca vi a nadie más enamorado. Decidió huir a Francia para cuidar de Katherine, la hija de su esposa fallecida, y mantenerla allí a salvo. Nadie lo culpó, la chica es muggle, viviría en constante desventaja en una guerra mágica. Y bueno, poco despues todos nos alegramos cuando se casó de nuevo con una aurora francesa y tuvo una hija con ella, Keira llamaron a la niña, si no recuerdo mal...― comentó el rascándose la sien― Él y su compañero rescataron a la hija del primer ministro francés de un secuestro y poco después la mujer de Roger murió. La mataron mortífagos fugados tras la caída de Voldemort. ―Ginny, Hermione y Tonks ahogaron un grito tapándose la boca con las manos― Sí, y no se sabe por qué. Quizás como represalia por la muerte de su señor, o porque no creían que estuviera muerto, o directamente por venganza. No lo sé ...pero a Roger no se lo volvió a relacionar con otra mujer. Se dedicó a cuidar y proteger a sus dos hijas como Jefe de Seguridad Mágica del Ministerio francés. Desde entonces poco más se supo de él,...hasta ahora. ―Kingsley sorbió café dando el relato por concluido.

La triste historia de "El Viudo" acabó con el ambiente relajado del desayuno, sumiendo el número 12 de Grimmauld Place en un letargo de melancolía. El café estaba frío, el pastel sabía amargo y los croissants les recordaban a Francia. El país en el que Roger Mattews intentó ser feliz, el lugar hasta el cual la guerra lo persiguió, asesinando su segunda oportunidad de vivir en paz.

Sin saber que hacer, ... Ron paseaba el tenedor por el plato ya sin hambre. Sentía la boca pastosa y un extraño desazón en el pecho. El sobre de Hogwarts estaba al lado del vaso de zumo del que se disponía a beber; así que, buscando algo que lo distrajera de esa mala sensación, lo cogió. Quizás le sirviera para aliviar el sudor frío ante la idea de vivir una guerra

A su alrededor Hermione y Ginny divagaban en silencio; al igual que Lupin, Tonks y Kingsley. Hasta su madre, que recogía la mesa, movía la varita como un inferi.

La carta de Hogwarts era la misma. Con su típico recordatorio sobre la Estación de King Cross el día 1 de septiembre y la lista de materiales

Lo que no esperaba el gryffindor era que hubiera un tercer pergamino dentro del sobre. Solo con la primera frase los ojos le lagrimearon haciendo correr la tinta de las palabras de McGonagall. Tuvo que agarrarse fuerte el estómago para no devolver la comida. Asustado miró la espalda de su madre, que limpiaba los platos. La veía borrosa por la pupila contraída por el pánico.

―Ron ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal? No tienes buena cara- le preguntó Hermione poniendo una mano sobre su hombro

―Sí,... estas temblando― observó Ginny señalando la mano de su hermano que aun sostenía la carta.

―¿Ronnie? ¿Ronnie? ¿Hijo mío estás bien?― la señora Weasley corrió hacia su hijo. Este se encogió como una comadreja herida cuando ella intentó acariciarle el rostro.

Mirandola, Ron se volvió aun más pálido mientras apretaba el pergamino en un puño. Intentó hablar pero solo boqueaba como un pez. Su voz no salía.

―¡Habla Ronald!,... ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido por lo que ha contado Kingsley?― preguntó Molly matando al auror con la mirada. El mago sentado en la mesa tragó saliva, pero Ron agitó la cabeza negando.―Entonces habla Ronnie, ¿Qué pasa?

El pequeño de los Weasley inspiró hondo mientras sus ojos, dirigidos al rostro de su madre, se le inundaban de lágrimas.

―Yo...ya...ya... no soy...no...

―Tranquilo hijo mío, estamos aquí todos contigo. Tomate esto- Molly le acariciaba el pelo mientras le ofrecía el té tranquilizante que había traído Tonks.

La taza casi se derrama cuando Ron la cogió con sus dedos temblorosos. Tras darle un gran sorbo, ya pudo respirar algo más relajado. Sus mejillas aún seguían mojadas, sus ojos estaban hinchados y aún tenia ciertos espasmos de ansiedad. La señora Weasley le acunaba la cara entre sus manos, alzando sus ojos hacia los de ella, cuando su hijo habló.

―Ya...ya no... no soy... ― El pelirrojo torció la cara esperando el golpe―...prefecto.

Hermione se abalanzó sobre la carta de McGonagall, Tonks tiró el platito en el que trajo el té, Ginny escupió su última cucharada de cereales, Lupin suspiró, Kinsgley abrió mucho los ojos y Ron... Ron pudo notar como las manos, antes dulces sobre sus mejillas, se sentían como garras. Y vió, desde un primer plano, cómo el rostro de su madre se contorsionaba en una horripilante mueca de furia.

Hermione levantó la vista de la carta que ya casi se sabía de memoria. Ni si quiera los rugidos agudos de la señora Weasley, que gritaba y agitaba los brazos como una mandragora poseída, desviaron su atención de las palabras de McGonagall. La cara de la madre de Ron parecía la personificación de una banshee mientras salivaba una algarabía de improperios contra su hijo, que temblaba en la silla.  

La joven gryffindor releyó la posdata por última vez y miró al pelirrojo. Estaba encogido sobre la silla, recibiendo la reprimenda más grande de su vida. Con la cabeza gacha, la cara la tenía tan roja que apenas se diferenciaba de su pelo, pero fue su barbilla temblorosa del llanto retenido lo que provocó que el corazón de la bruja se saltara un latido. Doblando la carta con los ojos cerrados por la angustia, la joven ya había perdido la cuenta de la cantidad de castigos que le había impuesto la señora Weasley a su amigo.

El pergamino se posó docil e inofensivo sobre la mesa mientras Hermione emitia un largo suspiro. Las palabras de la subdirectora no decían nada que no fuera cierto, pero Ron no tendría en cuenta la realidad. Conociéndolo seguramente ni habría leído el posdata. Esa última frase, que bien leída, permitía entrever a quién pertenecería su puesto ¿A cual de todos los alumnos de Gryffindor habría que cubrir a riesgo de que no apareciera por Hogwarts? ¿Quién era el único del que aún no se sabía si volvería? ¿Debería decirle a Ron sus sospechas?

Entre sus dudas, el azul de las orbes de su amigo centelleó en su dirección, cortando el aliento de la prefecta. La oleada de dolor que pudo ver entre esos ojos enrrojecidos, bañados en lágrimas jamás. Sin saber que hacer, le dedicó una sonrisa que le supo amarga, pero el pelirrojo apartó la vista avergonzado. 

Entonces, Hermione le cogió la mano. Así, silenciosamente, por debajo de los gritos de la señora Weasley,  ella pudo decirle que estaba con él. Aún sujetando el contacto entre ambos, a la gryffindor le carcomía la indecisión ¿Debería contarle sus sospechas sobre el próximo Prefecto?Hermione dudaba si Ron estaría preparado para comprender que:  a pesar de su ausencia, Harry siempre estaba presente en sus vidas.

Cada capítulo escrito lleva detrás tiempo, esfuerzo y quebraderos de cabeza:

Si lo has leído, gracias :)

Si te ha gustado, me encantará saberlo! ;P y si no te ha gustado...también XD

Si has votado, comentado o lo que sea te regalo un gran abrazo y te contestaré en cuanto pueda. Gracias de verdad por hacermelo saber y reconocer todo lo que escribir conlleva. Muaaks!

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