OO4 : El borde de la confesión

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La pregunta de Hongjoong quedó suspendida en el aire, como una melodía incompleta que carecía de resolución. Seonghwa lo miró, su corazón latiendo con tanta fuerza que podía sentirlo en sus oídos. El silencio en la sala de mezclas era sofocante, roto solo por el sonido de la respiración irregular de Seonghwa mientras luchaba por mantener la compostura.

—Hyung... ¿Quién es? —repitió Hongjoong, esta vez con más suavidad, como si temiera presionarlo demasiado.

Las manos de Seonghwa temblaron mientras intentaba reunir el valor para responder. El miedo lo atrapaba, le impedía hablar. En su mente, se formaban mil escenarios diferentes, cada uno más doloroso que el anterior. ¿Qué haría Hongjoong cuando supiera la verdad? ¿Se alejaría? ¿Lo rechazaría con una sonrisa triste y palabras que lo destrozarían?

—No puedo decírtelo —susurró finalmente, apartando la mirada.

—¿Por qué no? —La voz de Hongjoong estaba cargada de frustración, pero también de preocupación—. Si realmente estás pasando por esto, si las flores te están matando... necesito saberlo, Seonghwa.

El sonido de su nombre en los labios de Hongjoong fue como una daga que perforó su pecho. Nunca lo llamaba así, al menos no con esa seriedad, no con esa mezcla de dolor e insistencia.

Seonghwa apretó los puños, luchando contra las lágrimas que amenazaban con caer. Sentía que estaba al borde de un precipicio, y cualquier paso que diera podría llevarlo a la caída.

—Porque si te lo digo, no habrá vuelta atrás —admitió, su voz temblando.

—Hyung... —Hongjoong dio un paso más hacia él, su mirada fija en la de Seonghwa—. No puedes seguir guardándote esto. Si no hablas, esto te matará.

Esas palabras rompieron algo dentro de Seonghwa. Había pasado tanto tiempo reprimiendo sus sentimientos, intentando ignorarlos, que ahora sentía que no podía contenerlos más. Las lágrimas comenzaron a caer libremente por su rostro, mientras la presión en su pecho se volvía insoportable.

—Es... tú.

La confesión salió como un susurro apenas audible, pero suficiente para llenar toda la habitación.

Hongjoong parpadeó, sorprendido.

—¿Qué...?

—Eres tú, Hongjoong —repitió Seonghwa, su voz quebrándose mientras las lágrimas seguían cayendo—. Siempre has sido tú.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Hongjoong lo miró fijamente, como si tratara de procesar lo que acababa de escuchar. Sus labios se movieron, como si quisiera decir algo, pero no salieron palabras.

Seonghwa bajó la mirada, incapaz de soportar la expresión de su rostro.

—No tienes que decir nada —dijo rápidamente, tratando de recuperar el control—. Sé que no sientes lo mismo, y no espero que lo hagas. Pero... querías saberlo.

Pero las palabras de Hongjoong no llegaron. En su lugar, dio un paso hacia atrás, su expresión aún cargada de incredulidad y algo más que Seonghwa no pudo identificar.

—Hongjoong, yo...

—Necesito un momento —lo interrumpió Hongjoong, su voz apenas un murmullo.

Se dio la vuelta y salió de la sala, dejando a Seonghwa solo.

La puerta del estudio se cerró con un clic, y el eco resonó en la mente de Seonghwa como un martillo. El aire parecía más pesado, y el silencio que dejó la ausencia de Hongjoong era insoportable.

Seonghwa se dejó caer en el sofá, sintiéndose vacío. Había hecho lo que debía, había confesado, pero no se sentía aliviado. En lugar de eso, una sensación de pérdida lo envolvía.

Miró sus manos, todavía manchadas con pequeños rastros de sangre de los pétalos que había expulsado antes. ¿Era esto todo? ¿Había arriesgado su corazón solo para ser abandonado?

De pronto otra oleada de tos intensa regreso, obligándolo a incorporarse un poco. Con cada expulsada salían pétalos más grandes que los anteriores, color blanco, pero pintados con sangre, dicha sangre que manchaba el piso del estudio. Seonghwa lloraba pidiendo que aquello se detuviera, pero no podía, muy a duras penas podía respirar, los pétalos parecían quererlo asfixiar.

Al terminar ese episodio doloroso, recogió los pétalos del suelo para arrojarlos al bote de basura para después limpiar la sangre esparcida por el suelo. Al terminar de limpiar, volvió a recargarse en el sofá, intentando recuperar la respiración y esperando a que Hongjoong volviera.

El tiempo pareció detenerse mientras esperaba, pero Hongjoong no regresó. Finalmente, Seonghwa se levantó y salió del estudio, sin rumbo fijo. El frío de la noche lo golpeó con fuerza, pero no le importó. Solo quería alejarse, encontrar un lugar donde pudiera estar solo con su dolor.

Hongjoong caminó por las calles de Seúl, su mente enredada en pensamientos. La confesión de Seonghwa lo había tomado completamente por sorpresa. Nunca se le había ocurrido que su amigo pudiera sentir algo más que una amistad. Siempre había asumido que lo conocía completamente, pero ahora se daba cuenta de que había una parte de Seonghwa que había mantenido oculta.

No sabía cómo sentirse. Parte de él estaba preocupado por la enfermedad, por las flores que amenazaban con consumir a Seonghwa. Pero otra parte no podía evitar sentirse confundida. ¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Cómo había ignorado las señales?

Mientras caminaba, los recuerdos comenzaron a inundarlo: las veces que Seonghwa lo miraba en silencio mientras trabajaban, las pequeñas atenciones que siempre tenía con él, los momentos en los que su presencia parecía más intensa, más significativa.

De repente, todo tenía sentido.

Hongjoong se detuvo frente a una cafetería, su respiración formando pequeñas nubes en el aire frío. Se sentía abrumado, pero sabía que no podía quedarse ahí, atrapado en su confusión. Seonghwa estaba sufriendo, y no podía ignorarlo.

Tenía que enfrentarlo, pero primero debía entender lo que sentía.

Seonghwa regresó a su apartamento mucho después de la medianoche, sus pasos pesados y su cuerpo agotado. Se dejó caer en su cama, demasiado cansado para quitarse los zapatos o siquiera cubrirse con una manta.

Esa noche, los pétalos volvieron con más fuerza que nunca.

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