Capítulo 9.
8am.
Tuve que salir de casa muy temprano para revisar el avance de las nuevas prendas que he diseñado. Está quedando tal y como lo dibujé. Le faltan muchos detalles que poco a poco les iremos agregando. Por ahora, la textura y la tela son de la mejor calidad posible. Estoy muy orgullosa de todo el trabajo que han hecho y se los hago saber.
— La entrevistadora de ayer mandó la edición del video por correo hace unos minutos para que lo revise y le diga si hay alguna parte que deba quitar. — dice mi asistente mientras bajamos a recepción.
— Puedes encargarte tú. Que yo recuerde todas las preguntas estuvieron bien, así que no tengo miedo de mis respuestas. — la recepcionista me da un papel, el cual leo y firmo para recibir uno de los paquetes que han llegado.
— Perfecto. Si no necesita nada más, estaré en mi escritorio.
— Muy bien, ve. Y...gracias por todo, de verdad. No sé qué haría sin ti. — sonrío.
— No tiene nada que agradecer. Para eso estoy aquí. — también sonríe y sube al ascensor.
La verdad es que tengo mucha suerte de tener un excelente equipo de trabajo. Jamás me cansaré de decirlo. Mientras observo a los que me rodean, noto que todos miran a una misma dirección mientras cuchichean entre ellos sospechosamente. ¿Qué está pasando? Mi pregunta se responde cuando en la puerta, veo a Melodie entrar.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué tienen cara como si estuvieran viendo un fantasma? — les pregunta a todos.
— Chicos, vuelvan a sus lugares, por favor. — les pido de buena manera y así lo hacen. — ¿Y tú...? ¿A qué se debe tu visita? — me acerco. Estamos vestidas casi iguales pero lo que más nos diferencia el día de hoy, es que su cárdigan es negro mientras que el mío es un azul oscuro más llamativo. Y por supuesto, nuestro peinado y la forma de actuar.
— Quería asegurarme de que no te cayeras otra vez. — bromea. — Solo quería pedirte que me acompañes al nuevo internado donde está Jorge. Sé que también se encariñó contigo, así que...si vamos las dos mataríamos dos pájaros de un solo disparo.
— ¿Ir las dos? ¿No se volvería loco?
— No. Le hablaba mucho de ti y te conoce. Conoce nuestra historia. Los doctores dicen que su condición ha mejorado así que creo que todo estará bajo control. ¿Qué dices?
— ¿Quieres ir ahora?
— Sí. Mañana me iré muy temprano y no quiero perder otro avión.
— ¿Y Valerie, cómo está? — me recuerdo de ella.
— Creo que lo que pasó cambió mucho su manera de pensar. Sigue siendo algo exagerada pero su actitud con nosotras ha cambiado bastante.
— ¿Y tú cómo estás? — noto su incomodidad.
— Estoy bien. Solo... quiero largarme a Francia y ya. Esta ciudad apesta. Sé que no entiendes mi prisa por irme pero al contrario de ti, no tengo bonitos recuerdos en esta ciudad. Pasé la mitad de mi vida encerrada de un lugar a otro, viendo cómo la que decía ser mi madre manejaba mi libertad a su antojo.
— Yo también tengo malos recuerdos aquí.
— Pero tienes una empresa, tienes admiradores, buenos amigos y...encontraste el amor. A pesar de todas las cosas malas que viviste, tienes muchas más razones para quedarte. Yo no. Necesito empezar de nuevo y eso...solo será posible en Francia. — me quedo en silencio. Sé que tiene razón y cualquier decisión que tome, la respetaré. — Entonces... ¿vienes o no?
— Vamos. — voy por mi bolso y nos marchamos. Cada una en su auto.
Campaign Mental Health, clínica de salud mental, Washington D. C., Estados Unidos.
Hemos esperado algunos cinco minutos hasta poder ver a Jorge. Cuando los enfermeros lo traen, salta de felicidad al vernos.
— ¡Están aquí! ¡Las gemelas Cross están aquí! — dice con mucha alegría mientras nos abraza.
— ¡Así es! ¡Estamos aquí! — le digo. Me alegra tanto volver a verlo.
— Te prometí que volvería, ¿lo recuerdas? Y siempre cumplo mis promesas. — le dice Melodie y nos sentamos en la mesa del salón de visitas.
— Estás muy bonita. Ser libre te hace bien.
— Sí. Ya no volverán a encerrarme en ninguna parte.
— No hablaba solo de un lugar, sino... de las cuatro paredes de tu cabeza. Tu rompecabezas... ¿lo resolviste? — no deja de mover la cabeza mientras le habla.
— Sí. Pude resolver todo eso y sé que tú muy pronto también lo harás. Seremos libres y viajaremos por el mundo. — Melodie sostiene su mano por encima de la mesa. No dejan de sonreírse y verse con tanto afecto. Han creado una hermosa amistad a lo largo de los años. Me da ternura verlos así.
— ¡Vaya! De verdad que sí son muy parecidas. Pero aun así puedo diferenciarlas. Tú eres mi gemela angelical... — me toca la punta de la nariz. — Y tú eres mi gemela sádica. — le hace lo mismo a Melodie.
— Los doctores dicen que podrás regresar a casa pronto. ¿Te emociona la idea? — entro el tema.
— Regresar a casa...sí. ¿Tú estarás conmigo, verdad Melodie? — ahora parece estar asustado.
— Me iré a Francia mañana. — noto cierta melancolía en su voz. Le cuesta decirle esto.
— ¿A Francia? — se entristece. — Entonces por eso viniste a verme...para despedirte. ¿No es así? — agacha la cabeza.
— Pero no me iré para siempre. Volveré para llevarte conmigo, lo prometo. — aprieta sus manos. — Y ya me conoces, siempre cumplo mis promesas. — esta conversación y el dolor que veo en sus ojos me estremece demasiado.
— ¿Y también... adivina qué? — quiero alegrar un poco el momento. Busco una caja en mi bolso y se la doy. — Compré tus chocolates favoritos. — toma la caja de inmediato con una enorme sonrisa.
— ¡Sí lo recuerdas! Muchas gracias, mi ángel. — me causa gracia que en cada conversación me llame de una manera diferente.
— Estoy comenzando a sentirme un poco celosa. La de los chocolates era yo. — comenta Melodie y nos reímos. Jorge empieza a comerlos sin parar mientras seguimos hablando los 10 minutos que nos quedan.
Jack Connor.
Al llegar al edificio, todos me dan los buenos días hasta que entro a mi oficina. Poco después, alguien toca la puerta.
— ¡Hola! — entra Eric.
— Hola. Te ves fatal. — lo observo. Está un poco más despeinado y trasnochado de lo normal.
— Gracias. Eso es lo más bonito que me han dicho en todo el día. — toma una vaso con agua de mi nevera minibar.
— Pero el día apenas comienza. — me burlo de su pésima resaca. — ¿Estuviste bebiendo? ¿Lisa te armó una fiesta en casa?
— Sí, sí, ya. ¿Puedes parar? No me siento nada bien. — se sienta frente a mí. — Solo tuvimos una pequeña aventura y...terminamos así. — explica.
— Ya veo. — leo los informes que me han llegado.
— Oye, ¿esa no es Melanie? — toma el control y sube el volumen del televisor de la oficina.
— Y también supimos que te casaste con el agente Connor.
— Sí. Estamos felizmente casados.
— Cuéntanos algo sobre tu relación con él. Dicen que estar sentimentalmente con un policía es malo. ¿Puedes decir algo a favor o en contra de ello?
— Creo que no es el hecho de que sean policías, sino de lo que deciden hacer con ese poder. Jack lo único que ha hecho desde que me conoció, ha sido protegerme. Y su amor, es una de las cosas que más me ha dado fuerzas desde que está en mi vida. Solo digo que así como hay una cantidad de personas que abusan de su poder para mal, otros lo hacen para el bien. Y ese, es el caso de Jack Connor. A quien hoy tengo como esposo.
Dice en la entrevista. Esbozo una media sonrisa al escucharla hablar tan bonito de mí, de nosotros.
— ¡Uy! Parece que a alguien le salió lo cursi. — Eric se burla.
— Mejor ponte a trabajar. — lo regaño y apago el televisor. No quiero que siga burlándose de mis sentimientos.
— No hay mucho trabajo hoy. Las pocas misiones que hemos tenido, Jacob las ha solucionado muy rápido. Es bueno cazando a los criminales. Deberíamos dejarlo permanentemente. — hojea uno de los expedientes que tenía en mi escritorio.
— Pensándolo bien, quizás sea una buena idea. Tiene una manera incorrecta de hacer su trabajo pero confío en que poco a poco lo domarás y lo acostumbrarás a hacerlo a nuestra manera. — frunce el ceño.
— ¿De verdad?
— ¿Por qué no? Puede que algún día no esté y él sea su guía. Al menos solo para las operaciones complicadas.
— ¿Qué sucede, Jack? — se acerca con una expresión de confusión. — ¿Por qué hablas como si algún día no estarás?
— Porque puede que suceda. — pone una cara de espanto. — Quiero formar una familia. Quiero dedicarle tiempo y cuidar de ellos como debe de ser. Tú sabes muy bien que mientras siga trabajando aquí, no será posible. A la mínima que aparezcan nuevos casos, no tendré muchas opciones. Imagínate que algo así pase justo el día del parto. Melanie me matará y yo nunca me lo perdonaré. — le soy honesto. No tiene caso tener secretos con él.
— ¿Cómo? ¿Melanie ya está embarazada?
— No. Bueno, no que yo sepa todavía. Pero está en nuestros planes. — recuesto la espalda en el sillón.
— Pero... ¿estás muy seguro de querer retirarte? Digo, es que...sé muy bien que amas este trabajo como a nada y me cuesta creer que ya no estarás.
— Tienes razón pero...amo más a Melanie y a la familia que formaremos. Llevo muchos meses pensándolo y ya es una decisión tomada. Escribiré mi renuncia y la enviaré al ministro. Les pediré que te dejen a cargo. Eres el único capacitado para ocupar mi lugar.
— Nunca he querido ocupar tu lugar. No me gusta esto de "estar al mando". Por eso me he negado a todos los ascensos. Quiero morir siendo un agente, nada más. — se levanta y se acerca a mí. Se apoya de pie con las manos en el escritorio. — Pero tomes la decisión que tomes, la respetaré. Solo recuerda que hay muchos graduados que están aquí porque te admiran a ti. Quieren aprender todo lo que sabes y cuando decidas irte, será un golpe bajo para todo el edificio.
— La gente va y viene. Lo entenderán.
— Se sentirán abandonados. — pienso un poco en ello. No me gustaría dejar ese mal sabor con mi despedida pero tampoco puedo hacerme responsable de personas que en algún momento ya no estarán conmigo.
— No lo estarán, porque te tendrán a ti y a todo el resto del equipo. — me levanto y me coloco en frente de él. — Me echarán de menos pero podrán con todo lo que se les presente. — le doy palmadas en el brazo.
— ¿Y eso cuándo será? ¿Cuándo renunciarás? — aunque intente disimular, noto cierta tristeza en su tono de voz.
— Aún no lo sé. Ni siquiera he escrito nada todavía. Cuando llegue el momento, pasará.
— ¿Cuándo llegue el momento de qué o qué? — Jacob entra sin tocar y directamente se sienta.
— Williams era un bastardo pero sí nos enseñó a tocar antes de entrar. — lo regaño.
— Trabajo aquí.
— Pero esta no es tu oficina.
— ¿Por qué tan gruñón? ¿Estás en tus días? — pongo los ojos en blanco. — De hecho, vine justamente por eso. Necesito una propia oficina. Creo que he hecho un excelente trabajo estas semanas y me la merezco. — mira a Eric, como si quisiera que respalde sus palabras.
— Aquí las cosas no funcionan así. Una oficina propia requiere mucho trabajo que en unas semanas no podrás lograr.
— Puedo sorprenderte. — no le respondo. Quiero cortar esta conversación. — Y bien, ¿de qué hablaban? Se oían... muy sospechosos. ¿De qué momento estaban hablando? — cambia de tema.
— Nada que sea de tu interés. — respondo antes de que Eric lo haga. Con la mirada entiende que nadie más puede saber de mi futura renuncia de momento.
— Perfecto. — se levanta para irse pero se devuelve. — Oye, por cierto, ¿sabes por qué Karol llevó a Lía a tu casa anoche? Fui a buscarla esta mañana y me contó.
— ¿No puede quedarse conmigo?
— Ese no es el punto mi querido hermanito, solo se me hace extraño que Karol, nuestra madre de toda la vida, siendo como es, haya dejado a Lía en tu casa a dichas horas de la noche para salir a dónde sabe quién y con quién. ¿Sabes algo de eso?
— ¡Mira qué curioso! Porque tengo exactamente la misma pregunta. No me dijo nada, solo llegó y se fue. Pero Melanie asegura que probablemente esté saliendo con alguien. — de tan solo imaginármelo, se me revuelve el estómago. Sobre todo porque no ha tenido la confianza de contarme nada al respecto.
— ¿Saliendo con alguien? ¿Quién? — cruza los brazos.
— No lo sé. Es lo que quiero averiguar. Hemos tenido demasiadas malas experiencias conociendo gente nueva, así que no permitiré que esto pase otra vez. Mucho menos con mi madre. — vuelvo a sentarme, tratando de calmar mi enojo. Eric está espectando toda nuestra preocupación.
— Por supuesto que vamos a investigarlo. Tenemos todo el derecho de involucrarnos en sus asuntos, sobre todo los...amorosos. — lo entona con repulsión. — Así podremos evitar más problemas. ¿Tienes algo en mente?
— Estoy pensando en ello.
— ¿Y qué tal las cámaras de seguridad de las casas? Donde sea que la haya recogido puede que descubramos el tipo de vehículo, su matrícula. Podemos decirle a Paul que lo rastree.
— Eso fue lo primero que hice esta mañana pero no hay nada. Aparentemente se encontraron en un punto y de ahí se marcharon a su...maldita cita. — rozo los dedos por mi barbilla.
— ¿Y si le ponemos una trampa? No sé, podemos organizar una situación de peligro para ver si sale de su madriguera y se preocupa por ella. Ahí lo atrapamos y lo interrogamos.
— ¿Quieres que hagamos un secuestro? — me estoy empezando a alterar.
— ¡Oigan! ¿Por qué hablan como si fuera un asesino en serie? — interviene Eric.
— Porque puede que lo sea.
— Pero no lo pueden asegurar. Quizás es una buena persona y están siendo injustos.
— ¿Entonces qué sugieres? — estoy dispuesto a escuchar sus ideas.
— No lo sé. Hablen con ella y díganle lo que piensan. Quizás puedan llegar a un acuerdo y...conocerse mejor en una cena o...no se me ocurre otra cosa. Pero no es necesario llegar a la violencia o las ideas enfermas de tu hermano. — mira a Jacob.
— ¿Una cena?
— ¡Claro! ¿O qué prefieres? ¿Planear un auto secuestro para probarlo? Es absurdo.
— Quizás tengas razón.
— La tengo. Yo la conozco muy bien y saben que merece enamorarse, siempre y cuando sea un hombre en el que se pueda confiar.
— ¿La conoces bien? ¿Qué tanto? — le pregunta Jacob.
— Mucho más de lo que tú puedes llegar a hacerlo. Cuando los dejaste solos, por ejemplo. — se acerca a él amenazantemente. — Cuando tuvieron que refugiarse en mi casa hace muchos años y tuvimos que mudarnos a esta ciudad para vivir mejor. — sabe que recordarle los errores que cometió en el pasado, lo vulneran de cierto modo.
— Oh, no. Tranquilo. Si lo que quieres es ofenderme y hacer que me sienta fatal, no lo lograrás. — le da dos palmadas en el hombro. — Muy bien, entonces...aprovechemos y vamos a confrontarla justo ahora. — se gira hacia mí.
— Tengo trabajo, ¿no lo ves?
— Vayan, yo puedo encargarme de lo que surja aquí. — comenta Eric.
— ¡Ves! Puedes caer muy bien a veces. — Jacob usa su sarcasmo.
— Bien pero primero necesito cerrar un caso. En una hora nos vamos y vemos qué haremos. — abro el expediente de dicho caso.
— Bien. Iré por unas donas para matar tiempo.
— Oh, no. Tú vienes conmigo, tengo una pequeña tarea para ti. — Eric lo detiene antes de que salga. Le abre la puerta y espera que salga para salir tras él, no sin antes darme una media sonrisa. Supongo que quiere torturarlo con más métodos de pelea que no van con su egocéntrica personalidad.
5pm.
— ¡Jack, Jacob! Que sorpresa tenerlos por aquí juntos. — dice mi madre al vernos en cuanto Frederick abre la puerta para que entremos. Camina hasta nosotros, nos abraza y nos da un tierno beso en la mejilla.
— Somos tus hijos. Podemos venir a verte de vez en cuando. — comento.
— Por supuesto. Siéntense. ¿Quieren algo de tomar? — nos indica el sofá y nos acomodamos en él.
— No, gracias. Estamos bien. — respondo por ambos. Jacob tiene cara de estar sumergido en sus pensamientos, analizando o planeando algo.
Un incómodo silencio se apodera del momento.
— Y... ¿por qué están aquí, exactamente? — creo que empieza a sospechar.
— Es bueno que los hijos visiten a sus madres, ¿no? — pregunta Jacob. Coloca una de sus piernas encima de la otra.
— Por supuesto, no he dicho lo contrario pero como su madre debo decir que los noto algo sospechosos.
— ¿Algo sospechosos? — Jacob frunce el ceño, me mira y sonreímos sarcásticamente. — No, solo estamos aquí porque queremos verte y pasar más tiempo contigo.
Nos fulmina con la mirada.
— Quizás Jack tenga algún tema de conversación importante para pasar el resto de la tarde. — me ataca con la mirada para que le siga el juego. Aparte de eso, sé que quiere fastidiarme, como siempre.
— Sí, sí, de hecho sí. Del amor, por ejemplo. — casi me arrepiento en el momento en que lo digo. Puedo sentir la mirada confusa de Jacob hacia mí. Intento seguir la conversación pero no me salen las palabras. — Todos saben que no creía en el amor hasta que llegó Melanie.
— Muy cliché. — comenta Jacob.
Lo ignoro.
— Pero antes de tomar la decisión de estar juntos formalmente o casarnos, nos conocimos. Nos tratamos durante muchos años hasta saber si podíamos confiar el uno del otro. Ya sabes...hay que cuidarnos de personas peligrosas, posibles psicópatas o peor, asesinos en serie.
— Sí. Mucho más después de todo lo que hemos pasado. No tenemos buenas experiencias conociendo a gente nueva. — corrobora Jacob.
— Exacto. Por eso creo que todos deberíamos ser más cuidadosos. ¿Verdad, madre? — solo veo confusión en su rostro.
— ¿Qué sucede? ¿Tenemos un nuevo enemigo del que deberíamos preocuparnos?
— Eso depende de ti. — estoy perdiendo la paciencia. Demasiados rodeos. — ¡Bueno, ya! Sabemos que te estás viendo con alguien. ¿Quién es? — voy al grano.
Traga profundo.
— ¿Viéndome con alguien? — se ríe. — Sabía que había algo detrás de todo esto pero no pensé que esta sería la razón.
— ¿Entonces es verdad o no? — Jacob presiona.
— Sí, es verdad. Estoy viéndome con un hombre desde hace dos meses.
— ¡¿Dos meses?! — siento que en cualquier momento me dará un infarto. Restriego los dedos por mi ojos para no perder la poquita paciencia que me queda. — ¿Y pensabas ocultárnoslo? ¿Por cuánto tiempo?
— Estaba esperando que pasara un poco más de tiempo para decirles. Quiero conocerlo mejor antes de traerlo a casa. Y sabía que si les decía algo, se pondrían justamente como están ahora o peor. Lamento que se hayan enterado de esta forma. Algún día se los presentaré.
— ¡Oh, sí! Estoy muy de acuerdo. Y justamente por eso, será esta misma noche. En una cena.
— ¿Quieren que lo invite a cenar esta noche aquí?
— Aquí no. Esta casa siempre ha sido la preferida para las cenas pero en esta ocasión, será en la mía. Haremos algo diferente. — propone Jacob. He ido un par de veces a su nueva casa pero nunca he entrado.
— ¡Oh! Pues no tengo ningún problema con eso. Le diré a Frederick que vaya también para preparar la cena. — se levanta pero la detiene.
— ¡No es necesario! Prepararemos la cena nosotros mismos. ¿Verdad hermanito? — ¿Qué dice ahora este imbécil? Antes de que pueda negarme, me ataca los ojos otra vez para obligarme a seguirle el juego si quiero que todo esto salga bien.
Respira Jack, respira. No será para tanto.
— ¡Claro! — una risa sarcástica sale de mí, tratando de disimular mi disgusto. — Nosotros nos encargaremos. — por su cara, parece estar muy sorprendida.
— Bueno...en ese caso...está bien.
— Bien. Entonces dile a tu...lo que sea, que venga a las 8pm para que Frederick los lleve desde aquí. — me levanto y le doy un beso en la frente.
— ¡Sí! Prepararemos algo delicioso. Les encantará. ¿Nos vamos, hermano?
— Sí. Tenemos que aprovechar el tiempo. — nos despedimos y caminamos hasta la salida.
Subimos a nuestros vehículos y conducimos hasta llegar a su casa.
Es un poco extraña para mi gusto pero está muy bien ordenada. Se nota que Lía vive aquí. Hay juguetes y cosas de niñas colocadas en varias partes. Saludo a la niñera respetuosamente y a Lía con un fuerte beso y abrazo, antes de que suban a la segunda planta por petición de Jacob.
Vamos a la cocina y comienza a sacar los ingredientes de lo que sea que vamos a hacer.
— ¿Estarán aquí cuando mamá llegue? — me remango la camisa.
— No. Se irán en una hora a un lugar seguro. Tengo la casa preparada para cualquier cosa que pueda pasar esta noche.
— Me alegra que finalmente seas un buen padre para Lía. Me has sorprendido mucho con tu cambio de actitud. — le reconozco.
— Las circunstancias me obligaron a cambiar pero admito que me siento mejor así. Nunca había tenido tanta tranquilidad en mi vida. Me acostumbré al caos pero eso ya es pasado. — saca un sazón líquido que ya tenía preparado y lo unta en todo el pollo. — Nada cae mejor para una cena que el pollo. — nos reímos.
— Parece que estamos siendo muy buenos con la cena. — corto varias frutas.
— Si también comeremos de ella, no es buena idea envenenarla. Aunque... tengo algunos químicos que puedo echarle en tanto vea una mala actitud suya. Tengo muchos cuchillos y navajas para cortarle la garganta si me hace enojar. — sigue poniéndole más sazón a todo el pollo bruscamente. — O quizás Eric tenga razón y debemos darle una oportunidad. Puede ser un buen partido para nuestra madre.
— No soy muy amigo de las oportunidades y menos cuando se trata de personas que no conozco.
— Eso lo sabremos en un par de horas.
— Eres muy de navajas y cuchillos pero no veo una tijera por ninguna parte. Necesito cortar esto.
— Está bien, te la buscaré.
— Mejor tú quédate. Dime dónde están y las busco. — le digo cuando noto que tiene las manos embarradas.
— Ok. Están en el segundo gabinete del baño. — me seco las manos y camino hasta allí.
En toda la casa solo tiene un enorme cuadro con una especie de garabato incomprensible. Hay demasiados gabinetes en este enorme baño. ¿En cuál de todos podría estar? Los voy abriendo todos hasta que un montón de pastillas en uno de ellos llama mi atención. ¿Qué es todo esto? Cuando leo los nombres en sus etiquetas, entiendo todo. Aparentemente ha estado medicándose para poder estar como está.
— ¿Encontraste las tijeras? — su voz me saca de los pensamientos. Abro el último cajón y ahí está. Por lo que vine.
— ¡Ya la tengo! — le grito. Tomo la tijera, uno de los frascos y regreso a la cocina. Está muy concentrado en lo que hace. Lo observo unos segundos y coloco el frasco en su frente sin decir una palabra. Cuando lo ve, se queda inmóvil un momento y tampoco dice nada.
Cruzo los brazos y me arrimo en la pared.
— Son solo...
— Sé perfectamente lo que son. Antidepresivos. Fluoxetina, específicamente. La pregunta es, ¿desde cuándo? ¿con qué frecuencia consumes esto?
— No mucho. No los he necesitado en los últimos meses. Era lo único que me ayudaba a controlar mis impulsos. Aunque también se volvieron una especie de droga para mí. — hace una pausa. — Pero ya no hay de qué preocuparse. Puedo controlarlo.
— ¿Seguro?
— Seguro.
— ¿Y por qué nunca me contaste nada?
— No me gusta contarle mis problemas a la gente.
— Pero no soy la gente, soy tu hermano. — me mira con un poco de asombro. — La hemos cagado bastante, sí. Tú más que yo. Pero ya ha pasado mucho tiempo. No hay necesidad de darle tantas vueltas a lo mismo. Así que si tienes un problema, no dudes en decírmelo.
— De acuerdo. Gracias, Jack.
— Bien. Suficiente de tanta charla. Tenemos una cena que terminar. En dos horas nuestro invitados especiales llegarán y debemos estar preparados. — quiero enfocarme en terminar de preparar esta cena con la esperanza de que esta posible terrible noche, termine pronto. Cuando terminemos, iré a darme una ducha en casa, le contaré a Melanie sobre esto y espero volver antes que mi madre y su misterioso pretendiente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top