Inicio de los problemas.

—¿En serio, Nicolas? ¿No eres capaz de controlar a tu prometida? —murmuró con fastidio el mayor, mirando con enfado a su hijo.

—Es un malentendido, padre. No pasó nada ayer —respondió serio el albino, manteniendo una postura firme.

—Oh, ¿en serio? —exclamó con sarcasmo, mientras azotaba la mano contra la superficie del escritorio, sobresaltando al joven—. ¡Entonces explica esto! —gritó, señalando con su dedo índice las revistas que había colocado sobre la mesa.

Nicolas se acercó con paso inseguro. Sobre el escritorio estaban varias portadas, con títulos amarillistas que lo hicieron tragar saliva pesadamente. Verlas en estado de ebriedad la noche anterior había sido una cosa, pero apreciar su magnitud ahora, bajo la mirada crítica de su padre, era mucho peor.

Mientras el albino examinaba las revistas, su padre, con un gesto disimulado, acariciaba con su dedo una portada en particular. En ella, Nori y Uzi eran el centro de atención. El vestido azul cobalto de corte recto que llevaba Nori realzaba su elegancia y belleza madura, mientras que la figura juvenil de su hija complementaba la imagen de perfección que tanto admiraban los medios.

—Como puedes apreciar, el pequeño berrinche de ustedes dos le dio a los medios mucho de qué hablar —murmuró apático el patriarca, levantándose de su asiento. Su movimiento atrajo la atención de Nicolas—. ¿Quién hubiese pensado que la hija de Khan fuese una mera golfa?

—Padre... —comenzó a decir el joven, con la voz contenida.

—No digas nada, Nicolas. No quiero escuchar tus patéticas excusas.

Nicolas tensó el cuerpo, tratando de controlar su enojo mientras respiraba agitadamente. Cerró los puños con fuerza, sintiendo cómo se enfriaban sus manos al apretar tanto. Esa reacción no pasó desapercibida para su padre, quien lejos de asustarse, solo sonrió con altanería, disfrutando del momento.

—Jajajaja. Es divertido verte intentar defender a tu "prometida", aunque los dos sabemos que eres patético. Ahora quiero que te prepares para mostrar tus... — Fue interrumpido por el tono de llamada del teléfono que descansaba sobre el escritorio.

El patriarca gruñó antes de contestar—: ¿Qué quieres?

Después de unos minutos de conversación en silencio, colgó el teléfono con evidente enojo. Su rostro tenía una mueca de absoluto desprecio, mientras su respiración se volvía pesada. Nicolas lo observaba con atención, intentando medir su próxima reacción.

—Lárgate. Esas bastardas llegarán pronto —murmuró finalmente el mayor, sin molestarse en mirar a su hijo.

Nicolas no esperó más y salió corriendo de la habitación, dejando a su padre solo.

James suspiró con frustración. Caminó hacia el minibar, sacó una botella de vodka y se sirvió un vaso lleno, dándole un largo sorbo. Regresó a su asiento, movió los papeles que cubrían la revista que había estado ocultando y la colocó frente a él.

Acarició la portada, delineando con las yemas de los dedos la imagen de Nori y Uzi, sus ojos oscuros llenos de pensamientos insondables.

La noticia de que sus medias hermanas llegaron antes de lo previsto hizo que él se salvara de ser golpeado. Después de salir de la oficina de su padre, se dirigió al centro comercial más cercano para comprar regalos. Ahora estaba conduciendo hacia el edificio de departamentos donde las chicas volverían a residir.

Después de hora y media, aparcó frente a los departamentos. De la parte trasera de su auto sacó múltiples bolsas, su sonrisa era visible: después de casi dos años, las volvería a ver. Entró al lobby, registró su entrada y tomó el ascensor, presionando el botón 15. Las puertas se cerraron, y tras unos minutos, volvieron a abrirse. Caminó unos pasos hasta detenerse frente a la puerta número 4. Tocó el timbre y esperó unos segundos. La puerta fue abierta por una chica castaña de ojos verdes, quien lo recibió con una enorme sonrisa.

—¡N, hermanito! —gritó la chica abalanzándose a abrazarlo.

—Hola, Tessa. Lamento llegar de imprevisto.

—No te disculpes, N. Pasa. ¡Cyn se pondrá contenta de verte! Oye, ¿Dónde están J y V? —preguntó, mientras lo arrastraba hacia el interior con entusiasmo.

—Ellas vendrán más tarde. Y dime, ¿Qué tal el viaje? —preguntó el albino, separándose un poco del abrazo. La castaña se hizo a un lado, permitiéndole tomar la delantera. Ambos caminaron por el pequeño pasillo hasta la entrada de la sala, donde N dejó las bolsas en uno de los sillones.

—No hubo contratiempos. ¿Y Uzi? —

—Bueno, ella... —

—Hermano mayor N —dijo una voz suave y lenta. Ambos giraron hacia el origen del sonido, encontrándose con una niña de 14 años. Sus largos cabellos parecidos al sol estaban sueltos, y sus lindos ojos esmeralda brillaban de felicidad.

—¡Cyn, pequeña! —gritó el albino, acercándose para abrazar a la menor, quien gustosa correspondió al gesto—. Has crecido mucho desde la última vez que te vi.

—Solo han pasado dos años, N —recordó la rubia, separándose del abrazo, pero dándole al mayor una sonrisa.

—Y fueron los más largos —contestó él, tomando su mano. Ambos se sentaron juntos en el sillón.

—Miren lo que les compré a ambas. Espero que sea de su agrado —exclamó N felizmente. Tessa, quien estaba más cerca, tomó una de las bolsas y sacó de esta un bonito vestido blanco.

Las dos hermanas comenzaron a revisar los regalos, agradeciéndole emocionadas. Pasaron cerca de una hora disfrutando, mientras charlaban animadamente. Fue entonces cuando Tessa prendió la televisión, buscando una película para ver juntos. Al pasar por un canal de noticias, los hermanos vieron un reportaje que los preocupó.

—En noticias de última hora, se nos acaba de informar que el señor Elliot está en el hospital. La razón de esto aún es desconocida. Las autoridades esperan poder comunicarse con sus familiares para iniciar las respectivas investigaciones...

El albino apagó el televisor inmediatamente. Su rostro mostraba una mueca de preocupación, mientras sus hermanas lo miraban fijamente, esperando alguna indicación.

—Hay que ir al hospital —murmuró finalmente.

—Nosotras iremos más tarde. El bullicio podría hacerle mal a Cyn —respondió Tessa con suavidad.

—Bien, mandaré al chofer por ustedes cuando lo crean conveniente —acordó N. Tessa asintió con la cabeza, y él salió del apartamento apresurado. Montó en su auto y se dirigió al hospital.

El tiempo parecía ir más lento a medida que conducía. Una llamada lo sacó de su trance. Contestó, poniendo el teléfono en altavoz.

—Nicolás, acabo de ver las noticias... ¿Estás bien? —preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.

—No. Me estoy dirigiendo ahora mismo al hospital... Ahí te veo, Uz —contestó N. Sin esperar respuesta, colgó, acelerando un poco más.

Afuera del hospital, los camarógrafos esperaban como tiburones al acecho. A lo lejos divisaron un deportivo amarillo y, listos con las cámaras en mano, aguardaron a que este se estacionara.

N salió apresurado, esquivando a los insistentes reporteros que lanzaban preguntas. Los guardias del establecimiento evitaron que estos lo siguieran dentro.

—¿En qué habitación está James Elliot? —preguntó N a la recepcionista.

—Habitación 10, piso 30.

Sin perder tiempo, ubicó el ascensor y presionó el botón correspondiente. Tras varios minutos, llegó a su destino y se dirigió a la habitación. Al abrir la puerta, se encontró a su padre inconsciente.

—«¿Qué pasó? Hace unas horas estaba bien...» —pensó, mientras sus ojos inspeccionaban la habitación. Pasó al interior, contemplando las máquinas, mientras su mente intentaba procesar los hechos.

—Señor Elliot. Soy el doctor Marcus; me han asignado el caso de su padre —se presentó un hombre de mediana edad al entrar en la habitación con una carpeta en las manos.

—¿Qué tiene? —preguntó N con preocupación.

—Los estudios arrojaron que su padre tuvo una reacción alérgica. ¿Él tomaba benzodiazepinas o antidepresivos? —inquirió el médico con seriedad.

—¿Qué? Debe haber un error... Mi padre no tomaba ningún medicamento —respondió N sorprendido—. Sé que de más joven fumaba mucho y bebía, pero de eso a consumir algún antidepresivo... —dijo, dejando la frase incompleta.

—Los resultados no mienten, joven. Su padre tomaba ambas sustancias. ¿Usted o alguno de sus hermanos tiene problemas psiquiátricos, médicos... algún otro padecimiento? —preguntó el doctor, manteniendo su expresión neutra.

—No... Ninguno de nosotros. ¿Qué está intentando insinuar? —replicó N, observando al médico con desconfianza.

—Solo estoy haciendo mi trabajo, además... —comenzó a explicar el doctor, pero fue interrumpido cuando una joven rubia abrió la puerta del cuarto. Sus mejillas se sonrojaron ligeramente al notar que ambos hombres la miraban fijamente.

—Oh, lo siento, creí que no había nadie —murmuró con una tímida sonrisa, cerrando la puerta tras ella y sentándose en un sillón cercano.

—¿Jessica, vienes tú sola? —preguntó N al reconocerla.

—No, Vanessa y Uzi llegarán en breve —respondió la rubia antes de girar hacia el médico—. Doctor, ¿Qué tiene mi padre?

—Los resultados indican que sufrió una reacción alérgica causada por benzodiazepinas y antidepresivos —explicó N rápidamente antes de que el doctor pudiera responder.

J abrió los ojos, sorprendida, pero tras unos segundos su expresión cambió a una mezcla de desconcierto y preocupación.

—Es imposible, papá no consumía ese tipo de medicamentos —dijo en voz baja.

—Eso mismo le dije, pero el doctor tiene... sospechas —añadió N, sintiendo el peso de la situación.

—¿Está insinuando que nuestro padre intentó suicidarse? —preguntó J con incredulidad, entrecerrando los ojos al mirar al médico.

—Debo descartar todas las posibilidades, jovencita —respondió este con un tono neutro—. La policía ya fue notificada, no tardarán en llegar. Con su permiso, me retiro —dijo antes de salir del cuarto, dejándolos solos.

—¿Quién lo encontró? —preguntó N después de unos segundos.

—Fue su secretaria. Lo encontró inconsciente en el suelo. Entró en pánico y llamó a una ambulancia —respondió J, cruzando los brazos.

—¿Tú sabías si tenía algún problema mental o de salud? —insistió el albino.

—Claro que no. Incluso me parece extraño que el doctor haya dicho eso. Pero conociendo cómo es papá, tal vez sí los tomaba en secreto —dijo J, intentando mantener la calma.

—Sabemos bien que él es reacio al tema de la salud mental. Así que es... extraño, por decirlo menos —murmuró N, reflexionando.

—Lo es, pero no podemos saber con certeza lo que pasó. Tal vez intentó, no sé... drogarse y salió mal —dijo J, levantando las manos con frustración.

—La policía vendrá pronto. Debemos estar preparados —sentenció N con seriedad.

Los minutos pasaron hasta que la puerta de la habitación volvió a abrirse. Entró una joven castaña de baja estatura con un semblante de preocupación.

—¿Cómo están, chicos? —preguntó Uzi, mirando a ambos mientras entraba al cuarto. Detrás de ella, una mujer rubia la siguió con evidente fastidio y, sin decir nada, también se adentró en la habitación.

—Uzi... No sé qué decir, si soy honesto —dijo N, suspirando profundamente.

—No te ofendas, pero no creo que debas estar aquí. Solo la familia... —declaró la rubia con voz sosa, pero su hermana gemela la interrumpió.

—V, cállate. No es momento para tus berrinches. Uzi, no le tomes importancia a mi hermana, esta noticia nos tomó por sorpresa —dijo J.

—Tranquila, J. Vine porque N me lo pidió —exclamó la castaña, alzando un poco la voz mientras miraba de reojo a V, quien rodó los ojos y se cruzó de brazos.

Cookie [galleta], ¿podemos hablar afuera? —preguntó N.

—Claro, vamos —contestó Uzi. J sonrió burlona ante el apodo, mientras V sacaba la lengua en señal de asco.

Afuera de la habitación, la mujer abrazó a su amigo, dándole suaves caricias a lo largo de la espalda. N recostó su rostro en el hombro de ella, disfrutando de la sensación de calma que le brindaba. En algún momento, tuvieron que tomar asiento, ya que la baja estatura de Uzi le impedía consolarlo correctamente.

No supo en qué momento se quedó dormido, pero el dolor en su espalda dejó en claro que había pasado bastante tiempo. Al mirar alrededor, no vio a Uzi, lo cual lo desconcertó. Volvió a la habitación de su padre, pero tampoco la encontró allí. Entonces, el sonido del elevador llamó su atención, y vio que de este salían las mujeres acompañadas por un hombre uniformado.

—Lamento su situación, señor Elliot. Soy Charles James, el encargado de la investigación respecto al incidente de su padre. Si no es inconveniente, quisiera hacerle a usted y a sus hermanas algunas preguntas —dijo el uniformado, estrechando la mano de N. Este, algo dudoso, correspondió al gesto, mientras las mujeres se acercaban preocupadas al albino.

—¿Chicas, están de acuerdo? —preguntó Nicolás a sus hermanas.

—Hagamos esto rápido —murmuraron juntas las gemelas.

—¿Uzi, podrías dejarnos a solas? —pidió N.

—Estaré en la habitación de tu padre, N —contestó la castaña, caminando hacia el cuarto y dejándolos privacidad.

—¿Cuándo fue la última vez que convivieron con su padre? —preguntó el policía mientras sacaba una pequeña libreta y una pluma de su uniforme.

—Fue esta mañana, aproximadamente a las 6:00 a. m. —respondió N.

—Yo lo vi ayer por la tarde —comentó V mientras miraba con desinterés sus uñas.

—Yo también lo vi ayer —añadió J.

El detective anotó las respuestas en su libreta.

—¿Qué estaban haciendo al momento de los hechos? —continuó preguntando.

—Fui a visitar a unos familiares cuando vi en las noticias lo que pasó —respondió N.

—Iba a desayunar en un restaurante con una amiga, pero ella no llegó —contestó V.

—Estaba en mis clases de esgrima cuando mi entrenador me llamó para darme la noticia —aportó J.

—Señorita Vanessa, ¿podría proporcionar el nombre de su amiga junto con el nombre del restaurante? —preguntó el policía.

—¿Para qué? —respondió la rubia, hostil.

—Ya sabe, es protocolo —respondió el hombre con neutralidad. V entrecerró los ojos antes de suspirar y ceder:

—Mi amiga se llama Lizzy, y el restaurante es Atomix. ¿Hemos terminado? —preguntó con impaciencia.

—Por el momento, sí, señorita —dijo el oficial, y sin esperar más, Vanessa se dirigió al ascensor. N y J se despidieron del policía antes de que este se retirara también.

—Qué día más problemático, ¿verdad, hermano? —comentó J.

—Sí. Este día no puede ser peor. Como sea, hoy yo me quedo a hacer guardia —murmuró N antes de despedirse de su hermana. J se fue, no sin antes advertirle que vendría mañana para relevarlo. N masajeó sus hombros en un intento de relajarse mientras caminaba hacia la habitación de su padre. Al llegar, exhaló profundamente y entró.

En el sillón de la habitación, la castaña dormía hecha bolita, con su cabeza recargada sobre el reposabrazos. Tenía un aire adorable que N no pudo evitar observar durante unos minutos, admirando sus delicadas facciones. Con una pequeña sonrisa, se acercó y la sacudió ligeramente, provocando que abriera los ojos.

—¿Qué hora es? —preguntó Uzi mientras bostezaba y se frotaba uno de los ojos.

—Lo siento por despertarte, Uz —susurró N mientras acariciaba su cabeza.

—Tranquilo. ¿Te quedarás? —preguntó Uzi mientras lo observaba asentir. Se levantó y acomodó su chaqueta. —Entonces me quedo contigo.

—No es necesario...

—Insisto, además tenemos que hablar —afirmó la castaña, tomando su mano. Ambos salieron de la habitación y se sentaron en las sillas ubicadas afuera. —Nicolás, eres mi mejor amigo, y sé que mi comportamiento de ayer no fue el más correcto. Quiero disculparme por eso, pero también quiero saber qué pasó cuando te quedaste a solas con Joel.

—Es difícil de explicar... No sé, hay algo que no me agrada de ese sujeto. Mi instinto gritaba peligro cuando lo vi —confesó N.

—¿No será que estabas celoso? —dijo Uzi con diversión, observando cómo el albino se sonrojaba.

—Los pasteles de ayer te hicieron daño, Uz. Sabes que eres como una hermanita para mí —contestó N. Pero en su mente, pensó: «Claro, sigue mintiendo».

—Por eso pienso que tuviste celos de hermano mayor. Joel es guapo, pero no creo que quisiera ser mi novio o, en casos extremos, una especie de amante. Sin mencionar que estamos bajo la mirada pública —añadió Uzi.

—¿Entonces sí es guapo? Dios, Uz, tus gustos son horribles —replicó él con dramatismo.

—¡Jódete! Además, tú también eres guapo, no sé por qué te consideras menos que él.

—Admitiste que soy más guapo que él, y estoy conforme con eso. Pero, Uz, ten cuidado con él, por favor. Eres muy importante para mí, y no quiero que nadie te haga daño —murmuró N suavemente.

N colocó una de sus manos en la mejilla derecha de la chica, quien se sonrojó de inmediato. El corazón de ambos palpitaba con rapidez, y sin darse cuenta, sus rostros se fueron acercando. Justo cuando sus labios estaban a punto de tocarse, el tono de una llamada los interrumpió abruptamente.

Con una torpe disculpa, N se alejó para contestar su teléfono, dejando atrás a una Uzi avergonzada y desilusionada.

"¿Qué estábamos por hacer?", pensó la castaña mientras se cubría la boca con una mano.

—Ibas a besarlo, tarada —le respondió su subconsciente, sin reparo.

"¿Yo besarlo? ¡Qué mierda! ¡Es mi amigo!"

—Claro, un amigo con el cual a veces fantaseas —reprochó esa pequeña pero molesta voz en su mente.

"¡Eso fue cuando tenía 12!"

—¿Y qué hay de la otra vez que lo viste abrazado con Lizzy? Admítelo, tienes sentimientos por él.

"Digamos que... sí tengo sentimientos por él. Nicolás ha dejado en claro que me ve como una amiga, casi como una hermana", pensó, intentando justificarse.

—Si fuera el caso, no se habría puesto celoso ayer cuando hablaste con Joel.

Uzi dejó de debatir con su mente. Ahora no era el momento adecuado para pensar en ello. Tenía que centrarse en ayudar a su amigo con su padre.

—Wow, los reporteros tienen mucho pastel del cual comer. Ayer hiciste un gran trabajo —murmuró feliz la rubia mientras miraba las noticias en su teléfono.

—Ese exnovio tuyo es alguien bastante impulsivo, claro, si sabes dónde tocar. Aunque la pequeña es más precavida; ayer no dio mucha información sobre ella o su familia —contestó Joel, dándole una calada a su cigarro. Lizzy hizo una mueca de asco.

—Te lo dije, es alguien rara. Pero no la culpo por querer ocultar información. Ugh, hermano, ¡deja de fumar, que me da asco!

—Por cierto, hermanita, ¿tú tienes algo que ver con lo del señor Elliot? —preguntó Joel, apagando su cigarro en el cenicero mientras miraba fijamente a su hermana. Lizzy hizo una mueca.

—¿Disculpa? ¿Yo? Estás loco. O será que la hierba que fumaste era de mala calidad —respondió cruzándose de brazos.

—Bien, entonces, ¿por qué fuiste a las oficinas de él?

—...—

—Y, ¿por qué en tu bolsa encontré benzodiazepinas y tus antidepresivos? —preguntó con seriedad. Lizzy entrecerró los ojos antes de contestar.

—Sabes bien que necesito los antidepresivos, estúpido, y el otro medicamento era para una amiga.

—¿Segura? ¿Cómo se llama tu amiga? Y, ¿por qué fuiste al edificio?

—Primero: sí. Segundo: es Vanessa. Y tercero: por asuntos de negocios, hermano —contestó con firmeza. Joel suspiró.

—Que ni se te ocurra mentir. Si la policía llega a enterarse de tu existencia, estamos jodidos. Y el puto abuelo hará que nuestras cabezas rueden por el jodido suelo.

—Corrección: a la que van a asesinar es a mí —dijo Lizzy con voz cantarina—. Ese vejestorio es demasiado orgulloso. No dejará que su linaje se extinga. Un ejemplo fue Martha... y nuestra madre.

—No importa. De todas maneras, el abuelo hubiera hecho lo imposible para que tú fueras esposa de Nicolás. Sigo sin entender por qué tanta necesidad de formar parte de esa familia —cuestionó, cruzándose de brazos.

—Ni yo lo sé... Lo cual es raro, considerando que nuestra familia es bastante rencorosa.

—¿Estás bromeando?

—¿Crees que mi cara de seriedad es una puta broma? —murmuró enojada.

—No puedo creerlo...

El sonido del timbre los interrumpió. Ambos se miraron; ninguno esperaba visitas. Lizzy se levantó de su asiento mientras Joel corría a esconderse en su cuarto. Nadie sabía que la rubia tenía hermanos, y eso debía seguir siendo un secreto. Desde su celular, el pelinegro vio cómo dos uniformados se presentaban, solicitando hablar con Lizzy.

—¿En qué diablos te metiste, canija? —se preguntó en voz baja.

—¿Tienes idea de lo que has provocado, V? —preguntó J con enojo.

—Perdón... —murmuró en voz baja, lo que hizo que su gemela la mirara con duda.

—¿Perdón? ¿¡Perdón!? ¿Crees que una mísera disculpa nos salvará de ser sospechosas de un intento de asesinato? —exclamó exaltada, agarrándola por los hombros y sacudiéndola.

—¡Sé que mis disculpas no harán que mágicamente nos libren, pero entiéndeme, estoy harta de que esos jodidos reporteros nos estén acosando! —gritó V antes de romper en llanto. Se separó de forma brusca y abrazó con fuerza un peluche de gato que sostenía contra su pecho.

J la miró con pena. Ella también estaba agobiada, pero como la mayor debía mostrar fortaleza. Entendía que este acontecimiento cambiaría por completo los planes de la familia, haciendo que N asumiera el liderazgo de la empresa antes de lo previsto por su padre. De alguna manera retorcida, el "deseo" de su padre se cumpliría.

—Desde ayer tuve que lidiar con papá enojado. Luego, cuando hablé con N, él me golpeó... y ahora esto.

—Espera, ¿Nicolás te golpeó? —preguntó J con incredulidad.

—Sí. ¿Acaso estás sorda? —contestó bruscamente, rodando los ojos.

—No lo estoy, pero es sorprendente que digas eso. Él no es capaz de matar una mosca. ¿Hiciste o dijiste algo que lo molestara?

—... —

—¿Qué le dijiste, hermana? —insistió con un tono hostil.

—... —V miró hacia la ventana, ignorándola. No admitiría que ella tuvo la culpa de recibir ese golpe.

—Si no quieres que llame a N y le pregunte, dime qué fue lo que dijiste.

—Insulté a Uzi. Dije que era una pequeña perra y que N debía mantenerla a raya —respondió con seriedad.

—¡¿Estás loca?! ¿Cómo carajos se te ocurre decir semejante barbaridad?

—¡Es la verdad! Esa pequeña zángana es una piedra en el zapato de nuestra familia y más en la vida de nuestro hermano.

—No puedes culpar a Uzi por las decisiones de N. Tampoco puedes culparla de que nuestro padre sea una escoria con nosotros. Ella también es una víctima de su propia familia —exclamó J, molesta—. Hermana, ella no tiene responsabilidad de nada de lo que nos ha pasado. Además, el que se va a casar es Nicolás. Agradece que al menos ambos se preocupan por el otro. Nuestro hermano no va a sufrir.

—... —

—Antes amabas a Uzi. ¿Qué te hizo cambiar de opinión, Vanessa? —interrogó en voz baja.

—No es tu puto problema, hermana. Ahora vuelvo, voy por helado —respondió V, levantándose de la cama y saliendo de la habitación.

J suspiró. Podía entender la frustración, el coraje y la tristeza de su gemela, pero había cosas que no lograba comprender del todo. Un ejemplo era la hostilidad que Vanessa sentía hacia la castaña.

Más calmada, recordó que V guardaba chocolates en algún lugar del cuarto. Decidida a olvidar el mal rato, comenzó a buscar los dulces.

—Si fuera Vanessa, ¿Dónde escondería un dulce? —se preguntó al aire, mirando alrededor hasta que se fijó en el escritorio. Se aproximó a él, abriendo el primer cajón de la derecha, donde encontró un frasco. Miró la etiqueta con detenimiento y se dio cuenta de que eran antidepresivos.

—«¿Desde cuándo los toma?» —pensó preocupada—. ¿Tendrá algo que ver con lo de papá? Es imposible, aunque... bueno, incluso yo he fantaseado con matarlo —murmuró antes de sacudir la cabeza—. Deja de pensar en tonterías, Jessica.

Cerró el cajón y volvió a sentarse en la cama. Era cierto que los tres sentían un profundo resentimiento hacia su progenitor, pero ¿era necesario llegar al extremo de que uno de ellos planeara asesinarlo? Era algo que no podía responder... o quizá simplemente no quería admitirlo.

Pasados diez minutos, V regresó con una bandeja que contenía dos tazas. Por el aroma, J supo que era chocolate caliente. También había un plato con donas.

—Creí que irías por helado —comentó J, señalando la bandeja.

—Cambié de opinión mientras iba a la cocina —respondió V, dejando la bandeja sobre el escritorio y pasándole una de las tazas a su gemela.

Ambas comieron en silencio, esperando que el próximo día fuera menos caótico.

Había pasado una semana desde el incidente del patriarca Elliot. A los medios se les mintió, diciéndoles que el mayor había sufrido un problema de salud y que ya estaba en mejores condiciones. Hoy era el turno de Uzi para cuidar de su suegro, junto con Tessa y Cyn.

—Entonces la policía sospecha que fue un intento de asesinato —balbuceó Tessa, mirando al suelo.

—Exacto. El pobre de N ha tenido mucha presión; los reporteros no dejan de intentar entrar al edificio para hablar con alguno de nosotros —respondió la castaña.

—Lo siento mucho por mis hermanos, aunque... bueno, es lógico que vayan tras ellos.

—¿A ti y a Cyn no las han perseguido?

—Sí, pero, como sabes, somos sus "sobrinas" —hizo un gesto con la mano al mencionar la última palabra—. Así que los reporteros no nos enfocan mucho... Por lo cual estamos tranquilas respecto a aparecer en televisión. Cambiando de tema, ¿Qué tal van las cosas con mi hermano?

—Bien, en lo que se puede expresar.

—¿Han tenido problemas? —preguntó la castaña con intriga.

—Bueno... En un evento de beneficencia un chico se me acercó a hablar y... bueno, Nicolás nos vio.

—Prosigue.

—Terminamos haciendo una escena, pero hablamos, y ahora estamos nuevamente como amigos —dijo Uzi, mientras su acompañante analizaba sus palabras.

—Pienso que mi hermano se puso celoso y quiso marcar territorio —la voz cantarina de Tessa y su insinuación hicieron que Uzi se sonrojara.

—No digas tonterías, Tessa. ¡Es ridículo pensar eso!

—Cuñada, conozco a N lo suficiente como para saber que estaba celoso. Solo que él es bastante lento para reconocerlo.

—¿Cómo puedes estar tan segura de eso? Sabes que los sentimientos de amor y cariño se pueden confundir, ¿verdad? Él podría creer que está enamorado de mí ahora, pero cuando menos lo espere se dará cuenta de que no lo está —dijo con voz apagada.

—Por lo que sé, ustedes dos no se interpondrán si alguno se enamora de otra persona, ¿no es así?

—Sí. Puede ser que nuestro matrimonio sea por conveniencia, pero eso no significa que no busquemos la felicidad del otro.

—¿Y él ha conocido a alguien? —preguntó Tessa. Uzi inconscientemente frunció el ceño al recordar a Lizzy.

—No que yo sepa.

—Por ese tono me hace pensar lo contrario. Dime, ¿quién es? Tal vez yo pueda ayudarte a encontrar información sobre ella.

—Se llama Lizzy De Luca. Se ve que es una rubia operada —murmuró con voz aguda, haciendo gestos de burla al mencionar su nombre.

—¿Lizzy? Ese nombre me suena de algún lado... ¡Oh, ya recordé! Es la nieta de Riccardo De Luca. No creí que la volvería a ver.

—¿Volver a ver? —cuestionó incrédula, alzando una ceja.

—Sí. Me acuerdo de haberla visto algunas veces en la mansión, pero un día ya no la volví a ver. Sin embargo, no debes preocuparte. Lo más seguro es que solo fuera amiga de mi hermano. Piénsalo así, como alguien sin importancia. Además, considero que eres perfecta para Nicolás.

—¿Tú piensas eso?

—Claro que sí. Desde el momento en que te conocí supe que eras la pareja perfecta para mi hermano. Sabes, cuando llegué a la mansión Elliot, veía cómo N y mis hermanas eran maltratados, especialmente por mi padre. Cuando él no cumplía con las expectativas, lo golpeaba. Sus ojos mostraban una profunda tristeza. Siempre temí que, un día, él tomara su vida —dijo en voz baja, apretando los puños—. Tal vez no sepa muchas cosas de este mundo, pero sé que ahora mi hermano es feliz contigo. Sus ojos, cuando te miran, tienen un brillo hermoso, y su sonrisa es genuina. No es aquella que muestra al público. Lo único que deseo es que sea feliz, y si esa felicidad es contigo, entonces estaré tranquila.

La castaña tenía pequeñas lágrimas en los ojos. Era cierto que, de alguna manera, ayudaba a su amigo y ahora cónyuge a seguir adelante. Al igual que Tessa, también había llegado a pensar que, en un punto, N podría intentar quitarse la vida.

—¿Y qué pasa si no...?

—Cyn golpeará a su hermano mayor por hacer llorar a Uzi —comentó la menor, quien estaba acostada en el suelo jugando con sus muñecas.

—Si las cosas no funcionan entre ustedes, pues ya tienes un posible pretendiente —dijo con gracia la castaña menor.

Ambas mujeres siguieron hablando hasta que una enfermera les avisó que su hora de visita había terminado. Las hermanas se despidieron de Uzi, dejándola sola en la habitación. Al cabo de tres horas, llegó V para relevarla. La rubia solo rodó los ojos antes de señalar la puerta, prácticamente corriéndola.

Uzi tomó sus cosas, y antes de estar completamente afuera, la rubia cerró la puerta de golpe, empujándola y golpeándola con el objeto en el proceso.

—«Dios, estará en sus días, aunque bueno... Ella siempre actúa como si tuviera la peste negra» —pensó Uzi con ironía mientras salía del hospital.

El viento frío la hizo temblar levemente. Miró hacia arriba; el cielo estaba teñido de gris con grandes nubes oscuras en el horizonte. A su nariz llegó el olor de tierra húmeda, lo que le indicó que pronto llovería.

—«Carajo, y justo hoy el coche se descompuso» —pensó con frustración.

—Bueno, si llamo al chófer de papá... —dijo para sí misma, pero antes de continuar su plan, comenzó a llover—. Maldita sea, ya empezó a llover.

Se apresuró a refugiarse bajo el alero del edificio, y en ese momento, el sonido de un claxon la hizo mirar hacia la calle.

—¡Hola, Violetita! —saludó el dueño del auto, bajando la ventana del lado del copiloto.

—¡Hola, J2! Pues aquí, viendo cómo cae la lluvia.

—Sí, esa fue una pregunta tonta... Oye, ¿quieres que te lleve? —preguntó el pelinegro.

Uzi consideró la oferta. Si se quedaba, corría el riesgo de enfermarse o de que algo le pasara. Pero si aceptaba la ayuda, los medios podrían malinterpretar la situación.

—Puedes subirte en la parte trasera; así la gente pensará que soy tu chófer —sugirió el hombre con una sonrisa.

Uzi vio esto como la opción más viable y salió de su refugio para subirse en la parte trasera del auto. El interior era cálido en comparación con el frío exterior.

—Lo siento por arruinar los asientos —se disculpó, mirando cómo su ropa mojada dejaba marcas—. No creí que llovería con tanta fuerza.

—No te disculpes. Además, ya sabes cómo es este clima: impredecible. ¿A dónde te llevo, my lady?

—Conduce hacia la salida norte.

—Ok, entonces hacia allá vamos —respondió Joel, encaminándose hacia el destino. Sin que ambos lo supieran, habían sido vistos por una rubia.

Durante el trayecto, estuvieron hablando. Joel aprovechó para darle sus condolencias por lo sucedido con su futuro suegro, pero Uzi intentó evadir el tema. No lo hacía porque no le importara, sino para evitar posibles filtraciones de información. Aunque lo consideraba un amigo, eso no significaba que fuera a confiarle sus problemas o secretos más íntimos de inmediato.

—Oye, estuve viendo las noticias sobre la gala, y me disculpo. No pensé que mi presencia les causaría problemas —comentó Joel en voz baja.

—Al contrario, quien debería disculparse soy yo —respondió rápidamente Uzi, sacudiendo las manos como señal de disculpa—. No era mi intención, ni la de mi prometido, causar una mala imagen de ti ante los medios.

—Jajajaja, tranquila, disculpas aceptadas.

«Bueno, al menos logré que se pelearan» —pensó con orgullo.

—Oye, bombón, ya casi llegamos —informó Joel.

—Gira hacia la derecha y sigue conduciendo —dijo la castaña. El pelinegro acató las instrucciones.

Después de una hora, una gran reja se visualizó a lo lejos. Joel fingió sorpresa ante la imponente construcción. Detuvo el auto, y un guardia de seguridad le pidió su identificación y motivo de visita. Sin embargo, al ver que traía a la hija de Khan, el guardia informó por radio que abrieran la entrada.

Las rejas se abrieron lentamente, permitiéndoles el acceso. El auto arrancó de nuevo, y los impresionantes jardines les dieron la bienvenida. Joel miraba todo con asombro, señalando cada detalle que le llamaba la atención.

—Joder, lindura, sabía que eras "importante", pero no consideré cuánto —exclamó con humor.

—Jejeje, no es para tanto. Además, mi padre dice que esta casa es "pequeña" —murmuró con vergüenza.

—Por cierto, ¿Quién es tu familia?

—Creo que tienen un concepto muy diferente de la palabra "pequeño". Y, respondiendo a tu pregunta... no puedo decírtelo.

—¿Por qué no? —preguntó, alzando una ceja con curiosidad.

—Digamos que soy... alguien ilegítimo.

—Lo siento... No debí preguntar.

—No te disculpes. Es normal entre las familias ricas tener a algún bastardo por ahí. Como no quieren perder prestigio, es más fácil fingir que no existimos... Aunque, claro, cuando necesitan algún favor, siempre estamos disponibles —comentó Joel, mirándola desde el retrovisor.

—Es horrible —susurró Uzi, con lástima.

—Como sea, señorita, hemos llegado a nuestro destino.

El auto se detuvo frente a una reja de madera con el escudo de la familia grabado. Este brillaba orgullosamente bajo la lluvia. Las puertas se abrieron, y un mayordomo se acercó con un paraguas hasta la ventana del copiloto.

—Señorita Doorman, qué gusto tenerla de regreso. Joven, por favor acérquese a la casa principal; ahí una ama de llaves lo recibirá —indicó el mayordomo, con tono formal.

—Tranquilo, no hay necesidad de ser tan descortés. Joel, dado que el clima no mejorará, ¿te parece bien quedarte esta noche en la casa de mis padres? —preguntó Uzi.

Joel aceptó gustoso la oferta. Uzi le indicó al trabajador que permitiera al auto avanzar más para evitar que ambos se mojaran. El hombre asintió y dejó que entraran.

Tras quince minutos, J2 esperaba en el comedor mientras Uzi había subido a cambiarse. Las sirvientas lo observaban fijamente, lo que comenzaba a incomodarlo. Para su fortuna, Uzi finalmente hizo acto de presencia. Lucía una pijama compuesta por un pantalón y una camiseta de tirantes, que dejaba entrever el sostén y su piel blanquecina. Su cabello, todavía húmedo, era señal de que se había dado una ducha.

—Disculpa la tardanza. Espero que mis sirvientas te hayan tratado bien.

—Sí, me sentí como en casa —respondió con una sonrisa pequeña.

«Claro, si tratar bien significa matarte con la mirada. Aunque, bueno... Seguro han visto las noticias» —pensó con ironía.

—Uzi, creo que debería irme. Ya hice mi acto de buen samaritano, y tampoco quiero causarte problemas con tus padres.

—Tranquilo. Mis padres ya te conocen, saben que eres un amigo, y tu presencia no incomoda a nadie.

«Dile eso a tus empleados, que desde que entré aquí prácticamente quieren echarme a patadas» —pensó mientras notaba cómo una de las sirvientas, detrás de Uzi, lo observaba con enojo y aparente repulsión.

—Está bien, me quedaré... si eso está bien contigo, Zi. ¿Puedo llamarte así? —preguntó, probando suerte.

—¿No crees que ya preguntaste demasiado tarde? Desde que nos conocemos me has puesto apodos. Así que sí, puedes llamarme como te parezca más cómodo.

Un sirviente entró en el comedor empujando un carrito del que emanaba el olor de comida recién hecha. Ambos comenzaron a hablar mientras cenaban, mientras afuera el cielo se oscurecía y la lluvia aumentaba su intensidad. Al terminar, Uzi acompañó a J2 hasta la habitación que ocuparía.

Una vez solo, Joel revisó su teléfono, percatándose de los numerosos mensajes que había recibido de su hermana.

Rubia oxigenada 👩
¿Dónde estás?

Engendro del demonio 👹
En la casa de la violeta.

Rubia oxigenada 👩
Por eso V está tan enojada... ¡Perfecto, nuestro plan está dando resultado! 😚

Engendro del demonio 👹
¿V está contigo?

Rubia oxigenada 👩
No, hace media hora terminé una videollamada con ella. Me llamó diciendo que vio a su cuñada subirse al auto de un desconocido.

Engendro del demonio 👹
Pues era yo 😎. Al parecer, la suerte está de nuestro lado.

Rubia oxigenada 👩
Sí, eso pensé cuando me describió el auto. Bueno, V está que echa humo 🌋. Jajaja, casi quería reírme de la situación.

Engendro del demonio 👹
No seas estúpida, se supone que debes sentir lástima, no felicidad.

Rubia oxigenada 👩
¿Puedes culparme? 😒

Engendro del demonio 👹
De lo único que te culpo es de lo de la policía. Tienes que tener más cuidado, casi matas al vejete.

Rubia oxigenada 👩
Uff, ¿y sigues molestando con el puto tema? No debí decirte que lo drogué. 😒

Engendro del demonio 👹
No sabía que Martha también necesitaba tomar ese tipo de medicación.

Rubia oxigenada 👩
Una vez escuché al abuelo decirle que para él era inaceptable que uno de sus peones estuviera loco, así que le prohibió seguir tomando la medicina... Bueno, me voy. Ya casi es la 1 de la mañana y necesito mi sueño de belleza.

Joel dejo el teléfono a un lado analizando lo que acaba de pasar, bueno su plan estaba marchando bien solo era cuestión de tiempo y paciencia cuando por fin cosecharían los frutos de su esfuerzo.

Capitulo 6 corregido, editado y todo lo que implique mejoras.

Dedicado a mis panas: DesignacionExilon, Kiara145uwu, King--Kazma, Nana_Gacha5, Solecitomedusa11, The_Walking_Pendejo, Emi_68181

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