Capítulo 2

¿Paciencia, qué es? ¿Se come?

Laurent

Si confieso ahora mismo que no tuve la mejor de las ideas. Traigo conmigo a todos mis hijos, me dirijo al hotel con semejante familia y lo peor es que no puedo dejarlos solos. Es mi responsabilidad por ahora mantenerlos cerca y vigilarlos cosa que no puedo hacer si los encierro en casa. Lamentablemente tengo que trabajar, debo cocinar unos platillos importantes el día de hoy para comensales de gran nivel. Jamás esperé que me fuera a pasar esto justo hoy.

El humor que traen se los encargo. No quieren hablarme, menos mirarme, han ignorado cada conversación que les he tratado de sacar a excepción de Oliver quien me cuenta hasta la cosa más mínima. Me hace pensar que es el único feliz de verme. Yo los extrañaba, muchísimo y me apena no poder haberlos visto de otra manera. Están dolidos y comprendo aquello.

—Kiara —levantó la mirada—, no molestes a tu hermano ¿sí?

—¿No puedo? —preguntó desafiante—, claro que sí, no eres quien para decirme lo que tengo que hacer.

—La apoyo, desapareciste años y ahora vienes a dar la cara de padre —Nicolas gruñó y me molestaron esos comentarios cargados de verdad.

—Yo no obligué a su madre a dejarlos conmigo —puntualicé a pesar de ser un tema delicado—. Estoy igual de sorprendido que ustedes así que les pido que se comporten y no me traten como cualquiera porque no lo soy. Pueden estar muy enojados conmigo, pero sigo siendo su padre y si desde ahora en adelante me toca cuidarlos, lo haré. ¿Saben por qué? Son mis hijos, a quienes siempre quise proteger y me arrebataron la oportunidad. Ahora que la vuelvo a tener no la desaprovecharé.

—Pero tú te fuiste y...

—Ya habrá tiempo para explicarles lo sucedido, Ander —hubo un silencio incómodo—, y que no se les olvide que los amo.

—Vaya amor —Nicolas pateó el piso del auto y elevé una ceja.

—Basta.

Si supieran cuantas veces llegué a mi nueva casa con un vacío en el pecho, llorando y con unas copas demás. Era un dolor que me traspasaba el alma y sin poder sacarlo de ninguna manera. Las veces que los extrañé, que deseé estar con ellos en sus cumpleaños, en fechas importantes. Esos días que anhelaba ver sus caras, preguntarles lo que estaban haciendo, si se sentían bien. Pero claro, es imposible que lo sepan y me ven como el malo de la historia, un villano.

Quisiera decirles todo, confesarles hasta el último sentimiento, pero tampoco quiero ensuciar la imagen de su madre, se los diré en su debido momento, al igual que a Oliver solo que con palabras distintas porque sigue siendo un nene.

—Iremos a mi trabajo —comenzaron a susurrar—, y se van a comportar. No puedo confiar en nadie para que los cuide y mucho menos dejarlos en casa.

—Hubiera preferido la segunda opción —alegó el mayor.

—Pues no será así —suspiré conduciendo por la carretera.

No nos tardamos en llegar al gran hotel. Salimos todo del auto en dirección a recepción y la cara de una de las trabajadoras fue un real poema. Tosió apenas nos divisó y se levantó de inmediato para saludarnos.

—Buen día señor Harrison, ¿Cómo se encuentra el día de hoy? —nos sonrió—. Veo que trae compañía, un gusto también.

—Gracias, estoy muy bien Grace, ¿y usted?

—Bien también, gracias por preguntar —se sentó y miró unos papeles—. La chef Claudia lo ha estado buscando, me pidió que le informara que el menú principal ya está siendo preparado y que los comensales llegarán a partir de las once.

—Perfecto, ahora mismo la voy a buscar. Se lo agradezco —me volteé para ver a mis hijos—. ¿Vamos? Saluden antes.

—Hola señorita Grace —dijeron los tres al unísono menos el mayor con quien tendré una seria conversación acerca del respeto.

—Nicolas —me quedó mirando enojado—, saluda.

—Papá —gruñó.

—Señor Harrison no es neces...

Le hice una señal con la mano asintiendo y pidiéndole perdón con un gesto.

—No te lo repetiré otra vez —se notó el ambiente tenso cuando se forzó a hablar.

—Hola —dijo apenas.

—Nos retiramos Grace, me avisa si llegan otros invitados ¿de acuerdo?

—Si, no se preocupe —se despidió y dio una gran sonrisa al ver al menor quién no paraba de mover la manito diciéndole adiós.

—Oliver creo que entendió —lo molestó Ander.

—Si mi niño, lo hizo —di una carcajada—. Caminemos, que debemos llegar cerca de la cocina.

No planeo dejarlos en medio del personal, debería dejarlos en un espacio adecuado para evitar peligros y accidentes innecesarios. Sus caras eran dignas de un berrinche, iban super afligidos y molestos lo cual pude entender en su totalidad. Las personas nos miraban con curiosidad. Frenamos apenas vi a Claudia pasar.

—Wow, Laurent... ¿que? —no terminó su frase al verme con una mueca en el rostro.

—Lo sé, no es un lugar apropiado para niños, es una bendita cocina —me regañé mentalmente—, no sé dónde dejarlos...

—Tranquilo yo te cubro —Claudia me alivió un poco y le agradecí con la mirada.

—Muy bien, se quedarán en la mesa de allá, quietos sin mover ningún músculo ¿comprendieron? —sus caras largas se notaban a kilómetros—, y cuiden a su hermanito.

—No quiero sentarme tres horas allí —dijo Kiara.

—Mi oficina está arriba y créanme que es muy aburrida como para dejarlos allí. Mejor disfruten de un postre que les voy a traer y esperan a que papá salga de trabajar.

—Capichi —bromeó Ander.

—Debo ir a cocinar ¿sí? Cualquier cosa le hablan a mi secretaria, está en el siguiente pasillo. No salgan de aquí y menos se acerquen al comedor ¿bueno? ¿entendieron?

—Si...

Estaba por irme cuando sentí un tirón en mi camisa y era Oliver. Su puchero era grande, con sus ojitos cargados de lágrimas. Me dolió el corazón tener que ver como intentaba calmarse solito.

—Papi —su labio tembló.

—¿Si mi vida? —me agaché a su altura—, ¿Qué le pasa a mi príncipe?

—¡Bwaa, no me dejes aquí! —elevé las cejas al ver como lloraba con sentimiento—, ¡Quédate!

—Está mimoso, quiere su siesta —anunció su hermana—, está acostumbrado a tenerla a estas horas.

¿Cómo no lo pensé antes? Me regañé mentalmente. No puedo acostarlo en estos momentos, no tengo donde, a menos que sea en una de las habitaciones del hotel, pero sería demasiado arriesgado dejarlos bajo sus propias reglas, tampoco tengo niñera.

—Shh, tranquilo —lo abracé—. Estoy aquí, Oliver.

—¿Podemos jugar? —sorbió su nariz—, traje mis carritos de juguetes, están en mi mochila... ¿quieres papi?

—Estoy un poco... —no pude decirle ocupado ya que se pondría a llorar—, venga. Vale, solo un par de minutos ¿sí?

—Tomate el día, Laurent —oí a mi amiga desde lejos—, se ve que estas bastante ocupado.

—No puedo, es muy importante que todo salga bien hoy, ¿habrá alguien disponible?

—Me parece que Camila. La llamaré.

—¡Eres una genia! —dije casi gritando—, te las pagaré, lo prometo.

—Mas te vale que sea una buena cena —sonrió y salió a buscar a mi mejor empleada.

La verdad es que no tardaron mucho, me ofrecieron su ayuda y agradecí al universo tener a personas que me apoyaran. Tuve que cambiarme en tiempo récord cuando logré que el menor me soltara para preparar los platillos.

Le conté parte de la historia a Claudia y casi me aniquiló por no haberle dicho antes, dijo que mi chisme era la bomba del año a lo que yo no pude hacer nada más que reír. Hoy tengo la compañía de seis de los mejores chefs de la ciudad, nos demoramos en dejar todo perfecto, mis cortes no tuvieron ninguna equivocación, mucho menos mi sofrito. Las verduras quedaron en su punto exacto, ni hablar de lo jugosa que quedó la carne. Disfruto cada minuto que paso cocinando, es increíble la desconexión que logro al tener mis utensilios a mano y algo que emplatar. Suelo ser prolijo, muy perfeccionista cuando de impresionar a alguien se trata.

Nos avisaron que las personas habían llegado, es una junta de empresarios que piensa invertir en mi hotel y expandirlo aun más. Incluso me atrevo a decir que hay una persona para dar otra estrella Michelin, aunque no solo nos preparamos esta mañana, siempre nos ponemos a prueba, hacemos comida con amor. Es por eso por lo que las personas eligen degustar recetas aquí, nunca he recibido ningún comentario negativo al salir por esas puertas y presentar a quienes hicieron su noche especial.

—¿Todo listo, jefe? —asentí al ver como venían a retirar los platillos.

—Muy buen trabajo, equipo —los felicité—, ahora a esperar lo que digan, pero ya tienen mi aprobación.

—Comenzaremos con los postres —indicó un chef—, especialidad de la casa.

—Me parece, impresiónalos como siempre, Javier.

—Si señor.

Salí de la cocina y fui en busca de mis niños. Todos estaban entretenidos en sus celulares en un rincón, los únicos que tocaron los postres fueron Ander y Oliver, al parecer les sigue gustando el chocolate, sabía que les gustaría el volcán. Lo único malo de aquello es la cantidad de azúcar, el menor no parará hasta que sus pilas se agoten por completo.

—¿Estaba rico? —llegué a su lado—, ¿Qué tal?

—¡Delicioso! —dijo Ander y se calló de inmediato con la mirada de Kiara—, uhm...

—¿Si, hijo? Sabía que les haría ilusión.

—¿Puedo comer otro de estos? —preguntó Oliver.

—Lo lamento pequeño, hay que comer más saludable —le guiñé el ojo—, ¿desayunaron todos, ¿verdad?

Silencio absoluto. Camila optó por retirarse y le di sus respectivos agradecimientos.

—¿Chicos? ¿Es una broma? ¿Por qué razón no me dijeron que no habían comido nada? —dije un tanto molesto—. Respóndanme.

—Pues no queríamos y ya —mi hija cerró los ojos y dejó su cabeza hacia atrás en el sillón.

—A mi despacho —los cuatro sintieron curiosidad—, pediré que les traigan un par de tostadas. Arriba, los acompaño.

—Me quedo.

—Jovencita, vas a comer —se cruzó de brazos—, te guste o no.

—Pero...

—Nada, pero nada —me obedecieron sin rechistar—, queda en el siguiente piso así que debemos ir al elevador.

—Nos dejaste con un cuidador —se quejó Ander—, no somos bebes.

—Se comportan como unos de vez en cuando —me sinceré—. ¿O me equivoco?

—Que se acostumbre si es el papá del año —Nicolas apretó los puños—, después de tanto tiempo sale a la luz.

—¿Grace? —la recepcionista me prestó atención—, ¿Puedes cuidarme a los tres y llevarlos a mi despacho? Subo en cinco minutos, necesito conversar con mi hijo.

—Si señor, por supuesto —salió de su puesto y tomé del brazo al mayor para salir con él hacia el patio a pesar de sus protestas.

—¿Para que me llevas? Joder —forcejeó.

No le dije nada hasta poder sentarme en algún lugar a conversar unas breves palabras con él. Tenemos una relación más que complicada diría yo. Para mí es realmente triste tener que oír esas frases cargadas de odio.

—¡Suéltame, Laurent! —respiré, juro que lo hice—, ¡No tienes el puto derecho de sacarme así!

—Soy tu padre —le recordé—, por si se te ha olvidado. Y si, lo tengo, ya es suficiente de aquellos comentario echándome la culpa de algo que no pedí. No tengo por qué darle explicaciones a mi hijo de mi vida privada y mi matrimonio pasado, sin embargo, aquí me tienes intentando conversar contigo de aquello.

—No quiero oírte.

—Vas a tener que hacerlo porque aquí hay una figura de autoridad, Nicolas Harrison y te lo repito, existe el respeto.

—¡Tú eres el culpable porque ella nos dejara aquí! —me gritó sin vergüenza—, ¡Nos abandonaron, nos dejaron completamente solos! ¡Ella...! —se le quebró la voz.

—Estoy aquí, Nicolas. No están solos, tienen a su papá —lo miré directo a los ojos—. Siempre me tendrán a mí.

—¿Y como sabemos que no harás lo mismo que ella? ¿Cómo, si ya nos dejaste una vez? —dios, como dolió su afirmación.

Tuve que recomponerme un segundo para no demostrarle lo afectado que me dejaron sus palabras.

—Me obligaron a alejarme —se lo confesé mientras las lágrimas se le resbalaban del rostro—, su madre pensó que era lo mejor, después de nuestro divorcio me forzó a mentir y eran pequeños, no podía romperles el corazón...

—Pero lo hiciste, te esperamos en esa maldita puerta cada viernes...

—Hijo...

—Cada puto día preguntando por ti, por qué no recibíamos una misera llamada —dijo con rabia—, de preguntarnos si...

—También sufrí, al igual que me pregunté cada día de mi vida como estaban ustedes —se limpió una lagrima—, pero entiéndeme, Nicolas, no pude. Se encargaron de quitarme de raíz de sus vidas y yo no pude pelear ante la justicia, Oliver era apenas un bebé y yo no tenía el sustento económico suficiente para llevarlos a todos.

—¿Y ahora? ¿Por qué apareciste ahora?

—Fue una sorpresa, hasta hoy no me lo esperaba. Me llamó su madre con una supuesta noticia y me dejó los papeles de tutor, no pensaba abandonarlos y que los llevaran a un centro de menores ¿entiendes? Son mis hijos, me arrepiento cada segundo de mi vida no haberlos traído conmigo a este país.

—¿De verdad no lo sabias? —negué con la cabeza—, ¿Sabes la razón por la que nos dejó? No hicimos nada malo, siempre intentamos ser buenos hijos... —lloró con fuerza.

—Nicolas, lo sé —apoyé mis manos en sus brazos—. Son los mejores niños que alguien podría tener, y lamento tanto que tuvieran que pasar por esto... si pudiera devolver el tiempo...

—Puedes decirme la razón... hazlo.

—Su pareja... —no pude pronunciar las otras palabras, ¿Cómo rayos le decía que él "no los quería"? me estaría refiriendo a mis bebés como una simple cosa, y me da un coraje impresionante imaginarlo.

—¿Fue por ese jodido imbécil? —se limpió el rostro por segunda vez—, ¡Por él!

Lo abracé, dejé que soltara todo lo que tenia retenido, aquella angustia que percibía desde que salimos del aeropuerto. Pasamos un buen rato sin decir nada, solo haciéndole mimos en la cabeza y en la espalda. Le susurré varias cosas como si fuera un niño chiquito, algo parecido a "Vales mucho", "Nunca dudes que no estaré aquí para ti", "No nos van a separar", "No estás solo", "Te protegeré".

—¿Mejor? —asintió sorbiendo su nariz.

—Perdóname por lo que te dije, fui un tonto.

—Está bien, todos cometemos errores. Lo importante de aquello es reconocerlo lo cual te engrandece como persona.

—Intentaré hablar con los demás...

—No te preocupes, yo lo haré. Necesito comunicarles de alguna manera lo que te dije hace un rato ¿mhm? Merecen saber la verdad —le desordené un poco el cabello.

—¿Entraremos?

—Tengo otro tema que tocar contigo —su confusión fue notoria—, ¿recuerdas el saludo que le negaste a Grace?

—Estaba enojado —se intentó justificar.

—No importa, es una clara falta de educación jovencito —lo regañé con suavidad—, vas a tener que pedirle disculpas porque estoy seguro de que desde chiquito no te crié así y tu madre a pesar de todo, tampoco.

—Pero es vergonzoso...

—¿Cómo te hubieras sentido tú? —agachó la cabeza—, ¿Mal, ¿verdad?

—Vale, tienes razón. Lo haré.

—Y soy papá para ti ¿eh? Nada de tutearme —escondió su cabeza en mi pecho—. Tengo a un niño mimoso por aquí ¿no?

—Discúlpame ¿sí? —suspiré dejando un beso en su cabeza—, ¿sabes? Es la primera regañada en años que me han dado...

—¿De verdad?

—Si, nunca nos castigaban o regañaban allá, era ¿libre?

—Uf aquí cambiará muchísimo eso —quiso protestar—, pero sé que son obedientes y no habrá problema con eso ¿ah que no?

—Lo intentaremos.

—Muy bien, eso quería escuchar.

Nos adentramos al hotel nuevamente y llegamos al despacho en donde tenían un juego entre los tres, el pilla arranca. Corrían por todos lados, mi empleada estaba vuelta loca y apenas sintieron mi presencia pararon al instante. Les dejaron la comida tapada en el pequeño comedor apartado de mi escritorio.

—Muy bien chicos, a lavarse las manos. Tienen que probar algún bocado —Nicolas fue el primero en hacerme caso y los tres quedaron con los ojos bien abiertos.

—¿Qué esperan, una invitación? —bromeó el mayor.

—¿Y a este lo cambiaron? —Kiara susurró.

—¿Estas bien hermano, tienes fiebre? ¿o la tendré yo? Creo que estoy alucinando...

—Yo no tengo de eso —Oliver cruzó los brazos—, estoy sanito.

—Lo dices porque te picarían —lo molestó Ander—, miedoso.

—¡Cállate, pesado! ¡Papá, bwaa!

—No aguantas ni una —dijo entre los lloriqueos de su hermano menor.

—Niños... —les advertí—, no peleen.

—Es un bebé, Ander —Kiara acompañó a Oliver—. Y tú también eres un jodido cobarde y ni hablar de llorón.

—Lávate la boca con jabón, estúpida.

—Hey —no pude quedarme en mi asiento—, nada de insultos entre hermanos que de allá los escucho. Tendremos que hablar mucho de la palabra respeto al parecer. Vamos, que se han demorado un buen por discutir.

—¿Puedo encender la televisión? —dijo Nicolas al tomar el control remoto.

—De acuerdo, pero le bajas el volumen.

—Si, sí.

—¿Es necesario comerse todo? —Kiara arrastró los pies devuelta al comedor—, no se ve malo, pero no tengo apetito.

—Con una mitad basta —senté al menor.

—¡Ese eres tú, papi! —Oliver apuntó a la televisión y tenía razón. Las noticias indicaban que me habían visto acompañado y las conclusiones eran múltiples en el matinal.

—Mejor cambiemos de canal.

—¿Soy yo o me veo guapo en esa foto? —Ander sonrió y Kiara no pudo evitar voltear los ojos.

—Que no se note tu egocentrismo.

—Los inscribiré a un colegio —dije sin medir las consecuencias de mi tremenda noticia porque apenas los vi, escupieron el jugo de la impresión—, ¿Pero que...?

—¡Me niego! —mi hija fue la primera en hablar.

—¡Pensé que nos habíamos librado de esa tortura! —Ander colocó una cara de terror.

—Me saldré —Nicolas no alcanzó ni a modular bien.

—¿Colegio? ¡Siii! —Oliver fue el único positivo.

—Varias opiniones tenemos por aquí —me senté a la mesa y saqué las servilletas para que limpiaran el desastre que dejaron—, pero sí. Cada uno va a ir a la escuela, es una obligación y es su responsabilidad. ¿Qué creían? ¿Qué ya no estudiarían?

—Pero...

—Quiero un buen expediente ¿eh? Profesoras particulares les voy a contratar de ser necesario —hablé con la verdad—, no me molestarán un par de notas bajas, pero nada de suspender ¿oyeron? Tendrán tiempo libre para hacer sus deberes como corresponde.

—¿Y nos castigarás si no pasamos?

—Si no le ponen esfuerzo, si Ander —carraspeé—, y no les gustará, se los aseguro.

—¿Qué tan malo pueden ser? ¿El celular por un mes y ya? —Kiara se burló.

—Ojalá no me pongan a prueba —me crucé de brazos—, hablo muy enserio. Y no estará a discusión un cambio del método.

—No es como si nos dejaras en la pared y repartieras un par de palmadas como cuando éramos unos críos —Nicolas carcajeó y al notar que no me reía se quedó casi mudo, blanco como un papel como sus hermanos—, ¿V-verdad?

Di un bocado a una tostada y se formó un silencio espantoso. No les di mas detalles porque todo a su tiempo. Me dediqué a comer en tranquilidad mientras veía otras noticias. Debo ser firme con mis propios hijos ¿de acuerdo? Enseñarles y criarlos de la mejor forma posible porque para mi lo fundamental es el respeto, la disciplina, la responsabilidad. No era estricto con ellos antes de mi divorcio, sin embargo, las cosas cambiaron y yo también.

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