La vida de Stanford había estado llena de dificultades. Después de haber sido engañado por Bill Cipher, quedó atrapado en una dimensión extraña y desolada durante décadas. La soledad y la traición lo acompañaron durante mucho tiempo.
Eventualmente logró regresar a su dimensión original, pero se encontró con que su hermano Stanley había tomado su identidad. Esto llevó a una gran disputa entre los gemelos. Ambos habían sufrido en su ausencia, y les resultó difícil superar el dolor del pasado.
Con el tiempo, Stanford y Stanley empezaron a entenderse mejor. Reconocieron que habían cometido errores y que lo único importante era su vínculo familiar. Decidieron dejar atrás la rivalidad y trabajar juntos. Ahora navegan en un barco, conociendo nuevos misterios.
Una noche, Ford estaba observando el cielo estrellado mientras pescaba. El barco se balanceaba ligeramente por las olas del mar, era una noche tranquila... sin preocupaciones.
—Esta noche el mar se encuentra en calma
—pensó Stanford con una sonrisa, mientras enrollaba el sedal de su caña de pescar. Las estrellas titilaban intensamente en el oscuro cielo, como si quisieran contarle todos sus secretos.
Llevaba meses disfrutando de aquellos momentos de paz junto a su hermano Stanley. Todavía le costaba creer que por fin estuvieran reconciliados, después de tanto sufrimiento. Su mente aun daba vueltasa algunos recuerdos dolorosos de su pasado, pero ya no sentía esa punzada de ira y soledad.
Una brisa cálida acarició su rostro, trayéndole un reconfortante aroma a salitre. Inspiro profundamente, tratando de grabar cada detalle de esa tranquilidad que tanto había anhelado. Por ahora ya no había engaños ni dimensiones extrañas de las que preocuparse. Solo el vaivén suave de las olas y la compañía de su familia. Stanford sonrió, sabiendo que por fin había encontrado la paz.
—¡Vaya, pero qué...! —exclamó Stanford con sorpresa al sentir que algo comenzaba a jalar ferozmente la caña desde el agua.
Con su fuerza de voluntad y años de experiencia en situaciones imprevistas, sujetó la caña con ambas manos y empezó a forcejear para hacerla resurgir del mar. Lo que sea que hubiera mordido el anzuelo, se aferraba con una tenacidad feroz.
Luego de un gran esfuerzo, logró sacar la caña y lo que colgaba de su extremo lo dejó boquiabierto. Era un pentágono anaranjado, con ojos grandes y asustados, además de pequeñas extremidades que casi habían quedado enganchadas en el anzuelo.
El corazón le dio un vuelco al reconocer su semejanza con Bill Cipher. Sin embargo, este ser parecía completamente inocente e indefenso. Sus miradas se cruzaron por un momento, y Stanford pudo ver en sus ojos la confusión y el temor.
Rápidamente sacó el anzuelo con cuidado, tratando de no lastimarlo más. Tenía cientos de preguntas en mente, pero por ahora su prioridad era asegurarse de que se encontrara a salvo. Parecía necesitar toda la ayuda posible.
La pentágono era pequeña, con unos adorables ojos y parecía que no hablaba. Ford la cargo en brazos y la observó determinadamente. Esto era imposible, Bill le contó años atrás que él era el único de su especie.
—¿Cómo es posible? —musitó Stanford para sí mismo, mirando con atención al peculiar ser que ahora sostenía entre sus brazos.
Era sin duda alguna una criatura relacionada a los demonios, pero su inocente apariencia distaba mucho de la malevolencia de Bill Cipher. Ford acarició suavemente uno de sus lados, tratando de reconfortarla. Sus grandes ojos le devolvían la mirada con curiosidad, aunque aún se veía asustada.
—Tranquila pequeña, no te haré daño —le susurró con calma. Su cerebro no paraba de formular teorías. Este hallazgo ponía todo lo que creía saber sobre los demonios en tela de juicio.
Decidió llevarla dentro de la cabina para revisar su estado. Necesitaba examinarla de cerca y descartar cualquier lesión, además de tratar de comunicarse. Si lograba ganarse su confianza, quizás podría obtener respuestas. Por ahora, lo primordial era asegurarse de que se recuperara. El misterio tendría que esperar.
Ford entró al interior del barco con la criatura en brazos, con cierta preocupación en su rostro. Stanley quién estaba en el pequeño comedor, lo miró entrar y lo saludó sin notar que traía algo.
—Ford, ¿ya acabaste de pescar? —preguntó él.
—Stanley, necesito que veas esto —contestó Ford con tono serio. Su hermano se dio la vuelta y ahogó una exclamación al notar lo que llevaba en brazos.
—¿¡Pero qué demonios...!? —preguntó acercándose para observar mejor. La criatura se ocultó tímidamente detrás de uno de los lados de Ford, como buscando protección.
—La encontré enganchada a mi caña de pescar —explicó Ford con calma—. Parece ser una especie igual al de Bill, aunque es muy pequeña. No entiendo cómo es posible.
Stanley también la examinó con curiosidad—. Se ve indefensa, como un bebé — comentó. Luego miró a su hermano con seriedad—. ¿Crees que sea una trampa de ese maldito Bill?
Ford negó con la cabeza—. No lo sé, pero algo me dice que no. Necesito revisarla y tratar de entender de dónde vino. ¿Podrías traerme el botiquín y algo de agua? Quiero asegurarme de que esté bien.
—Por supuesto —asintió Stanley—. Avísame si necesitas algo más. Me preocupa que tenga que ver con ese triángulo loco.
Con cuidado, Ford se sentó y continuó observando a la pequeña criatura, preguntándose cuáles serían los secretos que escondía.
—Tranquilo hermano, por ahora lo importante es que esta pequeña se recupere —respondió Ford con calma, acunando a la extraña criatura entre sus brazos.
Se veía asustada y desorientada, pero no parecía agresiva. Sus grandes ojos observaban todo con curiosidad infantil, sin comprender del todo dónde estaba. Ford acarició suavemente uno de sus lados, tratando de reconfortarla.
—Sé que Bill nos ha engañado antes, pero tengo el presentimiento de que esta criatura no significa peligro —continuó hablando en voz baja—. Démosle una oportunidad antes de juzgarla.
Stanley asintió, aunque seguía preocupado. Rápidamente trajo el botiquín y un cuenco con agua, colocándolos sobre la mesa.
Con sumo cuidado, Ford comenzó a revisar a la pequeña pentágono en busca de heridas. Comenzó a limpiarla con una toalla húmeda.
—Pobrecita... —dijo Stan con suavidad—. Debió pasar frío estando en el mar...
—Así parece —respondió Ford, terminando de limpiar con cuidado cada lado de la diminuta criatura—. Pero al menos ahora está a salvo.
Colocó una venda suave en su parte inferior, donde estuvo el anzuelo, sólo por si acaso. Luego la tomó nuevamente en brazos, tratando de infundirle confianza con suaves caricias. Sus grandes ojos lo observaban con atención, aunque seguía sin pronunciar palabra.
—Pequeña, si pudieras hablar, sería de gran ayuda comprender de dónde vienes —le dijo con dulzura—. Pero entenderé si no estás lista. Por ahora lo importante es que descanses.
Volteó a ver a su hermano y le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
—Gracias por tu ayuda Stanley. Creo que sólo necesita reposo. Quizás para mañana ya se sienta mejor y podamos saber más de ella.
—¿Eso crees? Parece ser una cría de... quién sabe qué. Está muy pequeñita, creo que necesita abrigarse —sugirió Stan.
—Tienes razón —pensó Ford, observando cariñosamente a la pequeña Criatura. Parecía frágil y asustada, y necesitaba cuidados para reponerse de su agotadora experiencia en el mar.
Una idea cruzó por su mente. Se puso de pie y le dijo a Stanley—. Espera aquí, iré por algo para abrigarla.
Se dirigió rápidamente a su camarote y rebuscó entre sus pertenencias. Al fondo encontró lo que buscaba: una manta pequeña de lana de colores cálidos. Era del tamaño adecuado para envolver a la Criatura sin resultar abrumador.
Regresó presuroso junto a ellos. Con delicadeza, envolvió a la Pentágono con la manta, procurando que sólo asomaran su cabeza y extremidades. Ésta pareció apreciar el calor y comodidad que le brindaba, pues suspiró relajadamente.
Ford sonrió, contento de haber podido ayudar. Acarició nuevamente uno de sus lados por sobre la manta—Espero que ahora te sientas mejor, pequeña. Pronto podrás descansar para recuperarte.
Dirigió una mirada a Stanley, agradecido por su apoyo. Juntos cuidarían de la recién hallada Criatura hasta saber más sobre su origen y propósito.
—Creo que deberemos regresar a Gravity Falls lo más pronto posible. No podemos cuidarla estando en un barco —comentó Stan.
Ford observó a la pequeña criatura entre sus brazos con ternura. Se veía más tranquila envuelta en la manta cálida, disfrutando del primer momento de paz desde que la halló en el anzuelo.
—Tienes razón Stanley. Aunque me preocupa moverla en su estado, lo mejor será llevarla a tierra firme para que se recupere debidamente —respondió Ford, pensativo—. Quizá en la cabaña del misterio podamos atenderla mejor, con tu ayuda y la de los demás.
Recordó el laboratorio oculto bajo la cabaña, con sus equipos médicos y de investigación. Sería el lugar ideal para examinar cuidadosamente a la pequeña y cerciorarse de que estuviera sana. También podrían vigilar su progreso día a día.
—Partiremos en cuanto amanezca. Por ahora lo principal es que descanse —dijo acariciando con suavidad uno de sus lados—. Stanley, por favor ve el rumbo. Yo me quedaré con ella esta noche.
Tomó asiento en una silla y acomodó a la criatura en su regazo, cubierta por la manta. Sus ojos se cerraban lentamente, vencida por el sueño. Ford la observó con ternura, agradecido de poder ofrecerle protección en su vulnerabilidad. El misterio de su origen tendría que esperar un poco más.
Stan concordó y se fue al timón para dirigirse al siguiente destino. Quizá tardarían un tiempo en regresar a Gravity Falls, pero no importaba mucho.
Ford se quedó en silencio meciendo a la pequeña criatura, quien parecía haber caído en un sueño profundo luego de un día tan agotador. La observaba con una mezcla de ternura y curiosidad. Todavía le costaba creer que había hallado a otro ser similar a Bill, cuando le habían dicho que era único.
Tenía muchos interrogantes sobre de dónde provenía, por qué estaba sola en el mar, cuántos más como ella podría haber... pero tendría que esperar para obtener respuestas. Por lo pronto, lo importante era asegurarse de que se recuperara por completo.
Acarició suavemente uno de sus lados por sobre la manta. Se le formo una pequeña sonrisa al notar lo inocente y tranquila que lucía ahora, envuelta en calor y sueño reparador. Le recordaba a aquellos niños que tanto alegraban la cabaña del misterio con su energía y curiosidad.
Y no pudo evitar sentir algo parecido a la ternura paternal al protegerla en brazos. Esperaba que cuando despertara estuviera dispuesta a confiar en él, para así guiar sus pasos y cuidar de ella tal como se merecía cualquier criatura inocente. Por ahora solo le quedaba velar su sueño y desearle toda la fortaleza para su recuperación.
Al día siguiente, el barco se movía hacia su destino. Stan se encargaba de conducir, mientras que Ford estaba atento de la criatura.
—Mmmh...—la pequeña criatura comenzó a removerse entre sueños, dando señales de despertar luego de un reparador descanso.
Ford bajó la vista hacia ella con suavidad, sin dejar de mecerla con delicadeza en sus brazos. Sus grandes ojos se abrieron lentamente, titilando con la luminosidad del nuevo día.
—Buenos días, pequeña —dijo Ford con calidez—. Espero que ahora te sientas mejor después de dormir.
La acomodó con cuidado para comprobar si seguía envuelta cómodamente en su manta. Sus miradas se cruzaron por un instante, hasta que ella volvió a esconder tímidamente la suya tras su lado. Era claro que se sentía confundida y asustada en ese nuevo ambiente.
—No temas, nadie te hará daño aquí —susurró acariciando suavemente uno de sus lados para reconfortarla—. Estás a salvo con nosotros.
Esperó alguna señal, movimiento o sonido que pudiera indicarle cómo se sentía. Quería ofrecerle confort y ayuda sin agobiarla ni forzar la situación.
La pentágono se movió y volvió a mirarlo a los ojos con curiosidad.
—Baah...—balbuceó la pequeña criatura, devolviéndole la mirada a Ford con sus grandes ojos llenos de curiosidad.
—Así que ya podemos oír tu vocecita —le dijo él con ternura. Por fin parecía mostrar más confianza, lo que le alivió. Debía seguir hablando con dulzura para no asustarla.
—Dime, ¿cómo te sientes después de descansar? ¿Sigues teniendo frío o miedo? Aquí estarás a salvo y te cuidaremos, queremos ayudarte —continuó, acariciando suavemente uno de sus lados para reconfortarla.
Ella emitió otro pequeño balbuceo y movió sus extremidades dentro de la manta, como estirándose. Parecía sentirse más despierta y activa.
Ford sonrió al ver esa reacción—. Me alegra verte más animada. ¿Podrías decirme tu nombre, pequeña? Así podremos presentarnos formalmente —preguntó con curiosidad y amabilidad. Esperaba que con el paso del tiempo fuera capaz de comprenderlo y empezar a comunicarse mejor. Por lo pronto, estaba satisfecho de verla despierta y en mejor estado.
La pequeña no puso decir nada, solamente se le quedaba viendo. En ello, Stan apareció detrás de Ford.
—¿Ford? ¿ya se despertó la... eh... la pentágono? —preguntó Stanley.
—Sí, ya despertó —respondió Ford volteando a ver a su hermano—. Aunque todavía no habla claro...
Stan se acercó con curiosidad para observarla mejor desde cerca. Ella lo miró con la cabeza asomada por la manta, sin parecer asustada.
—Hola pequeña, bienvenida —saludó Stan con simpatía—. Veo que tienes más energía que ayer. Eso es buena señal.
—Baah... —repitió ella casi como un saludo, agitando un poco sus extremidades.
—Aww. Qué adorable, me recuerda a Dipper y Mabel cuándo nacieron —recordó Stan con nostalgia.
—¿Ah sí?
—Pues claro. Siendo sincero, ¿Crees que puedes encargarte de esa criatura? Desconoces cómo cuidar de un infante, Ford. Estuviste como 30 años aproximadamente sin ningún contacto con un ser humano cuándo desapareciste en el portal —argumentó Stan.
Ford frunció levemente el ceño ante el comentario de su hermano.
—Claro que puedo cuidar de ella, Stanley —respondió con firmeza—. Sé que es pequeña y frágil, y pienso dedicar todo mi tiempo y esfuerzo para su bienestar. He estudiado a incontables criaturas sobrenaturales; estoy seguro que podré guiarla y procurar su seguridad.
Stan soltó una risita burlona, lo que hizo que Ford se sintiera aún más a la defensiva—. ¿Qué es tan gracioso?
Stan soltó una pequeña risa burlona ante su reacción—. Vaya, vaya. Parece que alguien se puso celoso porque yo tengo más experiencia cuidando niños. Recuerda que yo cuide a Dipper y Mabel prácticamente solo durante todo el verano hace tiempo al igual que los conocí en su nacimiento, mientras tú estabas perdido en dimensiones. Así que deja el complejo de superioridad, ¡seguro hasta yo cambio pañales mejor que tú! —bromeó con una sonrisa pícara.
Las mejillas de Ford se ruborizaron levemente ante la broma de Stanley, pero este no se dejó amedrentar.
—Quizás tengas más experiencia cambiando pañales, hermano —admitió —. Pero no dudes que aprendo rápido. Y cuidaré de esta pequeña como si fuera mía.
Luego suavizó el gesto y sonrió—. Aunque admito que tu ayuda será bienvenida. Juntos nos encargaremos de que crezca sana y feliz.
La criatura balbuceó otra vez, como si quisiera participar en la conversación. Ford acarició uno de sus lados con ternura.
—Seguro extrañas a tus padres, ¿verdad? Pero no te preocupes, con Stanley y yo aprenderás lo que es tener una familia.
Stan asintió —Claro, seremos como tíos para ella. ¡Y yo le enseñaré a divertirse! —exclamó con entusiasmo, lo que hizo reír a Ford.
—Baah! —exclamó la pequeña criatura al escucharlos hablar de divertirse, como si intentara participar en la conversación. Sus grandes ojos los veían a ambos con curiosidad infantil.
Ford sonrió al notar su interés. —Creo que eso fue como un "sí", Stanley. Ella quiere aprender a divertirse contigo.
—Claro que sí, seré el tío más divertido que hayas visto! —dijo Stan con su característica alegría—. Te enseñaré trucos para sorprender a los demás.
—No le vayas a enseñar a estafar a la pequeña, Stan —lo regañó.
—Baah! —volvió a exclamar la pequeña de forma animada ante la conversación. Parecía encantada con la idea de pasar tiempo con ambos, a pesar de su aún evidente timidez.
—Jeje, no te preocupes Sixer, solo le enseñaré sus trucos innatos —bromeó Stan, acariciando con delicadeza uno de sus lados—. Pero prometo ser un buen ejemplo.
Ford le dedicó una mirada severa, aunque con visible diversión—Más te vale, Stanley. Te conozco bien.
Stan echo una carcajada, tomándolo del hombro—. Ya, era broma. Oye, deberíamos ponerle nombre a la criatura. No creo que tenga uno...
Ford se quedó pensativo, acariciando su barbilla con una mano mientras sostenía cuidadosamente a la criatura con la otra.
—Mmm, qué tal... Gamma? —sugirió— Suena a nombre misterioso para su especie enigmática.
Stan arrugó la nariz—Gamma? Suena como un personaje extraño de una película de monstruos.
Ford soltó una risita—Está bien, está bien... ¿Y si la llamamos Delta?
—Demasiado matemático. Dale un nombre lindo —insistió Stan.
—Bueno... ¿Zoe?
—Meh.
—¿Celeste?
—Aburrido.
Ford suspiró, frustrado—Está bien, tú sugiere uno entonces que no es fácil agradarte.
Stan sonrió de oreja a oreja—¡Ya sé! ¿Qué tal si la llamamos...Natalia? Se parece a Mabel, es tierno.
La criatura balbuceo unos sonidos, como tratando de repetir el nombre.
—¿Natalia? —repitió Ford con suavidad—. Suena bien...hola pequeña Natalia.
—¡Baah! —exclamó ella dando palmaditas, al parecer encantada.
Stan soltó un pequeño "aww" a escucharla. Estaba embelesado por lo adorable que era Natalia.
—Ay, ¡cosita linda!
—Sí, Natalia es una cosita muy linda —estuvo de acuerdo Ford, sonriendo con ternura ante la reacción emocionada de la pequeña criatura—. Creo que aceptó el nombre. Bienvenida Natalia.
Siguió acariciando uno de sus lados suavemente por sobre la manta, mientras la pequeña emitía adorables balbuceos. Cada vez le resultaba más imposible no encariñarse con ella. Su mirada ya reflejaba el claro afecto que sentía hacia la recién bautizada Natalia.
—Oye Stanley, será mejor seguir navegando pronto hacia Gravity Falls. Cuanto antes lleguemos, mejor podremos atender a Natalia y que se sienta más cómoda —sugirió—. Y también será bueno avisar a los chicos sobre nuestra visita.
—Tienes razón, Sixer. Yo me encargo de dirigir el barco — asintió Stan—. Tú sigue con ella, llegaremos pronto —dijo antes de irse.
—Gracias por tu ayuda, Stanley —le agradeció Ford con una sonrisa antes de que su hermano se fuera a dirigir el rumbo.
Luego volvió toda su atención a la pequeña Natalia, que seguía reposando tranquilamente entre sus brazos. No paraba de maravillarse con lo tierna e inofensiva que parecía, cuando su especie podría ser potencialmente peligrosa. Pero algo le decía que ella era especial.
—Pronto llegaremos a un lugar cálido y seguro, donde podrás conocer a amigos que te recibirán con cariño —le dijo con voz suave y tranquilizadora, para que se sintiera segura y cómoda—. No temas, todo saldrá bien. Prometo cuidar de ti como si fueras parte de mi familia.
Natalia lo miró fijamente con sus grandes ojos, como intentando comprender el significado de sus palabras. Luego se acurrucó un poco más entre sus brazos, confiando en su protección. Eso hizo que Ford sonriera, enternecido. La llevaría a un futuro prometedor, fuera cual fuera su procedencia.
La travesía de regreso a tierra fue tranquila, aunque un tanto movida. Ford ya empezaba a comprender por qué Stanley lo había cuestionado sobre su capacidad para cuidar de un niño: jamás había estado completamente a cargo de un ser tan pequeño e indefenso.
Cada vez que Natalia lloraba entre sueños, él entraba en pánico sin saber qué hacer. O cuando quiso darle de comer por primera vez y no tenía idea de si los alimentos humanos le sentarían bien. Su instinto de protección chocaba contra su falta de experiencia real.
Pero lo que más llamó su atención fue el cambio en sus propias emociones: desde que ella apareció, una calidez casi ajena estaba naciendo en su corazón. Era como si una parte de él dormida por años hubiera despertado con su llegada.
Mientras más tiempo pasaba velando su sueño y cuidando sus menores necesidades, más fuerte se tornaba ese sentimiento. Natalia se había adueñado de un espacio en su interior sin pedir permiso, y él se sorprendía a sí mismo sonriendo o riendo ante sus gestos inocentes.
¿Sería posible que el destino hubiera cruzado sus caminos para darle una segunda oportunidad de ser parte de una familia? Por ahora, ese misterio solo el tiempo lo revelaría. Lo cierto es que ya no imaginaba un futuro sin su presencia.
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