chapter five. missing home

𝐇𝐀𝐏𝐏𝐈𝐍𝐄𝐒𝐒
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Las siguientes semanas serán solo entrenamiento estricto para cada vencedor de los diferentes distritos, aunque entre más lo pienso, menos tengo ganas de asistir.

En cambio, sé que es de gran ayuda porque así puedo practicar lo que ya sé y aprender lo que no. La primera mañana del entrenamiento me despierto, me doy una ducha y voy a desayunar antes que los demás.

—Veo que estas emocionada— menciona Lincoln, cuando se adentra al comedor, bastante adormilado.

Niego —No, en realidad quería quedarme en mi cama todo el día.

Ríe, sirviéndose jugo de naranja.

—¿Entonces...— suspiro —Tienes algo planeado para el entrenamiento?

Lincoln deja el vaso sobre la mesa, se ve bastante ojeroso y cansado, lo cual me preocupa y hace que me arrepienta de haber preguntado.

—No tienes que hacer esto, lo sabes, ¿verdad?— inquiero —Alden y yo buscaremos una manera de arreglarnosla por nuestra cuenta, deberías volver a casa con tu hija y tu esposa.

Niega —No, no puedo rendirme tan fácil.

—Lo sé, pero como mamá entiendo la preocupación.

Aquello lo hace reflexionar —Bueno, no me quedé hasta tarde planeando mi estrategia para irme así nada más.

En ese momento Alden se adentra, casi igual de cansado que yo. Me parece que nadie aquí duerme últimamente.

—Buenos días, espero no llegar tarde— anuncia.

Niego —No, llegas justo a tiempo, Lincoln estaba por contarme su plan para nosotros.

Alden se sienta junto a mi, creo que las cosas entre ambos están bien. Todo fue olvidado, el beso, lo que sea, fin. Ahora solo somos dos compañeros de distrito tratando de sobrevivir al Vasallaje.

—No es la gran cosa— informa Lincoln —Pero como todos los años, necesito que hagan todos los aliados que puedan, no es obligatorio, pero creo que es lo mejor.

—¿De cuántos integrantes estamos hablando?— inquiero.

—Todos los que puedan tener, les recomiendo el distrito siete y si pueden tomar alguno de los profesionales del uno o del cuatro, mejor.

—¿Por qué solo del uno y cuatro?— se pregunta Alden, con el ceño fruncido.

—Créanme, no querrán meterse con los profesionales del dos.

Asiento por ambos —Entendido, hacer amigos y aliados, lo tenemos.

—Bien, el entrenamiento es a las diez, así que bajen en cuanto puedan.

—¿Juntos?

Lincoln se encoge de hombros ante la pregunta de Alden —Eso queda en ustedes.

Él me observa y yo a él, me limito a asentir con la cabeza. Por ahora Alden es mi único aliado en la arena y así lo quiero mantener, él sabe pelear y yo cargo la inteligencia, el dúo perfecto por ahora.

A las diez en punto, Alden y yo nos reunimos para bajar por el ascensor hasta el sótano donde esta el gimnasio. A pesar de ser la hora puntual, la entrenadora a quien recuerdo como Atala, da su discurso de bienvenida al gimnasio.

—No peleen con los demás vencedores— señala Atala —Tendrán mucho tiempo para eso en la arena, hay cuatro ejercicios obligatorios, el resto será individual, ya saben, mi consejo es que no ignoren la supervivencia.

Me cruzó de brazos, aún me recuerdo siendo menor de edad, con mi media coleta, el cabello largo hasta la cintura y mucho más bajita que ahora.

Veo entre los vencedores y noto que no está muy surtido el equipo este año, ya que la mayoría ni siquiera ha llegado aún. Deben estar tan drogados o ebrios como para poder entrenar hoy, sin embargo, no me molesto en pensar mucho en eso, ni en nada ajeno a mi.

Atala sigue su discurso, señala las reglas de su gimnasio, los entrenamientos y mucho más. La mirada se me va al grupo de Vigilantes que nos observan desde su terraza privada, muy alejados de nosotros. Como quisiera hacer algo al respecto.

Se me tensan los músculos al imaginarme a Francis sólo ahora mismo, debe estar en clases, así que me lo imagino en uno de los salones sólo, preocupado cuando yo estoy aquí, comiendo de lujo y haciendo amigos. Me detesto por eso, parece un circo y yo soy uno de los títeres del Capitolio.

—¿Está todo en orden?— alguien susurra a mi lado, pero no es la voz de Alden a la que creo que es, si no la de Finnick.

Lo observo desconcertada —¿Cuándo llegaste?

—Estaba en la otra esquina— señala, dándome una media sonrisa —¿Estás bien?

Asiento —Sí, sí, estaba... tratando de memorizar las reglas de Atala.

—Ah, claro, siempre fue tu entrenadora favorita— sonríe.

—¿Cómo sabes eso?

—Tu me lo dijiste, dijiste que te caía bien porque era objetiva y bastante dura con todos— responde —Si no me equivoco, ella te enseño todo lo que sabes sobre plantas venenosas.

Esta vez soy yo la que sonríe —Sí, lo recuerdo.

—... pueden empezar, habrá un entrenador en cada puesto, acérquese y pregunten todo lo que necesiten saber— finaliza Atala.

Ella se vuelve a mi y le saludo con un ademán que ella me corresponde entristecida por mi presencia aquí.

—La alumna favorita— susurra Finnick —¿Te veo en el puesto de anzuelos? Mags quiere practicar.

Acepto sin dudar —Por supuesto.


La primera hora de entrenamiento me la paso con Alden, debido a que aún debemos perfeccionar un par de cosas que no pudimos en el distrito y, ahora que tenemos recursos adecuados para ello, es más fácil para ambos.

Sin embargo, terminó cansada y me voy por algo mas ligero que es el tiro con hacha. Aunque no es "ligero" como creí, mi brazo termina algo adolorido pero mi puntería mejora al doble. Mientras acomodó las hachas que he lanzado, una joven de cabello castaña y estatura mediana se acerca a paso decidido, murmurando un montón de barbaridades y finalizandolas con <<Finnick>>

Aquello me llama la atención y me hace mirarla, pero especialmente el tiro tan limpio que hizo. Tan pronto como la veo la reconozco, es la vencedora del distrito uno del año pasado: Amanda.

—Vaya— digo sorprendida, aunque no tengo en claro si es por las cosas que ha soltado o por su buen tiro.

—Lo siento, no hablaba contigo— señala, aclarandose la garganta

Niego —No es nada, Finnick puede llegar a ser un poco latoso.

Sonríe —Sí, te creo.

Ella me mira unos momentos, como si intentase adivinar quién soy entre sus recuerdos. Seguro es imposible recordar a alguien como yo.

—Lo lamento, creo que solo hemos hablado una vez— añado.

—Sí, sé quién eres— responde.

Alzó ambas cejas —¿Entonces soy famosa?

Ríe —Sí, algo así, aunque creo que todos aquí somos famosos, ¿no lo crees?

—Depende de qué tipo de fama hables— suspiro.

Amanda asiente de acuerdo, recuerdo la estrategia de Lincoln, así que me decido en cumplirla.

—Ese tiro fue asombroso— le digo.

Sin embargo, ella parece no mirarme a mi, si no a los tributos del distrito seis junto al joven Mellark.

—Gracias— murmura  —Creo que fue un impulso, estaba enojada.

Le doy la mejor sonrisa que puedo —Supongo que debo cuidarme de ti, entonces.

Aquello la hace mirarme, sé que la he regado un poco.

—Lo decía como amigos— le digo rápidamente, abriendo mucho los ojos —Ya sabes, una broma... ¡ay! Es que no tengo muchos amigos aquí, solo bromeaba.

Ríe por mi nerviosismo —No hay ningún problema.

—¿Quieres... practicar?— señaló los muñecos de simulación que parpadean detrás de nosotras.

Amanda asiente —Sí, esta bien.

Mis brazos quedan algo adoloridos luego de horas de entrenamiento con Amanda, hablamos sobre nuestras diferentes técnicas pero nunca del Vasallaje, lo cual me da mucha tranquilidad ya que es un tema delicado aún para mi.

Cuando decidimos que hemos pasado suficiente tiempo la una con la otra —y que quizá haya cierta alianza en trato—, me voy al puesto de anzuelos donde he quedado de verme con Finnick y Mags.

La anciana mujer me sonríe en cuanto me mira acercarme y me abraza con mucha felicidad, murmurando un par de cosas de las cuales solo puedo rescatar: me alegro de verte y lastima que estés en estas condiciones.

—¿Cómo está ella?— le pregunto a Finnick, cuando Mags se ha concentrado al otro lado en un anzuelo.

—Igual que hace unos años— me responde —Te extrañaba mucho, los primeros años fueron muy duros para ella.

No es un secreto que Mags haya sido parte de mi vida también, tener que verla así, apunto de ir a los Juegos, me duele.

—Yo también la extrañe muchísimo— concuerdo —Por cierto, deja de molestar a los menores, ¿Quieres?

Finnick me mira confuso, pero luego aligera su ceño al entender. Se echa a reír pero yo alzó una ceja para darle a entender que hablo en serio.

—¿Qué? ¿No me puedo divertir?

Niego —No cuando puedes terminar con un hacha en la cabeza.

—Ah, solo fue una pequeña broma— sonríe.

—Sí, pues ella no parecía muy feliz.

—Jamás entenderán mi humor— bufa —Solo quería hacerla reír, siempre está con esa cara de pocos amigos.

—Solo déjala— encogí mis hombros —Porque si quieres que esto funcione, debes tener cuidado con lo que dices o haces.

Aquello lo hace mirarme —¿Esto? ¿De qué hablas?

—Sí, ya sabes, la cosa de las alianzas— Intento hacer mímica para que entienda en plan fuera de ganar.

Él asiente, volviendo la mirada a su anzuelo. Frunzo un poco el ceño cuando veo que solo está haciendo una clase de garabatos.

—Lo estas haciendo mal— le digo —Te tiemblan las manos, creí que nunca te temblaban.

—Sí, es la edad— bromea —El pulso se me ha vuelto malo.

Río —Déjame intentar.

Esta apunto de hacerse a un lado cuando mis manos tocan las suyas antes de que pueda alejarse. Todos los músculos se me paralizan al simple tacto, comienzo a creer que solo soy yo pero no, Finnick también se ha quedado paralizado unos segundos en los que procesa nuestras manos unidas.

Esto es lo más cerca que hemos estado desde que nos vimos por primera vez en la ceremonia de apertura. Aclaro mi garganta, retrocediendo al ver que él no lo hace y le sonrió avergonzada.

—Lo siento— susurró, me sorprende aún tener voz.

Él niega —No, yo lo siento, es todo tuyo.

Se aleja un poco y me da la oportunidad de calmar mis nervios y arreglar el desastroso anzuelo que ha empezado él.

Mags nos da un par de tips cuando vuelve de estar con la chica del distrito doce y a decir verdad —y apesar de los años— logro hacer un anzuelo decente.

—No has perdido tu toque— me felicitan Mags, palmeando mi brazo.

Le sonrío —Gracias, creí que lo había hecho.


Cuando el largo entrenamiento se termina y la larga cena también, me voy directo a mi habitación para mirar por la gigantesca ventana de una gran altura, que da a una iluminada ciudad llena de edificios y personas. En la plaza pasaban la ceremonia de apertura una y otra vez, enfocando a cada distrito pero, por alguna razón, mi cara jamás está ahí.

¿Qué hice para merecer tanto odio de los Vigilantes? La única cosa que hice fue ganar sus estúpidos juegos, rompí una de sus reglas, sí, pero sigo siendo humano, sigo siendo una persona después de todo. Tal vez esto es lo mejor, apesar del sentimiento de rechazo y odio que presiento.

Más de una vez pensé en hablar desde que se anunció la temática del vasallaje. ¿Qué ganó con eso? Nada, pero al menos todo el Capitolio y los distritos sabrían la verdad. Sabrían que sus preciados Vigilantes son injustos, asesinan a las familias de los que no creen merecer ser dignos de ser vencedores o de llevar una vida así. Más odio no me puedo ganar.

—¿Puedo pasar?— la voz de Alden se hace paso entre la puerta.

Lo observo unos segundos y asiento con la cabeza. Escucho como cierra la puerta detrás suyo y se sienta junto a mi.

—¿Qué estabas pensando? Te veías muy concentrada.

Niego —En... que Francis ya debe estar durmiendo ahora.

Él entiende que la verdadera razón no está lista para salir de mis pensamientos.

—Claro, bueno yo si estaba pensando en algo— aclara su garganta —En... esto.

Ahora sí tiene toda mi atención.

—¿Hablas del Capitolio o lo que pasó en nuestros entrenamientos en el distrito?

—Lo segundo— responde —Mayrin, yo... yo solo seré sincero, ¿de acuerdo? Y creo que tu no... tu no sientes lo mismo que antes de que sucediera eso, nosotros, digo.

—No estaba pensando, no quería confundirte— niego —Lo lamento.

—No tienes que lamentarte de nada, entiendo lo que pasa.

Frunzo el ceño —¿Sobre...?

—El vencedor del distrito cuatro, es obvio por como se miran— afirma —Aunque claro, supongo que ya sabías.

No, claro que no.

—Sí, claro— asiento —Solo estamos trabajando en equipo, es todo, Lincoln nos pidió hacer alianzas y todo eso.

—¿Crees que debemos confiar en ellos?— se pregunta, agradezco en el fondo que haya cambiado de tema.

—Quizá no en todos— le respondo —Algunos tienen rostros de ser confiables.

Él asiente, quedándose en silencio como si pensase en los rostros de cada vencedor y los analizará uno a uno.

—Sí, tienes razón— asegura —Pero supongo que tendremos que pensar más en ello, ¿o no?

—Tienes toda la razón, aliado— bromeo, haciéndolo sonreír.

—Buenas noches, que descanses, aliada— me extiende la mano para chocar el puño.

—Descansa, aliado.

Al día siguiente la rutina es la misma, me despierto, hablo con Lincoln y bajo al entrenamiento. Ahora me doy el tiempo de conocer a los demás vencedores, comer con ellos de vez en cuando y otras veces extrañar a Francis, tengo ese instinto protector persiguiendome que me he atrapado cuidando de Mags o de Finnick, incluso de Alden.

Aveces le sirvo de comer a Mags ya que ella apenas puede caminar con su bastón, a Finnick le recuerdo que coma verduras en la comida y con Alden me ayudo a curar un par de heridas del entrenamiento.

—Deberías tomar asiento— me sugiere Finnick.

No puedo evitar hacerle caso, comienzo a sentirme cada vez más ansiosa con todo lo que pasará: la exhibición con los Vigilantes, la entrevista con Caesar Flickerman y el primer día de la arena.

Todo se siente agobiante.

—¿Sabes qué harás en tu sesión con los Vigilantes?— inquiero con curiosidad.

Él niega, puedo sentir un alivio al no ser la única que no tiene ni idea del plan que hará para impresionarlos.

—Ya se me ocurrirá algo— se encoge de hombros como si nada.

Junto mis manos con los codos en la mesa, tratando de pensar en algo y lo único que se me ocurre es lanzar un par de hachas o quizá practicar con los anzuelos o nudos, aunque eso último no creo que les llame demasiado la atención.

—Ya encontrarás algo— me anima Finnick —Puede que no parezca, pero nadie de aquí tiene idea de lo que hará.

Frunzo un poco el ceño —¿Lo crees?

Niega —No, lo sé. Además, eres buena en todo, sé que podrás.

Bajo la mirada para ocultar lo rojo que se han puesto mis mejillas y, aunque me cueste admitirlo, me da seguridad de que todo saldrá bien en la sesión.

Los últimos días de entrenamiento no son muy relevantes en realidad, estoy bastante distraída con mejorar mis habilidades para el día de la sesión. Finnick tenía razón, pues el día de la sesión, cuando todas vamos a almorzar en espera de que nos llamen, nos reunimos entre todos los vencedores, quienes empiezan a bromear con lo que harán en sus sesiones, ya que nadie tiene la menor idea de que más pueden hacer.

Los Vigilantes los conocen mejor que ellos, sus talentos y sus debilidades, así que supongo que lo que hagan ya no importa demasiado y a mi tampoco.

—Bueno, dormir es una buena opción, Mags— le digo.

—Sí, son solo unos minutos— añade Alden a mi lado.

—¿Ya sabes lo que harás?— le cuestiona Finnick a Alden y juro que está es la primera vez que los veo hablar.

Él mencionado niega —Nada, supongo que al estar ahí veremos.

—Así como todos— Finnick suspira y noto cierta molestia en ello.

—Bueno, es que nadie tiene idea de lo que hará, ¿verdad, Finnick?— le ataca Alden.

En este momento estoy mirando el uno al otro, confundida, porque sus respuestas están en un tono enojado, pero no son groseras. ¿De qué me perdí?

—De acuerdo...— miro a ambos, prácticamente estoy en medio de ellos —Yo creo que me pondré a lanzar algo.

—Buena idea— dicen ambos en unisonido.

No digo nada más, porque siento que si lo hago ellos dos comenzarán una vez más hasta no detenerse jamás.

Finnick y Mags desaparecen para su sesión, así que solo quedamos de entre los que conozco, Alden. Me vuelvo a él cuando Finnick desaparece entre la puerta corrediza y le frunzo el ceño.

—¿Estás bien?— inquiero.

—Sí, no sé qué fue eso.

Alzó ambas cejas —Yo sí, creo que se llama ser grosero. ¿Qué les pasa?

Alden me mira confuso —Él empezó, tu escuchaste lo que dijo.

—No, estaba muy confundida para entender lo que pasaba— admití, negando con la cabeza.

Llaman a mí nombre demasiado rápido, por lo que me levanto para entrar a mi sesión, sin antes volverme a Alden.

—Mi momento de brillar— suelto con tono sarcástico.

Camino hasta la puerta corrediza, donde puedo oler a pintura, veo algunas cuerdas esparcidas sobre el suelo, como si acabasen de cortar algo que estaba colgado muy en lo alto.

Los Vigilantes se miran distraídos, lo cual me da cierto alivio porque eso significa que quizá no ne pongan mucha atención en la sesión. Busco las hachas y los dianas, acomodados y listos para pelear.

Le doy una última mirada a los Vigilantes, con el hacha en mano. Ellos me miran como si fuera a lanzar dicha arma hacia ellos, sin embargo; hago a lo que he venido, lanzó el hacha que da justo al centro y todo mirándolos a ellos. Espero un par de miradas sorprendidas y las obtengo al pasar unos segundos en lo que lo procesan.

Me siento insuficiente, así que comienzo a lanzar un par más, así hasta que el tiempo se me termina y la energía también. Los Vigilantes hacen sus apuntes y yo finjo hacer una reverencia con la cabeza, esperando a que me dejen salir.

—Ya se puede retirar, señorita Holloway— dice el Vigilante Jefe.

Le doy un leve asentimiento con la cabeza y me doy media vuelta. Supongo que, después de todo no fue tan difícil como creía.

La calificación que me den no me interesa demasiado, después de todos los patrocinadores no se fijan en ello, si no en la personalidad del tributo. Solo espero que la entrevista con Caesar salga mejor que esto.

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