OO2 : La fragilidad de un secreto

; 〨 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 〨 ;

El amanecer llegó con un tenue resplandor que apenas lograba atravesar las cortinas de la habitación de Seonghwa. No había dormido más de un par de horas, y aún así, sus sueños habían sido un reflejo de su realidad: pétalos que caían de sus labios mientras Hongjoong se alejaba de él, siempre fuera de su alcance.

Se levantó con dificultad, limpiándose el rostro con las manos antes de observar su reflejo en el espejo del baño. Su piel estaba más pálida de lo normal, y las sombras bajo sus ojos eran evidentes. No podía seguir así, pero tampoco sabía cómo detenerlo.

—Un día más... —murmuró para sí mismo, mientras trataba de convencerse de que podía manejarlo.

Sin embargo, su cuerpo comenzaba a traicionarlo. Cada tos, cada pétalo, era un recordatorio de que la enfermedad avanzaba más rápido de lo que esperaba.

El estudio estaba menos bullicioso ese día. Algunos compañeros de trabajo estaban ausentes, y la atmósfera parecía más relajada. Seonghwa lo agradeció, ya que sentía que no tenía la energía para interactuar con demasiadas personas.

Cuando llegó, encontró a Hongjoong de nuevo inmerso en su trabajo, con los auriculares puestos y moviendo la cabeza al ritmo de la música. Seonghwa se quedó observándolo desde la puerta durante unos segundos, dejando que la familiaridad de su presencia lo calmara, aunque solo fuera un poco.

—¿Hyung? —La voz de Hongjoong lo sacó de su ensoñación. Se había quitado los auriculares y lo miraba con una sonrisa—. ¿Llevas mucho ahí?

—No, acabo de llegar.

Hongjoong lo observó con curiosidad mientras Seonghwa se sentaba en el sofá del estudio.

—Te ves cansado últimamente. ¿Seguro que todo está bien?

La preocupación en su voz hizo que el corazón de Seonghwa se encogiera. Quería confesarle todo en ese momento, pero las palabras se atoraron en su garganta, acompañadas de un familiar cosquilleo que le hizo apretar los dientes.

—Estoy bien. Es solo el trabajo.

—Hmm... —Hongjoong no parecía convencido, pero decidió no insistir—. Bueno, si necesitas algo, sabes que puedes decírmelo, ¿verdad?

Seonghwa asintió en silencio, sintiendo cómo el peso en su pecho aumentaba con cada segundo que pasaba junto a él.

Esa tarde, Hongjoong insistió en salir a comer juntos. Había notado que Seonghwa parecía más distante de lo habitual y quería animarlo. Terminaron en un pequeño café cerca del estudio, uno de sus lugares favoritos.

—¿Recuerdas la primera vez que vinimos aquí? —preguntó Hongjoong mientras removía su bebida con una cuchara.

Seonghwa asintió, esbozando una pequeña sonrisa.

—Sí. Pediste un café tan amargo que apenas pudiste terminarlo.

—¡Fue un error! —Hongjoong rió, sacudiendo la cabeza—. Pero tú lo terminaste por mí.

—Alguien tenía que hacerlo.

La risa de Hongjoong llenó el aire, y Seonghwa sintió cómo su corazón latía con fuerza. Quería congelar ese momento, guardarlo para siempre. Pero entonces, la presión en su pecho volvió, más fuerte que nunca.

—Voy al baño —dijo abruptamente, levantándose antes de que Hongjoong pudiera responder.

Se encerró en el baño del café, respirando con dificultad mientras trataba de controlar la tos que amenazaba con estallar. Pero fue inútil. Se inclinó sobre el lavabo, dejando que los pétalos salieran de su boca junto con pequeños rastros de sangre. Sus dedos temblaban mientras los recogía, intentando deshacerse de ellos antes de que alguien pudiera verlos.

Cuando regresó a la mesa, Hongjoong lo miró con preocupación.

—¿Estás seguro de que estás bien? Te ves pálido.

—Estoy bien —mintió Seonghwa, evitando su mirada—. Solo necesito descansar.

Después de esa pequeña tarde juntos en aquel café, como siempre, Hongjoong regreso al estudio mientras Seonghwa volvía al apartamento, aquel frío y oscuro lugar que consideraba su hogar, aunque parecía más una simple habitación.

Esa noche, Seonghwa se quedó despierto hasta tarde, sentado en el suelo de su habitación con los pétalos que había expulsado durante el día frente a él. Cada uno de ellos era un recordatorio de su amor no correspondido, de los sentimientos que lo estaban destruyendo.

Sabía que no podía seguir así. La enfermedad Hanahaki era implacable; si no confesaba sus sentimientos, las flores crecerían hasta bloquear completamente sus pulmones, llevándolo inevitablemente a la muerte. Pero confesarlo significaba arriesgarlo todo.

—¿Qué debo hacer? —susurró, cerrando los ojos mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

No había respuestas fáciles, pero una cosa era segura: el tiempo se estaba acabando.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top