3.Sucedió en Privet Drive
N.A: En este capítulo se empieza a narrar una parte de todo lo que sucedió antes del primer capítulo.
Ha quedado bastante largo, así que este 3.1 estará sudividido a su vez en pequeños apartados para hacer más amena la lectura. Algo así como, descansos.
Capítulo 3: Sucedió en Privet Drive.
El conductor del BMW aparcó en el garaje de un edificio del centro de Londres y se apareció directamente en el ático, justo delante del sillón de terciopelo rojo que su tutor prácticamente había caparado como suyo.
Allí estaba, leyendo "El Profeta" con sumo interés. Un artículo sobre la acumulación de excrementos de hipogrifo en los tejados de varios muggles escrito por un tal Marcus Dawson.
-Ian, son las tres de la tarde.
- No me hagas perder el tiempo hablando de lo evidente- escupió pasando la hoja-. Dime dónde has estado.- sus ojos recorrían las páginas del Profeta, fríos y a toda velocidad.
- Estuve en el cuartel de La Orden del Fénix. Quería saber lo que planeaba Dumbledore- aclaró Harry encogiendose de hombros.
- Qué averiguaste - aunque fuera una pregunta sonaba a orden y Harry abrió la boca para contestar. Ian no preguntaba, Ian ordenaba-. No, mejor. No digas nada- Por primera vez en lo que llevaban de conversación Ian levantó la vista del periodico y lo miró a los ojos.
Harry sintió la mente de su maestro penetrando en la suya, como si un gusano se escarbara entre sus recuerdos. Pasados unos segundos Ian devolvió la vista al Profeta y la sensación desapareció. El joven gryffindor apretó los dientes. Tenía sus defensas mentales al máximo, pero las había cortado como un cuchillo caliente la mantequilla.
-¿Que piensas hacer?
- Estaban allí Granger ...
- ¿Desde cuándo tu amiga Hermione es "Granger"? - Preguntó Ian mirado la tira cómica. Harry bufó.
- Pues más o menos desde que ella y Weasley me vendieron a Dumbledore por unos míseros puestos en la Orden del Fénix.-respondió revolviendose el pelo-. Pero... no importa,... este año no les dará tiempo ni a saludarme, yo,... los ignoraré, no quiero saber nada de ellos. Los trataré como si nunca hubieran existido...como si nunca hubiéramos sido ... amigos.- La voz se le ahogó más de lo que le hubiera gustado en la última palabra, pero lo disimuló con una tos.
- No- Ian alzó un poco las comisuras. La tira cómica era divertida.
Era un error demostrar que Potter sospechaba de sus amigos. El factor sorpresa era determinante, así que tendría que aguantar un poco más. Sabía que su tutelado seguramente se negaría, para él sería como una tortura, un enorme circo, pero el espectáculo era necesario e inevitable.
-¿Que quieres decir con no? preguntó Harry alzando la voz.
- Un no es que no. Podría decirtelo en otros idiomas pero dudo que los entendieras.-el joven deslizó la mirada hacia la previsión del tiempo. No veía como su aprendiz cerraba los puños, pero se lo imaginaba-. No puedes separarte de ellos. Sospecharían y comenzarían a investigar. Así que aguanta.
-¡¿QUÉ?! ¡Ian NO me JODAS! ¡No puedo hablar con ellos y mirarlos a la cara como si nada! ¡A la mínima no podré evitar mandarles una maldición desangradora!- Harry gritaba paseando frente a él como un león enjaulado.
- Lo harás. - expuso esafutil previsión, simple y confiado, mientras leía el artículo de la contraportada.
Harry dio un puñetazo a la mesita del café. Las manos le temblaban.
Se acercó a Ian y le quitó el periodico de un manotazo. Su maestro le dedicó una mirada peligrosa pero el Elegido no se amilanó. A pocos centrimetros de su rostro le habló con la voz tomada pero siseante. Quería que por una vez su tutor fuera consciente del odio y el asco que le tenía.
- Lo haré. Pero quiero que sepas una cosa. No salíde las garras del viejo para quedar atrapado en las tuyas – escupió a un metro de su cara.
Ian le dirigió una mirada lastimera, como la que le dedicaría un lobo a un yorshire que le ladra desde lejos. Luego, lanzó una risotada.
- No seas estúpido.– dijo quitándole el periódico de un movimiento fugaz-. No fui yo el que te encerró en la casa de unos familiares que te odian. Recuerda, Potter que yo soy el que ha puesto en tus manos las llaves de la libertad- abrió el periodico por la sección de economía-.Una pregunta más y te marchas de mi vista.
La respiración de Harry estaba acelerada por el orgullo herido. Ian tenía razón, así que no había nada que responder, así que se limitó a asentir con la cabeza.
- Qué vas a hacer con el ofrecimiento de la Orden del Fénix.
- No lo sé- contestó seco. Ian mantuvo silencio esperando una respuesta más elaborada- Joder. Si acepto tendría más problemas, menos tiempo y más espaldas de las que ocuparme. Pero si no lo hago el Ministerio de Magia, la Orden del Fénix y la comunidad mágica se me echarían encima. Y huyendo de la "justicia" si es verdad que será complicado- suspiró-. ¿Algo más?
- Creo que no me equivoco al pensar que has cambiado de opinión.
- Sí, he cambiado de opinión pero no en todo- el Elegido tensó la mandíbula-. No me caes bien.
- Me decepcionaria si así fuera.
- Bien. - No había más que decir. Harry dió media vuelta sobre sus talones y salió dando un portazo.
En la cara de Ian se dibujó una sonrisa. Tendía que agradecer a Dumbledore su reunión, gracias a ella le habían crecido las agallas al chico. Ahora le hacía más frente que antes.
-Dentro de poco comenzará la diversión- Con su mano hizo aparecer unas pesas, tinta y pergamino.
Tenía unas cartas que escribir.
Mientras Ian escribía a un periodista, Harry se alborotaba el pelo sentado en el borde de su cama con la cabeza gacha
Había encontrado a Dobby limpiando su cuarto. El elfo había hecho su cama y ya estaba colocando su ropa limpia cuando él entró en la habitación. Necesitaba que se fuera, así que le pidió algo para comer y no necesitó decirlo dos veces para verlo salir disparado.
Justo lo que él quería.
Se resfregó la cara.Le iba a estallar la cabeza.
-Esto, es... demasiado.- se echó hacia atrás y miró el techo unos minutos. La colcha del leon de gryffindor le arropaba la espalda brindandole cierto calor calmante, pero su mente era un huracán.
Giró la vista a la izquierda. Allí estaban las fotos de sus padres, aquellas que sacó de la boveda de Gringotts y las colgó por todo el cuarto. Gracias a ellas se sentía menos solo pero, una en concreto era especial.
Se acercó a ella con decisión. Necesitaba ver que todo lo ocurrido era real, que no era una mala pesadilla que podría terminar con un pellizco.
Sus padres abrazados lo saludaban con la mano desde el papel. Harry les sonrió contristeza. Triste por la vida que pudo ser pero no fue.
- "El pasado influye en nuestro futuro, pero el mañana es nuestro" -. su voz apenas fue un susurro. Las palabras sonaron más a una letanía ante la que James y Lily asintieron.
El cuadro reaccionó y sus padres se disolvieron hasta desaparecer.
Adherido al marco, esa agua plateada sería misteriosa para aquel que nunca hubiera visto un pensadero.
Harry suspiró infligiendose valor y, sin dudar un instante, metió la cabeza.
3.A. Las cartas de Ron.
"Aterrizó de cabeza en la habitación de su quinto año. El yo de su recuerdo metía todas sus cosas en el baúl con parsimonia, como si ya nada le importara después de haber descubierto el espejo de Sirius. Plumas, libros, tinteros, ... todo lo que antes estuvo tirado por la habitación caía en el baúl sin ningún atisbo de cuidado.
Buscaba más cosas que guardar, cuando vio unos pergaminos sobresaliendo por debajo del colchón de su amigo. No pudo evitar una pequeña sonrisa.Ron era un desastre. No había tirado los borradores de los trabajos. Harry los ojeó para evadirse con las locuras que ponía su amigo. Gracias a Merlín Hermione siempre corregía sus trabajos antes de entregarlos.
Pero pergamino tras pergamino, su rostro se volvía cada vez más pálido al ver su propio nombre escrito en todos y cada uno.
Señor Director:
Esta noche a las 9:00 en la vitrina de la sala de los trofeos Harry Potter se batirá en duelo con Malfoy. Yo soy su segundo no dejaré que le pase nada.
Fdo.: Ron Weasley
Harry parpadeó asombrado. Ese duelo fue en primero y ¿El director lo sabía? En la parte posterior del pergamino había una respuesta:
Estimado señor Weasley:
Gracias por la información, lo más seguro que el señorito Malfoy no se presente, en tal caso llévelo a la habitación del tercer piso que estará abierta.
Fdo: Albus Dumbledore
Pdta.: Es usted la mejor persona que podía haber elegido para que se sentara con Harry en el tren.
Las demás eran todas parecidas. En todas hablaban de él y todas se escribieron durante los cinco años que llevaba en Hogwarts. En primero, todas las pistas de la piedra filosofal. En segundo, las sospechas de la entrada a la Cámara Secreta y la poción multijugos. En tercero, su excursión a Hosgmade y lo que pensaba de su padrino. En cuarto su visita a los dragones, la ayuda de Cedric y Ojoloco. En quinto, sus sueños con Voldemort, su relación con Cho, sus comunicaciones con Sirius y el ED
Su amigo Ron informó a Dumbledore de cada uno de sus pasos. Lo espiaba.
De repente, pequeñas cosas insignificantes que parecían producto de casualidad ahora tenían un sentido lógico en el que el director siempre estaba inmiscuido: ¿Por qué Hagrid lo había dejado solo en la estación sin decirle como llegar al andén? Estaba planeado para que pasaran los Weasley¿Cómo el director no podía saber después de todos los retratos y seguridad de Hogwarts que no era Ginny la que abría La Cámara de los Secretos? ¿Por qué no había utilizado el gran mago Albus Dumbledore sus influencias para utilizar el Veritaserum con Sirius? ¿Por qué le permitió participar en el Torneo de los 3 Magos? Todas las cosas raras que sucedieron eran suficientes para que un mago como Dumbledore se diera cuenta que no eran fruto de la casualidad y al director nunca le habían importado demasiado las ordenes del Ministerio ¿Por qué hizo lo que el Ministerio quería poniendo en peligro su seguridad?¿No se iba todos los veranos con los Dursley por seguridad?
El baul lleno de bártulos, que tanto le había costado recopilar, se hizo un amasijo aún mayor mientras Harry buscaba el Mapa del Merodeador. Localizaría a Ron. Le pediría explicaciones.
-"Juro...juro solemnemente que... que mis intenciones no son buenas"- La contraseña se atascó en la garganta de un Harry incapaz de hablar, pero el pergamino reaccionó.
Las manos le temblaban y las lágrimas le empañaban las gafas, así que tardó bastante en localizarlo. Estaba en la torre de Astronomía con Hermione.
Entonces corrió. Su amigo le había traicionado pero, no estaba solo Hermione estaría con él.
Hogwarts nunca se le hizo tan pequeño. En dos minutos llegó a la Torre de Atronomía y allí estaban los dos. Discutían y él habría interrumpido de no ser porque captó algunas palabras interesantes:
-... Por eso te digo que es mejor que le digamos a Dumbledore que no espiaremos más a Harry.- al joven gryffindor le dio un vuelco el corazón. Esa voz... era de Hermione.
-Pero Hermione, Harry nos descubrirá tarde o temprano-. Ron sonaba más serio de lo habitual-. No es que me arrepienta, ni nada de eso, pero ... ¿Y si Dumbledore no acepta?
- Ron, nos necesita. Yo llevo desde segundo y tú ¡Desde que lo conociste! Vamos a pasar a sexto y lo hemos hecho mejor de los que esperaba – Hermione suspiró resignada-.Nos merecemos una compensación, Ron. Harry no se enterará si lo hacemos como hasta ahora y si nos descubre seguro que nos perdonaría ¡Nos lo agradecería! ¡Lo hacemos por su seguridad!
Al otro lado de la puerta, las piernas no le sostenían. Agarrándose el pecho, se apoyó en la pared y se deslizó por ella hasta caer al suelo.
Pero sus amigos no pararon. Sus palabras dolían más, que su espalda apoyada contra la piedra.
- Bueno... visto de esa manera vale. Pero no me termina de convencer...
- Mira, si no me hubieses dejado participar cuando te descubrí escribiendo los informes, en segundo no hubiésemos podido fingir que la idea de la poción multijugos era mía y que era yo quien la preparaba-le espetó Hermione-. Si no me hubiera ayudado el director, no hubiera llegado a la conclusión del basilisco y no hubieseis podido salvar a Ginny de la Cámara Secreta. Si no hubiese tenido un giratiempo gracias a Dumbledore, Siriusno se hubiera salvado- escuchar su nombre para Harry fue como sal en la herida-. En el Torneo de los 3 Magos casi lo hechas todo a perder, pero si no le hubiéramos dicho ...
-Ya, ya Hermione lo he entendido. Está bien, haremos lo que tú quieras, pero no conseguirás que Ginny cambie de opinión. Es muy cabezota cuando se lo propone.
La gryffindor soltó un quejido de exasperación.
- Por Merlín, ya Lo sé. Desde que la eligieron para ser su novia no para de interrogarme. Sinceramente creo que Harry no tardará en caer. Con lo de Sirius está más vulnerable y Ginny sabrá que este es el mejor momento. Ahora es cuando necesita más apoyo - El gruñido de disgusto de Ron no pasó por alto.- Ron tampoco es para que te lo tomes así.-exclamó Hermione divertida-. Harry es la persona más inocente y confiada que conocemos. Jamás le haría algo malo a Ginny.
- Eso ya lo sé, pero me sigue sin gustar. Es demasiado pequeña todavía para pensar en novios.-La chica rió. Sus pasos resonaron de camino a la puerta, en la dirección desde la que se oía la voz de su amigo.
- ¿En serio?¿Todavía no piensas en las chicas como algo más que amigas?- el balbuceo de su amigo resultó incomprensible.
Sentado contra la pared Harry Potter se mordía el puño. A pesar de sus ojos hichados, apenas podía sentir la picazón propia de las lagrimas. La mitigaba el dolor de la sangre que fluía por sus nudillos. El puño en la boca, el dolor de sus dientes clavados en el hueso, eran lo único que le mantenía la entereza. La impotencia, era tan abrasadora, que calcinó su valor. Por que no podía, a pesar de ser un gryffindor no tenía la fuerza para perder a otra persona más. A los dos amigos que más quería.
Corrió como alma que lleva el diabló. Nadie en el castillo oyó las pisadas de un Harry que lo había perdido todo.
Sirius. Estaba tras el Velo. Ron. Él nunca fue su amigo y Hermione, tampoco. No quería vivir.
El camino hacia King Cross parecía normal, pero todo era falso. Puso las cartas en su sitio, rehizo el baúl y lo cargó en el compartimento como un autómata. Apenas intercambió palabras con ellos en sel tren.
Los miembros de la Orden amenazaron a sus tíos antes de que se montara en el coche. En otro momento le habría divertido, pero no aquella vez.
Sirius. Sirius cayó tras el Velo. Iban a vivir juntos. Iban a limpiar su numbre. Él era el único que de verdad lo apreció, no podía estar muerto.
Montó en el coche con la esperanza de perder de vista a sus amigos cuanto antes. Necesitaba estar solo, encerrarse en su habitación en el mínimo espacio de tiempo posible.
Pero cuando Harry llegó a Privet Drive, deseó no haberlo hecho.
3.B El moribundo de Privet Drive
Si Harry hubiera estado atento a como su tío pisaba el acelerador, se habría dado cuenta de que no estaba de buen humor.
Ya en la puerta, su tío le empujó con tanta fuerza que cayó de boca sobre el recibidor. No le dió tiempo a preguntar. Vernon lo cogió de la pechera y lo estampó contra la pared.
El golpe contra la espalda dejó a Harry sin respiración y soltó un quejido agudo. Miró a ambos lados buscando a su tía, pero Petunia Dursley había desaparecido sabiendo lo que le pasaría al hijo de su hermana.
Frente a él su tío tenía los ojos rojos, inyectados en rabia mientras se remangaba la camisa.
-Mira chico estoy muy harto de tu anormalidad.-las babas de Vernon llovieron sobre su cara sin que pudiera hacer nada-. No voy a permitir que unos extraños nos hagan daño porque tu seas un bicho raro ¡No lo permitire! ¡Te hemos cobijado!¡Te hemos alimentado! Llevo aguantándome desde que te fuiste para ir a ese estúpido colegio ¡Esto acabará ahora!- Harry no llegó a ver el puño que impactó contra su cara.
La paliza a Harry Potter duró dos horas y media. Ciento ochenta minutos en los que patadas y puñetazos le dejaron cardenales y heridas por todo el cuerpo. Golpes en las costillas y en la cara fueron los más utilizados; aunque su tío tampoco tuvo reparos en cogerle por el pelo y estamparle la cabeza contra uno de los espejos del recibidor. En ningún momento opuso resistencia.
-Y chico ... – bocabajo sobre el suelo, solo veía zapatos y escuchaba la respiración resollante de Vernon-. como estés aquí cuando salga de la cocina -señaló la puerta al final del pasillo- esta tunda no será nada.
Junto a Dudley, oyó como su tío iba hacia la cocina, seguramente para reponer fuerzas después de toda la energía que gastaron en darle una paliza. Pero Harry no pudo verlos marcharse, pues tenía ambos ojos morados, e intentando respirar sentía sus pulmones encharcados con su propia sangre. Cada movimiento era sufrimiento.No podía levantarse y mucho menos mover uno de los brazos, tampoco las piernas; así que se arrastró. El reguero de sangre marcó el camino por el que Harry llegó a su habitación.
La cama antes de un tono amarillento ahora tenía un color rojo carmín por la sangre, la almohada estaba empapada de sudor y encima de la cama un chico de 15 años se debatía entre la vida y la muerte.
3.C. John
Dos días pasaron hasta que el joven volvió a la consciencia. Su cuerpo aún le dolía, pero se llevó una sorpresa al descubrir que no tenía heridas y los únicos restos que quedaban de la paliza era la sangre que manchaba sus sábanas.
Los pilares que se sostenían su mundo habían caído uno por uno. Y ahora tenía ante sus ojos los trozos de una vida hecha escombros. Pelarse con esos trozos, increpar a cada uno de esos pilares no haría que se reconstruyeran. Estaban rotos, nunca volverían a ser los mismos.
La rabia y la furia durante días acumuladas dieron paso a la resignación y la conformidad. El Elegido estaba resignado, su vida ya no era vida, y no podía hacer nada por evitarlo. A excepción de acostarse y esperar la muerte a manos de Voldemort. De todas formas solo sería una muerte física, tras la muerte de Sirius, Harry ya había muerto por dentro.
-¡Sirius! ¡Sirius!
-No puedes hacer nada, Harry...Es demasiado tarde... Se ha ido.
- ¡No! No por favor...¡¡SIRIUS!! ¡¡SIRIUS!!
Harry lloró y lloró toda la noche. Por la pesadilla, por su padrino, por sus amigos, por Cedric, por la traición, por sus padres,...Sorbiendose la nariz, sentía sus ojos ardiendo por las lágrimas. Con un dolor palpitante en la sien, se recostó hacia atrás en la cama. Al contrario de que lo que pudiera parecer, Harry no tenía intenciones de dormir.
- Solo quiero estar con vosotros. - Esas eran las últimas palabras que pensaba pronunciar. Si dormía era para no despertar jamás. El tiempo, el agotamiento y la inanición harían su trabajo.
Dos días después...
- ¡Potter!¡Vistete decente hoy sales con nosotros!-
Vernon, abrió la puerta como un vendaval. Sus ojillos porcinos se estrecharon mientras le señalaba apretando el bigote.
-Mira chico, algunos de esos raros con los que tú te juntas me han preguntado por ti y para que no tengan reproche vamos a ir al zoo. Así nos quitaremos de encima a esa...chusma.- Los mofletes de tío Vernon parecían dos globos rojos apunto de estallar-.Pero óyeme bien, como se te ocurra hacer alguna cosa rara de las tuyas-amenazó sacudiendo el dedo-... ten por seguro que la lección que te enseñé no será nada en comparación a la tunda que te daré si se nota tu anormalidad ¿Me has entendido?
Harry suspiró
-Sí.-Tendría que seguir las apariencias para que no lo levaran a Grimmauld Place. Prefería otra paliza antes de volver al mundo mágico. Prefería la muerte antes de pisar esa casa que tanto sufrimiento le causó a su padrino.
Harry entró al zoo arrastrando los pies, decidido a acabar con esa farsa cuanto antes.
Sus pasos lo llevaron a la zona de las serpientes y allí buscó a la que sería quizás su única amiga en el mundo muggle. La boa que liberó a los once años. Cuando llegó a la vidriera no pudo evitar una sonrisa al ver allí tirada a su vieja conocida.
- <<Veo que sigues igual de perezosa>> – Al abrir los ojos la serpiente reconoció al instante al joven mago que la liberó hace tantos años atrás.
- <<Me volvieron a capturar y no hay mucho que hacer. Creo que Brasil queda demasiado lejos>>- Harry rió llamando la atención de algunas de las personas que estaban a su alrededor. Las serpientes de las vidrieras cercanas proferían silbidos más fuertes y constantes. Entonces su reptiliana amiga se inclinó– <<Pensaba que no volvería a verte, disculpeme no recordaba con quién hablaba.>>
- <<No te entiendo, ¿Por qué te inclinas?>>
- <<Debemos respeto al portador.>>
- <<¿Portador de qué? >>
- <<Este se merece nuestro respeto, porque es uno de los pocos humanos que tiene parte verdadera de verdadera serpiente>>-
-¿Son increíbles verdad?- un chico de unos años mayor que él cortó la conversación. Vestía con el uniforme del zoo cangando una caja de hotdogs.-Es extraño que la boa se levante. Normalmente se pasa el día tirada en la piedra-El joven dió unos toquecitos al cristal-. Perdona no me he presentado, soy John y vendo hot dogs.
-Harry.- en ningun momento sus ojos se despegaron de la vidriera.
- ¿Te gustan solo las serpientes o quieres ver algún otro animal?
- Me da igual
-Ten un perrito, a este invito yo - Antes de que pudiera negarse ya lo tenía en las manos. Solo tocarlo le revolvió el estómago- No eres muy hablador ¿Verdad? -indagó con una sonrisa- Ven te enseñaré los animales.
Harry no tuvo más remedio que dejarse guiar. Por lo que parecía ese tal John parecía un muggle normal y no mucho mayor que él. Quizás 23 años, pero no le daba buena espina,podría ser un mortífago. Esa posibilidad no le importó demasiado. Si le mataban ... mejor, menos tiempo perdido.
- ¿Estás bien? Te veo algo triste.- el gryffindor no contestó. Se limitó a tirar el perrito impoluto en una papelera - No sé lo que te habrá pasado para que estés así, pero seguro que se soluciona ya lo verás. Nada puede ser peor que trabajar de vendedor de perritos calientes, a lo máximo que puedo llegar en la vida es a alimentador de delfines- El vendedor se rió de su propio chiste.
- Dicen que mi padrino a muerto y es por mi culpa. - esa frase hizo que John le prestara más atención.
-Lo lamento mucho de verdad, siempre duele perder a alguien y más si es alguien muy cercano, pero seguro que no fue por tu culpa. Tienes que mirar la parte positiva, aún te queda más gente para apoyarte: tus padres, tus tíos, tus amigos, tus...
- No tengo a nadie, estoy solo.
- Nadie está solo Harry.
- Mis padres están muertos, mis tíos me odian y mis amigos me han traicionado. - con esa sencilla explicación esperaba que el desconocido se callara ya. No deseaba hablar más del tema.
- Bueno...pues – John se rascaba la parte posterior de la cabeza mientras miraba a ambos lados como buscando ayuda - ahora... me tienes a mí. ¿Qué te parece? - a esa pregunta el trabajador del zoo solo obtuvo una completa indiferencia, lo que se tomo como un sí.
El resto de la tarde fue completamente normal el vendedor de perritos, le contó casi toda su vida, lo que hizo que confiase un poco más en él e incluso le empezara a caer bien. Incluso (despues de que le insistiera varias veces) Harry quedó otro día con él.
Poco a poco fue cogiendo más confianza con el apuesto vendedor e incluso le había llegado a contar su vida y sus preocupaciones a grandes rasgos. Habían hablado sobre la vida, las responsabilidades, las inquietudes, los amigos,... todas aquellas cosas en las que un chico de 15 años en sus circunstancias podía pensar. Los ánimos y la confianza de John le habían ayudado a levantar un poco el ánimo. Pero le duraba el tiempo que tardaba en llegar a casa.
3.D.: La lechuza verde y plata
Era sábado y su vida seguía siendo la misma rutina de siempre: tirado en la cama sin comer, sin hablar, sin dormir. Solo esperar. No había comido desde que llegó de Hogwarts y solo salía de su habitación para ir al aseo. Seguía recibiendo cartas de algunos amigos, pero Hedwig continuaba haciendo bien su trabajo. Las tiraba cuando volvía de cazar, de hecho había defecado en un par de ellas.
De repente, una lechuza verdosa con ojos grises entró por la ventana dejando un sobre negro de bordes plateados encima de su escritorio.
Harry no le hizo caso, Hedwig haría con esa carta lo mismo que hacía con los demás, pero el ave no le dejó tranquilo. Le picó el brazo tan fuerte que le hizo sangrar y Harry, ni siquiera se enfadó con la lechuza. Hasta los animales lo vapuleaban. Le puso algo de comida y agua y la observó alimentarse. Sin duda era un pájaro tan extraño...nunca había visto una lechuza verdosa y plateada. Era tan...
- Slytherin.- La fuerza de la revelación lo aventó hacia el sobre negro y , antes de darse cuenta, ya había abierto de un tirón.
La lechuza, alimentada y descansada, hizo unos ruiditos parecidos a carcajadas antes de salir por la ventana.
Mi odiado Harry:
Lamento mucho la muerte del estúpido de tu padrino, el infierno es lo que se merece por ser un imbécil traidor a la sangre. Bellatrix te manda saludos y sus condolencias.
Te escribo para decirte que tu final está cerca Harry Potter. Dentro de poco desearás no haber nacido, sé que no tengo la profecía pero eso ya no importa, tengo tu sangre, y eso es suficiente. Haré de tu vida un infierno y no importará donde te escondas porque Lord Voldemort sabe, él siempre sabe.
Ya no te queda nada, todos a tu alrededor mueren o te traicionan. Black no ha sido el primero y tampoco es el último ¿Qué piensas hacer mi pequeño Harry? ¿Luchar? Me harías reír, sería mediocre por tu parte. Sabes que no puedes vencerme y ese viejo amante de los muggles de Dumbledore tampoco puede ayudarte.
Solo te queda esperar Harry, esperar a que sea misericordioso contigo para darte una muerte rápida y sin dolor. Pero antes te arrastrarás Harry, tendrás que suplicarme para que no te torture más; te arrastrarás como lo hizo la sangre sucia de tu madre y luego yo, misericordioso, te mataré para después alimentar con tu cadáver a mi querida Nanigi. Ese será el gran final de Harry Potter. No podrás evitarlo Harry, lo único que puedes hacer es esperar...
Fdo: Lord Voldemort
P.D.: cuida a tu amiguito muggle, Nanigi me suplica por matarlo ella misma.
La carta se quemó en las manos de un joven, que sentado en la desastrosa cama de su maloliente habitación, temblaba de furia e impotencia.
Voldemort tenía razón en todo. Nadie podía ayudarlo, estaba perdido, estaba muerto ¿Y John? Era un muggle, esta guerra no le pertenecía. Sabía que la amenaza del Innombrable se haría realidad, solo era cuestión de tiempo y él, lo único que podía hacer era esperar
-NO. –su pequeño susurro escalofriante hizo eco en la noche de Privet Drive.
Su vida no acabaría cuando lo dijera Voldemort. Harry nunca había decidido nada por sí mismo, todos siempre habían planeado su vida; pero esta vez no. El asesino de sus padres no elegiría el momento, ni el lugar, ni el modo. El cómo, el donde y el cuándo,... los decidiría él.
3.D. La noche de los cristales rotos.
Moriría ahora.
Un placentero cosquilleo le recorrió desde la planta de los pies hasta la coronilla. Entonces lo supo, comprendió que aquello era a lo que llamaban felicidad. Por primera vez en su vida sentía verdadera alegría y agradeció a Merlín ser feliz, sentirse vivo, aunque fuera uno insante antes de morir.
Sin pensarlo dio un puñetazo al cristal de su ventana. El golpe dejó algunos cristales clavados en el puño, pero no le importó. Tenía que darse prisa y terminar antes de que alguien lo descubriera.
Cogió un cristal grande, de una gran punta afilada, y lo colocó suavemente en su muñeca. Durante unos instantes observó ensimismado el reflejo de la luna sobre aquel filo de vidrio apretado contra su piel. Mientras pasaban los segundos la fría sensación del cristal sobre sus venas se hacía más y más punzante. Entones Harry se percató de que aún no había hecho el movimiento necesario. No hacerlo, era el indicativo de que estaba empezando a dudar; y esa idea, fue el detonante que lo precipitó todo.
La rabia ante su cobardía le hizo apretar los dientes y, enagenado, cegado por la cólera, apretó y rasgó su carne y sus venas.
La sangre fluía por su antebrazo, lenta y espesa, pero el joven sabía que no debía perder tiempo deleitándose con el suave trazo que dibujaba el fluido escarlata por su piel. Sostener el cristal con la mano ensangrentada fue complicado, pero, siguiendo el mismo procedimiento al final consiguió cortar la otra muñeca. Esta vez no hubo dudas, solo un fuerte rasgón.
Sólo le quedaba una cosa: sacó la varita del bolsillo del pantalón y cerró la puerta con magia. Las lechuzas del Ministerio no importarían cuando ya estuviera muerto.Poco a poco el mago se deslizó hasta quedar sentado en el suelo con la espalda recostada en la pared.
Sonreía. Aún con la vista desenfocada podía vislumbrar como sus brazos, ensangrentados por los cortes, colgaban inertes a sus costados. Los párpados le pesaban cada vez más por la falta de sangre, y el joven interpretó ese repentino cansancio como el de aviso de llegada que le enviaba la parca para alertarlo de su proximidad. Apenas le quedaban fuerzas, pero a pesar de ello, justo antes de lo abrigara la inconsciencia, su mente le otorgó un último pensamiento fugaz como regalo: era paradójico que este, el momento de su muerte, fuera el momento más feliz de su vida. Esa última idea hizo que Harry Potter, divertido, sonriera aún más.
YA jamás cumpliría la promesa que le hizo a John. Al final no aguantaría, no lucharía. Siempre se había mantenido fuerte y ya estaba cansado. No quería ser fuerte nunca más.
3.E. Resurrección
Casi sumido en la inconsciencia, los sonidos propios de una aparición le llegaron lejanos y vacíos. Pudo notar, como si fuera un leve contacto en un brazo dormido, a alguien arrodillándose a su lado
- Potter, eres un estúpido.
-¿John?- la pregunta de Harry apenas fue audible o comprensible, no tenía las fuerzas suficientes para articular el nombre.
- Maldito desagradecido- El vendedor de perritos le decía cada uno de los insultos que se le pasaban por la cabeza mientras cortaba la hemorragia con la varita.
Al otro lado de la puerta, los miembros de la Orden del Fénix golpeaban la entrada de la habitación y después de varios intentos consiguieron derruir la puerta. Al abrir no pudieron comprender la escena que encontraron. Allí, en una desvalijada habitación de unos pocos metros cuadrados, se encontraba el joven Potter con las muñecas cortadas, un trozo de cristal ensangrentado en sus manos y, a su lado, un chico algo más mayor intentando curarlo.
Reaccionar fue imposible, las varitas en sus manos se conviertieron en un trasto inútil, cuando el joven de ojos azules les sonrió burlón y se desapareció, llevándose así al chico Potter y sus pertenencias.
Un rayo morado se dirigía hacia ellos a toda velocidad.
* * *
Harry se levantó adolorido y adormilado. Adolorido y desorientado estaría mejor decir. Había tenido ensueño más raro de su vida. Recibía una carta de Voldemort, se cortaba las venas y aparecía John en su habitación.
Consciente de que nada de eso podía ser real trató de incorporarse, pero un guantazo lo volvió a tumbar. Sobandose el lado donde había recibido el golpe se volvió a levantar al hacerlo se encontró lo que menos se esperaba. Sentado en el filo de la cama estaba John. ¿No había sido todo un sueño?
- ¿John? ¿Por qué me has pegado? - miró hacia ambos lados. Esa no era su habitación - ¿Dónde estoy?
Un suspiro de cansancio es lo único que salió de los labios de su acompañante.
- Un puñetazo es lo mínimo que te mereces por cortarte las venas, Potter
- ¿Cómo sabes mí...?
- ¿Qué mago no conoce el nombre del gran Harry Potter el niño-que-vivió? Sí soy un mago - contestó rápidamente al ver como Harry abría la boca.- Y no me llamo John. Soy Ian, Ian White. John era un estúpido muggle por el que me hice pasar para acercarme a ti. Eres un estupido Potter. Con lo que me costó que me contaras todo, darte ánimos y apoyarte para que no hicieras ninguna de tus tonterías ... Y me sales con un intento de suicidio. Si es que hay que ser imbécil – John suspiró pasando las manos por su pelo - Supongo que esa es tu forma de agradecer las muertes de tus padres, de Cedric y de tu padrino.
Los ojos de Harry se volvieron acuosos y su piel aún más pálida al comprender que ni siquiera había pensado en ellos. Cuando habló su voz salió entrecortada y tomada por el llanto.
-Me... ¿Me has mentido? John... pero ¿Por qué?
El mago contestó alisándse la túnica y recolocándose las mangas, como si la conversación no fuera con él.
- No. soy.Jonh. O eres lento, o eres sordo. Tenía que vigilarte. Si no dabas muestras de mejoría te llevarían al Cuartel de la Orden en Grimmauld Place, así que le lancé un Imperius a tu tío para que te llevara al zoo y así me podía acercar a ti sin sospechas. Yo sabía que fingirías todo lo posible para que no te llevaran al cuartel general, sabía que el recuerdo de Black todavía te atormentaba demasiado. Mi nombre es Ian White, pero tú llámame maestro.
- ¡¿MAESTRO!?, ¡¿MAESTRO?! ¡ESTAS LOCO SI PIENSAS QUE VOY A DEJAR QUE TU ME ENSEÑES ALGO! ¡YO ME VOY! – pero cuando intentó levantarse le vino un mareo y cayó de nuevo en la cama. Ian volvió a reír.
- Tendrás mareos cada vez que intentes levantarte. Cuando te curé lo hice bien, pero no perfectamente, solo lo justo. Así que, querido aprendiz, no podrás moverte de aquí hasta que escuches mi propuesta que seguro que te interesa-
- ¿Cómo estás tan seguro? Tú no tienes nada que ...-
- Tu calla y escucha- con un movimiento de de varita Harry fue atado y amordazado. Intentó soltarse, pero al poco tiempo desistió. Era imposible- Voy a prepararte para tu destino. Te enseñaré que la magia no tiene límites, no para ti. Si dejaras de revolcarte en tu autocompasión tendrías la vistoria al alcance de tu mano. Tu sangre y tu capacidad son como minas de poder esperando ser explotadas. Pero claro, para conseguirlo se necesita entera dedicación, perseverancia y talento. Cosa de la que careces por completo. –Un gruñido por parte del chico le hizo sonreír. Lo tenía justo donde lo quería: había herido su estúpido orgullo de Gryffindor. Pero todavía no estaba todo ganado. Con lo que le contaría ahora se aseguraría un "sí" como respuesta – Además, no tienes más remedio que aceptar. Si te vas, tendrás que volver con los muggles o a Gimmauld Place; donde después de ver tu intento de suicidio te tendrán vigilado hasta cuando vas al baño –. Era mentira, ninguno lo había visto. El propio Ian se encargó de adulterarles los recuerdos. Pero Harry no se acordaba, sus se abrieron sorprendidos. No podía ser cierto, no lo podían haber visto- Sí, que te vieron.- respondió Ian- Si vuelves serás solo un títere. Te usarán, tu fama, tu poder y tua pellido.Pero si te quedas.... serás el titiritero.
Con un movimiento de varita le quitó las cuerdas y la mordaza.
El Elegido Pensaba a toda velocidad todas las opciones que tenía. Le habían ofrecido una oportunidad única, pero se la había ofrecido alguien que no se merecía su confianza, que lo había traicionado en menos tiempo del que cualquiera podría creer posible. Era demasiado bonito para ser verdad, había algo que no cuadraba.
- Mira no sé quién eres ni lo que voy a hacer. Pero antes me contestas a dos preguntas: quiero saber qué quieres decir con eso de que "mi sangre y mi capacidad son minas de poder esperando ser explotadas" y qué es lo que recibes tu a cambio. - Ian solo le alzó una ceja – No me mires así, soy menor que tú pero no imbécil. Cualquiera con dos dedos de frente vería que tú no te tomarías tantas molestias conmigo si tu no fueras a obtener nada a cambio ¿Qué es lo que quieres?
- Veo que no eres tan tonto como pareces. -el joven pensó unos instantes - Si contesto ¿Aceptarás? - Harry no contestó- No tengo por qué contestarte si no vas a decir algo que me interese.
- Esta bien, estaré contigo un mes de prueba mientras que se calman los ánimos y si no me enseñas todo lo que me has prometido en ese tiempo pues me voy. Ahora dime que es lo que consigues tú entrenándome
- Venganza –el chico lo miró en silencio esperando una explicación más elaborada - Es muy simple, acabar con Voldemort, Albus Dumbledore y toda la estúpida Orden del Fénix ¿Contento?
- Pues no me lo esperaba, pero como creo que entenderás no creo que pueda hacerlo. Verás yo...
- ¡Oh! Venga ya Potter no me digas que sigues igual de imbécil con eso de "quiero mucho a mis amiguitos" después de lo que viste en la torre de Astronomía.-
- ¿Cómo?...-
- Pronto lo sabrás.
- Son mis amigos y algunos de sus padres son miembros de la Orden. No puedo hacerles eso.
-¿Y ellos si pueden hacértelo a ti?-
- Ellos no saben...-
- ¿Que te estaban traicionando? Eso es lo que tú te crees.-
- ¿Cómo sabes tú...? Bueno, no importa, ... ¡Quieres ponerme en su contra! ¿Cómo pretendes que te crea si lo que conozco de ti es todo mentira?
- Yo no te estoy poniendo en contra de nadie. No cuestiones lo que sé, que es más de lo que te imaginas. No puedo obligarte a que me creas, pero con el transcurso del tiempo te darás cuenta de que todo lo que digo es verdad.
-Contesta mi primera pregunta.- Harry no pensaba dejar que Ian lo manipulara. Para eso ya tenía a Voldemort y a Dumbledore.
- ¿Qué primera pregunta?-
- Pues que me digas lo que quieres decir con eso de que "mi sangre y mi capacidad son minas de poder esperando ser explotadas"- le dijo sarcásticamente.
- ¿Es que no lo sabes?
- ¿Saber qué? – Ian se levantó de repente mirando su reloj de pulsera.
- Este viejo ha llegado más lejos de lo que pensaba ¿De verdad que no sabes de dónde procedes? ¿Qué no tienes ni idea de quién eres? -
- ¿Pero de que...?- Ian salió por la puerta a toda velocidad. Volvió a los 30 segundos tendiéndole una botellita.
-Tómatela, si quieres saber por qué eres tan importante para la comunidad mágica- el chico miraba la botella poco entusiasmado. Su cerebro le decía que no la tomara, que era un desconocido que podía intentar envenenarlo. Pero si Ian quería verlo muerto solo tenía que haberlo dejado desangrarse. Al final se tomó el contenido de un trago. - Levántate Potter y anda – Le ordenó Ian ceremonial. Cuando se levantó Harry se sintió agradecido no marearse. – Ahí tienes una ducha – le señaló una puerta tras él – Dúchate y ponte esta ropa. Si vas a ir conmigo irás presentable o diré que no te conozco – sin una palabra más salió de la habitación.
Tras ponerse la capa azul marino, los pantalones negros y la camiseta blanca que le había dado Ian no podía arreglar su pelo. Al salir del baño "John" hizo una mueca de desagrado y sin decir nada, realizó unos movimientos de varita alrededor de su cabeza. Pasados unos segundos su gesto cambió a algo más aceptable, lo que significaba que había conseguido arreglarle el cabello.
- Quítate las gafas- Harry se las entregó.
Solo veía borrones sin ellas, pero lo justo para distinguir como Ian las partía en dos.
- ¡Pero qué haces!-
Con otros movimientos de varita y un par de palabras susurradas su visión se volvió perfecta
-Más adelante corregiremos tu vista del todo. Vámonos.
Sin preguntar, Ian lo cogió por el brazo y desaparecieron. Al abrir los ojos, lo último que esperaba era encontrarse en el callejón Diagon.
- ¿El callejón diagón? ¿En serio? ¿Aquí sabré quien soy?
- Deja de dártelas de listo conmigo, no te separes de mi más de lo necesario y sígueme vaya donde vaya ¿Entendido? - el joven solo asintió. Cualquiera que lo oyera pensaría que se meterían en una guarida llena de mortífagos y estaba claro que él no pensaba desobedecer las órdenes de su... "maestro".
El camino adoquinado para Harry fue una tortura. Sus propias dudas, sus propios nervios lo torturaban. Nunca se habría imaginado que se enteraría de todo por un desconocido. Ya sabía la profecía, Harry pensaba que era la única cosa que le habían escondido y al parecer se equivocaba. Eso lo enfureció, pero se obligó a relajarse, se iba a enterar de todo, fuera como fuera, quisieran o no.
Decía que anoche lo estaba vigilando pero era imposible que se apareciera con todos los hechizos y sortilegios que tenía la casa. Entonces aumentó su preocupación ¿Había hecho bien en hacer un trato con un desconocido? ¿Resolvería alguna vez el misterio que rodeaba a ese extraño joven? Quizás había sido una locura mantenerse cerca de Ian White.
Andando por el callejón Ian miraba de reojo a Harry. Sentía el nerviosismo del joven como si fuera el suyo propio y escuchaba sus pensamientos como si se los recitara en voz alta. No se extrañaba lo más mínimo de lo que pensaba, incluso él se sintió nervioso en su momento.
Lo que le sorprendía era que siguiera velando por aquellos que le habían traicionado. Pero eso a Ian no le preocupaba. Como ya le dijo antes a Potter era sólo cuestión de tiempo que se diera cuenta de todo. Si golpe tras golpe había aprendido algo era que la mejor manera de que te crean es tener de tu lado la verdad.
La calle estaba algo más concurrida que la taberna, pero no había ni punto de comparación del número de tiendas que había antes a las que había ahora.
A los pocos minutos se encontraban ante el lugar donde sabría "quién era"
-Ya hemos llegado. Voilà Gringotts, el banco de los magos- el apuesto miró a su pupilo esperando su respuesta. Y la verdad, todo había que decirlo, se la esperaba.
Cada capítulo escrito lleva detrás tiempo, esfuerzo y quebraderos de cabeza, pero si lo has disfrutado habrá merecido la pena.
Si ha sido así, dímelo. Con un solo click sabré lo que piensas y si lo tengo que mejorar.
A todos aquellos que me indiquen que les está gustando, los estoy añadiendo a mi lista para prepararles un detalle de agradecimiento.
Uno que podrán elegir ellos mismos, quedárselo y darle uso.
Te desea siempre una buena lectura,
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