capítulo 9; complicado.
Superar. Suena tan sencillo, y a la vez es tan complicado. Superar a Ladybug era algo que ya podía presumir de ello, sin embargo, siempre habría un pequeño sentimiento dentro de ella por la heroína, la primer chica que le gustó. Fue duro y jamás lo olvidaría, pero seguir aferrándose a algo que no tenía futuro era peor, fue así como poco antes de conocer a Luka, su corazón estaba libre, se sentía en paz consigo misma y limpia.
Pero no por eso podía darse la libertad de dejar que alguien más ocupada el lugar que su lady había abandonado.
No tan pronto.
Pero esa sonrisa ladina.
Ese mirar.
Ese estúpido cabello.
Estaba cayendo por él, y no quería o quizá sí, ni siquiera tenía claro sus intenciones con el chico, pero por ahora, quería mantenerlo cerca, era como una necesidad, esa necesidad de tener un mensaje pronto, de verlo pronto, sentirlo cerca.
¿Por qué de pronto se sentía así?
Y no quería aceptar que le gustaba porque si lo aceptaba, sería totalmente verdad.
Pero él era diferente.
O eso quería creer.
—¿En qué tanto piensas, rubiecita?
—Claramente en ti no.
Volteó hacia otro lado, mintió.
—¿Segura que no? Podría apostar todo a que sí.
Acercó mucho su rostro al de ella, estaban por cruzar una calle, esperando a que los carros dejaran de pasar, ella estaba atenta a eso, aunque él definitivamente no por estar viéndola, fue ahí cuando dio unos pasos y ella alterada por el automóvil que venía, tomó con miedo su mano y jaló de él para detenerlo.
—¿Qué te pasa? — gritó —¡casi mueres atropellado!
—Tal vez, pero gané algo— levantó sus manos unidas con una sonrisa victoriosa sobre su rostro.
Ella pudo haber soltado su agarre, pero realmente no quería, así que solo rodó los ojos y siguió caminando tomada de la mano.
Otra vez esa sensación en el estómago, más parecía vómito que mariposas.
Llevaba algunas semanas saliendo con Luka, no sabía descubrir si eran amigos o qué, no, no podía llamarlo amigo, eran más que eso, tenía en claro que eran más que amigos.
Pero no podían llegar a llamarse pareja, porque tampoco eran eso, así que ¿qué eran?
Salían tomados de las manos, el chico le dirigía algunos cumplidos a ella, cumplidos que solo si estaba de buen humor los regresaba, a veces habían abrazos y hubo muchas ocasiones en que sus labios estuvieron por sellarse, pero siempre se separaban, uno de ellos siempre cortaba esa cercanía.
Se sabía que ambos se gustaban, pero no se lo decían abiertamente.
—Bourgeois, tengo una nueva melodía, ¿quieres escuchar?
—Como si tuviera algo mejor qué hacer.
Tras su “positiva” respuesta, los dedos del chico comenzaron a danzar entre las cuerdas del instrumento musical que traía consigo, así desprendiendo suaves y lentas notas de esta, como si de una canción de amor se tratase.
Al terminar, pasó una hoja con la letra de la canción escrita a la rubia.
—Mi fuerte es la guitarra, pero mi voz no es la mejor, sin embargo, sé que, aún sin escucharte, tienes una voz adorable, ¿me concederías el honor de aprender la letra y cantar conmigo alguna vez?
La hija del alcalde quedó atónita, nunca nadie antes la había invitado a cantar, y ella jamás lo había hecho de forma seria, ni siquiera se creía capaz, pero no diría que no.
Tomó la hoja y echó un pequeño vistazo de lo que trataba, pudo distinguir que sin duda se trataba de la canción más cursi que pudiera existir. Rodó los ojos fastidiada por tanto amor, hasta que llegó al pie de la hoja.
Dedicada a la chica más hermosa que hay en París, Chloé Bourgeois.
Fue ahí cuando su rostro se tornó como un tomate, el peliceleste rió suavemente con su expresión, dio justo el resultado que él quería.
—¿me escribiste una canción? todo bien en esto, solo hay una falla— la intriga lucía en el rostro de él — no soy la chica más hermosa de París, soy la más hermosa del mundo entero.
—Haber escrito eso habría sido demasiado cruel para las demás, estoy seguro de que ya lo saben, ¿quién se podría comparar a ti, reina?
Era así como Chloé perdía cada vez más la cabeza.
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