Hani.
6 años antes.
Lilly y yo llegamos a la casa donde se llevaba a cabo la fiesta encontrándonos con un montón de personas bebiendo, consumiendo cualquier tipo de sustancias, bailando o simplemente hablando, más bien intentándolo por sobre el sonido de la música que sonaba muy fuerte.
Acabábamos de salir de las semanas de exámenes por lo que muchas de las fraternidades alrededor del Campus hacían fiestas, después de días muy fuertes en los que apenas podíamos respirar. Eso quería decir que tendríamos un mes y medio de vacaciones.
Desde que había aceptado la beca universitaria hace un año, estaba disfrutando mi vida como estudiante de Columbia. Era una universidad muy prestigiosa en el cual la mayoría buscaba ser el mejor, pero habían todo tipo de personas, como los que no les importaba mucho la competencia y solo estudiaban obligados porque provenían de una familia importante y debían seguir con el patrón. También estaban los que vivían más de fiesta o fuera de clases que en ellas, pero que de alguna manera se las arreglaban para mantener un promedio aceptable. Mi carrera me gustaba y odiaba sacar malas notas por eso me esforzaba.
Tanto Bill e Irina presumían de que sería una excelente arquitecta con sus amigos, pero me daba completamente igual el título y, así como me gustaba estudiar, también disfrutaba ir de fiesta. Había conocido personas muy agradables y otras no tanto, pero el ambiente era muy distinto al instituto y agradecía no estar más en aquél lugar. Solía juntarme con personas un poco mayores que yo, aún así no me trataban como una niña, yo consideraba que era lo suficientemente madura, de hecho mucho más que algunas de esas personas.
En mi primer año conocí a muchas personas y me atreví a ser más sociable. Con mi compañera de dormitorio, Lilly, me llevaba bien. Estudiábamos lo mismo así que solíamos apoyarnos en nuestras asignaturas.
–¿Devon te dijo que estaría aquí? –Me preguntó la rubia elevando un poco la voz para que así pudiera escucharla por encima de la música, mientras caminábamos entre las personas.
–Si.
Entramos a la cocina donde estaban otras personas, desconocidas, preparándose tragos. En la barra habían muchas botellas de diferentes tipos de licores y vasos de plástico rojos. También había ponche pero no tenía ganas de irme en un viaje por alucinógenos, así que quedaba descartado para mí, Lilly y yo tomamos un vaso cada una. Opté por beber ginebra de uva y ella ron con soda. Lilly y yo aún no podíamos beber legalmente, pero mientras la policía no llegara todo estaba bien.
–Así que esta noche te desaparecerás con él –Inquirió divertida, mientras vertía el líquido de la botella en el vaso.
–Quizás. –Sonreí. Le di un sorbo a mi trago saboreando lo dulce de la ginebra.
–Pillina. –Solté una risa.
Devon era amigo de un compañero de clases, Jaden, él no pertenecía al Campus, pero tenía muchos amigos allí y por eso solía ir a todas las fiestas, así fue como nos conocimos. Era tres años mayor que yo y entre ambos surgió una especie de atracción en el primer momento. Habíamos follado unas cuantas veces, pero no teníamos nada serio, solo éramos amigos. Con beneficios.
Ambas salimos de la cocina con nuestros tragos en mano y nos dispusimos a buscar a los chicos. Después de unos minutos los encontramos en el jardín trasero, estaban otras personas y entre ellos conocidos de ambas, que a la vez eran compañeros de clases, así que nos unimos al grupo.
Después de un rato, Devon me invitó a bailar y era lo mejor para así sudar un poco el alcohol que ya se me subía a la cabeza. Él era un chico alto, de cabello rizado y piel bronceada, muy guapo y con una sonrisa que seducía a más de una. Su cuerpo era ligeramente atlético y sus facciones muy finas, robaba suspiros por dónde pasara. Podía ser un poco arrogante a veces por eso.
Ya en la sala donde otros bailaban o se divertían en grupo y también en parejas, él hizo que la distancia entre nuestros cuerpos desapareciera.
–Te ves muy caliente. –Susurró en mi oído, con una mano en mi cintura, sonreí moviendo mis caderas al ritmo de One Dance de Drake.
Estuvimos bailando por unos minutos hasta que él me sugirió ir al piso de arriba y yo accedí, buscamos un lugar para estar solos encontrándonos con escenas un poco incómodas detrás de las puertas que abríamos. Hasta que nos topamos con una habitación vacía y entramos inmediatamente. Devon me atrajo a él, atacando mi boca con intensidad mientras avanzábamos hasta la cama, en la cual caímos, él sobre mi. Sus manos recorrían mi cuerpo sin dejar de explorar mi boca con su lengua. Una de ellas se escabulló por debajo de mi falda, apretando mi muslo con posesividad.
De un momento a otro no quería seguir, su toque no me hacía sentir lo suficientemente estimulada o mi cuerpo
simplemente no estaba en las condiciones. Realmente no sabía que pasaba exactamente conmigo, pero quería volver con los demás y seguir disfrutando de la noche. Me separé de él quien me miró confundido.
–¿Qué pasa?
–¿Podemos ir abajo?
–Después de que terminemos. –Asintió, y llevó su boca a mi cuello, enseguida lo aparté tomándolo por los hombros.
–No tengo ganas. –Frunció el ceño por mi cambio de parecer, pero me daba igual como lo tomara.
Intenté levantarme y él no lo permitió, me mantuvo contra la cama.
–Es en serio, Devon. –Espeté con molestia.
Se inclinó sobre mi, su cara quedando a escasos centímetros de la mía de nuevo y con una mano me tomó de la mandíbula.
–No me vas a dejar así. –Sonrió, pero no era una sonrisa normal, era una maliciosa la cual encendió miles de alarmas en mi cabeza y un escalofrío me recorrió entera, mi corazón se aceleró de inmediato. –Te vestiste así para mí y estuviste provocándome hace un rato, ¿ahora me dices que no tienes ganas? Eso no se hace, Brooke. –Negó con la cabeza, luciendo muy enojado.
–¿Qué mierda dices? No me vestí para ti –me parecía absurdo lo que decía– No tengo ganas y ya está. Quítate de encima.–Lo empujé, pero fue en vano porque no pude hacer que se moviera, en cambio él me tomó por las muñecas sujetándolas contra el colchón y sobre mi cabeza. Tenía mucho miedo, pero traté de no demostrarlo.
Miré a Devon a la cara y sus ojos de un marrón claro habían pasado a un tono muy oscuro, era como si se tratara de otra persona. Aún así, la parte más ingenua de mi quería creer que estaba bromeando y que sólo quería molestarme.
–Devon, suéltame. –Pronuncié, firme. Él soltó una risa, la cual me pareció siniestra y volvió a besar mi cuello.
No podía creer que esto estuviese pasando.
Intenté buscar la manera de quitarlo de encima a pesar del miedo que azotaba mi cuerpo, pero era casi imposible porque todo su peso estaba sobre mi, además que el agarre en mis muñecas se intensificó. Me sentía impotente, así que comencé a gritar con la idea de que alguien afuera pudiera escucharme. Aunque con la música tan fuerte y que la mayoría iba hasta arriba de alcohol y drogas, podría pasar desapercibida.
Un golpe en el lado izquierdo de mi cara me calló y el aturdimiento se hizo presente, por lo que mis movimientos se volvieron más débiles.
–Hoy te voy a follar como mereces. –Habló contra mi oído de una manera muy amenazante. Sus palabras me provocaron náuseas y la desesperación me dificultaba respirar correctamente, además un dolor comenzaba a pulsar en mi cara.
Mi cuerpo finalmente se paralizó cuando pensaba en alguna técnica que pudiera usar para quitármelo de encima y poder escapar.
Y lo siguiente que supe fue que él había subido mi falda y apartado mis bragas, su pantalón ya estaba desabrochado. No fue para nada cuidadoso al entrar en mi, provocándome un dolor agudo y lo único que pude hacer fue apretar mis manos en puños, clavando mis uñas contra la palma. Se movía con mucha fuerza contra mi cuerpo, así él estaba demostrando el poder que tenía sobre mi.
En mi mente repetía una y otra vez que esto no podía estar pasándome.
Las lágrimas mojaban mis mejillas, los pulmones me ardían y respirar se me dificultaba. Era una tortura sentir el como su cuerpo se movía contra el mío, sentir como salía y entraba de mi con rapidez, sentir sus dedos acariciándome a su antojo, sus besos en mi piel, los sonidos de placer que soltaba martillaban en mis oídos.
Cerré los ojos y lo único que deseaba era que se terminara, que se fuera para así yo poder irme a casa.
Después de un tiempo que me pareció eterno, él finalmente se separó de mi. Se colocó de pie, mirándome con una sonrisa de victoria y satisfacción en su rostro, yo aún era incapaz de moverme pero mis ojos no abandonaban su figura. No podía despegar mi vista de la persona que acababa de violarme.
Se acomodó el pantalón, subiendo la cremallera con total calma, acomodando su camisa y su cabello luego.
–Gracias por mejorar mi noche, bebé. Estuviste muy bien. –Me guiñó un ojo y se dió la vuelta para salir de la habitación.
Cuando la puerta se cerró, sólo me quedé mirando fijamente a la superficie de madera. Ya no lloraba, no sentía nada, era como si a mis emociones les hubiesen pasado un interruptor.
Después de un minuto, más o menos, me levanté de la cama. Mis piernas temblaban, en realidad todo mi cuerpo lo hacía, sentí una molestia en mi zona íntima pero aún así acomodé mi ropa. Salí de la habitación caminando lo más rápido que podía, al llegar abajo me encontré con todas las personas, pasaba junto a ellas sin importar que me chocaran. Quería huir porque pensaba que con sólo mirarme podrían descubrir lo que había pasado, además tampoco quería ver a Devon de nuevo, que al parecer estaba muy seguro de que yo no diría nada.
Salí de aquella casa directamente hasta la parada de taxis que quedaba a dos cuadras. La noche estaba muy fría al ser inicio del invierno, mi abrigo se había quedado en el auto de Lilly, pero poco me importaba. El caminar se me dificultaba, pero no me detuve hasta llegar a mi destino, el área de los dormitorios del Campus estaba concurrido, aún así mi sentido de alerta se mantuvo activo y aún más al abordar el taxi en dirección a la casa de mis padres, quedarme allí sería lo mejor. El hombre que manejaba el vehículo fue amable, aún así yo no hablé en todo el camino y me mantuve atenta a todo a mi alrededor.
Al entrar en la casa, me encontré con el lugar a oscuras porque Irina y Bill se encontraban de viaje por trabajo y las personas de servicio no estaban, sólo los de seguridad. Subí hasta mi habitación, yendo directamente hacia el baño. Me miré en el espejo, un moretón se estaba formando en mi pómulo y también estaba un poco hinchado, tenía marcas de chupetones alrededor de mi cuello que bajaban hasta mi pecho.
Me acerqué a la bañera y abrí el grifo, me quité la ropa de un tirón arrojándola en cualquier parte, entonces me metí en ella, sentándome y abrazando mis piernas contra mi pecho, sintiendo el agua fría llenarla poco a poco al mismo tiempo que empapaba mi piel. En ese momento fue que el mundo se me vino encima. Comencé a llorar, los sollozos desgarrando mi garganta, rompiéndome en pedazos. Fue como si el interruptor hubiese sido pasado de nuevo y sentía un dolor extendiéndose por mi pecho, no podía compararlo con algo que hubiese experimentado antes. Era como si estuviese cayendo en un agujero negro.
Sentía mucha rabia porque pude haberme defendido de alguna manera, había practicado taekwondo por varios años, pude haber utilizado eso a mí favor, pero no lo hice y me dejé usar como un simple objeto sin valor.
El agua finalmente llegó hasta mis hombros. Mi cuerpo estaba entumecido por la temperatura, pero eso era lo que yo quería, quería alejar la sensación de las manos de él en mi cuerpo aún si el frío calara hasta mis huesos. Me hundí hasta que el agua tapó por completo mi cabeza, quería dejar de pensar y revivir lo ocurrido. Volví a la posición de antes cuando el oxígeno en mis pulmones se acabó. Me restregué los brazos, la cara y el cuello, hasta el punto que mi piel se volvió rojiza y comenzó a arderme.
Estaba asqueada de mi misma, la culpa me asfixiaba.
Llegué de trotar por el parque de la residencial, encontrándome a Bill que estaba por salir quien sabe a dónde. Él y mi madre habían llegado el día anterior de su viaje.
En el último mes me dediqué a hacer cualquier cosa para mantener mi mente distraída, pero mis horas de sueño eran muy reducidas.
–Brookie, ¿quieres acompañarme hoy al campo de tiro? –Cuestionó con amabilidad, a pesar de que sus ojos se vieran feroces, no era intencional, resaltaban mucho por la luz del sol. Eran entre verde y amarillo con un poco de marrón, lucían muy parecidos a los de un tigre, no había conocido a otra persona con los ojos así. Si él e Irina hubiesen podido tener hijos quizás habrían sacado sus ojos.
–Está bien. Iré a arreglarme.
Subí a mi habitación, tomé una ducha y me vestí con ropa deportiva. Al bajar me subí a la camioneta de Bill y partimos rumbo al campo de tiro, en el camino hablamos de cualquier cosa, como de la música que pasaban por la radio, del clima o de la serie que le recomendé ver. Con él las conversaciones podían fluir naturalmente, con Irina no tenía mucho de que hablar que no fuera sobre mis notas, la mayoría del tiempo terminábamos discutiendo porque no seguía la dieta que ella sugería o no me vestía con la ropa que me compraba en sus viajes. Nunca habíamos tenido una conversación normal que una madre y su hija podrían tener.
Al llegar habían algunas personas practicando. Nos metimos en uno de los cubículos, todos estaban separados por una pared de metal.
Agarré los tapones, colocándolos en mis oídos para así amortiguar los sonidos y los lentes de protección. Bill me tendió una glock 9 mm con el cargador, la agarré, cargándola y me giré apuntando a mi objetivo de una vez; a la figura de metal con varios puntos rojos y negros sobre ella, que estaba a varios metros de distancia. A mí mente solo vino una persona y así fue como terminé descargando todas las balas en el área de la cabeza, quité el cargador y mi padre me entregó otro, lo metí y lo descargué por completo en el área del pecho de la figura, en todo el centro.
Me quité la protección de las orejas y le dí el arma a Bill, quien me miraba sorprendido.
–Diste en el blanco en casi todos los disparos. ¿Estabas muy estresada?
No respondí y simplemente me alcé de hombros. Él se colocó los tapones y procedió a hacer lo mismo que yo.
Desde los quince años que sabía disparar un arma, cortas y largas. Bill era un aficionado de practicar tiro, decía que lo ayudaba a liberar estrés y mantener la concentración. Quiso que yo aprendiera por lo mismo y también porque pensaba que era un conocimiento necesario. Cómo era menor de edad, en el club debía estar siempre acompañada por un adulto. Por eso cada vez que Bill tenía tiempo libre pasábamos el día practicando.
Fue mi turno de nuevo, pero luego del segundo disparo comencé a sentirme mal. Unas náuseas me invadieron de pronto, por lo que le entregué el arma a Bill y salí del cubículo para sentarme en uno de los bancos que estaba afuera. Me quité los lentes y me pasé los dedos por el cabello.
–¿Qué sucede, Brooke? –él llegó a mi, sentándose a mi lado. –Estás pálida, ¿quieres agua? –Asentí. Se levantó para buscarla.
Intenté controlar mi respiración y cerré los ojos. Mis manos comenzaron a temblar, porque sabía de qué se trataba. Había pasado un mes desde aquella noche y después de pasar toda la madrugada, la mañana y parte de la tarde en cama, fui a una farmacia y compré una pastilla de emergencia. Era consciente de que él había llegado dentro de mi por eso supe que debía hacer algo para evitar un embarazo, pero al parecer no había funcionado. Yo no solía enfermarme muy a menudo y claramente sentir náuseas podía ser un indicativo de lo que sucedía.
Quería llorar de la impotencia, estaba muy enojada.
Aún así traté de disimular cuando Bill llegó con una botella de agua. Bebí de ella casi hasta la mitad y luego de unos minutos las náuseas cesaron.
–Debería llevarte al hospital.
–No, estoy mejor. Debe ser algo que comí. –Expresé de forma convincente.
–¿Estás segura?
–Si –lo miré a los ojos, podía ver la preocupación en los suyos–, sólo quiero ir a casa.
–Vale. –Me ayudó a ponerme de pie. Fue por nuestras cosas y caminamos de regreso a la camioneta.
Dos días después, cuando Bill e Irina no estaban en casa decidí ir al hospital, sola, obviamente. Estaba completamente sola como siempre. Lo más cercano a una amiga era Lilly, pero no quería contárselo, tenía miedo de que me juzgara o insistiera en ir a la policía. O de que no me creyera.
Me hicieron varios exámenes cuando le dije al doctor que me atendió los síntomas que tenía y confirmé el hecho de que estaba embarazada. A pesar de que estaba casi segura de ello, que me lo confirmaran se sintió como si un balde de agua helada cayera sobre mi porque aún tenía una pequeña esperanza de que no fuera así.
Por la noche mis padres llegaron y cenamos juntos, era una regla siempre que estuviésemos en casa el comer como una familia, aún si estuviésemos lejos de ser una.
Dejé mi tenedor a un lado y me limpié los labios con una servilleta, debía decirles lo que pasaba.
Me aclaré un poco la garganta, llamando así la atención de ambos. –Hay algo que debo decirles. –Dije, tratando que mi voz no flaqueara porque esto me tenía muy mal. Había pasado todo el día pensando en como sería mi vida de ahora en adelante.
Irina simplemente asintió, esperando a que continuara.
–Yo... hoy fui al hospital... –Comencé.
–¿Estás enferma? –Preguntó ella.
–¿Fuiste por lo que ocurrió el otro día en el club? –Cuestionó, Bill.
Asentí. –Si... –mis ojos vagaron por mi plato, hasta que centré mi vista en un punto en la mesa– Estoy embarazada. –Solté sin más. Me atreví a mirarlos, la expresión de ambos era indescifrable. Bill suspiró y se recostó de la silla cruzándose de brazos.
–¿Tienes novio o...?
–No tengo. –Lo corté.
No planeaba contarles sobre lo ocurrido. Quería ignorar el hecho de que había sido abusada aún si recordara ese momento todos los días. Las pesadillas sobre esa noche eran constantes y me atormentaban.
–Buscaré alguna clínica donde puedan hacerte un aborto. –Creí que Irina me gritaría o algo, claramente estaba enojada, pero lo menos que esperaba era que dijera algo como eso.
–Irina... Sólo tiene diecisiete. –Pronunció Bill, pasmado.
–Y por lo mismo, sólo tiene diecisiete. Tiene un futuro por delante, no va a tirar todo por la borda –expresó con severidad– No sabe lo que es cuidar de un niño.
"Como tú" quise decir, pero me mantuve callada simplemente mirándolos.
Bill negó con la cabeza, no estaba de acuerdo con la manera de pensar de su esposa, entonces me miró.
–¿Qué quieres hacer?
–¿En serio le estás preguntando? –Bufó, mi "madre".
–Claro que le estoy preguntando. Se trata de su vida y su cuerpo.
–¡Es una niña!
No sabía que decir, porque aún trataba de asimilar que todo esto estaba pasando. Aún trataba de asimilar que esperaba un bebé de la persona que me violó.
–No quiero ser madre... –interrumpí su discusión–, pero tampoco quiero abortar. Podría... Podría darlo en adopción al nacer. –Dije lo primero que se me vino a la mente, porque pensar en un aborto me causaba mucho miedo, más de lo que ya sentía.
–Brooke, estás estudiando una carrera. No puedes retrasarte. –Irina quería convencerme de que lo que ella había pensado era lo mejor, claro por las apariencias. Ella presumía mucho de mi y no quería que ahora sus amigos se burlaran porque su hija no era tan perfecta como lo hacía ver.
–No quiero abortar. –Mi tono fue serio, enfrentándome a su mirada que me lanzaba millones de dagas.
Ella no dijo nada y miró a su esposo esperando algo de apoyo, pero como no llegó, se levantó de la mesa tirando la servilleta sobre está. Otro de sus berrinches. Así solía actuar cuando le llevaba la contraria porque estaba acostumbrada a que todos hicieran lo que ella quería.
–¿Estás segura de seguir adelante con el embarazo? –Miré a Bill que a pesar de lucir decepcionado, al menos estaba lidiando con la situación mejor que Irina.
–Si. –Musité, cabizbaja.
–Todo va estar bien, Brooke.
No estaba tan segura de eso.
Al regreso de clases no era la misma de antes, muy apenas hablaba con Lilly y a pesar de que ella había preguntado muchas veces que ocurría, ya se había acostumbrado a mi silencio. Jaden me preguntó algunas veces que había ocurrido entre Devon y yo, pregunta que no respondí con la verdad. Era obvio que él no le confesaría lo que había hecho o quizás si lo hizo y el chico me preguntaba solo por comprobar si era capaz de decir la verdad. A este punto mi confianza en las personas había disminuido por completo. Casi no me quedaba en los dormitorios, prefería estar en casa cuando terminaba mi horario.
Ya no me juntaba con nadie, volvía a ser la Hani del instituto. Solitaria, pero mucho más rota, con más ira y resentimiento acumulados.
Devon había desaparecido, no la había vuelto a ver visitando a sus amigos, quizás por precaución por si yo me atrevía a denunciarlo. Si eso pasaba a él le iría muy mal porque yo aún era menor de edad, así que podrían agregarle más cargos. En parte era un alivio para mi no verlo.
Esperaba no ver nunca más en mi vida a la persona que me destrozó de la peor manera.
Después de otro día de clases estaba en mi habitación, haciendo una maqueta o haciendo el intento, no podía concentrarme. Me costaba mucho.
Me levanté de la silla frente a mi escritorio, caminando por toda mi habitación hasta que me detuve frente al espejo de cuerpo completo. Me alcé la sudadera que llevaba y observé mi abdomen plano, mi vientre estaba igual. Mi cuerpo no era tan delgado, pero tampoco tan voluptuoso, diría que en un punto medio, por lo que creía que el embarazo podría notarse rápido. Aunque apenas tenía ocho semanas y media.
Saber que alguien crecía dentro de mi era difícil de aceptar, saber que traería a alguien a este mundo producto de una violación me causaba cierto rechazo. Aún así era consciente de que él no tenía la culpa.
Ni en mis peores pesadillas pensé pasar por algo así.
Irina aún estaba enojada y Bill solo preguntaba lo necesario, sus ocupaciones los mantenían fuera de casa la mayoría del tiempo. Bill llegó a preguntarme sobre el padre del bebé, pero le dije que había sido alguien quien ya no estaba en mi vida y que no quería saber de él, así que no preguntó más al respecto. Aún no buscaba alguna familia que quisiera adoptar, pero muy pronto debía hacerlo. Quería asegurarme de que las personas que lo tendrían pudieran darle todo lo que necesita.
–¿Qué quieres comer, bicho? –ese era el nombre que tenía por el momento, porque cuando lo vi por primera vez en la ecografía parecía un pequeño bicho– A mí se me antojan unas tostadas con mucha miel. –Acaricié mi vientre, sonreí porque era un poco absurdo que le hablara si aún no podía escucharme.
Al bajar a la cocina la señora Davis, la ama de llaves, no permitió que yo misma me preparara lo que quería comer, en cambio lo hizo por mi. Ella era una mujer algo estricta y de pocas palabras, pero amable conmigo y ahora que sabía de mi estado, estaba más al pendiente de mi y de mi alimentación.
Ya con mi plato lleno de unas ricas tostadas con miel, me dispuse a ver un programa de serpientes que pasaban por la televisión. Siempre habían llamado mi atención, me parecían reptiles muy interesantes. En realidad me gustaban los animales, pero Irina los odiaba, así que debía esperar a tener mi propio lugar para criar un gato o muchos.
Había dejado la maqueta de lado para poder relajarme por un rato, las tostadas estaban muy deliciosas y cuando me llevé la última a la boca sentí algo moviéndose en mi interior, se sintió muy raro, como si tuviera una pequeña bola. No tenía ni idea de cómo se sentían los bebés o si podían sentirse tan pronto.
Coloqué una mano en mi vientre, en la zona donde sentí la bolita. Unos segundos después volví a experimentar lo mismo.
–Bicho, ¿eres tú?
Yo no había leído nada sobre el embarazo, mi doctora sólo me comentó algunas cosas, y es que no quería tener mi mente totalmente en eso.
Un dolor en mi vientre me despertó, sentía como calambres y me dolía demasiado, tanto que las náuseas me invadieron. Los malestares eran algo usual en mi, ahora, por el embarazo, pero esto se sentía muy diferente. Me retorcí en la cama, apretándome el abdomen con los brazos.
No podía levantarme, no podía hacer nada. Los gemidos de dolor abandonaban mi boca involuntariamente y el llanto se hizo presente. Oí unos pasos acercarse a mi puerta, que se abrió dejándome ver a Bill e Irina, ambos entraron apresuradamente encendiendo la luz.
–¿Qué sucede? –Cuestionó mi padre, mirándome preocupado.
–M-Me duele... –Solté un grito. Entonces él reaccionó y me quitó la colcha de encima, sus ojos se abrieron desmesuradamente y fue la primera vez que vi la preocupación surcar las facciones de Irina.
Miré hacia abajo, el pantalón de mi pijama y la sábana estaban cubiertas de sangre. Había mucha como si tuviese una herida, mi pantalón estaba empapado casi por completo y no lo había sentido hasta ese momento.
Bill me cargó en brazos con cuidado y en el camino a la puerta principal, el dolor era tan fuerte que de un momento a otro todo se volvió negro ante mis ojos.
Desperté encontrándome en un cuarto de paredes blancas. Un aparato monitoreaba mis latidos, tenía una vía en el brazo y un tubo muy delgado en mis fosas nasales. Me encontraba en un hospital.
Recordé lo que había pasado y en un acto reflejo llevé las manos a mi abdomen, en eso una puerta que estaba frente a mi se abrió y Bill apareció por esta. Al verme despierta se acercó muy rápido a la cama.
–¿Te duele algo?
Negué con la cabeza, no sentía nada, mi cuerpo estaba pesado. Me relamí los labios que los tenía resecos, él me ayudó a beber un poco de agua.
–¿Qué pasó? –mi voz salió algo baja– ¿Irina donde está?
–Tu madre está hablando con el doctor.
–¿El... El bebé está bien? –Se sentó a mi lado, pude ver cómo su expresión decayó un poco. Algo andaba mal.
Yo recién había cumplido las diez semanas de gestación y en el último chequeo al que fui todo iba bien.
–No, pequeña... lo perdiste. –Musitó con cautela, mirándome con lástima. –Lo siento.
Bill y yo entramos a mi habitación, él dejó sobre la cama el bolso con la ropa que me habían llevado al hospital.
–¿Necesitas algo?
–No, sólo quiero dormir.
–Está bien. –Noté que quiso decir una cosa más, pero solo me dedicó una última mirada antes de salir y cerrar la puerta dejándome sola con el montón de pensamientos que se agolpaban en mi cabeza.
Cuando recibí la noticia más temprano de que había sufrido un aborto espontáneo, no pude emitir palabra. Me mantuve en silencio en todas las horas que estuve en observación hasta que me dieron el alta, era de noche otra vez. Bill e Irina tampoco me dijeron nada, aunque mi madre se veía algo aliviada. Claro, eso significaba que podía seguir estudiando sin tener que interrumpir el año.
Caminé hasta el espejo de cuerpo completo y me arrodillé frente a él con cuidado, sentía una molestia en el abdomen y el vientre debido a la intervención por la que pasé debido al curetaje. Debía estar de reposo al menos una semana.
Llevé mis manos a mi vientre, acariciándolo con suavidad sobre la tela de camisa. Se supone que debía sentir alivio, pero era todo lo contrario.
Podía ser muy contradictorio, pero al final de cuentas creo que me había encariñado.
–Lo siento mucho, bicho. –Susurré, mientras algunas lágrimas se deslizaban por mis mejillas.
•••
Seguí dándole sombras con mi lápiz al paisaje detrás de la figura femenina, mientras la música que se filtraba por mis audífonos me exiliaba de lo que sucedía a mi alrededor.
Alguien se acercó a mi, pude ver sus zapatos por lo que me quité los audífonos rápidamente, encontrándome con un chico de pelo largo hasta los hombros y un piercing en la ceja izquierda frente a mi. Parecía un poco mayor que yo.
–Es increíble. –Su vista estaba puesta sobre mi blog de dibujo. –Tienes mucho talento. –Me miró con una sonrisa amigable, pero aún así los nervios me atacaron de inmediato.
Miré a mi alrededor, me encontraba afuera del dormitorio en el Campus, las personas iban y venían. Tragué saliva y volví mi atención al chico nuevamente que me miraba con curiosidad.
Tranquila, Hani, estamos en público no podría hacerte nada.
Me era inevitable no sentir nervios o un poco de ansiedad al estar cerca de un hombre. Si un desconocido me hablaba, yo simplemente lo ignoraba y me alejaba rápidamente.
Mi impulso fue tomar mi bolso y meter descuidadamente el blog mientras me ponía de pie. Comencé a caminar para así alejarme lo que más podía de aquél chico.
–Hey ¡espera! –sólo lo ignoraría– ¡Espera, por favor! –Sentí sus pasos detrás de mi, así que me giré enfrentándolo.
–¿Qué quieres? –Solté de mala gana, apretando la tira de mi bolso.
–Oye... No quiero causarte molestias –extendió sus palmas hacia mi, mirándome con cautela– Es sólo que me impresiona tu talento para dibujar. –Señaló el bloc que sobresalía del bolso. –Me llamo Ian –extendió su mano tatuada hacia mi, no sabía si tenía más tatuajes porque iba vestido con una sudadera y joggins, yo solo la observé por un segundo y luego lo miré nuevamente a la cara. No me confiaba en su amabilidad. –Soy tatuador. –Bajó la mano al ver que yo no planeaba estrecharla.
Alcé una ceja. –¿Estudias aquí?
–No, vine a tatuar a unos chicos –Alzó los hombros–, trabajo en un estudio de tatuajes y también los hago a domicilio. Ehm... ¿me permites ver tu dibujo?
Lo pensé por un segundo, solo se lo mostraría para que así me dejara en paz. Saqué el bloc y se lo tendí abierto con el dibujo de antes.
–Es tan... oscuro. –Opinó sin despegar la vista del papel.
El dibujo era de una mujer de espaldas, desnuda, en la playa se supone que en un día nublado y su cabello ondeando por el viento. Todo el fondo tenía varias tonalidades de grises hasta llegar al negro.
Siempre me había gustado dibujar, aunque lo dejé por un tiempo, ahora lo retomé porque eso me relajaba y distraía mucho.
–¿Me lo regalas? –Mis ojos se abrieron con sorpresa ante su pregunta.
–¿Por qué lo quieres?
–Me gusta y quisiera tatuármelo. –Sonrió. –¿Qué dices?
–No lo sé... –Esto era muy extraño.
–¿No te gustaría que un desconocido se tatuara un dibujo tuyo? –La manera en que lo preguntó me causó gracia, aún así traté de mantenerme seria y con la guardia alta.
–Está bien, te lo regalaré. –No lo consideraba la gran cosa y si él lo quería no tenía problema en dárselo. Aún así me parecía raro que se lo quisiera tatuar.
Él despegó la hoja del bloc y aprovechó para ojear un poco, lo cual no me molestó. En realidad porque pensé más en el hecho de que lucía muy fascinado al ver mis dibujos, que para mí no eran una pieza de arte o algo así, aunque él actuaba como si lo fueran.
–Deberías aprovechar tu talento. –Me devolvió el bloc y yo volví a meterlo en mi bolso. –¿Qué estudias?
–Arquitectura.
–Interesante, supongo que lo puedes aprovechar de esa forma.
–Debo irme. –Quise darme la vuelta, pero escuché su voz de nuevo.
–¿Cómo te llamas? –dudé en decirle mi nombre– Me gustaría saber el nombre de quién hizo el diseño que llevaré en mi piel. –Sonrió en grande.
–Brooke.
–¿Y tú nombre coreano?
–¿Cómo sabías qu-...?
–Dibujaste el palacio de Gyeongbokgung –cierto, lo había olvidado– además creo que un coreano puede reconocer a otro –habló en coreano, este tipo era gracioso y aunque no quisiera admitirlo no me daba malas vibras, su personalidad había despertado mi curiosidad– Mi nombre coreano es Barom. Yu Barom.
–Lim Haeni. –Dije antes de darme la vuelta y alejarme.
Una semana después volví a encontrármelo porque había tatuado a una chica en el mismo dormitorio que el mío, entonces me mostró que de verdad se tatuó el diseño que yo hice en la pantorrilla. Despertó mi curiosidad por su trabajo, así que me invitó a su estudio que quedaba en Manhattan también. Había anotado la dirección en mi bloc porque me negué a darle mi número. Después de días pensándolo me atreví a ir, claro, luego de comprobar en internet que existía dicho estudio. Me di cuenta que era muy popular en la zona. Allí encontré a Ian y me permitió estar en una sesión de un tatuaje muy grande que le estaba haciendo a una chica en la espalda. Me explicó muchas cosas ese día y me preguntó si me gustaría aprender sobre el mundo de la tinta y así comenzar a tatuar. Sus compañeros, al igual que él, dijeron que tenía talento para dibujar y que podía aprender a plasmarlo en la piel de las personas.
Lo cierto es que cuando lo vi tatuar a la chica me imaginé a mi misma haciéndolo, así que acepté su oferta, pero antes quise hacerme un tatuaje para experimentar como se sentía. No me importaba que mis padres no les agradara, era mi cuerpo y eso me hizo sentir que tenía control sobre él, que nadie más podía venir a imponerme hacer algo que no quería.
Cada que tenía tiempo iba al estudio y los veía trabajar, hasta que Ian me dejó tatuarlo. Lo cual salió bien para ser la primera vez. Con el pasar de los días comencé a verlo como un amigo, también me sentía cómoda con el resto a mi alrededor, él sabía que habían cosas de las que yo no quería hablar, podría decirse que entendió un poco mi forma de ser tan desconfiada al principio y nunca me reclamó por eso.
Ian era dos años mayor que yo, me parecía una persona muy madura y divertida al mismo tiempo. Pudimos conectar mejor al darnos cuenta que teníamos algo en común, a él lo quisieron moldear desde pequeño para ser el mejor, para destacar en muchas áreas. Sus padres querían que él se convirtiera en un hombre de negocios, que fuera a una buena universidad, pero se dió cuenta que no estaba viviendo como él quería y que todo lo que hacía era por sus padres no por sí mismo. Por eso se fue de casa a los diecisiete después de graduarse del instituto y comenzó en el arte de los tatuajes, de eso vivía. Sus padres no le hablaban y tenía mucho tiempo de no verlos.
Ian y otra chica que trabajaba en el estudio, Della, compartieron sus conocimientos conmigo y así me fui enamorando de la tinta. Cuando estaba en el estudio me sentía como una Hani muy diferente, no había dolor, al menos emocional, porque los tatuajes dolían y mucho.
Los chicos del estudio organizaron una parrillada en casa de Ian, la cual compartía con un chico llamado Hanse que también era coreano. Él estudiaba Informática, era muy inteligente y me gustó mucho su estilo cuando lo conocí. Todo negro y cuero, como yo. Días atrás me había dejado pintarle las uñas con esmalte negro, nos llevábamos bien.
Ellos me invitaron y me pareció bien hacer algo más que estar encerrada haciendo tareas y estudiando. Noté desde el principio que eran muy unidos, como una familia y sentía como si me hubiesen adoptado como una más de ellos, a pesar de ser menor.
–Hani, ¿puedes buscar más cerveza a la cocina? –me pidió Evan, el dueño del estudio y jefe de todos.
Se habían acostumbrado a llamarme por mi nombre de nacimiento, a mi me daba igual, aunque me fastidiaban mucho diciendo que era lindo y adorable.
–Claro. –Me levanté de la silla y caminé hasta dentro de la pequeña casa. Todos estábamos en el jardín, algunos bebiendo, mientras Evan y Della se encargaban de la carne mientras platicaban con los demás.
–Y trae la pimienta por favor. –Pidió Ian.
–Hecho. –Alcé el pulgar sin darme la vuelta.
Ya en la cocina, saqué algunas cervezas del refrigerador y las dejé sobre la encimera, luego abrí la alacena en donde supuse debía estar el frasco con la pimienta y efectivamente estaba allí, me alcé de puntillas para agarrarlo y cuando lo hice se resbaló de mis dedos, pero una mano la atrapó en el aire antes de que se estrellara contra el suelo. Alcé la vista encontrándome con Hanse, él me sonrió y dejó el fresco en mi mano, pero sentí el roce de sus dedos y eso envió una corriente a todo mi cuerpo, lo cual me asustó.
Imágenes de aquella noche llegaron a mi como un relámpago, imágenes del cuerpo de Devon sobre el mío. Él hablaba pero yo no lo escuchaba, sólo podía ver sus labios moverse y sus cejas fruncidas.
–Hani...
Cuando colocó su mano sobre mi hombro, yo me alejé de golpe y salí casi corriendo la cocina, pero en vez de ir al jardín salí por la puerta principal. Caminé a paso rápido por la calle, quería irme a casa.
El pasado me atormentaba en momentos tan inesperados.
–¡Hani! –escuché una voz masculina detrás de mi, pero apreté el paso sin mirar atrás– ¡Hani, detente! –Lo escuchaba más cerca.
Sentí un agarre en mi brazo que provocó que me frenara, me giré hacia él y me solté de mala gana. Ian me miraba preocupado.
–Estás llorando. –Musitó. Se acercó a mi, pero en un acto reflejo yo retrocedí. –Tranquila ¿si? –Extendió su mano lentamente para tomar la mía y yo lo dejé porque reaccioné. Él no me haría nada. –¿Qué sucedió, Hani?
Me sentí mal por Hanse, quizás creía que había hecho algo malo.
–Yo... Yo recordé... recordé cosas. –Mi voz salió muy inestable, mi respiración era irregular.
Él nos condujo hasta la acera donde nos sentamos, ya estaba anocheciendo. El vecindario donde vive era muy tranquilo.
–¿Qué cosas?
–Cuando fui violada –respondí bajito y manteniendo la vista sobre mis manos en mi regazo, me daba vergüenza mirarlo a la cara– Fui violada hace unos meses por un chico que creí que era mi amigo él... él lo hizo en... en una fiesta –mis palabras comenzaron a salir muy atropelladas, pero ya no iba poder parar hasta sacar todo lo que tenía guardado por tanto tiempo–, quedé embarazada, mis padres creyeron que eso había sido producto de una irresponsabilidad de mi parte, no les dije la verdad... Luego, tuve... tuve un aborto espontáneo. –Rompí en llanto, tapando mi cara.
No esperé recibir un abrazo, pero cuando sentí los brazos de Ian rodearme, me aferré a él muy fuerte.
–Lamento mucho que hayas tenido que pasar por eso. –Murmuró, su voz sonó apagada.
Pasaron unos pocos minutos hasta que me calmé y rompí con el abrazo para mirarlo. Sus ojos ya no tenían el brillo de siempre, lucía triste y enojado al mismo tiempo.
–¿No te doy asco?
–No –limpió los rastros de lágrimas de mis mejillas–. Y si piensas que fue tu culpa, estás equivocada. –Expresó con sinceridad.
Él dijo lo que siempre necesité escuchar, que no había sido mi culpa.
–¿Nadie más lo sabe?
Negué. –Solo tú.
–Deberías decírselo a tus padres. –Aconsejó.
–No.
–Pero son tus padres –insistió–, puedes decirles para que quien te hizo eso reciba un castigo.
–No... –suspiré– yo sólo quiero seguir con mi vida o intentar hacerlo.
–Creo que necesitas ayuda de alguien que pueda darte las herramientas para poder superar esto. No es justo que vivas con tanto dolor.
–¿Quieres que vaya con un psicólogo? Sería inútil porque esa persona no pasó por lo mismo que yo.
No me creía capaz hablar de algo tan delicado con un extraño.
–Quizás no, pero puede darte una perspectiva diferente de como tú percibes las cosas ahora. Cómo te dije, podría aconsejarte y ayudarte a que vivas tu vida de una mejor manera, creo que has tratado de bloquear lo que pasó y eso no es sano.
–Tengo que pensarlo.
–Opino que es lo mejor para ti, pequeña, igual queda de tu parte tomar la decisión. Sabes que puedes contar conmigo para cualquier cosa.
–Gracias. –Lo abracé de nuevo.
Él no me estaba juzgando y a pesar del enojo que podía ver qué sentía, no estaba alterado, no hacía un montón de preguntas, no me presionaba con ir a la policía, sólo me ofrecía diferentes opciones tratando de ayudarme y así poder lidiar con esto. Sobretodo me brindaba su apoyo que era lo que realmente me importaba.
Ian era como el hermano mayor que nunca tuve y deseé tener.
Entré en mi habitación y me tiré sobre la cama, no pude volver a la parrillada así que tomé un taxi para regresar a casa. Le pedí a Ian que me excusara con los demás, de todas maneras tenía en mente hablar con Hanse y aclarar lo ocurrido, sentía que lo merecía.
Mi vista se centró en los pósters que tenía pegados en la pared frente a mi cama. Me gustaba escuchar diferentes géneros musicales, como el rock, punk y el pop, eran mis favoritos. Tenía pósters de varias bandas como The Rolling Stones, Nirvana, blink-182, Aerosmith, Sleeping with Sirens, Green Day, entre otros más. También tenía algunos de mujeres icónicas de los 60's, 70's y 80's, como Janis Joplin, Debbie Harry, Madonna, Samantha Fox, Cyndi Lauper, Gwen Stefani, quienes habían dejado una gran huella en una industria dominada por hombres. Las tenía como ejemplos a seguir por ser ellas mismas sin importar lo que dijeran los demás y muchas veces ir en contra de lo que se consideraba "moralmente correcto".
Varias de esas mujeres, quizás todas, habían pasado por momentos difíciles en sus carreras musicales, así como en sus vidas privadas. Recientemente había leído la biografía de Debbie, y pude identificarme un poco con ella, fue adoptada desde pequeña, llegó a sentir que no pertenecía a su entorno, también sufrió abuso sexual de adulta. En dicha biografía da entender que superó ese suceso, dice que no le gusta vivir atormentada por algo que sucedió en el pasado.
Yo tampoco quería vivir atormentada por lo que ocurrió, quería dejarlo atrás de una vez por todas.
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Aquí pudieron conocer más sobre el pasado de Hani, lo que la llevó a ser la persona que es ahora, los secretos que guarda y como terminó convirtiéndose en tatuadora.
Poco a poco irán conociendo más sobre su pasado.
Gracias por leer💜
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