Capítulo 11.
Siguiente día, 5pm.
— Señorita Cross, su diseño está terminado. — dice mi asistente cuando entra a mi oficina. Mi cara de sorpresa, no me deja pronunciar ni una sola palabra. Tartamudeo varios segundos hasta que cierro los ojos y respiro profundo.
— ¿De verdad? ¿Cómo lo terminaron tan rápido?
— Todo el equipo vio su entusiasmo y su arduo trabajo, así que pusimos el mismo empeño para hacer esto posible. Los únicos que lo han visto son los costureros y yo. Nadie más.
— ¿Ya lo trajeron aquí?
— Así es. Está en el salón de exhibición. Solo estamos esperando por usted. — los nervios entran en mi cuerpo y respiro profundo para calmarme.
— Está bien, vamos. — voy con toda la actitud hasta el salón y cuando abren las puertas, inmediatamente lo veo. Mi hermoso nuevo vestido con todos sus prototipos de faldas, pantalones y shorts con el mismo diseño a su alrededor. No puedo creer que otro de mis dibujos se haga realidad. No podría estar más orgullosa de mí que en este momento.
— Muchas felicidades, señora Cross. — escucho la voz de mi asistente a mi costado mientras no dejo de contemplar la supremacía que tengo en frente.
— Esto es... ¡maravilloso! Sabían que harían un excelente trabajo pero no mucho mejor de lo que lo imaginé en las telas.
— Le haré llegar ese mensaje a todos los que participaron en esto. Ahora solo tenemos que escoger una buena fecha para exhibirlo ante el mundo y que rompa en el mercado.
— Por supuesto que sí. Y creo que ya tengo una en mente...
Jack Connor.
Otro día más en el trabajo y todos se acercan más al último. No hay mucho movimiento en el que pueda participar en el edificio más que dar órdenes y estudiar pruebas criminológicas, por lo que abro mi laptop y abro Word, para empezar a escribir mi carta de renuncia. Cada palabra duele y pesa más que la anterior pero es una buena decisión que llevaré a cabo tarde o temprano.
Empiezo a teclear y en cuestión de algunos minutos, lleno media página. Suficiente para una buena renuncia que mis superiores leerán.
— ¡Hola! ¿Qué tal tu día? — entra Eric.
— Muy aburrido. No hemos tenido acción en muchos días.
— Creo que después de tantos enfrentamientos es justo, ¿no? O digamos que el presidente ha tenido un poco de consideración con este edificio. Todos los problemas venían a nosotros y no solíamos tener ni un minuto de descanso, ¿lo recuerdas? Como las misiones en las que teníamos que fingir ser otras personas para domar a nuestros sospechosos. Tú eres el principal testigo de eso. — se sienta y juega con su spinner.
— Deja de recordarme esos tiempos, ¿quieres? Solo me recuerdan a Laura.
— Sí que quedaste traumado con ella. No te culpo, fue como un demonio disfrazado de ángel en este departamento. Si sabe que te casaste con Melanie se moriría. — se ríe con ganas mientras lo miro sin gracia alguna.
— ¿La has visitado en la cárcel? — indago.
— No. ¿Por qué debería hacerlo? Bueno, al inicio si iba algunas veces pero después dejé de verla. No he sabido nada de ella desde entonces. Seguramente se ve muy diferente.
— De todos modos no me importa. Lo que menos necesitamos es que sepa de nuestras vidas. Fue un dolor de cabeza por demasiado tiempo. Lastimó mucho a Melanie en su momento. Así que es mejor mantenerlo así.
— ¡Señor! — entra Paul. — Tenemos un nuevo caso de emergencia. — busca algo en su iPad.
— ¿De qué se trata?
— Secuestraron muchos niños en esta semana y el estado nos proporcionó la dirección que obtuvieron. Dicen que ahí los tienen y los responsables también. El ministerio de defensa solo confía en nosotros para esto.
— Bien, infórmale a mi escuadrón y danos todo lo necesario para intervenir. — Ya se saben el protocolo de emergencia. Sabemos cómo actuar en situaciones inesperadas. Me levanto y vamos al casillero donde tenemos todas nuestras armas y equipos. Me coloco el chaleco, la placa, recargo mi arma y me coloco los auriculares por donde nos comunicaremos.
— Volveremos a los viejos tiempos, señor. — comenta uno de mis agentes, quien también se está preparando.
— Como en los viejos tiempos. ¡Vamos, tenemos que ganar esta misión! — los animo y salimos por la parte trasera en nuestras furgonetas blindadas, rumbo a la dirección que Paul nos ha establecido.
Después de cinco minutos conduciendo por una vía de poco tránsito, llegamos al lugar y nos detenemos en una zona donde no nos verán inmediatamente.
— Bien, ya conocemos el protocolo. Divídanse y mantengan los ojos abiertos. No sabemos con lo que nos encontraremos y cuídense la espalda. ¿Entendido? — les digo a todos brevemente.
— ¡Entendido señor! — se dividen tal y como les dije, mientras dos agentes, Eric y yo, entramos por una de las ventanas luego de romperla silenciosamente. Es un edificio abandonado en una zona solitaria de la ciudad. El lugar perfecto. Damos pasos rápidos con el arma en manos mientras inspeccionamos todas las habitaciones. En las primeras no hay nada pero en la tercera, hay tres niños recostados en un colchón del piso con dos imbéciles en guardia. A los cuales, les disparo con mi arma en la cabeza sin piedad alguna. Por suerte, tienen silenciadores, así que los disparos no alertan a los demás.
— Tengo a tres niños. — informo por los auriculares. — Vengan, él los llevará a la camioneta. — los ayudo a levantarse mientras Eric los escolta con otro agente fuera de aquí. Sigo la inspección. Voy abriendo todas las puertas de las habitaciones y sigo encontrando más niños con más escorias asegurando las puertas.
— Hemos sacado a diez niños hasta ahora señor. Hay muchos bandidos caídos pero sé que faltan más. — escucho a uno de mis agentes decir por los auriculares. Se escuchan diversos disparos desde varias direcciones. Mierda, ya se dieron cuenta de que estamos aquí.
— Mátenlos a todos y aseguren la zona de extracción. — les indico con toda la seguridad de que lo harán. Eric me alcanza nuevamente y junto a otros agentes, estamos justo en las puertas que nos llevarán con las cabecillas de toda esta desgracia. Contamos hasta tres, pateamos las puertas, disparamos y nos protegemos ágilmente de sus disparos. Por suerte, hay muchos tanques y paredes de rocas que nos protegerán al menos por unos segundos.
No he disparado en otra parte que en la cabeza a todos ellos. No podría alagar más mi precisa puntería. Mientras los demás siguen luchando con los otros, logro escabullirme y entrar en la última habitación del edificio. Estoy solo pero no me importa. Entraré aquí sin importar cuántos de ellos haya. Tengo mis tácticas. Recargo mi arma, pateo la puerta y disparo a los únicos dos armados que parecen ser un problema. Menos mal.
— ¡Levante las manos y apártese! — le ordeno al que va vestido de cirujano. Como no tiene arma en manos, no puedo dispararle. No todavía. Lo hace y se aparta lentamente de lo que sea que estaba haciendo enfrente. Otro de ellos se levanta y antes de que pueda hacerme algo, le disparo otra vez en el pecho. Creo que a ese no llegué a dispararle en la cabeza.
— ¡Yo solo seguía órdenes señor! ¡No tengo nada que ver con esto! — se defiende el disfrazado de cirujano. Pero ¿qué demonios hacía? Los demás agentes me alcanzan y con una señal, hago que se detengan un momento. Necesito saber qué estaban haciendo aquí antes de llegar y mi respuesta, está justo en frente.
Camino lentamente para descubrirlo y lo que veo, hace que mis oídos se ensordezcan y no pueda ver más que esto. Es solo un niño, de algunos 5 o 6 años, abierto del estómago mientras aún tiene los ojos abiertos. Vio cómo le quitaban toda una vida por vender sus sanos y pequeños órganos.
— No. — apenas me sale la voz y mis ojos se nublan. Por el silencio, sé que los demás agentes están igual o peor que yo. ¿Quién podría hacerle esto a solo un niño? Claro. Lo tengo justo a un lado de mí. Giro la mirada hacia él con nada más que ganas de matarlo. — Tú...hiciste esto. — dejo caer todas las balas de mi pistola. Lo tienen sentando en una silla, esperando mis órdenes de qué hacer con él. Dejo caer el arma también. Está temblando de miedo, puedo verlo en su cara.
— Yo...yo... — antes de que siga hablando, saco una navaja y se la entierro bruscamente en una de sus piernas, haciéndolo gritar de dolor.
— ¡Eso! ¡Grita como seguramente lo hizo ese niño cuando lo separaron de su familia! — le entierro otra navaja en la otra pierna. Sé que nadie podrá decirme nada porque los demás lo están disfrutando. — ¿Qué se siente, eh? — le golpeo la cara. — ¡Mira, mira lo que hiciste! — lo levanto de la cabeza (apenas pueda sostenerse) y aprieto su cara lo suficiente para que vea lo que le ha hecho a ese pobre ser indefenso. Lo lanzo al suelo.
— ¿Sacaron a los demás niños? — les pregunto a mis agentes.
— Sí, señor. Están todos en las furgonetas con los francotiradores.
— Bien. Salgan de aquí y llévenlos al hospital, luego entréguenlos a sus padres.
— ¿No vendrás con nosotros? — pregunta Eric.
— No. Todavía no he terminado. — por la mirada qué les doy, saben a qué me refiero.
— Bien, ¿qué reporte haremos?
— Nadie salió con vida de aquí, más que los niños. — sigo mirando rabiosamente a la escoria que tengo tirado enfrente. Me pongo el puño de acero en una de mis manos mientras tomo uno de los cuchillos con la otra.
— ¡Por favor...! ¡Por favor...déjeme ir! Le juro que solo seguía órdenes. — balbucea.
— De la única forma en la que saldrás de aquí, será en pedacitos. Porque te voy a descuartizar, ¿me entendiste? — sigue temblando mientras no deja de sangrar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top