Capítulo 32.
Jack Connor.
Luego de utilizar mis propios medios para contactar a Gwen, quedamos en un lugar privado para poder hablar tranquilos y acabar con este maldito juego. Cargo mi arma, escondo muy bien mis navajas y me coloco guantes de cuero negro. Es un bar común y corriente de muy mal gusto y de baja clase. O al menos para mis gustos habituales.
En cuanto cruzo la puerta, todos me miran brevemente sin prestarme mucha atención. La mayoría ya están muy ebrios. Busco entre la multitud hasta que la veo, sentada en el fondo de una mesa mirándome fijamente.
Avanzo hasta sentarme frente a ella.
— Encontrarte es más difícil de lo que pensé. — es lo primero que dice. Parece estar muy tranquila. La fulmino con la mirada y miro bajo la mesa. Quiero asegurarme de que no tenga cuchillos o armas en alguna parte. — Tranquilo. Si quisiera matarte lo hubiera hecho ya.
— Saca todas las navajas que tengas escondidas, incluyendo las armas. — le ordeno. No confío en ella.
— Está bien. — levanta las manos y comienza a ponerlos sobre la mesa discretamente para no llamar la atención. — O si quieres puedes examinarme tú mismo. — me provoca.
— Estas manos solo tocan el cuerpo de mi esposa. Lamento decepcionarte. — tomo todas sus navajas y las guardo en mi chaqueta. — Y bien, ¿por dónde crees que sea correcto comenzar? Porque tengo muchas cosas que aclarar. — voy al grano. A lo que realmente vinimos.
Resopla.
— Piensas que estoy loca, ¿verdad?
— No puedo deducir eso sin saber la razón. Si es que la tienes. — su cara de tranquilidad cambia a una de preocupación. ¿Qué le pasa? ¿Por qué es así? — No te conozco lo suficiente pero podría asegurar que en ti viven personas completamente distintas. Primero está esa chica inteligente que ama colaborar con el gobierno de los estados unidos. Luego está esa tímida y nerviosa chica que me mira de manera extraña y la acosadora que vino hasta esta ciudad solo para hablar conmigo. ¿Cuál de ellas quiere decirme la verdad?
— Sé que hacer pero tengo mucho miedo. No sé si nos están escuchando en este momento. Intenté decírtelo pero pensé que no habría problemas así que me callé.
— ¿Decirme qué?
— Creo que ya no es necesario. Estás bien, estás aquí. Vine porque pensé que actuarían de inmediato pero...estás bien. Además, con el cariño que el presidente y el ministro te tienen, no creo que permitan que algo malo suceda. — cada palabra que sale de su boca me confunde más.
— Ok, como veo que me harás perder el tiempo, yo haré las preguntas. — será de la única manera en que podremos hablar con claridad. — ¿Por qué estás en esta ciudad?
— Vine a advertirte.
— ¿Sobre qué?
— Sobre que tuvieras cuidado.
— ¿Cuidado de qué?
— Del estado.
— El estado no puede hacerme nada ahora, ya no trabajo para ellos.
— ¿Qué...cómo? — parece demasiado sorprendida. — ¿Te despidieron?
— No, yo renuncié. Casi me ruegan por quedarme pero es una decisión que tomé desde que me casé.
— Entonces... — parece estar entrando en crisis. — Tengo que irme. Me olvidé de algo.
— No irás a ninguna parte. — la sujeto fuertemente del brazo. — Todavía no he terminado contigo. — las meseras y algunos tipos se quedan viéndonos pero actuamos con normalidad. — ¿Por qué me seguiste a ese avión?
— Justamente por lo que te acabo de decir. Quería advertirte sobre lo que el estado realmente está planeando hacer.
— No tienes que repetirme la razón por la que hicimos nuestro trabajo. Es un caso clasificado y firmamos un acuerdo de confidencialidad, ¿ya lo olvidaste? ¿Qué te pasa? ¿Te volviste loca?
— No tienes ni idea, Jack. No tienes idea de lo que realmente va a pasar.
— Entonces dímelo. Anda, te estoy escuchando. — me acomodo en el espaldar del asiento.
— Hubiera preferido no abrir esa carpeta. Porque ahora estoy entre la espada y la pared. Si salvo a las personas que sé que corren peligro, sabrán que rompí el primer protocolo de la misión y posiblemente me maten también. Pierdo mi trabajo, mi dinero y viviré en una constante agonía porque no sabré con quién contar para esconderme de ellos. — estalla.
— Ok, entonces... ¿por qué acosas y quisiste entrar a la empresa de mi mujer? — pone los ojos en blanco.
— Solo quería encontrar una forma de llegar a ti. Investigué un poco y me dio mucha curiosidad conocerla en persona. Ha tenido una trágica y valiente trayectoria. Creo que me volví su admiradora.
— Aléjate de ella, por tu bien. — le amenazo.
— Tranquilo. Ella no tiene nada que ver aquí pero sufrirá las consecuencias si no actúas a tiempo.
— ¿Puedes, por una maldita vez, dejar de hablar en códigos? — estoy perdiendo la paciencia. Cuando intenta responderme, desvía la mirada hacia una de las ventanas que nos rodean.
— Acaba de llegar una enorme furgoneta negra. — sonríe para disimular. — ¿Una furgoneta así en un lugar de rancheros y borrachos en motos? Muy sospechoso. — confío en su palabra pero necesito confirmarlo, así que le pido una copa a la mesera mientras miro disimuladamente a la dirección en donde está dicha furgoneta.
— ¿A quién trajiste contigo? — le pregunto.
— No tengo amigos con furgonetas. — el sonido de la campanita, indica que sea quienes sean, acaban de entrar al lugar. — ¿No crees que es momento de que me devuelvas las navajas, querido? — sigue sonriendo para disimular.
— Arréglatelas como puedas. Estoy seguro de que eres capaz.
— ¿Puedo ayudarles en algo, señores? — le pregunta la mesera a uno de los tipos rudos que han venido sospechosamente. Están muy cerca de nosotros y mi instinto asesino está preparado para matarlos en cualquier momento.
— Un Vodka, por favor. — contesta uno de ellos. Su acento es muy peculiar y logro identificarlo instantáneamente. Son rusos. Por la cara de horror que pone Gwen, sé que también se ha dado cuenta.
— Oigan, ustedes... ¿qué hacen vestidos así en un lugar como este? — le pregunta uno de los borrachos. Cuando echo un vistazo a uno de ellos, me mira a los ojos fijamente. Definitivamente están aquí por nosotros. En el mínimo movimiento, me levanto, saco mi arma y le disparo a dos de ellos. La gente grita y sale corriendo, mientras que otros se quedan y arman sus propias peleas. Gwen salta la mesa ágilmente y con sus sorprendentes técnicas de pelea, noquea a los otros últimos dos que quedan.
Chequeo los bolsillos de uno de los muertos.
— Agente ruso. — digo con una identificación en manos mientras miro a Gwen. Su cara es como si ya esperaba que fueran ellos.
— Debemos irnos de aquí. — me dice y estoy de acuerdo. Así que salimos de este bar antes de que los borrachos quieran pelear con nosotros también.
Antes de que pueda irse en un taxi, la halo del brazo y la obligo a subirse al mío.
— Ni creas que te perderás de vista otra vez. Todavía no termino contigo. — enciendo la jeep y conduzco lejos de aquí.
Minutos más tarde, me lleva hasta una casa muy bien escondida. Aquí supongo que se ha escondido por estos días. Dejo que camine delante de mí mientras tengo mi arma preparada para disparar en cualquier momento.
Entramos y se sienta inmediatamente.
— Ya entiendo. Ya sé lo que viste en esa carpeta. — bajo el arma cuando me aseguro de que estamos solos.
— ¿Y qué crees que es? Quiero asegurarme de que realmente lo sepas.
— A ti. Tú estabas en lista. No sabías si decir la verdad o no porque corrías el riesgo de ser despedida o incluso peor, ser encarcelada de porvida por incumplir el acuerdo de confidencialidad. Por eso quisiste hablar con el ministro a solas. Cuando te diste cuenta de que no tenías muchas opciones, decidiste buscarme hasta el fin del mundo para obtener mi ayuda y por eso ahora te escondes aquí. Tienes miedo de que más rusos como estos intenten matarte. — todo concuerda.
Me mira seriamente por algunos segundos y se ríe.
— ¿Qué es lo chistoso? Ah ya entiendo. Así sobrellevas tus crisis. Por eso los cambios de humor tan radicales que tienes. — me sirvo (sin permiso de nadie) un poco del whisky que tiene en una de las mesas.
— Yo siendo tú no bebería eso. — siento la boquilla de una pistola en la parte posterior de mi cabeza. Es la voz de Kristen. No puedo creer que de verdad sea ella quien esté aquí.
Me giro lentamente y lo confirmo.
— ¿Tú también? — frunzo el ceño.
— Hola, ojitos bonitos. — baja el arma y me quita el whisky de las manos antes de que lo beba.
— ¿Así que tú también estás cuidando de Gwen? Sabía que tenían una buena relación pero no que fuesen tan buenas amigas.
— ¿Proteger a Gwen? — Kristen parece estar confundida.
— El chico cree que soy yo la que tiene los peores problemas aquí. — Gwen le responde como si no estuviera presente.
— ¿Todavía no le has dicho?
— ¿Decirme qué? Se la ha pasado hablándome en código morse desde que la encontré.
— ¡Oh no! No te permitiré que le hables así. Deberías estar agradeciéndole y besándole los pies porque ha puesto toda su vida en riesgo solo por ayudarte. — Kristen se pone a la defensiva.
— ¿Ayudarme acosando a mi esposa, confundiéndome más con cada palabra que sale de su boca y metiéndome en algo que todavía desconozco? La que vio esa carpeta fue ella. Violó un código que se penará en cuanto el ministro lo sepa y el único que lo sabía era yo. ¿Qué hice? No dije nada y tuve la oportunidad de hacerlo muchas veces. La que debería agradecer es otra. — me defiendo.
— Está bien. Si estás en problemas puedes contar conmigo pero para eso necesito que me digas la verdad y dejes de comportarte de esta forma. — estoy perdiendo la paciencia. Intento ser lo más comprensible que puedo pero si siguen así, volveré a casa con Melanie y me olvidaré de ellas. Ni siquiera debería de meterme en estas cosas, ya no trabajo en la policía.
— Efectivamente Gwen tiene serios problemas para hablar con claridad y por ende yo te diré todo de una buena vez. — Kristen cruza los brazos mientras me mira amenazantemente. — Quien estaba en esa lista, no era Gwen. — hace una pausa y Gwen agacha la cabeza. — Eras tú.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top