Capítulo dos
« Edward »
Encendí mi cuarto cigarro seguido, mientras miraba a la gente que me rodeaba. Lentamente, me apoyé en mi moto y di un largo suspiro, mirando al reloj de mi muñeca, viendo que ya eran casi las cuatro y media de la mañana. James se acercó a mí, con el ceño fruncido y agarró mi cigarro para partirlo por la mitad y tirarlo al suelo.
— ¿Otro cigarrillo, Edward?
— Eres la persona menos indicada para reprocharme por fumar, James – bufé, sacando otro de la cajetilla, pero vi como el organizador hacía una señal, por lo que volví a guardarlo en mi bolsillo trasero –. Ya va a empezar.
— ¿Por qué has vuelto a estas carreras? – preguntó, negando con la cabeza – Y el tabaco... ¿por qué volver ahora?
— Marie está secuestrada en algún lugar en México y yo no hice nada para impedirlo – bufé, agarrando mi casco –. Y lo que estoy haciendo no es suficiente para traerla de vuelta. Ya lleva tres semanas allí, James. Tres malditas semanas.
— Entonces... ¿no crees que serías más útil en la base, ayudándonos a Liam, Zayn y a mí, a saber donde la Marquesa tiene a Marie, en vez de estar aquí corriendo una estúpida carrera?
— Necesito esto... – negué con la cabeza – Tú no lo entiendes. Si no hago esto mi corazón terminara explotando. Necesito descargar furia, y adrenalina y... es la única manera que tengo de desahogarme, James. Si alguien puede entenderme... eres tú – murmuré –. Por favor, solo necesito correr y estaré de vuelta para seguir ayudando. Pero ahora mismo no puedo pensar claramente. Es como si mi cerebro estuviera bloqueado. Y sé que soy totalmente inútil y que no estoy haciendo nada para ayudar a salvar a Marie. Por eso quiero correr esta carrera. Y que la adrenalina que genere me ayude a pensar claramente. ¿Está bien?
— Está bien – suspiró –. Tú mismo, eres adulto, sabes lo que haces. Pero en cuanto recuperemos a Marie... tienes que dejarlo de nuevo. Ya sabes lo que pasó la última vez.
— Sí, lo haré – asentí de inmediato –. En cuanto Marie esté de vuelta, dejaré de correr.
— Bien... te esperaré en la base, entonces... ¿O quieres que me quede?
— No, puedes irte – murmuré, poniéndome el casco –. Estaré ahí en cuanto acabe.
James se acercó a mí, a darme un abrazo. Yo me quedé quieto, esperando a que me soltara, pero sin decirle nada. Luego se despidió con un movimiento de cabeza antes de irse hacia su coche. Yo me subí en mi moto y fui a baja velocidad hasta la línea de salida, donde la gente ya empezaba a prepararse. Aquella carrera era a la primera que asistía en Estados Unidos, y era mucho más grande que cualquiera que hubiera corrido en Reino Unido. Había más del doble de participantes, y la cantidad de gente que habían acudido como espectadores era ridículo. Sin embargo, al parecer el que organizaba aquellas carreras era un alto cargo de la policía que quería hacer algo de dinero extra, por lo que en la comisaría hacían la vista gorda. De hecho, había sido él mismo, el organizador, el que me había hablado de las carreras, ya que era también uno de mis infiltrados en la policía.
— Corredores a vuestros puestos, la carrera va a empezar – gritó, haciendo que la gente se apartara de la carretera y se fuera hacia los lados.
Poco a poco, la gente se apartó de en medio, dejando la carretera libre. Todos sabíamos ya el recorrido que había que seguir. Probablemente la mayoría de aquellas personas habían participado en decenas de carreras, como yo; sin embargo, ellos no sabían aquello. Nadie me había visto correr en ninguna carrera antes, al menos no allí en Miami, por lo que había escuchado a varios comentar sobre el "nuevo", y sobre la cara de perdedor que tenía. Pero iban a tragarse sus palabras. Si bien hacía casi dos años que no corría una carrera como aquella, sabía que no había perdido la práctica. Me sentía preparado, e iba a darles una paliza y humillarles.
El comisario se subió a una plataforma en uno de los lados, para que todos los participantes alcanzáramos a verle. Luego, hizo una cuenta regresiva hasta que dio el pistoletazo de salida. Entonces, todos empezamos a correr. En un momento, ya estaba por delante de la mayoría, y sabía que no iba a tardar mucho en alcanzar la primera posición. Por el retrovisor vi a uno acercándose directo hacia mí, con la clara intención de chocar contra mí para hacerme caer. Lo que yo hice fue esperar hasta el último momento para moverme rápidamente hacia un lado, haciendo que él perdiera estabilidad y se cayera. Entonces, cuando se acercaba una curva, aceleré mi moto hasta que alcancé al que iba por delante de mí y tomé la curva muy pegado a su moto. Esto hizo que perdiera la concentración y frenara un poco para no caerse en el viraje. Y ya estaba en la primera posición. Aceleré mi moto tanto como el motor me lo permitió, y llegué primero a la meta.
El comisario se acercó, dándome un sobre de dinero, la gran cantidad que me correspondía por haber ganado aquella carrera. Pero a mí no me interesaba. Simplemente lo guardé en mi bolsillo trasero y volví a subir a mi moto y aquella vez me puse de camino a la base. Aparqué en el estacionamiento subterráneo y, tras pasar los diferentes controles de seguridad, fui hacia mi oficina, donde Zayn, Liam y James estaban. Nada más llegar, lancé el sobre de dinero sobre la mesa y saqué un cigarro para encenderlo y sentarme entre Liam y Zayn.
— ¿Algo nuevo? – pregunté, mirando las diferentes pantallas de ordenadores que había frente a nosotros.
— He conseguido crear una ruta desde Cocoa a México hasta que el móvil de Marie murió... debieron tomar un avión, ya que la señal se perdió cerca del aeropuerto del aeropuerto de Orlando, a menos de una hora de aquí – me explicó Liam, mostrándome un mapa donde aparecían varios colores y diferentes rutas –. Y apareció de nuevo pocas horas después en el aeropuerto de Cancún. Y de ahí se dirigieron al oeste por la 180 y la señal volvió a aparecer en algún punto de la 176, y ahí se perdió. Por lo que están en la provincia de Yucatán, en algún lugar cerca de Mérida, pero dudo que estén en una ciudad tan grande, estarán en algún lugar a las afueras.
— Bien... gracias, Liam... ¿Zayn?
— He estado registrando todos los movimientos de dinero que he podido en esa zona, relacionados a las empresas que tienen de blanqueo de dinero, y que se remonten a cuando el Marqués empezó con el negocio, y he encontrado varios pagos que podrían ser de Catalina – me explicó –. Estoy rastreándolos ahora para ver si se tratan de propiedades fantasma para blanquear el dinero o si son propiedades de verdad, pero de momento he encontrado al menos quince que son propiedades reales así que aún no he podido reducir el círculo.
— Es más de lo que teníamos ayer, al menos... – asentí levemente – Gracias.
— James, ¿ha contactado Catalina otra vez con nosotros?
— No, pero ya han pasado dos días desde la última vez. Debe estar a punto de hacerlo.
— Ya tengo el localizador listo en tu móvil, y en cuanto llame intentaremos rastrear la llamada para tratar de reducir el área de búsqueda.
— Está bien – asentí, antes de dar una larga calada a mi cigarro –. Esto es una pesadilla.
— Edward, ¿por qué no vamos a tu casa? Todo esto podemos hacerlo desde ahí, y así tú puedes descansar un poco. En esta semana apenas has dormido como... cinco horas.
— No voy a descansar hasta que Marie esté a salvo, James.
— Vas a terminar volviéndote loco si no duermes un poco, y comes algo...
— ¿No me has oído? No voy a descansar hasta que Marie esté a salvo. No hay más que añadir.
— Está bien – suspiró –, tú mandas, al fin y al cabo.
James cerró la boca y se volvió a girar hacia su ordenador, centrándose en lo que estaba haciendo. Yo terminé mi cigarro mientras me sentaba en un ordenador junto a Zayn y ayudaba a rastrear los movimientos que podían ser de propiedades de Catalina Sepúlveda, ya que la lista era bastante larga. Sentí un fuerte dolor de cabeza y, poco a poco, vi como mi visión se iba tornando borrosa. Sin embargo, no quería parar de buscar, por lo que intenté parpadear rápido para ver si aquello ayudaba. Pero no ayudaba nada. Gruñí levemente, queriendo enfocar mi vista en la pantalla, pero ésta se había vuelto un amasijo de colores y manchas sin sentido.
— ¿Ed, estás bien? – preguntó Zayn, mirándome preocupado.
— S-sí... – murmuré – estoy... estoy b-...
Antes de siquiera poder terminar la frase, sentí como mis párpados caían por su propio peso y perdí el conocimiento. Lo recuperé, probablemente, horas después. Vi que estaba estirado en mi cama, completamente solo. Me levanté, con un fuerte dolor de cabeza, y salí de la habitación, yendo al salón. Allí vi a los chicos, sentados en el sofá, cada uno en un ordenador, mientras estaban centrados en su trabajo. James fue el primero en verme.
— Hey, Ed... Vaya susto nos has dado, idiota. Te he dicho que dormir tan poco no te estaba haciendo ningún favor. ¿Cómo te encuentras?
— Me duele la cabeza, todavía. Pero ya me encuentro mejor.
— ¿Por qué no vas a darte una ducha, para refrescarte? Pediremos algo de comer y luego puedes venir a seguir buscando a Marie, ¿está bien?
— Sí... gracias – murmuré.
James solo me sonrió antes de volver su mirada de nuevo hacia la pantalla de su ordenador. Yo caminé arrastrando mis pies hacia el cuarto de baño, donde me di una ducha con agua fría para refrescarme y despertarme del todo. Aquella ducha ayudó bastante, ya que al salir el dolor de cabeza había disminuido. Fui hacia el armario a por ropa y me puse lo primero que encontré en éste. Luego volví al salón. Me senté en el sillón que había a un lado del sofá y cogí mi portátil, que estaba sobre la mesa. Lo encendí y, mientras esperaba que se cargara, escuché como el timbre sonaba.
— Debe ser la comida – dijo James.
— Iré yo a abrir – murmuré, poniéndome de pie.
Fui hacia la puerta y al abrir, en vez de encontrarme con un repartidor de comida, me encontré con Ashley. La rubia me miró con el ceño fruncido y se cruzó de brazos, como esperando una explicación.
— ¿Qué quieres? – bufé.
— Ver a mi amiga – respondió, como si fuera obvio.
— Marie no está – aquellas palabras salieron amargamente, haciendo que me dolieran en el pecho –. Te irá a ver cuando vuelva.
— ¿Dónde está, eh? – dijo la rubia, sin creerme.
— Visitando a su familia.
— Sé que Marie no se habría ido a San Francisco sin decírmelo antes. Además, no responde a ninguno de mis mensajes. ¡No puedes prohibirle que tenga amigos, loco controlador! ¡Eres un machista y si quieres a Marie tienes que dejar que tenga su vida!
— No le he prohibido que te vea, loca – arqueé una ceja –. No me caes bien, pero nunca le prohibiría a Marie semejante cosa.
— ¿Entonces por qué no me responde? ¡Dime la verdad!
— No te incumbe. Lárgate de aquí, pesada.
— ¡Marie! – gritó ella, hacia dentro de la casa – ¡Marie, ¿estás ahí?!
— ¡No está aquí, Ashley! ¡Lárgate!
— No pienso irme hasta que me digas qué está pasando, y dónde está Marie.
— ¡Edward, Marie te está llamando! ¡Ven, corre! – escuché que gritaba James.
— Vete de aquí ahora mismo – murmuré hacia la rubia, antes de empujar la puerta para que se cerrara.
Entonces, eché a correr hacia el salón, volviendo al sillón y agarrando mi móvil. Al llegar a la estancia pude ver como la rubia me había seguido, sin embargo, en aquel momento ya no tenía tiempo para encargarme de echarla, ya que tenía que responder la llamada de Marie o probablemente Catalina no la dejaría volver a llamarme en días. Le dije a la rubia que se mantuviera en silencio y miré a James, que simplemente me asintió levemente con la cabeza, así que yo descolgué la videollamada. El rostro cansado de Marie apareció en la pantalla, y dibujó media sonrisa al verme.
— Eddie... – murmuró.
— Mi amor... ¿cómo estás? Lo siento mucho.
— Le he rogado a Lina que me dejara llamarte, y me ha dejado – sonrió –. Te echo tanto de menos...
— ¿Lina? – arqueé una ceja.
— Sí... la mujer que me ha secuestrado. Ella no es mala, Ed... ¿no hay ninguna manera de que puedas hacer lo que quiere? Te echo de menos... – Marie parecía casi hipnotizada, fuera de sí. No era ella misma.
— Marie, Catalina no es tu amiga. ¿Está bien? Podría matarte si ella quisiera.
— No va a matarme, Eddie... Lina no quiere hacerme daño, está siendo muy buena conmigo.
— Marie, ¿tienes una especie de síndrome de Estocolmo? Sepúlveda no es tu amiga, no está siendo buena contigo, te tiene retenida contra tu voluntad con tal de extorsionarme.
— Eso no es así, Edward... – sonrió ella, mirando por encima de la cámara, como si alguien estuviera al otro lado del teléfono que estaba sujetando – Edward, escúchame – susurró, como si hubiera vuelto en sí de repente –. Catalina tiene una hija, se llama Tina, estudia en Orlando. No le hagas daño, pero si consigues llegar a ella, Catalina hará lo que qu-... – antes de que pudiera terminar la frase, vi como alguien cubría su boca y cortaba la videollamada de golpe.
— ¿Marie está secuestrada? – murmuró la rubia, en estado de shock.
— Lárgate de aquí, Ashley. Sino tú también estás en peligro, ¿entiendes?
— S-sí... – balbuceó.
— Voy a rescatarla, ¿está bien? – dije, poniéndome de pie – Marie estará de vuelta muy pronto.
— No hagas nada estúpido que la ponga todavía más en peligro, Edward.
— Sé lo que hago. Ahora vete de aquí.
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en esta saga hay más desmayos que sexo, y es mucho decir
ig/ edwardstylesdk - mariegracedk - jameshersheydk
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