3.5. La carta de los Potter.
Capítulo 3.5: La carta de los Potter.
El barro le llegaba casi hasta las rodillas pero apenas lo veía por el pelo mojado, que pegado a su frente le entorpecía la vista.
Acababa de terminar de correr por un terreno fangoso bajo una lluvia torrencial. Esa mañana como todas las mañanas le costaba mover el cuerpo mucho más de lo normal. Quizás se debiera a los numerosos días de falta de sueño, a las demasiadas horas paseando por sus cámaras o a la cada vez mayor intensidad de la instrucción. Los motivos en ese momento no eran lo importante. Encorvado, apoyando el peso de su torso agarrado a los muslos, Harry intentaba recobrar la normalidad de su respiración.
Ian después de las cuatro horas que él consideraba "calentamiento" decidió saltarse los preambulos. Sacó su varita y en un gesto simbólico, la tiró a un lado. Ambos sabían que el instructor no la necesitaba para hacer magia. El Elegido todavía apoyándose en sus rodillas semiflexionadas lo miró consternado entre los mechones de pelo que le obstaculizaban la vista.
El maestro, de costado a su pupilo, colocándolo hacia atrás el pie derecho flexionando un poco la rodilla. Con el torso ligeramente inclinado como si se preparara para abalanzarse, estiró un brazo hacia adelante mostrándole la palma de la mano, mientras el otro ligeramente semidoblado cerraba la mano en un puño. Esa posición de lucha, propia de las artes marciales muggles produjo un suspiro de resignación en el pupilo.
—Ataca.
No lo hizo. Harry jamás olvidaría los diez minutos de castigo de la última vez que intentó agredirlo.
— No hace falta, en serio. No he dicho que la defensa muggle no sea importante. — Ian no relajó su posición.
— Ataca. Ni me rozarás.— Harry torció la boca frunciendo el entrecejo. La satisfacción de golpearlo con sus propias manos era cada vez más motivadora. Soltó la varita y corrió hacia él con el puño cerrado.
De un movimiento casi aburrido, su instructor desvió el ataque y con los dedos índice y corazón la misma mano le golpeó en la frente impulsándolo levemente hacia atrás. Ni había utilizado la otra mano. Tal y como esperaba, no llegó a tocarlo; ni si quiera cambió su posición.
El gryffindor pensando que ya había acabado toda la demostración, no se esperó que Ian le atacara. Ante aquello no pensó, de hecho ni veía por donde le venía el puño y la patada. La reacción fue puro instinto; quizás en recuerdo de las veces que había tenido que esquivar los puñetazos de Dudley. Así contra todo pronóstico, el Elegido esquivó ambos ataques cayendo al suelo en el proceso.
Por primera vez en días Ian, con una sonrisa irónica, le alzó la mano para ayudarlo a levantarse.
—Tienes instinto.— Harry aceptando su ofrecimiento jamás admitiría que esas palabras le motivaron más que todos sus Cruciatus juntos.
A partir de entonces avanzó a gran velocidad en lucha muggle, tanto sin armas como con ellas. La lucha con el manejo de la espada, el arco, las dagas y demás armas se convirtió en uno de los muchos otros artes sulimes de los que tenía que convertirse en maestro.
Pero las enseñanzas de su tutor no solo se inclinaban hacia la lucha mágica, física o mental, sino también sobre las nociones básicas de la vida.
Uno de esos días lo llevó al garaje de la parte baja del edificio.
—El SLR Maclaren que viste el otro día es para reuniones importantes, el Ferrari para reuniones sociales, el Porche para los viajes de verano (la sensación de velocidad y viento en la cara es indescriptible), el BMW M6, el otro Porche y el Audi ...
— ¿Para comprar el pan? — su instructor chasqueó la lengua. Se planteaba si debía o no lanzarle un Cruciatus por la interrupción.
—Haz lo que quieras... uno es para ti —comentó despreocupado.
—No...No...no sé conducir.
— Yo te enseñaré.
— ¿Por qué no puedo coger uno de los otros?
—Porque para aprender a conducir hay que cometer errores y en conducción cada error es igual a destrozar el coche—le lanzó una cartera—. Ahí está toda tu documentación. Carnet de conducir, documento de identificación y si te piden el seguro está en la guantera.
— Pero no soy mayor de edad, no puedo conducir. Va contra la ley.
—Cuanto te hagas la idea mejor. Las leyes no son inamovibles y verdades divinas. Han sido creadas con un único fin: hacerte creer que son la representación de la verdad y del bien universal. Pero no es cierto. Eso es lo que quieren que pienses, aquellos que ostentan el poder: que sus normas son inamovibles, legítimas e imprescindibles. Cuando, en realidad, lo único para lo que sirven es para atarte, porque ellos las cambiand cuando les conviene y se escudan en ellas para proteger sus intereses—Harry miraba el suelo sin saber que decir—. Dicho esto, elije ya o te quedas sin nada.
— Si tenemos escobas.— Su maestro lo miró indignado.
— Por supuesto, escobas... Perfectamente detectables. Una de las mayores ventajas Potter, es el desconocimiento de los magos con todo lo que tenga que ver con el mundo muggle. Trasladarte en coche puede hacerte pasar más desapercibido que una aparición que podría ser rastreada. No seas imbécil, por favor, no me hagas lanzarte un Cruciatus solo para que escojas un coche.
El elegido ni si quiera dudó, de hecho esa amenaza le dejó muy claras las prioridades.
—El BMW. Me parece un poco temprano para empezar con el Porche.—asintió el chico totalmente convencido
—Buena elección. Toma tus llaves. — Ian las lanzó hacia la otra punta del garaje y Harry corrió tras ellas. Las atrapó por poco, antes de que cayeran en el suelo.
—Buenos reflejos.— comentó su maestro antes de entrar en el coche. Ahora tocaba clase de conducción.
A veces Ian parecía un poco indulgente. Daba la sensación de que incluso podrían llegar a ser amigos, pero Harry sabía que eso nunca sucedería. Nunca admitiría que le temía, a él y a todo lo que era capaz de hacer.
El Cruciatus que recibió el primer día no fue el único. Su orgullo le impedía no contestarle y cada objeción le costaba muy cara. Tanto era así que su cuerpo incluso estaba creando cierta resistencia a la maldición.
Lo odiaba. Lo odiaba casi tanto como a Bellatrix. Pero a la vez lo temía y lo admiraba.
Admiraba su forma de ser: fría, astuta e inteligente, su imposibilidad para sentir emociones, su poder desmesurado capaz de realizar cualquier cosa y su forma de actuar respecto a la vida, sin ataduras. No mostraba emoción alguna más allá de una completa seguridad, seriedad, determinación y fría ironía. No había visto en él piedad o remordimiento mientras le torturaba con Cruciatus. Tampoco mostraba satisfacción o diversión mientras Harry gritaba de agonía entre convulsiones. Para su maestro infligirle dolor solo era algo más que tenía que hacer. Como comer, ducharse o leer.
A esa extraña entremezcla de odio y admiración se le unía la curiosidad .
Su tutor no le dió ni un solo dato personal, a parte de su nombre. Eso lo hacía cuestionarse quién era ese joven que lo entrenaba. De hecho, sus métodos decían mucho más de él, que el propio Ian. Sobre todo en cuanto a su código ético o moral. Su gran inteligencia, junto con su amplio abanico de conocimientos, siempre lo colocaba varios pasos por delante de los obstáculos que se presentaban. Pero tampoco mostraba reparos en amenazar, manipular o torturar si era necesario. Harry creía no equivocarse al afirmar que la línea divisoria del bien y el mal de ese desconocido, era muy difusa.
Entre esos vaivenes caóticos de incertidumbre, en los que cada día no sabía que le depararía, lo único que le brindaba cierta seguridad era la carta de sus padres.
Cuando la encontró en el bolsillo interior de su capa no pudo abrirla hasta hacer acopio de valor durante dos días.
La espalda la apoyaba en el cabecero de la cama mientras las manos le temblaban tanto que le costó unos minutos rasgar el sello de cera sin romper el sobre.
Era la primera vez que sus padres se iban a dirigir hacia él. La única vez que iba a saber sus sensaciones, expresiones, sentimientos,... por ellos mismos, no por las palabras de otra persona, sin intermediarios. El pergamino, envejecido por los años, se plegaba ligeramente bajo los dedos del joven Potter que lo sostenía como si fuera el papel más valioso del mundo.
"Querido Harry:
Como ya de imaginarás si lees esto es que estamos muertos. No sabemos si llegaremos a verte crecer o serán otros los que cuidarán de ti en nuestra ausencia, pero lo que sí sabemos es que hagas lo que hagas siempre te querremos y velaremos por ti, ya sea desde el cielo o desde el infierno. Nuestras palabras son tan serias, porque nosotros más que nadie tenemos que ser realistas, y la guerra contra Lord Voldemort es una realidad. Cualquiera puede morir en cualquier momento.
Desearíamos con todas nuestras fuerzas poder escribirte una carta más bonita relatando los acontecimientos más importantes de la larga vida que podríamos haber pasado juntos. Pero no podemos hacerlo porque desconocemos el final de nuestra historia cariño. Pero, te juramos una cosa: si para cuando termine la guerra hemos sobrevivido, escribiremos otra carta de testamento.
Todo depende de cómo terminará nuestro papel en la función. Voldemort nos persigue. Ayer en tu cumpleaños, el Director de Hogwarts, Albus Dumbledore, llegó a casa con malas noticias: Voldemort te buscaba. Había llegado a sus oídos una profecía que lo vinculaba a ti. Deseamos con todas nuestras fuerzas que no sea verdad y que las fuentes de Albus estén equivocadas, pero algo nos dice que es cierto. Dentro de poco aparecerá por esa puerta para matarnos.
Dumbledore nos colocó bajo el hechizo Fidelio, aunque no sabemos si será suficiente. Lo que sí es seguro es que si tenemos que dar nuestra vida para salvar la tuya no lo dudaremos. Si morimos por tu salvación será una muerte feliz.
¡Eres tan importante para nosotros! Tu eres lo más valioso de nuestras vidas, cada uno de los momentos que hemos vivido contigo no los cambiaríamos por nada ¿Cómo puede querer matar a un ser tan inocente y puro como tú? Tu risa nos da esperanza con cada aliento , y cada mirada tuya nos brinda el valor suficiente para luchar con todas nuestras fuerzas.
Jamás olvidaremos cuando esta mañana hiciste tu primera muestra de magia. Tu padrino Sirius jugaba contigo en el salón cambiando de color tu peluche de snitch. Rojo, azul, morado...tu reías imitando el movimiento de la varita. No te salía y apretabas los puños poniendo morritos ¡Estabas tan gracioso! Hasta que una de las veces conseguiste que cambiara de color pero no el de la snicth ¡Cambiaste el pelo de Sirius! Tu padrino gritaba y gritaba corriendo de un lado a otro (Su pelo es algo muy importante porque, según él, potencia más su atractivo). Tu reías alegre mientras seguías cambiándole el color. Ahora Canuto se esconde de ti en el jardín; con Remus intentando volverle a la normalidad, pero no lo consigue. Y tu mientras estas cambiando de color tu snitch de peluche. Como echaríamos de menos estos momentos...
Si morimos queremos que seas fuerte, no te culpes. Sería una pérdida de tiempo porque no podríamos estar más orgullosos de que tú seas nuestro hijo. Estaremos tranquilos en el más allá porque tenemos la certeza de que tu estarás bien. Sirius y nuestros amigos te cuidarían como a un hijo.
Toda nuestra fortuna es tuya. Es una inmensa cantidad de dinero para que disfrutes de ella. Quizás no sea necesario decírtelo, pero que no se te suba a la cabeza, porque recuerda: el dinero en este mundo materialista que vivimos supone poder, y el poder crea envidia, codicia y, lo más importante, responsabilidad.
Mucha gente querrá acercarse a ti y controlarte. No permitas que lo hagan. Sobre todo ten cuidado con Albus Dumbledore. Es un mago poderoso y muy inteligente que desea acabar con la guerra. Pero ser el mayor representante de la luz se le está subiendo a la cabeza. Lo quiere controlar todo; y llegará un punto en el que quiera hacerlo contigo por la fortuna y nuestra buena reputación. No lo dejes, puede llegar a ser muy manipulador. Creerás que todo es por tu bien, te puede llegar a enredar sin que te des cuenta. Nunca es tarde, si todo esto ocurre busca al nieto de su hermano, (es enrevesado, pero no te podemos decir su nombre por si la carta es interceptada) podrá ayudarte, aunque te costará trabajo.
Hijo esto es casi todo lo que teníamos que decirte, sabemos que te convertirás en alguien justo y fuerte. Sigue siempre tus valores, haz lo que creas correcto y nunca te dejes pisotear por nadie. Recuerda que te queremos con todo nuestro corazón, siempre estaremos contigo, tu eres nuestra magia. Hagas lo que hagas estaremos orgullosos de ti.
Te quieren, siempre en la eternidad
James y Lilian Potter"
Leía la carta siempre que podía, la memorizó palabra por palabra como si fuera la información más valiosa del mundo. Sus padres, sabían que iban a morir y, aun así después de muertos conseguían que se sintiera querido.
Le habían escrito de forma clara, sin tapujos, sin ocultarle nada...excepto ¿Quién era el sobrino nieto de Dumbledore? No podía haber otra forma más sutil de referirse a él sin pronunciar el nombre, si no Harry estaba seguro de que sus padres la habrían utilizado.
¿Sería alguien a quién podría acudir? Quizás debería buscarlo,... podría escapar de las garras de Ian y del mundo mágico. A lo mejor era la oportunidad que necesitaba para tener una vida sin responsabilidades, sin entrenamientos, sin profecías.
Era muy tentador, pero,... ¿Por dónde empezar? ¿Y si su vida con ese hombre fuera aún más desgraciada todavía? La situación tenía demasiadas incógnitas. La información de sus padres podría ser falsa; no sabía dónde y cómo viviría ese hombre, se podría haber pasado al lado oscuro, podría estar muerto; o incluso vivo, nada le aseguraba que con él tuviera la vida normal que deseaba.
¿Y en el caso de que lo encontrara y le ofreciera la posibilidad de vivir una vida plena,... abandonaría a la comunidad mágica? Si lo pensaba bien, no había nada que le atara a ella. El año pasado lo difamaron, lo trataron de loco, sus amigos lo habían traicionado y cada persona por la que había sentido aprecio quería manipularlo ¿Qué hacía que siguiera adelante? La venganza. Pero su moral aún lo hacía cuestionarse si ese era el camino adecuado.
¿Qué hacer? ¿Cuál era la elección correcta?
Sus dudas lo hacían sentir más perdido, más solo, más confuso. No podía contener el llanto, las lágrimas brotaban a pesar de querer de impedirlo. Acurrucado en la cama, con la carta de sus padres en la mano, lloraba intentando controlar sus hipidos y fallando estrepitosamente en el intento.
Las mañanas siguientes, al levantarse se juraba que nunca volvería a derramar una lágrima por nadie, pero en la noche cuando el entrenamiento terminaba le envolvía de nuevo la impotencia.
Cada día le pesaba el cuerpo más que el anterior, cada día su motivación flaqueaba. Era su orgullo y su palabra los que conseguían mantenerlo en pie. No quería que Ían lo atormentase con su ironía y no quería sufrir más Cruciatus.
En las intensas jornadas de adiestramiento, donde acababa casi muerto y débil, era cuando más vivo y fuerte se sentía. El pavor y el odio que sentía por Ian azuzaban la llama más combativa y persistente de su personalidad. A su mera presencia se creaba en el alumno un escudo emocional. El resto del tiempo hacía acopio de toda su determinación para no desfallcer. Entonces Harry comprendió el entrenamiento lo que lo distraía de su confusión, pero tampoco le ayudaba a aclararse.
Eran más de las 12 de la noche. Acababa de terminar de leer un libro de la biblioteca y estaba llorando otra vez con la carta de sus padres en la mano, cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe. Con la mirada borrosa por las lágrimas pudo vislumbrar a Ian dirigiéndose hacia él con su capa ondeando con violencia a pesar de no haber corriente.
—No sé qué es lo que más siento hacia ti, si vergüenza o asco. Potter mírate, ...eres despreciable. Otra vez revolcándote en tu autocompasión— le apuntó con la palma de la mano.— ¡Crucio!
Harry, aún en la cama, no pudo esquivar el hechizo y el rayo le impactó de lleno. Pudo contener los gritos por un dolor que ,propagandose por su sistema nervioso, lo sentía amortiguado. Trascurrido un minuto, su cuerpo ya no lo notaba.
—¿Has terminado ya de mandar Cruciatus?— le espetó desde el suelo. — dices que estas cansado, pero ... ¡No imaginas lo cansado que estoy yo! ¡Cansado de levantarme a las seis de la mañana! ¡Cansado de correr! ¡Cansado de no saber con quién vivo! ¡Cansado de recibir órdenes! ¡ESTOY CANSADO DE TI ÍAN! — escupió a un lado con asco.
— ¡Crucio! —un rayo rojo más potente le impactó en el pecho.
Al joven aprendiz la cabeza le dolía como si todas las neuronas le fueran a explotar, los oídos le pitaban y miles de cuchillos candentes parecían que le estuvieran levantando la piel. Pero Ían mantenía su tortura mientras le hablaba muy tranquilo.
—Creo recordar que aceptaste acatar una serie de normas ¿Te acuerdas de la número dos?— esperó la respuesta. Su pupilo apretaba los dientes retorciéndose por el suelo— ¿No te acuerdas? Bueno yo te la recordaré: no permito quejas. Nadie dijo que el entrenamiento fuera fácil pero tu aceptaste, niñato. Te estoy preparando para que tengas tu venganza en la palma de la mano y eso no lo conseguirás llorando. A no ser que pretendas matar a Voldemort ahogándolo en lágrimas. Cosa bastante difícil. — el efecto de la imperdonable se cortó y Harry vomitó un lado de la cama.
Una vez vaciado su estómago tuvo las fuerzas suficientes para levantarse, tembloroso por la cólera. No podía pensar. La parte racional de su cerebro se había ido de paseo y la visceral había tomado el mando. Así ignorando todas las secuelas de la maldición, corrió hacia Ian con un fervor rabioso. Corrió hacia él olvidando posiciones de defensa y ataque, sus ínfimas posibilidades de ganar, olvidando que a ojos administrativos ese desconocido era su tutor. Sintiendo la dureza de su bíceps, la fuerza que guardaba en su puño Harry corrió, seguro de desmontarle la mandíbula de un puñetazo. Ian esquivó tranquilo y contraatacó con un rodillazo en el estómago, sonriendo.
El golpe le cortó la respiración y el Elegido cayó de rodillas agarrándose el abdomen, sin embargo, su maestro no tuvo piedad. Lo levantó de una patada en la cabeza y lo cogió del cuello estampándolo contra la pared.
El chico oponía resistencia, pero sus pocas fuerzas eran en vano. La dureza del agarre de su instructor lo elevaba unos centímetros del suelo con la mano izquierda, mientras que miraba el reloj de su muñeca derecha.
— ¿Te crees capaz de vencerme? ¿ De verdad crees, que sólo por haber mejorado eres lo suficiente fuerte? Si crees que con la mejoría que has hecho en siete días de entrenamiento has llegado a mi nivel o el de Voldemort es que eres más estúpido de lo que pensaba —luchando por respirar Harry abrió los ojos aterrado. — Puedo ver tu cabeza como si fuera un libro abierto Potter, ¿Te crees muy preparado, no? Bien, pues lo vas a demostrar —al soltarlo el chico cayó de bruces contra el suelo— Coge ahora mismo tu varita, las armas que elijas y una túnica negra con capucha. A ver lo que puedes hacer.
Le costaba respirar mientras limpiaba la sangre que manaba de su boca. Maldito desgraciado, lo había tumbado en solo dos golpes. No sabía que sería lo que estaba tramando, pero fuera lo que fuera le demostraría con creces quién era Harry Potter.
En la armería analizó las armas a su disposición. Sabía manejar la mayoría en mayor o menor grado aunque algunas no se dejaban tocar. Ian decía que aún no lo consideraban digno. Al final cogió dos espadas largas. Sus favoritas. Después de coger la túnica, reforzada con un metal cincelado por duendes, ya en su habitación, el elegido se colocó en postura defensiva, esta vez su maestro no lo pillaría por sorpresa. Ian, alzó una ceja claramente divertido por la osadía de su alumno.
—Reserva tus energías, no será a mí a quien te enfrentarás. No te lo pondré tan difícil —por primera vez en mucho tiempo sonrió—. La situación es esta: si llegas ileso, me marcharé, manejarás tú todas tus cuentas, te firmaré la emancipación, tendrás el ático para ti solo, te daré los coches y no me verás durante el resto de tu corta existencia (porque será muy corta). Pero, si no, hasta el resto del mes de prueba no tendrás ni voz ni voto. Lo que yo piense, diga, decida, desee u ordene será sagrado y se acatará cómo, cuándo y dónde yo diga ¿Está claro?
— Sí.
—Coge esto —le pasó un reloj-traslador—. Se activará en 30 segundos. Suerte Elegido, porque la necesitarás.
—Hasta nunca "maestro"— el asco con el que pronunció la palabra impregnó toda la habitación—. Espero no volver a verte jamás. — el traslador se activó y el alumno desapareció.
Después de su partida, Ian se dirigió al salón para ver la tele; mientras Harry aparecía sólo, en medio de un campamento de vampiros, mortífagos y dementores totalmente expuesto.
Debía haber unos doscientos enemigos, sin tener en cuenta que cada dementor valía por dos.
— "Maldito" —pensó mientras se acercaban— ."No será tan difícil" —imitó con una vocecilla—. "Asqueroso, cabrón, mal nacido. Es un creído, el muy imbécil".
* * *
Harry no tenía nada más que ver, la batalla había sido esa misma noche. Así que salió del pensadero justo a tiempo de encontrarse a Dobby dejando un tentempié sobre su escritorio. Traerlo era una de las cosas que tenía que agradecerle a su sádico entrenador. En ese ático, la compañía de su amigo era la única que le parecía agradable.
No olvidaría jamás el momento en el que lo vio con sus ojos saltones y sus orejas de murciélago cocinandopara la cena. El joven se quedó petrificado, Dobby agarrado a las rodillas, agradeciendo entre mocos y sollozos la oportunidad de "servir al grandísimo y generoso Señor Harry Potter.", tenía que ser una alucinación producto del cansancio.
Como era de esperar, fiel a su comportamiento habitual, su tutor no tuvo ninguna reacción por la conmovedora escena. Se sentó en el sitio de siempre, en la silla frente a su tutelado, para hacer lo mismo de siempre.
El niño-que-vivió ya comía sin problemas al tercer día de doble ración de desayuno, almuerzo y cena. Había sido difícil abrir su estómago, completamente cerrado por semanas de inanición, pero aun así, su instructor hacía lo mismo: vigilarlo. Ian era un desconfiado.
Cada capítulo escrito lleva detrás tiempo, esfuerzo y quebraderos de cabeza, pero si lo has disfrutado habrá merecido la pena.
Si ha sido así, dímelo. Con un solo click sabré lo que piensas y si lo tengo que mejorar.
A todos aquellos que me indiquen que les está gustando, los estoy añadiendo a mi lista para prepararles un detalle de agradecimiento.
Uno que podrán elegir ellos mismos, quedárselo y darle uso.
* * *
Me despido, siempre deseándote una buena lectura
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