chapter three. the coming war
𝐇𝐀𝐏𝐏𝐈𝐍𝐄𝐒𝐒
⌇ ☾ ❪ chapter three ❫ ೋ
۫ ₊˚ the coming war ˚₊ ۫ ۫
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Durante los últimos días, la tormenta de los agentes de la paz cada vez se hacía más intensa. Dania se ha estado quedando en mi casa con todos sus hijos para tener más seguridad, ella va a trabajar y trae dinero a la casa, aunque yo le he dicho una y mil veces que no es necesario, ella sigue insistiendo.
Ella va de un lado a otro, limpiando y limpiando.
—Oye, no, no, no toques eso— le advierto. Ella se detiene antes de limpiar un mueble con dinosaurios —Francis se enoja si tocas sus dinosaurios.
Ella asiente —Lo siento, no sabía.
Niego —Está bien, ya deja de limpiar, yo me encargo de eso los viernes de todos modos.
—Es que me siento muy mal quedándome así en tu casa— suspira —De verdad, Mayrin, cuando quieras que nos vayamos puedes decirme.
—No quiero que se vayan, aquí nunca hay nadie más que Francis y yo, además él juega con tus hijos así que se distrae— sonrío.
Alden se adentra con Francis y todos los hijos de Dania a la casa en ese momento.
Le sonrío al chico —Gracias por traerlos a casa.
—No es nada— responde, desacomodamdo el cabello del rubio —Francis y yo no hemos parado de hablar sobre dinosaurios, le encantan.
Rió, cuando Francis corre a seguir a los hijos de Dania.
—Él ama esas cosas— le digo —¿Cómo puedo pagartelo?
Niega —No es nada, Mayrin, de verdad.
—Al menos quédate a cenar, preparé la cena hoy y me quedo deliciosa.
—Lo pensaré...— se detiene —Está bien, me quedaré a cenar.
Dania llega con más platos llenos de comida y todos nos sentamos frente al televisor que emite una de las cintas favoritas del Capitolio: noticias.
—¿Qué van a anunciar está vez?— se pregunta Alden, sentándose a mi lado.
—No lo se, quizá más noticias sobre los vencedores de este año, no se cansan de hablar de ellos— ruedo los ojos.
—Quizá porque sean dos vencedores— apoya Dania —No lo sé, esa gente tiene algo raro.
Sonrío un poco, guardando silencio para escuchar. El presidente sale del estadio donde se presentan a los tributos, saluda al público que grita en celebración y me supongo que tiene que ver con los Juegos.
—Y ahora llegamos a nuestro tercer Vasallaje de los Veinticinco —dice el
presidente. El niño de blanco da un paso adelante y sostiene en alto la caja mientras él la abre.
Francis se acomoda a mi lado así que le acaricio su cabello con delicadeza.
Entonces el presidente lee: —En el setenta y cinco aniversario, como recordatorio a los rebeldes de que ni siquiera sus miembros más fuertes son rivales para el poder del Capitolio... los tributos elegidos saldrán del grupo de los vencedores.
Alden y yo nos miramos, es casi instantánea nuestra reacción. La habitación guarda silencio y lo único que se escucha son los gritos de la gente del Capitolio, emocionados por ver a sus vencedores luchar de nuevo unos contra otros.
Y yo pienso: maldita sea. Todo me da vueltas, mis piernas se levantan del suelo y corren lo más lejos posible de la pantalla, de los gritos. Mis oídos no escuchan más, mis músculos se tensan y mi cabeza es un desastre. ¿Cómo es posible? ¿Cómo? ¿Esto es una pesadilla? ¡por favor que sea una pesadilla, por favor!
Mis piernas no dan para más, se tumban en la alambrada, no se como he llegado aquí pero los agentes de la paz vienen hacia mi desde sus torres de vigilancia. El aire fresco cubre mi cuerpo y hace que el pecho me duela, ya que salí así sin más, mi rostro esta lleno de lágrimas y no me he dado cuenta de cuando comenzaron a salir.
—Señorita, tiene que volver al distrito— dice la voz de una mujer.
Cierro mis ojos, hasta hacerme ovillo en el suelo frío porque no soy capaz de moverme ni un centímetro, ni de volver. Hay cierta posibilidad de volver a la arena, morir de una manera violenta. No puedo imaginarme en el suelo de donde sea que me envíen, con un orificio en el estómago, llena de sangre, con mi foto y el cañón anunciando mi muerte.
No puedo... no puedo morir, tengo a Francis, ¿Quién lo va a cuidar? ¿Lo enviarán de nuevo al orfanato? No, eso no puede pasar. No puedo adelantarme a los sucesos tampoco, si quiero que él tenga a su madre por el resto de su vida tengo que sobrevivir entonces, tengo que hacer lo posible...
La mano en mi hombro me trae a la realidad, donde cubro mis oídos, me hiperventilo y suelto quejidos como si acabará de ser lastimada. No, más bien son sollozos incontrolables que salen de mi boca con desesperación.
No sé cuanto tiempo pasa pero los agentes de la paz me dejan ahí, no parecen muy preocupados más que de vigilar que no salga del distrito. Mi mente se queda en blanco, no sé de qué modo Snow planeo todo esto, no sé de qué modo saldré de está situación porque, ¿Quién sabe? Tengo al menos un porcentaje de salir sorteada en la cosecha.
Cuando encuentro la valentía, me levanto del suelo y me arrastro con expresión neutra devuelta a casa. Intento memorizar todo lo de mi alrededor por si ya no vuelvo más.
—¡Mayrin! Aquí estás ¡Aquí está!— la cara de Alden aparece frente a mi.
Mis brazos se levantan por si solos y le dan un buen abrazo sin pensar, escondo mi rostro sobre su hombro mientras intento recuperar la cordura.
Sorbo mi nariz —¿Qué vamos a hacer?
Él se aferra a mi también, sé que está tan desconcertado como yo.
—Algo encontraremos, Mayrin, no te preocupes, no te preocupes por eso.
Tomo aire e intento hacer lo que me dice. Lo que si sé es que... serán las semanas más difíciles de toda mi vida.
Todo era un lío, entre el distrito siendo destruido cada día y la noticia que tomó a todos los vencedores por sorpresa. Todos y cada uno se habían alejado más y más del otro, a excepción de Alden, nuestro compañero Lincoln y yo, quienes habíamos hablado tanto del tema que la cabeza me dolió para el final del día.
No había podido enfrentar a Francis sobre la noticia, porque sé que tendría que explicarle la situación y que eso le partiría el corazón.
—Mamá, ¿por qué tu y Alden están tan tristes desde la noticia del Vasallaje? ¿Ocurrió algo malo?— inquiere él, cuando lo estoy arropandolo con las cobijas.
Entiendo que no puedo evitarlo más, que algún día esto pasaría. Me siento sobre las cobijas, en un buen espacio y limpio mi rostro.
—¿Recuerdas lo que dijo el presidente sobre el Vasallaje?
Él niega —No podía escuchar, estaba confundido, ¿qué significa?
Titubeo un poco sobre si es buena idea pero, a pesar de eso, sigo.
—Significa que los vencedores de otros años tendrán que ir a Los Juegos del Hambre— explicó —Yo... yo gane los juegos hace unos años, Alden también así que significa que... significa que...
—Tu y él tendrán que ir— completa —¿Eso es correcto?
Asiento. —Sí, es correcto, Francis.
—¡Pero son muchos de ustedes! No hay posibilidad, no pueden ¿verdad? Ellos no pueden alejarte de mi.
Con eso me es más que suficiente, me echo a llorar. Francis se levanta y me abraza con todas sus fuerzas, sé que también está llorando porque lo escucho sollozar en mi oído.
—No, ellos no podrán separarme de ti— le digo para tranquilizarlo —Jamás lo harán, no pueden porque... volveré por ti cada vez que lo intentan.
—Eres fuerte, mamá, tal vez les ganes a todos— me dice —Puedes ganarles.
Estoy asustada por muchísimas cosas ahora mismo; el Vasallaje, la cosecha, los agentes de la paz que castigan por cosas sin sentido ahora mismo y por morir... no quiero morir.
—Todo va a estar bien— le susurro bajito, tratando de convencerme de aquello también —Va a estar bien.
—Va a estar bien— me repite, con más seguridad que yo.
A la primera hora del reloj que cuenta los días para la cosecha me levanto muy temprano, busco cualquier cosa que me sirva para lo que tengo pensado como cuchillos de cocina, palos de escoba e incluso una pistola de plástico que se supone lanza balines y me los llevo hasta la casa de Alden quien, al verme se queda confundido por todo lo que cargo.
—Tock, tock— le digo, tratando de sonreír.
—¿Qué es todo esto?— inquiere, dejándome pasar.
Pronto noto que su casa está más iluminada que la mía, tiene una lámpara en cada esquina de la casa, lo cual me confunde.
—¿Le tienes miedo a la oscuridad?— frunzo el ceño.
Niega —No a la oscuridad, si no a lo que hay ahí— me responde —Déjame ayudarte con eso.
Toma la caja que llevo en las manos y la lleva hasta la cocina, donde lo sigo de inmediato para no perderme en el laberinto del pasillo.
—¿Me explicas por qué esto?— levanta la pistola de plástico.
—Vamos a entrenar— digo obvia —Tu y yo sabemos que hay muchas posibilidades de salir sorteados en la cosecha, necesitamos salir con vida de ahí al menos si elijen a uno.
—¿Y si elijen a los dos?
Lo pensé, dos veces antes de venir hacía su casa y aún así llegué a la misma conclusión.
—Bueno, entonces el otro cuidará de la familia del que muera— respondo, tratando de no tomarle importancia —¿Es un trato?
Extiendo mi mano hacia él, tratando de lucir lo más sería posible. Él me mira unos segundos y finalmente toma mi mano, noto que se siente diferente, noto que hay algo en el que me hace sentir rara.
—Trato— analiza la pistola —Aunque no creo que los Vigilantes dejen una pistola entre las armas.
Niego —No es para eso, es para la puntería, pensé que podría ayudar.
—¿Tienes balines?
—Sí, traje cuchillos también y un dianas que compre en el mercado hace como tres años.
Ríe —¿Por qué compraste un dianas?
—Para no aburrirme, es aburrido estar en casa cuando no trabajas— le digo.
Nos pasamos la siguiente hora perfeccionando nuestra puntería. Al principio todo es fatal, tanto así que la pared de la casa de Alden termina con múltiples huecos antes de que alguno pueda darle al centro del mediano dianas.
—¡Lo odio, voy a arrancarlo de la pared!— exclamó, apunto de avanzar pero solo jaloneando el dianas.
—No es culpa del dianas, Mayrin— dice Alden, en tono divertido.
Suspiro, dejándome caer sobre el sofá —Lo sé, es mía porque no entrené lo suficiente durante todos estos años.
—¿Cómo lo harías? Ni siquiera sabías que esto pasaría.
Niego —Debí haberlo visto venir luego de que los agentes de la paz empezarán a atacar el distrito.
Alden frunce el ceño, dejando de mirar el dianas al que estaba apunto de disparar.
—¿Qué quieres decir?
—Nada.
—No, ahora estoy intrigado— se sienta en el otro sofá —¿Qué sabes que los demás no?
—Nada, en realidad, pero si observas bien te das cuenta de muchas cosas.
—¿Ah, sí? ¿Cómo de qué?
—Tus agujetas llevan desabrochadas desde que llegue y no te has dado cuenta, incluso cuando estuviste apunto de caerte dos veces— le señalo.
Mira hacia sus pies y se da cuenta que es verdad. No gane mis Juegos solo porque si, mi mentor dijo que había sido por inteligente y astuta. Gané por mi inteligencia, descubrí cada estrategia de los demás profesionales cuando quedábamos pocos, evité cada trampa de los Vigilantes o al menos cuando caí en una descubrí cómo salir sin morir en el intento.
Observar, es mi ¿don? No lo sé, es un mal hábito que me heredó mi padre.
—¿Desde cuándo lo sabías?— inquiere él.
—Desde que abriste esa puerta, saltaron a mi cara cuando me acerqué— formo una línea en mis labios —¿Seguimos?
Él acepta, se traga las dudas que tenía para mi, porque sabe que aunque me obligue, no podré responderlas.
Nos obligamos a tener treinta sesiones más con el cuchillo y acordamos que mañana será pelea cuerpo a cuerpo. Aunque ambos estamos tan oxidados que nos cansamos a la primera.
Al día siguiente, caigo al suelo con cansancio luego de tratar de golpear a Alden en el estómago.
—No recuerdo que fuera tan difícil— digo, mirando al techo.
Alden ríe —Ustedes los profesionales, se supone que entrenan toda su vida para esto.
Niego —Solo los voluntarios, los que no, nos mantenemos al margen, cumplimos nuestras tareas de ir a la escuela o trabajar.
—¿No estuviste en el grupo de profesionales del distrito cuatro?
—Sí, pero jamás quise hacer eso.
Frunce el ceño —¿Y cómo diablos terminaste en los Juegos?
—Hice una estupidez, me enojé con mi papá y le demostré que podía hacer más que solo estudiar— tomo una gran bocanada de aire —Me inscribí a la academia como voluntaria y estuve un año ahí hasta que me eligieron... fue el peor error de mi vida.
—¿Por qué no te saliste?
—Porque una vez que entras ya no puedes salir— le respondo —Quería salirme pero... ya había hecho lo peor así que tendría que llegar a los dieciocho o morir antes.
Él niega —Dios, te daría la razón pero en esto no puedo.
—No deberías, mi papá tenía razón— niego —Le destrozó el corazón ver la hoja con mi nombre y mis datos de la academia, debiste haber visto su rostro.
No lo soporto, imagino la expresión de decepción de mi padre y todo se vuelve gris. Su despedida... la forma en la que me miraba.
—¡No debiste hacerlo!— lo escucho —Sé que tienes miedo... pero estaré aquí para cuando vuelvas, volverás porque eres muy inteligente y especial.
Aparto la mirada del techo y la giró al otro lado contrario del de Alden para que no pueda verme.
—Ya debería irme— menciono, levantándome del suelo.
—Recién empezamos— dice Alden, imitando mi acción.
—Sí, pero... Francis saldrá más temprano hoy de la escuela y tengo que ir por él— tomo mi suéter —Podemos seguir mañana, ahora es muy tarde.
Él se confunde —Sí es por lo que acabamos de hablar lo lamento, no debí haber hecho mas preguntas.
Niego, dándole una sonrisa —No eres tu, Alden, es mi cabeza nada más.
Me hago paso entre la sala y salgo de la casa antes de que él pueda decir algo más.
Los días pasan demasiado lentos, me parece que los demás vencedores han encontrado una manera de enfrentar la cosecha a base de diferentes cosas. Alden y yo no fuimos los únicos entrenando en parejas, me parece que los demás se conocen mejor que él y yo, lo cual me aterra porque uno de ellos tendrá que morir en la arena si me elijen.
En otros temas, he mejorado demasiado cuando hablamos de puntería, aunque Alden me supera en cuerpo a cuerpo, me siento orgullosa de lo mucho que hemos avanzado en pocas semanas. Durante nuestro último entrenamiento, la noche antes de la cosecha a la mañana siguiente, él me tumba en un segundo y se preocupa demasiado, pero yo me río por lo chistoso que he caído.
Vuelvo a sentir lo de siempre, ese cosquilleo que me acelera. Me quedo unos momentos algo asombrada, no entiendo lo que sucede... al menos no hasta que sus labios están sobre los míos.
Mi cabeza da vueltas, es todo lo contrario a lo que espero y a lo que alguna vez sentí. No es lo mismo, no lo entiendo.
Me separo de inmediato y entiendo lo que hice —Lo lamento— digo —No era mi intención.
Alden se ve todo lo contrario a mi, no esta confundido, ni mucho menos arrepentido.
—No, está bien— me tranquiliza —Fue mi culpa.
—Yo lo inicié— trago saliva, tratando de no mostrarme atareada —Lo siento.
Luego salgo de su casa, demasiado confundida para hablar y llena de recuerdos como para pensar. Recuerdo mi primer beso, lo que sentí, la persona con la que fue... nada es lo mismo a lo que acabo de experimentar.
Por alguna razón, Finnick fue diferente.
Todos los vencedores estamos ahí, caminando en fila hacia la plaza del distrito para la cosecha de la mañana siguiente. Yo llevo a Francis tomado de la mano, Alden va detrás de nosotros así que le doy una leve mirada y le sonrío, no hemos hablado desde ayer porque está mañana no tengo cabeza para pensar en lo que sucedió.
—Está bien— me articula con la boca, sin hacer ruido alguno.
Me vuelvo y noto que todos los residentes nos están mirando, algunos nos dan miradas de lastima y otros no puedo describirlas. Estoy segura que ya han hecho sus propias apuestas sobre quién irá a la arena en el Vasallaje, espero no estar entre su lista de los más desafortunados o me dará algo.
Nos colocan entre dos lados de la plaza, frente al Edificio de Justicia, nos reparten entre pobres grupos de hombres y mujeres en cada esquina. Cierran el "corral" como si fueramos animales y el presidente se para frente al micrófono para dar el mismo discurso de todos los años.
Hay cámaras por todos lados y eso me pone nerviosa. ¿Quién está mirándome ahora, recordando quién soy y lo que hice?
—Felices Juegos del Hambre— dice el acompañante de este año, con una peluca castaña normal y un traje verde con triángulos de diferentes tonos verdes —Y que la suerte esté siempre de su lado, como saben, este año es el Vasallaje de los Veinticinco... ahora dando inicio, la tributo mujer del distrito cinco es...
Él se acerca a la urna con tres nombres ahí dentro, contengo la respiración y presiento que las mujeres a mi lado también. Una chica de cabello rubio que se ve de mi edad y una anciana de unos setenta años, que parece está rezando a lo que sea en lo que crea.
El acompañante vuelve a la urna y dice: —Mayrin Holloway.
Cuando el acompañante termina de hablar yo me quedo sobre mi lugar, como si estuviese teniendo alguna clase de deja vu en este momento. Los demás ganadores me observan, así como el público, así como el presidente y el resto de las personas importantes que se encuentran junto a él.
Entonces Francis es el primero en reaccionar.
━━━━ ⋆ AUTHOR'S NOTE: opaaa, que no me caiga la funa pls. Vean el lado positivo, Finnick sale el siguiente capitulo 🙌
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