16. La nube que cae

[N.A]Este capítulo es doble y tiene, al final del todo, aclaraciones sobre coneptos mágicos. Disculpadme por la tardanza.

Capítulo 16: La nube que cae

A medida que sus ojos recorrían más y más las palabras del libro, Harry tenía cada vez más claro que podría serle muy útil.

Quizás fuera porque llevaba días sin recibir Cruciatus, o también pudiera ser porque no había nadie que lo obligara a coger el doloroso tren mental hacia "Villa Recuerdos Traumáticos", pero había avanzado muchísimo en magia blanca. Desde hechizos de sanación, hasta los de protección y ataque. El escudo dorado prácticamente le salía solo con pensarlo, pues relegar los malos sentimientos se había convertido en algo casi mecánico. 

Lo único que le frustraban eran tres cosas:

La primera, que no encontraba nada sobre el Velo de la muerte. La biblioteca estaba llena de miles de volúmenes antiquísimos pero:  o no había nada o él no estaba buscando como debería. Harry imploraba a Merlín que fuera la segunda opción, quizás por ello releeía "Arqueados de leyenda" una y otra vez, aferrándose a sus palabras como si fueran el salvavidas de su esperanza.Como un pequeñi homenaje a que Sirius solo estaba allí, al otro lado del Velo.

La segunda era que a pesar de todas las técnicas de oclumancia que manejaba a la perfección Ian seguiría leyéndole la cabeza. Le habían servido muchísimo a la hora de controlar las emociones que le despertaban cada recuerdo. Aunque, no sabía si podría hacer lo mismo cuando Ian regresara y comenzara a ver de nuevo las muertes de aquellos que más quería.

La tercera eran los Reflejos. Godric no había hecho el intento de manifestarse y él no sabía por donde empezar a buscar los Diarios. 

Era muy temprano por la mañana. Sentado en el comedor, Harry bebía café con la cabeza enterrada en un libro. El silencio que reinaba sobre la mesa, larga y rectangular, era perfecto para la lectura; pero hacía aún más pesada la soledad tras la marcha de Dobby.  

*

 Si quieres matar al elfo... no lo tires por un Velo. Hazlo tú mismo.

La voz de su maestro sonó dentro de su cabeza, fría e indiferente. Puro hielo, como siempre, y Harry pasó otra hoja de"Emociones en la magia" con parsimonia, por no decir con indiferencia.

Ian se habría encontrado a Kreacher en la entrada y ese saludo era su forma de hacérselo saber. Decir "hola" sería demasiado suave para su tutor, que ya sabía lo que Harry tenía pensado para ese maldito traidor. Y evidentemente el elfo no se lo había contado. Él no hablaría ni bajo tortura porque Harry, su amo, ya se había encargado de eso. Sus órdenes fueron claras y precisas: (metafóricamente hablando) mantendría la boca cerrada con respecto a su llamada. No le estaría permitido hablar, gesticular, escribir, mostrar recuerdos, insinuar y/o avisar (ya fuera en inglés o en alguna otra lengua), absolutamente a nada (véase el horrible cuadro de la madre de Sirius), ni a nadie de lo ocurrido y hablado en la mazmorra, de quién era su nuevo dueño, lo que había hecho, dónde había estado o a quién había visto. 

Y mientras, como muestra de todo lo que podría hacer con él, le ordenó limpiar todos los suelos del palacio y escaleras con un cepillo de dientes, a lo muggle.

De eso hacía una semana. Ya habían pasado más o menos siete días desde su conversación con Godric Gryffindor. Seis días y medio, desde que Dobby se fuera poco antes de mantener aquellas "agradables" palabras con Kreacher.

Y ahora ... Ian había regresado.De hecho, lo oía venir. No sabía dónde había estado y tampoco le importaba. 

En el pasillo que llevaba al comedor se sucedían unos grandes pórticos de roble separados por algunos metros de distancia. Robustos, pesados y tan altos que llegaban hasta los techos abovedados de varios metros de altura, estos servían como mecanismo de defensa. Ante un ataque, la magia que albergaban los obligaría a cerrarse, y en el caso de abrir uno, después tendrían que abrir otro, y otro. Así sucesivamente para llegar al comedor. Pero al paso de Ian, esas enormes puertas, imponentes e infranqueables, se abrían dóciles de un golpe. Como si temblaran ante su sola presencia.

Los choques de la madera contra las paredes de piedra eran cada vez más fuertes, anunciando así su proximidad y, una vez se abrió la última, Ian llegó al comedor con una entrada a lo grande. Como siempre.

Harry mantuvo la vista fija en el capítulo. Escuchaba los zapatos de su tutor andar sobre el mármol atravesando la estancia a paso rápido. No veía la capa negra de ribetes plateados que ondeaba a su espalda ni la túnica azul marino que vestía. En el extremo más alejado de la mesa, Ian deslizaba la silla de la cabecera, y se sentó en dirección a las enormes vidrieras que mostraban el jardín y el bosque.

Nadie adivinaría jamás la gran satisfacción que se escondía tras el celeste de sus ojos. Porque el joven casi podía ver desde la distancia como los engranajes de Dumbledore maquinaban dentro de ese cerebro viejo y senil.

Lo conocía. Sabía lo que haría.

En breve, el director le escribiría una carta a su querido Roger y, después de una conversación durante la cual estarían pitando los oídos*, él recibiría una lechuza dándole el puesto de Profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. El viejo querría tenerle cerca y eso era precisamente lo que él deseaba.

Dumbledore le hizo legeremancia durante toda la reunión, pero lejos de molestarse Ian sintió cada pinchazo mental como una caricia. Estaba tranquilo, casi a gusto se atrevería a decir. No importaba que  le leyera la mente, jamás podría ver más allá de lo que él quisiera dejarle ver. 

Solo habría...no un problema, sino... un inconveniente, más bien.

Era cierto que el director prácticamente tenía un cartel en la frente indicándole todo lo que quería oír, y él ejecutó su papel a la perfección: el tropiezo, sus dudas tan bien justificadas, todas esas sandeces sobre la educación... hicieron el resto. Seguramente ahí estaría el problema. Su perfil como profesor había sido ejemplar. Perfecto. Demasiado perfecto para que Dumbledore confiara en él sin más. 

Conocía todas las opciones que se le estarían pasando por la cabeza, aquellas que en breve cotejaría con su círculo más cercano. Y casi sonríe. Ninguna de esas opciones se acercaría lo más mínimo a la realidad. 

Estaba a un paso de entrar en la Orden del Fénix.

―Coge tu varita, apunta, siente las ganas y pronuncia la maldición.― le dijo Ian de repente. Colocó el tobillo sobre la rodilla en una posición más cómoda― O córtale el cuello.

Ante las palabras de su tutor, la voz de Bellatrix, con ese tono agudo y desquiciado, resonó en la mente de Harry tal y como lo hizo meses atrás en el ministerio. 

"¡Tienes que sentirlas, Potter!"

Pasó otra hoja del capítulo ocho.

― Gracias por la sugerencia... maestro. Pero por ahora lo prefiero de espía en Grimmauld Place. ―respondió sin levantar la vista del libro.

Así era. Cegado por el dolor y la rabia, estuvo dispuesto a mandar a Kreacher tras el arco, pero antes quiso saberlo todo. Cada maldito detalle de lo que hubiera visto y/u oído desde que "se marchó" de Privet Drive.

Y el traidor habló.

Murmuraba, se resistía apretando los dientes, pero habló. Lo dijo todo hasta que Harry quedó, no solo estupefacto por todo lo que Kreacher sabía, sino encantado ¡La información que guardaba ese elfo loco valía cada uno de los millones que tenía en Gringotts!

Fue entonces, mientras le entregaba un cepillo de dientes, cuando comprendió que Kreacher sería más útil como espía que como conejillo de indias con el Arco de la Muerte. Después de que es sucio traidor limpiara todo el Palacio a lo muggle, si no se le ocurría ninguna tarea más asquerosa, el elfo volvería a esa casa a la que siempre había pertenecido; es decir, al número 12 de Grimmauld Place. Donde le serviría de espía en la Orden del Fenix. 

Al menos por ahora.

―Entiendo―respondió Ian.

Una jarra de café y una taza aparecieron sobre la mesa, y mientras se sirvía una buena cantidad,  utilizó la legeremancia. De repente, Harry lo sentía hurgando en sus recuerdos. Lo acontecido durante esos días se le revelaron a su tutor, como si él mismo le estuviera enseñando su pensadero.

Tensó los labios y siguió leyendo el libro, intentando no replicar.

― Muy...conmovedor, Dobby se ha marchado.― reflexionó su Ian mirando por la ventana.

Había visto la despedida en la que ambos confesaban el asco que le tenían, pero si a él no le importaba, a Harry tampoco. No era ningun secreto, y había cuestiones más urgentes.

―Entre otras cosas. Mira, vale que yo no pueda ir por ahí leyéndote la mente como si fuera un pergamino, pero no soy estúpido ―Sin apartar la vista del libro, dio un latigazo de varita y el Profeta voló hacia el maestro, que lo atrapó al vuelo―. Para empezar, está esto.

―Creo que el titular lo dice todo.

No se molestó en leerlo. Redujo el periódico a cenizas de un gesto y, con otro movimiento, el montoncito gris que quedaba sobre la mesa revoloteó hacia el suelo. 

―No estoy para bromas...―repuso Harry rascándose la mejilla ante un gráfico―.  Ya sabes que no hablaba del titular. Ese Profeta que trajo Dobby, fue publicado el 4 de agosto. Si solo habían pasado cuatro días desde mi cumpleaños, me gustaría saber por qué en este castillo han pasado semanas ¿Qué es este sitio? ¿Un giratiempo gigante? ¿Por eso estamos aquí?

Ian se crujió un poco el cuello antes de contestar. Sus ojos seguían perdidos en la vidriera como si no mereciera la pena mirarlo. Era mutuo, Harry no había despegado la vista de "Emociones en la magia".

―Estamos aquí, porque Londres muggle ya no es seguro ―contestó en referencia a Snape―.  Y puestos a elegir este lugar aportaba ciertos beneficios para tu preparación pequeño aprendiz. Entre ellos el tiempo ―Saboreó un poco de café―. Si no fueras, como diría Gryffindor, un "mancebo tan obtuso" él mismo te lo habría dicho, pero estaba demasiado ocupado recordándote quién eres.

―Entonces... ¿Tú sabes algo de los Diarios?

Ian dio un gran trago a la taza. Uno que fue muy largo, o quizás fue corto.  Harry solo sabía que esos segundos se le estaban haciendo horas. 

―Sé que existen― respondió seco

La mesa del comedor era larga, larguísima; y a pesar de estar cada uno en una punta, Ian distinguió perfectamente la mirada asesina que le dedicó Harry de reojo.

― ¿Nada más? ―preguntó leyendo de nuevo.

"Se como los cuatro y despertarán. Sé como los cuatro y los hallarás". Todo lo que tienes que saber, ya lo sabes. No pretendas que te haga yo el trabajo, heredero.

Se mordió la lengua. Como odiaba ese título...

―Y Gryffindor dice que te obedezca ¿Sabes por qué?

―Porque fue un gran mago, deberías hacerle caso―Alzó un poco la vista, hacia su desayuno―. Veo que ya no untas tostadas con la Daga, un bonito detalle por tu parte.

No pudo evitar que sus ojos de deslizaran del libro hacia la Daga de los Fundadores. 

Desde que habló con Godric siempre la llevaba consigo. Ya fuera entrenando, corriendo o estudiando, esta siempre lo acompañaba en recuerdo de quién era y lo que tenía que hacer.

En sus desayunos le tranquilizaba mucho darle vueltas mientras reflexionaba bebiendo café, y cuando quería leer la clavaba en la mesa. Siempre en la misma muesca, tal y como se encontraba en ese momento.

― También sería un detalle que me dijeras por qué está de acuerdo con tus métodos, por ejemplo.

―Porque un gran mago sabe reconocer a otro gran mago― respondió antes de dar otro sorbo otro al café. Estaba ya frío.

―Sí, un mago muy humilde... ― respondió Harry.

Ian separó la mano de la taza, y por un instante el Elegido se tensó creyendo que le lanzaría un Cruciatus, pero su maestro solo quería calentar su café. Siempre lo tomaba solo y casi hirviendo.

Después, como si tal cosa, se sacó una carta de la túnica. Sobre el pergamino blanquecino resaltaba un sello negro.

―Si quieres hablar de humildad...― El sobre se dirigía al gryffindor. Levitaba a ras de la mesa, ascendiendo con la clara intención de pegarle en la cabeza, pero con los reflejos propios de todo un buscador, Harry lo cogió sin levantar la vista del libro― ...mira las notas de tus T.I.M.O. Aunque llamarlas "humildes" sería solo un eufemismo.

 Al contrario que Ron o Hermione, las manos no le temblaban y el corazón no se le aceleró ni un poco mientras soltaba el libro y abría el sobre. Porque ya sabía lo que se encontraría: unas notas que a Ian le parecerían inaceptables. A él también se lo parecieron.

El sorbo de café amargo, se le hizo aún más amargo cuando lo tragó. Tenía que haber estudiado más.

Había conseguido siete T.I.M.Os, un solo Excelente y... eso no era lo peor. No podía apartar la vista de esa "S" que calificaba su trabajo en Pociones con un Supera las Expectativas. Snape pedía un Excelente en para aceptar a los alumnos de E.X.T.A.S.I.S. y él no lo había conseguido.

El pecho le dio un pequeño tirón al ver otro de sus tantos sueños rotos, uno de esos infantiles que pertenecían a otra época que se le hacía muy, muy lejana. Una en la que solo tenía que preocuparse por hacer los deberes de transformaciones y evitar a Filch cuando deambulaba por los pasillos bajo la capa de invisibilidad. La cual yacía en su baúl, resguardada a buen recaudo, pero en desuso.

Harry torció la boca  con la mirada perdida en las calificaciones. Ya no podría ser auror, pero en el caso de que siguiera vivo después de la guerra... ¿Desearía serlo? ¿Le gustaría seguir luchando contra magos tenebrosos? ¿No tenía ya suficiente con uno? 

Era cierto que el mortífago Barty Crouch fue quien le propuso la idea, y en aquel momento le pareció la opción más lógica. Un mago tenebroso mató a sus padres, combatirlos parecía su destino, y pertenecer al escuadrón de aurores le daría las herramientas necesarias. Porque ellos eran la élite, la representación de la capacidad mágica en todo su esplendor. Pero ahora... miró a Ian que sorbía café en dirección al ventanal.

Sabía que las capacidades de un mago iban mucho más allá de una "preparación oficial" del Ministerio. De hecho, dudaba mucho que un auror aún con sus tres años de entrenamiento intensivo, hubiera sobrevivido a los dementores, los mortífagos y vampiros con los que él acabó en el bosque. E Ian, por ejemplo, acabaría con el mejor de todos ellos sin levantar la vista del periódico. Y sin varita

Los T.I.M.O.s ya no importaban, eso eran cosas del antiguo Harry. El que no tenía una profecía, ni un destino sobre el peso de sus hombros. El que no había perdido a Sirius.

―Casi me haces llorar por lo mucho que me valoras, Potter―respondió Ian con los ojos perdidos en el paisaje― pero hay un pequeño matiz que pasas por alto. Tus "amigos" y la Orden del Fénix saben que ser auror es tu mayor ambición, yo añadiría que tristemente es la única. Ellos creerían que tu no te quedarías sin hacer nada ante tu única aspiración. Buscarías una solución. Si te he traído los T.I.M.O no es para que reflexiones sobre las carencias del mundo mágico en cuanto a la explotación de la magia se refiere (que también), sino por otros dos motivos. El primero es que tendrás que solucionar el tema de tus notas. El eje central de la guerra no puede estar haciendo estúpidas redacciones de herbología, mientras fuera de Hogwarts Voldemort recluta un ejército.

Al otro lado de la mesa, Harry soltó un respiro resignado. Seguramente Ian le obligaría a lanzar Imperius,  contra el burócrata de turno del Departamento de Educación Mágica, para que le cambiaran las notas o algo así.

― Por lo que puedo deducir, aquí tenemos más de tiempo que ... fuera ― Ian asintió―. Pero me gustaría, si no es mucha molestia maestro, que fueras directo al grano. Qué me estas diciendo que haga.

―Te presentarás a los E.X.T.A.S.I.S. de libre preparación a finales de agosto ―soltó de golpe. 

―¿Eso se puede hacer? ― preguntó escéptico.

Masculló la idea unos instantes antes de dar un sorbo a su propio café y mordisquear una tostada. Algo dentro de él ansiaba que fuera así, eso significaría que quizás sus T.I.M.O.S aun tenían solución. Una de sus pequeñas ilusiones aún sería posible. Y, lo mejor de todo,no tendría que utilizar maldiciones imperdonables para conseguirlo.

―No es lo usual... pero sí. Todo el que quiera es libre de presentarse a los E.X.T.A.S.I.S., siempre bajo su propia responsabilidad ante los resultados, evidentemente.― explicó Ian―. Así lo hacen aquellos que se forman en casa con profesores particulares, o los que estudian asignaturas que no están incluidas en el programa de Hogwarts. También se le brinda la opción con los T.I.M.O.S para aquellos que por causas justificadas ajenas a su voluntad no hayan podido presentarse en junio.

― Y... ¿Eso significa que volveré a Hogwarts?

Ian dio otro sorbo a la taza. Quizás valoraba si responder o no, debido a la anhelo que le había notado en la su voz.

―Puede ser. La cuestión es cuándo. No he dicho que fuera este año, pero eso depende de ti.

 Harry asintió con la cabeza.

―Supongo que tienes razón. Creo que no estaré preparado hasta que los Reflejos despierten, si es que lo hacen.

Silencio.

Reclinado sobre la silla, la piel pálida de su tutor reflectaba el sol de la cristalera, en sus ojos azules se apreciaba cierto matiz peligroso. Solo lo miraba. El gesto estoico no decía nada, como siempre, pero Harry supo que estaba molesto.Llevaba tanto tiempo conviviendo con él que ya empezaba a descifrar su escaso lenguaje corporal.

―Si no te supone mucho esfuerzo Potter, te agradecería que de vez en cuando pensaras un poco. Los Reflejos de los Fundadores quizás no despierten nunca, o puede que tarden toda una vida. Años que para cuando hubieran pasado, puede que tú ya estés muerto ― Harry tragó saliva―.  No estamos hablando de un año, ni dos, ni tres, puede que demuestres que los mereces cuando hayan pasado décadas. Eres el eje que decidirá el destino del Mundo Mágico inglés pero la guerra no esperará a que tu estes preparado a los cincuenta y seis años, hecho un vejestorio. Puede que este Castillo nos de mas tiempo, pero no será suficiente. Cada segundo vale un millón de galeones.

Harry agachó la cabeza resignado. Todo eso ya lo había pesado, había reflexionado sobre ello larga y profundamente. La conclusión era siempre la misma. Una maldita paradoja: que sabía a dónde lo llevaba su destino, pero no cómo terminaría. Ni cuándo. Lo único que tenía claro era que, por el momento, sus posibilidades de victoria eran escasas.

Muy escasas.

―Los Reflejos son los poderes de los que habla la Profecía. Sin ellos no hay "Poder que el señor tenebroso no conozca". Solo tengo el de Helga, y no sé ni por qué. Lo único que se me ocurre es una locura: que quizás hice algo que a sus ojos me haría digno, parecido a ella. Pero no se me ocurre qué podría ser, y puede que me esté equivocando― reflexionó revolviendose el pelo―. Sin el resto de reflejos ...voy a morir, y no me importa. Pero no quiero dejar asuntos pendientes para cuando me llegue el momento.

―Querrás decir...que no quieres morir hasta que resucites a Black ¿Es ese tu asunto pendiente por casualidad?

―Sirius no está muerto. ― gruñó Harry abriendo "Emociones en la magia".  Un claro gesto de "doy este tema por zanjado".

Pero Ian no era la clase de magos a los que se les da esquinazo. Soltó la taza sobre la mesa, entrelazó los dedos con ambos codos en el reposabrazos, y habló con tal tranquilidad, que si no fuera porque ya estaba acostumbrado. Le hubiera dado escalofríos. 

―Está muerto, Potter.  No vas a buscar nada más sobre ese Velo si no quieres que le prenda fuego a todos los libros que encuentre  de aquí a Hogwarts. Empezaré por este palacio y después no habrá colección privada o cuento infantil que se salve. Todo aquel papel en el que aparezca remotamente la palabra "velo", "arco" y ·"muerte" lo haré cenizas.

Con el sol reflejándole un perfil de la cara, las palabras de Ian bien podrían haber sido una amenaza, que un mero informe climatológico del tiempo en WestChester. A fuera una suave brisa veraniega meció las hojas de los árboles, pero no habría movido un ápice la tensión que reinaba en el comedor.

―No serías capaz.― repuso Harry pasando la página.

Su tono había sido distendido, totalmente despreocupado, casi retador; pero su tutor leía su mente como un pergamino extendido, y vio la pequeña aprehensión que escondían sus palabras.

Ian chasqueó los dedos y "Arqueados de leyenda" apareció. Harry levantó la vista de su lectura, cerró el tomo y lo posó lentamente sobre la mesa, junto a la Daga. Como un policía que suelta el arma ante el secuestrador que lo amenaza con un rehén.

― Primero lucha por tu vida, sobrevive, y después podrás malgastar tu tiempo en resucitar a los muertos ―reflexionó  Ian mientras  pasaba las hojas con desdén―. En el ático tenías otros proyectos mucho más útiles. Deberías centrarte en ellos.

 Harry mantuvo el gesto imperturbable a pesar de la inquietud que le aceleraba las pulsaciones. "Arqueados de leyenda" solo era un libro, lo más parecido que lo unia a Sirius en ese momento, pero en términos prácticos no le había aportado nada. Solo el símbolo que representaba su esperanza, pero no la solución. 

―Hazlo.―Le retó.

Ian lo miró por encima cerrando el tomo lentamente.

―No estoy bromeando Potter.

Harry apretó los dientes y por primera vez, lo miró. Directo a los ojos, hablando muy en serio.

― Ni yo tampoco. Hazlo. Quémalos todos. Me importa una mierda. Me da igual que no sepa lo que hay al otro lado del Velo, si no encuentro nada mandaré a Kreacher, y si eso no funciona yo mismo traspasaré ese arco para rescatar a mi padrino.

Parecía que la determinación de sus palabras había funcionado.  Ian soltó el libro con asco y la tapa cayó muerta sobre la madera de roble

―¿Debo tomarme eso como una amenaza?―Si el tono peligroso de esa pregunta le había intimidado, Harry no lo demostró.

―Tómatelo como te dé la gana. Es una advertencia.

Ian dio un sorbo al café, y por un instante al gryffindor le pareció ver algo de resignación.

―  Tu ganas Potter, toma tu libro.

El volumen, a pesar de lo grueso que era, se deslizó suave sobre la mesa hasta llegar frente a él y Harry alzó la mano dispuesto a cogerlo. Fue entonces cuando Ian chasqueó los dedos y "Arqueados de Leyenda" estalló en llamas.

El Elegido se quedó inmóvil, con el brazo estirado, mientras las páginas se convertían en cenizas.  El cuero de la cubierta se consumía ante sus ojos convirtiéndose en volutas de humo negro que se perdían en su ascensión al techo. Segundo tras segundo las llamas se alimentaron del símbolo de la cubierta, carbonizándolo para siempre.

―Ahora te advertiré yo Potter ― Ian se levantó de la silla ajustándose las mangas de la túnica―. Como se te pase por la cabeza una sola vez cruzar ese Velo, yo mismo lo haré pedazos. Lo reduciré a escombros y te lo entregaré hecho polvo en una vasija. ―Al otro lado de la mesa Harry asintió―. No perseguirás misiones suicidas que no tengan que ver con la muerte de Voldemort y la destrucción de Dumbledore ¿Ha quedado lo suficientemente claro? Contesta.

―Sí, maestro.―siseó.

―Bien.

Pero no estaba bien. Nada estaba bien, porque Harry sabía que su respuesta no sería suficiente. Ian se encargaría de reforzar sus órdenes a base de "motivación" en el entrenamiento.

― Si quieres una razón para vivir, yo te daré una.― Se sentó sobre la silla, de nuevo casi divertido por lo que diría a continuación―¿No te preguntas de donde he sacado los T.I.MO?

Harry exhaló frunciendo los labios. Maldito Ian...

―Solo espero que no hayas maldecido con Cruciatus a la presidenta del Tribunal.

―No seas idiota. En este tipo de casos el Cruciatus no sirve. Solo perderías el tiempo, el Imperius sería mucho más sutil y efectivo.

No dijo nada, sacó la Daga de la muesca y la hizo girar. Solo Ian era capaz de hablar sobre el uso práctico de maldiciones de tortura y control mental como si fuera una clase teórica sobre las ventajas para el hogar que tendría adquirir un Puffskein*.

― Mira el reverso de la carta.

Tras el sobre, los ojos de Harry se abrieron como platos al ver la dirección: " Sr. H. Potter. 4 Privet Drive, Little Whinging, Surrey".

― ¿Has...has estado en casa de los Dursley?

―No hace falta que te lo diga, pero su vida parece un anuncio malo de cereales baratos. Tu primo está tan gordo que roza lo asqueroso y a tu tío lo han ascendido en la empresa. Después de lo mal que te trataron durante años dudo mucho que exista eso que los muggles llaman karma.

En respuesta, Harry agitó la varita e hizo desaparecer los restos de su desayuno. Y con otro, movimiento, envió sus T.I.M.O.s, el libro "Emociones en la magia" y las cenizas de "Arqueados de leyenda" hacia un cajón de su escritorio.

Al otro lado de la mesa Ian lo miraba a la espera de dijera algo.

―¿Qué quieres que te diga?― Le espetó Harry levantándose de la silla―. Pues me alegro de que estén mejor sin mí. Es mutuo ―alegó encogiéndose de hombros―. Si me disculpas, tengo mejores cosas que hacer.

Enfadado, guardó la Daga en la funda de su antebrazo que compraron en Italia y aseguró los cordones de las deportivas con otro toque de varita. La manga corta de su camiseta quedaba ajustada dejando al descubierto la otra funda de su antebrazo izquierdo, donde solía guardarla.

―¿A dónde vas...Heredero?―preguntó Ian mordaz.

Ya de camino a la puerta, Harry resopló por la etiquetita.

―A entrenar―gruñó pasando por su lado―. Cuánto antes termine, antes te perderé de vista.  Entonces rescataré a Sirius.

 La puerta se cerró tras el Elegido. E Ian, solo en ese enorme salón comedor, se terminó el café ya frío de un trago, relamiéndose de satisfacción. 

Ahí estaba. Otra pequeña conversación que había salido perfecta.

De un  empujón había desviado la motivación de Potter por un rescate suicida hacia algo más provechoso: la preparación para la guerra. Ahora el Elegido le odiaría incluso más, y eso, lejos de ser una preocupación, le sería tremendamente útil. Pues si todo iba bien y terminaban con la magia blanca,  llegarían a la parte realmente interesante del entrenamiento. A donde él más ansiaba llegar: la magia negra.

Sería entonces cuando podría sacarle provecho a todo el odio que él generaba en Potter.Los Dursleys serían un buen lugar por el que empezar.

 Las circunstancias mejoraban por momentos. Si todo iba bien con Marcus Dawson, en breve tendría un espía entre las filas de Voldemort y, gracias a la pequeña iniciativa de Potter, ya tenía a Dobby en Hogwarts y en Grimmaul Place, a Kreacher. 

Ian fue directo a su habitación a darse una ducha, se la había ganado.

Justo en ese momento, el viejo elfo de los Black se aparecía ante Harry que ya daba su décimooctava vuelta al castillo.

―Kreacher ya ha terminado ... amo―siseó sacudiéndose los harapos con asco. 

Llevaba una semana limpiando el palacio a lo muggle con un cepillo de dientes y no estaba contento, precisamente.

―Pues vuelve a Grimmauld Place― escupió el gryffindor secándose el sudor―. Si pasa algo interesante me avisas, y si te necesito te llamaré.  No aparezcas en el momento, solo cuando no haya riesgo de que te descubran ¿Lo has entendido?―el Elfo asintió refunfuñando por lo bajo―. Bien, ahora piérdete de mi vista y... ― Harry hizo aparecer una botella de agua y bebió largamente de ella. 

Notaba la mirada de Kreacher fija en él, cautelosa y esperanzada, a la espera de que terminara la frase. El año pasado, mientras limpiaban la casa de Grimmauld Place, Sirius le dijo unas palabras parecidas y ese maldito elfo vio en ellas la oportunidad de traicionarlo. Y ahora, mientras lo miraba beber, estaba a la expectativa de que el cometiera ese mismo error.  Precisamente con eso era con lo que jugaba Harry mientras lo hacía esperar.

― Y... vete a casa de los Black, directamente. Ya.― aclaró limpiandose el agua de la comisura.

Antes de desaparecer Kreacher masculló algo parecido a "sangresucia"con mucha más rabia y odio del habitual. Lejos de molestarse, a Harry la reacción le pareció bastante divertida ¡Que lástima que especificara en el último momento! No podría visitar a su queridas Bella y Cissy.

Aun estaba saboreando la pequeña broma a Kreacher cuando, desde la leganía, un chillido familiar sonó a sus espaldas. Tan lejos que por un instante creyó haberlo imaginado. Harry se giró expectante, alzando la vista al cielo, y sus ojos verdes se tornaron un poquito vidriosos cuando la vio.  Blanca y esponjosa, una nube minúscula se acercaba hacia él a toda velocidad. Solo que no era una nube. 

Harry sonreía, y lo hacía de verdad. Había perdido un amigo y de la nada, otro venía batiendo sus alas, cortando el viento para reunirse con él.

 Solo fue un parpadeo. La lechuza se movía y, de repente, dejó de hacerlo cuando un hechizo le impactó en pleno pecho. Harry escuchó un gritito y vio con horror, paralizado, como su amiga caía desde el cielo desmayada y directa al bosque.

Desde uno de los balcones, Ian bajaba la mano que disparó su hechizo mientras por el Palacio de Godric resonaba un nombre roto por el dolor.

―¡HEDWIIIIIIIG! 

No hizo nada para impedir lo que vendría después.

Recostado sobre la baranda, se limitó a observar como Harry atravesaba el jardín esquivando fuentes, saltando setos y flores a toda velocidad. Varita en la mano, corría desesperado hacia el bosque. 

Y pocos segundos después, ya se había perdido entre los árboles.

Continuará

Ante todo me gustaría ofreceros mis más sinceras disculpas por la tardanza. Esta vez me he excedido de más, pero es que estoy colaborando con dos amigas para sacar adelante una nueva editorial que hemos creado y eso se está llevando bastante de mi tiempo. Si os interesa os animo a que os paséis por ella. Se llama L.E.E (Ladies Espacio Editorial) y si le dais a esta mención -->@LadiesEditorial<-- apareceréis allí. Por ahora tenemos "Críticas Literarias" y "Consejos de escritura"

Por otro lado, como este capítulo me ha quedado aburrido (muy aburrido), en celebración por haber superado los 5k y en compensación por lo tanto que he tardado (de verdad, perdonádme) habrá doble capítulo esta semana. El siguiente se llamará (por ahora, porque nunca se como se llamarán hasta que estan terminados)

"Los desvaríos de Fred y George"

¡Ah! También quería deciros que ¡"Sobre el fango del norte" ha ganado el primer puesto en la categoría de One-Shots del Campeonato de Quidditch del Team_Potterhead! ¡Y también me he ganado una mención como "Mejor escritora"! ¿Os lo podeis creer? Espero que si, porque a mi todavía me cuesta un poco ¡Le van a hacer un booktrailer y todo! En este pequeño relato hay un adelanto con Harry e Ian como protagonistas, leedlo si queréis conocer el que me planteé que fuera el final de este fic.

Y si quieres saber qué significan las palabras en asterisco y algo más sobre el detalle de agradecimiento que te estoy preparando ... sigue leyendo.

[N.A.] Aclaraciones: Gracias a EvelynHail  que me dió la idea, de ahora en adelante al final de los caps haré notas aclaratorias de aquellas de todas palabras y/o expresiones que contengan un asterisco. Desde plantas, animales, hechizos, pociones, deportes, teorías, etc creados por Rowling y que no aparecen en los libros, hasta expresiones que pudieran no entenderse o acontecimientos, hechos, localizaciones o hechizos que me invente yo.

1* Página del libro: Aquí tengo que hacer varias aclaraciones porque se entremezcla la teoría "oficial" del hechizo con mis elucubraciones propias para justificar lo que pueden hacer los patronus a lo largo de esta historia. De lo dicho en la página sobre los patronus (que no es todo lo que hay) las características oficiales creadas por la propia Rowling son las siguientes:

- Para convocarlo se necesita un recuerdo feliz

-El mago ha de estar concentrado en el recuerdo para que el Patronus no desaparezca

- El hechizo es muy antiguo (ni si quiera se sabe quién lo inventó)

- Cuando el Patronus no recibe órdenes se comporta como el animal del que adquiere la forma

- Magos han consguido utilizarlos de mensajeros o guías (Vease Kingsley y Snape)

Y esto lo he relacionado yo explicaciones propias:

- Que el recuerdo feliz sirve como conector entre la magia del mago y las emociones que se necesitan para crear el Patronus.

-Que el Patronus se alimenta de esas emociones positivas y es por eso que el mago o bruja debe estar concentrado en el recuerdo que las evoca.

- Que si se le han encontrado otros dos usos al Patronus, a parte de espantar dementores, existe la posibilidad de que puedan hacer más cosas.

Estas tres "explicaciones" permitirán que las características de los Patronus puedan dar un giro durante el resto de la historia (vease el Patronus rojo de la portada  ;p)

2*. Pitando los oídos: en España esta es una expresión que se suele decir cuando se piensa que alguien están hablando de ti a tus espaldas. Sería algo así como los estornudos en E.E.UU

3* Puffskein: Creado por J.K. Rowling. Es una criatura esférica y cubierta por un pelaje suave, de color natillas. Es dócil, que no se opone a que lo mimen ni a que la gente juegue con él y cuando está contento emite un ronroneo. De vez en cuando, una lengua muy larga, rosada y fina sale de las profundidades del Puffskein y se desliza por toda la casa para buscar alimento. Esta criatura es un barrendero que come desde sobras hasta arañas. Esa tendencia ha hecho que el Puffskein sea muy querido por varias generaciones de magos y que siga siendo una de las mascotas mágicas preferidas.

-Aviso 3 de futuros detalles de agradecimiento-

- Como ya dije en avisos anteriores, estoy preparando un pequeño regalo de agradecimiento para aquellos que estan votando en esta historia y/o comentando. Me encanta saber que les gusta y eso me motiva muchísimo a seguir escribiendo. Y quiero agradecerselo, porque cada uno de ellos es un regalo.

- Habrá dos tipos de detalle: Uno dirigido principalmente a aquellos que también escriban historias, y otro para los que leen.

-¿Cuando lo daré? Lo daré  si algun día llego los 1k en votos.

- Llegado el momento, abriré un capítulo donde expondré los regalos, solo habrá que comentar lo que se quiere y yo les mandaré el enlace por privado.

Por ahora los regalos son para los que estan en esta lista, porque adoro a cada uno de ellos.

@MareiFawn @ItsasoAU @EvelinHail @NishaSaez @RubnPrezPardo @Shinami_nigashi @IamCronamenta @Silice2 @p-prxngs  @descubres nuevamerodeadora @Usuario685 @Anhiluz87 @Steph_Inguanzo @EduardoAlvaradoAlamo @Beflody @ylienneazul_yokamoto23 @LuNaTiCaRiDdLe302 @MariaBS3 @stydiadidas @moryel8 @AlyssaMGH 

No sé si se me olvida alguien, si es así revisaré la lista.

El siguiente cap. está listo, como muy tarde mañana. El programa con el que hago las imágenes le ha dado por quedarse colgado y no hay manera.

Os desea siempre una increíble lectura, y una aún mejor escritura

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top