Capítulo 34.
— ¿Qué dices? — se levanta y camina hasta mí.
— Como lo escuchó. También estoy en esa maldita lista. — afirmo. Su cara de pánico me confirma que realmente no tenía idea de nada.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro de que ellas no te mienten?
— Por esto. — pongo la identificación de uno de los hombres rusos que intentaron asesinarnos sobre su escritorio. — Fueron directamente hacia nosotros y también son agentes secretos del estado ruso. ¿Necesita más pruebas? — por la cara que pone, sé que está comenzando a creernos.
— Mierda. — expresa en voz baja. — ¿Qué demonios hemos hecho?
— Podemos evitarlo. Todavía hay esperanza. — dice Kristen. — Simplemente busque la carpeta y saquemos la información de Jack.
— Me temo que eso ya no será posible. — mira al suelo perdidamente. No es buena señal.
— ¿Por qué?
— Porque el presidente ya está de camino a Rusia con ese archivo. — esa extraña sensación que pocas veces he sentido se apodera de mi pecho y me cuesta respirar. — Y aún peor, creo que ya ha aterrizado.
— Esto no puede ser. — Gwen y Kristen pasan las manos por sus cabezas mientras caminan de aquí para allá por toda la oficina.
— Jack... — el ministro intenta acercarse a mí pero me aparto.
— Dígame por qué. ¿Por qué estoy en esa lista? — controlo la rabia que llevo dentro.
— Evidentemente ha sido un error.
— ¡Evidentemente ha sido un error en el cual me dice que no podrá revertirse! — me altero.
— Solo dame 24 horas y lo resolveré. Buscaré la forma de protegerte, lo prometo.
— ¿24 horas? Podrían matarme en cualquier segundo ¿y usted me pide que le dé 24 horas? ¿Qué cree? ¿Que mi vida es un maldito juego?
— Jamás pensaría eso.
— Pero su máquina sí. La máquina en la que tanto se fían acaba de poner toda mi vida patas arriba. ¿Y quién se hará responsable de eso? — estoy muy cabreado.
— Solo te estoy pidiendo menos de 24 horas para buscar una solución. Puedo ponerte la protección necesaria. Puedo enviarte junto a toda tu familia a una casa de seguridad militar para que nada les pase.
— ¿Eso es todo? ¿Por un error de ustedes tengo que sacrificar a toda mi familia? Ni lo sueñe. Así como me metieron en esto, me sacarán.
— Algo que admiro mucho de ti en tu sensatez. No la pierdas ahora, por favor.
— ¡¿Y cómo quiere que me ponga!? — golpeo fuertemente su escritorio, haciendo que muchas cosas caigan al suelo. Dos de sus guardias entran pero con un simple movimiento de dedos hace que se retiren de inmediato. — ¿Cómo quiere que actúe al saber que me están cazando con un animal por crímenes que no cometí y por un error de su maldita máquina? ¿Qué quiere que haga después de darme cuenta de que todo lo que he hecho, desde matar a mi propio padre como a muchos más para salvar sus traseros no me ha servido de nada? — siento la sangre hirviendo subir a mi cabeza. — ¿Y qué he ganado con todo esto? ¿Qué he recibido a cambio? Traición. — cierra los ojos y agacha la cabeza. — ¿Y sabe qué todo esto me acaba de enseñar? Que es asqueroso ser buena persona con gente como ustedes. No me sentaré en una silla a esperar que usted y su bola de inadaptados decidan qué hacer con mi vida. — le advierto.
— Sigo manteniendo mi posición. Solo dame menos de 24 horas y buscaré una solución. — admiro la capacidad que tiene para mantener la calma. Claro, evidentemente no es su nombre que está en esa lista. No es a él a quien están cazando para matar.
— Entonces espero que no tenga que decírselo a mi cadáver. — le doy una última mirada y camino hasta la puerta, no sin antes esperar a que Gwen y Kristen salgan también. No quiero arriesgarme a que también se desquite con ellas.
...
— ¿Qué haremos ahora? — pregunta Kristen mientras conduzco.
— ¿No tienen dónde quedarse? — pregunto.
— Ningún lugar será lo suficientemente seguro para nosotras. Además, no conocemos muy bien esta ciudad y por cualquier lugar que rentemos, nos pueden localizar. — me contesta Gwen. — El ministro nunca olvidará lo que hice y cuando vea la mínima oportunidad de castigarme, lo hará. Mi vida está arruinada y lo peor es que no me arrepiento. No si se trata de salvarle la vida a un amigo. ¿Porque eso es lo que ya somos, no? — siento su mirada sobre mí mientras me enfoco en la carretera.
— Las llevaré a uno de mis viejos departamentos. Es una zona protegida, estarán bien. — ignoro completamente lo último que ha dicho.
— Esto es vergonzoso pero lo aceptamos. Solo queremos salir vivas de esto... como de todo lo demás. — dice Kristen.
— Me queda claro pero solo para confirmar... ¿desde cuándo se conocen? — curioseo.
— Max, Gwen y yo, desde hace dos años. Estuvimos en varias operaciones secretas para salvar traseros, como dices tú. Por nuestra disímil conducta fuimos destituidos del servicio nacional público y nos convertimos en un equipo establecido de Chicago para misiones como la que hicimos hace poco. Desde entonces somos como una pequeña familia disfuncional que se protege entre sí.
— ¿Y Max dónde está ahora?
— Creo que tiene otros intereses. Además creo que ni siquiera sabe que estamos en esta ciudad y por qué. Al menos no se lo he dicho. ¿Tú sí, Gwen?
— No, ¿por qué lo haría? Es un imbécil.
— Ahí lo tienes. ¿Algo más que necesites saber para confiar en nosotras? — sé que muy en el fondo, Kristen me odia.
— Solo quiero informarme, es todo. — contesto y sigo conduciendo hasta llegar a uno de mis tantos departamentos. Recuerdo este a la perfección. Fue el primero que pude pagar cuando llegué a esta ciudad. La zona está protegida por varias patrullas, ya que es un área algo privada. Será el lugar perfecto para ellas.
Saco las llaves y abro las puertas.
Al menos los servicios que he pagado para mantenerlo limpio y organizado han servido de algo. Es pequeño pero cómodo.
— No es mucho pero les servirá. — las dejo pasar primero para que inspeccionen.
— No está nada mal. He estado en lugares mejores pero lo tolero. — comenta Kristen.
— Los lujos no importan cuando se trata de salvar una vida. Estarán seguras aquí. O si prefieren que las hospede en un hotel de cinco estrellas bastante llamativo e inseguro, ustedes sabrán.
— Estamos muy bien aquí, gracias. — dice Gwen.
— La despensa está llena, pueden comer lo que quieran. Solo hay una cama y un buen sofá. Tendrán que compartir. — las guío. Kristen abre la nevera inmediatamente y come lo primero que encuentra. — Si no necesitan nada más, me marcharé.
— Te acompaño a la puerta. — Gwen camina conmigo hasta la salida.
— Si notan cualquier movimiento inusual, no duden en llamar. — intento abrir la puerta de mi auto pero me detiene.
— ¿Y qué haremos mañana? Nos seguiremos ocultando o enfrentaremos esto.
— Esperaremos respuestas del ministro.
— ¿Y si no las tenemos? — puedo ver el miedo que tiene en su rostro. Parece que nunca había pasado por una situación similar a esta. Mucho de robar, meterse en misiones secretas pero nunca sentir la amenaza real.
— Entonces tendremos que buscar una manera de sobrevivir. — es lo único que se me ocurre responderle. — Toma, esto te pertenece. Las necesitarás. — le devuelvo sus armas.
Las toma y se queda quieta hasta que salgo de este vecindario.
Al llegar a casa, Melanie está dormida. Normalmente se duerme más tarde pero supongo que el embarazo le ha hecho muchos cambios. Dejo mis cosas silenciosamente sobre una rinconera y me recuesto junto a ella para abrazarla y acariciar a mi bebé. El vientre donde está mi bebé.
Haré lo que sea necesario para protegerme y protegerlos a ustedes, lo prometo. Digo en mi subconsciente.
Beso su cuello y despierta. Se gira lentamente y cuando me ve, abre los ojos.
— Qué bueno que ya estás aquí. Estaba empezando a preocuparme. — acaricia mi mejilla. — sigue adormecida.
— No hay nada de qué preocuparse. — miento.
— ¿Y entonces? ¿Qué pasó con la tal... Gwen? ¿Qué tanto hiciste con ella todo el día?
— Aclaramos las cosas y fuimos con el ministro. Estamos tratando de llegar a un acuerdo.
— ¿Acuerdo sobre qué? — me gustaría decirle toda la verdad pero no puedo, no quiero y no debo. Está embarazada. Si le digo que todo un estado ruso está buscándome para matarme la volverá loca. No quiero atormentarla más de lo que la vida lo ha hecho.
— Creo que se nos olvidó eliminar una evidencia que podría perjudicarnos a todos. Por eso ha insistido tanto en contactarme desde entonces. — la acerco más a mí. — Estuvimos en una reunión y estamos resolviendo la situación. — intento ser lo más persuasivo posible.
— Ya que nunca quisiste decirme de qué se trataba tu misteriosa misión, fingiré que te entiendo. Si no estamos en peligro otra vez, estaré tranquila. ¿Puedo estar tranquila? — no mi vida, no estaremos tranquilos hasta que solucione esto pero haré lo que sea necesario para protegernos.
— Puedes estar tranquila. Yo me encargaré del resto. — y todo eso lo sabré, en menos de 24 horas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top