Día gris

Por: TheSonOfApolo

Sipnosis: Shinji Ikari es un joven con problemas con la visión que tiene de su persona, todos lo saben con excepción de una persona. Kaworu Nagisa llegó como alumno de intercambio, siendo el único que no nota aquello que a Shinji tanto le molesta de sí mismo, hay cosas más importantes de las que necesita concentrarse. ¿Cómo hablar con alguien con tantas heridas físicas? ¿Cómo llegar al corazón de alguien emocionalmente roto?

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Había algo que detestaba todas las mañanas.

Cada vez que miraba la ventana de su habitación se dejaba ver un cielo gris a través del espacio entre las cortinas, el gris siempre fue un color que odió, era un color melancólico y sucio, le recordaba a sí mismo.

—¡Baja Shinji!

Una estridente voz retumbó en su cabeza, no esperaba oírla tan temprano en la mañana, a menos que no fuese tan temprano realmente.

Con eso en mente, se levantó rápidamente de la cama para ver el reloj en su mesita de noche, 8:10 am. Iba tarde.

Lo había olvidado, hoy debía encontrarse con Asuka para ir juntos a la escuela, debió quedarse dormido y ella misma fue a buscarla a su casa.

Con el nerviosismo ya instalado en su sistema fue al baño a darse una ducha rapidísima y volvió a su habitación para ponerse el uniforme de la escuela, luego tomó su mochila y bajó rápidamente las escaleras para dar con Asuka que le esperaba con una furia casi palpable.

—Es tarde.

Luego de varias reprimendas de parte de Asuka por ser un irresponsable, se despidió de su hermana Rei y de su madre para partir a la escuela.

De nuevo se había ido sin tomar un desayuno decente y con el cabello mojado.

Solía ser así todo el tiempo, a pesar de ser un alumno de segundo grado, responsable y con buenas calificaciones su cuidado personal no era el mejor, dormía poco, apenas comía y no salía de su habitación a menos que fuese a comer, al baño o a ducharse.

Eran malas costumbres que tenía desde hace ya bastante tiempo, simplemente porque ver por si mismo no le importaba, sentía su rutina algo preescrito y sin sentido que sólo debía seguir para mantenerse estable entre lo que debía ser un estudiante de su edad. No sé sentía como alguien que valiese la pena, era de lo más común y corriente, quizás solo un poco más sensible que en resto.

Mientras caminaba junto a Asuka hacia la escuela, podía oírla hablar, más no comprendía lo que decía, sonaba como murmullos lejanos, no prestaba atención, siempre se perdía en sus propios pensamientos cuando estaba junto a la pelirroja.

Una gran estructura se mostraba a la distancia, la escuela Nerv quedaba a un par de calles lejos de su casa, solía llegar temprano para admirar como entraban el resto de los estudiantes hasta ser el último que quedase.

Le gustaba ver el contraste de el cielo gris con los árboles de cerezos que había en la entrada, ahí solían reunirse los estudiantes de tercer grado después de las clases para charlas o hacer cualquier cosa.

Pero ese día no vio a ningún joven.

Cerca de los cerezos había un auto negro estacionado, junto al auto había un hombre alto y de cabello blanco hablando por teléfono en un idioma extranjero, alemán o ruso quizás.

Pero había algo más que llamó su atención en ese momento, un chico se hallaba con la espalda recargada en el tronco de el árbol con la mirada hacia el cielo, tenía el cabello rubio pálido hasta la nuca, vestía con el uniforme de la escuela, pero lo que realmente llamaba la atención de el era que tenía bastante vendajes en los brazos, piernas y en el cuello.

No supo cuanto tiempo se le quedó viendo, quizás lo suficiente como para que él notara que alguien le observaba pues se volteó para encarar a Shinji.

Ahí fue cuando notó que era un poco más bajo que el, poseía una penetrante mirada rojiza detrás de unas rubias pestañas, sin quererlo se sintió intimidado por ello y también por unos moretones que se veían debajo de sus ojos, justo en el pómulo.

El chico le miró con una ceja enarcada antes de tomar su camino hacia adentro de la escuela dejando ahí a Shinji con la mirada de idiota.

El adulto junto al auto pareció reaccionar ante esto y antes de que el chico desapareciera de su rango de vista alzó la voz.

—Vendré por ti a la salida —dicho esto, volvió al teléfono mientras se subía al auto.

—¿Viste eso? —murmuró Asuka a su lado—. Creo que hay un chico nuevo.

—Eso parece.

—Y es alemán —continuó la pelirroja con emoción.

—¿Como sabes eso? —preguntó Shinji, Asuka sólo negó varias veces con una mirada que parecía de fastidio.

—Creo reconocer mi idioma natal cuando lo oigo, idiota. El señor que estaba con el chico habló en alemán, dijo algo de una junta y no logré oír más.

El castaño mordió su labio inferior, había algo que le inquietaba. Pero no debía meterse, no era asunto suyo.

—•—

—¡Muy bien chicos! Tengo unas noticias muy emocionantes —Misato Katsuragi era el sol de la clase 2-A de la escuela Nerv, era la maestra encargada de ese grupo, siempre mostraba un gran entusiasmo que en conjunto a su belleza descomunal le subía el ánimo a cualquiera—. Hoy alguien se une a nosotros en nuestra travesía, puedes pasar, cariño.

La puerta de el salón se abrió y el habitual bullicio que había paró abruptamente, el joven que Shinji había visto en la mañana se había parado junto a la maestra, su mirada se mantenía fija hacia el frente con cierto desinterés.

—¿Puedes presentarte, cielo? —el chico asintió una vez.

—Mi nombre es Kaworu Nagisa, vengo de una escuela en Alemania, tengo 16 años —miró a Misato por un segundo—. ¿Debo decir algo más?

—Nope, está perfecto. Toma asiento junto a Shin-chan.

Los hombros de Shinji se tensaron cuando Kaworu dirigió sus pasos hacia el, las chicas de el salón parecían encantadas al tener su propio príncipe aparentemente inalcanzable en su escuela, los chicos querían acercarse para quedar bien con el y quizás conseguir algunos favores, lo habitual.

Pero Kaworu no parecía interesado en siquiera hacer contacto visual con alguno de ello, se sentó en el lugar junto a Shinji sin reparar en su presencia, cosa que no ayudó al nerviosismo de Shinji.

—¡Shin-chan! Luego quiero que le des un recorrido a Nagisa-kun por la escuela, ¿está bien?

—Sí, Misato-san.

—•—

Había llegado la hora de el primer receso y a Shinji se le había dado el permiso para enseñarle la escuela al chico nuevo sin importar que terminara saltándose varias clases. En ese poco tiempo había aprendido cuatro cosas sobre el, cosas que terminó sacando como tema de conversación para que el incómodo silencio no terminara de matarlo de nervios.

1.— El tipo de la mañana era su hermano mayor, Karl, que trabajaba en una agencia actoral.

2.— Tenía otros tres hermanos con los cuales no hablaba desde hace tiempo.

3.— No debía preguntarle sobre sus heridas, se ponía agresivo y cambiaba el tema.

4.— Su hermano, Karl, parecía ser un idiota sarcástico que no soportaba nada.

Nada de eso ayudaba a la inquietud que tenía con Kaworu, las heridas y su actitud le ponían tenso y dejaban volar su imaginación llegando a pensar en que tipo de ambiente familiar vivía.

No quería pensar lo peor, pero era inevitable.

Un maullido lo sacó de sus pensamientos, un pequeño gatito blanco se había acercado a Kaworu y este encantado comenzó a darle mimos.

—¿Tienes gatos en tu casa? —preguntó Shinji.

—Pues... mi hermano Karl no se lleva muy bien con los gatos, por eso no podemos tener —el minino parecía a gusto con sus caricias pues comenzó a moverse entre sus piernas una vez que Kaworu se puso de pie.

—¿Tampoco le gustan los gatos? ¿Es que hay algo que a ese tipo no le desagrade?

Kaworu se quedó pensándolo un momento.

—La música... —soltó en un murmullo, Shinji le miró curioso, invitándole a continuar—. Cuando vivíamos con mis otros hermanos, la música era lo único que nos tenía en armonía, él afirmaba que la música era el mejor invento de la humanidad.

—Bueno, tiene algo de razón —debido a ese comentario fue que Shinji no pudo evitar pensar: ¿En qué tipo de hogar vivía antes?

—Karl ponía sus CDs en la radio y todos nos poníamos a cantar mientras hacíamos las labores del hogar, era divertido hasta que papá llegaba y... —Kaworu se detuvo antes de seguir hablando, no debía entrar en más detalles.

—¿Y...? —Shinji le invitó a continuar, pero recibió una mirada severa de parte de Kaworu.

—Nada, no pasa nada —el rubio carraspeó con nerviosismo antes de preguntar—. ¿Y tú tienes mascotas?

—No soy muy fan de los animales... ni de nada en general.

—¿En serio? —por primera vez en todo el día, Shinji notó que Kaworu estaba realmente interesado en algo— ¿Por qué?

—Siento que no vale la pena. Los animales viven menos que nosotros y prefiero evitarme el duelo de el luto así que no me encariño.

—Prefieres alejarte antes de ser herido. ¡Qué estupidez!

—¿Disculpa?

—¡Es una estupidez! —el rubio parecía exasperado—. Los humanos necesitamos contacto con otros, te estás ahogando en un vaso de agua por cobardía.

Shinji iba a responderle algo, pero justo en ese momento Asuka se encontraba al final del pasillo con las manos en las caderas y el ceño fruncido. Era momento de irse, así que simplemente se despidió de Kaworu y se fue con la pelirroja.

—•—

Sus interacciones con Kaworu el resto de las semanas se limitaban a incómodos saludos en las mañana y un par de preguntas entre las clases, respuestas cortantes y un par de miradas evasivas.

Para cualquiera esas serían una clara prueba de enemistad, pero para un grupito de chicas de su clase eso significaba que había una clara tensión amorosa entre ambos.

Y una tarde pusieron en práctica una pequeña broma para que esa tensión desapareciera.

A ambos les tocaba ese día ordenar el salón para cuando llegara el conserje, así que cuando nadie más quedó ellas cerraron la puerta dejándolos solos.

Pero Shinji logró escuchar sus risas una vez la puerta fue azotada, así que corrió hasta ella intentando abrirla.

—¡Demonios! —gruñó Shinji, forzar la cerradura no parecía ayudar, los habían encerrado ahí a ambos—. Tendremos que esperar a que venga el conserje a lim--... ¿Nagisa-kun?

El rubio había retrocedido una distancia considerable de el, temeroso y posiblemente temblando, cosa que confirmó el mirarle más fijamente, se notaba leves espasmos en su cuerpo.

Las cortinas de el salón tapaban por completo las ventanas dejando solo ver finas líneas de luz que se escapaban a través de la tela, estaban prácticamente a oscuras.

—¿Nagisa-kun? —Shinji se acercó hasta él poniendo una mano en su hombro pero este de inmediato se sobresaltó apartándose. 

Al hacer esto dio un mal pasado tropezando con una libreta que había tirada en el piso, terminó cayendo de espalda al suelo. Preocupado, Shinji volvió a acercarse a él, ahora sin ser rechazado por Kaworu.

—Lo siento... no me gusta estar encerrado... mucho menos a oscuras —el rubio tenía una sonrisa nerviosa en el rostro, estaba tenso y seguía temblando.

Cerró los ojos e intentó calmarse respirando hondo pero no parecía funcionar, una sensación que ya conocía bien comenzó a subir desde su estómago hasta su garganta, luego volviendo a bajar instalándose en su pecho.

Sintió ansiedad, necesitaba salir de ahí en cuanto antes.

—Shinji-kun... tienen que sacarnos... pronto... —su respiración era agitada, seguía con los ojos cerrados para no pensar demasiado en el lugar en el que estaba.

—Tranquilo. El conserje no debe tardar en llegar y nos sacará.

Aún con esas palabras, Kaworu no podía estar tranquilo, sabía que no debía sentirse así, sabía que estaba seguro, sabía que ahí no había nada malo.

Sabía que ahí no podría oír nada malo.

Pero era inevitable recordar.

Recordar cómo sus hermanos mayores lo encerraban en el armario cada vez que su padre llegaba borracho a la casa, lo ocultaban para que no se desquitara con él, para ser ellos quienes sufrieran el castigo por estar en el lugar y momento equivocados.

Así solía ser siempre. Su padre llegaba a las diez en punto, Karl lo encerraba en el armario de su habitación y le ordenaba no salir de ahí hasta que él lo sacara.

A veces veía a través del espacio entre ambas puertas cómo sus hermanos mayores recibían puñetazos en el rostro, cómo el olor a whisky barato se colaba hasta ahí. Oía los gritos entre ambas partes, como también los insultos y las palabras de odio.

Al final todo era silencio y su padre volvía a salir de la casa con un portazo.

E igual que en ese entonces no pudo evitar llorar amargamente, en el suelo, abrazando sus rodillas y con un perplejo Shinji observando.

El llanto escapó de manera dolorosa desde lo más profundo de su garganta, sus manos se aferraron con fuerza a sus brazos encajando sus uñas en estos, luego lo mismo con las piernas dejando rastros rojizos de sus uñas en su blanca piel, se jaló el cabello y golpeó el rostro intentando reaccionar, intentando alejar el dolor emocional con dolor físico.

—¡Basta! —dijo Shinji asustado, ahora entendía de dónde salían esas heridas, no sufría bullying ni maltrato en casa, el mismo se ocasionaba esas lesiones.

—Por favor, voltea —el castaño quiso llorar al notar cómo su voz sonaba a punto de quebrarse, llena de tristeza y vergüenza—. No quiero... no me veas así... por favor.

Pero contra todo pronóstico, unos brazos le apretaron con fuerza, reconoció la calidez de el cuerpo de Shinji y el aroma de su colonia, su primera reacción fue querer apartarlo pero en lugar de eso se aferró a él con la misma fuerza, aferrándose a su camisa y de paso empapando su cuello con sus lágrimas.

El cuerpo de Shinji era más cómodo de lo que esperaba, parecía encajar con el suyo como piezas de un rompecabezas. Por mucho que quisiera no podía separarse, ambos tenían un magnetismo extraño, como si una fuerza invisible los juntara.

Kaworu mordió su labio inferior, apenas si había logrado apartarse un par de centímetros, su frente estaba junto a la de Shinji, ambos rostros levemente sonrojados.

Al parecer, sus compañeras no estaban del todo equivocadas.

—Creo que tengo mucho que contarte, claro, si me lo permites.

Hubo un momento de desahogo Kaworu tuvo que ser sincero, le explicó el porqué de sus ataques de pánico, todo por culpa de la vida que tenía antes de que Karl se lo llevara a vivir con él.

Su padre, Keel, era un alcohólico, su madre había muerto cuando él nació, debido a eso su padre había desarrollado un desprecio horrible hacia sus hijos, cada uno le recordaba a su mujer de distintas maneras.

Cuando se hicieron mayores se fueron el hogar, cada uno por su lado, Kaworu y Karl fueron los últimos.

Kaworu siempre tuvo un cargo de conciencia, se sentía culpable por la miseria que vivieron sus hermanos. Así que para compensar los golpes que estos sufrían por culpa de su padre, el hacía lo mismo contra su persona.

Había comenzado con rasguños leves, luego con golpes en las piernas hasta que aquello ya fue incontrolable al punto de causarse heridas graves en su cuerpo.

Shinji comprendió entonces que lo que él solía ver cómo problemas eran poca cosa, comparado con el infierno interno que Kaworu se provocaba.

Y quiso protegerlo, quiso decirle que nada era su culpa. Pero las palabras no salían de su boca.

Al terminar esa charla el conserje abrió la puerta, junto a él, estaba un molesto Karl Nagisa.

—•—

Los días siguientes transcurrieron sin las presencia de Kaworu en la clase, las chicas se lamentaban el haber perdido a su amor platónico y Shinji se preocupó por lo que aquella broma pudo haber provocado en el rubio.

Y en una mañana gris, un auto negro se estacionó afuera de la escuela.

Del auto salió Kaworu Nagisa, ojeroso y más pálido de lo que recordaba.

—¡Nagisa-kun! —Shinji prácticamente corrió hacia él, cuando llegó a su lado Kaworu simplemente sonrió apenado.

—Karl me va a cambiar de escuela. No le gustó nada lo que nuestras compañeritas hicieron el otro día.

Creyó oír un pitido en sus oídos luego de la confesión de Kaworu, seguido de un leve mareo y dolor de cabeza.

—¿Qué?

—Mañana comenzaré las clases en la escuela Seele, en la otra manzana, se ve bastante bien, creo —se encogió de hombros.

—Entonces... ¿viniste a despedirte?

Kaworu asintió.

—Lo lamento tanto, yo... si tan solo las hubiera detenido a tiempo.

—Tranquilo. Lo hecho, hecho está. Además, no es como si fuese a desaparecer del mapa, ¿no? —extendió su brazo con una amplia sonrisa en el rostro, algo inusual de él.

—Sí, supongo que entonces es un hasta pronto.

Y sujetó su mano esperando un apretón que nunca llegó.

En su lugar sintió un leve jalón que le empujó hacia adelante, seguido de un brazo sujetándole firmemente por la cintura y unos suaves labios sobre los suyos.

Era un beso primerizo en todo el sentido de la palabra, apenas un roce de labios tiesos digno de un par de infantes. Pero a ninguno parecía importarle, para ellos era mejor que cualquier besuqueo intenso.

—Es algo para que no me extrañes, nos vemos.

Fue lo último que Shinji oyó antes de ver cómo Kaworu se alejaba hasta subirse al automóvil de su hermano.

Ese día Shinji esperó algún mensaje de Kaworu, mensaje que no llegó.

Ni al día siguiente.

Ni al mes.

Ni a los tres meses.

Ni al año.

Kaworu Nagisa simplemente había desaparecido del mapa sin dejar rastro.

Al principio se preocupó al creer que algo malo le había ocurrido, quizás le habían secuestrado o algo así, esa preocupación se fue al instante al ver las actualizaciones constantes de Karl en las redes sociales, Kaworu parecía estar bien, solo completamente desconectado del mundo en todo el sentido de la oración.

Sintió decepción, realmente esperaba que él volviese a contactarse de alguna manera.

Así pasó el tiempo hasta que llegó el último día de tercer año, los maestros habían organizado una ceremonia para despedir a sus alumnos, hubo lágrimas y palabras de aliento para su futuro que dejaron emocionados y expectantes a la mayoría.

El último día fue, para su disgusto, un día nublado.

El único contraste fue la colorida ceremonia con pancartas y algunos regalos de los chicos más jóvenes a sus senpais.

Cuando sonó el timbre para el término de clases todos se fueron contentos y satisfechos de haber cerrado un ciclo.

Excepto Shinji, él decidió darse una última vuelta por la escuela, simplemente por sentirse nostálgico, tanto tiempo que pasó en ese lugar, definitivamente no sería fácil dejarlo como si nada.

Dio un último recorrido por los pasillos, echó un vistazo a el salón de clases que ahora se encontraba vacío, fue por última vez a aquel árbol de cerezos que se encontraba en el patio y dedicó una mirada al cielo. Fue casi como un déjà vu.

—¡Quién diría que se te pegaría ese hábito, Shinji Ikari!

Esa voz.

Era un poco más grave y fluida, pero Shinji sería capaz de reconocerla en cualquier lado.

Rodeó el tronco de el árbol hasta llegar al otro lado, ahí sintió como su corazón se detenía al verlo nuevamente.

Estaba más alto que el, su cabello había crecido, llevaba perfectamente planchado el uniforme de la escuela Seele y ya no llevaba vendas en ningún lado, no habían marcas de heridas en su pálido rostro o tristeza en su mirada.

Estaba sano.

—Tengo mucho que contarte, claro, si me dejas.

Shinji quería estar molesto, quería reclamarle por no volver a contactarlo, pero la emoción de tenerle frente a él de nuevo fue más grande y simplemente asintió con una sonrisa.

—Te escucho...

Fin.

* Ilustración realizada por Demenlet.

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