Capítulo 1

Laurent

De por si mi vida es estresante y debo agregarle unos cuantos problemas más. Llevo más de dos horas intentando arreglar un desacuerdo en la cocina de mi hotel, al parecer no llegó el reemplazo de Gaia por lo que alguien más deberá tomar aquel puesto por el momento y todos tienen suficiente trabajo como para agregar más. Tuve que darles un incentivo, alguna cena gratis o un bono que cubriera parte de la molestia, gracias a ello funcionó y pude descansar.

Ha sido un buen día, soy una persona que prefiere concentrarse en las cosas buenas que malas, eso desde el divorcio con quien creía que era el amor de mi vida, absolutamente todo fue diferente, ya no me correspondía ser padre y esposo a la vez, solo era... Laurent. No pude pelear ni siquiera por los derechos de ver a mis hijos en un tribunal, ella simplemente me rogó que saliera de su vida como si nada. Lo acepté por la única razón de no dañar a los niños emocionalmente, no podían seguir viendo las discusiones y me dolió el alma tener que separarme de ellos. Lo que no supe hasta que salí del país fue que quiso quitarles mi apellido, sin embargo, no se lo permitieron, nunca le hice nada malo la verdad, ella fue quien no pudo con la culpa de su infidelidad porque además de eso quedó embarazada fuera del matrimonio.

Tuve que venir a un lugar desconocido, a formar una nueva vida e integrarme con los demás por voluntad propia. Ejercí mi carrera de gastronomía en Toronto, tuve éxito y me enorgullece comentar que el día de hoy soy uno de los chef mas reconocidos a nivel internacional. Tengo tres estrellas Michelin en mi negocio, las cuales le dan significado a una cocina de calidad, la cual vale la pena probar y es el premio más alto que se puede obtener en este ámbito. Las reservaciones para comer en el hotel son muchísimas, tanto así que deben reservar como mínimo un año antes de su visita.

—¿Laurent, terminaste? —preguntó Claudia, una de mis mejores amigas entrando a la cocina.

—Si, apenas guardaba estos utensilios —le comenté dejando las cucharas a un lado—, ¿Te vas a ir a la fiesta de Camille? Me comentó su celebración de cumpleaños, pero ya sabes, por profesionalismo no puedo verme involucrado con una empleada.

—Lo sé, tranquilo, pero si, la mayoría ya está en una de las mejores cafeterías de la ciudad.

—Le envié un pastel —carcajeó—, de disculpas... claro.

—Hubieras ido —colocó una mueca y negué—, pero sé que no necesitas problemas, vale. Yo me debo retirar jefecito.

—Ya Claudia, ve —reí—, mañana temprano en el trabajo todos.

—Si señor —bromeó y me guiñó el ojo antes de irse por la puerta.

Terminé de limpiar lo que me faltaba y arreglé los ultimo papeles de los nuevos empleados que planeo contratar para fin de mes. Con una sonrisa salí del hotel, satisfecho de haber tenido un día aceptable y feliz porque agradezco cada cosa que me pasa sea buena o mala porque saco una experiencia de ello. Las calles de este país son geniales y creo que no pude haber escogido mejor lugar para vivir, tiene todas las comodidades que necesitaba, lo único malo es dejar de estar con mi familia, pero he ido de visita este último tiempo por lo que no se siente tan lejano. Actualmente estoy construyendo mi segunda casa la cual me ha costado mucho sudor y lágrimas, diría que es la tercera, pero no me corresponde ya que aquella fue un regalo para mis padres, con la intención de devolverles todo lo que hicieron por mí.

Recibí una llamada de ellos al mismo tiempo que cruzaba la calle y al estar al otro lado respondí.

—Madre que feliz me hace oírte —sonreí y saludé a una señora que vendía flores—, los tulipanes me persiguen, dile a mi padre que le llevaré unas cuantas semillas para el jardín.

—Cariño mío, gracias —sorbió su nariz—, eres una de las mayores bendiciones que me dio la vida Laurent.

—¿Pensarán lo mismo mis hermanos? —bromeé.

—Aquí están sacándome canas —carcajeé sin problema—, los tengo a todos sentados a la mesa por la comida que te comenté.

—Me hubiera encantado estar ahí, lo sabes.

—Si, para la otra podremos vernos ¿Cómo has estado?

—Bien madre, trabajando la mayor parte del día, estoy un poco cansado —dije moviendo los hombros—, estoy llegando a la casa.

—Laurent debo decirte algo —me puse alerta—, no quiero que te molestes conmigo ni nada por el estilo, pero tuve que hacerlo ¿sí?

—¿De qué hablas? —pregunté nervioso.

—Me llamó Meredith, tu exesposa —un mal sabor en la boca apareció—, y me pidió tu número celular para hablarte de mis nietos.

—¿Qué? ¿Le pasó algo a uno de ellos? —desesperado me tuve que detener—, dímelo por favor.

—Debes calmarte —intentó—, no me dijo nada al respecto, pero quiere hablar contigo, luego me lo dices para no preocuparme.

—Bien, hasta luego. Envíales saludos a todos por allá y diles que no discutan tanto que les saldrán arrugas, sobre todo a Michael.

—Según tu hermano y su experiencia médica es genéticamente imposible —carcajearon por la línea—. Ya hijo mío, te amo. Un abrazo a la distancia.

—Yo igual, adiós —colgué.

No pude quedarme tranquilo, me di un paseo por la ciudad antes de irme a mi hogar y no eran pensamientos muy buenos los que tenía. No tiendo a ser una persona pesimista, todo lo contrario, pero hay momentos en la vida que no te permiten ser positivo. Meredith no tenía mi número porque jamás decidí darle el nuevo, es una persona que me hizo un daño rotundo con su negación a que pudiera estar más tiempo con mis propios hijos y preferí arrancarla de mi vida no teniendo contacto con ella porque debía superarla.

Jamás me esperé que quisiera volver a hablarme, a este punto ya debería tener su nueva familia formada. Al momento en que entré a la sala me llegó un mensaje que decía que quería reunirse conmigo el día de mañana a lo que yo le contesté que ahí estaría y más le valía que fuera rápido porque no quería pasar mas tiempo del necesario con ella. No me juzguen, si fuera por mí la borraría de mi memoria. 

Al día siguiente

Estoy nervioso, como nunca. Me tiemblan las piernas, no pude probar mi desayuno tranquilo y sus llamadas apresurándome me tenían loco. Tuve que conducir alrededor de media hora para poder llegar a una cafetería dentro del aeropuerto lo cual lo encontré sospechoso. No pude adivinar por qué me quería ver, pero si caminé un tanto intranquilo hacia el lugar que habíamos acordado. Tengo un mal presentimiento y sabor en la boca, dudo que sea para decirme algo bueno.

Suspiré al verla esperando y apenas me vio abrió los ojos en grande. Quizás sorprendiéndose de mi apariencia porque en estos años de divorcio trabajé un poco más en mi persona, me metí al gimnasio, adopté una vida más saludable.

—Qué cambio Laurent —pronunció mi nombre y yo solo pude hacer una mueca.

—Hola Meredith —dije incómodo—, ¿Qué era lo urgente que deseabas decirme como para viajar a este país?

—No sueñes tanto que fue por casualidad que vine hasta aquí —no le creí ni una palabra—, al contactarme con tu madre me dijo solo la ciudad y supuse que podríamos vernos.

—No es una agradable cita, pero si, tengo mi vida ahora.

—¿Y eres feliz? —preguntó descolocándome un poco.

—Creo que si —caminé junto a ella dentro de la cafetería—, logré superarte si es lo que te preguntas ¿cómo están los niños?

—Bien, grandes —miré hacia otro lado—, podrías si quiera verme a los ojos, Laurent.

—No tengo rencor hacia ti ¿de acuerdo? Pero me sigue doliendo que quisieras separarlos de mi Meredith. No los veo hace años y aportar económicamente no es ser un padre presente.

—Lamento todo —su voz se quebró—, yo... me consumió la culpa.

—Lo sé.

—Quiero que recuperes el tiempo perdido —susurró y yo levanté una ceja—, de verdad.

—No me querrán ver ni en pintura —dije sarcástico—, tal vez algún día podré sacarlos a comer cuando viaje a Austria.

—Podría ser ahora...

—¿A qué te refieres? —me puse alerta—, ¿están contigo? ¿Dónde?

—Laurent es muy difícil para mí decirte esto, pero... no puedo seguir cuidándolos —confesó y se me escapó una risa.

—Muy buena broma —me levanté de ese asiento—, ahora deja de jugar conmigo porque no volveré a permitirlo. Nos vemos, Meredith.

—¡Espera! ¡Laurent, por favor! —me siguió e intentó detenerme.

—¿Qué quieres?

—Que me escuches —dijo desesperada—, yo amo a mis hijos, pero son muchos Laurent. No puedo con tanto yo sola.

—¿Y ahora te das cuenta? Por favor —resoplé—, si quieres que vuelva a la vida de ellos no hay problema ¿sí? De eso no te preocupes. Podríamos acordar un par de visitas y así se acostumbran.

—Ese es el problema —sus ojos se cristalizaron—, no quiero que solo vuelvas Laurent, necesito que tú los cuides.

—¿Que vivan conmigo? —me sorprendió—. No. No puedo cuidar niños, menos con mi trabajo. Olvídalo.

—No tengo a nadie más con quien dejarlos —su voz tembló y me asusté por ella.

—¿Qué no me estás diciendo? —me cuestioné absolutamente todo. Es muy extraño esto.

—Mi actual pareja... no los quiere —confesó y una molestia inmensa se me vino encima—, simplemente necesito alejarlos un poco hasta hacerle entender que...

—¿Es una maldita broma Meredith? ¿Alejar a tus hijos por un extraño?

—No te debo más explicaciones Laurent, eres su jodido padre y espero que los aceptes.

—No los dejaré conmigo un par de meses y después dejar que te los lleves —puntualicé—. No puedo.

—Entonces firma la custodia —quedé helado—, te la cederé ¿sí? Pero prométeme que harás cualquier cosa por ellos, que los cuidarás como yo siempre lo he hecho.

—No te entiendo Meredith, eres su madre...

—Pero también quiero formar mi vida. Perdóname, pero nunca planeé tener cinco niños y ser una ama de casa.

—Debiste pensar antes de tenerlos, no ahora que están grandes y saben lo que haces.

—No me arrepiento de nada, pero necesito un respiro ¿sí? Vivir como yo quiera.

—Eso es ser una mala madre.

—Si —lo aceptó—, lo sé. Y también soy consciente de que no me perdonarán esto. Pero diles que son unas vacaciones...

—¿Y les miento? Sería mejor decirles que su madre se aburrió de tenerlos en su vida y que ama tanto a su pareja que no le importa tener que abandonarlos.

—Laurent... —sacó una carpeta de su bolso—, me duele más que me digas esas verdades en mi cara y espero que el universo pueda perdonarme por hacer todo esto. Y si, lo amo, haría cualquier cosa por mi futuro esposo.

—Lástima que ese "cualquier cosa" sea dejar a tus propios hijos. No te preocupes que estarán bien conmigo —dije furioso—, ¿dónde debo firmar?

—Acá —se cruzó de brazos y lo hice. Firmé y legalizamos el cambio de tutor

—Gracias... —me entregó todo tipo de papeles y tomó su maleta—. Este es un adiós definitivo, Laurent.

—¿Dónde están?

—Esperando en las sillas cerca de la puerta de embarque. Les pedí que me esperaran, pero llegarás tú.

—¿No te vas a despedir? ¿Qué les dijiste?

—Que venían a visitar a sus abuelos —apretó los labios—, tenía que hacerlo.

—Dios, no Meredith, no hagas esto —le rogué—. Van a sufrir en el momento que te vean subir a ese avión devuelta sin ellos. Son tus hijos...

—También los tuyos y desde hoy no seré más su madre. No quiero que me llamen, que me hablen o me busquen

—¿Como puedes ser tan cruel? ¿Como pudiste cambiar tanto?

—A veces tenemos que tomar decisiones dolorosas para abrir puertas Laurent. Y yo no tengo una gran economía para cuidarlos a todos, menos una paciencia infinita —confesó con enojo—, ya formé mi nueva familia con Jared, mi pequeño.

Me dolió la manera en que se refirió a formar una nueva familia, ella tiene todo el derecho, pero ¿Por qué dejar a los bebes que tuvo nueve meses en su vientre? No será fácil para mi poder sobrellevar todo esto y mucho menos si nuestra comunicación es nula.

—¿Y Oliver? ¿Ya no es más tu bebé? —pregunté—, tiene apenas seis años. Y si, los he contado desde que salí de esa casa en Austria.

—No Laurent. Ya no —se fue caminando lejos, sin botar absolutamente ninguna lágrima, sin dolor aparente en sus ojos.

Sin poder creer lo que estaba viviendo y como podía cambiar todo de la noche a la mañana fui en busca de mis hijos. Estaban sentados, con cara de aburrimiento mientras esperaban a su madre. No puedo esperarme una buena reacción de su parte si ya soy un desconocido para ellos. Estos años alejados le hicieron tener una perspectiva muy errónea de mí, pero hacerles entender que jamás quise irme sin ellos sería abrir nuevamente la herida que cerraron con el tiempo.

Me acerqué sin un discurso preparado, sin palabras que los pudieran alentar. Admito que tengo miedo, del rechazo tal vez o del sufrimiento que está por venir. No es fácil ver como su propia madre los deja en un país desconocido, sobre todo para Oliver, no comprende en su totalidad las cosas.

—¿Papá? —dijeron los cuatro al unísono.

Algo se me revolvió en el estómago. Dios, están tan grandes, tan diferentes a la última vez que casi se me escapa una lágrima. Su reacción fue de sorpresa y confusión total.

—¡Papá! —gritó el menor corriendo a mis brazos—, ¡Te extrañé tanto! ¡Y-yo quería que vieras mis dibujos del cole, el premio que me dieron por ser inteligente!

Escupió mil cosas en tan solo un minuto. Lo alcé en brazos y no paraba de llorar.

—Tuve un perrito, también una tortuga, pero el tonto de Ander la perdió —sorbió su nariz balbuceando—, me regalaron patines y un robot...

—Tranquilo cariño, respira —dije con una sonrisa—, te estas ahogando.

—¿Por qué te fuiste? No me esperaste —sollozaba en mi hombro sin control—, en mi sueño te fui a buscar a la puerta y no... no me miraste.

¿Se puede tener el corazón roto por segunda vez? Es triste que tenga razón porque así fue, ese día sabia que si miraba atrás y los veía por última vez no podría salir de esa casa y crear una vida sin ellos. Me dolió el alma tener que mentirles sobre mi "nuevo trabajo".

—Oliver, tranquilo ¿sí? —le acaricié la espalda—, hablaremos de todo esto. Lo prometo.

—¿Qué haces aquí? —gruñó el mayor con una cara de desagrado.

—¿Por qué de repente se me hace que no es una coincidencia? —Kiara arrugó las cejas.

—¿Dónde está mamá? —la voz de Ander se quebró.

Me quedé en blanco por un momento, vamos, que criar ya se me olvidó. No sé como tratarlos, si de la manera más delicada posible o hablarles las cosas claras.

—No has respondido la pregunta de ninguno —se molestó Nicolas—, por lo menos hazlo con la de Kiara. Dinos, ¿dónde está mamá?

—Ella tuvo... —no supe cómo abordar la situación—, algo importante que hacer ¿sí? Me dijo que debía cuidarlos, a los cuatro.

—¿Qué? ¿Cuidarnos? Pero si veníamos a ver a los abuelos —Ander se me adelantó.

—Nos mintió —concluyó Kiara—, Ander era una falsedad.

—Primero escúchenme —hicieron caso omiso a lo que les dije y sus ojos se fueron en dirección al parlante que indicaba a los pasajeros abordar para su viaje a Austria. Teníamos solo un vidrio que nos separaba y allí estaba Meredith como si nada entregando su boleto de avión. Los chicos se volvieron locos intentando gritarle para que los viera como si no supiera que algo le faltaba.

—¡Mamá! ¡Mamá estamos aquí!

—¡Grita más fuerte, no nos escucha! —Ander golpeaba el vidrio sin parar.

—¡Hey! ¡Por favor! —Nicolas y Kiara lo intentaron.

—¡Mami! —pero Oliver era un mar de lágrimas y mocos. Se sentó en el piso devastado.

Ver a tus hijos sufrir es lo peor que te puede pasar en la vida, sentí demasiada tristeza por los cuatro y peor aun cuando tuve que detenerlos al querer ir con ella, alcé a Oliver y con la otra mano los abracé a los tres, a pesar de sus forcejeos logré mi objetivo.

—¡Suéltanos!

—Chicos —tragué saliva—, basta.

—¿Nos dejó, ¿verdad? —preguntó el mayor.

—Nicolas... —negó sentándose—, estarán conmigo ¿bueno? Seremos una familia.

—¡No quiero otra! —gritó Ander.

—¿Mami volverá? —lloró el menor.

—Niños —intenté guardar la calma—, escúchenme. Tendremos que apoyarnos entre nosotros cinco, no será fácil, pero me tendrán a mí. Les prometo que les explicaré la verdad, pero cuando todos estemos calmados ¿de acuerdo? Cooperemos.

—Bien —aceptaron—, pero nos devolverás a Austria.

—No estás en posición de reclamar nada Nicolas —le hablé un poco autoritario—, lo conversaremos.

—¿Y dónde iremos?

—A casa, Kiara.

—No tenemos...

—Se refiere a su casa —Ander habló y Kiara le pegó un puñetazo en el brazo.

—¡Ya lo sabía, idiota!

—Kiara, compórtate, señorita —la regañé y sus mejillas se colocaron de un rojo intenso—. Todos, no puede ser que no me escuchen ni siquiera un segundo. Ahora silencio total.

No puedes perder la paciencia con tan poco, Laurent.

Mi conciencia habló por si sola. Y demonios, tiene razón. Debería ser aun mas comprensivo y dejar llevar sus emociones, pero estas faltas me molestan y debo admitir que no soy un hombre poco estricto.

—¿O qué? —Nicolas me miró desafiante y no saben cuanto deseé calmarme en ese momento porque si hubieran sido otras las circunstancias, con una buena regañada lo habría pensado dos veces.

—No nos alteremos —respiré—, primero lo primero. Su respectiva explicación de los hechos lo cual planeo hacer. Si para ustedes es nuevo todo esto, para mí también ¿sí? Ahora andando, el auto está en el estacionamiento.

—Ella volverá —Ander no caminó, se quedó aferrado a su silla.

—Ander, camina por favor.

—¡No!

—Bien jovencito, se los diré ahora, con su hermano pequeño llorando y formando un verdadero caos con tanta gente a nuestro alrededor —los tres abrieron los ojos en grande—, ¿Quieren eso?

—Ya Ander, no hagas las cosas más difíciles, es obvio todo lo que pasó —Kiara lo levantó de ahí y me siguieron el paso.

Apenas bajamos al estacionamiento y se subieron al auto comenzaron las emociones a fluir. Dios, se me había olvidado lo que era lidiar con niños, lloraron los cuatro, sin vergüenza por lo que pensara el otro, lo cual consideré correcto, no pueden reprimirse hasta tener un cuarto para ellos solos. Sería cruel de mi parte decirles que no lo hagan además no saben que deberán compartir habitaciones porque la casa no es del todo grande a diferencia de la nueva que están por terminar.

—Calma chicos, sé que para ustedes esto no está siendo fácil, para mi tampoco lo es y es muy reciente como para asimilar con claridad lo que acaba de pasar, pero no crean que vivir conmigo será un suplicio ¿mhm? —los observé por el retrovisor—, nos divertiremos, recuperaremos tiempo que consideraba perdido...

Fue un silencio absoluto el que recibí. Los llevé a casa, con una sensación extraña. ¿Cómo se supone que me deba acostumbrar a ser padre de nuevo? Se nota a kilómetros que me tienen resentimiento y no los culpo ¿vale? Pero entrar con ellos es difícil sobre todo si están muy a la defensiva.

—Tomaremos el siguiente vuelo —dictó Kiara.

—Y no necesitaremos tu opinión —le siguió Nicolas.

Bueno, ¿se acuerdan de que debía guardar paciencia y todo eso? Olvídenlo, que a mí no me dura ni una semana con estas faltas de respeto, podré haber estado ausente, pero sigo siendo su padre y ellos menores de edad. Lo que les falta además de amor y cariño, son reglas, limites los cuales seguir porque a este ritmo no llegaremos a ningún lado.

—¿Le estas hablando a un amigo Nicolas Harrison? —se molestó—, ¿A un conocido o a un vecino? ¿No, ¿verdad? Así que me respetas muchacho, no permitiré ese tipo de comentarios hacia mi persona quitándome la autoridad. Tu no te mandas solo y mucho menos tus hermanos.

—Como si me importara —volteó los ojos.

Laurent, respira hombre, es un pobre adolescente que no sabe las consecuencias de sus actos.

Universo si estas escuchándome, dame fuerzas para enfrentar lo que se viene y calma, mucha calma porque la necesitaré. 

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