Capítulo 45.
Jack Connor.
Abro los ojos lentamente, sintiendo un horrible malestar en todo el cuerpo. Tengo las manos atadas hacia arriba y mis pies casi no tocan el suelo. Tengo toda la cara ensangrentada y mis muñecas están heridas. Me han estado torturando. El dolor de cabeza me marea y provoca que me cueste mirar con claridad.
— ¡Jack! — escucho una voz femenina cerca de mí. — ¡Jack! — levanto la cara y la veo. Es Gwen.
— ¿Gwen? ¿Qué haces...aquí? — apenas puedo hablar.
— Me secuestraron. He intentado escapar pero es imposible. — tiene menos golpes que yo pero los tiene. La tienen atada de una silla. — ¿Cómo dejaste que te hicieran esto? ¿Dónde están los demás?
— No tuve muchas opciones. Son demasiados.
— ¡Te lo dije! ¡Te dije que no ibas a poder con ellos tú solo!
— ¡No estuve solo! Acepté la ayuda del ministro y ni eso sirvió. Terminé aquí de todos modos.
— No puede ser. ¿Y ahora qué?
— No lo sé. — un grupo de ellos entran. Este lugar parece una especie de cabaña abandonada. ¿Estamos en Rusia o seguimos en Estados Unidos? No creo que hayan pasado el aeropuerto con nosotros así.
— Lamento que tenga que ser de esta forma. Sabemos que usted es un hombre de respeto pero...hacemos lo que tenemos que hacer. — dice, el que parece estar a cargo de toda esta masacre y ni siquiera se trata del presidente en persona. Lleva traje, como todos los demás y guantes. — Eres el agente Jack Connor, ¿cierto? — mira el expediente mío que estaba en esa maldita carpeta roja.
— Si ya lo sabe para qué pregunta. — me mira sin expresión y estruja el papel en sus manos.
— Ese papel no decía muchas cosas sobre usted que poco a poco fuimos descubriendo. Déjeme decirle que sus problemas familiares no nos interesan, aunque... despierten cierta intriga. — nunca había odiado tanto el acento ruso. — Pensábamos que eras un simple policía pero la manera en la que te salvabas una y otra vez de mis hombres me hizo cabrear. Esa...habilidad para sobrevivir. Ese instinto asesino cuando sabes que tu vida corre peligro, fue envolvente. — parece estar muy relajado. — Tu presidente es muy incompetente. Tanto, que ni siquiera es un rival digno con el cual tener una guerra. Un simple intercambio de vidas terminó convirtiéndose en algo más. La manera en la que manipularon todo para salvar tu vida lo hizo un poco...más personal. — de no ser porque estoy colgando de estas cadenas ya le hubiera roto la cara.
— ¿Qué creen que ganan con esto?
— Tenía sospechas y tu video me las confirmó. Con tu muerte tu país sentirá lo que el nuestro sintió cuando perdimos a nuestros mejores soldados.
— Ajá sí. ¿Y ella qué tiene que ver aquí? — me refiero a Gwen.
— Gracias a ella supiste que estabas en la lista, ¿no? — se levanta, le susurra algo a uno de sus hombres y se marcha. Por cómo se coloca los anillos de acero, deduzco que nada bueno.
— Пришло твое время умереть. — dice antes de empezar a golpearme la cara (otra vez). Cada golpe se siente peor que el anterior. Es como si desgarraran una parte de mi cara lenta y dolorosamente.
— ¡Déjenlo en paz! — oigo a Gwen gritar.
— Debe ser horrible. — escupo sangre. — Debe ser horrible saber que morirás solo. — ni siquiera puedo responderle.
Cuando termina de desfigurarme la cara, me apunta en la frente con su pistola.
— ¡No! — Gwen se interpone. No sé cómo ha podido liberarse pero acaba de recibir el disparo que iba para mí. La veo caer frente a mí lentamente mientras se desangra.
— ¡No, Gwen! ¡Gwen! ¿Qué hiciste? — intento soltarme pero es imposible.
— Lo siento. — agoniza.
— ¡No! No tienes nada que lamentar. Solo resiste ¿sí? — los rusos salen un momento, como si se dieran cuenta de que acaban de cometer un error.
— Mi esposo. Murió en una misión conmigo y...no pude salvarlo.
— ¡No hables, solo resiste! — la interrumpo.
— Tú me recuerdas a él. — continúa. — Quise hacer contigo lo que no pude hacer por él. — las lágrimas salen de sus ojos. No tenía idea de que algo así pudiera ser la razón de su preocupación y su empeño en ayudarme. — Gracias por darme esta oportunidad. — es lo último que dice, antes de quedarse completamente quieta, con los ojos abiertos y sin respiración. No, no, no, no.
— ¿Gwen? ¡Gwen! — grito y los imbéciles vuelven. Antes de que puedan golpearme nuevamente, la rabia me da fuerzas y con mis piernas sujeto su cuello y lo aprieto hasta matarlo por falta de respiración. Lo que provoca más ira en los demás y siguen golpeándome sin piedad.
— ¡Eres un maldito bastardo! — llegó el que faltaba. El mismo señor trajeado que vi en cuanto abrí los ojos. — Eres un mal que necesita ser eliminado y yo mismo me encargaré. — le quita el arma a uno de sus hombres y me apunta. — Nadie vendrá por ti, nadie te salvará esta vez. Estás completamente solo y así morirás. — este es mi fin y estoy listo para aceptarlo.
Luché todo lo que pude pero ya no puedo hacer nada más. Mis piernas están cansadas, mis manos ya no pueden herir más, mi cuerpo se siente como una carga, mi cara está manchada con la sangre que salen de mis múltiples heridas y mi mente...mi mente solo quiere descansar.
Cierro los ojos y me refugio en esos recuerdos, en esas imágenes de mis mejores momentos al lado de Melanie. Las veces que sonreímos, que nos amábamos, que nos sanábamos, que compartíamos en familia y progresábamos como personas, como profesionales y como pareja. Cuando supe que estaba que embarazada, cuando lo vi por primera vez en ese monitor y cómo lo acariciaba aún en el vientre de su madre. Hice una promesa que no podré cumplir. No podré volver y no veré a mi hijo crecer. Mi final no podría ser más trágico de lo que ya lo es.
Perdónenme.
La tierra comienza a temblar. Las diminutas rocas se deslizan en el suelo como si algo las estuviera obligando a hacerlo. ¿Qué está pasando? Sea lo que sea también está llamando la atención de los rusos y por ello aún no me han matado.
— что это?
— Я не знаю, сэр.
— Тогда иди и узнай! — se dicen entre ellos y uno sale a inspeccionar.
El temblor aumenta más y más hasta que suena lo que increíblemente parece ser un helicóptero. ¿Un helicóptero? ¿Qué significa esto? ¿Acaso estoy alucinando?
Narradora Omnisciente.
Cuando parecía ser el final para Jack, la ayuda llegó. Todos los agentes que renunciaron por lealtad a él, los hombres que estaban en el búnker, algunos pasantes, Jacob y Eric, han venido a salvarlo. Después de un largo y rápido recorrido por toda la ciudad, finalmente lo encontraron. Dos helicópteros rodean el perímetro y explotan las furgonetas que se encuentran cerca con muchos soldados rusos dentro. Los agentes se dividen y rodean toda la cabaña con Jacob y Eric al frente. Los rusos abren fuego pero aún así, los del lado de Jack son más.
Mientras el señor que le apuntaba a Jack (el ministro de defensa de Rusia) lo golpea una última vez, les ordena a sus hombres sacarlo de aquí y lanzarlo por el barranco que queda a poco kilómetros.
— ¡Se escapan! ¡Se escapan! — grita Eric y todos lo escuchan a través de los auriculares.
— No lo harán. — asegura Jacob y van tras ellos. El ministro de Rusia intenta escapar pero los agentes lo acorralan después de asesinar a todos sus hombres.
— Hola, señor ministro de Rusia. Es una pena conocernos de esta forma. — Paul entra con su chaleco antibalas, computadora portátil y auriculares. — Me temo que tendrá una videollamada con su presidente. — le explica mientras coloca la cámara de su portátil en su dirección adjuntando su imagen a la del ministro de los Estados Unidos. — Con usted, señor ministro, nuestro ministro de defensa. — Paul los presenta, transmitiendo la llamada en todas las pantallas no solo de la ciudad, sino de todo el país.
— Es una vergüenza tener que ver esto, así que no le pediré muchos detalles. ¡Estamos viendo la cara del ministro ruso en nuestras manos después de provocar guerras, muertes y destrucciones innecesarias a base de mentiras, traición y avaricia de poder! Quiso usar la muerte de uno de nuestros hombres más ejemplares para debilitar nuestra nación pero ahora el presidente de Rusia tendrá dos opciones: o retira la guerra de nuestras calles y contra nuestros hombres, o la sangre del ministro ruso manchará este país pero también sus manos. — dice con autoridad. — Tiene 3 minutos para elegir. El tiempo corre.
— ¡Detente y levanta las manos o te dispararé! — Eric le ordena al que lleva a Jack a rastras al borde del barranco. Está tan herido que ni siquiera puede defenderse más. Jacob, en su lugar, directamente les dispara a los otros que iban de su lado sin avisar.
— Esto es...por Rusia. — en cuanto termina de hablar, lanza a Jack al vacío y Eric le dispara por consiguiente. Jacob corre lo más rápido que puede y por suerte, logra sostenerlo de una mano mientras con la otra, se aferra a un hierro muy fuerte clavado en la tierra pero no es suficiente. No resistirá.
— ¡Te tengo! ¡Te tengo hermano! ¡Te tengo! — aunque Jacob se aferra a la esperanza, Jack parece decidido a darse por vencido.
— Tienes...que...soltarme o moriremos los dos. — apenas le sale la voz.
— ¡No! ¡No! No lo haré.
— Sí lo harás.
— ¡Jamás! ¡Nunca más! — por primera vez, los ojos de Jacob se inundan de lágrimas y el hierro del que se aferra se rompe un poco más.
— Te amo, hermano. — la tensión y la nostalgia se apoderan de estos dos hermanos. Y justo cuando está a punto de caer, otra mano lo sostiene. Eric. Sujeta su otra mano con fuerza y ninguno de los dos se permiten dejarlo caer. Con mucho esfuerzo, logran subirlo a la superficie juntos a ellos. Lo abrazan fuertemente y dejan caer unas lágrimas ante la realidad de que lo han salvado. Después de tanto, sigue vivo.
— ¡Vamos, arriba! — colocan sus brazos en sus hombros y lo levantan.
Han pasado los tres minutos de espera y luego de que el presidente ruso maldijera su vida muchas veces, tomó una decisión. Puso fin públicamente a la guerra sin sentido que tenía contra Estados Unidos y toda su manera sucia de hacerlo, quedó expuesto. Los demás países de alta potencia declararon su apoyo incondicional a Estados Unidos de América, así que los que estuvieron detrás de todo esto, tendrán graves consecuencias. Perdonarán la vida del ministro de Rusia pero todo lo que hizo e intentó hacer contra Jack, tendrá un castigo.
Jacob no lo deja ir sin antes golpearlo fuertemente.
Los agentes abren paso mientras Eric y Jacob encaminan a Jack hasta la ambulancia. Aunque sigue sin poder ver con claridad debido a los golpes y sangre que tiene en toda la cara, mira a los ojos a todos los que han venido a salvarlo. Desde su escuadrón de agentes, hasta los hombres que estuvieron con él en el búnker, los pasantes que entraron solo por admiración a él (dentro de ellos la sobrina de Luis, el ladrón de aquel robo en el banco cuando Jack regresó de Filadelfia) y muchos más. Le asiente levemente como agradecimientos mientras ve lo alegre que están todos de verlo con vida.
Junior llega en su auto con Melanie y Kristen y en cuanto esta se baja, no puede creer lo que sus ojos ven. Luego de tantos meses de incertidumbre, angustia y desconsuelo por la situación de su esposo; después de perder la esperanza por segundos de que podría seguir con vida, finalmente se reencuentra con él. Con graves heridas pero vivo. Esos escalofríos pasan por sus venas y no evita que las lágrimas adornen su rostro tras verlo.
En cuanto la ve, sabe que tenía una razón para seguir viviendo. Eran su hijo y su esposa. La razón por la que siguió luchando hasta el último momento. Sabe que está en casa mientras esté en sus brazos.
Sin decirse una sola palabra, se abrazan fuertemente y disfrutan de la nueva oportunidad que Dios les ha dado para construir su familia juntos y ver a su hijo crecer. Melanie aprieta su cuello cuidadosamente para no lastimarlo más y aunque a él no le importa, recuerda que también tiene un golpe en la cabeza.
— Yo... — Jack intenta hablarle.
— No hables, no hables. Guarda la energía. ¡Necesita un médico! — lo interrumpe. Jacob llama a los paramédicos y preparan la camilla en la que lo llevarán al hospital.
— ¡Wow! Por fin...estás aquí. — Kristen se acerca. — ¿Sería inadecuado preguntar cuántas vidas tienes? — bromea. — Me causaste mucho estrés pero...me alegra que estés aquí. Me alegra que estés vivo. — aunque intenta ser graciosa para relajar tanta tensión, Jack no puede sonreír sabiendo que Gwen, su mejor amiga, murió para salvarlo. — ¡Vamos, sonríe un poco! ¡Estás vivo! — sigue intentando pero su sonrisa desvanece cuando nota que algo no lo deja sonreír.
— Lo siento mucho, Kristen. — es lo único que puede decir antes de que los paramédicos lo suban a la camilla y lo entren en la ambulancia. Melanie y Jacob irán con él. Kristen frunce el ceño y sigue buscando la razón de sus palabras hasta que ve cómo los forenses se llevan el cuerpo de Gwen en una bolsa negra.
— ¿Gu...Gwen? — el nudo se forma en su garganta y le cuesta respirar. Toca su pecho y cubre su boca cuando cae en realidad de que su mejor amiga está muerta. Fue secuestrada de ese hospital por los rusos y sacrificó su vida por la de Jack.
Paul se acerca a ella y sigue su mirada para entender porqué llora.
— Lo siento mucho. — le dice mientras cae en sus brazos y él la consuela. No todos tienen un final feliz.
Un mes después.
Melanie Cross.
He terminado de firmar la de alta de Jack para irnos a casa. Sus heridas han tardado en cicatrizar por su profundidad pero aun así, ha mejorado bastante. Su golpe en la cabeza no dejó secuelas y le quitaron el collarín. Ahora solo queda guardar algunos días de reposo y estará como nuevo.
— ¿Listo para ir a casa? — le pregunto mientras le pongo un abrigo. Ha estado muy callado y desanimado desde que despertó días después de ingresarlo en este hospital. — Has estado fuera más de tres meses. El calor de nuestro hogar terminará de sanarte. — acaricio sus mejillas. Aún tiene cicatrices en su rostro y un rasguño en su frente pero sigue siendo igual de guapo que siempre. Solo me duele verlo tan deprimido y después de todo lo que pasó, es más que comprensible.
— Solo quiero dormir. — reclina su cabeza en mi vientre.
— Podrás dormir todo lo que quieras. Te haré tus platos favoritos y pasaremos momentos de tranquilidad. — mimo su cabello. Le ha crecido mucho desde la última vez.
— ¿Todo listo para irnos? — llega Eric, quien se encargará de llevarnos.
— Sí, estamos listos. — respondo. Eric le ayuda a levantarse y a no perder el equilibrio hasta que entramos en el auto.
Finalmente, luego de tanto tiempo, vamos a casa. A nuestra casa.
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