Capítulo 4.
Capítulo 4. Indigno de ser humano
Seguramente mis ojos estaban desorbitados por ver tanta sangre, los gritos habían cesado después de no sé... ¿unas 89 apuñaladas? Quizá fueron más, pero no termino allí, no, ese hombre era escalofriante, envolvió el resto del cuerpo en varios periódicos, arriba, abajo, por los lados, la cabeza llena de sangre, todo lo envolvió perfectamente.
Recuerdo bien su silueta, le puse mucha atención: el hombre se levantó encorvado, no sé quién era a todo esto, pero recuerdo bien que en ese momento no vi su rostro o apariencia, era como una sombra negra, sí, eso era todo lo que había visto, una sombra negra, una sonrisa maléfica, de su bolsillo saco una caja blanca, la cual, agito y golpeo ligeramente en su palma, abrió y de ella dejo salir un rollo de tabaco, de su otro bolsillo, saco un encendedor el cual uso para encender el tabaco, aspiro fuerte mientras levantaba su saco con la acción de meter su mano completamente en su bolsillo y relajo su cuerpo dejando caer sus hombros, parecía que miraba con esperanza el periódico, como si nada, volvió a sacar humo de su boca y el tabaco también lo saco
― Tú ya no eres mi hijo – fue lo que dijo – estás muerto por fin – menciono
Como si nada, dejo caer el tabaco que fumaba y de ello, las llamas comenzaron a formarse, poco a poco, invadieron los periódicos y con ello imagino que el cuerpo también Fukō ni siquiera miraba, solo se quedaba por estar a mi lado, pero incluso yo noté como mi perro sufrió.
El calor de las llamas era abrazador, se tardó más o menos unos veinte minutos hasta que se fue, aproveche para tomar una manta, de las que el señor ese había dejado, entonces con esmero y dedicación tape el fuego, envolví aquel cuerpo hasta que las llamas se extinguieron ― no tengo ni puta idea de por qué lo hago― quiero decir, todos merecemos un entierro con honor así como una muerte con honor, creo que eso es lo que hay que respetar, no decidimos como venimos al mundo pero podemos decidir cómo irnos ¿no es así? O bueno, eso era lo que pensaba mientras apagaba las llamas
Cuando logré apagarlo, descanse, me deje caer al suelo, había sido una larga labor pero Fukō parecía feliz de lo que hice
― ¿a quién le importa si estas feliz? – me queje viendo a mi perro y después sonreí – vamos a enterrarlo – sí, tenía la costumbre de hablar con Fukō
Pero jamás esperé que lo siguiente marcará mi vida, y me afectará de tal grado.
...
" ...Puente de tercera persona..."
― Osamu Dazai, un chico de cabello castaño quito los periódicos que protegían el cadáver y por primera vez sintió la desesperación, era un niño albino, no pasaba de los cuatro años, tapo su boca por el asco que sintió y aun así no pudo evitar vomitar, Fukō el fiel perro de Dazai se recostó cerca de la cabeza del niño albino mientras gimoteo, Dazai comenzó a toser por el efecto de haber devuelto su almuerzo. Volteo a ver el cadáver y sin aviso, sus lágrimas comenzaron a caer
― Por qué... ¿Por qué hay gente tan cruel Fukō? – preguntó desesperado el niño
Osamu Dazai, un niño de apenas diez años, no supo que hacer, adolorido y aun sin poder caminar bien, no hizo caso omiso a sus palabras, daría un entierro al niño, pero ahora su gran duda era el cómo, pues él también era un niño. Lo miro mejor
Era un niño quemado, completamente quemado, con heridas de cuchillo en todo su cuerpo, rostro, pecho, sin un brazo, y lo peor de todo... Parecía que el niño estuviese en paz, como si solo descansará, quizá murió con una sonrisa, y allí fue cuando lo sintió, aquella oscuridad que un día lo invadio, que dio fin a todo aquello que conocía, aquello que lo convirtió en indigno de ser humano.
Sin recuerdos en su mente, y con una fuerza sobre humana, claro está para un niño de 10 años, cargo al niño de 4 años en sus brazos, Fukō miro mejor aquella imagen, comenzó a ladrar a su propio dueño
― Fukō guarda silencio y espérame – ordeno el niño "indigno de ser humano"
Sin dudarlo, el cuerpo del castaño camino hasta las afueras del pueblo, era algo común, nadie notó nada raro, y como un trapo, dejo caer al niño en el basurero
― Juro que yo moriré con una mejor sonrisa y de la forma que yo si quiera – dicto mirando el cadáver – moriré mejor que tú y con una mejor sonrisa, imbécil mal agradecido – dijo con odio
Aquella noche no volvió con Fukumiyo, al contrario, fue con Ougai Mori quien como si supiera todo, lo esperaba sonriente
― Veo que volviste a ser Indigno de ser Humano – menciono Mori
― Yo... - miro firme al azabache – encontraré mi muerte pronto y con ello, moriré feliz
― Por el momento, no lograrás nada, si sigues así – dijo Mori – debo ir a la guerra
― ¿la guerra?
― Volveré – sonrió Mori – te inscribí en un instituto especial, aprenderás, serás el genio que siempre has sido y aun mejor
― Fukō iremos a un instituto
― Bueno, Fukō debe quedarse
― ¿Qué? ¡No!
― Que recuerde a ti no te importa ese perro
― No me importa, lo quiero lejos, pero es algo mío así que yo decido que hacer con mis cosas
― Comprendo, solo espero que después de lo que vio hoy no quiera abandonarte, ¿no crees?
Dazai había volteado a ver Fukō, jamás lo admitiría pero Fukō se había convertido en todo para él, todo lo que amaba, todo lo que tenía, todo lo que necesitaba y su única razón de alargar sus días en la tierra, todo por cuidar de Fukō. Su Fukō.
Aquella noche, Dazai volvió a recostarse con su perro, lo abrazo con fuerzas, lo recuerda bien, ese día tenía un miedo en particular, así que abrazo de más a Fukō, tanto que este se quejó ligeramente por su ya pasada operación de cadera, Dazai se disculpó mil veces y beso la nariz del perro, Fukō lamió el rostro de Dazai hasta que el chico cayo rendido por su largo día.
El perro reposo su hocico en el cráneo de Dazai quedándose dormido con su amado dueño, aquella noche, Fukō despertó en algún momento de la madrugada, miro alrededor de la habitación y gimoteo, lamió el rostro de Dazai, pero el castaño no despertó. El perro se levantó firme y preparado para atacar, esa noche defendió a su dueño, le defendió de algo que procuraré no decir, pero si, fue de dos sombras que acosaban al castaño.
Dazai despertó al siguiente día, con ojos cerrados aun, toco su cama en busca de su perro y eso le hizo abrir los ojos para no verlo, entonces miro a su alrededor. – Fukō, Fukō, Fuuuukō, ven muchacho - le llamaba aun acostado
Se levantó de su cama y fue cuando lo vio – Fu...kō... - le llamo con una voz sin alma
Allí se hallaba su perro, estaba tirado en el suelo, parecía feliz, parecía que dormía, pero no lo hacía pues Dazai se había fijado bien en su cadera, el perro... aquel perro que tanto amaba, aquel perro que le hizo ver dos hermosos colores, colores que tenía años sin ver, » porque si no mal recuerdan para Dazai la vida se había pintado de paneles grises, negros y blancos, « Fukō era la luz en su vida, Fukō era el naranja y el azul, Fukō era el atardecer que tanto amo, Fukō era... su todo
Grito en desesperación, Mori llego a la habitación del castaño para verlo llorar aferrado a su perro, suspiro profundo, pues el doctor no se equivocaba, el perro... le había abandonado ocupando su lugar en los acogedores brazos de la muerte.
― Dazai-kun, deberías empacar... entre más rápido te vayas será mejor
― ¡no quiero dejarlo! Fukō era... ¡¿Qué le paso a Fukō?! – grito
― ¡No lo sé! – le gritó y Dazai por fin vio lo que Ougai Mori era
Sus ojos sin color, sin alma le miraron serio, tuvo miedo, trago saliva y apretó los puños
― Yo... empacaré, estaré listo en 10 minutos
― Bien - respondió el doctor para analizar también la situación, prefirió salir.
Con Mori fuera de su habitación, y su amado perro partido a la mitad frente a su cama, solo le quedaba una opción, tomo una bolsa de plástico, metió su cabeza, respiro agitado, uno y otra vez, cerro con fuerza los ojos y fue cuando visualizo a Fukō, la desesperación llego a él.
― No puedo – dijo llorando para quitarse la bolsa de la cabeza - ¡maldita vida! ¡odio la vida! ¡odio la crueldad aquí! ¡quiero irme! ¡quiero irme contigo Fukō! ¡todo es odioso! ¡te odio Fukō! ¿Por qué tenías que dejarme aquí? – trago saliva - ¡odio a los perros! - grito con gran fuerza.
Osamu Dazai a los diez años, abandono el hogar de Ougai Mori para entrar a un instituto de niños genios, Osamu Dazai aquel día se auto prometió varias cosas, y siempre llevará el recuerdo de lo que más odia, la primera: el niño albino que mataron con una sonrisa aun siendo despreciado. La segunda: su perro amado que murió partido a la mitad y aun así se veía feliz.
El Instituto de Interbraint un instituto de chicos genios, allí Dazai se había adaptado muy bien, no había nadie, absolutamente nadie que hablara con alguien más, nadie se metía en la vida de nadie y los únicos que hablaban eran los maestros, era relajante, tranquilo, pacifico, nada mejor que aquel lugar para vivir, admitía Dazai aunque había una excepción, algo que le perturbaría en el futuro.
Porque cada que Osamu Dazai se escabullía por las noches y entraba a la biblioteca se lo encontraba, ese chico de cabello negro y ojos purpuras, el primer día que se lo topo le pregunto su nombre, pues pensó que era familiar de Ougai Mori por su sombría mirada, solo resulto ser extranjero y llamarse: Fyodor Dostroyevsky. A quien después Dazai bautizo como "demonio" ―
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