➛06.Between Two Fires
❲ HARD TO KILL ❳
━━ 𝑎 Deckard Shaw 𝑓𝑎𝑛𝑓𝑖𝑐𝑡𝑖𝑜𝑛
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06.Entre dos fuegos
El ambiente en la sala de vidrio seguía pesado, casi tangible. La tensión no había disminuido ni un poco, a pesar de la salida abrupta de Deckard. Hobbs permanecía apoyado en la mesa, observándome con una mezcla de expectación y algo de desdén. No era un hombre que diera vueltas, y si algo tenía claro, era que no le agradaba perder el tiempo.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —pregunté, sin poder evitar que mi tono sonara un tanto desafiante.
—El plan es simple —respondió Hobbs, enderezándose y cruzando los brazos, esa postura que parecía diseñada para intimidar a cualquiera que se le acercara—. Detener a Kitty Shaw antes de que use ese virus y reviente todo el maldito país. No podemos fallar. Eso significa que necesitamos cubrir cada rincón de esta ciudad. Y necesitamos hacerlo ahora.
—¿Y qué? ¿Tú y yo solos? —pregunté, sabiendo que la pregunta era más retórica que seria. —Ni siquiera sabemos a dónde fue Deckard, y la mitad de nuestros recursos están en localizar a su hermana.
Hobbs soltó una risa seca.
—Kira, no te preocupes por Deckard. Él aparecerá cuando sea conveniente para él. Ahora mismo, tenemos que enfocarnos en lo que importa: encontrar a su hermana y asegurarnos de que no cause un apocalipsis biológico.
Me crucé de brazos, pensando en las palabras de Hobbs. Aunque su método directo y casi brutal no era precisamente sutil, tenía razón. Kitty no se andaría con juegos, y cada minuto que pasaba aumentaba el riesgo de que usara el virus.
—Muy bien —asentí, aunque mi mente seguía pensando en Deckard. Su forma de actuar impulsiva y solitaria no era lo más seguro, pero sabía que, si alguien podía acercarse a su hermana sin levantar sospechas, era él.
Hobbs me lanzó una mirada rápida, evaluando mi reacción con un destello calculador en sus ojos, pero no dijo nada. Sin perder un segundo, se dirigió hacia el panel de control al otro lado de la sala. Al tocar un par de botones, las luces se intensificaron gradualmente, revelando un complejo sistema de pantallas que comenzaron a desplegarse frente a nosotros. Las imágenes mostraban una red de cámaras de seguridad distribuidas por toda Londres, un enjambre de ojos vigilantes que capturaban cada rincón de la ciudad.
—Aquí estamos —murmuró Hobbs con determinación, acercándose a las pantallas, mientras sus pasos resonaban en el silencio tenso de la sala. Dos hombres estaban ya en la sala de control, sus posturas rígidas revelaban una mezcla de nerviosismo e incomodidad ante la presencia de Hobbs, claramente intimidante.
—Quiero acceso total a todas las cámaras del centro de Londres —ordenó Hobbs, con una voz que no dejaba lugar a discusiones.
—Ya tenemos a veinte agentes revisando las imágenes —replicó uno de los técnicos, sin mirarlo directamente, como si intentara medir hasta dónde podía llegar.
El silencio que siguió fue brutal. Hobbs lo fulminó con la mirada, sus palabras cortantes como cuchillos.
—No me repliques. Quiero ver lo que cubren. No lo repetiré. Enséñamelas, ahora.
Los técnicos intercambiaron una mirada fugaz, sabiendo que habían cruzado una línea peligrosa. Con dedos temblorosos, comenzaron a manipular el panel. Las cámaras se movieron, ampliando la zona donde se sospechaba que había ocurrido el golpe.
—Amplía la zona del golpe —ordenó Hobbs, inclinándose hacia adelante, sus ojos fijos en la pantalla más grande.
Uno de los técnicos hizo lo que le pedía, ajustando las cámaras hasta mostrar una vista más amplia. Las calles del centro de Londres se desplegaron ante nosotros, pero la imagen parecía incompleta.
—Ahora, invierte la imagen —añadió Hobbs, su voz tan baja que casi se confundía con el zumbido de los monitores—. Quiero ver lo que no cubren.
El técnico obedeció de inmediato, y las pantallas mostraron una representación invertida de la cobertura de las cámaras. Los puntos vigilados por el sistema se iluminaron en verde, mientras que las zonas sin cobertura aparecían oscurecidas, creando un patrón fragmentado sobre el mapa de la ciudad.
Hobbs observaba con ojos de halcón, su mente trabajando a toda velocidad. Sus dedos trazaron una línea sobre una de las áreas en sombras.
—Resalta las zonas sin cobertura —dijo, casi para sí mismo—. Ella es lista. Ha matado a todo su equipo y robado un virus mortal. No va a permitir que la capten. No dejará cabos sueltos. Si se está moviendo, lo hará a través de estos huecos.
Los puntos ciegos se iluminaron en la pantalla, formando un mapa oscuro y peligroso de posibles escondites. Hobbs se giró lentamente hacia los hombres en la sala, su mirada dura y su tono implacable, cargado de una determinación que podía sentirse en el aire.
—Si está ahí, la encontraremos... —Su voz se apagó al fijar sus ojos en mí. Su mirada era intensa, como si pudiera atravesarme, desmenuzando cada pensamiento antes de que lo verbalizara—. ¿Todavía estás pensando en ir detrás de Deckard?
Sentí cómo mi cuerpo se tensaba al escuchar su nombre.
Automáticamente, me mordí el labio, un gesto que me delataba cada vez que los nervios comenzaban a ganar terreno. Era un hábito que odiaba, pero en ese momento no podía evitarlo.
Hobbs me observaba como un depredador que detecta la duda en su presa. Sabía que estaba dudando, sabía lo que pensaba, igual que Shaw. Era un rasgo que ambos compartían, una habilidad perturbadora para leer a las personas sin esfuerzo. Pero la verdad era que, aunque Shaw fuese una opción obvia, no era la opción más segura. Ir tras él podía desencadenar una cadena de eventos mucho más peligrosa de lo que Hobbs o yo estábamos preparados para enfrentar.
—Deckard no va a ayudarte esta vez —dijo Hobbs, su tono ahora más bajo, casi un susurro, pero la gravedad en sus palabras pesaba—. Si decides ir tras él, estarás sola.
Desvié la mirada hacia las pantallas, tratando de ordenar mis pensamientos. Deckard Shaw era impredecible, astuto, y siempre jugaba bajo sus propias reglas. Trabajar con él significaba caminar por la cuerda floja, pero también sabía que podía ser la clave para detener todo esto.
—No es tan simple —dije finalmente, mi voz apenas un hilo—. Shaw puede ser la única opción si queremos acabar con esto rápido, pero... confiar en él es un riesgo que no sé si quiero tomar.
Hobbs dejó escapar una risa baja, una sonrisa ladeada curvando sus labios, pero no era una sonrisa de diversión. Era la sonrisa de alguien que compartía mis dudas, que entendía perfectamente la carga de esa decisión.
—Ninguno de los dos confiamos en Deckard —dijo, con un tono que sonaba casi complacido, como si ya hubiera anticipado lo que iba a decir—. Pero a veces, el enemigo de tu enemigo es lo más cercano que tendrás a un aliado.
Su mirada se endureció de nuevo, volviendo a la fría y calculadora expresión que era casi su sello personal. Sabía que Hobbs tampoco quería involucrar a Shaw, pero ambos comprendíamos lo mismo: a veces la única forma de ganar es arriesgarlo todo, incluso si eso significa contar con alguien en quien no puedes confiar.
—Si vamos a jugar esta mano —continuó, inclinándose levemente hacia mí, bajando la voz como si fuera a soltar un secreto que solo los dos podríamos comprender—, más vale que tengamos un as bajo la manga.
Lo miré, dejando que sus palabras resonaran en mi mente. Sabíamos que Deckard era impredecible, pero también sabía que, si alguien podía hacerle frente a lo que estaba por venir, era él.
—Probablemente su hermana haya cambiado de aspecto —dije, mientras mis pensamientos se aceleraban—. Es rubia, así que si no quiere llamar la atención, seguro que se habrá teñido el cabello oscuro o tal vez esté usando una peluca.
Hobbs asintió con la cabeza, pensativo, observando las cámaras mientras las imágenes de las calles de Londres pasaban frente a nosotros.
—No me sorprendería —respondió—. Es lista, no dejará cabos sueltos. Pero encontrarla no será solo cuestión de su apariencia. Sus movimientos la delatarán.
Sabíamos que ella estaba jugando al gato y al ratón, pero también sabíamos que nadie podía esconderse para siempre.
Nos adentramos en una de las zonas oscuras del mapa, un callejón estrecho y húmedo, fuera del alcance de las cámaras de seguridad que cubrían la mayor parte de Londres. Hobbs caminaba a mi lado, su presencia imponente llenando el espacio como si la falta de luz no significara nada para él. Era inquietante estar en uno de los "puntos ciegos", esos lugares en los que las cámaras no alcanzaban y donde Kitty Shaw podría esconderse sin ser vista. Era el terreno ideal para alguien como ella, calculadora y escurridiza.
Sabía que encontrar a Kitty no sería tan simple como rodear estos espacios oscuros. Ella era inteligente, quizás más de lo que nos gustaría admitir. Y aunque Hobbs tenía su propio plan directo y agresivo, yo no podía sacudirme la sensación de que todo esto era parte de un juego mucho más grande.
—No podemos seguir rastreando como lo haríamos con cualquier criminal común —dije, mientras mis botas hacían eco en las piedras sueltas del pavimento—. Kitty es impredecible. Es capaz de pensar más allá de nuestras jugadas. Y si Deckard no aparece, ella va a tener ventaja. Nadie la conoce mejor que él.
Hobbs se detuvo, y me volví para mirarlo a los ojos. El silencio entre nosotros era pesado, cargado de lo que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir en voz alta: Deckard Shaw era una pieza clave, pero también una bomba de tiempo.
—Deckard aparecerá —respondió Hobbs, con una voz cargada de seguridad—. Y cuando lo haga, ya sabremos cómo lidiar con ambos. Pero ahora lo que importa es Kitty, y no podemos dejar que mueva el virus fuera de la ciudad. Eso sería catastrófico.
Asentí, aunque mi mente seguía trabajando en todas las posibilidades. El sonido distante de un coche pasando rompió el momento, devolviéndonos a la urgencia de nuestra misión. Las sombras se alargaban a nuestro alrededor, y el aire parecía cada vez más denso, cargado de una amenaza que ninguno de los dos quería poner en palabras.
—Sigamos adelante —dije, retomando el paso—. Necesitamos llegar a la siguiente zona antes de que se nos escape cualquier pista.
Mientras avanzábamos por los callejones, notaba cómo cada rincón oscuro podía ser un escondite perfecto, cada ventana rota una posible salida. Kitty estaba en algún lugar cercano, lo sabía. Pero también sabía que atraparla requeriría más que tecnología y fuerza bruta. Necesitábamos a Deckard, por mucho que me costara admitirlo.
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