Capítulo 1: El día que las estrellas chocaron

En el aeropuerto de Gimpo se hallaba Johnny, este permanecía sentado escribiendo en su celular mientras dos hombres con trajes estaban a sus lados. Había sido elegido como el "guía" de los chicos recién llegados, el japonés y el tailandés ya debían haberse reunido en el aeropuerto internacional de Incheon viniendo de sus países. Era su responsabilidad a partir de ese momento el orientarlos al arribar a ese nuevo país, si bien él era uno de los estudiantes trasladados, había estado viviendo en Corea desde hace algunos años.

Esta ya era como su hogar. 

La voz por los altoparlantes, anunciando la llegada de dicho vuelo, sacó su atención del teléfono haciendo que lo guardara en su bolsillo al ponerse de pie. Se veía incluso más intimidante que aquellos hombres trajeados pues por altura los sobrepasaba.

— ¿Deberíamos ir? —consultó mirando a cada uno, quienes asintieron comenzando a caminar sin siquiera esperarlo.

Viró los ojos sacando de su mochila el papel, algo arrugado debido al resto de las cosas que tenía allí metidas, bufó tratando de alisarlo lo más que podía al mismo tiempo que trotaba hacia donde el resto de las personas iban a recibir a sus recién llegados. En esta hoja se encontraban los nombres y apellidos de los nuevos estudiantes, escritos en sus propios idiomas a la perfección claramente a puño y letra de Johnny. Tuvo que rehacer muchas veces el del tailandés por tal complejidad, pero el japonés siempre se le había dado de maravilla.

Con agilidad se colocó entre los dos sujetos sosteniendo frente a sí el papel con los nombres, de igual forma que muchas otras personas allí. Nunca los había visto ni siquiera en fotografía por lo que no los reconocería.

Por la puerta comenzaron a salir infinidad de personas, la mayoría coreanas debido a que la temporada vacacional había terminado y todo el mundo volvía a casa, estas eran recibidas con calurosas bienvenidas de sus familiares, pero los que brillaban por su ausencia eran los dos jóvenes que esperaba Johnny. Este aprovechaba su altura para ver por encima del mar de gente en un vago intento de visualizarlos.

«Ni siquiera los conoces, John, ¿cómo piensas encontrarlos aquí? You're so stupid»

Dejó de recriminarse a sí mismo cuando, como por arte de magia, dos chicos castaños de estaturas diferentes se pusieron de pie delante de él, ambos bastante sonrientes al ver como el chico lucía de lo más perdido por un instante.

—Oh, sàwàddee kráb, konichiwa —saludó, inclinándose leve frente a ellos. Los nuevos chicos quedaron algo sorprendidos por la fluidez con la que saludó en ambos idiomas—. Am, yo soy John Seo y mi nombre coreano es Seo Young Ho, pero pueden decirme Johnny. Yo... esperen, ¿ustedes saben lo que estoy diciendo?

Se sintió bastante tonto al ver como los recién llegados lo observaban maravillados. Apenas llegaron a Corea, ¿cómo sabrían hablar el idioma?

—Nos hicieron empezar un curso antes de venir —explicó el japonés, una sonrisa de orgullo adornaba su rostro al poder hablar dos idiomas.

—Eres muy alto, ¿cuánto mides? —se le salió entonces al más bajo con un tono más que todo de envidia y asombro que hizo reír a Johnny.

—1,84 cm —responde monótonamente al ser esta una de las cosas que más le preguntaban. Llevó una de sus manos hasta la altura de la cabeza del que le había preguntado para ahora llevarla al equivalente en su propio cuerpo—. Tú algo como 1,68.

—1,70 —masculló sacándole una corta risa al chico a su costado.

Un grave carraspeo a su costado los hizo girar, aquel hombre informó en una voz serena que era hora de irse, debían llegar a la residencia a una hora en específico. Asintiendo, los nuevos siguieron al más alto hacia la cinta por donde salía todo el equipaje del viaje, y sin tardar mucho ya estaban dirigiéndose a la camioneta negra estacionada justo en la puerta para entrar a esta mientras uno de los hombres se encargaba de meter las cuatro maletas.

—Por cierto, no me han dicho sus nombres, bueno, quien es quien —dice el americano cuando el vehículo emprendió su camino.

—Yo soy Yuta, Nakamoto Yuta —se apresuró a decir con una brillante sonrisa que terminó contagiándose.

—Y yo Chittaphon Leechaiyapornkul. —Johnny arrugó la nariz al escuchar de nuevo aquel nombre, había perdido la cuenta de las veces que lo escuchaba de la voz del traductor de su celular, siéndole aún imposible pronunciarlo a la perfección.

—No te sientas mal contigo, yo pasé 3 horas con él en el aeropuerto tratando de aprenderlo y aún no lo sé —dijo Yuta soltando una risita luego de palmear el hombro del chico.

Johnny se metió en sus pensamientos por un momento haciendo pensar a los chicos que quería olvidar el tema al lucir bastante "concentrado en el camino" pero, justo cuando ambos giraron cada uno a la ventana a su lado, este volvió a hablar.

—Serás Ten —pronuncia, ganándose la atención y especial confusión de los chicos, el aludido de inmediato preguntó un ¿por qué? —. Las conté, tu nombre tiene diez letras, Ten. Además, en mi opinión, suena mejor y es muchísimo más fácil. ¿No crees?

El viaje se basó en risas luego del nombramiento, el chico lo veía como algo positivo en lugar de un apodo gracioso, nada mejor para empezar una nueva vida que un nuevo nombre. Situación similar que vivía el japonés, dejaría de ser llamado por todos esos apodos hirientes, los secos Nakamoto-san, por fin podría ser solo Yuta.


A unos 90 kilómetros de ahí otra situación muy diferente se llevaba a cabo, el señor Kim miraba con una sonrisa de burla cómo su esposa se abrazaba a sus dos hijos mientras trataba de hablarles sin llorar, no obstante las lágrimas habían empezado esa misma mañana cuando despertó.

—Por favor, sean buenos niños, estudien mucho y no se salten ninguna comida —repetía como un mantra, uno que parecía venir programado en la mente de cada madre coreana—. Gyu, cuida mucho de tu hermana.

—Yah, eomma, yo sé cuidarme sola —se quejó la joven tan solo logrando que el llanto de su madre se intensificara, sollozando ahora sobre lo mucho que habían crecido sus bebés.

La escena sería completamente entendible en otra situación: una madre sintiendo el inminente nido vacío al ver a sus dos hijos mayores dejarla por primera vez para vivir en la residencia del instituto, cualquiera lloraría. Sin embargo esto era como un deja vú ya que hacía exactamente un año esa escena había acontecido de la misma forma, fue tonto de parte de los mellizos pensar que su madre lo llevaría mejor siendo su segundo año.

Que ingenuos fueron.

—Tomen todas sus vitaminas, no se metan en problemas y no olviden llamar todos los días. —Cada petición era intercalada de un "sí, eomma" que hacía reír a su padre, fue este quien se acercó a ellos para tomar de los hombros a su esposa y alejarla de los pobres chicos.

Hacía más o menos media hora que se encontraban en el campus, sus progenitores, más específicamente su madre, había insistido en acompañarlos hasta la entrada, aún cuando quería llegar incluso a sus habitaciones y ayudarlos a desempacar. Más o menos diez chicas habían llegado y entrado en el tiempo en que ellos se despedían de su madre.

Justo cuando pensaron que la mujer se iba a poner a soltar otra lista de pendientes mentales, vieron como, sujetándose del brazo de su esposo, mostraba una pequeña sonrisa secándose el rostro mientras decía dos simples palabras que ablandaron el corazón de los mellizos:

—Los amo.

Sin poder evitarlo, la chica se acercó a esta para abrazarla estrechamente recordándole su amor en repetidas veces antes de dejar un beso sobre su mejilla y regresar junto a su hermano.

En ese momento sintieron la tan anhelada libertad cuando, luego de despedirse también de su padre, estos giraron para tomar el camino hasta el estacionamiento donde había quedado su auto. Sabían que su madre no dejaría que el hombre arrancara el auto hasta que los viera sanos y salvos dentro de la residencia por lo que ambos, luego de tomar sus maletas, entraron al edificio escondiéndose detrás de la pared.

— ¿Por qué no te vas ya? Ni pienses que subirás conmigo a la habitación —protestó viendo como su hermano espiaba por el borde de la puerta, quien volteó a verla con exasperación.

—Ella casi se desmaya cuando se enteró que estudiaríamos en secundarias diferentes, ¿quieres que le dé un infarto si sabe que ni siquiera viviremos en el mismo edificio? —exclama en voz baja al ver a su hermana. De inmediato se dio cuenta de que algo estaba mal con ella—. ¿Vas a llorar?

—Cállate —murmuró con la voz repentinamente cortada llevando sus manos a su rostro en un vago intento de cubrir su silencioso llanto.

Entrando en un momentáneo pánico, Min Gyu no tuvo nada más en mente que lanzarse a abrazarla, haciéndola enterrar su rostro en su pecho. Siseando con desespero comenzó a sobar su espalda preguntando una y otra vez la razón de su llanto, se volvía un desastre cuando su hermana lloraba.

—Voy a extrañarte —solloza con un hilo de voz sonando más ahogada por la tela de su camiseta—. No vamos a estudiar juntos, ¿te has dado cuenta de eso? No nos vamos a ver todos los días en el salón de clases, no vamos a hacer más trabajos juntos y no vamos a poder mentir por el otro cuando falte a clases.

Su repentina confesión dejó mudo a su hermano por unos segundos hasta que logró procesar lo dicho, una minúscula sonrisa se escabulló por sus labios mientras apretaba el agarre de su abrazo.

—Chae, viviré en el edificio frente al tuyo. Literalmente hay menos de cien metros entre cada uno —aseguró tomando su cabeza para echarla hacia atrás—. No podrías deshacerte de tu hermano ni aunque quisieras.

Ambos rieron al mismo tiempo mientras Min Gyu se encargaba de secar con cuidado el rostro de su hermana.

Una vez calmados los ánimos supieron que era hora de separarse, debían instalarse antes de que se les hiciera tarde para la reunión. Así, sin mucho sentimentalismo, chocaron sus puños mientras se miraban para luego separarlos en una explosión como lo hacían desde que eran unos chiquillos. Y entonces el chico comenzó a alejarse, seguía el pequeño sendero de concreto que unía ambos edificios, esto con la mirada de su hermana pegada en su espalda. En su mente batallaban dos versiones de ella misma; por un lado estaba Chae Min quien deseaba salir corriendo detrás de él para colgarse de su pierna y no soltarlo nunca, y en la otra esquina estaba Chae Rim quien aullaba ante la expectativa de todas aventuras que podría vivir por su cuenta al ser esta la primera vez que en su vida no se encontraba con su hermano.

Pero de repente tuvo que dejar de ver la ancha espalda de su mellizo cuando, unos metros frente a la entrada y frente a ella, una chica tropezó con quien-sabe-qué tirando sus bolsos y dejándola tirada sobre la única maleta que tenía. Con un chillido de sorpresa se apresuró a acercase a ella para ayudarla.

—Oh por Dios, ¿estás bien? —Preguntó brindando su mano para ayudarla a ponerse de pie—. ¿Te lastimaste?

—No, estoy bien —aseguró tan solo un segundo antes de abrir en grande los ojos y ponerse a revisar con desespero uno de los bolsos, hasta que dio con una taza sellada que no dudó en abrazar con esmero—. ¡No se derramó! ¡Gracias!

Quizás por la divertida mirada sobre ella o por la risilla, pero solo en ese momento la pelinegra miró hacia arriba para ver de nuevo a quien la había ayudado. Se puso de nuevo de pie, ya que se había sentado del tiro en el suelo para buscar aquel recipiente el cual tomó con una mano mostrándolo antes de explicar.

—Es la pasta de soya de mi abuela, moriría si se hubiese abierto —explica con unas expresiones faciales distintas para cada frase, hasta que puso la misma de antes cuando recordó algo—. Aigoo, ¿dónde dejé mis modales? Mi abuela me asesinaría si estuviera aquí. Soy Kim Chung Ha, de Ulsan, es un placer.

Con una sonrisa la otra chica imitó su reverencia con ambas manos sujetas a su espalda—. Yo soy Kim Chae Rim, de Anyang-si en Gyeonggi-do y el gusto es mío. Pero... ¿eso no es mucho equipaje? Seguro que tus padres te compran mucha ropa.

—Oh, no, no, no —se apresuró a negar con ambas manos mientras veía como la castaña recogía uno de sus cuatro mochilas—. En realidad hay mucha comida, mi abuela me dio bastante ya que venía tan lejos, tan solo en la maleta hay ropa.

Chae Rim quiso preguntar de nuevo si no se trataba de mucha comida entonces, pero recordaba entonces los viajes a la casa de su abuela y como en realidad quería llevársela a ella misma a casa para que cocinara para ellos. Sonrió pensando en lo afortunada que era.

Sin decir nada, puso una mochila en cada uno de sus brazos para ayudarla a cargarlos, a lo que la dueña de la montaña de bolsos hizo lo mismo apresurándose en tomar también su maleta.

—Vamos, te ayudaré a llevarlos hasta tu habitación —aseguró llegando hasta donde había dejado sus dos maletas, girando para verla—. ¿Cuál es el número?

—Ahm, espera, sé que lo tengo en algún sitio —dijo poniéndose a buscar algo de nuevo en uno de los tantos bolsillos de su bolso hasta dar con una hoja—. ¡Aquí está! Habitación 412, sexto piso. ¿¡Sexto piso!?

Entrando al ascensor la otra chica no pudo evitar soltar una risotada ante el rostro de estupefacción que tenía Chung Ha, estaba en shock incluso luego de que este comenzara su viaje hacia arriba.

—Yo también viviré en ese piso —acotó risueña al ver como esta parecía volver a la vida.

—Nunca he estado ningún piso sobre tierra —comenta haciendo que Chae Rim abriera bien en grande los ojos para verla—. Bueno, solamente he estado en el techo de la granja de mi abuela pero más de ahí no.

Ahí encontró la primera diferencia con esta nueva chica; ella, desde que tenía memoria, había vivido en un apartamento en el décimo piso, además de que el año anterior había compartido el piso con su hermano en una residencia y este era el quinto. Estaba acostumbrada a vivir en las alturas, pero esta chica parecía al borde de un ataque de pánico.

—Tranquila, si no miras por la ventana, es como si estuvieras en planta baja —trataba de calmarla cuando el número rojo del ascensor se detuvo en seis.

Esta asintió mientras salían al pasillo blancuzco, de cada lado había puertas de un pulcro blanco con los números empotrados encima y se notaba un pequeño cuadrado con dos líneas los cuales mostraban nombres en cada una de estas.

—409, 410, 411 ¡aquí! —Exclama girando para ver a Chae Rim mientras señalaba su nombre escrito en la puerta— Viviré con una tal Kim Do Yeon.

—Tal parece que seremos vecinas —dice con una sonrisa señalando el número 432 sobre la puerta.


Seis pisos más abajo y a «menos de cien metros» de distancia, bajaban tres chicos extranjeros de la camioneta negra, estiraban sus piernas luego del trayecto desde el aeropuerto y se apresuraron a buscar su equipaje antes de que los hombres bajaran, o más bien solo dos de ellos buscaron sus maletas ya que las de Johnny se encontraban en su habitación donde se había instalado antes de ir al aeropuerto.

No necesitaban que hicieran todo por ellos, no es como si fueran invitados diplomáticos. Así que solo se despidieron y agradecieron fugazmente a los hombres que los habían trasportado, dejándolos hablando solos cuando les recordaban sobre la reunión.

—Que genial que seamos compañeros —comentó Yuta con su brillante sonrisa poniendo sobre su hombro una gran mochila negra.

Hacía un rato habían estado hablando sobre la residencia, había dos de estas ya que separaban a chicos y chicas, sin embargo se encontraban en el mismo terreno separadas tan solo por un pequeño camino de concreto y varios tantos árboles entre el mar de césped. Hasta que llegó el momento donde cada uno verificó el número de su habitación y se dieron cuenta que el japonés y el americano compartirían la habitación 277 y, por otro lado estaba el recién nombrado Ten, que viviría en la 301, un piso arriba de ellos.

Hablaron hasta por los codos, habían sobrevivido a la pequeña fase a la cual temían de volverse incómodos al conocerse, no obstante habían logrado hacerse cercanos, o al menos hablar, durante todo su viaje. Pero tuvieron que separarse cuando el número cuatro apareció en el ascensor.

—Debes esperarnos para ir a la reunión —le recordó John cuando ambos salieron de este, para observar al tailandés parado solo dentro de la caja—. No es tan lejos, pero no sabes el camino. ¿Entendido?

—Entendido —repitió con una voz de fastidio, rodando los ojos con burla cuando las puertas comenzaron a cerrarse

Aún riendo los dos chicos comenzaron a caminar a lo largo del pasillo mientras Yuta se fijaba en cada uno de los números sobre las puertas hasta que vio el 277 dorado sobre la puerta blanca. Y entonces comenzó a burlarse del chico que, mirando al techo, trataba de recordar cuál era la combinación de la contraseña para abrir la puerta y con firmeza le dijo a Yuta que no sacara el papel que tenía los números ya que por su cuenta debía recordarlo.

—Kim Min Gyu. Hansol Vernon Chwe —leyó llamando la atención de Johnny quien giró para ver cómo despegaba su mirada pero no su dedo del cartel pegado a la puerta junto a la suya—. ¿Lo dije bien?

El americano se acercó hasta donde estaba para leer ambos nombres y asentir al ver que lo había pronunciado bien—. Tal parece que uno es extranjero, que bueno.


En el piso arriba de ellos se encontraba el tailandés, este toqueteaba uno a uno los números en el panel leyendo cada dígito primero en la hoja que le habían entregado. Ya había leído el nombre de su compañero, aunque dudaba que sonara de la forma en que lo leyó.

Al abrir la puerta adentro ya se encontraba un chico pelinegro poniendo varios libros sobre una repisa. Este dirigió su mirada con pesadez hacia el recién llegado y agachó tan solo un poco su cabeza.

—Hola, tú debes ser Kim Do Young —dijo con una pequeña sonrisa mientras terminaba de entrar en la habitación, pero lo que vio fue como el chico movía su cabeza de un lado a otro.

—Kim Dong Young —rectificó haciendo énfasis en la sílaba que había dicho mal.

Chittaphon se había dado cuenta que este hablaba en un tono extremadamente bajo, a penas si había sido capaz de escuchar lo que había dicho por lo que asintió asegurando que lo diría bien la próxima.

—Lamento mi error, es que soy de Tailandia y aún es difícil para mí pronunciar bien el coreano —asegura en tono de disculpa dejando las maletas junto a su cama.

—Lo siento —fue lo único que dijo sin siquiera verlo al aún estar con sus libros, sin embargo el extranjero no tuvo ni tiempo de decir o preguntar algo—. Leí tu nombre pero no tengo idea de cómo pronunciarlo.

Aún procesaba lo que había dicho ya que era lo más extenso que había dicho, aunque terminó con un tono casi inaudible. Comenzaba a interesarle más saber quién sería ese chico.

Pero entonces soltó una risotada ante lo que había dicho, no sería ni la primera ni la última vez que alguien dijera algo similar. ¡Vamos! Incluso su hermana solía llamarle Chitt para no decirlo completo, no podía pedir más de los extraños.

Al parecer si tenía algo que agradecerle a John Seo

—Tranquilo, puedes llamarme Ten.


Un piso más arriba, pero en la residencia de las chicas, se encontraba Chae Rim sacando cada rollito que su madre había hecho con sus prendas y de inmediato las metía en cada cajón que tenía su closet. Ella y Chung Ha se habían separado ya que debían estar listas para irse a la tan importante reunión, además le había hecho prometer a su hermano que la acompañaría hasta la sede por lo que debía apresurarse.

Ya había estado más o menos media hora sacando el contenido de sus maletas pero, hasta ese momento, no había llegado su compañera.

— ¡Hi! —saludó la recién llegada con mucho ánimo contagiando a la castaña—. Oh, tú debes ser Chae Min, my new roomie.

Esta asintió sonriente, un poco descolocada ante la repentina frase en ingles. No hacía falta preguntar para saber que no era de Corea.

—Es un gusto, tú debes ser Jeon So Mi —dijo haciendo que la chica se quedara mirándola por unos segundos hasta que comenzó a asentir.

—No estoy acostumbrada, pero sí, ese es mi nombre —afirma viendo cómo la chica la miraba extrañada—. Siempre me han llamado Ennik, pero debo acostumbrarme al So Mi. Suena extraño, lo sé.

—Para nada, yo siempre he preferido ser llamada Chae Rim. Cosas de uno —explicó cerrando el espejo que servía de puerta del closet.

Una amena conversación surgió entre ambas, sin embargo la coreana a penas si abría la boca para tan solo decir algún monosílabo o soltar una risa ante algo que hubiese dicho su compañera. La joven So Mi era, por decirlo simple, un tanto parlanchina. En el tiempo en que había estado hablando había contado desde su lugar de origen, que era Ontario, Canadá, pasando por su amor por el kendo, hasta llegar a decir textualmente la razón de estudio con la que había sido elegida en el experimento que se llevaría a cabo. Sí, era la tercera persona, luego de su hermano y Chung Ha, que conocía la cual también sería parte de este estudio.

También habló de su familia, Chae Rim había aprendido de memoria el nombre de ambos padres y hermana menor de So Mi. Le parecía divertido como ella había terminado de desempacar hasta la última pieza de maquillaje mientras la menor aún cargaba en su mano la tercera camiseta que debía meter en el cajón.

—Por eso terminé castigada luego intentar enseñarle kendo en la sala —terminó de decir moviendo la prenda en el aire haciendo reír a su compañera.

—Algo muy similar sucedió cuando Gyu trató de enseñarme fútbol, sin embargo nuestra madre nunca puede regañarnos al vernos llorar —comenta sonriendo ante el recuerdo justo cuando se dio cuenta de que ella no tenía ni idea de a quién había nombrado—. Min Gyu es mi hermano, hermano mellizo. Por eso estamos en el experimento, verán cómo nos comportamos estando separados.

Y quizás la chica se hubiese puesto a hablar de nuevo, pero fue interrumpida por unos toques en la puerta a lo que con rapidez se puso de pie para abrirla dando con las dos chicas que esperaba.

— ¡Ah, Chae Rim, aquí están! —Exclamó como de costumbre dejando que las viera—. Ellas son las chicas de las que te hablé, son Xiao y Lu Da.

Las tres inclinaron sus cabezas al haber escuchado todos sus nombres de la chica, quien de inmediato le ofreció a su "roomie" el acompañarlas hasta la reunión.

—Me encantaría, pero debo ir con mi hermano —se disculpó poniéndose de pie para hacer una pequeña reverencia—. Nos vemos allá.

Cuando las tres chicas se fueron, tomó su celular para darse cuenta de que efectivamente se acercaba la hora de partir por lo que texteó un mensaje rápido a Min Gyu diciéndole que lo esperaría en la entrada de su residencia, y ahora si salió de su habitación para dar unos tres pasos y tocar la que se encontraba frente a la suya.

Pero no fue Chung Ha quien la recibió, una alta y muy linda chica se encontraba frente a ella mirándola con una sonrisa.

—Hola —saludó con un hilo de voz, de repente se encontraba intimidada, claro, hasta que apareció el rostro conocido.

—Hola de nuevo, Chae Rim-ah —llega la chica a su lado para tomar su mano—. Las presento; Do Yeonie, ella es Kim Chae Rim, de Gyeonggi-do, Chae Rimnie, ella es Kim Do Yeon, de Wonju. Siento que vamos a llevarnos muy bien, ¡todas somos Kim!

Ambas rieron a la vez asintiendo con la cabeza. Unas cuantas frases dichas y ya las tres se encontraban camino al ascensor para dejar el edificio, esto mientras Chae Rim les decía que se encontrarían con su hermano en la entrada de su residencia, sin embargo lo vio mucho antes.

—Yah, te tardas demasiado —le regañó con burla antes de dirigir su mirada a sus dos acompañantes, acción que imitó su hermana pero para ver al chico de cabello claro que yacía callado junto a Min Gyu.

Luego de una nueva ronda de presentaciones, el ahora más numeroso grupo se encaminó hasta la parada de autobús.


Al mismo tiempo todos los estudiantes se dirigían a la sede del Ministerio de Educación, unos habían tomado un autobús, los extranjeros pidieron taxis y la gran mayoría emprendieron a pie el camino con ayuda de sus mapas digitales.

Todos estaban a punto de encontrarse, sus vidas estaban a punto de enredarse unas con otras. Esto sería como el choque de estrellas, una gran explosión en la galaxia de la que todos serían y querían ser espectadores. Examinarían y apuntarían cada pequeño paso antes, durante y luego de tal estallido.

Uno a uno los estudiantes fueron llegando y siendo conducidos hacia la sala de juntas que estaba hasta el último piso, las numerosas sillas de cuero eran llenadas con gran rapidez al dejar a todos los brillantes jóvenes sentados alrededor de la imponente mesa de madera oscura. Sus curiosas miradas iban de rostro en rostro, analizando las facciones de cada uno, sin vergüenza alguna. Sus mentes querían saber todo absolutamente todo el tiempo, trataban de descubrir a la persona detrás de sus expresiones inmutables. Claro, trataban de analizar a los demás luego de rendirse con el hombre trajeado que seguía de pie junto a la pared al otro extremo de la mesa, al lado de otro un tanto más bajo que él.

—Es un gran gusto para mí el tenerlos a todos aquí reunidos —inauguró su discurso aquel hombre cuando por la puerta apareció el último estudiante—. Cuánto talento junto.

Sonriente giró a ver a su compañero quien atinó a asentir rápidamente dándole la razón—. Mentes brillantes.

—Las más brillantes, Chang Sun, las más brillantes —corrige con un dedo alzado en el aire, al terminar lo sacudió a la par de su cabeza como si se recriminara a sí mismo—. Pero no los aburriré con halagos, ya habrá tiempo para eso. Empecemos con lo realmente importante.

»Mi nombre es Lee Hyun Suk, el Ministro para la Educación de Corea y soy el encargado del experimento del que todos ustedes serán parte —explicaba, con un movimiento de manos bastante fluido que tenía hipnotizados a los jóvenes, dejaba ver la materia de político que tenía—. Ya saben en términos bases el motivo de este, ¿alguno?

Varias manos se alzaron a la vez, era como estar ya en un aula de clases.

—Señorita Lee. —Todos giraron para ver a la chica rubia quien bajó la mano al ser mencionada.

—Recopilar datos de comportamiento para un mejor método académico en nuevas generaciones —dijo casi de memoria con un aura de orgullo propio.

—Exactamente. Queremos ver dentro de estas mentes brillantes que todos tienen, ver su conducta en diversas situaciones, conocer su día a día. Ver la vida a través de sus ojos —hablaba con mucho entusiasmo haciendo sentir más importantes y entusiasmados a los jóvenes—. Y eso lo lograremos con sus "guías". ¡Pasen!

Con el llamado todos los pares de ojos se dirigieron a la puerta cuando esta fue abierta dando paso a una columna de personas, todos usaban camisas blancas de manga larga junto a pantalones y faldas de color negro. Contaron con rapidez y se dieron cuenta que se trataba de 18 personas.

—Ellos serán sus guías este año escolar, sus mejores amigos, sus confidentes. Los verán a diario para redactar juntos un informe acerca de todo, absolutamente todo su día. —Una exclamación colectiva se hizo presente en la sala para la diversión de los adultos. Los mayores comprendían que estos se encontraban en una etapa donde escondían más de lo que contaban, así que sabían lo que les esperaba— Sé que será difícil para ustedes, pero véanlo como un sacrificio para las generaciones venideras. Contarnos todas sus acciones, sus encuentros, sus avances, incluso sus sentimientos nos ayudará a comprender mejor la mente de un estudiante, los complejos pensamientos de un adolescente.

Había llegado al punto del discurso donde había perdido su confianza y debía recurrir a sus recursos visuales para atraerlos de nuevo. Con un pequeño control en mano encendió el proyector que reflejó, contra la pulcra pared blanca, una obra de arte que ya muchos conocían y que los dejó prendados al ver la preciosidad.

—Este es El nacimiento de Venus, obra de Alessandro di Mariano Filipepi Botticelli, mejor conocido como Sandro Botticelli —explicó con una voz suave que hacía que todos, incluso los que no comprendían tanto el arte, asintieran casi boquiabiertos ante la majestuosidad que mostraba la obra—. Esta es una obra conocida a nivel mundial. Sin embargo esta no es la versión de Botticelli, esta fue hecha por nuestra querida señorita Kim Chae Min a la impresionante edad de siete años.

Todas las miradas se dirigieron a la castaña quien trató de encogerse en su asiento. Cuando llegaron, a cada uno le dieron un pequeño gafete para su camisa con sus nombres escritos, fue muy fácil saber quién era quién.

Daban vistazos a la pintura en la pared para regresar su mirada hacia la chica, quedaban cada vez más asombrados que antes. Murmuraban por lo bajo cómo pensaban que esa era la original.

—Señorita Kim, ¿quiere decirnos lo que pensaba a esa edad mientras pintaba? ¿Qué pasaba por su mente?

—Que era divertido —respondió con un tono casi infantil, media sonrisa surgió en su boca cuando su mente la envió de viaje a ese específico momento.

Con una pequeña risa ante las exclamaciones del resto de los estudiantes, Hyun Suk cambió la imagen y ahora mostraba a un pequeño niño de cabello oscuro, este yacía sentado frente a una mesa escribiendo algo en una hoja, una de las tantas que habían regadas por la superficie de madera.

—Aquí podemos ver a un muy joven Jung Woo Seok realizando su veintiunava hoja de coordenadas esféricas, contando tan solo con cinco años —anuncia haciendo que ahora miraran al aludido.

—Esféricas y polares —rectificó en voz baja.

Varios de los chicos quedaron con la boca abierta sintiéndose cada vez más "inútiles", ellos no podían hacer eso.

Así siguieron con cada uno de ellos; pasaron el video de la rutina de gimnasia con la que Cheng Xiao ganó los nacionales infantiles en China a los seis años, una foto de Yoon Jeong Han recibiendo un certificado, a los doce años, luego de refutar una nueva teoría química. También fueron testigos de algunos de los mejores goles tanto de Nakamoto Yuta como Kim Min Gyu, las mejores, y algunas galardonadas, rutinas de baile tanto de Kim Chung Ha, Chittaphon Leechaiyapornkul y Kim Hyung Gu, una Lee Lu Da a los quince años con una réplica exacta y a tamaño real del Discóbolo de Mirón hecha de arcilla, incluso vieron un video casero hecho por la familia de Kim Do Yeon de ella, a los nueve años, recostada en su cama mientras su primer robot recogía el desastre del piso.

—Esto, mis queridos jóvenes, es la prueba de que todos y cada uno de ustedes son excepcionales en cada área que puedan imaginarse —dice con una voz neutra, casi hechizante—. Imagínense por un momento que logremos entender sus mentes, lograr comprenderlos mejor de lo que ustedes mismos lo hacen. ¿Qué cosas no podríamos hacer entendiendo los complicados engranajes que hay en sus pensamientos? Podríamos... Podríamos hacer de todo.

Un silencio inundó la sala y duró lo suficiente para que Lee Hyun Suk le diera una mirada a cada uno de ellos, entonces hizo una seña con la cabeza y todos los guías se encaminaron a cada lado de la mesa, cada uno detrás de uno de los sujetos de prueba. Al llegar ahí todos dejaron unas cuantas hojas, perfectamente apiladas, frente a cada uno de ellos.

—Ahí están especificadas todas las directrices del experimento que llevaremos a cabo —explicaba conforme los jóvenes curioseaban diversos párrafos de lo que parecía ser un manual pero en formato de contrato—. Sé que tanto sus padres como ustedes están enterados en su gran mayoría de las obligaciones y responsabilidades principales, sin embargo ahí podrán encontrar cada una de ellas explicadas con lujo de detalle. Quiero que los lleven a sus habitaciones, los lean con detenimiento y cualquier día, antes del primer día de clases, vuelvan aquí para firmarlo o hacer cualquier pregunta. ¿Entendido?

La mayoría asintió sin despegar la vista de la hoja, más una de las chicas levantó la mano con timidez, recibiendo la indicación de que hablara.

— ¿Podría recibir una versión en mandarín? Siento que lo podría comprender mejor —dijo con una voz medio temblorosa haciendo sonreír al hombre.

—En realidad, por si no lo han notado, los acuerdos de los estudiantes extranjeros lucen más extensos —aseguró al juntar ambas manos al ver como ninguno de estos habían pasado de la segunda o tercera hoja—. Si se van hasta el medio de estas, podrán ver todas las estipulaciones en sus idiomas natales para un mejor entendimiento.

— ¿Qué es "Revisión Mensual Académica"? —pregunta ahora Lee Hwi Taek con la mano bien alzada.

—Qué bueno que lo pregunte, señor Lee —expresa con una nueva emoción pero seriedad en su rostro—. Como todos lo sabrán, la gran mayoría de las becas exigen un mínimo en cuanto a las notas. Nosotros no seremos la excepción.

»Cada mes les pediremos a sus instituciones hacer un corte en cuanto a sus notas y harán un cálculo de sus calificaciones. El mínimo aprobatorio es de 60 sobre un máximo de 100, aquellos que acumulen tres o más materias por debajo del mínimo consideraremos que están por bajo de la media y les daremos un mes de prueba para subir esa nota. Si no lo hacen —dijo juntando sus labios teniendo expectantes a todos los alumnos—, nos veremos en la obligación de retirar la beca y sacarlos del experimento.

Un silencio sepulcral inundó la sala, quedaron mudos ante el inminente riesgo de quedar fuera. Perder la tan preciada beca que, para muchos de los estudiantes, significa la única posibilidad de estudiar en tan prestigiosas instituciones. Para algunos era la única forma de siquiera seguir en Corea.

No obstante, esto, en vez de desmoralizarlos, incitaba dentro de ellos las ganas y el ánimo de hacerlo mucho mejor, romper las expectativas que tenían sobre sus hombros. No pensaban en alejarse de la media, su objetivo ahora era llegar hasta la nota máxima.

Lee Hyun Suk había logrado su cometido, había encendido el fuego dentro de esos jóvenes. Sabía que la naturaleza humana siempre lleva al hombre a superarse y, en el camino hacia esto, superar a los demás.

Solo que no se esperaba que quisieran superar al otro en ámbitos de lo más alejados a lo académico.





¡Primer capítulo, mis linduras!

Vi que más gente parecía gustarle esta historia, la emoción me hizo inspirarme bastante para comenzar a escribirla finalmente. ¿Qué les pareció?

Aquí empezamos a ver a unos cuantos personajes, conforme continuemos más y más irán apareciendo y se irán mostrando las relaciones interpersonales de cada uno. Lo describiría bien una palabra: intenso.

Con eso en mente, espero que hayan disfrutado del capítulo. No olviden votar y comentar antes de irse si les gustó o no lo que leyeron.

¡Hasta la próxima, mis bellezas!

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