OO3 : El peso de lo no dicho

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El invierno había llegado a Seúl, y con él, la fría brisa que cortaba la piel como un recordatorio de la fragilidad humana. Las calles estaban cubiertas de una fina capa de nieve, y el aire era tan helado que parecía que todo estaba detenido, excepto el dolor constante en el pecho de Park Seonghwa.

Los días se habían convertido en una rutina de resistencia para él. Cada mañana despertaba con el peso insoportable de los pétalos acumulados en su garganta, y cada noche se enfrentaba a la soledad de saber que su amor nunca sería correspondido. Las flores no eran lo único que crecía dentro de él; también lo hacía el miedo, la incertidumbre, y una desesperación que lo carcomía lentamente.

En el estudio, su comportamiento no había pasado desapercibido. Hongjoong, siendo tan observador como siempre, había notado cada pequeño cambio: las pausas más largas entre sus respuestas, la forma en que evitaba las comidas, y cómo sus ojos parecían cargados de algo que nunca decía en voz alta.

—Hyung —dijo Hongjoong una tarde, mientras estaban solos en la sala de mezclas—. Necesito saber qué está pasando contigo.

Seonghwa levantó la vista de su cuaderno de notas, su expresión era la de alguien atrapado.

—¿A qué te refieres?

—A esto. —Hongjoong hizo un gesto con las manos, señalándolo—. Apenas hablas, estás más pálido cada día, y no importa cuánto insistas en que todo está bien, yo sé que no lo está.

Seonghwa sintió un nudo formarse en su garganta. Las palabras de Hongjoong eran como pequeñas agujas que perforaban la fachada que había construido tan cuidadosamente.

—Estoy bien —repitió, su voz más débil de lo que esperaba.

—¿Por qué siempre dices eso? —preguntó Hongjoong, frustrado—. Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? No tienes que cargar con todo solo.

Las palabras estaban en el borde de sus labios. Podía decirlo todo en ese momento, confesarle lo que sentía y liberarse de la carga que lo estaba destruyendo. Pero el miedo lo paralizó. ¿Qué pasaría si Hongjoong no lo entendía? ¿Si lo rechazaba?

—Solo estoy cansado —murmuró finalmente, desviando la mirada.

Hongjoong suspiró, su frustración evidente, pero no presionó más.

Esa noche, Seonghwa no pudo dormir. Las palabras de Hongjoong seguían resonando en su cabeza, como un eco que no podía ignorar. Sabía que Hongjoong tenía razón; no podía seguir así. Pero enfrentarse a la verdad significaba arriesgarse a perderlo todo, y no estaba seguro de si podía soportar eso.

Mientras se sentaba en la oscuridad de su habitación, sintió cómo la presión en su pecho aumentaba. Era diferente esta vez, más intensa, más urgente. Se levantó de la cama, tambaleándose hacia el baño justo cuando la tos lo golpeó con fuerza.

Los pétalos que salieron esta vez eran más grandes, más brillantes, y estaban empapados de sangre. Se inclinó sobre el lavabo, jadeando mientras las lágrimas corrían por su rostro. La enfermedad estaba empeorando.

Sabía que no tenía mucho tiempo.

Los días siguientes fueron un tormento. Cada interacción con Hongjoong era una mezcla de alegría y dolor, un recordatorio constante de lo que nunca podría tener. Pero lo que más le dolía era la ignorancia de Hongjoong. Su amigo seguía actuando como si todo estuviera bien, como si nada hubiera cambiado, mientras que para Seonghwa, cada segundo era una batalla por mantenerse en pie.

Una tarde, mientras estaban en el estudio, Hongjoong se levantó de repente.

—Voy a comprar algo de comida. ¿Quieres que te traiga algo?

Seonghwa negó con la cabeza, agradecido por la oportunidad de estar solo por un momento. Pero cuando Hongjoong salió, algo dentro de él se rompió.

Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa mientras la tos comenzaba de nuevo. Los pétalos salieron en oleadas, más grandes y más numerosos que nunca. Trató de contenerlos, de mantenerlos ocultos, pero el sonido de la puerta abriéndose lo congeló.

—¿Hyung?

Seonghwa levantó la vista, sus ojos llenos de lágrimas mientras trataba de esconder los pétalos con las manos. Pero era demasiado tarde. Hongjoong los había visto.

—¿Qué es eso? —preguntó, su voz llena de confusión y preocupación.

—No es nada —respondió Seonghwa rápidamente, tratando de recoger los pétalos y esconderlos.

—No me mientas. —Hongjoong se acercó, apartando las manos de Seonghwa para ver los pétalos manchados de sangre. Su rostro pasó de la confusión al horror—. Hyung... ¿qué es esto?

Seonghwa sintió que su corazón se detenía. Era el momento que había temido, el momento en que ya no podía ocultar la verdad.

—Es... la enfermedad Hanahaki —admitió finalmente, su voz apenas un susurro.

Hongjoong lo miró fijamente, tratando de procesar lo que había escuchado.

—¿Hanahaki? —repitió—. Pero eso significa...

—Significa que estoy enamorado de alguien que no me corresponde —interrumpió Seonghwa, su voz cargada de dolor.

El silencio que siguió fue insoportable. Hongjoong parecía aturdido, como si no supiera qué decir o hacer. Finalmente, dio un paso hacia atrás, su expresión llena de incredulidad.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

Seonghwa dejó escapar una risa amarga.

—¿Y qué iba a cambiar? Decírtelo no haría que las flores desaparecieran.

—Podríamos haber buscado ayuda.

—No hay cura para esto —respondió Seonghwa, su voz quebrándose—. A menos que...

—A menos que el amor sea correspondido —terminó Hongjoong, completando la frase.

Se miraron en silencio, y en ese momento, Seonghwa sintió que estaba al borde de un precipicio. Había confesado parte de la verdad, pero la pregunta más importante seguía sin respuesta.

—¿Quién es? —preguntó Hongjoong finalmente, su voz más suave.

Seonghwa abrió la boca para responder, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta. ¿Estaba realmente listo para decirlo?

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