3.3. París, Pisa y Londres.

Capítulo 3.3.: París, Pisa y Londres.

El coche paró de sopetón  en el mismo lugar en el que había estado antes. Ian salió instándolo a que él también bajara. Una vez fuera, lo cogió del brazo sin mediar palabra y volvieron a desaparecer.

Ahora se encontraba en la habitación más grande que jamás hubiera visto, quizá de unos 100 metros cuadrados. Los grandes ventanales le daban un aspecto de más extensión y fuera de ellos se podía toda la ciudad. La habitación no estaba amueblada ni decorada, era solo un gran espacio en blanco.

- ¿Dónde estamos?-

-Volviendo siempre a las preguntas tontas ¿No Potter? Estamos en el mismo sitio que cuando te despertaste, esta es otra habitación, sería algo así como el salón. Pero seguro que tienes otras preguntas más interesantes de hacerme ¿Verdad? -

La mente de Harry empezó a trabajar a toda velocidad. Tenía millones de preguntas rondando por su cabeza, pero no sabía por cual empezar, tampoco quería formular alguna pregunta estúpida para que Ian se volviera a reír de él.

- ¿Qué significa todo esto?

- Pensaba que empezábamos con las preguntas interesantes. -

- Quiero decir... no entiendo cómo puedo ser yo el heredero de ... ¡Soy un mestizo! No soy ningún sangre pura. Y que yo sea heredero de los cuatro fundadores no significa nada salvo más responsabilidad. – Harry soltó un bufido de disgusto. A medida que iba hablando la frustración lo hacía gritar más y más fuerte - ¡Por Merlín! ¡Prácticamente es como si me hubieran comprado! ¡Mira Harry como te hemos dejado una monstruosa cantidad de dinero y propiedades que no puedes rechazar ahora ve y salva la comunidad mágica! ¡Pero cómo voy a salvar a todos los magos si ni si quiera puedo salvarme a mí mismo de Voldemort! – ante sus gritos Ian movió su varita y dos sillones rojos aparecieron.

Con un gesto de su mano invitó a Harry a sentarse. El chico con el entrecejo fruncido se dejó caer de sopetón en el sofá. Una vez acomodados, el maestro estiró los brazos por encima de su cabeza y crujió su cuello girándolo a ambos lados.

- Bien, empecemos con la clase de historia. O telenovela más bien. Cómo ya sabrás, tras esa pequeña rencilla sin importancia sobre el derecho o no a que los magos de familias muggles estudiaran en Hogwarts -comenzó con clara ironía- Slytherin se marchó. Rowena quedó destrozada, porque muy a su pesar, tenía un pésimo gusto para los hombres y estaba enamorada de Salazar. Godric era su amigo de la infancia así que siempre estuvo allí apoyándola y ayudándola. Por cosas predecibles de la vida, Gryffindor y Ravenclaw se acabaron enamorando teniendo como fruto su primer hijo. Hufflepuf,f enamorada de Gryffindor, se decidió a olvidarlo y lo consiguió cuando se enamoró y se casó con un apuesto muggle. Ella cambió de apellido y abandonó la magia. Esa fue la decisión que provocó que todos sus hijos nacieran incapaces de utilizar sus poderes. Tu madre, Lilian Evans, era descendiente directa de Hufflepuff. La magia, después de tantas generaciones recluida, acabó saliendo y tu padre, para tu desgracia, era el descendiente más directo del matrimonio de Ravenclaw y Gryffindor.

-Pero ¿Slytherin?-

-Por suerte para ti, tú no tienes sangre Slytherin. Lo que pasa es que Voldemort al intentar matarte te traspasó sus poderes.

- Eso no tiene nada que ver, sigo sin tener su sangre. -

-Pero olvidas que para Slytherin lo más importante era el poder. Así que supongo que para su juicio te aceptaría como su descendiente por el simple hecho de tener sus característicos dones. Obviamente pensaba que un mestizo jamás adquiriría unos iguales. Si viera que ha ocurrido justo lo que jamás hubiera esperado seguro que saldría de su tumba. De hecho creo que se tiene que estar revolcando en ella - unas grandes risotadas salieron de la boca de su maestro

-Pero Ian ¡¿Es que no lo entiendes?! ¡Por muy descendiente de los mismísimos Fundadores que sea no tengo ninguna oportunidad contra Voldemort! ¡A parte de la cantidad de oro en mis cuentas de Gringotts nada más ha cambiado! -

- ¡Deja de interrumpir niñato! ¡Recuerda lo que te dije después de que te despertaras! ¡Mi misión es entrenarte! ¡Recuerda nuestro trato! ¡Lo que tú mismo dijiste que me estoy tomando demasiadas molestias contigo! ¿Piensas que solo te enseñaré unos cuantos hechizos buenos? ¡Si no supiera que tú eres alguien especial te habría mandado a volar la primera vez que me levantaras la voz! ¡Recuerda lo poderosos que eran los fundadores! ¡Recuerda la profecía! "Un poder que el señor tenebroso no conoce..." ¡¿Acaso piensas que de entre todos sus posibles descendientes, los Fundadores, el conjunto de magos más poderoso que conocemos iba a elegir a aquél que no tuviera los poderes necesarios para confrontar la responsabilidad que le delegaban?! – White suspiró irritado mirando al chico con desaprobación.

Harry tambien suspiró perdido y apesadumbrado por la lógica de las palabras de nuevo tutor.

– Cuando volviste a casa de tus tíos este verano,... - las palabras del joven retornaron la atención de Harry a la conversación– Cuando volviste, ... vi como tu tío y tu primo te daban una paliza. Vi cómo te arrastrabas a tu cuarto casi muerto y te desmayabas en la cama. Uno de mis numerosos dones es diagnosticar los problemas físicos de una persona a simple vista. – Ian chasqueó la lengua disgustado – Nunca me pareció un gran don, de hecho, me parece una auténtica mierda; porque los problemas de los demás...la verdad, ... es que no me interesan. -soltó una ligera sonrisita - Pero me sirvió para controlar tu estado. Gran pérdida de sangre, varias costillas rotas, numerosas contusiones, cráneo fracturado e inflamado, pulmón perforado, varias articulaciones dislocadas, ...- hizo un gesto con la mano enumerando un largo etcétera – Sin la ayuda adecuada apenas llegarías al día siguiente. Yo estaba furioso. Me había tomado muchas molestias contigo para que unos estúpidos muggles lo echaran todo a perder. Así que esa noche me aparecí en tu habitación dispuesto a curarte. – Harry lo miraba serio desde su sillón. No podía creer que hubiera estado allí. Si estaba vivo, era gracias a él.

- Tú, ...tú,... me curaste – afirmó Harry, su tutor negó lentamente con la cabeza.

- Eso es lo que quería decirte ... No lo hice – el joven mago le dirigió una mirada extrañada. Abrió la boca para hablar. Pero Ian lo interrumpió – No hizo falta. Allí, tirado en una mugrienta cama, de una desvalijada habitación vi como a un niñato moribundo se le reposicionaban las articulaciones, se le recolocaban las costillas, se le regeneraba el cráneo, se le reparaban los pulmones y se le curaban las heridas y hematomas. Tu cuerpo se curó solo. Y si no, mírate. Rajaste toda la palma de tu mano para ofrecer tu sangre al "Sanguine Prima" ¿Tienes alguna herida? –

Harry miró ambas manos totalmente impolutas. Las recorrió con la mirada desde la punta de los dedos hasta las muñecas. Dos marcas de suicidio contrastaron a la luz sobre su pálida piel

- Eso ... no, ... no puede ser, ... yo...ayer – Ian lo miró impasible.

- Sí, sé lo que hiciste ayer. – los ojos azules de Ian se clavaban en los suyos verdes. – Te cortaste las venas.- Harry agachó la cara para evitar que se vieran sus lágrimas de vergüenza. - Ayer estuviste más cerca de morir que nunca. Al parecer, tu cuerpo solo se regenera de aquel daño que no quieras ejercer sobre ti mismo. -

Harry se levantó del sillón sobresaltado. Andaba en círculos por todo aquel espacio en blanco. Él era el Heredero de los Fundadores. Y eso solo se resumía en una palabra "RESPONSABILIDAD". Una carga más a su espalda. Se sentó en el suelo con las manos entrelazadas tras la cabeza. Tenía que cumplir las expectativas que se esperaban de él porque era el Elegido, no solo para acabar con Voldemort, sino para proteger a la comunidad mágica ¿Acabaría alguna vez todo? ¿Cómo iba a terminar entonces su fama de héroe?

Ian miraba como Harry divagaba sentado en el suelo en una postura ridícula. Quizás debería haberle dicho las cosas más dosificadamente. Pero, por otra parte, se lo merecía. Estaba harto de la autocompasión que Potter tenía hacia sí mismo. Alguien debía algún día decirle las cosas claras y resultaba que le había tocado hacer de maestro malo, no le importaba. Para cuando terminara con él, Potter sería duro como una piedra.

- ¿Has terminado ya?- el Elegido lo miró ausente – Tengo mejores cosas que hacer que verte a ti tirado en el suelo. Levanta –mientras lo hacía, Ian sacó la varita e hizo aparecer un candelabro. - Coge un extremo. -

Lo cogió con miedo, sabía perfectamente lo que sucedería y no le hacía gracia.

- A la cuenta de tres. Uno... ¡TRES! – la sensación de un gancho que lo cogía por el ombligo le vino por sorpresa.

Los pies no lo sostuvieron cuando tocaron el suelo pero lejos de ayudarlo, su maestro lo miraba desde arriba alardeando de la verticalidad con su mera postura.

–Creo que antes tendré que enseñarte como aterrizar con un traslador. Qué vergüenza, solo me faltaría enseñarte el Wingardium Leviosa.- le comentó con una profunda decepción

A Harry le molestó su mordacidad en lo más profundo. Si no fuera porque lo necesitaba le lanzaría la maldición más poderosa que conociera.

–¿Me puedes decir donde estamos ahora? - preguntó con brusquedad levantándose de un salto.

París –

– ¡París! ¿Para qué ?

–Muy fácil querido aprendiz. París es una de las capitales más famosas en cuanto a diseño y moda. Lo que hacemos en París es cambiar tu mal oliente vestuario. Una de las cosas que debes aprender para conseguir tus propósitos (y para que te permita seguir conmigo) es tener siempre un aspecto cuidado, intachable y perfecto con ropa de primerísima calidad.

- Mi vestuario no es maloliente- contestó Harry indignado. A modo de respuesta Ian paró sobre sus talones encarándolo. El Elegido despistado, mirando su nuevo atuendo, chocó contra el muro infranqueable que era el cuerpo de su maestro.

--- A ver si lo entiendes Potter. A ver si tu diminuto cerebro es capaz de asimilar de una vez la complejidad de lo que eres. Te guste o no, lo quieras o no, eres el Elegido, el maldito niño-que-vivió, la ultima esperanza para la derrota de Voldemort y, por lo tanto, el eje en torno al cual gira toda la guerra. Eso sin mencionarte como uno de los magos más ricos del mundo y el más poderoso si hacemos referencia a tu herencia sanguínea. Explícame entonces por qué, como demonios, iba alguien a tomarte en serio vestido como un vagabundo. No eres un indigente, no eres un licántropo así que no aparentes ser tal. Eres el Elegido, descendiente y heredero de los Fundadores. Los hilos políticos, económicos y sociales entretejidos a tu alrededor son infinitos e imprescindibles para la victoria en el transcurso de esta guerra. Lo mínimo que puedes hacer ante tu carencia de preparación, conocimientos, inteligencia y suerte es ofrecer un aspecto decente acorde con tu estatus. Y de eso es de lo que me voy a encargar yo, te guste o no. Es una falta de respeto a la decencia permitir que la persona más importante del mundo mágico sea el hazme reír vistiéndolo con unos harapos prestados, es una cuestión de dignidad. Si decides marcharte después de este mes de prueba podrás volver a ponerte esos rastrojos que tu llamas ropa.

Harry agachó la cabeza avergonzado. No sabía cómo, pero su mentor se las había ingeniado para cambiar su atuendo cuando iban en el traslador y era indudable que los pantalones negros, la camiseta roja de tela ligera con mangas dobladas hasta los codos y los zapatos negros se veían mucho mejor que las viejas ropas remendadas que decoraban ahora el suelo del cuarto de baño. Él tenía razón.

Caminaron unos minutos más hasta llegar a una gran avenida muy concurrida. Por mera observación de la ropa y los coches aparcados era fácil deducir que los clientes propios de aquellos establecimientos poseían status y una gran cantidad de dinero.

Ian se movía con soltura, como si viviera toda la vida en la Avenida Montaigne y entró en un establecimiento sin molestarse en mirar el nombre de la tienda.

- >>Hola Claire. Cuanto tiempo sin verte<< - saludó a una chica en un perfecto francés. A Harry se le desencajó la cara, ¿ISabía francés? Una preciosa chica de pelo castaño claro vestida con el uniforme de la tienda lo saludó con tres insinuantes besos.

- >>Ian ¡Ya estaba empezando a pensar que te habías olvidado de mí! ¿Porqué no has venido antes?<<-

- >>Asuntos importantes que resolver<<- añadió mirando de reojo a su tutelado

- >>Oh, ya entiendo. ¿Y ese chico tan guapo que te acompaña quién es?<<-

- >>Claire, no armes un escándalo ...<<-

El Elegido no se enteraba de nada pero podía distinguir los gestos lo suficiente como para saber cuando hacían referencia a su persona. Lo último que quería era que su maestro lo tachara de maleducado, bastante se había burlado de él en una sola mañana. Así que sacando el valor propio de un Gryffindor y con su discursito  aún resonando en los oídos, dio un paso al frente dispuesto a presentarse con la máxima educación.

- Hola, encantado de conocerla mi nombre es Harry Potter, un placer.- pero las dos últimas palabras quedaron opacadas por el grito de la dependienta. De hecho, los tres se ganaron miradas reprobatorias por parte de algunos clientes y trabajadores.

->>¡Oh, Dios Harry Potter no puedo creer que te haya conocido! ¡Eres más guapo en persona que en las fotos! ¿Te importaría firmarme un autógrafo? ¿Es verdad el articulo de Corazón de Bruja que decía que...? <<- las alabanzas y preguntas de Claire no parecían tener nunca fin. El desconocimiento de Harry con el idioma unido a la rápida verborreoa de la chica le crearon tal confusión que creía haber hecho algo malo.

- >>Claire, si no paras nos iremos ahora mismo. Y habla en inglés o me pensaré mejor lo de hacerte un favor con tu comisión por la venta de un vestidor completo...<<- ordenó su tutor en dirección a la puerta.

Los ojos miel de la asistenta se abrieron de sorpresa. Para nadie era un secreto que cualquier prenda de vestir en aquella parte de la ciudad costaba una fortuna, así que mejor ni pensar lo que podía costar un vestidor completo. La comisión por esa venta podría arreglarle los gastos de la carrera para los próximos seis meses.

- No, "espega" no te vayas. Te "jugo" que me "compogggto" - suplicó la joven.

Resonando sus tacones por el suelo de mármol la siguieron hasta una habitación donde ,entre risitas y miradas intensas que ponían a Harry nervioso, le tomo medidas vigilada detenidamente por su tutor. Este, sentado en un lujoso sillón de piel negro, se dedicaba a beber vino blanco.

- ¿ Elegante o de "diagio"? - preguntó Claire de espaldas al sillón

- De las dos. Quiero que toda la ropa le quede perfecta, que destaque sus mejores rasgos y que se ajuste como un guante- dio un sorbo al champán- Sé que la materia prima que te he traído no es demasiado buena – Harry respondió con un bufido- pero te advierto de que si hay algo que no me convence te lo devolveré todo sin contemplaciones.- le informó serio. Por su tono de voz se podía entrever lo real de su amenaza, aunque Claire debía estar acostumbrada a ellas porque se rió.

-"Tganquilo", conozco tu estilo, estoy "seguga" de que te "igás" satisfecho- le contesto la chica sin ningún temor. El joven mago sentado tras ella sonrió mostrando su perfecta dentadura. Sí, el también pensaba lo mismo.

Tres horas después alumno y maestro salieron de la tienda después de despedirse de una emocionada pero triste Claire.

Harry estaba cansado de probándose conjuntos. Desde elegantes smokings sofisticados hasta los pantalones caídos y desgastados como los que utilizaban los chicos pijos que vivían en Privet Drive, cada prenda fue mostrada delante de ellos, que daban o no el visto bueno. Fue una de las situaciones más incómodas de su vida, nunca se había sentido tan azorado.

El pitido de la tarjeta al pasar hizo que se esforzara por no imaginarse lo que le habría costado todo. Excepto sus uniformes de Hogwarts, nunca había tenido ropa propia. No sabía cual sería el precio caro, barato o estándar de alguna prenda, pero fuera cual fuera merecería la pena por tener algo suyo.

A la despedida Claire agitaba la mano desde la puerta y justo en aquel instante ocurrió algo que Harry jamás hubiera imaginado. Ian extendió la mano y de ella surgió un gran rayo morado que impactó en la cabeza de su amiga.

El Elegido sacó la varita en una fracción de segundo, apuntando con ella a la cara de su maestro poco le importaba que estuviera en una calle abarrotada de muggles. En su cabeza solo resonaban los hechizos podría utilizar contra él.

- ¡Desmaius! - gritó, y entonces ... no ocurrió nada. 

No porque no hubiera realizado el hechizo correctamente sino porque ya no tenía varita en la mano. Su maestro lo había desarmado ante sus ojos en una fracción de segundo.

- Eres más rápido de lo que esperaba.- comentó mientras hacía gabriolas con la varita de su tutelado- Normalmente los alumnos tienen la suficiente insensatez o valentía de atacar a su mentor después de aproximadamente un año. Te felicito, acabas de superar todos los récords. Has intentado atacarme en solo una mañana. - las venas de sus brazos y el blanco de sus nudillos mostraban la rabia y frustración de un Harry que apretaba los puños. Lo acababan de desarmar como a un principiante de primer curso.

- ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué las has atacado? ¡Y delante de toda una calle de muggles! -

- Era un hechizo altmemorizante que no le ha hecho ningún daño. Ella ya sabía que lo lanzaría, por eso ha salido hasta la puerta para despedirse. Por si no lo sabes te digo que no vamos a dejar constancia de por donde vayamos. Si tanto te molesta, de ahora en adelante no lanzaré el modificador de recuerdos lanzaré delante de ti. No vaya herir tu frágil sensibilidad.

- ¿Y los muggles?-

-Pasan de nosotros. Estamos hablando de hechizos y conjuros en sus caras y ni se enteran. Podría decirte que son tan idiotas que no se darían cuenta de que la magia existe ni aunque la tengan delante. Pero después de haber lanzado sobre nosotros un evadidor de presencia es lo correcto obviar el comentario -

- Por eso ni se han fijado cuando le has lanzado el hechizo a Claire.-

- Exactamente-

-Pero lo has hecho sin varita-

-Sí-

-¿Puedes hacer cualquier hechizo, transformación, encantamiento, maldición o sortilegio sin varita?-

-Sí-

- ¿Y lo dices tan tranquilo? Pero,... es imposible la magia sin una varita que la canalice -

- No hables de lo que no sabes y sigue andando, que todavía no hemos terminado-

-¿Terminado de qué?-

-Pues de comprar-

-Ian te recuerdo, que acabamos de comprar un vestidor completo-

-Sí, pero Dior no es la única tienda que hay ¿Verdad? - el Elegido se quedó en blanco. Ya había escuchado ese nombre antes, Tía Petunia siempre había deseado comprar un gran abrigo de piel en esa tienda y se quejaba por no poder hacerlo debido al poco sueldo de su marido.

Harry pensaba que la cantidad de ropa que se había comprado era para estar más que satisfecho. Ese mismo día su maestro le demostró que él no opinaba lo mismo.

En cada tienda que entraban adquirían algo más. Cuando por fin consideró que era suficiente había desaparecido unas veinticinco bolsas llenas de ropa y gastado por lo menos decenas de miles de galeones.

Le obligó a comprarse toda clase de pantalones: negros, azul oscuro, verde militar, grises, blancos, desgastados, rotos,...Y todo tipo de camisetas de varias clases y todas ellas de diferentes colores, sudaderas, camisetas de manga larga y corta, sweaters y camisas de los colores rojo sangre, azul celeste marino, oscuro y azul rey, turquesa oscuro,verde (esmeralda, militar y oscuro), violeta, negro, blanco, gris y rojo vino.

Tampoco faltaron zapatos. De piel negros, marrones y azules para la ropa elegante y unos cuantos (lo que quería decir bastantes) de diario.

Chaquetas de cuero, chaquetones, abrigos largos de diferentes colores,...correas, muñequeras, colgantes, cinturones, guantes de cuero negros y de smoking, corbatas y pajaritas,...Harry nunca había ido de compras, así que esa tarde descubrió que si no era para la compra de útiles escolares la labor era tediosa.

Lo más curioso fue cuando lo llevó a una tienda de deportes y preguntó por los conjuntos de chándal.

-Los necesitarás más de lo que te imaginas.- fue toda la explicación que le proporcionó.

Una vez recorridas todas las tiendas existentes en París, un bonito restaurante con mesas al aire libre se les cruzó en el camino ofreciéndoles un lugar para comer. Sentados en la terraza el maestro hizo su pedido a una camarera de mirada coqueta.

El día era magnífico, el sol brillaba en lo más alto del cielo, una ligera brisa impedía que el timpo fuera bochornoso. La gente vestida con ropa fresca reía sin preocupaciones disfrutando del sol o jugando con agua para refrescarse.

Un grupo de unos cuantos chicos y chicas de su edad descansaban sobre de la hierba del parque de enfrente. Algunos iban cogidos de la mano y se besaban con dulzura, otros hablaban despreocupados tirados en el césped tomando el sol y otro pequeño grupo jugaba a algo que tenía que ser muy divertido porque sus risas agudas y contagiosas se escuchaban desde la mesa donde el niño-que-vivió los miraba.

- Tienen suerte ¿Verdad?- le dijo Ian con un tono que, si Harry no lo conociera, diría que parecía melancolía.

- Mucha, cambiaría mi vida por la de ellos sin dudarlo un segundo.

-Eso es imposible. Te ha tocado esta vida y no puedes hacer nada. Sólo seguir hacia delante con lo que el destino te ha dado. -

- Yo no creo en el destino. -

- Pues yo de ti lo haría, porque el resto de tu vida está marcado por él. Y  del él dependen Voldemort y el resto del mundo. -

- No tiene por qué ser así. -

- Lo siento Potter pero es así. La profecía marca tu vida y tu muerte.- Con un golpe de cabeza señaló despectivo a los jóvenes. – Míralos. – Uno de los chicos le pasaba una pelota de soccer a otra chica mientras el resto de amigos les disparaban con pistolas de agua. Despreocupación era el sentimiento que desprendía aquella imagen– Esa vida, puede ser para ti. Coge tu dinero y abandónalo todo, pero una vez que Voldemort domine Inglaterra, ... ¿Crees que parará ahí? O mejor, cuando vivas escondido en una de tu numerosas viviendas ¿Crees que podrás vivir tranquilo sabiendo todos los asesinatos que ocurren por tu cobardía? Tú puedes tener esa vida, - señaló a los chicos con la mano- lo único que tienes que hacer es luchar y ganar para conseguirla.

- No soy un cobarde, tú no sabes nada de mí. En tu vida sabrás lo que es estar en mi pellejo.- con un movimiento rápido como el de una serpiente y brutal como el de un oso Ían agarró el cuello de Harry y acercó su cara a la de él.

- Solo tengo que comprarme un maldito libro de Flourist & Blotts, u ojear una estúpida revista del corazón – siseó a un milímetro de su cara- para saber tu vida. Así que ten cuidado de hablar como si conocieras la mía. -lo soltó dándole un leve empujón que lo impulsó contra el respaldo-"La caída del señor Tenebroso se acerca... nacido a finales de julio por aquellos que lo desafiaron tres veces..." ¿Prefieres que siga? Las indicaciones son muy precisas Potter, no hay dudas. La responsabilidad de esa elección es tuya.- expuso recolocándose el cuello de la camiseta y el reloj - Será mejor que comas rápido, todavía no hemos terminado de comprar.

Harry miró el plato que no había tocado a pesar de la excelente pinta que tenía, y lo empujó hacia adelante con asco. Llevaba tanto sin comer que solo el olor le revolvía el estómago. Su maestro respondió a ese gesto con una sonrisa mordaz.

- Ya lo hemos comprado todo- contestó el alumno todavía visiblemente enfadado.

- Dentro de poco lamentarás no degustar la comida. – le contestó.

No dijeron nada más. Ian comió tranquilo e indiferente a su aprendiz. Este con los ojos clavados en él, se esforzaba por desarrollar algún poder de heredero que le permitiera desintegrarlo con la vista

Tras pagar, las bolsas desaparecieron con un movimiento de su mano.

-Nos vamos-  y sin decir nada, su tutor lo agarró del brazo y desaparecieron.

* * *

Cuando el niño que vivió abrió los ojos esperaba encontrarse otra vez en el ático de Londres no en el césped frente a la Torre de Pisa.

- ¿Italia?¿Para qué estamos ahora en Italia?-

- Comprar-

- ¡Te dije que ya lo tenía todo!-

-Sí, pero no tenías razón así que no me pareció importante contradecirte.- y empezó a andar dirección contraria a la Torre de Pisa con Harry a la zaga. 

Cuando hubo andado unos metros giró a la izquierda, anduvo unos dos metros más, midió el ángulo que desprendía la sombra de su varita, varió el rumbo respecto al resultado y se sentó en el césped.

- ¿Qué haces estás loco o qué?-

- Calla y siéntate- el tirón de sus pantalones tenía tal fuerza que lo sentó de sopetón.

Ante sus ojos la hierba empezó a moverse y trasladarse de lugar hasta formar en el suelo la cabeza de una gárgola formada por tierra y  césped

-<<¿Turistas?>>- preguntó la gárgola en italiano

-<<"Compradores, se podría decir>>- dijo Ian en el mismo idioma.

- <<Pasen>>- un agujero se formó bajo sus pies haciéndolos caer al vacío.

Harry se estrelló en el suelo haciéndose daño en huesos que no sabía ni que existían. Ian al contrario, cayó elegantemente de pie posándose en el suelo con la suavidad de una pluma.

- Anda levanta, a veces creo que si no te caes en cada país que visitamos no te quedas tranquilo. 

- <<¿Primera vez?>>- preguntó la gárgola

-<<¿Tanto se nota?>>- preguntó el joven burlón

- <<Por supuesto, es la caída más ridícula que he visto en cientos de siglos>>- mago y gárgola rieron juntas mientras rojo de vergüenza Harry  se levantó del suelo de una especie de sala de piedra. 

- ¿Seguimos, o tengo que esperar a que terminéis? - gritó enfadado

-Sí, arréglate la ropa si no quieres que te deje sin ella, seguro que así estarías más presentable que ahora-

A toda prisa el Elegido se puso derecha la capa, se alisó los pantalones, limpió sus zapatos y se colocó bien la camiseta. Cuando estaba listo su maestro se dirigió a un gigantesco círculo rodeado de gemas tallado en la piedra.

Una línea con forma de varita atravesaba de lado a lado el círculo dividiéndolo en dos semicírculos perfectos.Colocó su varita en la línea tallada e hizo girar el diámetro de tal forma que la punta de la varita señalara unas piedras específicas que se iluminaban como si fuera una especie de clave.

- Bueno y aquí estamos, en La Cueva Pisa. El mejor lugar del mundo para las compras mágicas-

El Elegido pensaba que al estar bajo tierra el lugar sería tosco y rudimentario. Sin embargo, no podía estar más equivocado con respecto a lo que encontraría al otro lado de la pared.

No se parecía a una cueva, quizás solamente por el hecho de que estaba construida en la tierra.  Las avenidas eran más extensas y se separaban en otras quizás igual o más grandes que las anteriores. El techo no era de piedra, como solían ser las de las cuevas, sino que se reflejaba el cielo del exterior dejando ver un perfecto día luminoso. Los tramos en los que se dividía cada calle organizaba perfectamente a los transeúntes para permitir su organizada circulación por tierra y, por aire, las alfombras voladoras  trasladaban a familias enteras con sus compras.

Aquello era toda una ciudad subterránea solo  para el comercio.

-Es...es ... impresionante-

-Sí, no tiene nada que ver con el Callejón Diagón ¿Verdad? Las alfombras voladoras, exportadas desde arabia, fueron incluidas hace poco como servicio de transporte para evitar el agotamiento de los compradores. Es tal la cantidad de tiendas, que a la mayoría de la gentese le agotaban las fuerzas antes que el oro.

-En realidad no se qué quieres comprar, yo ya tengo todo lo que necesito-

- Querido aprendiz uno nunca tiene todo lo que necesita- y al igual que en París comenzó a deambular por las calles sin informar de algún destino.

- ¿Por qué no cogemos una alfombra voladora?-

- Porque en caso de ataque es mejor para ti, mantener los pies en tierra.-

- Y supongo, o gran maestro, que usted si sabrá luchar encima de una alfombra voladora – contestó sarcástico

-Has acertado- le cortó Ian

-Sí, claro y Voldemort se dedica a salvarle la vida a los hijos de muggle,...- refunfuñó Harry por lo bajo.

- Deja de contestarme si no quieres que te deje aquí en Italia. Me gustaría ver cómo lo haces para volver.-Ante la amenaza se su tutelado se atuvo al modus operandi más efectivo: mantenerse callado.

Había locales hasta de lo menos imaginable incluso para el mundo mágico. De sombreros peluqueros (sombreros que al ponértelos hacen el peinado que tu deseas), casas comestibles, calderos de lavado automático, libros parlantes, baúles de formas indefinibles,... y más cosas imposibles de imaginar. Después de diez minutos de intensa caminata llegaron a "Magic Giorgio Armani".

- Pero si esta tienda es de una marca muggle,... -

-Las grandes tiendas de ropa muggles, la mayoría de ellas estaría mejor decir, sacan otra línea de ropa mágica. Como Giorgio Armani, por ejemplo. Pero también hay otras, como Calvin Klein, Pull and Bear, Sprinfield, Lois, y Levis y no solo las de ropa ¿Para qué limitarse a un mercado habiendo dos? -

Salieron unas cuantas horas después de haberse probado como poco toda la tienda. Al final acabó comprando sus túnicas de Hogwarts en ese mismo lugar. El corte  elegante, la tela mate y aterciopelada ya casi lo tenían convencido; y ya cuando la bruja dependienta le informó que la tela cambiaba dependiendo de la temperatura y las necesidades climáticas terminó de decidirse. Así, dispuesto a ahorrar tiempo, adquirió túnicas de diario de todos los colores en el mismo establecimiento.

Harry se preocupaba continuamente que su escaso flequillo le tapara la frente. Sus afanados esfuerzos a Ian le resultaban muy divertidos, pues Potter no sabía que le había colocado un hechizo que camuflaba la cicatriz. Para el resto del mundo mágico, aquel era un joven más.

El cansancio no parecía formar parte del vocabulario de White porque entraba en más y más locales.

Dos capas voladoras del modelo más caro, que no saldría a la venta hasta dentro de ocho meses fueron adquiridas. También "Un sombrero peluquero" que costaba más de lo que valía; Ian lo compró como "regalo adelantado de cumpleaños" cuando en realidad Harry sabía que era un modo encubierto de meterse con su pelo. Lotes de pergamino, una nueva mochila, un pluma-vuelapluma Deluxe, ingredientes exóticos para pociones, golosinas para Hedwig,  un juego de calderos nivel amo, pluma y tinta borrable y autocorrectora, un nuevo reloj de pulsera, ... 

En todas las tiendas que visitaban encontraban cosas interesantes y útiles, pero algunas, como un colgante comunicador, (podrían comprarlo porque tendrían la ventaja de poder hablar con otra persona en situaciones de peligro) su maestro se mostraba totalmente en contra. Aseguraba que las conversaciones con ese tipo de artilugios podían ser fácilmente interceptadas.

Después de unos minutos las calles solo mostraban escaparates de armas medievales. Hachas, catapultas, arietes, ballestas,... y de entre todos esos comercios, al final de la calle, una pequeña mansión medieval era la  tienda más grande y espectacular de todas.

En ella las armas eran brillaban con un halo propio, todas estaban meticulosamente ordenadas y pulcras como si el polvo las repeliera.

Un hombre que debía ser el vendedor se acercaba a ellos con una sonrisa, pero su maestro se mantenía serio, mientras con disimulo acercaba su mano a la espada más cercana. Cuando parecía que iba a saludar el hombre sacó una gran espada larga de la funda de su espalda y los atacó a una velocidad totalmente desproporcionada para su complexión.

Ian  con una mano empujó a Harry tirándolo al suelo, mientras  con la otra mediante un movimiento rápido y fluido cogía la espada mas cercana y paraba la estocada.

Ambos rivales presionaban las armas hacia su adversario: el vendedor con las dos manos empujaba en dirección vertical dispuesto a cortar a su oponente en dos. Ian, por el contrario, mantenía la espada en posición horizontal por encima de la cabeza y su peso apoyado atrás, en el pie derecho. Aguantaron así, mirándose fijamente el uno al otro, analizándose, hasta que cansado de esperar el joven mago adelantó la pierna izquierda y golpeó el estómago del vendedor de una patada obligándolo a retroceder.

Con la varita en alto Harry apuntaba frenético del uno al otro dispuesto a hechizar a quien hiciera falta. Aquel salvaje podría perfectamente ser un mortífago.

-"Baja tu varita. Mantente al margen" - la voz calmada de Ian se dirigía a él pero su maestro no había despegado los labios, ni si quiera lo miraba. Decidió seguir con la varita en alto, quizás había sido un producto de su imaginación- "¡QUE BAJES LA VARITA!" ¡O es que tengo que escribírtelo en un cartel! - esta vez estaba seguro de que no se lo había imaginado. Así que bajó el brazo lentamente dispuesto a ver como acababa todo.

El hombre había vuelto a la carga, esta vez intentando llegar al estómago y los puntos vitales. Pero su tutor paraba estocada tras estocada, atacando cuando avistaba huecos en la defensa del adversario.

Harry quedó fascinado con la elegancia y el fluir de sus movimientos. Entre ambos combatientes se había conformado una especie de danza en la que ambos ejecutaban los mismos pasos pero a diferentes estilos. Mientras que Ian irradiaba elegancia, técnica, fluidez y estrategia el vendedor lo contrarrestaba con una febril resistencia, fuerza, destreza e instinto.

Tras 30 minutos  no se percibía un atisbo de cansancio en ninguno de los dos. En un pequeño despiste el joven había conseguido cortar al vendedor en el hombro, pero a cambio recibió un golpe, casi un roce,  en el antebrazo.

Con la espada en vertical, agarrada con las dos manos por encima de su cabeza, Ian dio un salto increíble de más de dos metros de altura dispuesto a terminar ya con la pelea. El oponente interceptó la espada poniendo la suya en posición horizontal a la altura de la cabeza, justo como lo había hecho Ian al principio. Pero mantener la espada en alto dejó un gran hueco en su defensa por la parte de abajo, el cual su maestro aprovechó propinándole una dura patada en el pecho antes de tocar el suelo. El golpe impulsó unos metros hacia atrás al fornido guerrero.

Una vez superado el desequilibrio volvió a colocarse en una posición defensiva. A cada lado de un espacio vacío ambos espadachines se escudriñaban el uno al otro, como dispuestos a seguir la lucha.

Lo que Harry no se esperaba es que sin ningún motivo, ambos envainaran sus espadas y terminaran la pelea con un saludo de respeto mutuo.

-Me has ganado con toda claridad. Ahora sí puedes comprar lo que desees- habló por primera vez el vendedor.

- Gracias, tienes más resistencia de la que pensaba. -

- ¿IQue significa todo esto? - preguntó Harry sorprendido. Al principio tenían una lucha a muerte y ahora se hablaban como si nada.

-Este es mi aprendiz – aclaró Ian - Harry Potter y yo soy Ian White- al luchador si le sorprendió el nombre del niño-que-vivió no lo demostró. Al apartar su largo pelo castaño hasta los hombros  el joven mago pudo distinguir como lo analizaba con unos cristalinos ojos grises.

- Encantado de conoceros yo soy Ocumar Jacques el dueño de la tienda y creador de algunas de estas maravillas. Disculpad si os he ofendido con mi ataque. Era necesario si queréis adquirir mis armas.

- ¿Por qué? - preguntó Harry

- Porque en mi tienda no puede comprar quien quiera.- explicó  mientras limpiaba las manos contra la túnica de cuero- Soy muy estricto con mis compradores. Solo vendo armas a guerreros de verdad, no a cualquier imbécil que se presente. Quien quiera alguna de mis joyas tiene que demostrar que la merece. Mis espadas no son espadas cualquiera para ir vendiéndolas por ahí como si fueran cervezas de mantequilla. - la ancha mandíbula de Ocumar se tensó al tocarse la herida del hombro con la manga- Venid os enseñaré la tienda después de curarme- dijo señalando la sangre con una sonrisita. Ian le contestó con otra ladeada. 

-Lo que tenéis que saber de mis armas es que cada una de ellas son únicas. Nunca encontrareis en otra tienda una idéntica a la que tengo yo aquí y si la veis es una simple falsificación. Todas tienen alguna característica especial. Por ejemplo: aquel arco puede disparar flechas falsas que despistan al enemigo, aquella hacha corta todo lo que toca, esta ballesta forma un escudo que evita todos los ataques físicos.- expuso señalando las estanterías correspondientes con sus enormes manos -Pero porque me habéis caído bien y porque no había tenido una pelea tan buena desde hace dieciséis años os voy a dejar que veáis el resto.-

Tocó una especie de combinación invisible sobre el ladrillo de una pared cercana y esta se hundió en el muro dejando ver una entrada secreta.

Al entrar las luces se activaron como si respondieran a un sensor de movimiento, iluminando unas vitrinas de cristal que protegían unas armas que no necesitaban iluminación. Brillaban con luz propia.

El joven mago paseo sus ojos por cada daga, cada espada, lanza, escudo y armadura. Cada una le atraían de tal forma que lo único que Harry deseaba en el mundo era tocarlas y sostenerlas entre sus manos.

Ian, por otro lado, ahora sí que se mostraba realmente interesado. Se quedó mirando fijamente una espada durante más de treinta segundos.

-Esta es con diferencia una de las mejores armerías del mundo mágico y muggle. No se la he enseñado prácticamente a nadie, deberíais sentiros honrados por ver tanta perfección en cada una de estas armas. A veces suelo venir aquí durante horas enteras para admirarlas. Son piezas de coleccionista. La mayoría de ellas creadas por duendes, unas pocas con antiguos métodos ya perdidos y de otras ni si quiera se sabe su procedencia.- la pasión con la que hablaba de ellas hacían ver a Ocumar mucho menos amenazador. Casi infantil- No me gustan que estén ahí. Yo soy de los que piensan que un arma nunca merece estar en un escaparate; un arma sirve para luchar y es para lo que hay que utilizarla, no para tenerla expuesta como un objeto de decoración. Por desgracia creo que estas se quedarán así para siempre. Mi familia las reúne desde que empezaron el negocio. Su valor es incalculable y su nobleza incomparable. Sería imposible vendérselas a alguien decente con el dinero suficiente. La honradez es muy escasa hoy día. Quien tiene la honradez no tiene el dinero y quien tiene el dinero es porque carece absolutamente de honradez y honor. -

-La compro. Toda esta armería. Es más, le compro esta y algunas armas de la otra tienda. - dijo Ian a un boquiabierto Ocumar.

- Me va a arruinar - fueron las palabras resignadas de Harry

* * *

Volvieron a Londres cuando en Italia eran las cinco de la tarde, lo que quería decir que estuvieron cuatro horas comprando y andando sin parar. El Elegido estaba agotado. Hacía solo una noche que se acababa de recuperar de su estúpido intento de suicidio. Iluso creía que las compras ya habían terminado. No podía estar más equivocado.

-Toma, cógelo- le dijo su maestro lanzando un frasco de color azul. El chico lo cogió por los pelos, a dos centímetros de que se estrellara contra el suelo- Ha faltado poco, vaya decepción de buscador –el gesto de asco producido por el sabor de la poción impidió a Harry replicar- No te acostumbres a este tipo de ayudas porque esta va a ser la primera y la última vez que tomes una poción revitalizante en mucho tiempo.- y antes de sentir el efecto de la poción Ian lo había vuelto a trasladar de lugar.

-Vale, ¿Me puedes decir donde estamos ahora? -preguntó aburrido.

La gente pasaba tranquilamente cargando con sus compras y él de visitar tantos países en tan poco tiempo estaba perdido.

- Veo que no te has caído, un gran logro por tu parte.

- Ian si no me vas a decir donde estamos, mejor que no me dirijas la palabra.

- Mira bien a tu alrededor ¿O es que no sabes ni reconocer tu propio país? Estamos en Regent Street el centro principal de electrónica de Londres.-

- ¿Y para qué? Que piensas comprar ahora ¿Una licuadora? -

-En algo has acertado. Sí, vamos a comprar una licuadora entre otras cosas que necesitamos para arreglar tu casa. Y si te portas bien, algún día te llevaré a los pubs mágicos de Alemania-.

A los 5 minutos de mirar escaparates entró en la tienda más grande y por consiguiente la más cara que había.

Si de algo se había dado cuenta Harry es que su tutor sentía una inmensa atracción por lo costoso. Un repentieno escalofrío agitó sus cervicales, él tenía en su poder sus cuentas de Gringotts y como siguiera a ese ritmo estaría en la ruina en menos de una semana.

Su maestro ya había entrado y miraba curioso los portátiles y televisiones.

-Hola, buenas tarde soy Andrew Tilman ¿En qué puedo ayudarles? - un joven de cabello castaño peinado a un lado y gafas de culo de vaso les ofreció tímido y miedoso su ayuda.

-Encantado Andrew, soy Ian y éste de aquí es Harry. Estamos buscando el mejor ordenador que tengas, sin importar el precio y ... no sé por qué pero estoy seguro de que tu eres la persona que me puede ayudar .- contestó con su sonrisa de conquistador. El asistente se ruborizó y Harry bufó. 

Cuando necesitaba conseguir algo de alguien Ian tenía la capacidad de interpretar como un profesional el papel que hiciera falta. Era un manipulador de primera. 

- Sí, señor. Por favor, síganme... eees... por aquí. Todos estos ordenadores son los mejores a la venta. ¿Suelen viajar mucho?- ambos magos asintieron con la cabeza a la vez – Bien, en ese caso le recomiendo los portátiles. Éste – dijo Andrew señalando un Toshiba, según pudo leer Harry en el cartel- Este es uno de los últimos a la venta. El Toshiba Satellite Pro 420 CDS/810 pero también tenemos el Toshiba Tecra 730cd, y el Sharp Font Writer FW-760 UM. Los tres tienen las mejores tarjetas gráficas creadas hasta la fecha y una gran velocidad. 2 Gb de disco duro, 150 de memoria RAM, disquetera, altavoces, micrófono incorporado, entrada de ethernet,... -el joven asistente siguió numerando prestaciones que Harry ignoró por completo.-

- Andrew, estos ordenadores son impresionantes. No están nada mal, quiero uno potente pero me gustaría algo más innovador. Dices que estos son los que hay a la venta,...lo que me hace pensar.. ¿Cuales son los que hay pero no están disponibles para venderlos...aún?-- el chico de las gafas sonrió tímidamente y bajó la voz a un modo conspirador.

- Bueno,... conozco a alguien,...tiene un lote de ordenadores que no estarán en los establecimientos hasta el año que viene. El Compaq 7750mt Clásico Laptop es impresionante lo malo es que la pantalla es muy pequeña, solo de 12.1 pulgadas y el Apple Macintosh edición 20 aniversario parece de otro mundo, pero es de sobremesa... estos dos y los Toshiba que os he enseñado son los pocos que vienen con grabador de CD's incorporado ¡Es el futuro!- por primera vez su maestro sonrió complacido.

- Eso es justo lo que quiero. No te preocupes por el tamaño de las pantallas. Ambos gozamos de una vista excelente – le comunicó Ian giñandole un ojo a Harry. El joven mago bufó acordándose de sus gafas partidas. - Andrew no hace falta que digas más me llevo los dos que no están a la venta y el Toshiba Tecra. Además de aquel televisor de allí- dijo señalando un gigantesco televisor de plasma.

Andrew rió divertido.

- Señor White, ese es de exposición – Ian alzó una ceja contrariado.

- Si puede estar de exposición aquí, significa que también puedo tenerlo de exposición en casa ¿No?- contestó divertido. — Estoy seguro de que tu podrías ayudarme con eso ¿Verdad, Andrew?

- Mmm,... no creo que haya problema. Hablaré con el encargado. Es un hombre avaricioso, por un disparatado precio vende lo que sea. –

- Todo el mundo tiene un precio ¿No?Bien Harry, elige uno. –

-A mí también me gusta ese-

- Pues perfecto. Que sean dos –

El dependiente estaba al borde del infarto.

- Andrew mientras me prepara todas estas cosas para llevármelas estaré con mi querido primo dando una vuelta por su establecimiento si no tiene ningún problema.-

- No, no señor no hay ningún problema. Pero...-

- ¿Sí?- preguntó

- ¿Está usted seguro de poder pagar todo esto?- una risa suave salió de la boca del joven.

- No se preocupe por el dinero,después de todo no da la felicidad ¿No es eso lo que dicen? Nosotros estaremos por la tienda viendo a ver si compramos algo mas- y arrastró a Harry hasta la zona de móviles

- Pero si yo no soy tu primo. ¿Porqué le has mentido? -

- ¿Piensas que a mí me ha hecho gracia tener que decir que eres mi primo? Por favor, serías la vergüenza de mi familia. Pero no tenia mas remedio, dos primos comprando juntos daba más el pego que un padre y un hijo; o un tío y su sobrino. Además no te pareces en nada a mí para ser mi hermano ¿Entonces como dices que prefieres el Nokia 9000 blanco o negro? - Harry sólo suspiró.

Al final Ian se salió con la suya y acabó comprando los dos Nokias, uno blanco para Harry y uno negro para él, y dos impresoras. Quedaron con Andrew en llevárselo todo en tres horas y salieron a la calle.

Al final de la tarde ya habían comprado todo el mobiliario de la casa y lo habían desaparecido directamente en el Ático.

Tras recoger los ordenadores y demás aparatos electrónicos siguieron caminando por Regent Street hasta que pasaron por una tienda de instrumentos musicales.

Harry caminaba sin prestar atención a nada, hasta que algo de un gigantesco escaparate atrajo su interés. Era un piano. No sabía por qué, pero deseó tocarlo. Las brillantes y perfectas teclas le impulsaban a hacerlo y su fuero interno le decía que con ese fantástico instrumento la canción más horrible sonaría majestuosa.

Entró en la tienda sin pensarlo dos veces y pidió al dependiente con melenas que le diera el precio de aquella maravilla. Costaba 7.613 libras. 

Ian situado detrás de él no le dijo nada, sólo le enseñó la tarjeta dándole a entender que él pagaba. Finalmente se compró el piano y cuando estaba a punto de irse se maravilló con una guitarra eléctrica preciosa. Ian la cogió sin preguntar, quisiera o no también se la llevaba.

Ya en el ático, a las 21:00,  el Elegido concentraba todos sus esfuerzos en mantenerse de pie con los ojos abiertos.

Había estado todo el día andando, todavía estaba algo débil por su estúpido intento de suicidio y no había ingerido alimento desde hacía semanas.

El tutor, por supuesto, estaba enterado del estado de su aprendiz; el cual le era indiferente.

-Bueno ya que estamos aquí te diré las normas. Número uno: el que manda aquí soy yo. Número dos: no acepto quejas. Número tres: No soy tu niñera así que no pidas que me comporte como tal. Número cuatro: cada uno se ocupa de sus asuntos y número cinco: ni una pregunta sobre mí. Ve a acostarte. Hoy ha sido un día de recreo, mañana comenzará lo bueno. A las 6:30 te quiero en pie y listo.-

Estaba tan débil que no quiso contestar, ya de camino a la puerta estaba a punto de llegar a ella cuando la voz de su maestro lo llamó a sus espaldas.

- Potter.-paró sin volverse - Cada vez que incumplas una de las normas serás castigado y mejor que no sepas cómo. De ahora en adelante me llamarás maestro en el entrenamiento y tendrás doble ración de comida. No me vales para nada muerto por desnutrición- Harry asintió. Aunque en su estado hubiera asentido hasta a una renuncia de su puesto en el equipo de quidditch.

Mientras su pupilo dormía Ian White no hizo lo mismo.

Desencogió todas las compras y se puso a trabajar en la nueva casa. Para él dormir era algo imposible, hacía años que las pesadillas le atormentaban. El Sueño era para él un infierno.

Cada capítulo escrito lleva detrás tiempo, esfuerzo y quebraderos de cabeza, pero si lo has disfrutado habrá merecido la pena.

Si ha sido así, dímelo. Con un solo click sabré lo que piensas y si lo tengo que mejorar.

A todos aquellos que me indiquen que les está gustando, los estoy añadiendo a mi lista para prepararles un detalle de agradecimiento.

Uno que podrán elegir ellos mismos, quedárselo y darle uso. 

*   *   *

En el siguiente...

Harry  todavía intentaba llevar el oxígeno a sus pulmones cuando, sin previo aviso, un Cruciatus le impactó en el pecho.   

—. Correr, ... gimnasia,... las pesas,... —Hizo un gesto con la mano en referencia a todo lo demás—. Para acabar con Voldemort solo necesito una varita.

James y Lily, al sentirse observados, se acercaronal marco del cuadro y le sonrieron saludándole con la mano.    

Te deseo siempre una buena lectura



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