Capítulo 29.
Me quedo unos segundos dentro del vehículo antes de entrar al departamento federal. Extrañaré apreciar la estructura moderna en la que está construido, ver y saludar a mi gente y muchas cosas a las que me acostumbré en este lugar.
Respiro profundo.
Tomo el maletín, salgo del vehículo y le aviso al aparcacoches que lo deje exactamente dónde está, ya que de todos modos, no tardaré mucho tiempo. Acomodo los botones de mi traje mientras camino hacia el interior. Todos me miran y me sonríen como de costumbre pero no tienen ni idea de a lo que vengo en realidad.
Voy directamente a la oficina de Paul.
— Agente Connor, bienvenido. — dice con mucha alegría. — ¿Cómo le fue en la misión?
— Muy bien, fue sencillo. — respondo. — Necesito que les digas a todos que dentro de 15 minutos se reúnan en la sala de operaciones. Tengo algo muy importante que decirles.
— Claro, señor, cuente con ello.
— Gracias Paul.
— ¿Está todo bien, señor? — pregunta antes de que me vaya.
— Por supuesto. ¿Por qué no lo estaría?
— No lo sé, lo noto algo...distinto. — me sorprende que me conozca tan bien pero lo disimulo.
— Las cosas serán distintas. Pero no te preocupes, todo estará bien. — es lo único que le respondo y me retiro.
Voy a mi oficina y empiezo a entrar todas mis cosas en una caja. Sobre todo las fotografías que tenía en el escritorio de Melanie y yo. Por un momento tengo la idea de dejar el arma y la placa sobre este escritorio pero se vería muy informal.
Al terminar de recoger todo, le doy una última ojeada a toda la oficina. Espero que quien sea que se quede a cargo a partir de ahora, no la destroce. O por lo menos, que mantenga su esencia. Cuando siento las vibraciones de mi teléfono, lo saco de mis bolsillos para revisarlo. Son múltiples mensajes y llamadas perdidas de un número desconocido. ¿Y ahora esta persona quién será y qué busca?
Le marco devuelta pero sale sin servicio. Qué raro.
— Así que regresaste. Es muy feo que no le avises a tus familiares. — dice Jacob, apoyado en el umbral de la puerta.
— La verdad es que no esperaba volver tan pronto pero todo resultó ser más sencillo de lo que pensábamos.
— ¿Y entonces? ¿Dónde estabas y haciendo qué? — se acerca.
— Una misión clasificada. No puedo darte detalles. — le coloco la tapa a la caja.
— ¿Es algo de lo que debamos preocuparnos?
— Nada que sea de tu incumbencia. Entiendo que te hayas preocupado por mí pero no es necesario armar el escándalo que hiciste. No eres mi niñero.
— ¿Preocuparme yo? Por supuesto que no. No confundas las cosas, hermanito.
— ¿Entonces, por qué les preguntabas a todos dónde estaba y con quién? Vamos, admítelo. Solo estabas preocupado por tu hermano menor.
— Solo no me gusta que me oculten cosas y siento que tú lo estás haciendo justo ahora. — mira la caja donde he empacado todo. — No puedo creerlo. ¿Te irás hoy?
— Así es. El ministro ya firmó mi renuncia. A partir de este momento no tengo absolutamente nada que ver con la seguridad nacional.
— ¿Y estás listo para despedirte de toda tu gente? — la verdad es que no pero tengo que.
— Evidentemente. — miento.
— ¿Sabes? He sentido vergüenza en muy pocos momentos de mi vida pero lo que estás haciendo tú, es demasiado cruel. No sólo para ellos, sino para ti mismo. — pongo los ojos en blanco. Otro sermón reflexivo más. — ¿Tienes idea de lo que daría por tener un equipo como este, por tener la admiración y el respeto de tanta gente? Y tú que lo tienes, lo desperdicias.
— Si no lo has conseguido es porque no te lo has ganado. Y al único al que le tienen que importar sus decisiones, es a mí. Estoy completamente seguro de lo que estoy haciendo. O bueno, de lo que ya hice. Ahora ustedes enfóquense en hacer su trabajo bien sin que tengan la necesidad de tenerme detrás de ustedes. Sobre todo tú. — tomo la caja y salgo de la oficina.
Paul me ha enviado un mensaje avisándome que ya todos están reunidos. Bien, es hora. Le pido a uno de mis agentes que lleve la caja hasta mi vehículo mientras voy entrando al salón donde todos están. En sus caras, puedo notar que saben que algo extraño pasa pero no tienen ni idea de qué se trata. Eric también está aquí y con su mirada me afirma que ya sabe qué haré y el porqué de esta reunión.
Subo y me coloco detrás del podio.
— Agradezco mucho a todos los que están presentes, ya que lo que tengo que decirles es muy importante. — hago una pausa. — Y es que... ya no trabajaré más en esta federación. Acaban de firmar mi renuncia. — los murmullos comienzan. — Ha sido una decisión muy difícil de tomar pero por mi bien y el de mi familia, es lo correcto. Quizás no he tenido la gran trayectoria de muchos de nuestros líderes pero fueron 11 años de muchos sacrificios. Y cada uno de ustedes, o bueno, los más viejos trabajando aquí, fueron parte de ello. — veo la cara de preocupación en sus rostros. — Tuvimos muchas bajas, muchas altas y todo lo supimos afrontar. Todo eso fue lo que puso este departamento como uno de los más importantes de todo Washington y así seguirá siendo pero esta vez, sin el agente Connor. — algunos niegan con la cabeza constantemente, mientras que otros solo fruncen el ceño. Quizás no están entendiendo nada ni el porqué de la decisión que he tomado.
— ¿Señor, esta es una broma, verdad? — pregunta uno de ellos.
— Lastimosamente no lo es. — asevero.
— Ténganos confianza. Alguien lo ha obligado a tomar esta decisión ¿verdad? Sabe perfectamente que estamos dispuestos a ponernos de su lado con tal de resolver lo que sea juntos. — añade otro de ellos.
— Y agradezco mucho eso pero nadie me ha obligado a nada. Es una decisión que he tomado solo yo. Nadie más tiene que ver en esto. Aquí está mi renuncia y la firma del ministro. — abro el maletín y muestro el documento. — Es un hecho. — les afirmo.
— Sé que muchos de ustedes entraron aquí por admiración a mí. Pero de los únicos de quien deben tener admiración, es de ustedes mismos. De todos modos no estarán solos, tendrán Eric, a Jacob, que aunque sé que es insoportable, aprenderá a adaptarse a todos ustedes y ustedes a él, y a todo el equipo de trabajo que hace que todo esto sea posible diariamente. Así que... no tienen de que preocuparse más que seguir con sus vidas y pasar la página como yo también lo haré. Ha sido muy difícil tener que pararme aquí para despedirme de ustedes, despedirme de mi placa y de mi arma. — coloco el arma y mi pistola en una de las mesas a la vista de todos los presentes.
— Pero esto tarde o temprano iba a pasar en cualquier momento. Así que sólo me queda agradecerles todo lo que han hecho por mí, por mis compañeros y por este departamento. Solo prométanme que sin importar el director que tengan, siempre seguirán teniendo los mismos valores que les enseñé. Que les enseñamos. — miro a Eric. — Y que continúen siendo el mejor equipo de seguridad de la ciudad como hasta ahora. — todos asienten con la cabeza.
Respiro profundo.
— A pesar de que ya no trabajaré aquí ni en ninguna otra institución, saben que siempre tendrán mi apoyo incondicional. Esto es sólo un...hasta luego. — es lo último que les digo. Aunque sé que todavía no están contentos con esta noticia, saben que no les queda de otra que aceptarlo.
Cuando bajo del podio, todos se acercan para abrazarme y despedirse de mí. Siempre seremos un equipo. Es lo que, en pocas palabras, todos me hacen saber.
— Ni creas que me despediré de ti. Todo esto es muy surrealista. — dice Eric cuando nos quedamos a solas y todos vuelven a su trabajo. — Siempre pensé que sería yo el primero en retirarme.
— Pues ya ves, el mundo da muchas vueltas. La vida es muy impredecible. Pero recuerda que no te estás despidiendo de mí como amigo ni como familia, sino como agente y compañero de trabajo. — antes de que las lágrimas en sus ojos me contagien, me acerco y lo abrazo fuertemente.
Darnos las gracias y más sermones está de más. Sabemos perfectamente por todo lo que hemos pasado desde que tuvimos que salir de Filadelfia hasta llegar a esta ciudad para buscar una vida mejor. Por todas las situaciones a las que nos tuvimos que enfrentar desde muy pequeños para poder ser los hombres que somos hoy y que año tras año nuestra amistad se fortaleciera más.
Es más que un hermano para mí y lo sabe, lo sabemos.
— Cuídate mucho por aquí, hermano. — nos apartamos y se limpia las lágrimas debajo de sus ojos.
— Lo haré, tenlo por seguro. Y esta decisión, pensándolo bien, es lo mejor. Ya que así podrás cuidar mejor de ellos. Melanie te necesita más que nunca. — aunque entiendo lo que me dice, hay algo que me hace fruncir el ceño. — A tu familia, me refiero y a la familia que algún día formarán. — aclara y se pone algo nervioso.
— Okay. — sigo frunciendo el ceño. — De eso se trata. — miro el reloj. — Bueno, ya tengo que irme. Tengo otras cosas que hacer. Nos vemos... — me quedo en silencio porque estuve a punto de decir "nos vemos mañana".
— No te preocupes, es la costumbre. — nos reímos. — Nos vemos luego. — me da golpecitos en la espalda y camino hasta la salida.
Todos me ven diferente ahora.
Algunos malinterpretarán mi decisión, otros la aceptarán, otros se entristecerán y otros quizás, celebren. Es la ley de vida.
— Dios está con usted, señorito. — me dice una anciana mientras me da una invitación a la iglesia. Su sonrisa me recuerda al señor que estuvo conmigo hablándome de Dios mientras operaban a Melanie. Estaba muy nervioso e inquieto y por una extraña razón, sentí algo de tranquilidad mientras hablaba con él. Ahora no estoy nervioso ni inquieto pero tengo un vacío en el pecho que no sabría cómo explicar. Es como si estuviera a punto de convertirme en otra persona a partir de ahora que ya no trabajaré en la policía.
Leo la invitación y me memorizo la dirección.
No tengo idea de lo que estoy a punto de hacer ni a qué me meteré pero quizás no sea tan malo después de todo. Nunca he confiado en la religión, nunca he tenido fe en nada y nunca me ha interesado el tema de Dios pero a lo mejor si voy ahora, logre obtener alguna respuesta. Como aquel momento en el que la vida de Melanie corría peligro.
Enciendo mi vehículo y conduzco hasta dicha dirección.
Hay mucha gente entrando a esta Iglesia. Ninguna con la que, a simple vista, me pueda identificar. ¿Qué estás haciendo, Jack? Este lugar no es para ti. He matado demasiada gente en esta vida, tanto buenas como malas. No he tenido piedad para jalar el gatillo sin importarme la familia que esta persona tenga detrás y aunque en la mayoría es por una razón evidente, nunca me he tentado el corazón en cuanto a asesinar se trata. Quizás por esa razón, es mejor que siga siendo como soy y no intentar encajar a donde sé que no pertenezco.
Echo un vistazo a la enorme cruz que tiene la iglesia delante, respiro profundo y me largo de aquí.
Melanie Cross.
Horas más tarde.
He reservado una cena romántica para esta noche en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. La venta de mi nueva colección va excelente, así que no tengo que preocuparme mucho por ello. Por el momento no quiero estresarme mucho, así que las reuniones las he pospuesto para cuando tenga más tiempo, ya que por el momento, me estoy concentrando en las ventas primero. Junior, aparte de ser el contador de esta empresa, también funciona como mi representante. Él y mi asistente son las personas más indispensables en mi vida laboral.
Cuando miro el reloj, ya es hora de irme.
Debo ahorrar tiempo para ir a casa, ducharme, cambiarme de ropa, peinarme, maquillarme un poco y estar lista para la hora de nuestra cena.
Cierro mi oficina y voy al estacionamiento.
Llamada entrante de un número desconocido. Detengo el coche para contestar.
— ¿Bueno? — nadie responde. — ¿Hola?
— ¿Eres la esposa de Jack Connor? — es la voz de una mujer.
— ¿Quién habla? — frunzo el ceño.
— Tengo que hablar con él urgentemente, ¿puedes decirme dónde está?
— Aún no me has dicho quién eres. — y cuelga. ¿Y ahora esta quién es y por qué quiere hablar con Jack? La cabeza me da vueltas por muchos segundos hasta que vuelvo a la realidad. No dejaré que nada arruine esta noche.
9pm.
Luego de cambiarme y ponerme un hermoso vestido negro, llegamos al restaurante juntos. Lleva un traje de tres piezas negro que le sienta muy bien (como de costumbre). Su agradable perfume invade mis fosas nasales y hacen que desee estar cerca de él la mayor parte del tiempo. Echa mi silla hacia atrás para que pueda sentarme y cuando nos acomodamos, esperamos a que los meseros nos traigan lo que había acordado.
Me mira a los ojos perdidamente.
— ¿Por qué me ves así? — me ruborizo.
— Porque cada día estás más hermosa. — me hace sonreír.
— Tú también estás muy guapo. — le devuelvo el cumplido. — Cuando tengamos hijos, me encantaría que saquen tus ojos. — aparte de que siempre lo he pensado, quiero introducir el tema.
— Si sacan los tuyos o los míos, no habrá mucha diferencia, ya que también los tienes azules como el cielo y el mar. — sonríe.
— Es cierto pero los tuyos tienen un brillo distinto. — hoy andamos muy de cumplidos. Los meseros nos traen las bandejas con la cena y las bebidas que les había dicho por teléfono. Acomodan todo en la mesa y se retiran, no sin antes desearnos un buen provecho.
Cogemos los tenedores y empezamos a comer.
Cenar cerca de una ventana que tiene una hermosa vista a la ciudad y apartados de los demás es demasiado relajante. Por eso me encanta este restaurante. Pero aunque intente mantener la calma y dejar atrás los temas que más adelante quiero tocar, la extraña mujer que me llamó hace unas horas vuelve a mi mente.
— Si te hago una pregunta, ¿me responderías con completa honestidad? — en cuanto mi imaginación vuela, no retengo la pregunta.
— Claro que sí. — frunce levemente el ceño.
— ¿Tú nunca me traicionarías con otra mujer, verdad? — me arrepiento instantáneamente de haber preguntado esto.
Me mira fijamente y deja de comer.
— ¿Por qué me haces esa pregunta?
— Solo responde. — intento mantener un tono afable.
— ¿Tú que crees? — se echa hacia atrás. Creo que se está molestando.
— ¿Por qué te cuesta tanto responder?
— No, es que yo sé muy bien de lo que soy capaz. Ahora necesito saber si la persona con la que me casé también lo sabe. Porque... — se rasca la frente. — no quiero ni siquiera pensar que aceptaste casarte conmigo creyendo que en algún momento sería capaz de engañarte.
— No te estoy preguntando porque desconfíe de ti. Es solo que... estas cosas pueden pasar en un matrimonio.
— No en el nuestro. — su mirada me intimida. Creo que escogí un mal tema de conversación.
— Lo sé, perdón. — será mejor cambiar de tema. — Está muy rico este salmón...
— ¿Qué te hizo dudar? ¿Qué escuchaste, qué viste, qué te dijeron? — se está tomando el tema muy en serio.
— Mejor olvídalo. No quiero pelear, solo quiero disfrutar de esta noche contigo.
— Fuiste tú la que metió el tema.
— Y ahora quiero salir de él. — respira profundo.
— Melanie... — cuando me llama por mi nombre, es que las cosas se están complicando. — Desde que te conocí no he deseado a otra mujer más que a ti y después de lo del bar de Judith creo que lo deberías tener muy claro. Nuestros únicos errores fueron Sarah, Laura, James, Jasper y fueron en tiempos en lo que no estábamos juntos. Ahora estamos casados y hemos construido una relación con confianza muy hermosa. No lo arruines con tus dudas por favor. — vaya sermón me he llevado por hacer una pregunta. Aunque creo que no era el momento adecuado para hacerla. Ahora hay una tensión incómoda en la que no sé si se vea bien que le confiese que estoy esperando un bebé suyo.
— Tienes toda la razón del mundo. Escogí un mal tema de conversación. — me río de mí misma.
— No, está bien. Solo es eso. Una conversación. No arruinaremos nuestro momento. — toma mis manos en las suyas y las besa. Sonreímos. Amo que sea tan comprensivo conmigo aunque se enoje por mis impulsos. — Así que solo brindemos por todos los años que nos esperan juntos. — levanta su copa con champán y hago lo mismo pero con mi copa de limonada.
— ¿Y tú champán? — pregunta al notarlo.
— No puedo tomar alcohol.
— ¿Por qué? — frunce el ceño mientras sonríe. Los miro a los ojos y cuando estoy a punto de responderle, el mesero llega con el postre. Justo a tiempo. El postre que contiene la gran noticia. Por un momento, estoy dispuesta a pedirle que se lo lleve nuevamente pero se vería muy extraño y Jack comenzaría a hacer preguntas. Lo hecho, hecho está.
Retira nuestros platos y coloca nuevos para el postre.
— Gracias. — le doy una sonrisa al mesero. Es un pequeño pastel de ingredientes especiales con varios detalles en su interior. — ¿Podrías partirlo tú? — le doy el cuchillo.
— Claro. — toma el cuchillo y parte un trozo para mí. Estoy demasiado nerviosa. En algún momento lo verá y se dará cuenta. Me sirve y se sirve él.
— Come con cuidado. — le advierto.
Da varios bocados y noto que algo le molesta.
— ¿Y esto? — saca una de las porcelanas para pasteles en forma de prueba de embarazo muy diminuta de su boca. Frunce el ceño y me mira.
— No tengo idea. Quizás es parte de la decoración. — miento. Continúo comiendo pero él sigue intentando descifrar de qué se trata todo esto. Deja su plato a un lado y escarba en el pastel. Encuentra más porcelanas pequeñas de pruebas de embarazo y cuando se da cuenta de que el plato contiene algo que el pastel ocultaba, lo retira completamente y mueve todo el postre en su plato.
Pronto llegaré, papi. Es lo que dice el plato. Un plato que mandé a elaborar específicamente para este momento. Noto cómo su respiración se acelera y luego de leerlo me mira sorpresivamente a la cara. Creo que entiende y no entiende a la vez. Intenta decirme algo pero la voz no le sale. Está en shock. Puedo ver la incógnita en sus ojos y le asiento leventemente con la cabeza a pesar de que no me ha dicho nada.
— ¡Así es! — los ojos se me llenan de lágrimas. — ¡Estoy embarazada! — confieso. Sus pupilas de dilatan y los ojos se le llenan de lágrimas también.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top