10. La segunda lección de Ian

Capítulo 10: La segunda lección de Ian

Jamás sintió de nuevo la seguridad de sus dulces brazos.

Mecido por el arrullo de su nana, el sueño empañaba su sonrisa, arrastrándolo lejos de su olor a lavanda. El bebé acunado contra el pecho nunca imaginó que la paz pudiera tener un compás: el del latido del corazón de su madre.

― ¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Corre! Yo lo detendré.

Lloró. Solo veía cabello pelirrojo mientras la mano de su madre le resguardaba la cabeza en su cuello de camino a las escaleras.

Las sacudidas de arriba abajo subiendo escalones le asustaban y lloró aún más. El corazón de su madre, antes sereno y acorde, rezumaba pánico a latidos de terror. Aún sentía su bombeo frenético como si fuera el suyo propio, mientras Lily paraba antes de girar la esquina. La bruja miraba entre lágrimas hacia el rellano. Allí estaba su marido mirándolos con tristeza en los ojos, pero determinación en los nudillos tensos que se aferraban a su varita.

― Te quiero, James.

Harry lloró aún más fuerte. Su padre les sonreía con devoción, sin ver la figura que aparecía tras la puerta acristalada. Lily miró hacia la entrada a espaldas de James; y este, supo lo que significaba el pánico de en el rostro de su esposa, pero no dijo nada. Su mano se aferró más fuerte a la varita y le asintió. Ella captó el mensaje. De un sollozo contenido, desapareció tras la esquina, dejando su marido atrás.

― Te quiero, pelirroja.

Su madre nunca llegó a oír las palabras de su padre. El golpe violento de la puerta solapó su despedida. Arriba, Lily cerró tras de sí, a tiempo de tapar la luz verde que provenía del recibidor.

―No llores, Harry. No llores precioso mío ―Lo tranquilizaba sentándolo en la cuna.

La sonrisa dulce, aunque fuerza forzada, fue suficiente para. El bebé inspiraba entre hipidos su presencia lavanda, perdiéndose entre el color verde de motas amastistas que decoraban su iris.

―Eso es ... eso es, mi pequeño. Todo saldrá bien ... no te pasará nada ―Desde la cuna, el pequeño vió cómo Lily pinchaba su pulgar con un pendiente a toda prisa―. Siempre estaremos contigo mi pequeño buscador... ― A su llanto ahogado, su hijo correspondió con una tímida sonrisa y ella, al verlo, se limpió las lágrimas con un resfregón de determinación ―. Sí, mi pequeño sonríe ― Lily presionaba el pulgar sobre su corazón. Después tapó su marca de sangre con la camiseta―. Sé fuerte. Se fuerte, Harry y sonríe. Porque papá te quiere ... mamá te quiere. Los dos te querremos, siempre.



Su beso de lágrimas se posaba húmedo sobre su frente, y la puerta explotó. Lily se dio la vuelta, interponiéndose entre la figura negra que les apuntaba con la varita; y Harry, que sentado en la cuna, no veía nada excepto la espalda de su madre.

― Aparta.

—A Harry no. A Harry no. A Harry no, por favor ...

—Apártate, estúpida... apártate...

—A Harry no. Te lo ruego, no. Cógeme a mí. Mátame a mí en su lugar...


El verde. Lo inundó todo. Entre ese fogonazo de color muerte, el bebé solo distinguió un estrépito: no sabía que era un cuerpo precipitándose contra el suelo. Al disiparse la luz, tampoco vio los ojos abiertos del cadáver de su madre tirado bocabajo sobre la alfombra. Solo podía mirar al monstruo que se alzaba sobre él.

Gigantesco. Ataviado por sombras, con piel de hueso y ojos sangre, un mago esquelético de sonrisa puntiaguda se relamía observándolo desde las alturas. Sentado, Harry solo sentía curiosidad. Quizás fuera por esa sensación placentera que nacía de su pecho. El abrazo lavanda de Lily se ramificaba desde el corazón, envolviéndolo, fundiéndose con él en un aura de ternura, calidez y seguridad. Su presencia seguía junto a un Harry que se sentía tranquilo y a salvo, sin comprender que su madre ... ya estaba muerta.

― Así que... eres tú ... ― La punta de la varita que le acariciaba la cara se sentía tan fría como su voz. Creyendo que era un juguete, la cogió por el extremo y se la metió en la boca manchándola de saliva. El mago oscuro apartó la varita asqueado―. ¿Tú?... ¿Eres tú el mocoso que acabará conmigo? ― la larga uña clavada bajo l a piel del mentón le obligó a alzar la vista―. ¿Matarássss tú a Lord Voldemort, enano lactante? ―Harry solo lo miró― No. Yo creo que no ...―vaticinó divertido.

Enajenado por la dicha, Voldemort deslizó lentamente su lengua por la varita. Se recreaba con burla, limpiando las babas del niño al que obligaba a mirar. El mago oscuro saboreaba las salivas de ambos, posando sus ojos rojos como rubíes esperando un gesto de miedo que no llegó. El bebé no torció el gesto, ni si quiera cuando sintió la varita en la frente.

―Podría torturarte ... no obstante ... seré misericordioso. Ha sido un placer conocerte ... Harry ¡Avada Kadavra! ― Mientras pronunciaba la maldición, Lord Voldemort vio cómoHarry Potter ... le sonreía.


Aquella noche de Halloween, los lugareños nunca olvidarían los dos gritos que sembraron el terror en Valle de Godric.

La maldición asesina impactó sobre el beso su madre. Sobre la frente de Harry, muerte amor y magia confluyeron y provocándole un dolor insufrible. La habitación infantil no fue suficiente. No amortiguó el agudo berrido de bebé, ese sonido de dolor inocente que hizo aún más negra la noche.

Llorando, se llevaba sus pequeñas manos a la frente, pues lo que antes era un beso ahora eran agujas clavadas, quemaduras de hielo y piel desintegrada por lava. Sentía como si, desde ese punto, la cabeza se le estuviera partiendo en dos.

El rugido del mago se entremezcló con el de Harry estremeciendo a los habitantes del Valle. Un alarido chirriante, como el de unas uñas arañando una pizarra sobrecogía sorpresa, rabia, terror y agonía. Pues el hechizo rebotado destruyó a Voldemort casi por completo.

― ¡PARA! ¡PARA! ¡PÁRALO YA, JODER! ¡NO QUIERO VER MÁS! ― Un Harry de 16 años se deshacía en lágrimas de súplica, pues era Ian quién le obligaba a revivir ese recuerdo.

El instructor no pestañeó ante el aprendiz que se convulsionaba en un ovillo, solo dio otra orden mental. Entonces las súplicas volvieron a ser alaridos, las lágrimas mojaron de nuevo el suelo y la desolación enrareció el aire en la mazmorra blanca. Estaba obligando mentalmente a que Harry viera la caída de Sirius tras el Velo. Otra vez.

En el Palacio Fortificado de Gryffindor, el Cruciatus era el castigo más leve al que Harry aspiraba. Al parecer, a Ian le había sobrevenido una fascinación repentina por las torturas emocionales; y eso implicaba que a cada mínimo fallo, el Elegido se veía obligado a revivir un recuerdo.

Esta vez fue la muerte de sus padres, pero la caída de Sirius también era utilizada con frecuencia. Eso sin tener en cuenta los maltratos de los Dursley, la posesión de Voldemort, su error al salvar a Pettrigrew o la traición de Ron y Hermione. Los mejores recuerdos felices que albergaba de sus amigos le despertaban angustia; y sus sonrisas le dejaban un asqueroso regusto a traición.

Porque Ian no solo lo obligaba a revivir las escenas, eso sería demasiado fácil, también incrementaba los sentimientos del momento. Así los sentía con más intensidad, casi por triplicado.

Su mentor sabía que no era el dolor físico lo que quebraba al ser humano, sino el dolor emocional. Los sentimientos, los traumas, las aflicciones, la culpabilidad, ... bien utilizados, podían ser mucho más crueles que el Cruciatus más poderoso.

Y la Oclumancia, como siempre, era inútil.

―Otra vez.

Harry respondió a la orden levantándose entre temblores. Las manos engarrotadas limpiaban su rostro, avergonzado por llorar.

Un huracán de sensaciones le agarraba los pulmones desencajándole los órganos como si le retorcieran las entrañas. El alma le pedía matar, gritar, destruir o que lo destruyeran. Solo quería dejar de sentir. Aunque fuera cambiar un dolor por otro. La determinación le tensaba los hombros mientras alzaba la varita, pero los ojos le brillaban de odio. Puro odio hacia Ian.

Varias noches, Harry soñaba con matarlo. En sus fantasías, la espada de Gryffindor le atravesaba servicial el corazón, mientras él se deleitaba con su pecho sin aliento. Sentado a horcajadas encima de él para no perderse nada, le ensartaba lentamente el corazón observando en sus ojos azules no quedaba un atisbo de vida. El terror en la cara de Ian le complacía. Igual que la tibieza de su sangre, la cual salía a borbotones de su pecho tras extraerle la espada. Euforia, paz y regocijo aún le cosquilleaban la nuca cuando se despertaba.

Le resultaba imposible concentrarse, y mucho menos con su maestro, que imponente lo miraba a unos metros de distancia. Ian esperaba que fallara para torturarlo de nuevo, porque si algo estaba claro, era que su tutor ponía todo su ahínco en cumplir su promesa: enseñarle el sufrimiento.

En la mazmorra, el aroma a lavanda permanecía en sus fosas nasales al igual que el huracán de sensaciones. Harry inspiró y agitó la cabeza buscando concentración. No lo consiguió.

― Anima Praesidium ― El pulso aún acelerado y las llamas de la tortura no impidieron que dibujara las florituras del sortilegio de protección con suma destreza.

La esfera giraba sobre sí misma. Relampagueaba en un aura dorada, mientras Harry aumentaba la velocidad de la varita. Pero la bola no crecía, se mantenía estática, flotando burlona frente a él; en lugar de expandirse formando un escudo. El sudor le empañaba la vista y rabioso, imprimió más fuerza. Los movimientos desprendían una furia desesperada y, pese a todos sus esfuerzos la esfera desapareció.

― ¡Mierda!― El Elegido tiró la varita y esta repiqueteó rodando hasta los pies de su maestro que, tras pararla con el zapato, la levitó hasta su mano.― ¿A qué esperas? Lanza ya el maldito Cruciatus, oblígame a recordar la muerte de mis padres, de Sirius, de Cedric, o lo que sea ... tienes repertorio variado para joderme la existencia― mientras hablaba, se desbarataba el pelo con tanta furia que casi se lo arranca.

Ian lo miró aburrido. Él sabía que las palabras seguras del gryffindor eran pura fachada. En realidad, leía en su cabeza los ruegos de su aprendiz. Prácticamente suplicaba que no lo enviara de nuevo a sus recuerdos.

Ian se acercó a él y le tendió la varita.

― "A pesar de que no es correcto atribuirle un color ...

― "A pesar de que no es correcto atribuirle un color a la magia, la mayoría de la teoría mágica subdivide las magias para un mejor estudio, comprensión y catalogación. Desde este punto de vista, podríamos llamar "magia blanca" ―Harry entrecomilló con los dedos― a aquella que se produce por el conjunto de sentimientos, emociones, anhelos, alicientes, etc positivos como el deseo de protección, el cariño, el amor, la alegría, ..." ― chasqueó la lengua obviando el resto. ― Sí, te escucho cuando hablas y aunque no te lo creas, también sé leer. Si no fuera porque seguramente tienes mejores cosas que hacer pensaría que intentas sabotearme con tus "técnicas de motivación". Es imposible encontrar sentimientos positivos viendo asesinatos.

―Otra vez.― ordenó Ian de un siseo. Con el ceño fruncido El Elegido cogió la varita de un manotazo veloz.

― ¿Para qué? No sé el tiempo que llevo intentándolo, pero no funciona, y recordarme mi vida de mierda tampoco. A lo mejor sería más fácil si dejaras de castigarme.

― Si aún no has entendido por qué lo hago, significa que no eres demasiado inteligente; y si no lo eres, no merece la pena explicar a un ignorante

Por un momento, el aprendiz apretó los labios, pero al final suspiró resignado.

―Creo que tampoco lo conseguiría sin que lo hicieras. Lo positivo... por Merlín ... no lo encuentro. Todo está ... contaminado― dijo restregándose la cara cansado―. No avanzo en "magia blanca" y apenas queda tiempo ... quizás deberíamos ...

―No voy a enseñarte magia negra ―objetó Ian. Harry resopló cansado de su maldita legeremancia―. No voy a enseñarte magia negra... aún ―matizó su tutor―. Cada paso por el camino de la superación tiene su momento. Solo los locos, o los estúpidos, suben escalones sin afianzar antes el pie y así tienen lugar las grandes caídas ¿Qué eres tú?¿Un loco o un estúpido, mi querido aprendiz? ―preguntó mirando el reloj.

―¿Que qué soy? Un estúpido. Vivo aguantando a un extraño que me habla sin decir nada. Igual que Dumbledore ― el ultimo nombre sonó a un escupitajo en la boca del Elegido―. Y no hablemos de tu "técnicas de motivación". No ayudan, y encima retrasan mi progreso.

Con la cabeza aún dirigida las manecillas, Ian alzó los ojos hacia él. Sus ojos eran vacíos de brillo o expresión.  Un escalofrío recorrió la espalda de Harry.

― Bueno, has fallado y ... no creo que el viejo Dumbledore estuviera de acuerdo con esto.

Harry gritó. Agarrándose la cabeza con las manos corría por el laberinto junto a Cedric. La Copa, un cementerio, confusión, el verde, la noche, el cádaver, pánico, el hueso, la carne, rabia, la sangre, desesperación, y ... la resurrección. Por designio de Ian veía el regreso de Voldemort en el cementerio de pequeño Hanglenton. Las pulsaciones se aceleraron hasta que se le desvanecieron las piernas y cayó.

Los gritos hacían eco en la mazmorra 

―Silencius― Conjuró Ian en dirección a su aprendiz. 

El gryffindor gritaba en silencio mientras Ian lo observaba retorcerse.

 Al principio era rídículo que Potter se desmayara ante sus propios recuerdos. La primera vez que le mostró el asesinato de sus padres el chico cayó inconsciente por el shock emocional. Y, tras despertar, estuvo vomitando y temblando durante horas. También lloraba, pero a Ian no le importó. No había tiempo para la compasión, por lo que Potter siguió entrenando entre lágrimas.

El chico también se desmayó la segunda vez, con la muerte de Black; e Ian ya se estaba cansando. Así que, castigo tras castigo, muerte tras muerte, recuerdo tras recuerdo, el chico ya no se desmayaba.

Eso fue bueno. Lo malo era el descontrol mágico. Como un incendio salvaje, la magia del elegido se desbocaba. Los objetos volaban, explotaban, duplicaban, transformaban, ... y Potter no podía controlarse. Esa reacción era algo más divertida, pero no era la que Ian buscaba, así que no mostró misericordia. Sonreía e incrementaba la intensidad de las emociones hasta desgastarlo. Después levantaba al Elegido de un "enervate" y lo obligaba a seguir entrenando.

Después de la fase de despliegue mágico, el chico pasó a los vómitos, la súplicas, el temblor y el llanto.

Y al odio.

Ian sabía que Potter lo odiaba ¿Y qué? Le complacía que el chico fuera capaz de tener ese sentimiento tan puro. Este podría ser muy útil en el futuro. De hecho, el odio era origen de sus sueños y estos le dieron la excusa perfecta para acelerar el ritmo de la lección. Tres horas de Cruciatus y torturas mentales. Tres horas que se repetían por cada noche que el chico lo asesinaba en sus fantasías. No fue muy difícil para Potter relacionar la acción con la reacción. Acción: "me asesinas en sueños". Reacción: "te torturo tres horas". Gracias a esos sueños el joven Potter ahora solo gritaba, temblaba y el ordenaba que parase. Algo era algo.

El maestro bajó la vista hacia el reloj. Frente a el, Harry se levantaba del suelo con los hombros tensos y la garganta rasposa como si hubiera comido lijas. Su mandíbula apretada demostraba determinación cuando intentó de nuevo el sortilegio. El escudo no salió y el tutor miró a Harry, impasible.

Llevaban ocho horas intentándolo y se tirarían unas cuantas más. Las necesarias para que saliera el escudo; semanas para la magia blanca, si fuera necesario o meses, para que Potter aprendiera la segunda lección que intentaba enseñarle. Cuanto antes la aprendiera, antes se acabarían las torturas.

No le extrañaba que su tutelado se atascara en la "magia blanca", Ian ya se lo esperaba. Es lo que tienen las vidas de mierda: toneladas de destructiva oscuridad aplastan y emponzoñan toda mota positiva de luz. Por suerte o por desgracia, Ian conocía a Potter tanto como a sí mismo. Así que, sabiendo que esto pasaría, se reservó un pequeño "as blanco" bajo la manga. No era gran cosa, pero serviría para iniciar los avances en la magia blanca principiante.

Porque, aparte de su amistad con J.C., había muchos otros motivos por los que Ian hizo que Katherine Mattews fuera a ese local en concreto.

― Piensa en este verano.

Potter cambió el gesto de súbito. Los ojos le relucieron y sus hombros se relajaron al recordar a la hija de Roger, "El Viudo". Frente a él, Ian se relamió de satisfacción. En el siguiente intento, el sortilegio de protección no salió perfecto, pero lo suficientemente bien para demostrar que el Elegido ya iba encontrando el camino.

― Otra vez― Propuso el gryffindor limpiándose el sudor. El maestro guardó silencio, lo que Harry se tomó como un sí.

Su tiempo con Katherine quizás fuera lo más positivo que albergaba. El disgusto por lo que pudo ser no fue, no suponía algo tan malo en comparación a las responsabilidades, la culpabilidad y las muertes. No era suficiente para solapar todo lo bueno que sintió con ella. El orbe, dorado como los ojos de Katherine, le recordaba a su mirada reluciendo bajo las luces de la discoteca.

Harry siguió intentándolo hasta que pudo aplacar todo lo negativo. La despedida repentina, la imposibilidad de volverla a ver, ese beso que nunca ocurrió, ... quedó desterrado. Solo quedó seguridad, calidez, ternura y sonrisas.

No paró hasta que el escudo salió perfecto. Hasta que la pared dorada y reluciente lo envolvió brillando a su alrededor entre luces blanquecinas.

―Bien. Ya me has aburrido bastante por hoy.― Para Ian eso era una despedida, así que Harry asintió y salió de la mazmorra a toda prisa. Estaba decidido a darse una ducha. Pero, eso en segundo lugar; porque lo primero, era perder a Ian de vista.

Andando por los pasillos del Palacio de Gryffindor no se planteaba sentir curiosidad ni fascinación por sus posibles secretos. Por el camino hacia su habitación solo le engullía una idea: seguir progresando. No debía parar.

No importaba el día que era, ni la hora, porque independientemente del tiempo, no habría momento de recreo. Porque la guerra era un partido, que su equipo iba perdiendo. El entrenamiento era su descanso.

Ya dentro de la habitación, el aroma al bosque de la ventana abierta y las sábanas limpias de la cama mullida le dieron la bienvenida proponiéndole un descanso, pero Harry las ignoró.

Fue directo al baño, donde el chapoteo del agua caliente lo relajaba mientras se llenaba la bañera. Paseaba la mano por las ondas de vapor de la tina turmalina, deleitándose con las motas de agua que se condensaban sobre su piel ylLa ropa impregnada de sudor quedó a un lado, tras sumergirse entre las burbujas.

Rodeado de paredes blancas, detalles en dorado y suelos de madera roja, Harry se dejó limpiar. Solo lo haría el cuerpo, para la mente necesitaría mucho más que un baño. Solo esos diez minutos de burbujas, era toda la relajación que podía permitirse al día.

Apenas dormía porque con Ian no había cuartel. O rendías, o morías y él estaba dispuesto a vivir. No necesitaba la misericordia, debía ser fuerte.

"Se fuerte. Se fuerte y sonríe"

Desde que veía sus muertes todos los días, esas palabras a veces lo visitaban en sueños de susurros cálidos, como una letanía anónima de la oscuridad.

Sería fuerte y acabara todo bien o mal, vivo o muerto ... sonreiría. Porque sería libre.

La libertad. Sobrevivir para disfrutarla era la razón por la que se levantaba cada mañana: una vida suya. Algo tan simple al alcance de cualquiera y una meta inalcanzable para él. Si quería superar su destino debía estar preparado y eso no sería fácil. Acabar con Voldemort suponía ganar una guerra. Deshacerse de Dumbledore sería empezar otra.

Harry metió la cabeza bajo el agua y salió. Las gotas que le caían del pelo hacían surcos en la espuma mientras, mirando el techo, el Elegido se perdía entre sus brocados dorados.

En la escuela muggle llamaban guerra al "conflicto o lucha armada entre dos bandos".

Una definición correcta, sí. Pero incompleta. Esas palabras no decían nada sobre sangre, cadáveres, armas, riesgo, estrategia, poder, ... Harry vivió todo eso en la Batalla del Bosque de Dean, y sabía que aquello solo era una pequeña parte de lo que le esperaba, sin embargo, ya le creó un verdadero dilema: ¿Había que matar para ganar?

El año pasado hubiera dicho "No" sin pensarlo. Ahora ... ya no estaba tan seguro.

Cuando se encontró solo en aquel bosque, creyó que había llegado su hora. Mortifagos, vampiros y dementores se le abalanzaron como perros guardianes a la caza de un ladrón y Harry siguió el instinto de toda aquella persona que se ve en peligro. Huyó. Corrió y se subió a la parte alta de unos árboles,aunque sabía que no serviría de mucho. Los dementores no se guiaban por los ojos.

Intentó desaparecerse pero no pudo, por lo que aopenas pudo contener un grito de rabia. El maldito Ian habría puesto un campo antiaparición. Bajo la capucha vio como lo buscaban y tres dementores venían directos hacia él. Mierda.

Conjuró su Patronus y saltó. Lucharía. Ya se había enfrentado a Voldemort, si esta vez moría, sería peleando.

Minutos después ya había desmayado, desarmado, petrificado, golpeado, cortado y cientos de cosas más a decenas de enemigos mientras su Patronus lo protegía de los dementores.

Fue extraño. Muchas otras veces se había vió a un instante de la muerte, sin embargo, en ninguna de ellas se sintió tan en la cima de la vida como en aquel momento.

El fulgor de la batalla, el aliento de vida inspirado tras esquivar una maldición, el gozo al rasgar la cara de un vampiro, el sonido de su espada, su centelleo en el bosque... Esas sensaciones, más y más fuertes a cada segundo, le dejaron clara una cosa. Amaba la pelea.

Le sangraba el abdomen, el muslo y la espalda. El brazo izquierdo tenía los huesos triturados, pero no le importaba. A Harry le cegaba el esplendor de la lucha. Su cuerpo se movía por instinto en una danza coordinada, donde cada extremidad bailaba en consonancia con las demás. Solo existía él, las espadas, su varita y los enemigos. Nada más.

El corazón le bombeaba euforia, todo lo contrario que su raciocinio; el cual se preguntaba si podría seguir a ese ritmo. No existía el cansancio, pero sí un límite físico y la situación no mejoraba. Las heridas pasarían factura, y no tenía descanso para de regenerarlas todas.

Desde el principio no había querido causar ninguna muerte y estaba claro que ese era el problema. Ahí, en un tornado de acción Harry, se encontraba en un callejón sin salida.

¿Debía aferrarse a unos valores que, aunque nobles, le llevarían a la muerte? ¿O matar, y así vivir para luchar otro día?

En el caso de que mataran a Harry esa noche: la guerra estaría perdida. Estaría muerto, pero con la conciencia y el alma limpias. Si era él quien mataba: tendría más posibilidades de salvarse, de vivir, pero con el alma y la conciencia sucias.

¿Merecía la pena morir? ¿Merecía la pena vivir? ¿Qué quería? Quería una vida suya. Y para conseguirla debía acabar con Voldemort y librarse de Dumbledore. Solo después sería libre.

¿Debía dejarse matar sin conseguir su propia vida? ¿Sin haber vivido para sí mismo? No. Si eliminar a Voldemort suponía sacrificar su alma ... que así fuera. Su conciencia no valía ni la décima parte que la muerte del asesino de sus padres.

Con una nueva perspectiva de la vida Harry fue a matar y a vivir al mismo tiempo. Los mortífagos hicieron su elección y él había hecho la suya. Ese era el momento de las consecuencias.

El cambio fue brutal. Con cada movimiento, la espada se cobraba al menos una vida. A cada muerte se hacía más fácil la siguiente. Los enemigos notaron ese cambio de actitud y atacaban con más cuidado. No obstante, el resultado fue el mismo.

El problema era la inconsciencia. El mareo y la pérdida de sangre eran peor que los enemigos que lo rodeaban. Si se desmayaba el Patronus desaparecería, y los dementores, gustosos juguetearían con él. Después, de un beso, le arrancarían el alma.

Tenía que acabar ya. No había lanzado el hechizo antes porque temía no estar preparado, pero no quedaban opciones. Entonces, se concentró. Lo lanzó. Funcionó. Y observó.

Que fueran ellos los que hicieran el resto del trabajo le creó cierta ... satisfacción. El hechizo no era exactamente de magia negra; sino de magia ... cuestionable, más bien. Casi de nivel maestro.

Al terminar, notó que la presión del aire cedía y supo que el campo antiaparición ya no estaba. Por fin podía desaparecerse y, girando la capa con orgullo, lo hizo. Harry no había salido ileso, aún así todas las heridas merecieron la pena.

Ya en la habitación el Elegido se colocaba una túnica pensando lo que hizo en aquella batalla.

Harry había matado. En su fuero interno, quería pensar que lo hizo por culpa del estado "Basique". Que arrebató vidas debido a ese "empujoncito de estricta racionalidad" que, por lo que experimentó, elevaba el nivel de concentración y fría lógica hasta un punto casi enfermizo. Pero, por otro lado, fue él quien blandió la espada. Él asesinó a mortífagos. Esas acciones eran suyas. Y eso, no había estado mágico ni ojos morados que lo justificara.

¿Quién era Harry para decidir que alguien merecía morir? Tal como dijo Ian, ningún mortífago pensó en sus circunstancias antes de lanzarle una maldición asesina, cierto. Pero ese argumento le parecía insuficiente, porque Harry si pensaba en las razones de ellos. Quizás fueran diferentes eventualidades las que ponían a cada mago o bruja en los diferentes bandos ¿Quién era él para decidir que todos eran iguales? Si los mortífagos atacaran el mundo muggle y la gente no-mágica tomara represalias... ¿Estaría bien que pagara toda la comunidad mágica sin distinción? ¿Deberían pagar los justos magos por pecadores mortífagos?

El Elegido no encontró respuesta al dilema mientras abría el libro. Apoyado sobre el cabecero de la cama, los volúmenes de "magia blanca" esperaban por él sobre la enorme mesa de roble que utilizaba como escritorio.

El viento del bosque entraba por el ventanal moviendo las cortinas. Sus bordes dorados rozaban el cuadro de Godric Gryffindor como si quisieran hacerle cosquillas.

Harry ignoró el viento, el cuadro y los libros. Sólo había una cosa que le importara más que enfrentar su destino. Algo por lo que estaba dispuesto a arriesgarlo todo, incluso su vida: Sirius.

Las torturas de Ian hicieron sangrar en Harry la herida abierta de su pérdida. Verlo caer tras el Velo, una y otra, y otra vez con la desquiciada risa de Bellatrix de fondo, lo llenaba de rabia. Viscosa y candente.

Por eso, justo despues de terminar el primer día en el Palacio le preguntó a Dobby si había biblioteca. Y por supuesto que la había.

Le escocían los ojos hinchados, le picaba su nariz moqueante, sentía el regusto amargo de las náuseas y los recuerdos todavía le provocaban los espasmos que le tambaleaban cada paso. Sudor frío, dolor en la garganta rajada,... nada de eso fue suficiente para impedirle que empujara las puertas de la biblioteca. El chirrido de las bisagras fue tan fuerte como su determinación. Harry quería salvar a su padrino.

Ante él, miles de tomos se acumulaban en estanterías alargadas. Recopilados por siglos, supervivientes a guerras y rebeliones, conocimientos escondidos reposaban ajenos al tiempo, esperando ser descubiertos.


Harry pasaba allí todo el tiempo que podía, devorando todo libro que pudiera. En la Biblioteca siempre había luz. Sus techos, tan altos como una atalaya, eran de cristal; igual que los espejos colocados en puntos estratégicos de unas escaleras en espiral. Gracias a ellos, la luz se reflectaba sobre las estanterías, mesas y butacas que relucían doradas por el día o plateadas en la noche.

Harry paseó durante horas. Buscaba todos los libros que pudieran decir algo sobre el Arco de la Muerte y, para su decepción, no encontró gran cosa. La mayoría de textos se referían a los arcos para disparar flechas. El único que encontró, parecía más un libro de leyendas y cuentos mágicos que una investigación seria. Ni siquiera se podía considerar de historia.

"Tras la gran migración mágica el paradero tras el espejismo era muy importante que fuera desconocido. Metales, herramientas, telas y plantas de ciertas propiedades solo podían obtenerse fuera de sus límites; por ello, los más sabios se reunieron y discutieron durante mucho tiempo. Después de 20 horas, la solución propuesta al designado fue la de utilizar arcos, así atravesarían la ilusión para de comunicarse con comerciantes de confianza que ya habían escogido.

Las gentes estaban felices y viroteaban dichosas porque se había encontrado una solución a la escasez de ..."

― ¡Mierda! ¡Solución a la escasez de mierda!― El libro se estampó contra el cuadro de Gryffindor, cayendo sordo y desbaratado sobre el suelo.

Desde la cama, el Elegido masajeaba el puente de su nariz deseando desintegrar el tomo con la vista. "Arqueados de leyenda" era mierda de dragón pura y bien encuadernada. No tenía ningún sentido. Todo eran pequeñas historietas para niños, tan simples y metafóricas que o estaban mal traducidas o el autor lo escribió tras una sobredosis de setas.

Resopló resfregándose la cara. Si seguía leyéndolo era porque, para colmo, era el único que parecía hablar del tema. A pesar de que hablara de arcos y flechas enviando mensajes a través de ilusiones.

―La frustración es el sentimiento humano que menos ayuda a quienes aqueja, estimado Heredero.

Harry alzó la vista ante una voz desconocida.

En la lejana pared de enfrente, un mago medieval pintado a tamaño real se bajaba de un león sin movimiento. Una vez se apeó los ropajes, el peto, el codal y el guantalete, a paso solemne se acercaba al límite del marco. La capa roja ondeaba tras él por un viento inexistente.

La cama crujió levemente cuando el Elegido saltó. El suelo el mármol parecía mantequilla derretida bajo los zapatos de Harry mientras andaba hacia el cuadro. En él, orgulloso y con salvaje cabello cobrizo, Godric Gryffindor le saludaba con una reverencia.

Cada capítulo escrito lleva detrás tiempo, esfuerzo y quebraderos de cabeza así que:

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Si has votado, comentado o lo que sea te regalo un gran abrazo y te contestaré en cuanto pueda. Gracias de verdad por hacermelo saber y reconocer todo lo que escribir conlleva. Muaaks!

Como ganadora del Primer puesto en el Campeonato de pociones del Team_Potterhead y; por los premios a mejor trama y personajes más fieles me hicieron estas entrevistas. 

Entra en ellas si deseas saber más cositas de esta historia. ;3

Entrevista al Primer puesto en la categoría Felix Felicis (época de Harry Potter): https://www.wattpad.com/446939045-el-profeta-entrevista-a-la-ganadora-del-primer

Entrevista al premio como Mejor Trama y la Más Fiel a los Personajes de J.K.  https://www.wattpad.com/446933878-el-profeta-entrevista-a-la-ganadora-de-mejor-trama

Te desea siempre una buena lectura 






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